El documento concluye que solo Dios puede perdonar los pecados, aunque lo hace a través del sacramento de la confesión donde el sacerdote actúa en nombre de Dios. Jesucristo dio a los apóstoles el poder de perdonar pecados en su nombre, un poder que se ejerce en la confesión donde los creyentes reciben el perdón y la bendición de levantarse de sus pecados.