El documento critica el concepto de "ciudades inteligentes" como una moda publicitaria que sirve para vender tecnología innecesaria a los gobiernos locales. Argumenta que todas las ciudades son inherentemente inteligentes dado que son construcciones humanas complejas que requieren inteligencia colectiva para funcionar. También critica otros conceptos urbanos como "ciudades creativas" o "competitivas" por legitimar procesos especulativos y urbanicidas.