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Introducción
El conocimiento de la propia persona es un propósito considerado fundamental desde
los orígenes de la cultura. La famosa frase “Conócete a ti mismo” escrita en el frontispi-
cio o fachada del templo de Apolo, en Delfos –Grecia–, es muestra de ello. Esta frase se
refiere al ideal de comprender la condición humana, sus motivaciones y pensamiento,
ya que comprenderse uno mismo es la forma más clara de comprender a los demás y
viceversa, considerando el supuesto de que todos compartimos la misma naturaleza.
Aprender el verdadero significado de la frase conlleva inevitablemente a verse uno mis-
mo como ser humano ante la verdad, descubrir nuestras miserias. Atrevernos a situar
cómo nos engañamos y mentimos para alimentar nuestro ego. Este aforismo es una
invitación a una mirada introspectiva (mirar hacia el interior de nuestro ser) con el fin
de ubicar nuestras debilidades, carencias y defectos con el fin de superarlos y también
ver nuestras virtudes para fortalecerlas, nuestro potencial para agrandarlo y utilizarlo
a favor de nuestro desarrollo; una franca y honesta capacidad de autocrítica.
Verse a uno mismo tal cual es constituye una apasionante aventura. Es como explo-
rar un bosque enorme, accidentado, oscuro, enigmático, lleno de recovecos ocultos. No
es nada sencillo. Y aunque la voluntad sea firme, las cavilaciones comienzan cuando
descubrimos cosas que no nos gustan de nosotros mismos… pues hay cosas que preferi-
mos no saber nada de ellas. Una vez superado el miedo y la incomodidad que representa
enfrentarnos a nuestra verdad, veremos que la mejor elección que pudimos haber tomado
era quitarnos la venda de los ojos. No seguir culpando a los demás, a la vida y al
destino de nuestros fracasos, sino hacernos responsables de nuestros resultados. Eso
es lo único que nos da libertad real, auténtica y plena… aunque duela, lastime e incomode.
Hemos escuchado muchísimas veces la caracterización de lo humano como seres
únicos e irrepetibles. Jamás ha habido alguien ni lo habrá idéntico a nosotros. Hasta
los gemelos que comparten la misma carga genética, han sido criados en las mismas
condiciones, por los mismos padres, en las mismas circunstancias y han vivido bajo
las mismas influencias de su entorno, son diferentes. Llegan a tener en algunos casos
hasta preferencias sexuales distintas. Esto es porque procesan la realidad desde sus
propios procesos de pensamiento. ¿Cómo explicar entonces la condición humana ante
la infinita diversidad de lo humano?
Las teorías de la personalidad son intentos de construir categorías en las que podamos
incluir a grupos de sujetos que comparten rasgos psicológicos, actitudes, formas de
sentir, actuar y pensar semejantes y con base en ello, hacer predicciones confiables. To-
dos los esfuerzos en este sentido se encuentran llenos de lagunas, contradicciones, im-
precisiones y afirmaciones sin sentido. Prácticamente todo intento clasificatorio está
condenado a tropiezos, desatinos y por lo tanto a cuestionamientos y descalificaciones.
Me quedo con lo afirmado por Néstor Braunstein (2013) “solo hay posiciones subjetivas”.
Finalmente no es lo más importante situarme en una clasificación, encajonado en una
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INTRODUCCIÓN
etiqueta inservible, sino tener una visión lo más clara posible de lo que me constituye, lo que
deseo, definir mi trayecto vital y una búsqueda impetuosa por encontrar caminos que me
lleven a ser el mejor de los seres humanos que me resulte posible.
La comprensión de tu ser no puede ser un propósito a conseguir de una asignatura o unidad
de aprendizaje. Lo que este libro si está en condiciones de lograr es proponerte pistas para lo-
grarlo. Proporcionarte herramientas para que gestiones este saber. Darte ideas para reflexio-
nar en ese sentido. Señalarte claves que te hagan más certera esa búsqueda. Incentivar tu
deseo de plantearte las preguntas adecuadas para clarificar tus marcos de referencia que te
permitan explicar tu existencia.
A la manera en que sugiere Antonio Marina (2002), te propongo hacerle marcas al texto. Y
espero que sea un texto que a ti te marque también. Las clases de marcas que te propongo
son las siguientes:
Remarca con un resaltador de textos las líneas que consideres pertinentes de la siguiente forma:
Línea continua significa. Retener
Línea en forma de culebra significa curiosidad, ironía.
? = Significa duda.
¡ = Insólito, ocurrente, sorprendente.
* Relevante, apasionante.
→ Fijarse en esto.
∞ Tengo que investigar más sobre esto.
∆ Esto es aplicable a mi vida.
Estas operaciones te permitirán llevar a cabo una lectura más activa, con mayores posibili-
dades de retenerla y efectuar operaciones críticas a las ideas.
El autor
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INTRODUCCIÓN
Unidad de competencia I
La conformación y desarrollo de la personalidad
Cuando hablamos de autoconocimiento se hace necesario partir de la esencia del ser, esto
es, lo que lo hace único e irrepetible, es su personalidad. Por lo anterior, es necesario entender
qué es la personalidad, cuál su proceso de formación y los factores que intervienen en su de-
sarrollo. Con esta unidad de competencia se pretende que el estudiante adquiera elementos
que le permitan ir consolidando el conocimiento de sí mismo, entender quién es y porqué es.
1. Generalidades del desarrollo humano.
2. Teorías de la personalidad:
• Teoría de la personalidad de S. Freud.
• Teoría de Erik Erikson.
• Teoría de E. Fromm.
• Teoría de Carls Rogers.
3. Proceso de individuación.
4. El papel de las crisis, la resiliencia y el sentido de la vida en el desarrollo humano.
Unidad de competencia II
El papel de la autoestima en el desarrollo psicológico
Un elemento importante al hablar de autoconocimiento es la autoestima; es un factor deter-
minante ya que de ella depende la valoración que tenemos de nosotros mismos y condicio-
na nuestra toma de decisiones y la manera en cómo asumimos nuestros comportamientos.
Esta unidad de competencia pretende que el estudiante analice lo que es la autoestima, su
proceso de formación y el impacto que esta tiene en su vida.
1. Proceso de formación de la autoestima.
2. Influencia de la imagen corporal en la autoestima.
3. Pilares de la autoestima: una estrategia para mejorarla.
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INTRODUCCIÓN
Unidad de competencia III
Emociones y bienestar
Una de las manifestaciones más fiables de la personalidad y eje del autoconocimiento es la
manera como materializamos la emoción en acción. De esta forma el manejo de las emo-
ciones ha adquirido una importancia mayor cuando se trabaja en el autoconocimiento. Esta
unidad de competencia brinda la oportunidad de conocer las cinco competencias emocio-
nales que propone el modelo de la Educación Emocional para que el estudiante adopte una
actitud positiva ante la vida.
1. Diferencias entre emoción y sentimiento.
2. Competencias emocionales.
3. Emociones y salud.
Unidad de competencia IV
Comunicación y relación interpersonal
La calidad de las relaciones con los otros es un reflejo del desarrollo interior de una perso-
na. En este sentido la comunicación se convierte en un elemento esencial en el proceso de
relación con los demás, aunado a la autoestima y al manejo de emociones. Esta unidad de
competencia desarrolla en el estudiante los elementos para establecer formas más aserti-
vas y sanas de relacionarse con los demás y de afrontar de mejor forma las situaciones que
le presenta su entorno.
1. Estilos de comunicación.
2. Asertividad y estrategias de afrontamiento.
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SSSS
La conformación y desarrollo
de la personalidad
Unidad de competencia I
“Yo sé quién soy, qué es lo
que quiero, y los precios
que tengo que pagar para
conseguirlo
”.
Gioconda Belli
Cuando hablamos de autoconocimiento se hace necesario
partir de la esencia del ser, esto es, lo que lo hace único e
irrepetible, es su personalidad. Por lo anterior, es necesario
entender qué es la personalidad, cuál es su proceso de for-
mación y los factores que intervienen en su desarrollo. Con
esta unidad de competencia se pretende que el estudiante
adquiera elementos que le permitan ir consolidando el cono-
cimiento de sí mismo, entender quién es y porqué es.
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Generalidades del desarrollo humano
¿Cómo se estructura la subjetividad?
La subjetividad es la manera particular en que cada sujeto evalúa, pien-
sa y siente la realidad. Mientras que la objetividad se refiere a como son
las cosas en sí mismas, la subjetividad se refiere a los agregados que
cada quien hace desde sus emociones, deseos y fantasías conscientes
e inconscientes.
El concepto de persona o de individuo o de ser, aunque parecidos, no
son lo mismo, pues apuntan hacia nociones distintas; por ejemplo:
la noción de persona hace referencia a la apariencia, (persona y personalidad, en
su significado etimológico, quieren decir máscara).
Individuo quiere decir que es indivisible, pero todos estamos divididos entre lo que
somos capaces de identificar de nosotros mismos y aquello que permanece velado
para nuestra conciencia, es decir, el inconsciente. Ser humano solo se refiere a una
existencia biológica, cuando lo que queremos expresar es también la existencia en su
dimensión psíquica y social.
Aclarado el punto, pasemos a analizar cómo llegamos a ser lo que somos, qué experien-
cias han fundado nuestro carácter, nuestros esquemas ideológicos, nuestros sistemas de
creencias, nuestras virtudes y defectos; en fin, todo lo que nos ha construido y constituido.
Antes de nacer, el bebé humano constituía una unidad con la madre, quien le proveía
de todo, absolutamente todo; de tal manera que este no experimentaba necesidad al-
guna, pues todo le era provisto a través del cordón umbilical. Llegó el momento del
parto y comenzaron las obligaciones para el nuevo ser, se vio forzado a respirar para
proveerse de oxígeno; ahora, para tener comida tendrá que solicitarla a través del
llanto, y sentirá las incomodidades de los desechos corporales que le harán pedir a
gritos un cambio de pañal. Después, el niño se dará cuenta que para agradar a sus pa-
dres, o sus sustitutos, tiene que corresponder a sus exigencias. Para ganarse su cari-
ño no solamente hará gracias y monerías, sino que aprenderá a sentarse, desplazarse
gateando, caminando, se iniciará en el uso del lenguaje, avisará cuando su intestino
o su vejiga reclamen ser desalojados, adquirirá sucesivamente habilidades, actitudes,
valores, conocimientos y creencias acordes con lo que establezca la crianza que le
brinden sus padres.
La historia de ese nuevo ser, quizá se comenzó a escribir desde antes de la concep-
ción misma; es más, quizá antes de que se conocieran los padres, pues ya había pro-
bablemente fantasías, deseos y expectativas sobre el asunto de tener hijos. ¿Cómo
serán mis hijos?, ¿qué nombre les pondremos?, ¿con quién los tendré?, ¿cómo será mi
relación con él o ella o ambos, o muchos de ellos, es decir, de qué sexo serán, podré ya
decidirlo, cuántos tendré?
El ser humano, desde su existencia prenatal, está marcado por la forma en que se lo
espera; es la pantalla en la que se ubican las proyecciones inconscientes de los padres.
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Autoconocimiento y personalidad UCI
Para dar cuenta del desarrollo de ese ser humano, se han propuesto diferentes teo-
rías que de alguna manera resultan complementarias, aunque en algunos puntos se
oponen de manera radical. En esta sección haremos una síntesis de las propuestas
de cuatro grandes autores: el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud; un clásico
de los estudios del desarrollo infantil, Erik H. Erickson; Erich Fromm y Carl Rogers.
Las explicaciones sobre cómo llegamos a ser lo que somos, es decir, cómo se van
gestando las características del adulto a través de las diferentes etapas de la vida, no
se agotan de ninguna manera en estos tres autores. Muchos otros psicólogos se afa-
naron en dar cuenta de ello, contribuyendo con sus trabajos a esclarecer muchas de
las interrogantes sobre el desarrollo
El concepto de sí mismo
La ventana de Johari
Este es un esquema bastante simple sobre las áreas de la existencia divididas de
acuerdo a lo que permites ver a los demás y a ti mismo de aquello que te constituye.
Los
demás
conocen
Los demás
no
conocen
Ventana
de
Johari
Yo
conozco
área
pública
área
oculta
área
desconocida
Yo
desconozco
área
ciega
Son cuatro las áreas que este esquema considera:
Área pública
Aquí se encuentra todo lo que sabes de tu propia persona y los demás conocen tam-
bién. Lo que alcanzas a percibir de tus cualidades, atributos, fortalezas y debilidades y
que también pueden ver los otros de ti. Esta área representa la apertura total al mun-
do y la conciencia abierta sobre todo lo que te integra. De aquí surgen los sentimientos
que te has atrevido a expresar a los demás. El amor que le prodigas a los otros y se lo
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has expresado. Los reclamos que te has atrevido a hacer a quienes consideras te han
tratado de manera injusta, los sentimientos que te han despertado los demás cuando
se han relacionado contigo.
Área oculta o privada
Aquí se encuentra toda la información que has reservado para tu propia persona, lo
que ocultas para la mirada del otro: tus secretos, tus sentimientos no revelados, todo
aquello que has decidido guardar solamente para ti ya sea porque te apena, te aver-
güenza o consideras inapropiado compartir con otros. Todo lo que te callas por con-
siderar amenazador, peligroso, cuestionable o comprometedor expresarlo es lo que
almacenas en esta área.
Área ciega
En esta región de tu mente se encuentra todo aquello que
eres pero te niegas a aceptar de ti mismo. Este espacio
está integrado por todos los atributos que en un momento
dado consideraste negativos, bochornosos, vergonzantes
o poco dignos de ser exhibidos ante la mirada del otro y
entonces decidiste no hacerte cargo de ellos y esconder-
los debajo de la alfombra. Manteniéndolos a resguardo del
conocimiento del otro. O acaso no has observado en otros
(o en ti mismo) como acusan a los demás de ser de tal o
cual forma (tacaño, mentiroso, chismoso, antipático, et-
cétera) y justamente es una característica de la persona
que lo señala. Este mecanismo, llamado proyección, lo
usamos para defendernos de la ansiedad o angustia que
representa hacernos cargo de una verdad que resulta de-
masiado incómoda para reconocernos abiertamente en
ella. Sin embargo, lo que más quieres ocultar es lo que más se te nota. No podemos
engañar a todos ni todo el tiempo. La verdad acaba de surgir a pesar de hacer esfuer-
zos desmedidos por ocultarla.
Dice el dicho que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Si no quieres ver algo
en ti que te molesta va a ser muy difícil que lo alcances a percibir. La autenticidad
y congruencia de una persona se mide precisamente en su capacidad de verse a sí
mismo tal cual es. No disfrazar la realidad a la medida de tus deseos sino encararla
de manera realista y objetiva.
¿Cómo trabajar y hacer brillar el lado opaco de tu vida si ni siquiera quieres verlo?
El principio de todo compromiso con tu propio desarrollo es ubicar con honestidad
tus errores, defectos, inconsistencias, desatinos, carencias, debilidades y dificultades,
pues solo de esta forma podrás emprender un programa consistente de cambio.
Es importante que estos cambios sean decisión tuya y de nadie más. De otra manera
sentirás que tu vida la están manejando los otros y eres ajeno a tu propio destino.
Para efectuar cambios reales, profundos y consistentes es necesario ser el autor y eje-
cutor de los mismos. Lo que a ti te corresponda, nadie lo va a hacer por ti. Si crees que
el tiempo es eterno y el mañana te esperará siempre, corres el riesgo de que la vida
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te rebase y cuando menos pienses habrás dejado pasar las valiosas oportunidades
cotidianas de transformar tu existencia y lo que te circunda. Si no eres tú ¿Quién será
entonces el que haga las cosas correspondientes a la construcción de tu destino? Si
no es ahora… ¿Cuándo será el día que te decidas a ejecutar las acciones correspon-
dientes a lo que has proyectado para tu existencia? El tiempo pasa y las oportunida-
des se van, no las dejes escapar.
Los griegos representaban a la diosa de las oportunidades como una mu-
jer de muy rápidos movimientos y completamente desnuda. Sin embargo,
tenía en la frente un mechón de cabellos por donde podía ser sujetada. Si
quieres hacer tuyas las oportunidades que la vida te presenta, tendrás que
actuar rápido, nunca dejar para mañana lo que sea posible hacer de inme-
diato, revisar todo aquello que te impide tomar acción: tus miedos,
temores, culpas, dudas y demás basura que no deja fluir tu ac-
cionar en la vida.
Área desconocida (inconsciente)
El inconsciente está formado por los deseos reprimidos
que has experimentado y consideras peligroso, indebido,
cuestionable, vergonzoso o inadecuado su exhibición. Los
asuntos relacionados con la sexualidad o los impulsos agre-
sivos son los que comúnmente se reprimen más. Los contenidos
inconscientes resultan desconocidos para la persona que los carga y para los demás
también. Este material se puede saber de él a través de las producciones del incons-
ciente como son los sueños, los síntomas y los actos fallidos.
Los sueños son expresiones de un deseo que no puede ser asumido por el sujeto.
Incluso las pesadillas en las que la persona es objeto de daño, persecución, humilla-
ciones, golpes o incluso la muerte misma, también es algo que una persona llega a
desear. Si alguien hace cosas de las que se siente culpable necesitará expiar la culpa.
Castigarse en el sueño como una manera de lidiar con la culpa. Como un recurso de
expiación de las culpas inducidas por los actos de maldad, algunos se flagelan o se
van de rodillas hacia un santuario, otros sueñas que se caen, los golpean o los matan.
Los síntomas como la depresión, las fobias, las obsesiones, la angustia y todos los
trastornos por los que acude la gente a los servicios de salud mental, son comuni-
cados cifrados de lo que no se puede decir con palabras. El inconsciente se puede
comparar con un iceberg. Esas montañas de hielo que se desprenden de los polos
terrestres y flotan en los océanos causando grandes problemas a la navegación ma-
rítima, pues lo único que se puede apreciar de su gran masa es la punta de esta, per-
maneciendo oculta la mayor parte, contra la que pueden chocar las embarcaciones y
hundirse como el tristemente célebre Titánic.
Lo que mueve al iceberg no es el viento que sopla en la superficie de este. Las corrien-
tes marinas subacuáticas e invisibles para los observadores externos son las respon-
sables de la dirección hacia la que se mueve esa gélida montaña. Asimismo, los seres
humanos tienen una gran cantidad de proyectos, metas, propósitos e intenciones que
generalmente no cumplen. Tú mismo ¿cuántas veces has declarado que vas a hacer
tal o cual cosa y acabas haciendo lo contrario a lo que te habías propuesto? ¿Cuántas
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veces te has traicionado a ti mismo o has saboteado tus
propios proyectos? No se puede vencer aquello de ti mismo
que te daña si no lo reconoces. Para vencer un enemigo,
para enfrentarlo y darle la pelea, necesitas verle la cara. Por
ello los psicoanalistas en su trabajo buscan hacer cons-
ciente lo inconsciente. Una vez que sepas porqué actúas de
la manera en que lo haces, cuáles son las raíces incons-
cientes de tus deseos y el origen de tus síntomas tendrás
más recursos para vencer tus dificultades.
Es necesario abrir más la ventana pública, extender el área
pública y empequeñecer tu área privada, reducir tu área
ciega y descubrir tus motivaciones inconscientes. Para ello
se requieres expresar con libertad lo que piensas y sientes,
comunicar tus afectos a las personas que estimas o bien
reclamar y manifestar tu inconformidad, tu malestar, tu
decepción, tu coraje a las personas que te han lastimado
o te han tratado con maldad, irrespetuosamente o con in-
diferencia. Las palabras que no se expresan se pudren en tu interior y se
transforman en síntomas. Venimos a este mundo a experimentar y ex-
presar experiencias. No te calles nunca. De manera inteligente, oportuna
y respetuosa pero valiente y firme expresa lo que sientas y piensas ante
quien sea. No te dejes intimidar por nadie, aun cuando esa persona posea
autoridad o poder. Esto es parte de las responsabilidades que tienes contigo
mismo: cuidar de tu salud física y emocional, tu integridad y tu dignidad.
Actividad
• Dibuja una ventana con sus cuatro áreas y coloca en cada área la infor-
mación sobre tu persona. Lo inconsciente es como una lucecita muy
tenue que apenas alcanzas a identificar. También utiliza la informa-
ción que los demás expresan sobre lo que tú eres. Ver anexo.
Teorías de la personalidad
Teoría de la personalidad de S. Freud
Cómo llegamos a ser quienes somos
Etapas del desarrollo humano
Si bien es importante referir la parte descriptiva de la historia de cada uno
de nosotros, hace falta clarificar los mecanismos que se producen en ese
otro escenario que se encuentra más allá del reconocimiento de nuestra
conciencia; que descubrió Sigmund Freud y que dio pie a la creación del psi-
coanálisis, para dar cuenta de este otro escenario que llamó, el inconsciente.
La confianza nunca
proviene de tener
todas las respuestas,
sino de estar abierto
a todas las preguntas.
(Wallace Stevens)
Sorpréndete
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Después de proponer el principio del placer como el principal motivador de los seres
humanos, Freud descubrió algo que no se ajustaba a esta idea: las personas, en mu-
chas situaciones, no buscan su bien, sino el mal; prefieren a veces elegir los caminos
de la destrucción a los de la creación. Llamó a esta fuerza que nos empuja a boicotear
nuestros proyectos, a agredirnos, a maltratarnos, a dañarnos hasta el límite de la
muerte misma, pulsión de muerte.
Sin embargo, también propuso que esta pulsión coexiste con una contraria: la pul-
sión de vida, que nos lleva en una dirección contraria, es decir, a realizar actos de
creación, a la generación de nexos con los otros, como la amistad, al compañeris-
mo, al amor, al erotismo, a la búsqueda de la proximidad responsable con el otro.
En el desarrollo humano tienen presencia ambas pulsiones, como las caras
de una misma moneda. El amor y el odio se entrelazan en nuestras vidas y
nuestros actos. En momentos parece ganar Eros (dios del amor en la mitolo-
gía griega) la batalla, a veces Thánatos (dios de la muerte) se erige triunfal
dejando su huella de destrucción y muerte. Somos una especie condenada
a los vaivenes de estas dos fuerzas, que coexisten irremediablemente, en
la vida de todos nosotros.
Para explicar el funcionamiento psíquico o mental, no resultaba suficiente la
división entre conciencia e inconsciente; por lo que Freud hizo referencia a
tres instancias o apartados: el yo, el ello y el superyó.
El ello es la parte pulsional, podríamos decir instintiva; la parte de no-
sotros que, semejante a un niño caprichoso, demanda la satisfacción
inmediata de todos sus impulsos, antojos y deseos, sin admitir demo-
ra ni sustitutos. Es enteramente inconsciente.
El superyó es la parte de nosotros que se ha conformado con los ideales y valores
que han sembrado en nosotros quienes nos educaron, principalmente nuestros
padres, abuelos, maestros, etcétera. La búsqueda de la perfección, la virtud y la
excelencia corresponden a esta instancia.
El yo es la parte que va a mediar entre las demandas de estos dos polos y la rea-
lidad.El yo tiene como funciones la memoria, la percepción, el sentido lógico, en él
recae el buen juicio y la razón, mientras que las pasiones proceden del ello. Ponga-
mos un ejemplo hipotético de personalidades extremas: los apetitos sexuales están
presentes en todos los seres humanos, algunos no tienen empacho en reconocerlos,
otros intentan disfrazarlos, negarlos o sustituirlos.
Un violador sería alguien dominado por el ello, que es capaz de tomar por la fuerza a
una mujer sin mediar un cortejo o siquiera una solicitud; un sacerdote célibe hace de
su sexualidad una ofrenda a su dios, renunciando a su ejercicio, el superyó le exige
entregarse a un ideal de sacrificio que lo lleva a renunciar a este aspecto de su vida.
En ocasiones llegan a ser tan feroces las exigencias y demandas del superyó, que lle-
van a los sujetos a quitarse la vida en aras de un ideal; tal es el caso de los comandos
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suicidas que estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de
septiembre del 2001; los pilotos kamikazes japoneses en la Segunda Guerra Mundial;
los palestinos que se hacen explotar con tal de llevar la muerte a varios judíos.
En todos estos casos se produce un mandato surgido del superyó, para sacrificarse por
el ideal al que se le ha consagrado la existencia; pero la mayoría de los seres humanos
no nos colocamos en estas posiciones tan radicales. Los Yihadistas (musulmanes fun-
damentalistas) que le cortan la cabeza a los que no comparten sus mismas creencias.
Si alguien más o menos normal, desea ardientemente tener relaciones sexuales (el
ello y las hormonas actuando en contubernio), seduce a una chica más o menos de su
edad, esta accede en nombre del amor (dándole gusto al superyó), compran condones
para no enfrentar un embarazo no deseado y/o una enfermedad sexualmente trans-
misible (exigencia inteligente de un yo vigilante), y se encuentran en una habitación,
al margen de las miradas indiscretas de algún policía, un cura, sus padres u otro mor-
tal impertinente (atendiendo las demandas de la realidad).
Dándole de esta forma, su lugar y motivo de satisfacción a
todas las instancias involucradas.
En el caso de la agresión, un sujeto poseído por el ello, agrede
o incluso mata a quien le despierte la más mínima contrarie-
dad. Si el superyó es quien comanda sus actos, pondrá la otra
mejilla a su agresor; pero si el yo hace bien su trabajo, no pa-
sará de un ajuste de cuentas verbal, algún insulto o amenaza
o quizá una demanda por la vía judicial.
Etapas del desarrollo psicosexual
La teoría de Freud sobre el desarrollo psicosexual, relaciona
cinco etapas: oral, anal, fálica, latencia y genital, que reflejan diferentes formas de relación
y gratificación con el otro.
En esta propuesta ocupa un lugar central, el concepto de libido, nombre con el que
Freud designa la energía sexual.
Etapa oral (del nacimiento a los 18 meses)
La libido, se encuentra focalizada alrededor de la zona oral. El bebé
pasa de la satisfacción alimenticia a la búsqueda de una satisfacción
erótica. El niño conoce el mundo a través de la boca; cuanto objeto cae
a sus manos lo lleva a la zona bucal, pues es su primer puente entre
el mundo y su cuerpo. Una fijación en esta etapa se relaciona con una
actitud pasiva, receptiva, demandante, en la que se solicita todo, con
poca disposición para darse a los otros.
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Autoconocimiento y personalidad UCI
Etapa anal (de los 18 meses a los tres años)
Aquí el orificio anal ocupa un papel privilegiado como lugar de intercambio con
el otro, la madre; pues ante las exigencias de esta para evacuar en un lugar ade-
cuado después de avisar de ello, el niño va a estar pendiente de esta función para
complacer o castigar a la madre. Para el niño de esta edad, las heces son algo va-
lioso, parte de su cuerpo que se va y de las que hay que desprenderse con rituales
de despedida que contrastan con el significado adulto de los desechos fecales.
Etapa fálica (de los tres a los seis años)
Se le llama fálica pues tanto para el niño como para la niña, solo existe un órga-
no sexual: el pene. En esta etapa los niños atraviesan por el llamado Complejo de
Edipo, caracterizado por el deseo de tener como pareja al padre del sexo opuesto: la
niña manifiesta que cuando ella crezca se casará con papá, y el niño ex-
presa de manera correlativa su deseo de desposar a su madre. Este deseo
tiene que desplazarse hacia otros personajes ajenos a la familia para dar
cumplimiento a la ley de prohibición del incesto, prototipo del lugar en el
que el sujeto se va a situar respecto a la ley en general. Esta ley ordena los
lugares permitidos en el comercio sexual de los humanos y hace operar
un principio llamado de castración simbólica, que no corta nada en lo real
del cuerpo, solo corta la omnipotencia del deseo del niño, dejándolo en una
condición de “ser en falta”, que es lo que le permitirá en última instancia
convertirse en un sujeto deseante.
¿Cómo podrá alguien desear algo, un hijo, una pareja, una carrera
profesional, un bien material o espiritual, si siente que lo tiene todo?
Es necesario entonces estar en falta para desear, para echar a andar un pro-
yecto de vida. Quien experimente que no le falta nada en la vida, solo le resta
experimentar con el suicidio o hundirse en el mundo de las drogas.
Los seres en falta buscamos desesperadamente un objeto perdido (la sensa-
ción de completud, la leche materna, la mirada amorosa de los padres, la voz
dulce que nos arrullaba) en los inicios de la existencia, pero solo nos encon-
tramos con sucedáneos, con representantes de ese objeto perdido, que se le
parecen, pero que no son. De ahí que el deseo sea inagotable y no nos demos
por satisfechos con lo que conseguimos, pues esto pierde su interés al poco
tiempo de conseguirlo, como en el caso del amor de alguien intensamente
deseado, un coche, una prenda de vestir, un disco, etcétera.
Después de la etapa fálica, prosigue la etapa de latencia, caracterizada por una
declinaciónaparentedelaimpulsividadsexual,paradarlugarenlosiniciosdela
adolescencia,alaetapagenital,correspondienteaunasexualidadadulta,madura,
equilibrada, normal y correcta.
Cada vez que un hombre
le dice "MAMITA" a
una mujer, Freud y
Edipo descorchan un
champagne.
Ríete un
p o c o
18. Autoconocimiento y personalidad
18
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Lacan cuestionó severamente el que hubiera una teoría del desarrollo psicosexual
lineal, secuencial. Señalaba que estas etapas o fases, no son fenómenos biológicos
observables que se desarrollen naturalmente, sino estructuras más complejas, carac-
terizándolas como una “mitología de la maduración instintiva”. No son momentos or-
denados cronológicamente, sino estructuras intemporales que se proyectan retroac-
tivamente sobre el pasado. (Evans, 1977).
El Psicoanálisis difiere de otras corrientes de la psicología al proponerse como objeti-
vo la salida a las fuerzas emocionales veladas que están en conflicto; trabajo dirigido
por el psicoanalista, pero operado por el paciente mismo. El psicoanálisis no es un
procedimiento para influir, moralizar, estimular, razonar; no es un remedio, sugestión
o una guía para el comportamiento correcto; es simplemente una forma de acceder a
lo inconsciente, de reencontrarse con los orígenes de esta historia a través del lengua-
je. Es más que nada la búsqueda de la verdad más allá de los acontecimientos.
El psicoanalista no da la razón o la niega; sin juzgar, escucha con un llamado a la
verdad que los invita a profundizar en su propia actitud, fundamental distinta a la del
maestro, el médico o el psicólogo.
Donde el lenguaje se detiene, lo que sigue hablando es la conducta. Los niños expre-
san los conflictos por los que atraviesan a través de síntomas como orinarse en la
ropa (enuresis), bajar de calificaciones, caídas repentinas del cabello (alopecia), asma,
etcétera. Con mucha frecuencia, a los niños se les encarga, de manera inconsciente,
dar cumplimiento a las fantasías de los padres y al resultar para ellos una tarea im-
posible, producen problemas o trastornos psicológicos.
De acuerdo a Françoise Dolto (1986) en un prólogo que elaboró para un libro de M.
Mannoní, para que un niño crezca psicológicamente sano, es necesario:
• No ser tomado por alguno de los padres, como sustituto de algo que no le corres-
ponde: el cónyuge que se fue, un hermano muerto, un tío muy apreciado, situación
incompatible con la dignidad humana.
• Que los padres no lo tomen como instrumento de su realización personal.
• Que el hijo no sea todo para ellos, que los padres se deseen entre ellos, atiendan su
trabajo, su oficio o profesión y no sea el hijo el objeto único de su atención.
• Que los padres endosen la existencia del niño a la sociedad, al otro.
• Que no se le impongan al niño mitos, secretos o mentiras piadosas.
• Que el padre posea un lugar y no sea declarado incompetente, descalificado como
un cero a la izquierda por la madre.
• Que posea metas y una existencia propia y no viva para compensar los fracasos
de los padres.
• Que su existencia sea significada como valiosa, con derechos propios y plena de
respeto, aceptación y cariño.
La psicología no ha sido la única que ha elaborado ideas interesantes sobre los asun-
tos de la vida. La poesía ha sido una de las expresiones que ha dado cuenta de manera
más clara sobre la naturaleza del carácter humano, y para muestra, te proponemos la
lectura de esta poesía de Gibrán Jalil Gibrán titulada “De los niños”, que forma parte
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de la obra El profeta, en la que se establece la necesidad de instituir en la crianza de
los hijos, una operación fundamental: la separación de los padres y su inserción en la
sociedad humana. En términos psicológicos se refiere a la autonomía y la superación
de la simbiosis, que deben inducir los padres, para un desarrollo psicológico sano.
Lee el siguiente texto
De los niños
“Y una mujer que llevaba su criatura sobre el pecho, dijo: Háblanos de los Niños.
Y él dijo: sus hijos no son suyos, son hijos del anhelo de la vida.
Son concebidos por medio de ustedes, mas no de ustedes.
Y no obstante vivir juntos, no les pertenecen.
Pueden darles su amor, pero no sus pensamientos. Porque ellos poseen los propios.
Pueden albergar sus cuerpos, más no sus almas. Porque estas moran en la casa del mañana, la
cual no puedes conocer, ni siquiera en tus sueños. Pueden esforzarse por ser como ellos, pero no
intenten hacerlos como ustedes. Porque la vida no retrocede ni se detiene como el ayer.
Ustedes son el arco del cual sus hijos han sido disparados como flechas vivientes.
El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito y los dobla con su poder, de modo que
las flechas puedan ir lejos y rápido.
Dejen que su encorvamiento en la mano del arquero sea por placer.
Porque así como ama la flecha voladora, así ama también el arco que está tenso”.
Adaptada por el autor al castellano usual en México.
La teoría del desarrollo de Erik H. Erikson
Basándose en las ideas de Freud, Erikson construyó una teoría sobre el desarrollo
humano, tomando como referencia los retos y las dificultades características de cada
período de la vida.
De acuerdo con este autor, existen tres áreas fundamentales de la existencia: la rela-
ción del yo con la sociedad, la relación con los padres y un contexto social más amplio
y las oportunidades de desarrollo del individuo que le ayudan a triunfar sobre los
riesgos de la vida (Maier, 1998).
20. Autoconocimiento y personalidad
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Para construir su teoría, Erikson supuso que:
• El niño debe observarse en diversas situaciones, principalmente en el
juego, solo o acompañado de otros niños.
• El individuo es el resultado de fuerzas biológicas, psicológicas y sociales.
• Cada ser humano se transforma en bueno o malo, de acuerdo a los va-
lores que va absorbiendo en su proceso de crianza.
Reconoce un aparato psíquico en el que se movilizan las fuerzas conscientes
e inconscientes, según las tres instancias que propuso Freud: yo, ello y su-
peryó, expresadas en la pulsión de vida y la pulsión de muerte, y en la movili-
dad de la energía sexual o libido, pero existe aquí un peso mayor a la voluntad
como transformadora del destino humano.
La calidad de las relaciones interpersonales determina el núcleo básico
de la estructura del hombre. El ser humano ya cuenta con una personali-
dad desde el nacimiento, tiene su herencia individual y el potencial innato
para desarrollarla. La sociedad necesita del recién nacido para continuar-
se y este requiere de los otros para crecer.
Existe una intensa interdependencia entre el ser humano y la cultura
en la que se desarrolla.
El concepto de desarrollo
Un individuo no posee una personalidad fija, sino que siempre se está
construyendo.
En cada fase del desarrollo, el individuo debe enfrentar y resolver un pro-
blema fundamental. Mientras mejor lo resuelva, mejor estará preparado
para hacer frente a las vicisitudes posteriores. Cada etapa le plantea en sí
misma una crisis que conlleva riesgo y oportunidades.
Fase 1: (del nacimiento a los 18 meses) adquisición de un sentido de confian-
za básica que busca anular un sentimiento de desconfianza. Se busca
realizar la esperanza.
Después de haber permanecido en un ambiente de regularidad rítmica,
protección y calor en el vientre de la madre, se viene al mundo en con-
diciones de extrema vulnerabilidad que exigen cuidados continuos y
constantes. Si el mundo (los padres son casi todo su mundo) lo provee
de sus necesidades, crecerá psicológicamente sano y aceptará de buena
gana nuevas experiencias. A lo largo de la infancia, la fe y la convicción
de los padres aseguran la confianza básica del pequeño en el bienestar y
el orden de su universo y su auténtica dependencia respecto del mismo,
incluida la confianza en lo desconocido y lo imprevisible.
El éxito según la edad
A los 3 años, el éxito
significa. No hacerte pipí
en los pantalones.
A los 12, el éxito
significa. Tener amigos.
A los 18, el éxito
significa. Tener una
licencia de manejo.
A los 20, el éxito
significa. Tener sexo.
A los 35, el éxito
significa. Tener dinero.
A los 50, el éxito
significa. Tener dinero.
A los 60, el éxito
significa. Tener sexo.
A los 70, el éxito
significa. Tener una
licencia de manejo.
A los 75, el éxito
significa. Tener amigos.
A los 80, el éxito
significa. No hacerte pipí
en los pantalones.
Ríete un
p o c o
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Autoconocimiento y personalidad UCI
Fase 2: (de los 18 meses a los 3 años) adquisición de un sentido de la autonomía
al mismo tiempo que se combaten los sentimientos de duda y vergüenza.
Realización de la voluntad.
A medida que aumenta la confianza del niño en su modo de vida, sus padres y los que le
rodean, comienza a descubrir que no es una extensión de los demás, sino que su con-
ducta le pertenece. Aunque la dependencia de los otros, le genera dudas sobre su ca-
pacidad y libertad para afirmar su autonomía y existir como unidad independiente.
El niño necesita a alguien que lo oriente de manera comprensiva, sensible y gra-
dual. El niño quiere explorar el mundo y realizar nuevas proezas. La madurez neurológica
y muscular le permitirá controlar su cuerpo, que incluye los esfínteres anal y uretral. Esta
tarea constituye el eje de las preocupaciones en esta edad, tanto de los padres como de él
mismo; pues desea complacer a los que lo están criando y esto hará que se sienta orgullo-
so de sus logros. El juego adquiere un gran valor para aprender sobre sí mismo y los otros.
Fase 3: (de los 3 a los 6 años) adquisición de un sentido de la iniciativa y superación
de un sentido de culpa. Realización de la finalidad.
Un sentido de iniciativa impregna la mayor parte de la vida del niño, cuando su medio
social lo invita a desarrollar una actividad y alcanzar un fin. Se le pide que se haga
responsable de sí mismo y los objetos de su pequeño mundo: ropa, juguetes, mascota,
etcétera. Comprende que los demás lo consideran una persona y que la vida posee
una finalidad para él. El niño se hace de un círculo social más amplio y va adquirien-
do más importancia el futuro.
Es importante que al niño se le aliente a hacer cosas por sí mismo, sin descalificarlo
por los errores que comete. Las bases de una autoestima saludable se fincan en la ma-
nera en que son significados, sus progresos y sus yerros, por parte
de las personas importantes para el niño.
Fase 4: (de los 6 a los 12 años) Adquisición de un sentido de la
productividad y rechazo de sentimientos de inferioridad. Rea-
lización de la destreza, capacidad y suficiencia. El trabajo in-
dustrioso y eficiente comenzará a ocupar el ideal de su exis-
tencia; temeroso también de no dar el ancho en sus nuevas
obligaciones ante la vida y los adultos que lo rodean.
El ingreso a la escuela de educación primaria, lo incita a reorganizar
prácticamente todo su mundo. Se sumirá en una serie de rutinas,
ejercicios, horarios y tareas, que antes no realizaba. Comienzan las
verdaderas obligaciones en un ambiente estructurado, que le exigirá
el despliegue de habilidades y actitudes necesarias para hacer bien
las cosas. Se verá envuelto en un sentido de realización por haber
actuado con eficacia. Ser el más fuerte, el mejor, el más inteligente, el
más rápido, son sus metas. Evitar el fracaso será la consigna que or-
ganice sus actos. Su impulso hacia el éxito incluye la conciencia de
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la amenaza del fracaso, que lo conducirá a sentimientos de mediocridad e inferioridad;
situación que debe combatir para avanzar firmemente hacia la adultez.
Fase 5: (de los 12 a los 18 años) adquisición de un sentido de la identidad al mismo
tiempo que supera un sentimiento de confusión y pérdida de la identidad. Reali-
zación de la autenticidad.
En este momento, se tiene que resolver el duelo por la pérdida de un cuerpo de niño y
enfrentar las nuevas responsabilidades que implica poseer un cuerpo capaz de repro-
ducirse, de elegir una pareja y una vocación.
Es necesario integrar todas las identificaciones anteriores y sumar otras nuevas para
sentirse alguien con personalidad y destino propio. Esto lo lleva, a veces, a enfrentar-
se a la autoridad paterna o las que se le parezcan (maestros, gobierno, etcétera) que no
lleva en sí mismo la intención de desafiar pendencieramente a los otros, sino marcar
límites entre lo que quiere ser y lo que los adultos que tienen condescendencia sobre
él le quieren imponer. No habrá un sentimiento de ser uno mismo, si siempre obedece
y les dice que “sí” a todo lo que los adultos le mandan y disponen para él. No es que
sean los jóvenes rebeldes sin causa. Lo que pasa es que su causa no está suficiente-
mente clara ni para él mismo, pero esta causa es la defensa de un modo propio de ser,
distinto a lo que papá, mamá, profesores y demás quieren para él. ¿O es que acaso se
puede esperar que el joven sea una copia fiel, de los ideales de los adultos que lo ro-
dean, o un clon de mamá o papá?
El adolescente tiene que resolver su posición personal frente al tiempo, su trabajo, sus
actividades, su constancia, su identidad sexual, sus valores e ideales.
Fase 6: (de los 18 a los 25 años) adquisición de un sentido de intimidad y solidaridad
contra el aislamiento. Realización del amor.
Ha concluido la niñez y la primera juventud, para integrarse plenamente a la comuni-
dad y participar intensamente en diferentes escenarios de la vida social con la libertad
y responsabilidad características de la vida adulta. El tema fundamental del desarro-
llo gira ahora alrededor del establecimiento de lazos afectivos firmes con otra persona
con miras a una relación que, al menos en sus inicios, se piensa como definitiva.
La disposición para vincularse con otro en estas circunstancias exige la capacidad y
la voluntad de dispensarse mutua confianza, de regular los ciclos de trabajo, procrea-
ción y recreación.
En este momento, la orientación sexual y la pertenencia a un sexo u otro, comenza-
rán a promover diferencias radicales que marcarán los estilos de vida dependiendo
de donde se ubiquen en relación a su sexualidad. La pareja típica, urbana, claseme-
diera, monógama y heterosexual, diferirá enormemente de la forma en que se las
arreglan las minorías sexuales para estar juntos y buscar la intimidad con otros.
La perspectiva del género resultará también definitiva para asumir las funciones so-
ciales esperadas para hombres y mujeres que suelen ser notoriamente distintos. La
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Autoconocimiento y personalidad UCI
no existencia de una complementariedad entre los sexos, expresada en el
sinfín de chistes que se hacen para denigrar a las mujeres y a los hombres,
dan cuenta de una verdadera guerra de los sexos. A pesar de ello, la mayoría
de hombres y mujeres desean seguir marchando de dos en dos –a veces
incluyendo un tercero– conformando un panorama complicado y lleno de
matices sobre los asuntos del amor, el sexo y el matrimonio.
La tarea, sin embargo, sigue siendo el afrontar el reto de conseguir intimar
de manera suficiente y satisfactoria con alguien. Llevar intimidad a nues-
tras vidas pese a las diferencias, las orientaciones sexuales, los conflictos
y los desencuentros.
Fase 7: (de los 25 a los 60 años) adquisición de un senti-
do del progreso personal, la creatividad, la seguridad
económica contra la mediocridad, la incompetencia
y el estancamiento. Realización del cuidado de sí
mismo y la familia.
Una unión conyugal relativamente satisfactoria es la
base que permite asegurar el cuidado y el desarrollo sa-
tisfactorio de sus miembros, manteniendo la esperanza,
las virtudes y la sabiduría acumulada. En cada indivi-
duo la sociedad deposita la tarea de sentar las bases para
que otra nueva generación advenga en el concierto de la
evolución social, de la civilización humana. Cada quien
decide sobre la manera de enfrentar este reto.
Poseer un trabajo estable y bien remunerado que asegure una jubilación
venturosa, tener casa propia, un vehículo y medios para vivir con digni-
dad, constituyen las aspiraciones de esta etapa, que generalmente se con-
siguen con un esfuerzo sostenido, metas y propósitos inteligentes y una
formación sólida.
Muchos de los problemas sociales que vivimos, se pueden asociar a una
gran cantidad de personas que no puede acceder a los bienes que requie-
ren, incurriendo en actos ilegales para apropiárselos, o bien trastornan su
existencia padeciendo y haciendo padecer a otros las consecuencias de
su inestabilidad, recurriendo a medios para evadirse de aquello que no
soportan de su propia vida cayendo en depresión, alcoholismo, adicciones,
agresión y crímenes, entre otros.
Fase 8: (de los 60 años hasta la muerte) adquisición de un sentido de la
integridad y evitación de un sentido de la desesperación. Realización
de la sabiduría.
Aunque ya han mermado considerablemente las capacidades físicas e in-
telectuales, se puede vivir con dignidad este periodo de la existencia prepa-
rándose anímicamente para ello. Adultos en plenitud, se les llama ahora a
“No le agregues
años a tu vida,
agrégale vida a
tus años
”.
Arjona
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De acuerdo a las etapas de Erikson, señala a qué etapa corresponde cada una de las
siguientes actividades:
Actividad Etapa
Aprender a andar en bicicleta
Conseguir que una chica o chico salga contigo
Avisar que tienes deseos de ir al baño
Ahorra para comprar un automóvil
Divorciarse
Casarse
Pintarse el cabello
Alimentar a tu mascota
Hacer tu testamento
Escribir un libro
Independizarte de tus padres
Comprar un servicio funerario anticipado
Conseguir un empleo
Desafiar a tus padres
Aprender a multiplica y dividir
Enamorarse
Comprar una casa a crédito
Leer cinco horas diarias
Aprender a caminar
Aprender a andar en patines
Viajar por varios países
Ser amamantado
Vestirse a la moda
Aprender a hacer castillos de arena
Entrar a la universidad
Saltar del bungiee
Tatuarse
Cambiar de empleo
Jubilarse
Tocar la guitarra
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los ancianos. Se trata de destacar esta idea y de significar de manera más
favorable esta etapa de la vida. La integridad reside en la aceptación del ciclo
de vida colectivo e individual de la humanidad, la propia muerte y la de los
que amamos. Saber morir con dignidad, aceptando lo inevitable. La manera
de vivir la existencia le agregará sentido a la última etapa de la existencia.
Teoría de Erich Fromm
La condición humana actual
Erich Fromm afirma, en su libro El corazón del hombre, que el ser huma-
no contemporáneo se caracteriza por su pasividad y se identifica con los
valores del mercado porque el hombre se ha transformado a sí mismo en
un bien de consumo y siente su vida como un capital que debe invertirse
provechosamente. El hombre se ha convertido en un consumidor compul-
sivo, y el mundo para él no es más que un objeto para calmar su apetito. El
dicho “tanto tienes, tanto vales” es un indicador de ello. Según Fromm, en
la sociedad en esta época, el éxito y el fracaso se basan en el saber inver-
tir la vida. El valor humano se ha limitado a lo material, en el precio que
pueda obtener por sus servicios y no en lo espiritual (cualidades de amor,
inteligencia, ética, ni su capacidad de crear). La autoestima en el ser hu-
mano depende de factores externos y de sentirse triunfador con respecto
al juicio de los demás. De ahí que vive pendiente del qué dirán de otros y
que su seguridad reside en la conformidad; en no apartarse del rebaño. El
individuo debe estar de acuerdo con la sociedad, ir por el mismo camino y
no apartarse de la opinión o de lo establecido por esta.
Para que la sociedad de consumo funcione bien, requiere una clase de in-
dividuos que cooperen dócilmente en grupos numerosos que quieren con-
sumir más y más, cuyos gustos estén estandarizados y que puedan ser fá-
cilmente influidos y anticipados. Este tipo de sociedad necesita miembros
que se sientan libres o independientes, que no estén sometidos a ninguna
autoridad o principio o conciencia moral y que, no obstante, estén dispues-
tos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina
social. Los hombres actuales son guiados sin fuerza, conducidos sin líde-
res, impulsados sin ninguna meta. Esta clase de individuo es semejante a
un autómata, persona que se deja dirigir por otra.
El humano debe trabajar para satisfacer sus deseos, los cuales son cons-
tantemente estimulados y dirigidos por la maquinaria económica. El suje-
to automatizado se enfrenta a una situación peligrosa, ya que su razón se
deteriora y decrece su inteligencia; adquiere la fuerza material más pode-
rosa sin la sabiduría para emplearla.
El peligro que el autor ve en el futuro del ser humano es que este se con-
vierta en una especie de robot dócil y perfectamente manejable. Un ser hu-
mano así, difícilmente poseerá salud mental. Entonces buscarán destruir
el mundo y destruirse a sí mismos, pues ya no serán capaces de soportar
el tedio de una vida falta de sentido y carente por completo de objetivos.
“La propiedad
privada nos ha
vuelto tan estúpidos
y unilaterales, que
solo consideramos
que un objeto es
nuestro cuando lo
tenemos, es decir,
cuando ese objeto
representa para
nosotros un capital
o lo poseemos
directamente,
lo comemos, lo
bebemos, lo llevamos
sobre nuestro
cuerpo, lo habitamos,
etcétera, en una
palabra, cuando lo
usamos
”.
Karl Marx
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Para superar ese peligro, Fromm dice que se debe vencer la enajenación: “Debe ven-
cer las actitudes pasivas y orientadas mercantilmente que ahora lo dominan y elegir
en cambio una senda madura y productiva. Debe volver a adquirir el sentimiento de
ser él mismo y retomar el valor de su vida interior”.
Dos libros son particularmente importantes para conocer el pensamiento del sabio ale-
mán. El primero es El miedo a la libertad y el segundo es El corazón del hombre.
Fromm dice, en el prefacio de El corazón del hombre, que "El miedo a la libertad fue el
fruto de su experiencia clínica y de la especulación teórica para comprender tanto a
la libertad, como a la agresión y al instinto destructor. El pensador distingue entre la
agresión al servicio de la vida, biofilia, y la necrofilia o agresión al servicio de la muerte".
En un libro previo, El arte de amar, Fromm analizó la capacidad de amar y, por el
contrario, "El corazón del hombre tiene como eje la enunciación y caracterización de
dos síndromes, el de crecimiento (amor a la vida, a la independencia y la superación
del narcisismo) y el de decadencia (amor a la muerte, a la simbiosis incestuosa y al
narcisismo maligno)".
Para Fromm, que vivió en plena Guerra Fría, esta es el reflejo del síndrome de deca-
dencia, pues a pesar del enorme riesgo de muerte, prevalece el odio inspirado en un
narcisismo maligno, suicida; se impone entre los gobiernos de las superpotencias.
A Fromm le interesa la visión de
Thomas Hobbes, en el sentido de
que el hombre es el lobo del hombre,
pero al mismo tiempo destaca la in-
clinación humana al autosacrificio.
Se pregunta respecto de esta condi-
ción dual si es el hombre lobo o cor-
dero de sí mismo. En busca de una
respuesta recurre al Nuevo Testa-
mento para concluir finalmente que
este libro refleja tanto una condi-
ción como la otra, y concluye que el
individuo es a la par lobo y cordero.
Sin embargo, no todos los hombres
han desarrollado de la misma ma-
nera ambas condiciones, pues en
la inmensa mayoría predomina el
cordero, en tanto una minoría es
dominada por la condición de lobo,
pero esta minoría ha sabido exaltar
la condición de lobo que existe en la
inmensa mayoría, y cito:
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Pero si la mayor parte de los hombres fueron corderos ¿por qué la vida del
hombre es tan diferente de la del cordero? Su historia se escribió con sangre;
es una historia de violencia constante, en la que la fuerza se usó casi inva-
riablemente para doblegar su voluntad. ¿Exterminó Talaat Pachá por sí solo
millones de armenios? ¿Exterminó Hitler por sí solo a millones de judíos? ¿Ex-
terminó Stalin por sí solo a millones de enemigos políticos? Esos hombres no
estaban solos, contaban con miles de hombres que mataban por ellos y que lo
hacían no solo voluntariamente, sino con placer.
Fromm concluye que “El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro
para la humanidad y no el malvado o el sádico”, lo cual se puede concretizar cuando se
combinan en él las tres orientaciones que forman el síndrome de decadencia y que “mue-
ve al hombre a destruir por el gusto a la destrucción y a odiar por el gusto de odiar”.
En contraposición, describe el síndrome de crecimiento: “El amor a la vida (en cuanto
opuesto al amor a la muerte) el amor al hombre (opuesto al narcisismo) y el amor a la
independencia (opuesto a la fijación simbiótico-incestuosa).
Desde luego que una mentalidad tan rica y creativa como la de Erich Fromm que
vivió intensamente su tiempo, que abrazó a un marxismo alejado del totalitarismo
imperante y que rechazó un capitalismo feroz, que además fue un educador, un lite-
rato de gran atractivo pues sus libros son de fácil lectura y que combinaba tanto su
experiencia clínica con su meditación filosófica, produjo un rico pensamiento dotado
de muchas aristas expuestas a lo largo de más de veinte libros que es imposible enca-
sillar en un capítulo. Sin embargo, la suposición anterior es el centro que permanece
reiterado tanto en sus libros previsores de la sociedad como en el juicio a los grandes
personajes de nuestra historia.
Son de importancia trascendental sus estudios acerca de la relación que existe entre
los sistemas políticos totalitarios y las religiones monoteístas. Según Fromm, las re-
ligiones monoteístas educan a los individuos en la obediencia ciega a una autoridad
superior, que pone las normas por encima de cualquier razón o discusión. Así, el in-
dividuo queda reducido a un mero servidor de un dios todopoderoso. Esta mentalidad
masoquista, adquirida desde la infancia, sería la base psicológica que ha hecho que
muchos hombres sigan ciegamente a dictadores como Hitler. Es interesante perca-
tarse de la gran similitud que tienen estas ideas de Fromm acerca del monoteísmo
con las de otro gran pensador: Joseph Campbell. Poco antes de morir, Fromm publicó
un libro que supuso un paso adelante en su pensamiento: Anatomía de la destructi-
vidad humana. En este escrito planteó la idea de que el hombre se decanta en su vida
entre dos fuerzas: la biofilia y la necrofilia. La primera es la fuerza que impulsa al ser
humano a amar la vida y a crear. La segunda es el reverso tenebroso de esta fuerza.
La necrofilia surge cuando el hombre se decanta por el egoísmo, y conlleva la sober-
bia, la codicia, la violencia, el ansia de destruir y el odio a la vida. Es de destacar el
magnífico estudio que Fromm hizo, en este libro, acerca de la personalidad de Hitler
basándose en esta teoría de la biofilia-necrofilia.
28. Autoconocimiento y personalidad
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Teoría
Tal y como se sugiere en su biografía, la teoría de Fromm es más bien una combina-
ción de Freud y Marx. Por supuesto, Freud enfatizó sobre el inconsciente, los impul-
sos biológicos, la represión y demás. Marx consideraba a las personas como determi-
nados por su sociedad y más especialmente por sus sistemas económicos.
Fromm añadió a estos dos sistemas deterministas algo bastante extraño a ellos: la
idea de libertad. Él animaba a las personas a trascender los determinismos que Freud
y Marx les atribuían. De hecho, Fromm hace de la libertad la característica central de
la naturaleza humana.
Como dice el autor, existen ejemplos donde el determinismo opera en exclusividad.
Un buen ejemplo sería el determinismo casi puro de la biología animal, al igual que
dice Freud, por lo menos aquellas especies simples. Los animales no están ocupados
en su libertad; sus instintos se hacen cargo de todo.
Un ejemplo de determinismo socio-económico, es la sociedad tradicional de la Edad
Media. Pocas personas de esta etapa necesitaban consultorías profesionales: tenían
el destino, las costumbres instituidas para decirles qué hacer. Básicamente, si tu pa-
dre era un labrador, tú serías labrador. Si tu padre era rey, tú también llegarías a serlo.
Y si eras una mujer… no había opciones: reproducirse y cuidar de la familia.
En la actualidad, miramos la vida de la Edad Media o nos situamos al nivel de un
animal y simplemente nos provocamos un ataque de pánico. Pero la verdad es que la
falta de libertad representada por el determinismo social o biológico es fácil: tu vida
tiene una estructura, un significado; no hay dudas, no hay motivo para la búsqueda
de un alma; simplemente nos adaptamos y nunca sufrimos una crisis de identidad.
Históricamente hablando, esta simple pero dura vida empieza a perfilarse durante
el Renacimiento, donde las personas empiezan a considerar a la humanidad como
el centro del universo, en vez de Dios. En otras palabras, no solamente nos llevamos
de ir a la iglesia (o a cualquier otra institución tradicional) para buscar el camino que
vamos a seguir. Después vino la Reforma, que introdujo la idea de cada uno de noso-
tros éramos responsables individualmente de la salvación de nuestra alma. Y luego
sobrevinieron las revoluciones democráticas tales como las revoluciones Estadouni-
dense y Francesa. En este momento parece que estamos supuestos a gobernarnos a
nosotros mismos. Posteriormente vino la Revolución Industrial y en vez de trillar los
cereales o de hacer cosas con nuestras manos, teníamos que vender nuestro trabajo a
cambio de dinero. De repente, nos convertimos en empleados y consumidores. Luego
vinieron las revoluciones socialistas tales como la Rusa y la China, que introdujeron
la idea de la economía participativa.
Así, tras casi 500 años, la idea del individuo, con pensamientos, sentimientos, con-
ciencia moral, libertad y responsabilidad individuales, se estableció. Pero junto a la
individualidad vino el aislamiento, la alienación y la perplejidad. La libertad es algo
difícil de lograr y cuando la tenemos nos inclinamos a huir de ella.
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Fromm describe tres vías a través de las cuales escapamos de la libertad:
Autoritarismo. Buscamos evitar la libertad al fusionarnos con otros, volviéndonos
parte de un sistema autoritario como la sociedad de la Edad Media. Hay dos for-
mas de acercarse a esta postura: una es someterse al poder de los otros, volvién-
dose pasivo y complaciente. La otra es convertirse uno mismo en un autoritario.
De cualquiera de las dos formas, escapamos a una identidad separada.
Fromm se refiere a la versión más extrema de autoritarismo como masoquis-
mo y sadismo y nos señala que ambos se sienten compelidos a asumir el rol indi-
vidualmente, de manera que aunque el sádico con todo su aparente poder sobre el
masoquista, no es libre de escoger sus acciones. Pero existen posturas menos extre-
mas de autoritarismo en cualquier lugar. En muchas clases, por ejemplo, hay un con-
trato implícito entre estudiantes y profesores: los estudiantes demandan estructura y
el profesor se sujeta en sus notas. Parece inocuo e incluso natural, pero de esta manera
los estudiantes evitan asumir cualquier responsabilidad en su aprendizaje y el profesor
puede evadirse de abordar las cuestiones verdaderamente de interés en su campo.
Destructividad. Los autoritarios viven una dolorosa existencia, en cierto sentido,
eliminándose a sí mismos: ¿si no existe un yo mismo cómo algo puede hacerme
daño? Pero otros responden al dolor volviéndolo en contra del mundo: si destruyo
al mundo, ¿cómo puede hacerme daño? Es este escape de la libertad lo que da
cuenta de la podredumbre indiscriminada de la vida (brutalidad, vandalismo,
humillación, crimen, terrorismo).
Fromm añade que si el deseo de destrucción de una persona se ve bloqueado, en-
tonces puede redirigirlo hacia adentro de sí mismo. La forma más obvia de autodes-
tructividad es, por supuesto, el suicidio. Pero también podemos incluir aquí muchas
enfermedades como la adicción a sustancias, alcoholismo o incluso la tendencia al
placer de entretenimientos pasivos. Él le da una vuelta de tuerca a la pulsión de muer-
te de Freud: la autodestructividad es una destructividad frustrada, no al revés.
Conformidad autómata. Los autoritarios se escapan de su propia persecución a tra-
vés de una jerarquía autoritaria. Pero nuestra sociedad enfatiza la igualdad. Hay
menos jerarquía en la que esconderse que lo que parece (aunque muchas perso-
nas las mantienen y otras no). Cuando necesitamos replegarnos, nos refugiamos
en nuestra propia cultura de masas. Cuando me visto en la mañana, ¡hay tantas
decisiones que tomar! Pero solo necesito ver lo que tienes puesto y mis frustra-
ciones desaparecen. O puedo fijarme en la televisión o Facebook que, como un
horóscopo, me dirá rápida y efectivamente qué hacer. Si me veo como…, si hablo
como…, si pienso como…, si siento como… cualquier otro de mi sociedad, entonces
pasaré inadvertido; desapareceré en medio de la gente y no tendré la necesidad
de plantearme mi libertad o asumir cualquier responsabilidad. Es la contraparte
horizontal del autoritarismo.
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La persona que utiliza la conformidad autómata es como un camaleón social: asu-
me el color de su ambiente. Ya que se ve como el resto de los demás, ya no tiene que
sentirse solo. Desde luego no estará solo, pero tampoco es él mismo. El conformista
autómata experimenta una división entre sus genuinos sentimientos y los disfraces
que presenta al mundo.
De hecho, dado que la “verdadera naturaleza” de la humanidad es la libertad, cual-
quiera de estos escapes de la misma nos aliena de nosotros mismos.
El hombre nace como una extrañeza de la naturaleza; siendo parte de ella y al mismo
tiempo trascendiéndola. Él debe hallar principios de acción y de toma de decisiones
que reemplacen a los principios instintivos. Debe tener un marco orientativo que le
permita organizar una composición consistente del mundo como condición de ac-
ciones consistentes. Debe luchar no solo contra los peligros de morir, pasar hambre y
lesionarse, sino también de otro peligro específicamente humano: el de volverse loco.
En otras palabras, debe protegerse a sí mismo no solo del peligro de perder su vida,
sino de perder su mente.
La libertad es de hecho una idea compleja, y que Fromm está hablando aquí de una
“verdadera” libertad personal, más que de una libertad meramente política (usual-
mente llamada liberalismo): la mayoría de nosotros, ya seamos libres o no, tende-
mos a acariciar la idea de libertad política, dado que supone que podemos hacer lo
que queramos. Un buen ejemplo sería el sadismo sexual (o masoquismo) que tiene
una raíz psicológica que condiciona el comportamiento. Esta persona no es libre en
el sentido personal, pero agradecerá una sociedad políticamente libre que diga que
aquello que hace los adultos entre ellos no es de su incumbencia. Otro ejemplo nos
concierne a muchos de nosotros en la actualidad: nosotros podemos estar peleando
por nuestra libertad (en el sentido político), y aun cuando lo consigamos, tendemos
a ser conformistas y más bien irresponsables. ¡Tenemos el voto, pero fallamos en su
aplicación! Fromm tiende mucho a la libertad política; pero es bastante insistente en
que hagamos uso de esa libertad y ejercer la responsabilidad inherente a ella.
Familias
Escoger la forma en la cual escapamos de la libertad tiene bastante que ver con el tipo
de familia en la que crecemos. Fromm describe dos tipos de familias no productivas.
Familias simbióticas. La simbiosis es la relación estrecha entre dos organismos que
no pueden vivir el uno sin el otro. En una familia simbiótica, algunos miembros de
la familia son “absorbidos” por otros miembros, de manera que no pueden desarrollar
completamente sus personalidades por sí mismos. El ejemplo más obvio es el caso
donde los padres “absorben” al hijo, de forma que la personalidad del chico es sim-
plemente un reflejo de los deseos de los padres. En muchas sociedades tradicionales,
este es el caso con muchos niños, especialmente de las niñas.
El otro ejemplo es el caso donde el niño “absorbe” a sus padres. En este caso, el niño
domina o manipula al padre, que existe esencialmente para servir al niño. Si esto les
suena extraño, déjenme asegurarles que es bastante común, especialmente en las so-
ciedades tradicionales y particularmente en la relación entre el hijo y su madre. Dentro
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de este contexto de cultura particular, es incluso necesario: ¿de qué otra manera apren-
de el niño el arte de la autoridad que necesitará para sobrevivir como adulto?
En realidad, prácticamente todo el mundo de una sociedad tradicional aprende como
ser tanto dominante como sumiso, ya que casi todo el mundo tiene a alguien por
encima o debajo de él en la jerarquía social. Obviamente, el escape autoritario de la
libertad está estructurado en tal sociedad. Pero, obsérvese que por mucho que pueda
ofender nuestros modernos estándares de igualdad, esta es la forma en que las per-
sonas hemos vivido por cientos de años. Es un sistema social bastante estable, que
nos permite un gran monto de amor y amistad y billones de personas lo secundan.
Familias apartadas. De hecho, su principal característica es su gélida indiferencia e in-
cluso su odio helado. Aun cuando el estilo familiar de “repliegue” ha estado siempre con
nosotros, ha llegado solo a dominar algunas sociedades en los últimos pocos cientos de
años; esto es, desde que la burguesía (la clase comerciante) arribó a la escena con fuerza.
La versión “fría” es la más antigua de las dos, propia del norte de Europa y partes de
Asia, y en todas aquellas partes donde los comerciantes han sido considerados como
una clase formidable. Los padres son muy exigentes con sus hijos, de los cuales se
espera que persigan los más altos estándares de vida. Los castigos no son cuestión
de un coscorrón en la cabeza en medio de una discusión durante la cena; es más bien
un proceso formal; un ritual completo. El castigo es radical y frío, “por tu propio bien”.
De forma alternante, una cultura puede utilizar la culpa y la retirada de afecto como
castigo. De cualquiera de las maneras, los niños de estas culturas se tornan hacia el
logro en cualquiera que sea la noción de éxito que estas posean.
El estilo puritano de familia defiende la huida destructiva de la libertad, lo cual es in-
ternalizado a menos que algunas circunstancias no lo permitan. Este tipo de familias
propulsa una forma más rápida de perfeccionismo (viviendo según las reglas) que es
también una forma de evitar la libertad que Fromm no menciona. Cuando las reglas
son más importantes que las personas, la destructividad es inevitable.
El segundo tipo de familias apartadas es la familia moderna, y se puede hallar en la
mayoría de los lugares más avanzados del mundo, de manera especial en Estados
Unidos. Los cambios en las actitudes de la crianza infantil han llevado a muchas
personas a estremecerse ante el hecho de un castigo físico y culpa en la educación
de sus hijos. La nueva idea es criar a tus hijos como tus iguales. Un padre debe ser
el mejor “compa” de su hijo; la madre debe ser la mejor amiga de su hija. Pero, en el
proceso de controlar sus emociones, los padres se vuelven bastante indiferentes. Ya
no son, de hecho, verdaderos padres, solo cohabitan con sus hijos. Los hijos, ahora
sin una auténtica guía adulta, se vuelven a sus colegas y la “media” en busca de sus
valores. Esta es, por tanto, ¡la superficial y televisiva familia!
El escape de la libertad es particularmente obvia aquí: es una conformidad autómata.
Aunque todavía esta familia está en minoría en el mundo (salvo, por supuesto, en la
televisión), esta es una de las principales preocupaciones de Fromm. Parece ser el
presagio del futuro.
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¿Qué hace a una familia buena, sana y productiva? Fromm sugiere que esta sería una
familia donde los padres asumen la responsabilidad de enseñar a sus hijos a razo-
nar en una atmósfera de amor. El crecer en este tipo de familias permite a los niños
aprender a identificar y valorar su libertad y a tomar responsabilidades por sí mismos
y finalmente por la sociedad como un todo.
El inconsciente social
La mayoría de nuestras familias son un reflejo de nuestra sociedad y cultura. Fromm
enfatiza que bebemos de nuestra sociedad con la leche de nuestra madre. Es tan cer-
cana a nosotros que con frecuencia olvidamos que nuestra sociedad es tan solo una
de las múltiples vías de lidiar con las cuestiones de la vida. Muchas veces creemos
que la manera en que hacemos las cosas es la única forma; la forma natural. Lo he-
mos asumido tan bien que se ha vuelto inconsciente. Por esta razón, en muchas oca-
siones, creemos que estamos actuando con base en nuestro propio juicio, pero sen-
cillamente estamos siguiendo órdenes a las que estamos tan acostumbrados que no
las notamos como tales.
Fromm cree que nuestro inconsciente social se entiende mejor cuando examinamos
nuestros sistemas económicos. De hecho, define, e incluso nombra, cinco tipos de
personalidad, las cuales llama orientaciones en términos económicos.
La orientación receptiva. Estas son personas que esperan conseguir lo que necesitan;
si no lo consiguen de forma inmediata, esperan. Creen que todas las cosas buenas
y provisiones provienen del exterior de sí mismos. Este tipo es más común en las
poblaciones campesinas, y también en culturas que tienen abundantes recursos
naturales, de manera que no es necesario trabajar demasiado fuerte para alcanzar
el sustento propio (¡aun cuando la naturaleza pueda repentinamente limitar sus
fuentes!). También es fácil encontrarlo en la escala más inferior de cualquier so-
ciedad: esclavos, siervos, familias de empleados, trabajadores inmigrantes… Todos
ellos están a merced de otros.
Esta orientación está asociada a familias simbióticas, especialmente donde los niños
son “absorbidos” por sus padres y con la forma masoquista (pasiva) de autoritarismo.
Es similar a la postura pasiva y a la personalidad conformista. En su presentación
extrema puede caracterizarse por adjetivos como sumiso y anhelante. De forma más
moderada, se presenta con adjetivos como resignada y optimista.
La orientación explotadora. Estas personas esperan conseguir lo que desean a tra-
vés de la explotación de otros. De hecho, las cosas tienen un valor mayor cuanto
sean tomadas de otros: la dicha es preferiblemente robada, las ideas plagiadas, y
el amor se consigue basándose en coerción. Este tipo es más común en la histo-
ria de las aristocracias y en las clases altas de los imperios coloniales. Piénsese,
por ejemplo, en los ingleses en India: su posición estaba basada completamente
en su poder para arrebatar a la población indígena. Alguna de sus características
más notables es la habilidad de mantenerse muy cómodos ¡dando órdenes! Tam-
bién la podemos encontrar en los bárbaros pastores y pueblos que se apoyan en
la invasión como los vikingos.
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La orientación explotadora está asociada al lado “chupóptero” en la familia simbióti-
ca y con el estilo masoquista del autoritarismo. En los extremos, son sujetos agresi-
vos, seductores y engreídos. Cuando están mezclados con cualidades más sanas, son
asertivos, orgullosos y cautivadores.
La orientación acaparadora. Las personas que acumulan tienden a mantener con-
sigo esas cosas; reprimen. Consideran al mundo como posesiones y como po-
tenciales posesiones. Incluso los amados son personas para poseer, mantener
o comprar. Fromm, perfilando a Marx, relaciona este tipo de orientación con la
burguesía, la clase media comerciante, así como los terratenientes ricos y los
artistas. Lo asocia particularmente con la ética laboral protestante y con grupos
puritanos tales como los nuestros.
La retención está asociada a las formas más frías de familias apartadas y con des-
tructividad. Yo añadiría aquí que existe también una clara relación con el perfeccio-
nismo. Freud llamaría a este tipo de orientación el tipo anal retentivo; En su forma
pura, significa que eres terco, tacaño y poco imaginativo. Si perteneces a una forma
menos extrema, serías resolutivo, económico y práctico.
La orientación de venta. Esta orientación espera vender. El éxito es una cuestión
de cuán bien puedo venderme; de darme a conocer. Mi familia, mi trabajo, mi
escuela, mis ropas; todo es un anuncio, y debe estar “perfecto”. Incluso el amor
es pensado como una transacción. Solo en esta orientación se piensa en el con-
trato matrimonial (estamos de acuerdo en que tú me darás esto y lo otro y yo te
daré aquello y demás). Si uno de nosotros falla en su acuerdo, el matrimonio se
anulará o se evitará (sin malos sentimientos; incluso ¡podríamos ser muy bue-
nos amigos! De acuerdo con Fromm, es la orientación de la sociedad industrial
moderna. ¡Esta es nuestra orientación! La persona “que se vende” es oportunista,
infantil, sin tacto. En casos más moderados, se perciben como resueltos, juveni-
les y sociales. Nótese que nuestros valores actuales se nos expresan a través de
la propaganda: moda, salud, juventud eterna, aventura, temeridad, sexualidad,
innovación… Estas son las preocupaciones del “yuppie”. ¡Lo superficial lo es todo!
La orientación productiva. Existe, no obstante, una personalidad más sana, a la que
Fromm ocasionalmente se refiere como la persona que no lleva máscara. Esta es
la persona que sin evitar su naturaleza social y biológica, no se aparta nunca de la
libertad y la responsabilidad. Proviene de una familia que ama sin sobresaturar al
sujeto; que prefiere las razones a las reglas y la libertad sobre la conformidad.
La sociedad que permita un crecimiento de este tipo de personas no existe aún, de
acuerdo con Fromm. Por supuesto, que él tiene una idea de cómo debería ser. Lo
llama socialismo comunitario humanista. Humanista significa que está orientado a
seres humanos y no sobre otra entidad estatal superior (en absoluto) o a algún ente
divino. Comunitario significa compuesto de pequeñas comunidades como opuesto
a un gran gobierno central corporativo. Socialismo significa que cada uno es res-
ponsable del bienestar del vecino. Además de comprensible, esto es muy difícil de
argumentar bajo el idealismo de Fromm.
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Fromm dice que las primeras cuatro orientaciones (a las cuales otros llaman neuró-
tica) viven el modo (o modelo) de tenencia. Se centran en el consumo, en obtener, en
poseer… Se definen por lo que tienen. Fromm dice que el “yo tengo” tiende a conver-
tirse en el “ello me tiene”, volviéndonos sujetos manejados por nuestras posesiones.
Del otro lado, la orientación productiva vive en el modo vivencial. Lo que eres está
definido por tus acciones en el mundo. Vives sin máscara, viviendo la vida, relacio-
nándote con los demás, siendo tú mismo.
Dice que la mayoría de las personas, ya acostumbradas al modo de tenencia, usan el
verbo tener para describir sus problemas: “Doctor, tengo un problema: tengo insomnio.
Aunque tengo una bonita casa, niños estupendos y un matrimonio feliz, tengo mu-
chas preocupaciones”. Este sujeto busca al terapeuta para que le quite las cosas malas
y que le deje las buenas; casi igual que pedirle a un cirujano que te quite las piedras de
tu vesícula. Lo que deberías decir es más como “estoy confuso. Estoy felizmente casa-
do, pero no puedo dormir…”. Al decir que tienes un problema, estás evitando el hecho
de que tú eres el problema; una vez más estás evitando la responsabilidad de tu vida.
Actividad
• Haz una lista de tres personas por cada categoría, que conozcas personalmente,
sean personajes de una película, un libro, una leyenda, de la política, la vida social
o la farándula y justifica el porqué crees que se puede incluir en esa categoría.
Orientación Sociedad Familia Escape de la libertad
Receptivo Sociedad campesina Simbiótica (pasiva) Autoritario (masoquista)
Explotador Sociedad aristocrática Simbiótica (activa) Autoritario (sádico)
Acaparadora Sociedad burguesa Apartada (puritana) Perfeccionista a destructivo
De venta Sociedad moderna Apartada (infantil) Conformista autómata
Productiva
Socialismo comunitario
humanista
Amorosa y razonable
Libertad y responsabilidad
reconocida y aceptada
Maldad
Fromm siempre estuvo interesado en tratar de comprender a las personas verdade-
ramente malévolas de este mundo; no solamente a aquellas que sencillamente eran
estúpidas, estaban mal guiadas o enfermas, sino a aquellas con total conciencia
de maldad en sus actos, fuesen llevados a cabo como fuere: Hitler, Stalin, Charles
Manson, Jim Jones y así sucesivamente; desde los menos hasta los más brutales.
Todas las orientaciones que hemos mencionado, productivas y no productivas; sea en
el modo de tenencia o de ser, tienen una cosa en común: todas constituyen un esfuer-
zo para vivir. Fromm creía que incluso el neurótico más miserable por lo menos está
intentando adaptarse a la vida. Son, usando su palabra, biófilos, amantes de la vida.
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Pero existe otro tipo de personas que él llama necrófilos (amantes de la muerte). Tie-
nen una atracción pasional de todo lo que es muerte, destrucción, podredumbre, y
enfermizo; es la pasión de transformar todo lo que está vivo en lo no-vivo; de destruir
por el solo hecho de destruir; el interés exclusivo en todo esto es puramente mecáni-
co. Es la pasión por “destrozar todas las estructuras vivientes”.
Son aquellos aficionados a las películas de terror diseñadores de modelos y artilugios
de tortura, guillotinas y les encanta jugar a la guerra explotar cosas con sus juegos
de química y de vez en cuando torturan a algún pequeño animal. Les encantan las
armas y los juegos violentos. A mayor sofisticación tecnológica, mayor es su felici-
dad. Beavis y Butthead, los personajes de MTV, están modelados bajo este esquema.
Fromm hace algunas sugerencias sobre cómo surge este tipo de sujetos. Dice que
debe existir algún tipo de influencia genética que les previene de sentir o respon-
der a los afectos. También añade que deben haber tenido una vida tan llena de
frustraciones que la persona se pasa el resto de su vida inmerso en la rabia. Y fi-
nalmente, sugiere que deben haber crecido con una madre también necrófila, de
manera que el niño no ha tenido a nadie de quien recibir amor. Es muy posible que
la combinación de estos tres factores provoque esta conducta. Aun así, subsiste
la idea de que estos sujetos son plenamente conscientes de su maldad y la man-
tienen. Desde luego, son sujetos que necesitan estudiarse más profundamente.
Biófilo
Necrófilo
Modo tenencia
Receptivo
Explotador
Acaparador
De venta
Modo vivencia Productiva
Para reflexionar
Lee el siguiente texto
La felicidad
En el principio de los tiempos se reunieron varios de-
monios para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:
“Debemos quitarles algo a los hombres, pero, ¿qué
les quitamos?”.
Después de mucho pensar uno dijo: “¡Ya sé!, vamos a
quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde
esconderla para que no la puedan encontrar”.
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Propuso el primero: “Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo”, a lo que
inmediatamente repuso otro: “No, recuerda que tienen fuerza alguna vez alguien puede subir y
encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde esta”.
Luego propuso otro: “Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar”, y otro contesto:
“No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para po-
der bajar y entonces la encontrará”.
Uno más dijo: “Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra”. Y le dijeron: “No, recuerda
que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a
otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad”.
El último de ellos era un demonio que había permanecido en silencio escuchando atenta-
mente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellas y entonces dijo:
“Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren”.
Todos voltearon asombrados y preguntaron al mismo tiempo: “¿Dónde?». El demonio res-
pondió: "La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fue-
ra, que nunca la encontrarán".
Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida bus-
cando la felicidad sin saber que la trae consigo.
Teoría de Carls Rogers
Rogers considera a las personas como básicamente buenas o saludables, o por lo me-
nos no malas ni enfermas. En otras palabras, considera la salud mental como la pro-
gresión normal de la vida, y entiende la enfermedad mental, la criminalidad y otros
problemas humanos, como distorsiones de la tendencia natural.
La teoría de Rogers está construida a partir de una sola “fuerza de vida” que llama la
tendencia actualizante. Esto puede definirse como una motivación innata presente
en toda forma de vida dirigida a desarrollar sus potenciales hasta el mayor límite
posible. No estamos hablando aquí solamente de sobrevivencia: Rogers entendía que
todas las criaturas persiguen hacer lo mejor de su existencia, y si fallan en su propó-
sito, no será por falta de deseo.
Rogers pregunta, ¿por qué necesitamos agua, comida y aire?; ¿por qué buscamos amor,
seguridad y un sentido de la competencia? ¿Por qué, de hecho, buscamos descubrir
nuevos medicamentos, inventar nuevas fuentes de energía o hacer nuevas obras ar-
tísticas? Rogers responde: porque es propio de nuestra naturaleza como seres vivos
hacer lo mejor que podamos y lo aplica a todas las criaturas vivientes. De hecho, al-
gunos de sus ejemplos más tempranos ¡incluyen algas y hongos! Piénsese detenida-
mente. ¿No nos sorprende ver cómo las enredaderas se buscan la vida para meterse
entre las piedras, rompiendo todo a su paso; o cómo sobreviven los animales en el de-
sierto o en el gélido polo norte, o cómo crece la hierba entre las piedras que pisamos?
También, el autor aplica la idea a los ecosistemas, diciendo que un ecosistema como
un bosque, con toda su complejidad, tiene mucho mayor potencial de actualización
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que otro simple como un campo de maíz. Si un simple bichito se extinguiese en un
bosque, surgirán otras criaturas que se adaptarán para intentar llenar el espacio; por
otro lado, una epidemia que ataque a la plantación de maíz, nos dejará un campo de-
sierto. Lo mismo es aplicable a nosotros como individuos: si vivimos como debería-
mos, nos iremos volviendo cada vez más complejos, como el bosque y por tanto más
flexiblemente adaptables a cualquier desastre, sea pequeño o grande.
Las personas, en el curso de la actualización de sus potenciales, crearon la sociedad
y la cultura. En sí mismo esto no parece un problema: somos criaturas sociales; está
en nuestra naturaleza. Pero, al crear la cultura, se desarrolló una vida propia. En vez
de mantenerse cercana a otros aspectos de nuestras naturalezas, la cultura puede
tornarse en una fuerza con derecho propio. Incluso, si a largo plazo, una cultura que
interfiere con nuestra actualización muere, de la misma manera moriremos con ella.
Entendámonos, la cultura y la sociedad no son intrínsecamente malas, nuestras
elaboradas sociedades, nuestras complejas culturas, las increíbles tecnologías; esas
que nos han ayudado a prosperar y sobrevivir, puede al mismo tiempo servirnos
para hacernos daño e incluso probablemente a destruirnos. Rogers nos dice que los
organismos saben lo que es bueno para ellos. La evolución nos ha provisto de los
sentidos, los gustos, las discriminaciones que necesitamos: cuando tenemos ham-
bre, encontramos comida, no cualquier comida, sino una que nos sepa bien. La co-
mida que sabe mal tiende a ser dañina e insana. Esto es lo que los sabores malos y
buenos son: nuestras lecciones evolutivas lo dejan claro. A esto le llamamos valor
organísmico. Rogers agrupa bajo el nombre de visión positiva a cuestiones como
el amor, afecto, atención, crianza y demás. Está claro que los bebés necesitan amor
y atención. De hecho, muy bien podría morirse sin esto. Ciertamente, fallarían en
prosperar; en ser todo lo que podrían ser.
Otra cuestión, quizá exclusivamente humana, que valoramos es la recompensa positi-
va de uno mismo, lo que incluye la autoestima, la autovalía y una imagen de sí mismo
positiva. Es a través de los cuidados positivos de los demás a lo largo de nuestra vida
lo que nos permite alcanzar este cuidado personal. Sin esto, nos sentimos minúsculos
y desamparados y de nuevo no llegamos a ser todo lo que podríamos ser.
Rogers cree que si les dejamos a su libre albedrío, los animales
buscarán aquello que es lo mejor para ellos; conseguirán la
mejor comida, por ejemplo, y la consumirán en las me-
jores proporciones posible. Los bebés también parecen
querer y gustar aquello que necesitan. Sin embargo, a
todo lo largo de nuestra historia, hemos creado un am-
biente significativamente distinto de aquel del que par-
timos. En este nuevo ambiente encontramos cosas tan
refinadas como el azúcar, harina, mantequilla, chocolate
y demás que nuestros ancestros de África nunca conocieron.
Estas cosas poseen sabores que parecen gustar a nuestro valor or-
ganísmico, aunque no sirven para nuestra actualización. Dentro de millones de años
probablemente logremos que el brócoli nos parezca más apetitoso que el pastel de queso,
pero para entonces no lo veremos ni tu ni yo.