Aquí se presenta el artículo sobre los término: adorar, postrarse ; adorador. Tomado del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Vol. III, escrito por H. Schönweiss, publicado por Ediciones Sígueme; Salamanca, 1983
1. Aquí se presenta el artículo sobre los
término: adorar, postrarse ; adorador.
Tomado del Diccionario Teológico del
Nuevo Testamento Vol. III, escrito por H.
Schönweiss, publicado por Ediciones
Sígueme; Salamanca, 1983
Cristo y la
adoración
Adorar, postrarse; adorador
2. προσκυνέω [proskynéō] adorar,
postrarse; προσκυνητης [proskynētḗs]
adorador
I Según la mayoría de los investigadores, el significado fundamental de proskynéō es besar. El
prefijo muestra su conexión con representaciones culturales prehelénicas: en los relieves egipcios
están representadas personas en actitud de adoración que con la mano extendida lanzan un beso
a la divinidad (προσ – [pros-]). Entre los griegos proskynéō es un término técnico que designa la
adoración de los dioses o la religión y tiene el significado de caer de rodillas, postrarse, venerar
postrado. Probablemente se llegó a este significado, porque para besar la tierra (cf. La divinidad
tónica) y los ídolos había que postrarse. Más tarde, proskynéō fue utilizado también en relación
con la divinización del soberano y con el culto romano al emperador. Además del acto externo de
la genuflexión y de la adoración, proskynéō puede designar analógicamente la actitud interior de
respeto y humildad.
II En la versión de los LXX proskynéō traduce los términos hebreos hištaḥwāh (hitp. de šaḥāh) y
(casi únicamente en Dn) sāgad; el significado fundamental de ambos es inclinarse, encorvarse,
hacer una reverencia. Mientras que en griego proskynéō es generalmente transitivo, en los LXX
falta casi siempre el acusativo correspondiente. En su lugar aparece una construcción
preposicional (que traduce un giro con ľ): en tierra (con ἐπί [epí]: Gn 18,2 y passim), ante el pueblo
(con ἐναντίον [enantión]: Gn 23,12 passim), ante Dios con ἐνώπιον [enṓpion]: Sal 22, 28, ante su
santo templo (con προσ – [pros-]: Sal 5, 8); también aparece en lugar de esto una construcción con
dativo (Gn 24, 26 y passim): Este semitismo delimita la adoración a Yavé de toda adoración pagana
y más o menos panteísta de los dioses. Pues el Dios de Israel no es adorado mediante imágenes y,
por consiguiente, tampoco puede ser adorado «palpablemente». No obstante, este vocablo
conserva siempre el significado concreto de «inclinarse», sólo que esto es entendido como una
inclinación ante la voluntad del Altísimo (cf. Ex 12, 27 ss). Al igual que el acto de juntar o cruzar las
manos y los brazos expresa el recogimiento del que ora, y de la misma manera que el acto de
levantar las manos expresa la actitud de súplica, la inclinación del cuerpo simboliza la inclinación
ante la voluntad de aquel a quien se dirige de este modo. Cuando proskynéō se refiere a hombres
supone siempre una actitud de veneración ante aquél que tiene mayor jerarquía o cuyo poder es
superior (cf. Sam 18, 21). De todos modos siempre había límites a este respecto, como lo muestra
Est 3(cf. V. 2 y v. 5), en donde un judío, en peligro de muerte, se aviene a postrarse ante un
príncipe pagano.
III 1. En el NT el término aparece 59 veces, de las cuales 24 en Ap y 11 en el evangelio de Jn, 8 en
Mt («el evangelio del rey»). El significado veterotestamentario del vocablo es recogido y
amplificado. Aquí proskynéō (construido con dativo o con acusativo sin que exista diferencia en
cuanto a significado) sólo se utiliza en relación con Dios o con Jesucristo (en Mt 18, 26 el rey
también es símbolo de Dios). En Hech 10, 25 s; Ap 19, 10; 22, 8s se declara explícitamente que la
adoración sólo ha de presentarse a Dios, no a los apóstoles (Pedro)ni siquiera a los ángeles. Por
eso, en todos aquellos pasajes en donde se adora a Jesús, se da a entender de un modo expreso o
tácito que Jesús es el rey (Mt 2, 2), el Señor (Mt 8, 2), el Hijo de Dios (Mt 14, 33), que posee la
3. plena potestad divina (p. ej. Mt 14, 33; Mc 5, 6; 15, 19). Por esto la actitud de adoración va unida a
menudo a la súplica en medio de la tribulación, y la corrobora; pero además es signo de fe firme y
confiada en el auxiliador y salvador divino (p. ej. Mt 8, 2; 9, 18; 15, 25). En Jn 9, 38 la postura de
adoración es realmente el signo, la concretización de la fe: creer significa adorar a Jesús,
reconocerle como el señor, prestarle acatamiento como a rey que es. De aquí que la adoración se
presente ante todo al Señor Jesucristo y glorificado (Mt 28, 9.17; Lc 24, 52).
Cuando en Mt 4, 9 (Lc 4, 7) el diablo, invirtiendo el verdadero orden de las cosas, pide a Jesús que
se prosterne ante él y le adore, demuestre claramente que él es el gran adversario y antagonista
de dios, el que se arroga para sí lo que sólo a dios pertenece (Mt 4, 10; Lc 4, 8) y el que intenta
trastornar así todos los planes y disposiciones de Dios.
2. En conexión con esto la postura de adoración se convierte en un signo de la actitud religiosa
fundamental del hombre: su actitud de adoración muestra quién es su Dios, si el verdadero Dios o
los ídolos y demonios, o el mismo Satán (cf. Ap 9, 20; 13, 4. 8. 12 y passim); pues la relación del
hombre con Dios se expresa de un modo especial en la adoración, sobre todo en la oración. De
aquí que la llamada al arrepentimiento pueda adoptar la forma de un «¡adorad a Dios!», es decir,
reconocer su poder creador y su majestad como juez, su soberanía excelsa y su exigencia (Ap 14,
7). En Jn 4, 23 (la única vez que aparece el sustantivo proskynētḗs) y en el v. 24 dice Jesús que la
auténtica adoración sólo puede nacer cuando el hombre es introducido en el ser de Dios, que es
espíritu y verdad (por medio de su Jesucristo y su espíritu).
3. Cuando proskynéō es utilizado en un sentido absoluto significa algo así como participar en el
culto, hacer oraciones, adorar (p. ej. Jn 12, 20: Hch 8, 27; 24, 11). A partir de aquí proskynéō ha
adquirido en Ap el significado de un tipo especial de oración, la adoración. En los diferentes
himnos de adoración del Ap (4, 8-11; 5, 8-10.12-14; 7, 10-12; 11, 15-18; 12, 10s; 15, 3s; 16, 5-7;
19, 1-7) aparecen bien delineadas sus características: fija su atención en el mismo Dios (o en
Jesucristo), en su ser (no en sus dones, como ocurre en la oración de acción de gracias) y en su
acción a escala universal (creación: Ap4, 8-11; gobierno: 15, 3s; 16, 5-7: salvación, 5, 8-10:
consumación: 11, 15-18). Los himnos alaban a Dios con giros siempre nuevos, con conceptos y
títulos que cambian continuamente, y le atribuyen los valores y cualidades más elevados
(eternidad, omnipotencia, gloria, sabiduría, santidad, poder, etc.), para intentar –de modo
balbuceante– expresar y confesar lo que es Dios. A menudo esto aparece bajo la forma de
aclaraciones dirigidas al rey: «¡digno eres!»(Ap 4, 11; 5, 9.12), « ¡salud!» (7,10). Se entremezclan
también llamamientos a la oración (aleluya; amén: 7, 12; 5, 19, 1.3.4). Una atmósfera de
grandiosidad llena a todos estos cánticos. En esta adoración ante Dios cesa toda súplica y acción
de gracias meramente humana (cf. Mt 6, 13b)