Los accidentes nucleares de Chernóbil y Fukushima han puesto en evidencia las deficiencias en la gestión y seguridad de las centrales atómicas. Tras Fukushima, expertos reconocen que ya no se puede garantizar al 100% la seguridad de las plantas. Además, la opinión pública se ha vuelto más contraria a la energía nuclear, lo que amenaza su futuro a largo plazo.