El graffiti se originó en la antigua Roma como una forma de comunicación pública de profecías y protestas. Se expandió en la ciudad de Nueva York en los años 1960 cuando los jóvenes comenzaron a escribir sus nombres en las paredes para crear una identidad. A finales de esa década, el graffiti alcanzó su mayor nivel de sofisticación con la incorporación de imágenes y estilos como el bubble letters y el throw up.