Silvestre, un niño de 11 años, ayudó a una cabra atrapada cavando un hueco y descubrió una gran cueva subterránea. Años más tarde, para subsistir, fingía ser tonto y dejaba que la gente se riera de él escogiendo monedas más pequeñas a propósito. Un día, explicó a un matrimonio que sabía que la moneda grande valía menos, pero seguía eligiéndola para mantener el juego que le daba de comer.