Con el ajado maletín de cuero que colgaba sobre nuestro hombro subíamos y bajábamos las pircas de las chacras, cuando en las guerras que a puro coyllumpi nos enfrentábamos en el bosque de don Martín Vásquez (abuelito de Efra) en Chicchó o cuando bajábamos a Shapash a través de enredados matorrales para un buen chapuzón.