Luisa de Marillac y la educación de las niñas pobres
Informe Misionero Adultos Nº7 para el 15 de Noviembre 2014
1. Jerome
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENES Y ADULTOS DIVISIÓN INTERAMERICANA 17
suficientemente
de
los
necesi-dad
cen-tro
pa-recido
daría
de
donde
nos
mundo!
que
hermanas
com-partir
decimotercer
cons-truir
jóve-nes
Belice 15 de noviembre
Un viaje inesperado
Soy el menor de dos hermanos. Nací veinte
minutos después que mi gemelo, y crecí en un
pueblecito de Belice llamado Burrell Boom.
Mi abuelo era pastor adventista, así que mi
padre creció en la iglesia, aunque más tarde la
abandonó. Mi madre nos ha criado como ad-ventistas
y, cuando cumplí los trece años, me
bauticé. Todas las semanas viajábamos casi trece
kilómetros para ir a la iglesia, hasta que mi padre
construyó una casa más cerca.
Como mi padre era camionero, cuando mi hermano y yo fuimos lo suficientemente
mayores comenzamos a ayudarlo manejando el camión. Después, mi padre firmó un
contrato con una compañía eléctrica de Belice, para instalar postes de luz. Aquel era un
trabajo duro. Primero había que cavar zanjas de casi dos metros (seis pies) de profundi-dad,
y después instalar los postes. Los trabajadores de mi padre tenían que subirse a ellos
para instalar el tendido eléctrico. Pocos años después de haber comenzado el negocio, los
empleados de mi padre se sintieron mal pagados y empezaron a robarle dinero.
LA CAÍDA
Entonces, mi hermano gemelo y yo decidimos subirnos a los postes, para ayudar a
nuestro padre. Este es un trabajo duro y muy peligroso. Un día en que estaba subido a
un poste, tuve problemas con el arnés de seguridad y me caí de una altura de doce metros
(cuarenta pies). Me di de espaldas contra una roca y quedé inconsciente. Cuando recu-peré
el conocimiento intenté moverme, pero estaba paralizado de cintura para abajo. Mi
hermano fue a buscar ayuda y, tras un largo y arduo viaje al hospital, pude ser atendido
por un médico. El doctor comenzó a pincharme los pies con una aguja, pero yo no sentía
nada. Me dijo que no volvería a caminar. Yo tenía entonces 21 años.
Pero la fe en la que he sido criado me dio esperanza. Me sentía tranquilo y en paz.
Mientras mi madre lloraba junto a mi cama, yo le dije:
–No te preocupes, mamá, estaré bien.
Nunca olvidaré aquel momento. Cuán importante es la forma en que tus padres te
han criado. Dios me permitió sobrellevar esa crisis sin agobios y con la total seguridad de
que algo bueno resultaría de todo aquello.
2. MI PROPIA BICICLETA
Durante los primeros años después
del accidente, yo entraba y salía constan-temente
del hospital. Un día, mientras
estaba consultando Internet en mi casa,
encontré una foto de una bicicleta que se
pedaleaba con las manos. La descargué,
ahorré algo de dinero para comprar los
materiales e hice la mía propia. Animado
por las personas que me veían trasladarme
de un lugar a otro en mi nueva bicicleta,
me sentí optimista y feliz. En una oca-sión,
dos parejas de estadounidenses que
viajaban en bicicleta estaban buscando en
mi pueblo un lugar donde pasar la noche.
Cuando se cruzaron conmigo en la tienda
y vieron mi bicicleta amarilla, comenzaron
a tomarle fotos. Me dijeron que me las
enviarían por e-mail, y también se las en-viaron
a otras personas. Poco tiempo des-pués,
el Canal 7 de la Televisión de Belice
se puso en contacto conmigo para hacer-me
una entrevista. Tuve así la oportunidad
de contar mi historia y de compartir mi fe
con todo el país.
TOCANDO LAS CONCIENCIAS
Para llamar la atención de la gente ha-cia
los discapacitados, me asocié con Care
Belize, una institución que trabaja con
personas discapacitadas y sus familiares.
Organicé un viaje de 145 kilómetros (90
millas) a través del país. Un empresario
alemán oyó hablar de mi proyecto y pro-veyó
los materiales para que yo hiciera otra
bicicleta, puesto que la primera pesaba
demasiado. Me entrené con la vieja, pero
hice el viaje con la nueva, que era de alu-minio,
y tardé únicamente tres días.
Desde aquel primer viaje, he hecho
muchos más de una punta a otra de Belice,
por las principales autopistas del país. Mi
mensaje es: “No mires a quien tiene una
discapacidad como si no fuera capaz de ha-cer
nada. Con Dios, si uno se lo propone,
puede lograr grandes cosas”.
18 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENES Y ADULTOS DIVISIÓN INTERAMERICANA
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