2. Compendio del Catecismo
203. ¿Qué significa la expresión
«resurrección de la carne»?
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La expresión «resurrección de la
carne» significa que el estado
definitivo del hombre no será
solamente el alma espiritual
separada del cuerpo, sino que
también nuestros cuerpos
mortales un día volverán a tener
vida.
3. Introducción
Un cristiano cree firmemente -y
espera- que igual que Cristo
resucitó de verdad de entre los
muertos y vive para siempre,
así los justos -después de su
muerte- vivirán para siempre
con Cristo resucitado; y Él los
resucitará en el último día.
"¿Cómo andan diciendo
algunos entre vosotros que no
hay resurrección de los
muertos? Si no hay
resurrección de los muertos,
tampoco Cristo resucitó. Y si
no resucitó Cristo, vana es
nuestra predicación, vana
también nuestra fe... ¡Pero no!
Cristo resucitó de entre los
muertos como primicias de los
que durmieron" (1 Corintios
15,12-14.20).
4. 1. Todos los hombres han de morir
La experiencia de la muerte,
que a todos alcanza, es
completamente cierta y
segura.
Sólo se vive y se muere una
vez; es una fantasía -y un
error- pensar en la
reencarnación después de la
muerte.
La muerte es la separación del
alma y el cuerpo; el final de la
vida terrena. A las pocas horas
de morir, el cuerpo comienza a
corromperse.
5. 2. La muerte, consecuencia del pecado
La muerte entró en el
mundo a causa del
pecado. El hombre es por
naturaleza mortal, pero Dios
había corregido esta falla
de la constitución humana
con un privilegio que lo
libraba de la muerte, si era
fiel a su Creador.
Por tanto, la muerte fue
contraria a los designios de
Dios creador, y entró en el
mundo como
consecuencia del pecado
de los primeros padres,
Adán y Eva.
6. 3. La muerte fue transformada por Cristo
La muerte cristiana debe tener un
sentido positivo. La obediencia de
Jesús transformó la maldición
de la muerte en bendición. Por su
muerte Cristo venció a la muerte,
abriendo así a todos los hombres
la posibilidad de salvación.
La visión cristiana de la muerte se
expresa de modo privilegiado en la
liturgia de la Iglesia cuando dice:
"La vida de los que en ti creemos,
Señor, no termina, se transforma;
y, al deshacerse nuestra morada
terrenal, adquirimos una mansión
eterna en el cielo" (Prefacio de
difuntos).
7. 4. A continuación de la muerte
En el instante de la muerte el alma
se separa del cuerpo -el alma no
muere porque es inmortal- y
comparece inmediatamente
delante de Dios para ser juzgada.
Según la sentencia del juicio, el alma
va al cielo a gozar eternamente de
Dios -va al purgatorio, si necesita
purificarse-, o al infierno, en el
caso de que el hombre muera en
pecado mortal y sin la gracia de
Dios. Después de la muerte ya no se
puede merecer ni rectificar el destino
final.
Este juicio, que acaece en el
momento mismo de la muerte, es
el juicio particular. El juez será
Jesucristo.
8. 5. Los muertos resucitarán al final de los tiempos
El cristiano cree firmemente
que, igual que Cristo
resucitó, también él
resucitará al final del
mundo: nuestro cuerpo,
transformado, resucitará
para unirse con el alma y
nunca más morir.
Resucitarán todos los
hombres, pero no tendrán
todos el mismo destino: los
buenos resucitarán para la
gloria eterna, y los malos
para eterna condenación.
9. 6. Prepararnos bien para el momento de la muerte
El Señor -en el Evangelio-
nos avisa de estas
tremendas verdades de la
vida y de la muerte,
para que estemos
preparados cuando nos
pida cuentas en el
momento del juicio.
Debemos estar siempre
preparados. ¿Cómo?
Pedir frecuentemente perdón al
Señor.
Hacer todos los días el examen
de conciencia.
Confesarse con frecuencia
10. Un propósito- tarea
Procura hacer antes de
acostarte el examen de
conciencia, revisando
brevemente lo que has
hecho bien y lo que has
hecho mal durante el día.
Haz un acto de contrición, y
saca propósitos para
mejorar al día siguiente.
Piensa que Dios nos va a
juzgar al final de la vida y
que, aunque es Padre
misericordioso, es también
justo.
12. Compendio del Catecismo
207. ¿Qué es la vida eterna?
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La vida eterna es la que
comienza inmediatamente
después de la muerte. Esta vida
no tendrá fin; será precedida para
cada uno por un juicio particular
por parte de Cristo, juez de vivos
y muertos, y será ratificada en el
juicio final.
13. Introducción
La muerte abre la puerta de "la
vida eterna", y la vida eterna, -
último artículo del Símbolo- es
la meta del hombre. La vida
"no termina, se transforma";
los que creen en Cristo
pueden adquirir una mansión
eterna en el cielo. ¡Viviremos
eternamente!
“Lo que hemos de pretender es
ir al cielo. Si no, nada vale la
pena“ (San Josemaría Escrivá).
14. 1. Al cielo van los que tienen el alma limpia
"Vi una muchedumbre grande, que nadie
podía contar, de toda nación, tribu,
pueblo y lengua, que estaban delante del
trono del Cordero (Cristo), vestidos de
túnicas blancas y palmas en sus manos"
(Apocalipsis 7,9).
Vestidos con túnicas blancas quiere decir
que estaban en gracia de Dios y limpios
de cualquier mancha o pecado. Por eso
recibieron el premio del cielo.
Como dice el Evangelio,
"Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios" (Mateo 5,8).
15. 2. El cielo consiste en ver, amar y gozar de Dios eternamente
"Ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a
la mente del hombre lo que
Dios ha preparado para los que
le aman" (1 Corintios 2,9).
"Estaremos siempre con el
Señor" (1 Tesalonicenses 4,18).
Dios es el sumo bien, la belleza
infinita, y el hombre, que ansía
ver cosas maravillosas, quedará
completamente saciado -
saciado sin saciar- al
contemplar a Dios. Lo veremos
tal cual es. Los deseos de
amor que tiene el hombre
quedarán plenamente
colmados.
16. 3. La purificación final o Purgatorio
Los que mueren en la gracia y
amistad con Dios, pero
imperfectamente purificados,
sufren después de la muerte
una purificación, a fin de
obtener la santidad necesaria
para entrar en la alegría del
cielo.
La Iglesia llama Purgatorio a
esta purificación final de los
elegidos, que es
completamente distinta del
castigo de los condenados.
17. 4. Podemos ayudar a las almas del purgatorio
Dios quiere que la Iglesia
de la tierra ayude a las
almas que están en el
purgatorio, donde se están
purificando, y con el deseo
ardiente de ir al cielo para
estar con Dios.
Hemos de ayudarles y
podemos hacerlo con estos
auxilios:
Ofrecer la Santa Misa.
Rezar mucho por las almas del
purgatorio.
Ofrecer en su favor nuestras
buenas obras.
18. 5. El infierno existe
"Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno, preparado para el diablo y
para sus ángeles". Y concluye: "E
irán al suplicio eterno" (Mateo
25,41.46).
El infierno existe porque Dios es
justo; y teniendo que premiar a los
hombres que libremente han
hecho el bien, tiene que castigar a
los que libremente han hecho el
mal.
En el infierno no hay ningún
descanso y no se termina nunca
de sufrir porque es eterno. Lo
dijo el Señor: "Id, malditos, al
fuego eterno" (Mateo 25,4). La
existencia del infierno y la
eternidad de sus penas son una
verdad de fe, que debemos
creer firmemente.
19. 6. Al infierno van los que mueren en pecado mortal
En el momento del juicio el Señor
condena a los malos al infierno.
¿Quiénes son esos malos que
van al infierno? San Pablo
enumera las obras de la carne:
fornicación, lujuria, idolatría,
enemistades, envidias,
homicidios..., y afirma: "Los que
hacen tales cosas no heredarán
el Reino de Dios" (Gálatas 5,19-
21). En definitiva, son todos los
que al morir tienen el alma
manchada por el pecado mortal.
20. 7. Hay que ayudar a los demás a ganar el cielo y evitar el
infierno
El cielo es sin duda lo único que
da sentido a la vida del hombre;
no ir al cielo es haber fracasado
rotundamente. Sólo pueden
entrar en él los que mueren en
gracia de Dios.
Esto nos debe remover
interiormente para hacer
mucho apostolado y conseguir
que todos los hombres se
salven.
Hemos de rezar, ofrecer
pequeñas mortificaciones, vivir
ejemplarmente nuestra vocación
cristiana, hablar a los demás de
Dios.
Dios premia la generosidad, y
tendremos el gozo de
encontrarnos en el cielo con esas
almas a las que hemos ayudado
en la tierra.
21. 8. El "Amén" final del Credo
El Credo, como el último
libro de la Biblia, se termina
con la palabra hebrea Amén,
que finaliza normalmente las
oraciones.
Esta palabra pertenece a la
misma raíz que la palabra
creer, en hebreo. Así, pues, el
Amén final del Credo recoge
y confirma su primera
palabra "Creo".
Creer es decir "Amén" a las
palabras, a las promesas, a los
mandamientos de Dios, es
fiarse totalmente de Él.
22. Un propósito para avanzar
Reza y ofrece pequeños sacrificios
por la conversión de los pecadores
y por la perseverancia final de todos
los cristianos.
Acuérdate del cielo ante las
dificultades que se presentan en la
vida cristiana. Cuando viene la
tentación, para rechazarla y no
ofender a Dios, recuerda que existe el
infierno.
Al rezar el Credo y decir "Amén", sé
consciente de lo que significa: creo
firmemente todo lo que acabo de
decir.