El documento discute la doctrina teológica de la depravación total, la cual sostiene que como resultado de la caída de Adán, la naturaleza humana está totalmente corrompida y incapaz de hacer el bien o agradar a Dios sin la intervención de la gracia divina. San Agustín fue el principal defensor de esta postura, mientras que Pelagio sostenía una depravación parcial. La reforma protestante siguió la posición agustiniana de una depravación total.