Dos niños patinaban sobre un lago helado cuando uno cayó al agua debajo del hielo. Su amigo comenzó a golpear el hielo con una piedra hasta abrir una grieta y rescatarlo. Los bomberos llegaron después sorprendidos de cómo el niño pudo romper el hielo grueso. Un anciano les explicó que lo logró porque nadie le dijo que no podía hacerlo.
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Cuentos
1. EL NIÑO QUE PUDO HACERLO...
Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo
se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo
de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que
lo cubría.
Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente
una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que con-siguió abrir una grieta por la que metió el brazo para
agarrar a su compañero y salvarlo.
A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron
los bomberos.
Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño
había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.
-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente
¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.
Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los
bomberos.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.
Eloy Moreno. Adaptación de un cuento popular.
Incluido en “Cuentos para entender el mundo”
EL PERRITO COJO
♕ El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartelque decía: "Cachorros en venta". Como
esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó:
- ¿Cuál es el precio de los perritos?
El dueño contestó:
- Entre treinta y cincuenta dólares.
El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.
- Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?
El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se
quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado.
2. - ¿Qué le pasa a ese perrito? -preguntó.
El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El
niño se emocionó mucho y exclamó:
- ¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!
Y el hombre replicó:
- No, tú no vas a comprar ese cachorro. Sirealmente lo quieres, yo te lo regalo.
El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:
- No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio
completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya
pagado todo.
El hombre contestó:
- Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los
otros.
El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada,
soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:
- Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.
El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:
- Hijo, espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.
En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos
ame incondicionalmente.
UN CUENTO SOBRE EL VALOR DE LA AMISTAD
♕ Ese de día había llegado a la feria un nuevo juego. A fuera de ese juego se escuchaba a un
hombre gritando:
—¡Niños y niñas, señores y señoras! Vengan a presenciar el juego más maravilloso de toda la
feria. Necesitarán un buen amigo para entrar, pero tengan cuidado, deben ser muy
cuidadosos… ¡Pasen, ya! ¡Pasen, ya!
Era el juego más grande de toda la feria, y además tenía luces brillantes por todas partes,
Josias y Leo entraron.
3. —Hola niños ¡bienvenidos al juego de los amigos! Si quieren ganar en este juego tienen que
abrir bien los ojos y sus oídos. Recuerden que hay grandes premios y muchos dulces. Uno
tendrá que entrar primero y después el otro.
Ambos entraron tomados de las manos y vieron que era un gran laberinto de espejos. El
laberinto comenzó a parecer cada vez más difícil, así que comenzaron a desesperarse. De
repente un ratón azul con un sólo diente, se le subió al hombro a Josias y le dijo:
—Yo sé cómo salir de este laberinto y donde están los premios, son juguetes fantásticos y
muchos dulces de miles de sabores.
Josias se imaginó comiendo todos esos dulces de los que el ratón hablaba y con todos esos
juguetes nuevos.
—¿Quieres ir? Yo te puedo llevar —dijo el ratón intentando persuadir a Josias—. Pero hay
solo una condición, no tienes que decirle nada a ese niño que viene contigo y tienes que
dejarlo que el salga sólo del juego.
—Pero Leo es mi mejor amigo.
—Tendrás que elegir entre muchos juguetes, dulces deliciosos o tu amigo, puedes elegir, yo te
espero.
Josias se dio cuenta de que Leo estaba igual perdido que él y que tal vez ninguno de los todos
encontraría la salida. Sin embargo, prefirió a su amigo antes que los premios que el ratón le
ofrecía.
—Lo siento ratón, yo vine con mi amigo y los dos saldremos de este laberinto juntos, y aunque
tal vez no encontremos la salida, yo sé que es mejor tener un amigo como Leo.
Y así fue que Josias y Leo continuaron entre los espejos, les tomó casi una hora, pero por fin
llegaron a la salida. Allí los esperaba el hombre alto y chistoso, que antes los invitó al juego y
con una sonrisa les dijo:
— Bueno, bueno… veo que han sobrevivido. Aquí tienen su más grande premio —dijo
señalándolos —, una verdadera y buena amistad ¡Felicidades!
Leo y Josias se dieron un gran abrazo y siguieron disfrutando de la feria. Pero los niños que
habían preferido el mal consejo del ratón y habían abandonado a sus amigos por los dulces y
juguetes. Ahora estaban tristes llorando, pues ya no tenían con quien jugar o compartirlos.
Autor: Deby Zamora.
LOS DUENDES MALVADOS
4. Había una vez un grupo de duendes malvados en un bosque, que dedicaban gran parte de su
tiempo a burlarse de un pobre viejecito que ya casi no podía moverse, ni ver, ni oir, sin
respetar ni su persona ni su edad.
La situación llegó a tal extremo, que el Gran Mago decidió darles una lección, y con un
conjuro, sucedió que desde ese momento, cada insulto contra el anciano mejoraba eso mismo
en él, y lo empeoraba en el duende que insultaba, pero sin que los duendes se dieran cuenta
de ello. Así, cuanto más llamaban "viejo tonto" al anciano, más joven y lúcido se volvía éste, al
tiempo que el duende envejecía y se hacía más tonto. Y con el paso del tiempo, aquellos
malvados duendes fueron convirtiéndose en seres horriblemente feos, tontos y torpes sin
siquiera saberlo. Finalmente el mago permitió a los duendes ver su verdadero aspecto, y éstos
comprobaron aterrados que se habían convertido en las horribles criaturas que hoy
conocemos como trolls.
Y tan ocupados como estaban faltando al respeto del anciano, no fueron capaces de descubrir
que eran sus propias acciones las que les estaban convirtiendo en unos monstruos, hasta que
ya fue demasiado tarde.