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Espacio Abierto
ISSN: 1315-0006
eabierto@cantv.net
Universidad del Zulia
Venezuela
Romero Salazar, Alexis; Rujano Roque, Raima; Del Nogal, José Alfredo
Control social: Nuevas realidades, nuevos enfoques
Espacio Abierto, vol. 11, núm. 4, octubre-diciembre, 2002, pp. 665-680
Universidad del Zulia
Maracaibo, Venezuela
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12211406
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Espacio Abierto, Vol. 11 - No. 4 / ISSN 1315-0006
octubre - diciembre 2002 / pp. 665-680
CONTROL SOCIAL: NUEVAS
REALIDADES, NUEVOS ENFOQUES*
Alexis Romero Salazar**
Raima Rujano Roque**
José Alfredo Del Nogal**
Recibido: 25-06-02 • Aceptado: 14-10-02
Resumen
En los últimos años el debate en torno al
tema del Control Social ha adquirido una inusi-
tada relevancia. Las clásicas discusiones de los
académicos han quedado superadas en la misma
medida en se introducen nuevas perspectivas, en-
foques y categorías, bajo la presión de inéditas
realidades sociales. La alteración de la cualidad
del hecho delictivo, la ineficiencia de las agencias
estatales en materia criminal, la generalización
del miedo a la violencia, la percepción de impuni-
dad, entre otros fenómenos, han colocado en el
centro asuntos tales como la privatización, la in-
formalización, la desregulación, etc.
En este articulo, en primer lugar, se expo-
nen los elementos de algunas nuevas modalida-
des del control social (Vigilancia Informal, Amu-
rallamiento, Pago de Vacuna, Organizaciones
Comunitarias) y, en segundo lugar, se reconstru-
ye la lógica de varios esquemas explicativos
(Construcción Social del Miedo, Justicia Priva-
da, Prevención Situacional y Victimología).
Constituye una síntesis muy apretada de aspec-
tos de la línea de investigación sobre las respues-
tas de la población a la violencia delincuencial.
Palabras clave: Control social, modali-
dades, enfoques, informalización, privatización.
* Este artículo ha sido elaborado en el marco del Proyecto Asociativo “Violencia Urbana y Justicia
Penal en Venezuela” desarrollado por el Instituto de Investigaciones Penales y Criminológicas
de la UCV, el Laboratorio de Ciencias Sociales y el Instituto de Criminología de LUZ y financiado
por el Fonacit.
** Instituto de Criminología. Universidad del Zulia. Maracaibo. Venezuela.
E-mail: romeros@cantv.net; andreasr@cantv.net
Introducción
La violencia delincuencial en el caso venezolano se ha convertido en uno de
los principales problemas sociales (San Juan, 1997; Briceño León, 1997). Funda-
mentalmente para quienes habitan en la grandes ciudades, que concentran más
del 60% de la población y donde ocurren más del 80% de los homicidios y el 76%
de los robos de vehículos (Ministerio de Justicia, Dirección de Prevención del De-
lito, 1999).
Si se establecen comparaciones entre el notable aumento de la tasa de ho-
micidios y el relativamente bajo incremento de la tasa de lesiones y entre el au-
mento de la tasa de robo y el descenso de la tasa de hurtos (Pérez Perdomo, et al,
1997), se pondrá en evidencia el carácter violento de la acción delictiva. Pues, en
el caso de los homicidios es de suponer una violencia extrema -ya que se trata de
dar muerte intencionalmente a una persona, en tanto que con las lesiones se
busca producirle un daño, sin pretender acabar con su vida-.
Y en el caso de los robos se trata de una situación en la cual el delincuente
se encuentra con la víctima existiendo siempre la posibilidad de agresión para
despojarla del bien apetecido, mientras que los hurtos son acciones furtivas en
las cuales la condición fundamental es la ausencia del propietario del bien.
en foco:
666 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
Social Control: New Realities, New Focuses
Abstract
Over the last years the debate around the
theme of Social Control has acquired an unex-
pected relevance. The classical discussions of
academics have superceded by the introduction
of new perspectives, focuses and categories under
the pressure of unprecedented social realities.
The alteration of the quality of criminal occu-
rrences, the inefficiency of state agencies in cri-
minal affairs, the generalization of the fear of
violence, the perception of impunity, among
other phenomenon, have placed in the forefront
of discussion themes such as privatization, “in-
formal-ization”, deregulation, etc. This article ex-
plains some of the new modalities of social control
(informal vigilance, walling, protection payment,
community organization) and secondly recons-
tructs the logic of various explicative schemes (So-
cial Construction of Fear, Private Justice, Situa-
tional Prevention, and Victim-ology). The article
constructs a concise synthesis of the aspects of re-
search programs on the answers given by commu-
nities to delinquent violence.
Key words: Social control, modalities, focuses,
information, privatization.
La alta prevalencia de los delitos violentos condiciona la vida pública y pri-
vada, puesto que agrega un nuevo elemento al stress citadino. Sobre todo por la
incapacidad del Estado para garantizar el cumplimiento de las funciones del sis-
tema judicial y del aparato policial, comprometidos en la prevención, en la cap-
tura y en el castigo de los delincuentes. Son instancias marcadas por una fuerte
crisis de legitimidad, fundamentalmente por sus resultados negativos en el con-
trol penal y su participación en escándalos de corrupción. Es que todo el aparato
formal del sistema penal, su jerga y sus ritos lo han convertido en un teatro de
poder, farsesco y desacreditado (Aniyar, 1986).
En ese marco, la impunidad deja de ser sólo una sensación para convertirse
en una entidad fáctica, en una realidad inocultable: ... “los delincuentes apren-
den que pueden ejecutar sus acciones , pues difícilmente serán penalizados y la
población se convence de que ello es totalmente cierto” (Romero Salazar, et al,
2001: 29).
Esos constituyen los elementos reales del miedo, del llamado sentimiento
de inseguridad (delincuencia, violencia e impunidad), a los cuales se agregan las
narraciones de experiencias de asalto –que no siempre son ciertas- y la sistemá-
tica presentación televisiva de actos violentos que hacen que la agresividad y la
banalización de la vida se conviertan en una de las particularidades de la exis-
tencia cotidiana (Del Olmo, 2000).
Tal cuadro de violencia -real o percibida- y de impunidad (en un contexto de
anomia social caracterizado por las profundas contradicciones sociales, la crisis
económica y política -fundamentalmente de legitimidad-) constituye el factor
propiciatorio de respuestas alternativas y particulares frente a la delincuencia.
La población se arma, se socializa en precauciones rutinarias, que son responsa-
bilidad individual, o se organiza comunitariamente.
Cada persona o grupo va a actuar según sus condiciones sociales económi-
cas y culturales; porque estas definen la percepción del riesgo, del impacto real o
potencial de la violencia delincuencial, e igualmente como “vivirla” y enfrentarla
en la cotidianidad (Cisneros y Zubillaga, 1997).
Los sectores medios generalmente desarrollan respuestas basadas en la
disposición de algunos recursos económicos que permiten costear, por el ejem-
plo, el levantamiento de murallas (que restringen el acceso de los extraños a sus
espacios residenciales) la contratación de vigilantes o la afiliación a organizacio-
control social: nuevas realidades, nuevos enfoques
alexis romero, raima rujano, josé del nogal 667
nes que ofrecen seguridad de bienes. En este caso se delega en terceros la protec-
ción; esa es la fundamental característica de su esquema preventivo.
Los sectores populares despliegan estrategias generalmente basadas en la
participación comunitaria; en algunas ocasiones planificadas como las “patru-
llas vecinales” o las “rondas comunitarias”, y en otras más espontáneas y primi-
tivas, como los linchamientos.
Es decir, para los sectores populares -que se ubican en los barrios de la ciu-
dad- hay respuestas proactivas, que requieren la participación más o menos or-
ganizada de los habitantes; sobre todo por la incapacidad para financiar meca-
nismos de autodefensa cuyo costo deriva de la utilización de personas ajenas a la
comunidad o del levantamiento de ciertas estructuras. Son iniciativas que des-
cansan en el esfuerzo de los vecinos; sin embargo, se conocen algunas formas
multiagenciadas, impulsadas por los gobiernos regionales y municipales, como
ocurrió durante 1993 y 94 con los llamados Comités de Seguridad Vecinal, en
Maracaibo.
Se presentan además, en los sectores populares, hechos reactivos, espontá-
neos, en los cuales la comunidad toma justicia por su propia mano, como los lin-
chamientos, que tienen un carácter primitivo, y que persiguen el castigo físico de
individuos que presumiblemente infringieron una norma y que se encuentran
en inferioridad numérica.
En cualquier caso, la privatización de espacios residenciales, la contrata-
ción de vigilancia formal o informal, el pago de vacuna, el porte de armas, las
precauciones cotidianas, las conductas de inhibición, la organización de comi-
tés de seguridad vecinal, etc., no son sino respuestas de autoprotección o auto-
defensa (unas benignas, otras no tanto) desarrolladas en forma colectiva o in-
dividual. Ese es el resultado de la inexistencia del control adecuado de la inse-
guridad por parte de las instituciones establecidas para tal fin, lo que posible-
mente esté llevando a vivir en actitud de permanente vigilancia de unos a otros
y con riesgos adicionales a los generados por la actividad delictiva común (Mo-
lina, et al, 2001).
Así, las respuestas están relacionadas con fines particulares o comunita-
rios y no societarios, referidos a propósitos más concretos: la protección contra el
delito. En consecuencia, corresponden a un tipo de control social instrumental,
que por otra parte, no consigue asidero teórico dentro de las concepciones tradi-
cionales del control.
en foco:
668 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
I. Las nuevas realidades del control social
I. 1. La vigilancia informal
En este caso no se trata del establecimiento de un convenio entre una em-
presa prestadora del servicio (autorizada por el Estado para ello) y cualquier in-
dividualidad o grupo que intenta proteger intereses estrictamente económicos.
Es un proceso que va más allá de la policía privada, corporativa, que actúa como
policía del capital (Morais, 1999).
El asunto consiste en la contratación de un vigilante o celador que recibe el
nombre de guachimán. En la base de esta iniciativa, casi siempre de carácter co-
munitario, está el sentimiento de inseguridad de los vecinos (en la mayoría de
las veces de una conjunto residencial cerrado) que, a través de los administrado-
res de sus asociaciones, pagan los servicios (Romero Salazar, et al, 2001).
El propósito de la contratación del guachimán no es más que reducir el ries-
go de los atentados contra la vida y el aseguramiento de algunos bienes dentro de
los cuales los vehículos son emblemáticos. La decisión de contratar vigilantes in-
formales la toma la directiva del condominio para responder a las exigencias de
seguridad de los propietarios e inquilinos de las urbanizaciones.
Aunque los contratantes (administradores de las asociaciones de propieta-
rios) señalan que para el empleo son obligatorios los requisitos que el Estado es-
tablece para las empresas de vigilancia privada (fundamentalmente ser reser-
vista de las Fuerzas Armadas -por la necesidad del manejo de armas de fuego- y
tener experiencia previa); la mayoría de los guachimanes declara no poseer co-
nocimientos y destrezas con armamento alguno. Y ello no fue obstáculo para su
contratación (Romero Salazar, et al, 2001).
La selección está basada más en la recomendación de personas vinculadas
a los conjuntos residenciales -propietarios. Conserjes, otros guachimanes-. O
sea, que importa mucho el criterio de alguien que tenga conocimiento del candi-
dato y pueda responder por él: en ello la confianza es un asunto relevante, pues
los vecinos sostienen que el problema con las empresas formales es que imponen
un sistema de “guardias”, -de relevo- que impide que el personal se familiarice
con los residentes.
control social: nuevas realidades, nuevos enfoques
alexis romero, raima rujano, josé del nogal 669
Para la preferencia de la vigilancia informal, a lo anterior se le suma el pro-
blema de los costos; pues resulta más barato y presta otros servicios como la por-
tería.
Los administradores de los condominios actúan como jefes o patrones, sus-
tituyendo además a los supervisores de las empresas privadas de vigilancia.
Ellos son quienes fijan las funciones y procedimientos y asignan las tareas.
Aunque, por lo general, el guachimán es un individuo sin mucha prepara-
ción para el manejo de las armas, los vecinos de los conjuntos residenciales don-
de prestan sus servicios piensan que su contratación es necesaria y que debe ser
continuada, porque garantiza la protección.
La percepción generalizada es que el guachimán produce una reducción de
delitos. Tal vez sea cierto que la ventaja de un equipo de radio y del amuralla-
miento le permita impedir la acción de los delincuentes. Aunque hayan tenido
que agregar una nueva partida al presupuesto familiar (gastos de seguridad) los
sectores de clase media se sienten satisfechos con el trabajo de los vigilantes in-
formales.
Es que su presencia tiene un efecto disuasivo, que se concreta en la reduc-
ción de las acciones delictivas.
I. 2. El cierre de los espacios residenciales
El amurallamiento de las urbanizaciones constituye una tendencia que se
ha venido desarrollando en los últimos años en varios países de América Latina.
Algunos autores se aproximan al tema vinculando las políticas de ajuste econó-
mico, el incremento delictivo y la reacción de los sectores medios y altos de emi-
grar a los barrios cerrados y a los ´countries´ (Arizaga, 2000).
Otros expresan hipótesis sobre las consecuencias que en Venezuela ha te-
nido la crisis sobre la estructura espacial, entre ellas anotan las que resultan del
problema del desmantelamiento de los aparatos de seguridad y del aumento de
la delincuencia, como de la privatización de espacios públicos (calles, avenidas,
parques, centros comerciales), lo que tiende a la des-democratización de la ciu-
dad (García, 1997).
En Maracaibo se puede observar esta tendencia, que comienza a concretar-
se hace aproximadamente dos décadas y que se ha profundizado con signos ca-
racterísticos en los últimos cinco años. La construcción de urbanizaciones cerra-
en foco:
670 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
das hacia el norte de la ciudad podría generar el aislamiento de un sector social,
propiciando la segregación y la exclusión socio–espacial de los grupos carencia-
dos (Romero Salazar y Molina, 2002).
De todas maneras, tenemos la convicción de que no son los grupos medios y
altos los culpables de una mayor segregación, ya que sus cierres son una res-
puesta adaptativa ante la carencia de una política de seguridad por parte del Es-
tado.
Lo relevante es que esta modalidad de refugio hace que los vecinos se sien-
tan seguros, pues el amurallamiento restringe las posibilidades de acción de los
delincuentes.
I. 3. El pago de vacuna
En el marco de la generalizada percepción de inseguridad aparecen organi-
zaciones que operan con la promesa de resguardar y garantizar la seguridad de
bienes -vehículos e inmuebles- al margen de los mecanismos tradicionales de
control social del Estado.
Las agrupaciones actúan como asociaciones civiles sin fines de lucro, ins-
cribiendo interesados en garantizar la propiedad y el dominio sobre sus vehícu-
los. Fijan una cuota de inscripción y otras mensuales y sobre los autos imponen
un sello adherible que advierte su “protección” . Tal calcomanía actúa como me-
canismo disuasivo ante los eventuales delincuentes (Parra, 1999).
Esas organizaciones, con formas de operación semi-legales, están registra-
das como asociaciones civiles, pero no tienen los permisos reglamentarios para
brindar servicio de seguridad privada. Además, están constituidas por un grupo
de empresarios, en unión de ex-agentes de seguridad pública y de integrantes de
bandas delictivas.
Aunque no son empresas aseguradoras, garantizan la recuperación de
vehículos y la inviolabilidad de los inmuebles, además, ejercen severas sancio-
nes sobre los delincuentes que osan violentar los bienes por ellas protegidos. Tal
modus operandi les genera una amplia confianza entre la población, una de-
manda inusitada de servicios de protección y la autorización implícita de autori-
dades políticas, civiles e instituciones militares y de inteligencia del Estado.
Al inicio, los servicios eran ofrecidos sólo a productores e industriales, a los
cuales se les pedía como único requisito identificarse como tales; sin embargo,
control social: nuevas realidades, nuevos enfoques
alexis romero, raima rujano, josé del nogal 671
fueron extendidos a la población en general, por lo que se desvirtúan sus caracte-
rísticas y naturaleza, convirtiéndose en un negocio lucrativo.
La manera como actúan las organizaciones en el rescate de los vehículos
“asegurados” cuando éstos son objeto de robo, es contactar a los ladrones de ca-
rros y negociar con ellos la recuperación. Tal negociación no se limita al pago en
efectivo del rescate exigido por los delincuentes, sino que también se puede acor-
dar la entrega de otros bienes e incluso ofrecerles trabajo en la organizaciones
como “recuperadores”, en virtud de su relación con otras bandas delictivas (Ro-
mero Salazar y Parra, 2002).
Asimismo, otra forma de proceder para la recuperación del bien es llegar a
la presión que incluye la amenaza directa a los delincuentes o mafias para que
no violenten los automóviles que posean calcomanías. En el caso de los vehículos
que no son recuperados o que ya están desvalijados al momento de encontrarlos,
la organización reconoce parte del valor de la unidad, según lo establecido en el
contrato firmado con el cliente.
I. 4. Las organizaciones comunitarias de seguridad
En un principio el impulso a la participación de los vecinos en las tareas de
seguridad, provino del sector estatal. Las organizaciones creadas presuponían
la incorporación de los residentes, de los comerciantes, de las entidades, no gu-
bernamentales, las escuelas, los hospitales, funcionarios de promoción social y
policial.
La estrategia utilizada es la combinación de la prevención situacional -que
opera a través de la modificación del espacio urbano- y de la prevención social
-que implica la neutralización de los factores criminógenos- mediante una red de
dispositivos de intervención sobre sectores poblacionales en riesgo. Ambas es-
trategias servirían para reducir la sensación de inseguridad que reina en las co-
munidades.
Estas experiencias han sido acogidas por los vecinos que reclaman que la
seguridad pública es un derecho que el Estado debe garantizar. Pero tal iniciati-
va de participación comunitaria se ve limitadas pues los jóvenes no se sienten
convocados y son los principales ausentes.
También, es verdad que las propias comunidades o sectores empobrecidos,
de forma autónoma han impulsado respuestas para protegerse de la violencia y
en foco:
672 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
la criminalidad de la que son objeto. En Maracaibo, se tiene conocimiento de la
organización de las “Rondas Vecinales” en el “Barrio Integración Comunal”.
Igualmente hay información de que se han dado experiencias en otros sectores
periféricos de la ciudad, pero que no han sido sistematizadas en términos de su
descripción y análisis (Romero Salazar , et al, 2002).
En general, se parte de la idea de que, en estos sectores carenciados, en los
cuales es recurrente el alto riesgo o peligrosidad en la que se vive la cotidianidad,
se pudiera estar produciendo lo que Weber llama una “ayuda de vecindad”. Se
trata de la construcción de los propios dispositivos orgánicos, independientes y
alternativos a los que el Estado ofrece para prevenir el delito, a través de estrate-
gias situacionales, que por vía de los hechos han trascendido las instituciones y
formas que tradicionalmente se conocen (programas sociales, educativos, tera-
péuticos y represivos), y el modelo que hoy se impulsa desde las más altas esfe-
ras estatales nacionales u otras instancia de poder.
II. Los nuevos enfoques del control social
Para su interpretación, estas novedosas modalidades pueden ser inserta-
das en el amplio tema del control social, en el cual están contenidos, en primer
lugar, todos los procesos y métodos a través de los cuales una sociedad asegura
que sus miembros se ajusten a sus expectativas (al interés general), y en segun-
do lugar, las respuestas hacia las conductas desviadas. Sin embargo, dadas las
características que presentan las acciones de protección que hemos descrito, se
hace necesaria la ubicación del tema de control social en un contexto más especí-
fico que posibilite un abordaje teórico mas acorde.
Asumimos el fenómeno de las respuestas de la población como mecanismos
de auto defensa asociados fundamentalmente al miedo hacia la violencia delin-
cuencial, y no hacia al delito en términos generales, ya que la visibilidad de la
criminalidad está referida a cierta categoría de delitos graves como el homicidio,
las lesiones, la violación, el robo a mano armada y el hurto con violencia (Santos,
1997) dejando por fuera los delitos de cuello blanco y a aquellos que afectan inte-
reses difusos, en tanto no son percibidos comúnmente como constitutivos del fe-
nómeno criminal, dada la selectividad de los procesos de criminalización (Ba-
ratta, 1980).
control social: nuevas realidades, nuevos enfoques
alexis romero, raima rujano, josé del nogal 673
Por ello, consideramos varios enfoques que aportan elementos para am-
pliar las posibilidades de comprensión del fenómeno.
II.1. La construcción social del miedo
La realidad en la cual se presenta el delito es construida dentro de la expe-
riencia cognoscitiva y práctica, a través de la interacción de los individuos o gru-
pos dentro de una sociedad determinada (Baratta, 1986).
El miedo al delito es producto de una construcción social basada, por una
parte, en la forma como se definen tanto las situaciones como los sujetos que pue-
den constituir una amenaza, y por otra, en la forma como son vividas las situa-
ciones de peligro de acuerdo a la pertenencia a un estrato social, que determina
la manera de enfrentar la cotidianidad.
La construcción social del miedo implica dos niveles de análisis: el viven-
cial, referido a las condiciones de vida que vinculan a una persona a ciertas si-
tuaciones de riesgo y a la experiencia misma del asalto, y el discursivo, que con-
tiene las imágenes y explicaciones a las que se tiene acceso y que configuran la
aprehensión-comprensión del fenómeno, en este caso de la violencia delincuen-
cial (Cisneros y Zubillaga, 1997).
El nivel discursivo estaría determinado por la comunicabilidad de las expe-
riencias mediante la conversación cotidiana y por la recepción de mensajes pro-
venientes de los medios de comunicación masiva En el proceso se generan cier-
tas ideas y actitudes en torno a la función policial, en cuanto a la evaluación de
su capacidad para garantizar la seguridad de las personas y en cuanto a los es-
pacios en los que la gente considera debe intervenir. De acuerdo con esto, los in-
dividuos desarrollan una serie de acciones protectivas, asociadas principalmen-
te al temor de ser víctimas del delito. Estas acciones son consideradas como anti-
cipaciones de vulnerabilidad.
en foco:
674 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
II.2. El modelo de justicia privada
Según este modelo, el ejercicio del control se ha desplazado del sector públi-
co al sector privado como consecuencia de la globalización económica y cultural,
la tecnificación del control (mecanismos avanzados de vigilancia) y el desmonta-
je del Estado benefactor (Adamson, 1998; Baratta, 1998; Gabaldón, 1999).
Rosa Del Olmo incluye tales mecanismos dentro de lo que denomina Mode-
lo de Justicia Privada. En muchos aspectos el planteamiento se fundamenta en
el trabajo sobre sistemas de seguridad privada realizado por los canadienses
Clifford Shearing y Philip Stenning en la década de los ’80 (Morais, 1999), que
sostiene que la tendencia privatizadora del control (dirigida hacia la protección
de bienes y personas al margen de los limites establecidos por el derecho penal)
está en función exclusiva de intereses particulares.
El modelo es aplicable principalmente a los servicios de seguridad privada
corporativos, que poseen ostensibles diferencias con el esquema de los mecanis-
mos de autodefensa especialmente desde el punto de vista de la disposición de
tecnología. Sin embargo, podría constituir una herramienta útil, en cuanto sus
explicaciones se derivan de una caracterización del fenómeno de la privatización
de la seguridad, que posibilita la contextualización del fenómeno dentro de las
nuevas interpretaciones del control social.
En este sentido, el Modelo de Justicia Privada parte de las siguientes preci-
siones: a) el control ejercido responde a intereses privados; b) el esquema de ope-
ración (vigilancia y sanciones) no está circunscrito a los mandatos legales ni a
las garantías ciudadanas; prevaleciendo criterios eficientistas sobre la base de
los conceptos de riesgo y pérdida, que en ocasiones pueden inducir a la conculca-
ción de derechos ciudadanos; y c) su legitimidad está justificada en normas le-
galmente establecidas, como la defensa de la propiedad, por lo que es tolerado
por el propio Estado.
II.3. El enfoque situacional del delito
El Enfoque Situacional plantea el control social del delito a través de un pa-
radigma preventivo que enfatiza el análisis del mismo acto criminal; tomando el
delito como una entidad de análisis autónomo (Clarke y Felson, 1993).
Las llamadas teorías del crimen asumen la necesidad del control social y se
preocupan por encontrar formas de control que sean eficaces y a su vez acepta-
control social: nuevas realidades, nuevos enfoques
alexis romero, raima rujano, josé del nogal 675
bles éticamente. Las teorías del crimen parten del supuesto de que existen per-
sonas motivadas a cometer delitos; interesa saber entonces, mediante un estu-
dio situacional, dónde, cuándo y en qué circunstancias estos se cumplen para po-
der reducir sus oportunidades.
En forma general, el Enfoque Situacional está basado en el análisis de las
precauciones rutinarias frente al delito, tales como el uso de alarmas, cerradu-
ras, construcción de murallas o cierre de espacios, evitación de lugares y perso-
nas peligrosas, etc., y parte de la idea que la prevención del delito no debe ser ex-
clusiva de las agencias de control formal; sino por el contrario, una responsabili-
dad compartida por toda la sociedad (Medina Ariza, 1997).
Además, entiende el acto criminal como una convergencia de oportunida-
des, distribuidas social, espacial y temporalmente. La distribución no es aleato-
ria, pues ocurre en particulares lugares y momentos, teniendo como víctimas u
objetivos determinadas categorías de personas y cosas, lo que guarda una estre-
cha relación con las teorías de los estilos de vida, que sugieren que la distribu-
ción del delito puede estar determinada por el nivel de exposición de los indivi-
duos a lugares, situaciones o personas peligrosas de acuerdo a un estilo de vida
específico.
Igualmente plantea que la pertenencia a un estrato socioeconómico deter-
mina una vulnerabilidad diferenciada hacia el acto criminal: las personas con
menos recursos económicos ven reducidas sus oportunidades para evitar las si-
tuaciones peligrosas y tener acceso a medios de seguridad adecuados. Así, el con-
trol social es entendido básicamente como prevención del delito.
Dentro de la diferenciación criminológica tradicional del control -formal e
informal-, el enfoque situacional del delito se considera a sí mismo como una ter-
cera forma, ya que se define como un conjunto de medidas cotidianas que adop-
tan los ciudadanos o las organizaciones sociales para prevenir su propia victimi-
zación (Medina Ariza, 1997).
La prevención situacional se presenta como una alternativa que no preten-
de modificar la conducta ni los valores de los individuos hacia actitudes de con-
formidad, se limita a controlar las circunstancias que de alguna manera dan lu-
gar a la ocurrencia de un hecho delictivo, con el propósito de hacer menos accesi-
ble y dificultar, sino imposibilitar, su comisión, mediante la implementación de
medidas protectivas con el objeto de prevenir la propia victimización.
en foco:
676 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
Estas técnicas están referidas al control de las oportunidades delictivas
que convergen en tiempo y espacio en función de tres elementos: la presencia de
un delincuente motivado, un objetivo alcanzable y la ausencia de un guardián
capaz de prevenir, entendiendo por guardián a cualquier persona capaz de inter-
venir y disuadir al delincuente.
II.4. Victimología y victimización
La victimología, como disciplina, centra sus objetivos en el estudio científi-
co de las víctimas del delito; analiza a las personas que padecen por la violencia
delincuencial y cuyo sufrimiento puede ser físico, psicológico y social.
Mendelsohn -quien es considerado el iniciador de los estudios científicos
sobre la víctima- estableció que el objeto principal de la victimología es la dismi-
nución de víctimas en todos los sectores de la sociedad. Sus métodos deben cen-
trarse en la reducción de los factores situacionales del delito y prevenir la reinci-
dencia (Marchiori, 1984).
Toda victimización produce una disminución del sentimiento de seguri-
dad individual y colectivo, porque el delito afecta profundamente a la víctima,
a su familia y a su comunidad social y cultural. En tal sentido, se ha observado
en las víctimas del delito los siguientes rasgos y condiciones: Daño en su perso-
na o en sus pertenencias; sufrimiento a causa de la acción delictiva; sensación
de humillación social; temor por su vida y la de su familia y sentimiento de vul-
nerabilidad que provoca estados de angustia, desconfianza, inseguridad indi-
vidual y social.
Toda esta sensación de inseguridad se incrementa en tanto que la víctima
no recibe respuesta a su situación individual, familiar y social por parte de las
instituciones encargadas de su protección. Ello, asociado a la impunidad del de-
lincuente, crea stress y conmoción en la víctima y su familia (Marchiori, 1984).
Tal stress delictivo puede conducir a conductas post-delictivas desencade-
nantes de nuevos comportamientos: permanente temor a salir de su hogar, im-
posibilidad de desempeñar sus labores, enfermedad física (en algunos casos so-
matización), trastornos psíquicos , desintegración familiar, alcoholismo, con-
ductas autodestructivas, encierro, intento de suicidio, suicidio.
Estas consecuencias aparecen seguidas al hecho delictivo, lo que pudiera
contribuir a la explicación del surgimiento de otras formas de defensa planifi-
control social: nuevas realidades, nuevos enfoques
alexis romero, raima rujano, josé del nogal 677
cadas a nivel comunal para evitar ser víctima de delitos o bien espontáneas y
más violentas, como el caso del linchamiento donde las víctimas se convierten en
victimarios, siendo capaces de castigar por su propia mano y llegar a matar al
delincuente.
Conclusiones
La instrumentación de las nuevas modalidades de control social se origina
por el temor de la población de verse afectada por conductas disruptivas, en su
integridad personal y sus bienes. En tal sentido constituyen alternativas de ini-
ciativa privada, que de alguna manera son inducidas por la percepción de una si-
tuación de violencia generalizada, en la cual la acción de la delincuencia tiene re-
percusiones inmediatas en su calidad de vida.
Cada uno de los mecanismos puestos en ejecución responde a unos deter-
minados estilo de vida y posición socioeconómica, de acuerdo a los cuales los indi-
viduos se exponen a situaciones de riesgo en forma diferenciada, que buscan an-
ticipar mediante estrategias de prevención también distinta. Se trata en todo
caso de estrategias que funcionan con poca tecnología y casi al margen de una re-
gulación legal.
Constituyen, por lo tanto, modalidades que no corresponde con las formas
clásicas del control, puesto que su propósito es más prevenir situaciones de
riesgo que favorecer la cohesión social. Lo que las caracteriza es su instrumen-
talidad.
Esta nueva realidad requiere para su estudio de una ampliación de las
perspectivas del control social. Las contribuciones del enfoque de la Construc-
ción Social del Miedo, el Modelo de Justicia Privada, el Enfoque Situacional del
Delito y la Victimología son fundamentales. Sobre todo por el reconocimiento de
las precauciones rutinarias como una forma de control social distinta a las cate-
gorías de control formal e informal. Pero, también por la consideración de las re-
laciones entre los estilos de vida -y la pertenencia a un estrato socioeconómico
determinado- con la distribución social y espacial del crimen. Estas teorías apor-
tan un piso conceptual importante para el análisis del problema
en foco:
678 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
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  • 1. Espacio Abierto ISSN: 1315-0006 eabierto@cantv.net Universidad del Zulia Venezuela Romero Salazar, Alexis; Rujano Roque, Raima; Del Nogal, José Alfredo Control social: Nuevas realidades, nuevos enfoques Espacio Abierto, vol. 11, núm. 4, octubre-diciembre, 2002, pp. 665-680 Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12211406 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
  • 2. Espacio Abierto, Vol. 11 - No. 4 / ISSN 1315-0006 octubre - diciembre 2002 / pp. 665-680 CONTROL SOCIAL: NUEVAS REALIDADES, NUEVOS ENFOQUES* Alexis Romero Salazar** Raima Rujano Roque** José Alfredo Del Nogal** Recibido: 25-06-02 • Aceptado: 14-10-02 Resumen En los últimos años el debate en torno al tema del Control Social ha adquirido una inusi- tada relevancia. Las clásicas discusiones de los académicos han quedado superadas en la misma medida en se introducen nuevas perspectivas, en- foques y categorías, bajo la presión de inéditas realidades sociales. La alteración de la cualidad del hecho delictivo, la ineficiencia de las agencias estatales en materia criminal, la generalización del miedo a la violencia, la percepción de impuni- dad, entre otros fenómenos, han colocado en el centro asuntos tales como la privatización, la in- formalización, la desregulación, etc. En este articulo, en primer lugar, se expo- nen los elementos de algunas nuevas modalida- des del control social (Vigilancia Informal, Amu- rallamiento, Pago de Vacuna, Organizaciones Comunitarias) y, en segundo lugar, se reconstru- ye la lógica de varios esquemas explicativos (Construcción Social del Miedo, Justicia Priva- da, Prevención Situacional y Victimología). Constituye una síntesis muy apretada de aspec- tos de la línea de investigación sobre las respues- tas de la población a la violencia delincuencial. Palabras clave: Control social, modali- dades, enfoques, informalización, privatización. * Este artículo ha sido elaborado en el marco del Proyecto Asociativo “Violencia Urbana y Justicia Penal en Venezuela” desarrollado por el Instituto de Investigaciones Penales y Criminológicas de la UCV, el Laboratorio de Ciencias Sociales y el Instituto de Criminología de LUZ y financiado por el Fonacit. ** Instituto de Criminología. Universidad del Zulia. Maracaibo. Venezuela. E-mail: romeros@cantv.net; andreasr@cantv.net
  • 3. Introducción La violencia delincuencial en el caso venezolano se ha convertido en uno de los principales problemas sociales (San Juan, 1997; Briceño León, 1997). Funda- mentalmente para quienes habitan en la grandes ciudades, que concentran más del 60% de la población y donde ocurren más del 80% de los homicidios y el 76% de los robos de vehículos (Ministerio de Justicia, Dirección de Prevención del De- lito, 1999). Si se establecen comparaciones entre el notable aumento de la tasa de ho- micidios y el relativamente bajo incremento de la tasa de lesiones y entre el au- mento de la tasa de robo y el descenso de la tasa de hurtos (Pérez Perdomo, et al, 1997), se pondrá en evidencia el carácter violento de la acción delictiva. Pues, en el caso de los homicidios es de suponer una violencia extrema -ya que se trata de dar muerte intencionalmente a una persona, en tanto que con las lesiones se busca producirle un daño, sin pretender acabar con su vida-. Y en el caso de los robos se trata de una situación en la cual el delincuente se encuentra con la víctima existiendo siempre la posibilidad de agresión para despojarla del bien apetecido, mientras que los hurtos son acciones furtivas en las cuales la condición fundamental es la ausencia del propietario del bien. en foco: 666 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social Social Control: New Realities, New Focuses Abstract Over the last years the debate around the theme of Social Control has acquired an unex- pected relevance. The classical discussions of academics have superceded by the introduction of new perspectives, focuses and categories under the pressure of unprecedented social realities. The alteration of the quality of criminal occu- rrences, the inefficiency of state agencies in cri- minal affairs, the generalization of the fear of violence, the perception of impunity, among other phenomenon, have placed in the forefront of discussion themes such as privatization, “in- formal-ization”, deregulation, etc. This article ex- plains some of the new modalities of social control (informal vigilance, walling, protection payment, community organization) and secondly recons- tructs the logic of various explicative schemes (So- cial Construction of Fear, Private Justice, Situa- tional Prevention, and Victim-ology). The article constructs a concise synthesis of the aspects of re- search programs on the answers given by commu- nities to delinquent violence. Key words: Social control, modalities, focuses, information, privatization.
  • 4. La alta prevalencia de los delitos violentos condiciona la vida pública y pri- vada, puesto que agrega un nuevo elemento al stress citadino. Sobre todo por la incapacidad del Estado para garantizar el cumplimiento de las funciones del sis- tema judicial y del aparato policial, comprometidos en la prevención, en la cap- tura y en el castigo de los delincuentes. Son instancias marcadas por una fuerte crisis de legitimidad, fundamentalmente por sus resultados negativos en el con- trol penal y su participación en escándalos de corrupción. Es que todo el aparato formal del sistema penal, su jerga y sus ritos lo han convertido en un teatro de poder, farsesco y desacreditado (Aniyar, 1986). En ese marco, la impunidad deja de ser sólo una sensación para convertirse en una entidad fáctica, en una realidad inocultable: ... “los delincuentes apren- den que pueden ejecutar sus acciones , pues difícilmente serán penalizados y la población se convence de que ello es totalmente cierto” (Romero Salazar, et al, 2001: 29). Esos constituyen los elementos reales del miedo, del llamado sentimiento de inseguridad (delincuencia, violencia e impunidad), a los cuales se agregan las narraciones de experiencias de asalto –que no siempre son ciertas- y la sistemá- tica presentación televisiva de actos violentos que hacen que la agresividad y la banalización de la vida se conviertan en una de las particularidades de la exis- tencia cotidiana (Del Olmo, 2000). Tal cuadro de violencia -real o percibida- y de impunidad (en un contexto de anomia social caracterizado por las profundas contradicciones sociales, la crisis económica y política -fundamentalmente de legitimidad-) constituye el factor propiciatorio de respuestas alternativas y particulares frente a la delincuencia. La población se arma, se socializa en precauciones rutinarias, que son responsa- bilidad individual, o se organiza comunitariamente. Cada persona o grupo va a actuar según sus condiciones sociales económi- cas y culturales; porque estas definen la percepción del riesgo, del impacto real o potencial de la violencia delincuencial, e igualmente como “vivirla” y enfrentarla en la cotidianidad (Cisneros y Zubillaga, 1997). Los sectores medios generalmente desarrollan respuestas basadas en la disposición de algunos recursos económicos que permiten costear, por el ejem- plo, el levantamiento de murallas (que restringen el acceso de los extraños a sus espacios residenciales) la contratación de vigilantes o la afiliación a organizacio- control social: nuevas realidades, nuevos enfoques alexis romero, raima rujano, josé del nogal 667
  • 5. nes que ofrecen seguridad de bienes. En este caso se delega en terceros la protec- ción; esa es la fundamental característica de su esquema preventivo. Los sectores populares despliegan estrategias generalmente basadas en la participación comunitaria; en algunas ocasiones planificadas como las “patru- llas vecinales” o las “rondas comunitarias”, y en otras más espontáneas y primi- tivas, como los linchamientos. Es decir, para los sectores populares -que se ubican en los barrios de la ciu- dad- hay respuestas proactivas, que requieren la participación más o menos or- ganizada de los habitantes; sobre todo por la incapacidad para financiar meca- nismos de autodefensa cuyo costo deriva de la utilización de personas ajenas a la comunidad o del levantamiento de ciertas estructuras. Son iniciativas que des- cansan en el esfuerzo de los vecinos; sin embargo, se conocen algunas formas multiagenciadas, impulsadas por los gobiernos regionales y municipales, como ocurrió durante 1993 y 94 con los llamados Comités de Seguridad Vecinal, en Maracaibo. Se presentan además, en los sectores populares, hechos reactivos, espontá- neos, en los cuales la comunidad toma justicia por su propia mano, como los lin- chamientos, que tienen un carácter primitivo, y que persiguen el castigo físico de individuos que presumiblemente infringieron una norma y que se encuentran en inferioridad numérica. En cualquier caso, la privatización de espacios residenciales, la contrata- ción de vigilancia formal o informal, el pago de vacuna, el porte de armas, las precauciones cotidianas, las conductas de inhibición, la organización de comi- tés de seguridad vecinal, etc., no son sino respuestas de autoprotección o auto- defensa (unas benignas, otras no tanto) desarrolladas en forma colectiva o in- dividual. Ese es el resultado de la inexistencia del control adecuado de la inse- guridad por parte de las instituciones establecidas para tal fin, lo que posible- mente esté llevando a vivir en actitud de permanente vigilancia de unos a otros y con riesgos adicionales a los generados por la actividad delictiva común (Mo- lina, et al, 2001). Así, las respuestas están relacionadas con fines particulares o comunita- rios y no societarios, referidos a propósitos más concretos: la protección contra el delito. En consecuencia, corresponden a un tipo de control social instrumental, que por otra parte, no consigue asidero teórico dentro de las concepciones tradi- cionales del control. en foco: 668 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
  • 6. I. Las nuevas realidades del control social I. 1. La vigilancia informal En este caso no se trata del establecimiento de un convenio entre una em- presa prestadora del servicio (autorizada por el Estado para ello) y cualquier in- dividualidad o grupo que intenta proteger intereses estrictamente económicos. Es un proceso que va más allá de la policía privada, corporativa, que actúa como policía del capital (Morais, 1999). El asunto consiste en la contratación de un vigilante o celador que recibe el nombre de guachimán. En la base de esta iniciativa, casi siempre de carácter co- munitario, está el sentimiento de inseguridad de los vecinos (en la mayoría de las veces de una conjunto residencial cerrado) que, a través de los administrado- res de sus asociaciones, pagan los servicios (Romero Salazar, et al, 2001). El propósito de la contratación del guachimán no es más que reducir el ries- go de los atentados contra la vida y el aseguramiento de algunos bienes dentro de los cuales los vehículos son emblemáticos. La decisión de contratar vigilantes in- formales la toma la directiva del condominio para responder a las exigencias de seguridad de los propietarios e inquilinos de las urbanizaciones. Aunque los contratantes (administradores de las asociaciones de propieta- rios) señalan que para el empleo son obligatorios los requisitos que el Estado es- tablece para las empresas de vigilancia privada (fundamentalmente ser reser- vista de las Fuerzas Armadas -por la necesidad del manejo de armas de fuego- y tener experiencia previa); la mayoría de los guachimanes declara no poseer co- nocimientos y destrezas con armamento alguno. Y ello no fue obstáculo para su contratación (Romero Salazar, et al, 2001). La selección está basada más en la recomendación de personas vinculadas a los conjuntos residenciales -propietarios. Conserjes, otros guachimanes-. O sea, que importa mucho el criterio de alguien que tenga conocimiento del candi- dato y pueda responder por él: en ello la confianza es un asunto relevante, pues los vecinos sostienen que el problema con las empresas formales es que imponen un sistema de “guardias”, -de relevo- que impide que el personal se familiarice con los residentes. control social: nuevas realidades, nuevos enfoques alexis romero, raima rujano, josé del nogal 669
  • 7. Para la preferencia de la vigilancia informal, a lo anterior se le suma el pro- blema de los costos; pues resulta más barato y presta otros servicios como la por- tería. Los administradores de los condominios actúan como jefes o patrones, sus- tituyendo además a los supervisores de las empresas privadas de vigilancia. Ellos son quienes fijan las funciones y procedimientos y asignan las tareas. Aunque, por lo general, el guachimán es un individuo sin mucha prepara- ción para el manejo de las armas, los vecinos de los conjuntos residenciales don- de prestan sus servicios piensan que su contratación es necesaria y que debe ser continuada, porque garantiza la protección. La percepción generalizada es que el guachimán produce una reducción de delitos. Tal vez sea cierto que la ventaja de un equipo de radio y del amuralla- miento le permita impedir la acción de los delincuentes. Aunque hayan tenido que agregar una nueva partida al presupuesto familiar (gastos de seguridad) los sectores de clase media se sienten satisfechos con el trabajo de los vigilantes in- formales. Es que su presencia tiene un efecto disuasivo, que se concreta en la reduc- ción de las acciones delictivas. I. 2. El cierre de los espacios residenciales El amurallamiento de las urbanizaciones constituye una tendencia que se ha venido desarrollando en los últimos años en varios países de América Latina. Algunos autores se aproximan al tema vinculando las políticas de ajuste econó- mico, el incremento delictivo y la reacción de los sectores medios y altos de emi- grar a los barrios cerrados y a los ´countries´ (Arizaga, 2000). Otros expresan hipótesis sobre las consecuencias que en Venezuela ha te- nido la crisis sobre la estructura espacial, entre ellas anotan las que resultan del problema del desmantelamiento de los aparatos de seguridad y del aumento de la delincuencia, como de la privatización de espacios públicos (calles, avenidas, parques, centros comerciales), lo que tiende a la des-democratización de la ciu- dad (García, 1997). En Maracaibo se puede observar esta tendencia, que comienza a concretar- se hace aproximadamente dos décadas y que se ha profundizado con signos ca- racterísticos en los últimos cinco años. La construcción de urbanizaciones cerra- en foco: 670 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
  • 8. das hacia el norte de la ciudad podría generar el aislamiento de un sector social, propiciando la segregación y la exclusión socio–espacial de los grupos carencia- dos (Romero Salazar y Molina, 2002). De todas maneras, tenemos la convicción de que no son los grupos medios y altos los culpables de una mayor segregación, ya que sus cierres son una res- puesta adaptativa ante la carencia de una política de seguridad por parte del Es- tado. Lo relevante es que esta modalidad de refugio hace que los vecinos se sien- tan seguros, pues el amurallamiento restringe las posibilidades de acción de los delincuentes. I. 3. El pago de vacuna En el marco de la generalizada percepción de inseguridad aparecen organi- zaciones que operan con la promesa de resguardar y garantizar la seguridad de bienes -vehículos e inmuebles- al margen de los mecanismos tradicionales de control social del Estado. Las agrupaciones actúan como asociaciones civiles sin fines de lucro, ins- cribiendo interesados en garantizar la propiedad y el dominio sobre sus vehícu- los. Fijan una cuota de inscripción y otras mensuales y sobre los autos imponen un sello adherible que advierte su “protección” . Tal calcomanía actúa como me- canismo disuasivo ante los eventuales delincuentes (Parra, 1999). Esas organizaciones, con formas de operación semi-legales, están registra- das como asociaciones civiles, pero no tienen los permisos reglamentarios para brindar servicio de seguridad privada. Además, están constituidas por un grupo de empresarios, en unión de ex-agentes de seguridad pública y de integrantes de bandas delictivas. Aunque no son empresas aseguradoras, garantizan la recuperación de vehículos y la inviolabilidad de los inmuebles, además, ejercen severas sancio- nes sobre los delincuentes que osan violentar los bienes por ellas protegidos. Tal modus operandi les genera una amplia confianza entre la población, una de- manda inusitada de servicios de protección y la autorización implícita de autori- dades políticas, civiles e instituciones militares y de inteligencia del Estado. Al inicio, los servicios eran ofrecidos sólo a productores e industriales, a los cuales se les pedía como único requisito identificarse como tales; sin embargo, control social: nuevas realidades, nuevos enfoques alexis romero, raima rujano, josé del nogal 671
  • 9. fueron extendidos a la población en general, por lo que se desvirtúan sus caracte- rísticas y naturaleza, convirtiéndose en un negocio lucrativo. La manera como actúan las organizaciones en el rescate de los vehículos “asegurados” cuando éstos son objeto de robo, es contactar a los ladrones de ca- rros y negociar con ellos la recuperación. Tal negociación no se limita al pago en efectivo del rescate exigido por los delincuentes, sino que también se puede acor- dar la entrega de otros bienes e incluso ofrecerles trabajo en la organizaciones como “recuperadores”, en virtud de su relación con otras bandas delictivas (Ro- mero Salazar y Parra, 2002). Asimismo, otra forma de proceder para la recuperación del bien es llegar a la presión que incluye la amenaza directa a los delincuentes o mafias para que no violenten los automóviles que posean calcomanías. En el caso de los vehículos que no son recuperados o que ya están desvalijados al momento de encontrarlos, la organización reconoce parte del valor de la unidad, según lo establecido en el contrato firmado con el cliente. I. 4. Las organizaciones comunitarias de seguridad En un principio el impulso a la participación de los vecinos en las tareas de seguridad, provino del sector estatal. Las organizaciones creadas presuponían la incorporación de los residentes, de los comerciantes, de las entidades, no gu- bernamentales, las escuelas, los hospitales, funcionarios de promoción social y policial. La estrategia utilizada es la combinación de la prevención situacional -que opera a través de la modificación del espacio urbano- y de la prevención social -que implica la neutralización de los factores criminógenos- mediante una red de dispositivos de intervención sobre sectores poblacionales en riesgo. Ambas es- trategias servirían para reducir la sensación de inseguridad que reina en las co- munidades. Estas experiencias han sido acogidas por los vecinos que reclaman que la seguridad pública es un derecho que el Estado debe garantizar. Pero tal iniciati- va de participación comunitaria se ve limitadas pues los jóvenes no se sienten convocados y son los principales ausentes. También, es verdad que las propias comunidades o sectores empobrecidos, de forma autónoma han impulsado respuestas para protegerse de la violencia y en foco: 672 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
  • 10. la criminalidad de la que son objeto. En Maracaibo, se tiene conocimiento de la organización de las “Rondas Vecinales” en el “Barrio Integración Comunal”. Igualmente hay información de que se han dado experiencias en otros sectores periféricos de la ciudad, pero que no han sido sistematizadas en términos de su descripción y análisis (Romero Salazar , et al, 2002). En general, se parte de la idea de que, en estos sectores carenciados, en los cuales es recurrente el alto riesgo o peligrosidad en la que se vive la cotidianidad, se pudiera estar produciendo lo que Weber llama una “ayuda de vecindad”. Se trata de la construcción de los propios dispositivos orgánicos, independientes y alternativos a los que el Estado ofrece para prevenir el delito, a través de estrate- gias situacionales, que por vía de los hechos han trascendido las instituciones y formas que tradicionalmente se conocen (programas sociales, educativos, tera- péuticos y represivos), y el modelo que hoy se impulsa desde las más altas esfe- ras estatales nacionales u otras instancia de poder. II. Los nuevos enfoques del control social Para su interpretación, estas novedosas modalidades pueden ser inserta- das en el amplio tema del control social, en el cual están contenidos, en primer lugar, todos los procesos y métodos a través de los cuales una sociedad asegura que sus miembros se ajusten a sus expectativas (al interés general), y en segun- do lugar, las respuestas hacia las conductas desviadas. Sin embargo, dadas las características que presentan las acciones de protección que hemos descrito, se hace necesaria la ubicación del tema de control social en un contexto más especí- fico que posibilite un abordaje teórico mas acorde. Asumimos el fenómeno de las respuestas de la población como mecanismos de auto defensa asociados fundamentalmente al miedo hacia la violencia delin- cuencial, y no hacia al delito en términos generales, ya que la visibilidad de la criminalidad está referida a cierta categoría de delitos graves como el homicidio, las lesiones, la violación, el robo a mano armada y el hurto con violencia (Santos, 1997) dejando por fuera los delitos de cuello blanco y a aquellos que afectan inte- reses difusos, en tanto no son percibidos comúnmente como constitutivos del fe- nómeno criminal, dada la selectividad de los procesos de criminalización (Ba- ratta, 1980). control social: nuevas realidades, nuevos enfoques alexis romero, raima rujano, josé del nogal 673
  • 11. Por ello, consideramos varios enfoques que aportan elementos para am- pliar las posibilidades de comprensión del fenómeno. II.1. La construcción social del miedo La realidad en la cual se presenta el delito es construida dentro de la expe- riencia cognoscitiva y práctica, a través de la interacción de los individuos o gru- pos dentro de una sociedad determinada (Baratta, 1986). El miedo al delito es producto de una construcción social basada, por una parte, en la forma como se definen tanto las situaciones como los sujetos que pue- den constituir una amenaza, y por otra, en la forma como son vividas las situa- ciones de peligro de acuerdo a la pertenencia a un estrato social, que determina la manera de enfrentar la cotidianidad. La construcción social del miedo implica dos niveles de análisis: el viven- cial, referido a las condiciones de vida que vinculan a una persona a ciertas si- tuaciones de riesgo y a la experiencia misma del asalto, y el discursivo, que con- tiene las imágenes y explicaciones a las que se tiene acceso y que configuran la aprehensión-comprensión del fenómeno, en este caso de la violencia delincuen- cial (Cisneros y Zubillaga, 1997). El nivel discursivo estaría determinado por la comunicabilidad de las expe- riencias mediante la conversación cotidiana y por la recepción de mensajes pro- venientes de los medios de comunicación masiva En el proceso se generan cier- tas ideas y actitudes en torno a la función policial, en cuanto a la evaluación de su capacidad para garantizar la seguridad de las personas y en cuanto a los es- pacios en los que la gente considera debe intervenir. De acuerdo con esto, los in- dividuos desarrollan una serie de acciones protectivas, asociadas principalmen- te al temor de ser víctimas del delito. Estas acciones son consideradas como anti- cipaciones de vulnerabilidad. en foco: 674 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
  • 12. II.2. El modelo de justicia privada Según este modelo, el ejercicio del control se ha desplazado del sector públi- co al sector privado como consecuencia de la globalización económica y cultural, la tecnificación del control (mecanismos avanzados de vigilancia) y el desmonta- je del Estado benefactor (Adamson, 1998; Baratta, 1998; Gabaldón, 1999). Rosa Del Olmo incluye tales mecanismos dentro de lo que denomina Mode- lo de Justicia Privada. En muchos aspectos el planteamiento se fundamenta en el trabajo sobre sistemas de seguridad privada realizado por los canadienses Clifford Shearing y Philip Stenning en la década de los ’80 (Morais, 1999), que sostiene que la tendencia privatizadora del control (dirigida hacia la protección de bienes y personas al margen de los limites establecidos por el derecho penal) está en función exclusiva de intereses particulares. El modelo es aplicable principalmente a los servicios de seguridad privada corporativos, que poseen ostensibles diferencias con el esquema de los mecanis- mos de autodefensa especialmente desde el punto de vista de la disposición de tecnología. Sin embargo, podría constituir una herramienta útil, en cuanto sus explicaciones se derivan de una caracterización del fenómeno de la privatización de la seguridad, que posibilita la contextualización del fenómeno dentro de las nuevas interpretaciones del control social. En este sentido, el Modelo de Justicia Privada parte de las siguientes preci- siones: a) el control ejercido responde a intereses privados; b) el esquema de ope- ración (vigilancia y sanciones) no está circunscrito a los mandatos legales ni a las garantías ciudadanas; prevaleciendo criterios eficientistas sobre la base de los conceptos de riesgo y pérdida, que en ocasiones pueden inducir a la conculca- ción de derechos ciudadanos; y c) su legitimidad está justificada en normas le- galmente establecidas, como la defensa de la propiedad, por lo que es tolerado por el propio Estado. II.3. El enfoque situacional del delito El Enfoque Situacional plantea el control social del delito a través de un pa- radigma preventivo que enfatiza el análisis del mismo acto criminal; tomando el delito como una entidad de análisis autónomo (Clarke y Felson, 1993). Las llamadas teorías del crimen asumen la necesidad del control social y se preocupan por encontrar formas de control que sean eficaces y a su vez acepta- control social: nuevas realidades, nuevos enfoques alexis romero, raima rujano, josé del nogal 675
  • 13. bles éticamente. Las teorías del crimen parten del supuesto de que existen per- sonas motivadas a cometer delitos; interesa saber entonces, mediante un estu- dio situacional, dónde, cuándo y en qué circunstancias estos se cumplen para po- der reducir sus oportunidades. En forma general, el Enfoque Situacional está basado en el análisis de las precauciones rutinarias frente al delito, tales como el uso de alarmas, cerradu- ras, construcción de murallas o cierre de espacios, evitación de lugares y perso- nas peligrosas, etc., y parte de la idea que la prevención del delito no debe ser ex- clusiva de las agencias de control formal; sino por el contrario, una responsabili- dad compartida por toda la sociedad (Medina Ariza, 1997). Además, entiende el acto criminal como una convergencia de oportunida- des, distribuidas social, espacial y temporalmente. La distribución no es aleato- ria, pues ocurre en particulares lugares y momentos, teniendo como víctimas u objetivos determinadas categorías de personas y cosas, lo que guarda una estre- cha relación con las teorías de los estilos de vida, que sugieren que la distribu- ción del delito puede estar determinada por el nivel de exposición de los indivi- duos a lugares, situaciones o personas peligrosas de acuerdo a un estilo de vida específico. Igualmente plantea que la pertenencia a un estrato socioeconómico deter- mina una vulnerabilidad diferenciada hacia el acto criminal: las personas con menos recursos económicos ven reducidas sus oportunidades para evitar las si- tuaciones peligrosas y tener acceso a medios de seguridad adecuados. Así, el con- trol social es entendido básicamente como prevención del delito. Dentro de la diferenciación criminológica tradicional del control -formal e informal-, el enfoque situacional del delito se considera a sí mismo como una ter- cera forma, ya que se define como un conjunto de medidas cotidianas que adop- tan los ciudadanos o las organizaciones sociales para prevenir su propia victimi- zación (Medina Ariza, 1997). La prevención situacional se presenta como una alternativa que no preten- de modificar la conducta ni los valores de los individuos hacia actitudes de con- formidad, se limita a controlar las circunstancias que de alguna manera dan lu- gar a la ocurrencia de un hecho delictivo, con el propósito de hacer menos accesi- ble y dificultar, sino imposibilitar, su comisión, mediante la implementación de medidas protectivas con el objeto de prevenir la propia victimización. en foco: 676 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
  • 14. Estas técnicas están referidas al control de las oportunidades delictivas que convergen en tiempo y espacio en función de tres elementos: la presencia de un delincuente motivado, un objetivo alcanzable y la ausencia de un guardián capaz de prevenir, entendiendo por guardián a cualquier persona capaz de inter- venir y disuadir al delincuente. II.4. Victimología y victimización La victimología, como disciplina, centra sus objetivos en el estudio científi- co de las víctimas del delito; analiza a las personas que padecen por la violencia delincuencial y cuyo sufrimiento puede ser físico, psicológico y social. Mendelsohn -quien es considerado el iniciador de los estudios científicos sobre la víctima- estableció que el objeto principal de la victimología es la dismi- nución de víctimas en todos los sectores de la sociedad. Sus métodos deben cen- trarse en la reducción de los factores situacionales del delito y prevenir la reinci- dencia (Marchiori, 1984). Toda victimización produce una disminución del sentimiento de seguri- dad individual y colectivo, porque el delito afecta profundamente a la víctima, a su familia y a su comunidad social y cultural. En tal sentido, se ha observado en las víctimas del delito los siguientes rasgos y condiciones: Daño en su perso- na o en sus pertenencias; sufrimiento a causa de la acción delictiva; sensación de humillación social; temor por su vida y la de su familia y sentimiento de vul- nerabilidad que provoca estados de angustia, desconfianza, inseguridad indi- vidual y social. Toda esta sensación de inseguridad se incrementa en tanto que la víctima no recibe respuesta a su situación individual, familiar y social por parte de las instituciones encargadas de su protección. Ello, asociado a la impunidad del de- lincuente, crea stress y conmoción en la víctima y su familia (Marchiori, 1984). Tal stress delictivo puede conducir a conductas post-delictivas desencade- nantes de nuevos comportamientos: permanente temor a salir de su hogar, im- posibilidad de desempeñar sus labores, enfermedad física (en algunos casos so- matización), trastornos psíquicos , desintegración familiar, alcoholismo, con- ductas autodestructivas, encierro, intento de suicidio, suicidio. Estas consecuencias aparecen seguidas al hecho delictivo, lo que pudiera contribuir a la explicación del surgimiento de otras formas de defensa planifi- control social: nuevas realidades, nuevos enfoques alexis romero, raima rujano, josé del nogal 677
  • 15. cadas a nivel comunal para evitar ser víctima de delitos o bien espontáneas y más violentas, como el caso del linchamiento donde las víctimas se convierten en victimarios, siendo capaces de castigar por su propia mano y llegar a matar al delincuente. Conclusiones La instrumentación de las nuevas modalidades de control social se origina por el temor de la población de verse afectada por conductas disruptivas, en su integridad personal y sus bienes. En tal sentido constituyen alternativas de ini- ciativa privada, que de alguna manera son inducidas por la percepción de una si- tuación de violencia generalizada, en la cual la acción de la delincuencia tiene re- percusiones inmediatas en su calidad de vida. Cada uno de los mecanismos puestos en ejecución responde a unos deter- minados estilo de vida y posición socioeconómica, de acuerdo a los cuales los indi- viduos se exponen a situaciones de riesgo en forma diferenciada, que buscan an- ticipar mediante estrategias de prevención también distinta. Se trata en todo caso de estrategias que funcionan con poca tecnología y casi al margen de una re- gulación legal. Constituyen, por lo tanto, modalidades que no corresponde con las formas clásicas del control, puesto que su propósito es más prevenir situaciones de riesgo que favorecer la cohesión social. Lo que las caracteriza es su instrumen- talidad. Esta nueva realidad requiere para su estudio de una ampliación de las perspectivas del control social. Las contribuciones del enfoque de la Construc- ción Social del Miedo, el Modelo de Justicia Privada, el Enfoque Situacional del Delito y la Victimología son fundamentales. Sobre todo por el reconocimiento de las precauciones rutinarias como una forma de control social distinta a las cate- gorías de control formal e informal. Pero, también por la consideración de las re- laciones entre los estilos de vida -y la pertenencia a un estrato socioeconómico determinado- con la distribución social y espacial del crimen. Estas teorías apor- tan un piso conceptual importante para el análisis del problema en foco: 678 / espacio abierto vol. 11, no. 4 nuevas formas de control social
  • 16. Referencias Bibliográficas ADAMSON, G. (1998) Posmodernidad y la Lógica Cultural del Capitalis- mo Tardío. Trabajo Presentado en el XI Congreso del Hombre Argentino y su Cultura “Debate sobre los Modelos Culturales a Fines de Siglo”. Buenos Aires. ANIYAR, L. (1986) “Publicidad del Delito e Inseguridad Ciudadana”.Capítulo Criminológico. No. 14. Maracaibo. ARIZAGA, M. C. (2000) “Murallas y Barrios Cerrados. La Morfología Espacial del Ajuste en Buenos Aires”. Nueva Sociedad. No. 106. Caracas. BARATTA, A. (1980) Criminología y Dogmática Penal. Pasado y Futuro del Mo- delo Integral de la Ciencia Penal. Papers, Revista de Sociología. No. 13. Barcelona. BARATTA, A. (1986)Viejas y Nuevas Estrategias de Legitimación del Sis- tema Penal. Universidad del Zulia. Maracaibo. BARATTA, A. (1997)Democracia, Dogmática y Criminología. Cuestiones Epistemológicas y Políticas de las Ciencias Penales Contemporá- neas. Instituto de Criminología. Universidad del Zulia. Maracaibo. BARATTA, A. (1998) La Política Criminal y el Derecho Penal de la Consti- tución: Nuevas Reflexiones Sobre el Modelo Integrado de las Ciencias Pe- nales Contemporáneas. Instituto de Criminología. Universidad del Zulia. Maracaibo. BRICEÑO-LEON, R. (1997) “Buscando Explicaciones a la Violencia”. Espacio Abierto. Vol. 6, No. 1. Maracaibo. CISNEROS, A. y ZUBILLAGA, B. (1997) “La Violencia desde la Perspectiva de la Víctima: La Construcción Social del Miedo”. Espacio Abierto. Vol. 6, No.1. Maracaibo. CLARKE, R. V. y FELSON, M. (1993) Routine Activity and Rational Choice.Ad- vances in Criminological Theory. Vol. 5. New York. DEL OLMO, R. (2000) “Ciudades Duras y Violencia Urbana”. Nueva Socie- dad. No. 167. Caracas. GABALDON, L. G. (1999) El Espacio del Control Social Formal en el Mundo Globalizado. En Homenaje a Fernando Pérez Llantada. Consejo de Publicaciones ULA., Mérida. GARCIA, M. P. (1997)Ajuste Económico,Desdemocratización y Procesos de Privatización de los Espacios Públicos en Venezuela. Ponencia en el VI Congreso Venezolano de Sociología y Antropología. Caracas. control social: nuevas realidades, nuevos enfoques alexis romero, raima rujano, josé del nogal 679
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