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Lección 8: Para el 23 de noviembre de 2013

CRISTO, NUESTRO
SACERDOTE

Sábado 16 de noviembre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 110:1-5; Génesis
14:18-20; Hebreos 7:1-3; Romanos 8:31-34; 1 Timoteo 2:4-6; Hebreos 8:6;
2:17, 18; 3:6; 10:1-14.
PARA MEMORIZAR:
“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal
sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los
cielos, ministro del Santuario, y de aquel verdadero Tabernáculo que levantó el
Señor, y no el hombre” (Heb. 8:1, 2).

DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN y ascensión al Santuario celestial, Cristo ingresó en una nueva fase del plan de redención (Heb. 2:17). Habiendo cumplido
los requerimientos indispensables de su sacrificio, empezó a servir como sacerdote y comenzó su ministerio sacerdotal a fin de mediar ahora su sacrificio perfecto en favor de los que están cubiertos por su sangre. Su ministerio sacerdotal
consta de dos fases, ambas prefiguradas en el Santuario terrenal: el ministerio
diario y el Día anual de Expiación.
Esta semana estudiaremos la obra de Jesús durante su ministerio diario, y
veremos algunas de las ramificaciones prácticas que su obra tiene para noso­
tros. En realidad, podemos obtener gran consuelo de saber que Jesús ahora está
ante la presencia de Dios, ministrando los méritos de su sacrificio en nuestro
favor. El mensaje del Santuario ofrece esperanza y ánimo aun al más débil de
sus seguidores.
54
Domingo 17 de noviembre // Lección 8

NUESTRO SUMO SACERDOTE
El libro del Nuevo Testamento que habla más acerca de Cristo como Sacer­
dote es Hebreos. La columna vertebral de Hebreos, proveniente del Antiguo
Testamento, consiste en dos versículos del Salmo 110. El versículo 1 es citado
para confirmar que Cristo es exaltado sobre todo porque se sentó a la diestra
de Dios. Este es un tema recurrente en Hebreos, que enfatiza la divinidad y la
calidad de Mesías de Jesús (Heb. 1:3; 4:14; 7:26; 8:1; 12:2). Salmo 110:4 se usa
para demostrar que el sacerdocio de Cristo fue prefigurado por Melquisedec
(Heb. 5:6).
¿De qué maneras cumple Cristo el divinamente prometido sacerdocio
según el orden de Melquisedec? Comparar Génesis 14:18 al 20 con Salmo
110:4 y Hebreos 7:1 al 3.

La Biblia no da mucha información sobre Melquisedec, pero revela notables
semejanzas con Jesús. Melquisedec es el rey de la ciudad de Salem (Salem sig­
nifica “paz”; es decir, él es el “rey de paz”). Su nombre significa “rey de justicia”, lo
que habla de su carácter. Él está separado de la historia, ya que no se dan sus an­
tecedentes familiares; ni se mencionan su nacimiento y su muerte; parece como
si no tuviera principio ni fin; y es “sacerdote del Dios Altísimo”. El sacerdocio de
Melquisedec es superior al levítico porque, por medio de Abraham, Leví dio los
diezmos a Melquisedec (Heb. 7:4-10). Melquisedec es un tipo de Cristo.
Pero, Cristo es aún más. Aarón fue el primer sumo sacerdote en Israel. He­
breos 5:1 al 4 describe un cargo sumosacerdotal aarónico idealizado: designa­
ción divina, representante de los hombres, mediación ante Dios, compasivo, y
ofreciendo sacrificios por el pueblo y por sí mismo.
Hebreos describe a Cristo como el nuevo Sumo Sacerdote. Él es de un orden
mejor aún que el de Aarón; no solo cumple los requerimientos del sacerdocio
aarónico, sino también los destaca. Jesús no tuvo pecado, fue obediente y no
necesitó traer ofrendas por sí mismo, pues él mismo fue la ofrenda más perfecta
posible.
Jesús cumplió tanto el sumosacerdocio aarónico como el de Melquisedec
de un modo mejor que lo que pudieron hacer cualquiera de estos sacerdotes.
Ambos tipos se encontraron en el antitipo, en Cristo.

55
Lección 8 // Lunes 18 de noviembre

ABOGADO E INTERCESOR
Lee Romanos 8:31 al 34. ¿Qué gran esperanza y promesa se nos ofrece
aquí?

El trasfondo de los versículos 31 al 34 es una escena de un tribunal en el que
debemos visualizarnos como acusados. Se hacen preguntas: ¿Quién está contra
nosotros? ¿Quién nos acusará? ¿Quién nos condena? Una situación tal podría
fácilmente producirnos escalofríos. Después de todo, ¿no nos damos cuenta
claramente de nuestra imperfección y pecaminosidad humanas?
Sin embargo, no necesitamos temer. La promesa de que nada ni nadie puede
separarnos del amor de Dios se centra en varios puntos importantes: Dios está a
nuestro favor (vers. 31), Dios entregó a su Hijo por nosotros (vers. 32), Dios nos
da libremente todas las cosas (vers. 32) y Dios nos justifica (vers. 33). Jesucristo
está de nuestro lado. Jesús es la respuesta a cualquier temor de condenación,
porque él murió, resucitó, y está ahora intercediendo continuamente por noso­
tros en el Santuario celestial a la diestra de Dios (vers. 34).
Si alguien va a morir voluntariamente por nosotros, deberíamos sentir con­
fianza en su amor. La certeza revelada en Romanos 8:31 al 39 está diciéndonos
realmente la clase de Dios en el que creemos. Si entendemos que nuestro Dios
nos ama tanto que nada puede torcer sus propósitos para nosotros (vers. 35-39),
el tribunal divino llega a ser un lugar de gozo y regocijo.
Esta verdad llega a ser aún más clara en 1 Juan 2:1 y 2. El griego parákletos
designa a un asistente legal, o abogado; alguien que aparece a favor de otro
como “intercesor”. Jesús es nuestro Abogado, y él nos defiende, porque de otro
modo no tendríamos esperanza.
Nuestro Abogado es “justo”, lo que nos da la seguridad de que el Padre es­
cuchará la intercesión de Cristo, pues Cristo no podría hacer nada que su justo
Padre rechazara. Cristo intercede por aquellos que pecaron, y se presenta a sí
mismo –el que no pecó– como el Justo que está en el lugar de ellos.
¿Cómo puedes experimentar mejor la maravillosa verdad de que nada te separará
del amor de Dios? ¿Cómo puedes usar esta certeza como motivación para vivir
como Dios quiere que vivas, a diferencia, tal vez, de cómo estás viviendo ahora?

56
Martes 19 de noviembre // Lección 8

MEDIADOR
“El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre
Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Tim.
2:4-6). ¿De qué modo estos versículos nos ayudan a comprender qué está
haciendo Cristo por nosotros en el cielo?

A Cristo se lo llama el Mediador único entre Dios y los hombres. No hay
otro, porque no se necesita ningún otro. Por medio del puesto de Cristo como
Mediador, la salvación y el conocimiento de la verdad están universalmente
disponibles (1 Tim. 2:4). La pregunta vital es si aprovecharemos la oferta de
Cristo a cada uno de nosotros, o no, sin tomar en cuenta nuestra situación, raza,
carácter u obras pasadas.
“Mediador” es un término del antiguo mundo comercial y legal. Describe a
alguien que negocia o actúa como un árbitro entre dos partes con el propósito
de eliminar un desacuerdo o alcanzar una meta común a fin de iniciar un con­
trato o pacto.
En Hebreos, Cristo como Mediador está conectado con el Nuevo Pacto
(Heb. 8:6; 9:15; 12:24). Él logró una reconciliación. Aunque el pecado había des­
truido la estrecha comunión entre la humanidad y Dios, y hubiera conducido
a la destrucción de la raza, Cristo vino y restauró la conexión. Esto es recon­
ciliación. Solo él es el vínculo entre Dios y la humanidad, y por este eslabón
podemos gozar una relación de pacto con Dios.
La referencia de Pablo como “Jesucristo hombre” expresa su cualidad sin­
gular de ser tanto humano como divino (1 Tim. 2:5). La salvación y la mediación
están ancladas precisamente en la humanidad de Jesús, y en su ofrenda propia
y voluntaria. Al ser tanto Dios como hombre, Jesús es capaz de vincular el cielo
y la Tierra con lazos que nunca se quebrarán.
“Jesucristo vino para que él pudiera vincular al hombre finito con el Dios
infinito, y conectar la Tierra, que se había divorciado del cielo por el pecado y
la transgresión” (E. G. de White, Sermons and Talks, 1:253).
Piensa: Hay un ser humano en el cielo ahora mismo, que media en tu favor. ¿Qué
debería decirte esto acerca de tu importancia a los ojos de Dios? ¿Cómo debería
esta verdad impactar la forma en que vives y tratas a otros?

57
Lección 8 // Miércoles 20 de noviembre

EL GRAN SUMO SACERDOTE
¿Qué revelan los siguientes textos acerca del ministerio de Cristo
como Sumo Sacerdote? Heb. 2:17, 18; 3:6; 4:14, 15; 7:24-28; 8:1-3.

Jesús es el “gran sumo sacerdote” (Heb. 4:14). Él es superior a todos los
sumos sacerdotes y gobernantes de la Tierra. La Biblia asigna varias cualidades
a Jesús como el gran Sumo Sacerdote:
Misericordioso y fiel. Las dos características de misericordia y fidelidad
(Heb. 2:17) son apropiadas para el rol de Cristo como mediador, porque él
otorga sus dones a nosotros (“misericordioso”), y es leal con su Padre y con
nosotros (“fiel”).
Con nosotros. Jesús puede simpatizar con nosotros (Heb. 2:18; 5:2, 7). Puesto
que él vivió como un humano, podemos confiar en que es un Ayudador com­
pasivo y perfecto. No obstante, él no está en la misma situación que nosotros,
porque él es “sin pecado” (Heb. 4:15).
Sobre nosotros. Jesús, como Sumo Sacerdote, no está en la comunidad
de los creyentes, como estaba Moisés; él está sobre nosotros, como un hijo
preside sobre la casa de su padre (Heb. 3:6). Cristo goza de plena autoridad
entre los santos.
Según nuestra semejanza. El origen divino de Jesús no le dio ningún de­
recho exclusivo. Fue tentado como nosotros (Heb. 4:15). Las tentaciones en el
desierto de Judea muestran que él fue tentado en las dimensiones física, mental
y espiritual (Mat. 4:1-11).
Por nosotros. Cristo aparece en el Santuario celestial en la presencia de
Dios “por nosotros” (Heb. 9:24), e intercede por nosotros (Heb. 7:25). Gracias
a Dios que tenemos un Representante divino que se presenta en el Juicio en
nuestro lugar.
Jesús está en el cielo “por nosotros”. ¿Qué significa esto? ¿Cómo puedes obtener
seguridad y certeza de esta maravillosa verdad?

58
Jueves 21 de noviembre // Lección 8

EL SACRIFICIO ÚNICO
Como hemos visto, un propósito vital del servicio del Santuario terrenal era
revelar –en símbolos, tipos y miniprofecías– la muerte y el ministerio sumosacer­
dotal de Jesús. El pecado es algo demasiado terrible para resolverse meramente
por la muerte de animales (por tristes y lamentables que sean esas muertes). En
cambio, toda esa sangre derramada era para señalar la única solución para el
pecado, que era la muerte de Jesús mismo. Que haya sido necesaria su muerte,
la muerte del que era igual a Dios (Fil. 2:6), a fin de expiar el pecado, muestra
realmente cuán malo es el pecado.

Lee Hebreos 10:1 al 14. ¿Cómo contrasta este pasaje la función y la
obra del servicio del Santuario terrenal con la muerte y el ministerio
sumo sacerdotal de Jesús?

Muchas verdades vitales surgen de estos textos, y una de las más impor­
tantes es que la muerte de esos animales no era suficiente para tratar con el
problema del pecado. “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no
puede quitar los pecados” (Heb. 10:4). Meramente señalan a la solución; no son
la solución misma. La solución era Jesús, su muerte, y luego su ministerio en el
Santuario celestial en nuestro favor.
Nota otro punto vital en estos textos: la única muerte de Cristo era total­
mente suficiente. Aunque los sacrificios de animales tenía que repetirse una
y otra vez, día tras día, año tras año, el único sacrificio de Jesús fue suficiente
(después de todo, ¡considera quién fue sacrificado!) para cubrir los pecados
de toda la humanidad. Dios reveló con gran fuerza esta verdad vital cuando el
velo interior del Santuario terrenal se abrió en forma sobrenatural después de la
muerte de Jesús (Mat. 27:51).
Mira el mundo a tu alrededor; mira el daño que ha causado el pecado: el dolor,
la pérdida, el temor, la desesperanza. ¿Cómo podemos aprender día tras día,
momento tras momento, a aferrarnos a Jesús como la única solución al problema del pecado en nuestra vida?

59
Lección 8 // Viernes 22 de noviembre

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “La Expiación, Segunda parte: La aplica­
ción sumosacerdotal de la Expiación”, en el Apéndice C del Comentario bíblico
adventista, 7A:474-486.
“Apártense de la voz de Satanás y de hacer su voluntad, y pónganse del
lado de Jesús, apropiándose de sus atributos, el poseedor de aguda y tierna
sensibilidad, que puede hacer propia la causa de los afligidos y sufrientes. El
hombre que ha sido perdonado mucho amará mucho. Jesús es un intercesor
compasivo, y misericordioso y fiel Sumo Sacerdote. Él, la Majestad del cielo –el
Rey de gloria–, puede mirar al hombre finito, sujeto a las tentaciones de Satanás,
sabiendo que él ha sentido el poder de los ataques de Satanás” (CE 160).
“La conciencia puede ser liberada de condenación. Mediante la fe en su
sangre, todos pueden encontrar la perfección en Cristo Jesús. Gracias a Dios
porque no estamos tratando con imposibilidades. Podemos pedir la santifi­
cación. Podemos disfrutar del favor de Dios. No debemos inquietarnos por lo
que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesarnos lo que Dios
piensa de Cristo, nuestro Sustituto” (MS 2:37).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Lee Hebreos 2:17. ¿Por qué era necesario que Jesús llegara a ser humano y
sufriera antes de poder ser nuestro Sumo Sacerdote?
2. Medita en la segunda cita de Elena de White copiada arriba. Considera
en forma especial la línea: “No debemos inquietarnos por lo que Cristo y Dios
piensan de nosotros, sino que debe interesarnos lo que Dios piensa de Cristo,
nuestro Sustituto”. ¿Cómo nos ayuda a comprender qué viene antes, cuando
habla de ser “hechos perfectos en Cristo Jesús”?
3. Nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo, es la Garantía de nuestra salvación,
y él administra los efectos y los beneficios de su sacrificio y de su sangre. Con
él de nuestro lado, no tenemos nada que temer. ¿Cómo podemos tomar estas
maravillosas verdades, tan poderosamente expresadas en el libro de Hebreos,
y aplicarlas a nosotros mismos, especialmente en momentos de gran tentación?
4. El libro de Hebreos es muy claro en cuanto a que el sacrificio de Jesús,
hecho una vez para siempre, fue todo lo que se necesitaba para tratar con el
pecado. ¿Qué debe decirnos eso acerca de cualquier rito religioso que pretenda
repetir esta práctica como una necesidad para el perdón de los pecados?

60

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Cristo nuestro sacerdote

  • 1. Lección 8: Para el 23 de noviembre de 2013 CRISTO, NUESTRO SACERDOTE Sábado 16 de noviembre LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 110:1-5; Génesis 14:18-20; Hebreos 7:1-3; Romanos 8:31-34; 1 Timoteo 2:4-6; Hebreos 8:6; 2:17, 18; 3:6; 10:1-14. PARA MEMORIZAR: “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del Santuario, y de aquel verdadero Tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Heb. 8:1, 2). DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN y ascensión al Santuario celestial, Cristo ingresó en una nueva fase del plan de redención (Heb. 2:17). Habiendo cumplido los requerimientos indispensables de su sacrificio, empezó a servir como sacerdote y comenzó su ministerio sacerdotal a fin de mediar ahora su sacrificio perfecto en favor de los que están cubiertos por su sangre. Su ministerio sacerdotal consta de dos fases, ambas prefiguradas en el Santuario terrenal: el ministerio diario y el Día anual de Expiación. Esta semana estudiaremos la obra de Jesús durante su ministerio diario, y veremos algunas de las ramificaciones prácticas que su obra tiene para noso­ tros. En realidad, podemos obtener gran consuelo de saber que Jesús ahora está ante la presencia de Dios, ministrando los méritos de su sacrificio en nuestro favor. El mensaje del Santuario ofrece esperanza y ánimo aun al más débil de sus seguidores. 54
  • 2. Domingo 17 de noviembre // Lección 8 NUESTRO SUMO SACERDOTE El libro del Nuevo Testamento que habla más acerca de Cristo como Sacer­ dote es Hebreos. La columna vertebral de Hebreos, proveniente del Antiguo Testamento, consiste en dos versículos del Salmo 110. El versículo 1 es citado para confirmar que Cristo es exaltado sobre todo porque se sentó a la diestra de Dios. Este es un tema recurrente en Hebreos, que enfatiza la divinidad y la calidad de Mesías de Jesús (Heb. 1:3; 4:14; 7:26; 8:1; 12:2). Salmo 110:4 se usa para demostrar que el sacerdocio de Cristo fue prefigurado por Melquisedec (Heb. 5:6). ¿De qué maneras cumple Cristo el divinamente prometido sacerdocio según el orden de Melquisedec? Comparar Génesis 14:18 al 20 con Salmo 110:4 y Hebreos 7:1 al 3. La Biblia no da mucha información sobre Melquisedec, pero revela notables semejanzas con Jesús. Melquisedec es el rey de la ciudad de Salem (Salem sig­ nifica “paz”; es decir, él es el “rey de paz”). Su nombre significa “rey de justicia”, lo que habla de su carácter. Él está separado de la historia, ya que no se dan sus an­ tecedentes familiares; ni se mencionan su nacimiento y su muerte; parece como si no tuviera principio ni fin; y es “sacerdote del Dios Altísimo”. El sacerdocio de Melquisedec es superior al levítico porque, por medio de Abraham, Leví dio los diezmos a Melquisedec (Heb. 7:4-10). Melquisedec es un tipo de Cristo. Pero, Cristo es aún más. Aarón fue el primer sumo sacerdote en Israel. He­ breos 5:1 al 4 describe un cargo sumosacerdotal aarónico idealizado: designa­ ción divina, representante de los hombres, mediación ante Dios, compasivo, y ofreciendo sacrificios por el pueblo y por sí mismo. Hebreos describe a Cristo como el nuevo Sumo Sacerdote. Él es de un orden mejor aún que el de Aarón; no solo cumple los requerimientos del sacerdocio aarónico, sino también los destaca. Jesús no tuvo pecado, fue obediente y no necesitó traer ofrendas por sí mismo, pues él mismo fue la ofrenda más perfecta posible. Jesús cumplió tanto el sumosacerdocio aarónico como el de Melquisedec de un modo mejor que lo que pudieron hacer cualquiera de estos sacerdotes. Ambos tipos se encontraron en el antitipo, en Cristo. 55
  • 3. Lección 8 // Lunes 18 de noviembre ABOGADO E INTERCESOR Lee Romanos 8:31 al 34. ¿Qué gran esperanza y promesa se nos ofrece aquí? El trasfondo de los versículos 31 al 34 es una escena de un tribunal en el que debemos visualizarnos como acusados. Se hacen preguntas: ¿Quién está contra nosotros? ¿Quién nos acusará? ¿Quién nos condena? Una situación tal podría fácilmente producirnos escalofríos. Después de todo, ¿no nos damos cuenta claramente de nuestra imperfección y pecaminosidad humanas? Sin embargo, no necesitamos temer. La promesa de que nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios se centra en varios puntos importantes: Dios está a nuestro favor (vers. 31), Dios entregó a su Hijo por nosotros (vers. 32), Dios nos da libremente todas las cosas (vers. 32) y Dios nos justifica (vers. 33). Jesucristo está de nuestro lado. Jesús es la respuesta a cualquier temor de condenación, porque él murió, resucitó, y está ahora intercediendo continuamente por noso­ tros en el Santuario celestial a la diestra de Dios (vers. 34). Si alguien va a morir voluntariamente por nosotros, deberíamos sentir con­ fianza en su amor. La certeza revelada en Romanos 8:31 al 39 está diciéndonos realmente la clase de Dios en el que creemos. Si entendemos que nuestro Dios nos ama tanto que nada puede torcer sus propósitos para nosotros (vers. 35-39), el tribunal divino llega a ser un lugar de gozo y regocijo. Esta verdad llega a ser aún más clara en 1 Juan 2:1 y 2. El griego parákletos designa a un asistente legal, o abogado; alguien que aparece a favor de otro como “intercesor”. Jesús es nuestro Abogado, y él nos defiende, porque de otro modo no tendríamos esperanza. Nuestro Abogado es “justo”, lo que nos da la seguridad de que el Padre es­ cuchará la intercesión de Cristo, pues Cristo no podría hacer nada que su justo Padre rechazara. Cristo intercede por aquellos que pecaron, y se presenta a sí mismo –el que no pecó– como el Justo que está en el lugar de ellos. ¿Cómo puedes experimentar mejor la maravillosa verdad de que nada te separará del amor de Dios? ¿Cómo puedes usar esta certeza como motivación para vivir como Dios quiere que vivas, a diferencia, tal vez, de cómo estás viviendo ahora? 56
  • 4. Martes 19 de noviembre // Lección 8 MEDIADOR “El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Tim. 2:4-6). ¿De qué modo estos versículos nos ayudan a comprender qué está haciendo Cristo por nosotros en el cielo? A Cristo se lo llama el Mediador único entre Dios y los hombres. No hay otro, porque no se necesita ningún otro. Por medio del puesto de Cristo como Mediador, la salvación y el conocimiento de la verdad están universalmente disponibles (1 Tim. 2:4). La pregunta vital es si aprovecharemos la oferta de Cristo a cada uno de nosotros, o no, sin tomar en cuenta nuestra situación, raza, carácter u obras pasadas. “Mediador” es un término del antiguo mundo comercial y legal. Describe a alguien que negocia o actúa como un árbitro entre dos partes con el propósito de eliminar un desacuerdo o alcanzar una meta común a fin de iniciar un con­ trato o pacto. En Hebreos, Cristo como Mediador está conectado con el Nuevo Pacto (Heb. 8:6; 9:15; 12:24). Él logró una reconciliación. Aunque el pecado había des­ truido la estrecha comunión entre la humanidad y Dios, y hubiera conducido a la destrucción de la raza, Cristo vino y restauró la conexión. Esto es recon­ ciliación. Solo él es el vínculo entre Dios y la humanidad, y por este eslabón podemos gozar una relación de pacto con Dios. La referencia de Pablo como “Jesucristo hombre” expresa su cualidad sin­ gular de ser tanto humano como divino (1 Tim. 2:5). La salvación y la mediación están ancladas precisamente en la humanidad de Jesús, y en su ofrenda propia y voluntaria. Al ser tanto Dios como hombre, Jesús es capaz de vincular el cielo y la Tierra con lazos que nunca se quebrarán. “Jesucristo vino para que él pudiera vincular al hombre finito con el Dios infinito, y conectar la Tierra, que se había divorciado del cielo por el pecado y la transgresión” (E. G. de White, Sermons and Talks, 1:253). Piensa: Hay un ser humano en el cielo ahora mismo, que media en tu favor. ¿Qué debería decirte esto acerca de tu importancia a los ojos de Dios? ¿Cómo debería esta verdad impactar la forma en que vives y tratas a otros? 57
  • 5. Lección 8 // Miércoles 20 de noviembre EL GRAN SUMO SACERDOTE ¿Qué revelan los siguientes textos acerca del ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote? Heb. 2:17, 18; 3:6; 4:14, 15; 7:24-28; 8:1-3. Jesús es el “gran sumo sacerdote” (Heb. 4:14). Él es superior a todos los sumos sacerdotes y gobernantes de la Tierra. La Biblia asigna varias cualidades a Jesús como el gran Sumo Sacerdote: Misericordioso y fiel. Las dos características de misericordia y fidelidad (Heb. 2:17) son apropiadas para el rol de Cristo como mediador, porque él otorga sus dones a nosotros (“misericordioso”), y es leal con su Padre y con nosotros (“fiel”). Con nosotros. Jesús puede simpatizar con nosotros (Heb. 2:18; 5:2, 7). Puesto que él vivió como un humano, podemos confiar en que es un Ayudador com­ pasivo y perfecto. No obstante, él no está en la misma situación que nosotros, porque él es “sin pecado” (Heb. 4:15). Sobre nosotros. Jesús, como Sumo Sacerdote, no está en la comunidad de los creyentes, como estaba Moisés; él está sobre nosotros, como un hijo preside sobre la casa de su padre (Heb. 3:6). Cristo goza de plena autoridad entre los santos. Según nuestra semejanza. El origen divino de Jesús no le dio ningún de­ recho exclusivo. Fue tentado como nosotros (Heb. 4:15). Las tentaciones en el desierto de Judea muestran que él fue tentado en las dimensiones física, mental y espiritual (Mat. 4:1-11). Por nosotros. Cristo aparece en el Santuario celestial en la presencia de Dios “por nosotros” (Heb. 9:24), e intercede por nosotros (Heb. 7:25). Gracias a Dios que tenemos un Representante divino que se presenta en el Juicio en nuestro lugar. Jesús está en el cielo “por nosotros”. ¿Qué significa esto? ¿Cómo puedes obtener seguridad y certeza de esta maravillosa verdad? 58
  • 6. Jueves 21 de noviembre // Lección 8 EL SACRIFICIO ÚNICO Como hemos visto, un propósito vital del servicio del Santuario terrenal era revelar –en símbolos, tipos y miniprofecías– la muerte y el ministerio sumosacer­ dotal de Jesús. El pecado es algo demasiado terrible para resolverse meramente por la muerte de animales (por tristes y lamentables que sean esas muertes). En cambio, toda esa sangre derramada era para señalar la única solución para el pecado, que era la muerte de Jesús mismo. Que haya sido necesaria su muerte, la muerte del que era igual a Dios (Fil. 2:6), a fin de expiar el pecado, muestra realmente cuán malo es el pecado. Lee Hebreos 10:1 al 14. ¿Cómo contrasta este pasaje la función y la obra del servicio del Santuario terrenal con la muerte y el ministerio sumo sacerdotal de Jesús? Muchas verdades vitales surgen de estos textos, y una de las más impor­ tantes es que la muerte de esos animales no era suficiente para tratar con el problema del pecado. “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Heb. 10:4). Meramente señalan a la solución; no son la solución misma. La solución era Jesús, su muerte, y luego su ministerio en el Santuario celestial en nuestro favor. Nota otro punto vital en estos textos: la única muerte de Cristo era total­ mente suficiente. Aunque los sacrificios de animales tenía que repetirse una y otra vez, día tras día, año tras año, el único sacrificio de Jesús fue suficiente (después de todo, ¡considera quién fue sacrificado!) para cubrir los pecados de toda la humanidad. Dios reveló con gran fuerza esta verdad vital cuando el velo interior del Santuario terrenal se abrió en forma sobrenatural después de la muerte de Jesús (Mat. 27:51). Mira el mundo a tu alrededor; mira el daño que ha causado el pecado: el dolor, la pérdida, el temor, la desesperanza. ¿Cómo podemos aprender día tras día, momento tras momento, a aferrarnos a Jesús como la única solución al problema del pecado en nuestra vida? 59
  • 7. Lección 8 // Viernes 22 de noviembre PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “La Expiación, Segunda parte: La aplica­ ción sumosacerdotal de la Expiación”, en el Apéndice C del Comentario bíblico adventista, 7A:474-486. “Apártense de la voz de Satanás y de hacer su voluntad, y pónganse del lado de Jesús, apropiándose de sus atributos, el poseedor de aguda y tierna sensibilidad, que puede hacer propia la causa de los afligidos y sufrientes. El hombre que ha sido perdonado mucho amará mucho. Jesús es un intercesor compasivo, y misericordioso y fiel Sumo Sacerdote. Él, la Majestad del cielo –el Rey de gloria–, puede mirar al hombre finito, sujeto a las tentaciones de Satanás, sabiendo que él ha sentido el poder de los ataques de Satanás” (CE 160). “La conciencia puede ser liberada de condenación. Mediante la fe en su sangre, todos pueden encontrar la perfección en Cristo Jesús. Gracias a Dios porque no estamos tratando con imposibilidades. Podemos pedir la santifi­ cación. Podemos disfrutar del favor de Dios. No debemos inquietarnos por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesarnos lo que Dios piensa de Cristo, nuestro Sustituto” (MS 2:37). PREGUNTAS PARA DIALOGAR: 1. Lee Hebreos 2:17. ¿Por qué era necesario que Jesús llegara a ser humano y sufriera antes de poder ser nuestro Sumo Sacerdote? 2. Medita en la segunda cita de Elena de White copiada arriba. Considera en forma especial la línea: “No debemos inquietarnos por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesarnos lo que Dios piensa de Cristo, nuestro Sustituto”. ¿Cómo nos ayuda a comprender qué viene antes, cuando habla de ser “hechos perfectos en Cristo Jesús”? 3. Nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo, es la Garantía de nuestra salvación, y él administra los efectos y los beneficios de su sacrificio y de su sangre. Con él de nuestro lado, no tenemos nada que temer. ¿Cómo podemos tomar estas maravillosas verdades, tan poderosamente expresadas en el libro de Hebreos, y aplicarlas a nosotros mismos, especialmente en momentos de gran tentación? 4. El libro de Hebreos es muy claro en cuanto a que el sacrificio de Jesús, hecho una vez para siempre, fue todo lo que se necesitaba para tratar con el pecado. ¿Qué debe decirnos eso acerca de cualquier rito religioso que pretenda repetir esta práctica como una necesidad para el perdón de los pecados? 60