En 1913, el aviador francés Leoncio Garnier llegó a Las Palmas de Gran Canaria en un barco con su aeroplano Blériot XI desmontado. Lo montó en un improvisado aeródromo entre la torre de La Cicer y las fábricas de salazones de El Rincón. A pesar de que el mecánico Agustín Mañero se fracturó una mano, Garnier realizó varios vuelos sobre el norte de Gran Canaria antes de continuar sus exhibiciones en Tenerife.