Aquiles Roncoroni fue un destacado médico e investigador argentino. Dirigió varias instituciones médicas y ocupó cargos importantes como jefe de investigaciones del CONICET y presidente de la Sociedad Argentina de Investigación Clínica. A lo largo de su carrera se destacó por defender la importancia de la investigación médica y la atención centrada en el paciente frente a la politización y mercantilización del sistema de salud. Falleció en 2005 a los 82 años luego de una destacada trayectoria al servicio de la medic
2. En 1960, cuando ingresé en la carrera del investigador del Conicet, su creador, Bernardo Houssay, lo había concebido como "empresario" de la inteligencia: otorgaba fondos para proyectos considerados útiles. Después de Houssay se consideró que los edificios y aparatos eran más importantes que la gente que los usa, de acuerdo con la idea tan popular entre los políticos de que no hay nada que no se arregle con un edificio nuevo. Se crearon institutos dependientes, que requirieron grandes inversiones en edificios, equipos, mantenimiento etcétera, y alejaron a los científicos de los alumnos. No hay recetas mágicas. La investigación dirigida es resultado de la inversión. La espontánea se estimula creando un ambiente favorable donde no exista el peso de una autoridad supuestamente omnisciente y se cultive la duda y la búsqueda de respuestas
3. El sistema parece actuar en contra de un objetivo razonable. Médicos y técnicos se ven obligados a retacear su colaboración porque cobran poco, y cobran poco porque el Estado ha preferido siempre tener muchos agentes con poco sueldo que la inversa. El motivo puede ser el clientelismo o la demagogia, como aquella que busca popularidad empleando una masa creciente de profesionales que la Universidad diploma, 50% de las veces sin cumplir requisitos básicos, como la residencia médica. Así, tenemos hoy un médico cada 300 personas - el doble de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud- y uno cada 95 personas en la ciudad de Buenos Aires. La proporción es económicamente inviable por ser muy superior a las necesidades nacionales.
4. Vivimos en un mundo incierto: casi nada es lo que parece. En medicina, antes era más fácil. Había grandes instituciones, garantizadas por años de conducta intachable. Quienes trabajaban en ellas lo hacían bajo un manto tan protector como exigente e intolerante con la transgresión. Pertenecer era la garantía. Esas instituciones públicas han sido devastadas por la politización.
5. Nuestra circunstancia requiere recrear el pacto social. El motivo esencial de la crisis es la generalizada desconfianza en la clase dirigente. Algunos se apartaron de la cosa pública para conservar su integridad moral; otros, creyendo inútil el esfuerzo. Se abrió así el camino a una clase política desprestigiada no sólo por los resultados de su gestión sino también por su vocación de salvación económica personal, razonable en su condición de personas, pero no de funcionarios. Son obstinadamente renuentes a compartir las penurias amparados en legislación que ellos mismos crean en su propio interés, por ejemplo el disfrute ad vitamde prebendas como las jubilaciones privilegiadas.
6. Muchos centros médicos académicos de los Estados Unidos y la Argentina han debido aceptar para subsistir la imposición de reglas de mercado; otros han conseguido conservar su identidad gracias al esfuerzo de sus médicos. La ética más elemental dificulta limitar el gasto en salud, contemplando el elevado y frecuentemente frívolo gasto estatal realizado sin considerar la relación entre costo y beneficio..
7. La sociedad no parece percibir que la desaprensiva indiferencia o incluso el abandono del centro médico académico por los responsables, y su discriminación por los que negocian los paquetes de pacientes, comprometen la calidad futura de nuestra medicina. La calidad de hoy resulta de la investigación y educación de ayer, y la futura se gesta en los centros académicos. Cuando los hayamos perdido a manos de contadores, economistas y políticos aparentemente más interesados en cuidar el dinero que a la gente, ¿cuánto tiempo tardaremos en recuperarlos? Nuestros dirigentes se comportan como si la medicina hubiera culminado, como si alcanzara con utilizar el conocimiento hoy disponible. ¿Dónde se educarán los médicos de mañana? ¿Estarán condenados, como nuestros investigadores, a mirar por Internet cómo investigan en el Primer Mundo? La empresa obliga a los médicos a consumir gran parte de su tiempo trabajando como asistentes de contaduría, despreciando y despilfarrando su capacitación y acotando su dedicación al paciente.
8. Parecería que la única solución es anular todo y comenzar de nuevo. En ese caso se debería intentar aplicar algún modelo adaptado a nuestro país entre los ya probados. El establecimiento de redes de hospitales vinculados por su complejidad, con áreas de atención geográficamente establecidas y funcionamiento completo durante por lo menos 1/3 del día es impostergable si se desea conservar la medicina basada en el progreso intelectual de los médicos y la atención desinteresada del enfermo. El hospital público nacional, municipal o provincial debería, en el modelo económico adoptado, competir con las instituciones privadas para lo cual debería comprometerse para brindar una atención más prolongada y eficiente
9. La medicina de nuestros días está condicionada por las transformaciones exigidas por el modelo económico en apogeo por el momento en el mundo. Sus reglas, aplaudidas por los innumerables actores de la vida pública que de una u otra manera son sus socios, se han extendido al hospital público, que de una misión de servicio, sobre todo para los más necesitados, ha debido pasar a una suerte de empresa cuya subsistencia se basa en la recaudación. En el mismo, el médico es obligado a olvidar 25 siglos de doctrina occidental, el juramento hipocrático y su función fiduciaria y a requerir, antes de cualquier acto, cómo se va a pagar. De este modo la relación médico-paciente, antes una relación «entre amigos», ha pasado a ser un acto comercial y la medicina, de la práctica de una profesión al ejercicio de un negocio.
10. Es imperdonable haber incluido el tratamiento de la enfermedad, bien no consumible a voluntad, dentro de las mercaderías comercializables. La empresa de salud selecciona el riesgo: la familia joven es el objeto principal de su propaganda y los gastos son preventivos (vacunas y consejos de vida sana); los mayores quedan excluidos. La competencia para seducir al "consumidor" impulsa a prometer, en la esperanza de no tener que cumplir. Los costos administrativos, la propaganda persuasiva y la retribución al capital impiden que la empresa gaste en el objeto de su existencia más del 65 o 70 por ciento de lo recaudado
11. “”Los médicos somos responsables de haber tolerado el crecimiento de un sistema de salud superficialmente extenso, desorganizado e ineficaz"
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13. Alberto Agrest Academia Nacional de Medicina Todos recordaremos a Roncoroni como un luchador incansable con un espíritu juvenil que lo hacía ser hasta imprudente en la lucha por causas justas. Con Roncoroni se podía disentir en los métodos de solución de los problemas pero no podía dejar de reconocerse que sus causas eran justas y trascendentes. Lo extrañaremos.
19. Aquiles Roncoroni nació en Buenos Aires el 6 de enero de 1924. En 1950 el Prof. Tobías lo nombró Director del Laboratorio de Fisiopatología del Instituto Modelo del Hospital Rawson En 1952 trabajó en el laboratorio de Comroe en Philadelphia En 1956 creó, dirigió y organizó el Hospital María Ferrer Entre 1961 y 1965 fue jefe de investigaciones del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) En 1966 fue elegido presidente de la Sociedad Argentina de Investigación Clínica Fue Profesor visitante de la Universidad de París en 1974 Fue Presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva Fue miembro del consejo editorial de la revista Medicina Fue Profesor Emérito de la Facultad de Medicina de la UBA Fue MasterFellow del American College of ChestPhysicians. Dirigió el Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari entre 1983 y 1998 Integró la Academia Nacional de Medicina Fue un amante de la vida, de la ciencia y de la verdad. Murió el 26 de abril de 2005 a consecuencia de un cancer de próstata que enfrentó con la misma hidalguía que todas sus adversidades. Fue nuestro maestro. Lo extrañamos.