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Darío I. Restrepo 
Editor 
Memorias del Seminario
Memorias del Seminario 
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
Primera edición. Bogotá D.C. Octubre de 2007. 
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia 
y el Desarrollo Territorial - RINDE 
Edición: Darío I. Restrepo 
Apoyo de Coordinación: Magda Tamayo y Betty Pedraza 
Ilustración portada: Edgar Duarte Forero 
Ejemplares: 3000 
Impresión: 
Esta publicación fue realizada gracias a las entidades miembros de la Red RINDE: 
GTZ Colombia 
Instituto Francés de Estudios Andinos 
ADAM - USAID 
Fundación Foro Nacional por Colombia 
Programa PRIAC - Universidad Nacional de Colombia 
Universidad Externado de Colombia 
Escuela Superior de Administración Pública - ESAP 
Transparencia Internacional 
© Instituto Francés de Estudios Andinos 
Av. Arequipa 4595, Lima 18 
Teléf: (51 1) 4476070 Fax: (51 1) 4457650 
E-mail: postmaster@ifea.org.pe 
Pág Web: http://www.ifeanet.pe 
Este volumen corresponde al tomo 18 de la Colección “Actes & Mémoires de 
l’Institut Français d’Études Andines” (ISSN 1816-1278)
Contenido 
Agradecimientos 7 
Veinte años no son nada 9 
Betty Pedraza López 
Capítulo 1. Instalación 
La cooperación alemana frente a la descentralización en Colombia 26 
Barbara Hess 
Veinte años de lecciones aprendidas 30 
Sean Jones 
Descentralización en Colombia: timidez frente a los retos 32 
Roberto Hinestrosa 
La descentralización: una apuesta política de futuro para Colombia 35 
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
Capítulo 2. Descentralización en Colombia en perspectiva latinoamericana 
La coordinación: reto para la descentralización 73 
Fernando Rojas 
Interrogatorio a la descentralización latinoamericana 77 
Fernando Carrión 
Descentralización en América Latina: evaluación y lineamientos 
para avanzar 97 
Iván Finot 
Capítulo 3. Pasado, presente y futuro de la descentralización en Colombia 
¿Cómo salvar la descentralización? 113 
Jaime Castro 
Las ilusiones fallidas de la descentralización 132 
Humberto de la Calle Lombana 
Balance y retos del proceso descentralizador en Colombia 138 
Horacio Serpa Uribe 
La lenta agonía de la descentralización 143 
Armando Estrada Villa
Capítulo 4. Relaciones intergubernamentales, autonomía regional y 
desarrollo local 
Dilemas de la política de descentralización en Colombia 159 
Adolfo Meisel Roca 
Realidades de un departamento fronterizo 166 
Luis Miguel Morelli Navia 
Una revisión histórica al sentido de la descentralización 170 
María Teresa Forero de Saade 
El marketing territorial, alternativa de desarrollo 176 
Roberto Hinestrosa 
Una descentralización a la criolla 180 
Orlando Fals Borda 
Capítulo 5. La democratización de la gestión pública 
Antecedentes y retos de la descentralización en Colombia 185 
Pedro Santana 
El fortalecimiento de las asambleas departamentales 190 
Jairo Slebi Medina 
Colombia: una nación hacia la adultez 195 
Antonio Galán Sarmiento 
Capítulo 6. La descentralización vista desde el Congreso 
Un balance del proceso de descentralización 203 
Antonio Guerra de la Espriella 
Aspectos políticos y económicos de la descentralización 207 
Alfonso Núñez Lapeira 
Un recorrido por la descentralización 212 
Juan Manuel López Cabrales 
La importancia del poder local 218 
Gustavo Petro 
Un país de regiones 223 
Fabio Bustos 
Capítulo 7. La mirada de la Cooperación Internacional 
El rol de la cooperación internacional en la descentralización 229 
Thorsten Sagawe 
El desarrollo local humano y la descentralización 232 
Adelina Paiva 
La prestación de servicios en un contexto descentralizado 235 
Miguel López 
El rol del BID en el proceso de descentralización 239 
Rodrigo Parot 
La democracia, un ejercicio práctico 244 
Cristina Barrera
Capítulo 8. La descentralización en la Región Andina 
Descentralización, integración regional y democracia en el Perú 251 
Luis Chirinos Segura 
Descentralización en Colombia y Bolivia y la democratización 
en América Andina 288 
Gonzalo Rojas Ortuste 
La descentralización en América Latina: 20 años después 296 
Darío I. Restrepo 
Capítulo 9. La descentralización vista por los movimientos sociales 
El aporte de los movimientos sociales a la descentralización 305 
Jorge Enrique Bossa Arias 
Descentralización y movimiento social indígena 311 
Arquímedes Vitonás 
Descentralización: un tema político también 316 
Carlos Arturo Rodríguez Díaz 
Planeación participativa, un camino para la descentralización 322 
Roberto Ortegón 
Capítulo 10. Descentralización y paz 
Los contrapesos en la democracia 331 
León Valencia 
Descentralización, una condición para la paz 336 
Gilberto Toro 
¿Descentralizar para pacificar? 343 
Hernando Gómez Buendía 
Capítulo 11. Clausura 
La descentralización: una tarea inconclusa 349 
Andrés González 
La descentralización soñada 353 
Carlos Holguín Sardi 
Conclusiones 
Paradojas de la descentralización 361 
Darío I. Restrepo
Agradecimientos 
El libro que el lector tiene en sus manos es un fiel producto del 
trabajo en red. La Fundación Foro por Colombia propuso celebrar un 
seminario sobre los 20 años de la descentralización en Colombia con 
un marcado énfasis a sus contenidos políticos, idea a la que suscribi-mos 
en su concepción y realización todas las instituciones de RINDE. 
La Universidad Externado de Colombia facilitó sus instalaciones y 
con la Universidad Nacional garantizaron un lote muy importante de 
conferencistas, moderadores y relatores. Las agencias de cooperación 
USAID-ADAM y GTZ – Prodespaz, aportaron cuantiosos recursos eco-nómicos, 
además de participar activamente como ponentes y garanti-zar 
la presencia de numerosos invitados nacionales e internacionales. 
La Fundación Foro por Colombia, además de liderar el proyecto de 
seminario, animó la redacción de la ponencia central de RINDE, la cual 
recoge apreciaciones de todas las instituciones y avanza en una agenda 
de reformas a la cuestión territorial en Colombia. La Fundación para 
la Participación Comunitaria, Parcomún, se encargó de armonizar las 
relatorías de las nueve sesiones con base en las cuales redactó la pre-sentación 
y las conclusiones de este libro. 
La edición y publicación de 20 años de la descentralización: pre-sente 
y futuro, contó con el apoyo financiero de la GTZ y del IFEA, 
instituciones a las que se les agradece además su compromiso con los 
temas de la gobernabilidad, la democracia y el desarrollo territorial. 
De igual forma se reconoce especialmente el trabajo y la colaboración 
de Magda Tamayo Rey y Betty Pedraza López en el levantamiento y 
edición de textos del libro.
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
Para terminar, no puede faltar un reconocimiento al interés que el 
conjunto de invitados al seminario desplegó, lo cual testimonia la cali-dad 
de las múltiples presentaciones que se recogen en esta publicación. 
Cuando ex ministros de gobierno, representantes de todas las banca-das 
en el parlamento, líderes de los principales movimientos sociales, 
reconocidos académicos e importantes agencias internacionales, se 
toman tan en serio estructurar balances, evaluaciones y propuestas al 
proceso de descentralización colombiano, es prueba de que la cuestión 
territorial todavía genera mucha expectativa y guarda un buen caudal 
de reformas posibles.
Veinte años no son nada 
Betty Pedraza López 
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, 
la Democracia y el Desarrollo Territorial (RINDE) 
Al cumplirse en 2006 veinte años de la expedición de las primeras 
normas que originaron el proceso de descentralización en Colombia, la 
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo 
Territorial (RINDE), propone al país iniciar una profunda reflexión sobre 
los avances y limitaciones que aquejan al actual modelo de organización 
del Estado. Pretende desde allí identificar los desafíos que enfrenta la 
descentralización y convocar un despliegue de esfuerzos que hagan 
posible su reinvención. 
Como parte de sus actividades, RINDE realizó el 20 y 21 de sep-tiembre 
de 2006 en la ciudad de Bogotá el seminario 20 años de la descen-tralización 
en Colombia: presente y futuro. Ex constituyentes, ex ministros, 
gobernadores, alcaldes, congresistas, ex guerrilleros, representantes de 
partidos políticos, concejales, diputados, líderes sociales, organizaciones 
gubernamentales, entidades de cooperación internacional, organismos 
multilaterales y académicos nacionales e internacionales, desde su pers-pectiva, 
dieron testimonio de los avances y desafíos que retan la descen-tralización 
en Colombia en el contexto latinoamericano. 
La Red cumple así una de sus principales misiones: alrededor de 
esta pluralidad de actores, generar un escenario que recupera la impor-tancia 
de la cuestión territorial como una de las principales reformas
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
de las dos últimas décadas, factor con un inmenso potencial dentro de 
la agenda política futura del país. 
10 
El presente texto ofrece al lector una apretada síntesis de la evolu-ción 
y el estado actual de la descentralización, vista desde el calidosco-pio 
que ofrecen 38 ponencias articuladas en nueve ejes temáticos, que 
parten de las reflexiones y propuestas de la Red. 
La descentralización es esencialmente un mecanismo distribuidor 
del poder político entre el centro y la periferia, entre el Estado central 
y las entidades territoriales, que en su conjunto conforman el Estado 
unitario reconocido constitucionalmente en el país desde 1886. Para 
buena parte de los participantes, se ha venido imponiendo una mirada 
exclusivamente fiscal sobre la descentralización, centrada en temas de 
eficiencia y moralidad de la gestión pública. Desde finales de la década 
de los 90 y de manera progresiva, el gobierno ha reducido la descen-tralización 
a una cuestión de control administrativo y financiero sobre 
las entidades territoriales. 
Veinte años después de haberse iniciado el proceso descentraliza-dor 
en Colombia, la autonomía de las entidades territoriales está cada 
vez más desdibujada; el mapa político territorial incluye nuevos actores 
pero altamente fragmentados; la participación ciudadana exige mayo-res 
espacios de decisión, aun cuando el liderazgo sigue permeado por 
el clientelismo; el conflicto armado coopta la gestión pública y limita 
la profundización del proceso, y, para completar, es evidente una ten-dencia 
de recentralización en la toma de decisiones. Todos éstos argu-mentos 
configuran un complejo contexto nacional e inducen a una pro-funda 
reflexión sobre el futuro de la descentralización. 
Con la propuesta de recuperar el sentido político de la descentra-lización, 
RINDE articula su reflexión en torno a cuatro ejes temáticos: 
la autonomía territorial y las relaciones intergubernamentales, el mapa 
político territorial, la gestión pública y la participación ciudadana y el 
conflicto armado. A partir de esa reflexión, sugiere varias iniciativas 
para enfrentar nuevos dilemas cruciales de la descentralización. 
Considera que el momento es ideal para proponer ideas que per-mitan 
fortalecer la descentralización en Colombia. La coyuntura pro-piciada 
por el fenómeno de actores armados y mafias organizadas que 
infiltran el poder territorial, el cada vez más denunciado desequilibrio 
regional, las propuestas de reforma del gobierno nacional al modelo 
actual, así como las principales apuestas contenidas en lo que será el
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
próximo Plan Nacional de Desarrollo, indican que la discusión sobre el 
tema de la descentralización recobra vigencia. 
De cara a garantizar una distribución del poder más equilibrada, 
que permita desconcentrar el modelo de desarrollo y las oportunida-des 
para la equidad, la lista de propuestas que alimentarían una agenda 
de la descentralización que está por redefinirse podría ser larga, pero 
RINDE propone centrar la mirada en los siguientes aspectos: 
11 
Construir una estrategia conjunta entre los poderes del 
Estado para enfrentar el fenómeno de infiltración y pre-sión 
que actores armados y mafias ejercen sobre las auto-ridades 
locales y su gestión. La estrategia comprende 
garantizar transparencia en los próximos comicios elec-torales 
y disminuir los índices de abstención, así como 
fortalecer los organismos de control y la participación 
ciudadana en la vigilancia del uso de recursos públicos. 
Redefinir el origen y la redistribución de los recursos 
que municipios y departamentos reciben por concepto 
de transferencias provenientes de la nación, orientán-dose 
por los pactos suscritos en la Constitución Política 
de 1991. 
Ampliar el espacio de incidencia que tienen los procesos 
de planeación participativa. 
Crear las condiciones suficientes para propiciar el desa-rrollo 
regional. 
Promulgar una Ley Orgánica de Ordenamiento Territo-rial, 
que contribuya a redefinir la figura del nivel inter-medio 
de las entidades territoriales y a cerrar la brecha 
regional. 
Crear la Comisión de Descentralización y Ordenamiento 
Territorial, en la que tendrán asiento representantes de 
los tres niveles del gobierno y de la sociedad civil. 
▪ 
▪ 
▪ 
▪ 
▪ 
▪ 
La Red se propuso, con el evento, analizar y encontrar diferentes res-puestas 
a preguntas como: ¿qué ha ocurrido y qué está ocurriendo con la 
descentralización en Colombia desde el punto de vista político? ¿La auto-nomía 
territorial ha mejorado las relaciones intergubernamentales? ¿Cuál 
es el actual mapa político de la descentralización? ¿La participación ciu-dadana 
ha contribuido a democratizar la gestión pública y a lograr mejo-res 
condiciones de vida para la población? ¿Cuáles han sido los impactos
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
del conflicto armado sobre el desempeño de los gobiernos municipales 
y departamentales? ¿Qué aspectos merecen hoy un lugar central en el 
debate público y en el diseño de propuestas para fortalecer la descen-tralización 
12 
en Colombia? 
El primer panel Descentralización en Colombia en perspectiva latinoa-mericana, 
integrado por Fernando Rojas, del Banco Mundial; Fernando 
Carrión, concejal de Quito y miembro de la Facultad Latinoamericana 
de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Ecuador, e Iván Finot, de la Comi-sión 
Económica para América Latina (CEPAL), centró la atención de 
los participantes en una mirada comparada. 
Los tres ponentes abordaron el tema desde diferentes ópticas. Para 
Rojas no hay un paquete de reformas perfecto y la clara definición de 
competencias no tiene garantía del éxito, lo importante es la labor de coor-dinación 
entre las entidades territoriales. Para Carrión la descentraliza-ción 
es un proceso político continuo, que en Colombia vive un momento 
de reflujo por el conflicto armado. Finot, por su parte, considera que 
la experiencia colombiana ha sido importante porque las reformas han 
tendido a garantizar el acceso a los bienes públicos; sin embargo, falta 
conseguir la igualdad jurídica de los ciudadanos ante el Estado. 
Los expositores coinciden en que no hay un modelo único de des-centralización 
y que cada país avanza o retrocede según sus necesida-des 
y el interés de sus actores. Las sugerencias son diversas. Rojas se 
inclina por repensar el modelo de organización del Estado colombiano 
hacia un escenario de coordinación, Carrión propone un cierto equili-brio 
entre el centro y las entidades territoriales y Finot asume que la 
descentralización debe encaminarse hacia la equidad o igualdad jurí-dica 
del ciudadano, que se logra a partir de la provisión de los bienes 
territoriales y bienes sociales y de un esquema de transferencias que 
corrija las inequidades regionales. 
De la mano de los ex ministros de gobierno: Jaime Castro, Hum-berto 
de la Calle, Horacio Serpa y Armando Estrada se hizo un reco-rrido 
histórico del proceso. En el panel Pasado, presente y futuro de la 
descentralización en Colombia, los cuatro ponentes coinciden en ubicar el 
pasado como glorioso, el presente como crítico y el futuro como desa-fiante 
e incierto. 
Del pasado resaltaron la demanda política de acercar el gobierno 
al ciudadano, la apertura democrática, la mayor eficiencia en el gasto y 
la distribución del poder. Además, rescataron el impulso que le impri-
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
mió la Constitución Política de 1991 al tema de la descentralización. De 
manera ponderada, reconocen los aspectos positivos y negativos del 
proceso. 
Los ponentes dedican un mayor esfuerzo a caracterizar el presente 
de la descentralización, identificando las dificultades que han frenado su 
desarrollo y limitado sus resultados. Sus afirmaciones dibujan un diseño 
incompleto y relativamente atrofiado de la descentralización, un pro-ceso 
políticamente abandonado por el Estado y deformado hacia un 
tema fiscal, en detrimento de los aspectos más políticos del proceso, 
tales como la distribución de poder y la autonomía territorial. 
A pesar de su postura crítica reconocen los logros del proceso: 
aumento de recursos a las entidades descentralizadas; ampliación de 
la cobertura de servicios, especialmente en salud y educación; mayor 
participación política, básicamente electoral, y mayor eficacia del gasto 
reflejado en el superávit financiero que hoy reporta la mayoría de los 
municipios del país. 
Preocupados por el retroceso actual de la descentralización, refle-jado 
esencialmente en el recorte de transferencias a las entidades terri-toriales 
y en la propuesta de intervenir los municipios con problemas 
de corrupción o ineficiencia, los ponentes proponen, entre otras cosas, 
asumir desde la ciudadanía la defensa política de la descentralización, 
e impulsar un frente común de los actores sociales para hacer un lla-mado 
a la dirigencia política nacional para que asuma su responsabili-dad 
y siga avanzando en el proceso. 
En el panel Relaciones intergubernamentales, autonomía regional y 
desarrollo local expresan sus opiniones: Adolfo Meisel, gerente del Banco 
de la República en Cartagena; Miguel Morelli, gobernador de Norte de 
Santander; María Teresa Forero, directora ejecutiva de la Federación 
Nacional de Departamentos; Roberto Hinestrosa, procurador dele-gado 
para Entidades Territoriales, y Orlando Fals Borda, docente de la 
13 
Universidad Nacional de Colombia. 
Los ponentes afirman que en Colombia las relaciones centrope-riferia 
son marcadamente desiguales. Están determinadas por la dis-paridad 
en la asignación de recursos desde el nivel central, que se 
convierte en inequidades sociales entre los ciudadanos. La mayoría de 
expositores reconoce que no existe autonomía sin recursos y que la 
insuficiencia de las transferencias a las entidades territoriales, frente a 
las necesidades que deben atender, ha convertido la descentralización
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
en un mecanismo de administración de la “pobreza”. Existen dos posi-bles 
14 
alternativas: definir políticas nacionales explícitamente dirigidas a 
superar la inequidad regional ó lograr el desarrollo local endógeno. 
Aquí parece abrirse una discusión implícita ¿desde dónde se 
modifican las relaciones centro-periferia? Algunos ponen el énfasis en 
lo local. Asignan al desarrollo local el potencial de generar una inde-pendencia 
económica que no sólo produzca real autonomía, sino que 
transforme las relaciones entre el nivel central y las regiones, haciéndo-las 
más horizontales. El secreto es entonces evitar la dependencia del 
nivel central por la vía de las transferencias. 
Para otros, la complejidad del tema compromete a la nación en su 
conjunto y, sin negar la pertinencia del desarrollo local, consideran que 
la autonomía regional pasa por el fortalecimiento de las relaciones nacio-nales, 
internas y binacionales, para el caso de territorios fronterizos. 
Dentro del conjunto de ponentes, uno escapó a la tentación de 
leer las relaciones intergubernamentales desde la lógica de la depen-dencia 
económica y centró su mirada en la construcción del modelo de 
nación. Para Fals Borda Colombia ha sido siempre un país de regiones 
y culturalmente descentralizado, por encima de las decisiones polí-tico- 
administrativas que han puesto al país a oscilar entre centraliza-ción 
y descentralización; oscilación resuelta desde 1986 con un modelo 
híbrido que descentraliza unas cosas y centraliza otras. 
La descentralización es la condición natural de los cuatro grupos 
fundantes de la nación y, en consecuencia, estamos conminados a cons-truir 
un modelo social que rescate la solidaridad de los indígenas, la 
libertad de las negritudes, la dignidad personal y política de los cam-pesinos 
y la autonomía de los colonos. Centralizar equivale a negar las 
profundas raíces nacionales y apostarle a la destrucción del país. 
Otra arista de la descentralización emerge en el escenario de la 
reflexión La democratización de la gestión pública. Pedro Santana, presi-dente 
de Viva la Ciudadanía; Jairo Slebi, director ejecutivo de la Fede-ración 
Nacional de Diputados, y Antonio Galán, concejal de Bogotá 
fueron los encargados de reflexionar sobre los cambios que la descen-tralización 
ha producido en la forma de conducir el Estado y en los 
procesos de toma de decisiones. 
Para Santana, una verdad a veces olvidada es que antes de la 
descentralización, el centralismo reflejado en la constitución de 1886 
había convertido la vida municipal en un cascarón vacío de contenido.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
En materia de recursos, por cada 100 pesos de la nación, los munici-pios 
recibían y gastaban 5,30 pesos y los departamentos 9,70 pesos. 
En materia administrativa, la inestabilidad de alcaldes y gobernadores 
era el pan de cada día. Hasta el más cotidiano de los problemas de la 
población escapaba de las manos de los gobernantes locales y la solu-ción 
dependía de decisiones y acciones de entidades centralizadas en 
la capital del país. En lo político, hizo crisis la expresión electoral y 
su voz fue reemplazada por los gritos de las protestas sociales que, al 
unísono, reclamaron la renovación del sistema político local, que era 
profundamente antidemocrático. 
En ese contexto, la descentralización, a pesar de estar cumpliendo 
ya 20 años, es una experiencia novedosa para el país, que ha contri-buido 
a generar capacidades para que los municipios puedan hoy des-empeñar 
las funciones que les fueron asignadas. En ese sentido, no se 
puede decir que haya un retroceso. Por el contrario, convoca a evitar 
el debilitamiento de las regiones afrontando dos peligros que pesan 
sobre la gestión local: la interferencia de actores armados y las normas 
regresivas desde el nivel central, como la reducción de transferencias y 
la suspensión de la vida democrática por corrupción o ineficiencia. 
De manera complementaria, Slebi y Galán consideran la profun-dización 
de la descentralización como el mejor camino para la defensa 
de la democracia. Por ello ven indispensable repensar las relaciones de 
poder entre el Ejecutivo y el Legislativo a nivel local, y entre gobernantes 
y electores, con el fin de lograr que la democracia local sea más equili-brada 
e incluyente. 
Es preciso construir un nuevo modelo de ordenamiento territo-rial, 
donde sea más claro y fuerte el rol de los cuerpos colegiados loca-les 
como canales efectivos de la participación democrática y de control 
político sobre los mandatarios, antes que intermediarios de favores; 
donde, departamentos y asambleas tengan mayores capacidades para 
articular a los municipios con el nivel central y para equilibrar las fuer-zas 
políticas y sociales de su nivel territorial. 
Como afirma uno de los ponentes “la participación ciudadana 
sin promover la descentralización lleva a la frustración, de la misma 
manera que incrementar las responsabilidades de las entidades terri-toriales 
sin adecuar el modelo fiscal sólo permite un desarrollo formal 
15 
y no real de la autonomía regional.”
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
16 
Para continuar con el análisis, en el panel La descentralización vista 
desde el Congreso participan los senadores Antonio Guerra, del Par-tido 
Cambio Radical; Alfonso Núñez Lapeira, del Partido Conservador; 
Juan Manuel López Cabrales, del Partido Liberal; Gustavo Petro, del Polo 
Democrático Alternativo, y el señor Fabio Bustos, coordinador Nacional 
de Convergencia Ciudadana. 
Ninguno de los panelistas pone en discusión el aporte de la des-centralización 
como vehículo para la corrección de las inequidades 
sociales y políticas, ni contradice los avances que han llevado a Colom-bia 
a convertirse en uno de los países más descentralizados de América 
Latina. Coinciden también en la imposibilidad del proceso descentra-lizador 
de corregir las deficiencias en salud, educación, agua potable 
y saneamiento básico y resaltan el problema de la alta dependencia de 
las transferencias como fuente de financiación de los entes locales. 
Para algunos congresistas es preciso reflexionar con profundidad 
sobre la existencia real de una república unitaria y de la autonomía local, 
más allá de los aspectos meramente técnicos o financieros de la descen-tralización. 
Para otros, la urgencia está en resolver los obstáculos que 
limitan la descentralización: la inexistencia de un ordenamiento terri-torial 
acorde con la realidad nacional, la falta de recursos, la debilidad 
de la estructura electoral y la falta de cualificación de las autoridades 
locales. 
Uno de los ponentes considera que existe una clara tendencia 
hacia la recentralización y el presidencialismo, que busca legitimarse 
satanizando la gestión de departamentos y municipios y haciendo ver 
al nivel central como eficiente, no corrupto y no deficitario, cuando en 
realidad presenta considerables problemas de ineficiencia y de corrup-ción; 
en tanto que los departamentos han mostrado ser entidades terri-toriales 
capaces de generar superávit financiero. 
Este panel se cierra con una estimulante reflexión sobre las rela-ciones 
históricas entre la propiedad de la tierra y el poder local, en torno 
a los cuales se alimenta la discusión con dos propuestas que modifica-rían 
profundamente la democracia en el país: recaudar los impuestos 
sobre la tierra en el nivel central, pues el escenario local es susceptible 
a la presión de los poderes locales ligados a la tierra, y trasladar la res-ponsabilidad 
en materia de salud y educación al nivel nacional y no 
sólo local, a fin de eliminar simultáneamente los intermediarios parti-culares 
en estos sistemas.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
No sería completa una revisión de los 20 años de la descentrali-zación, 
sin La mirada de la cooperación internacional, que durante años, y 
no siempre libre de controversias, ha apoyado importantes experien-cias 
de descentralización en Colombia. Por ello, este seminario invitó 
a los actores de mayor experiencia en el país: Thorsten Sagawe, de la 
Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ); Adelina Paiva del 
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); Miguel 
López, del Banco Mundial; Rodrigo Parot, del Banco Interamericano 
de Desarrollo (BID), y Cristina Barrera, de la Agencia Internacional de 
los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID). 
Los y las ponentes consideran que la descentralización en Colom-bia 
tuvo orígenes profundamente endógenos; no fue resultado de pre-siones 
externas y esto, aunado a la voluntad política demostrada, lo 
hace un caso ejemplar, una real oportunidad para seguir construyendo 
sus pilares centrales: el buen gobierno, la organización de la comuni-dad 
y la competitividad económica. 
A una sola voz, las exposiciones coinciden en hacer un llamado a 
comprender que la descentralización no es un fin en sí misma, es un pro-ceso 
permanente que dura décadas, donde los cambios forman parte de 
su naturaleza. Sólo se avanza en la medida en que las instituciones y la 
sociedad asumen los nuevos postulados y los convierten en rutinas coti-dianas 
de su quehacer. Como cualquier cambio social, la descentraliza-ción 
exige paciencia y un cercano acompañamiento de largo plazo. Este 
es el rol central de la cooperación internacional, apoyar la generación 
de capacidades en todos los niveles territoriales para facilitar el cumpli-miento 
de los propósitos buscados con la descentralización. 
En este contexto son muchos los campos de acción abiertos para la 
cooperación internacional: construcción de presupuestos participativos, 
rendición de cuentas y transparencia en el manejo de los recursos; aná-lisis 
sobre desarrollo humano y pobreza; reorganización de empresas 
prestadoras de servicios públicos; acompañamiento técnico a reformas 
institucionales; promoción del diálogo entre gobernantes, responsabili-dad 
social empresarial; intercambios y sistematización de experiencias, 
y financiación de procesos participativos locales. Estos temas son cada 
vez más abordados en ejercicios multilaterales de cooperación. 
El acompañamiento a experiencias concretas ha permitido cons-tatar 
que la autonomía de los gobiernos locales y una activa participa-ción 
de la ciudadanía en la toma decisiones de los asuntos que le com- 
17
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
peten permiten solucionar las necesidades básicas de las comunidades, 
recuperar legitimidad, presencia y gobernabilidad del Estado. 
18 
Entre las propuestas que presentan para avanzar en la descentra-lización, 
consideran de vital importancia: 1) retomar el tema de ordena-miento 
territorial según el principio de la subsidiariedad, de acuerdo al 
cual, cuando un nivel territorial no puede prestar un servicio asignado 
a su competencia, este es asumido por otro. Pensar en un nivel interme-dio 
entre el departamento y el municipio y una clasificación más efectiva 
de los municipios según su capacidad. 2) Optimizar el control fiscal en 
todos los niveles territoriales para garantizar transparencia en la rendi-ción 
de cuentas. 3) Articular la representación política de los distintos 
niveles territoriales, para lograr que los alcaldes sean miembros de las 
asambleas departamentales y los gobernadores parte del Congreso. Y, 
4) adoptar la reelección de alcaldes y gobernadores como algo impres-cindible 
para ganar estabilidad política en Colombia. 
Para complementar la discusión en una perspectiva comparada, 
en el panel La descentralización en la región andina intervienen Luís 
Chirinos, de Perú; Gonzalo Rojas, de Bolivia, y Darío I. Restrepo, de 
Colombia. Los ponentes trazan tres distintos estados del proceso des-centralizador, 
muy ligados a las particularidades étnicas, culturales y 
políticas de cada país. 
Para Perú la descentralización es una reivindicación nacional con 
sabor antiguo; ocho intentos figuran en su historia nacional, el último 
de ellos, posterior a la transición democrática. Aparece como una 
demanda social de los movimientos regionales con dos efectos impor-tantes: 
la creación del Consejo Nacional de Descentralización, con la 
participación de los presidentes regionales, los alcaldes provinciales y 
municipales, y la definición de un marco normativo que regula algu-nas 
instituciones en el tema de participación ciudadana, especialmente 
los presupuestos participativos. Sin embargo, los obstáculos al proceso 
parecieran de mayor magnitud: falta de liderazgo y de compromiso 
por parte del gobierno central, plazos agobiantes en el proceso (2005- 
2009), ausencia de perspectiva de largo plazo y subvaloración de las 
identidades y diferencias regionales. 
En este proceso peruano la integración regional es uno de los temas 
cruciales para avanzar. La propuesta incorporaba un plan nacional de 
regionalización por medio de las juntas de coordinación interregional 
y una Ley Orgánica del poder Ejecutivo, con nuevos actores políticos, 
partidos y movimientos sociales y un expediente técnico de las regiones
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
(desarrollo económico, político, social y cultural) evaluado y sometido a 
referendo. A pesar de la riqueza de la propuesta, el proceso fracasó por 
falta de apoyo en el referendo del 2006. 
Bolivia, por su parte, vive un momento cúspide de la descentra-lización, 
en términos económicos y políticos: el 25% de los concejales 
municipales es indígena y los espacios de participación están conforma-dos 
por aproximadamente un 66% de población indígena-campesina. 
No sólo se ha duplicado el monto de los recursos por transferencias 
a nivel municipal, sino que incluye mecanismos compensatorios por 
nivel de pobreza. Pero estos avances aún no se reflejan en una dismi-nución 
de las desigualdades. Por ello la pertinencia de atar la equidad 
a la construcción de legitimidad, así la participación ciudadana podría 
alejar la exclusión y el despotismo. 
Requeriría también el proceso boliviano leyes uniformes que 
resuelvan la asimetría institucional que existe hoy en los presupuestos, 
alcances, objetivos, competencias dentro de cada uno de los niveles 
territoriales. Insiste en la pertinencia de adoptar modelos de descentra-lización 
acordes a necesidades particulares, pensando al Estado como 
19 
un sistema y no como un centro. 
Colombia, en cambio, después de 20 años de descentralización, 
revisa, se pregunta sobre lo logrado, lo valora y lo relativiza. Descubre 
que en virtud de la descentralización hay más instituciones, más sis-tema 
político, más mercado, más organizaciones sociales, todos defi-nidos 
alrededor del territorio; pero no se ha modificado el modelo de 
desarrollo, la política económica, los impuestos regresivos, ni la con-centración 
de la propiedad. Estos factores se transnacionalizan, esca-pan 
a la lógica nacional y por ende a la local. 
Mirando desde la historia hacia el horizonte, el ponente colom-biano 
plantea nuevos y más profundos sentidos para la descentraliza-ción 
en América Latina: distribución de oportunidades entre territo-rios, 
equidad social en el acceso a bienes y servicios y mayor equidad 
política. Estos sentidos que ponen de nuevo el reto en el cambio de las 
relaciones sociales y políticas, en una democracia real capaz de mejorar 
la calidad de vida y de producir resultados en términos de bienestar 
social. 
Analizando los espacios que la descentralización creó para las 
organizaciones sociales, se desarrolla el panel La descentralización vista 
por los movimientos sociales. Con la concurrencia de Jorge Enrique Bossa,
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
presidente de la Confederación Comunal; Arquímedes Vitonás, alcalde 
de Toribío, Cauca; Carlos Arturo Rodríguez, presidente de la Central 
Unitaria de Trabajadores (CUT) y Roberto Ortegón, presidente del Con-sejo 
20 
Nacional de Planeación. 
Todos los expositores reivindican el importante papel de los 
movimientos sociales, desde finales de los años 70, en la conquista de 
la descentralización para el país. Mencionan cómo ha posibilitado su 
presencia permanente en todos los espacios de la vida nacional, pues 
se ensancharon los escenarios de participación social desde donde han 
logrado hacerse escuchar e influir en decisiones que los afectan. Los 
escenarios de planeación, la gestión pública y la organización en torno 
a iniciativas productivas son apenas unas muestras de ello. 
Con base en la experiencia del municipio de Toribío, uno de los 
ponentes resalta que la descentralización es vital para un gobierno 
local conquistado por un movimiento social. La participación de la 
población en las decisiones de gobierno y el mejoramiento real de las 
condiciones de vida de la población retroalimentan el movimiento 
social aportándole sostenibilidad y crecimiento como expresión polí-tica. 
Exalta también las tensiones y dilemas que impone el ejercicio de 
gobierno al movimiento social en un contexto descentralizado, pero 
con grandes carencias. 
Otro de los ponentes da cuenta del desarrollo desigual de la des-centralización 
y de sus limitaciones. De los 1.098 municipios ni siquiera 
el 10% ha desarrollado la elección de ediles y corregidores; menos aún 
reglamentado la participación de los pobladores en la elaboración de 
presupuestos, ni aplicado los mecanismos de la Ley 174 de 1994, aho-gados 
por la excesiva reglamentación, con excepción de la tutela. Como 
muy grave se ve el que la descentralización no plantee salidas al conflicto 
armado, que ha golpeado tan fuertemente a las organizaciones sociales. 
Tampoco ha contribuido la descentralización al cambio de las 
prácticas políticas de las mismas organizaciones sociales, 20 años des-pués 
continúan reproduciéndose las formas de liderazgo clientelista, 
la ausencia de agenda y objetivos propios, la actuación como apén-dices 
del Estado y las debilidades en sus formas de comunicación e 
información. También el Estado continúa limitando la participación 
comunitaria y ciudadana y su profundización por la vía de excesivas 
regulaciones y demoras en la promulgación de normas de iniciativa de 
las organizaciones sociales.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
Por su parte, el representante de la CUT centra sus preocupaciones 
en torno a dos aspectos: los condicionamientos que el contexto de guerra 
o paz impone en el futuro a la descentralización y el hecho de que, siendo 
Colombia un país de regiones, el modelo de descentralización hoy ins-taurado 
en el país no refleje un acuerdo institucional capaz de definir y 
21 
armonizar competencias y funciones entre las entidades territoriales. 
El representante del Consejo Nacional de Planeación centra su 
mirada en la planeación participativa; considera que después de la 
promulgación de la Constitución de 1991, la descentralización ha sido 
sometida a una progresiva restricción por la vía normativa, hasta colo-carla 
bajo la amenaza de la recentralización. Sólo la Corte Constitu-cional 
ha obrado como garante legal del proceso descentralizador que 
interpreta acertadamente el espíritu constitucional. 
Con acentos en diferentes aspectos, los cuatro ponentes consi-deran 
necesario asumir la defensa de la descentralización como una 
de sus banderas de lucha para presionar por una participación social 
y política, cada vez más real y efectiva, y por una autonomía de las 
comunidades en sus territorios que les permita asumir aquellas funcio-nes 
que hoy se descentralizan de manera condicionada. 
Diversas fueron las propuestas para avanzar en este sentido: 
reforzar el papel del Estado central como coordinador de las políticas 
públicas y no como ejecutor, conformar comisiones constitucionales 
permanentes especializadas en el tema, bajo la coordinación del Minis-terio 
del Interior, asumir la región como un escenario de construcción 
y reconstrucción de agendas territoriales de paz, evaluar el desempeño 
de los gobernantes locales con indicadores más integrales, recuperar 
el rol de los consejos territoriales de planeación, como escenarios de 
participación directa y no representativa, y otorgar capacidad consti-tucional 
y legal a los gobiernos locales para que puedan adoptar sus 
propios planes de desarrollo. 
Un tema de igual valía, Descentralización y paz, se incluye en el semi-nario 
para concluir con la diversidad de perspectivas sobre la descentra-lización. 
León Valencia, Hernando Gómez Buendía y Gilberto Toro, en su 
orden directores de la Fundación Nuevo Arco Iris, del Informe de Desarro-llo 
Humano para Bogotá y de la Federación Colombiana de Municipios, 
analizaron los peligros que el conflicto armado ha impuesto al proceso de 
descentralización.
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
22 
Con tres énfasis diferentes desarrollan los ponentes este tema. 
El primero, ex combatiente del ELN, se apoya en una revisión de la 
historia nacional reciente, desde finales del Frente Nacional hasta el 
presente, para señalar que la eliminación del contradictor político ha 
impedido la construcción de democracia en el país. Si bien, la descen-tralización 
abrió el panorama político a nivel local, por una parte, este 
avance no tuvo expresiones inmediatas en el nivel nacional; por otra, 
fue rápidamente constreñido por las presiones tanto de las FARC como 
de los grupos paramilitares. Esto elevó el abstencionismo o causó la 
realización de elecciones atípicas para un porcentaje importante de las 
alcaldías locales, mediante la votación por candidaturas únicas. 
En este sentido, ahondar en los procesos de democratización, 
descentralización y municipalización sólo será posible cuando exista 
una reforma política sustentada en un proceso de reconciliación y de 
pluralismo político, que recupere la confrontación política entre con-trarios 
y elimine la corrupción. 
El segundo ponente, Gómez Buendía considera que actualmente 
se contraponen dos miradas sobre la relación entre descentralización y 
paz. Según algunos, se descentraliza para pacificar, superar la ausencia 
del Estado y movilizar el apoyo de la población. En cambio, para otros, 
incluido el presidente de la República, se centraliza para pacificar, pues 
cualquier aumento del poder local, especialmente de recursos, haría 
más atrayente al municipio a los actores armados, lo que aumentaría 
así el conflicto. 
No obstante, la práctica ha demostrado que los actores armados 
son atraídos por los recursos naturales que están siendo explotados por 
particulares privados; así mismo, deja claro que la legitimidad política 
de los gobernantes locales constituye la mejor protección de las admi-nistraciones 
locales frente a los actores armados. 
Profundizar la descentralización resulta entonces la alternativa 
coherente; fortalecer los procesos de elección, combatir las rentas ilega-les 
y proteger las legales para hacer una política social que llegue a los 
más pobres y fortalezca la democracia en el sentido social, y crear un 
régimen especial donde se revalúen las competencias, la vigilancia y el 
control sobre aquellos municipios que tengan las mayores dificultades 
para captar recursos y trasladar al nivel nacional los impuestos como 
la renta son algunas de las posibles soluciones.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
En la perspectiva del representante de las municipalidades, 
Gilberto Toro, alcanzar una paz sostenible pasa por la existencia de 
gobiernos locales autónomos y descentralizados. Se tergiversa la dis-cusión 
cuando se plantea la corrupción y la intervención armada como 
consecuencias de la descentralización. El aumento de la corrupción en 
los niveles locales es discutible, de 5.000 denuncias instauradas ante los 
organismos de control contra funcionarios locales, menos del 5% resul-taron 
condenados. La presencia de los actores armados insurgentes no 
logró finalmente ahogar el sistema democrático local, a pesar de que 
hasta hace cuatro años se asesinaba en el país a un alcalde cada mes. 
Son múltiples las pruebas del fortalecimiento democrático a partir 
de la elección popular de alcaldes, así como del desequilibrio entre com-petencias 
y recursos transferidos. La limitante más seria es la visión de 
corto plazo, que impide al escenario local articularse con la región y con 
el país. 
Una paz sostenible pasa por la coherencia, porque no se puede ade-lantar 
un proceso de reconciliación con actores violentos y reformar el 
Sistema General de Participaciones; esta reforma debilita a los gobiernos 
locales en un momento en el que existe gran presión para la solución de 
las necesidades de la población. Adicionalmente, si se quieren munici-pios 
autónomos, eficientes y eficaces, debe haber transparencia y mayor 
23 
credibilidad e inversión por parte del gobierno central. 
Concluye aquí la síntesis de lo expresado por los y las ponen-tes. 
Queda la puerta abierta para que el lector, ya provocado, acuda a 
profundizar los temas y planteamientos de su interés en las ponencias 
presentadas. 
Con esta publicación, RINDE convoca al país a reflexionar sobre 
los logros y limitaciones de la reforma territorial, a fin de transitar hacia 
una nueva fase de la descentralización inspirada de manera más pre-cisa 
como mecanismo de profundización de la democracia, de promo-ción 
del desarrollo territorial y del logro de una arquitectura institucional 
más adecuada para la paz.
Capítulo 1 
Instalación 
Barbara Hess 
Sean Jones 
Roberto Hinestrosa 
RINDE
La cooperación alemana frente a 
la descentralización en Colombia 
Barbara Hess 
Representante en Colombia de la 
Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ) 
Colombia ha vivido en los últimos 20 años uno de los procesos 
de cambio más significativos y relevantes. Un proceso que se inició en 
1986 con la elección democrática de las autoridades locales y que tuvo 
su mayor impulso con la Constitución de 1991. 
La Constitución propuso a los y las colombianas un modelo de 
Estado descentralizado, democrático, incluyente y solidario, pero no 
ha sido fácil concretarlo. Hoy, 15 años después de su promulgación y 
vigencia, si bien es cierto que todavía falta mucho por hacer, también 
es cierto que es mucho lo que se ha avanzado, tanto que la experien-cia 
colombiana en materia de descentralización ha sido el modelo que 
nutre y enriquece los procesos descentralizadores en muchos países de 
América Latina. 
El tema de la descentralización, como parte del proceso de moder-nización 
del Estado, tiene ya bastantes años de estarse debatiendo y 
nadie podría decir que no ha merecido un tratamiento profundo y sus-tantivo. 
La descentralización irrumpió con fuerza en la agenda polí-tica 
regional a inicios de los años ochenta, se mantiene, y seguramente, 
continuará muchos años más.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
Hace veinte años se creía que la finalidad de la descentralización 
era la ampliación de la cobertura y el mejoramiento de los servicios 
básicos bajo la responsabilidad de los municipios. Ahora se ha abierto 
un camino de expectativas que van desde el mejor uso de los recursos 
y una asignación más equitativa por regiones, localidades y sectores; 
pasando por la participación social y la posibilidad de control de la 
gestión pública; hasta la democratización del poder, el mejoramiento 
y legitimación de los sistemas políticos, la eficiencia del sistema ins-titucional, 
la adaptación a la diversidad cultural y demográfica y la 
27 
readecuación de las relaciones Estado-sociedad. 
La descentralización se ha legitimado en el imaginario político de 
los países y, sin ser una panacea, se plantea como una alternativa que 
apunta a revisar y reformar la estructura del Estado que modifica las 
relaciones de sus diversas funciones, instancias y niveles con la socie-dad 
y la posibilidad de impulsar un nuevo tipo de Estado, más cercano 
a sus ciudadanos. 
Bajo esas grandes líneas conceptuales se ha movido en toda Amé-rica 
Latina la cooperación técnica alemana, y Colombia no ha sido la 
excepción. Por eso puedo decir, que la Agencia Alemana de Coopera-ción 
Técnica (GTZ) ha sido partícipe, en buena medida, del proceso de 
transformación del Estado colombiano. 
Una reseña muy rápida. Empezamos el trabajo en 1995, acompa-ñando 
al Departamento Nacional de Planeación en la implementación del 
Programa Mejor Gestión de los Departamentos. Posteriormente, a solici-tud 
del gobierno nacional, ayudamos a algunos departamentos a mejo-rar 
su capacidad administrativa, financiera y de gestión, cuando apenas 
empezaba a clarificarse su rol como líderes del desarrollo económico y 
social de sus territorios. 
Luego se puso en marcha el Programa de Fortalecimiento Finan-ciero 
Municipal (Profim), que tuvo como contraparte la Federación 
Colombiana de Municipios. Este programa tuvo énfasis en dos áreas 
de trabajo: fortalecer la Federación de Municipios, como entidad gre-mial 
capaz de velar por sus intereses de manera seria y responsable, y 
mejorar las finanzas de municipios pequeños seleccionados. 
En el sur del país, en los departamentos de Cauca y Nariño, los pro-yectos 
de Asopatía y Bota Caucana han formado parte del acompaña-miento 
a la descentralización. El primero dirigido al fomento de la asocia-
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
tividad municipal, y el segundo, a rescatar las experiencias de desarrollo 
económico local. 
28 
Nuestro balance es que ha valido la pena acompañar a Colombia 
en este proceso. Siempre hay interlocutores reflexionando y gobiernos 
territoriales dispuestos a liderar cambios en sus regiones. Hace cuatro 
años, los dos gobiernos, el colombiano y el alemán, acordaron orientar 
los recursos y esfuerzos de la cooperación hacia el diseño e implemen-tación 
de un solo programa, que integrara las experiencias de los pro-yectos 
anteriores de manera sinérgica y se avocara a apoyar los esfuer-zos 
del pueblo y el gobierno colombianos en la búsqueda de la paz y la 
disminución de los conflictos. 
Se trató, entonces, de fortalecer la presencia y aceptación del 
Estado, con una mejor prestación de servicios y con la aplicación de pro-cesos 
transparentes y participativos. El gobierno colombiano demanda 
de nosotros, en la nueva etapa del acompañamiento, una contribución 
más decidida para tender puentes y tejer alianzas entre la sociedad 
y el Estado, que apunten a la resolución pacífica de los conflictos, así 
como a promover las reformas estructurales que requiere el país y que 
apunten a la paz. El desarrollo territorial y los avances hasta ahora 
logrados con la descentralización, al igual que los impactos alcanzados 
con otros programas de cooperación colombo-alemana, serán la base 
para el nuevo programa que inicia a partir de 2007. 
Valoramos profundamente lo logrado hasta ahora en términos 
de democracia, participación e inclusión. Por eso la descentralización 
debe mantenerse como un elemento de la vida institucional, sin el que 
será imposible edificar la paz, pues si no existen niveles territoriales 
eficientes y participativos, próximos al ciudadano, el Estado no podrá 
fortalecer su presencia en los territorios. 
Es necesario avanzar definitivamente en las reformas del ordena-miento 
territorial, de tal manera que exista una adecuada articulación 
del Estado y unas mejores relaciones intergubernamentales. La cons-trucción 
territorial del Estado, articulada en torno a los principios de 
descentralización y autonomía, debe complementarse con una visión 
nueva en la que prime la corresponsabilidad y que reconstruya el espa-cio 
de decisión pública de abajo hacia arriba, sin poner en peligro la 
eficacia de la gestión. 
Las instancias subnacionales de gobierno deben fortalecer sus 
mecanismos de participación y rendición de cuentas; ser capaces de
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
abordar en forma más contundente los problemas de fortalecimiento 
institucional, de desarrollo económico local, de las políticas sociales y 
de la redistribución de la riqueza, y emprender de manera sistemática 
el cumplimiento de las metas del milenio contra la pobreza y la exclu-sión. 
Hoy, el territorio debe ser repensado y redefinido y, con ello, también 
la estrategia de sus actores. Es necesaria la reinvención del territorio para 
convertirlo en un espacio de competitividad e innovación. Es parte de la 
respuesta de las sociedades locales a los retos de la globalización. 
Este evento pareciera ser el fin de una etapa: los 20 años de la des-centralización. 
Para nosotros como europeos es sólo el comienzo de un 
largo camino. En nuestro caso, Alemania ha tardado más de 200 años 
para consolidar el Estado que hoy tenemos y no podemos decir que el 
proceso ha terminado. En junio pasado fueron aprobadas un conjunto 
de reformas constitucionales, orientadas a dar mayor poder de decisión 
a las entidades territoriales, y seguramente vendrán más cambios. 
Por eso, vale la pena señalar que 20 años son pocos para un pro-ceso 
radicalmente transformador como la descentralización. Es impor-tante 
hacer un alto en el camino y emprender las reformas necesarias, 
con la tranquilidad institucional requerida para que se produzca el 
afianzamiento y empoderamiento social que se demanda. 
Las reformas orientadas a la descentralización deben convertirse 
en un patrimonio social e institucional del que se puedan sentir orgullo-sos 
los colombianos, para alcanzar así una madurez en la aplicación y en 
el ejercicio íntegro de sus competencias, un fortalecimiento de los meca-nismos 
de participación y una autonomía presupuestal visible por parte 
de los gobiernos locales. Me honra profundamente ser hoy partícipe de 
la celebración de los 20 años de la descentralización en Colombia. 
29
Veinte años de lecciones 
aprendidas 
Sean Jones 
Agencia Internacional de Estados Unidos para el Desarrollo 
(USAID) 
Todos creemos en los beneficios de una mayor autonomía de los 
gobiernos locales para la satisfacción de las necesidades de las comuni-dades. 
Los gobiernos cercanos a las localidades siempre tendrán venta-jas 
para lograr una mejor prestación de servicios públicos locales, para 
el recaudo y el buen uso de los recursos públicos. 
La descentralización sirve simultáneamente para que las comuni-dades 
desarrollen mayores compromisos frente a la gestión pública y 
hagan mayores esfuerzos en liderar su propio desarrollo. Igualmente, 
el proceso descentralizador promueve la participación ciudadana y 
recupera la legitimidad y gobernabilidad del Estado, especialmente en 
zonas donde imperan la marginalidad, los cultivos ilícitos y los grupos 
armados al margen de la ley. 
Durante los últimos cinco años, la USAID ha venido apoyando 
los esfuerzos del gobierno colombiano para fortalecer los gobiernos 
locales. Así es como 267 municipios, en 9 departamentos, recibieron 
nuestra asistencia en gestión municipal. Se ejecutaron 270 proyectos 
de infraestructura social que beneficiaron directamente a cerca de un 
millón de personas.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
En los próximos años, con nuestro programa de Áreas de Desa-rrollo 
Alternativo Municipal (ADAM), esperamos impulsar un modelo 
de desarrollo alternativo sostenible y participativo, que promueva la 
gobernabilidad local y las oportunidades económicas de las poblacio-nes 
marginadas del desarrollo y afectadas por los cultivos ilícitos y el 
31 
conflicto armado. 
Veinte años después de la puesta en marcha de la descentrali-zación 
en Colombia, son muchas las lecciones aprendidas, temas que 
tocarán los próximos ponentes, quienes han tenido un papel protagó-nico 
en el proceso. Son ellos entonces los más indicados para analizar 
el presente y el futuro de la descentralización en Colombia. Estamos 
muy satisfechos de haber contribuido a hacer realidad esta alianza que 
agrupa varias instituciones y les deseamos suerte en su esfuerzo por 
analizar y promover el tema de la descentralización.
Descentralización en Colombia: 
timidez frente a los retos 
Roberto Hinestrosa 
Decano de la Facultad de Finanzas, Gobierno 
y Relaciones Internacionales, 
Universidad Externado de Colombia 
La descentralización en Colombia ha sido una revolución contun-dente, 
pero extrañamente silenciosa. Nuestra sociedad se caracteriza 
por su timidez a la hora de asumir cambios diametrales y nuestras ins-tituciones 
aún se resisten a aceptar la pertinencia y vitalidad del poder 
territorial. Devolver a las comunidades el legítimo derecho a decidir su 
porvenir ha sido una de las estrategias más ambiciosas del país. 
La descentralización es el sistema que permite a los entes territoriales 
ser autónomos en la formulación de sus políticas de desarrollo social, para 
que actúen de manera responsable en el diseño de planes, en la gestión 
para el desarrollo y en la adecuada inversión de los recursos. La descen-tralización 
política llamó a reconfigurar el Estado y la manera de entender 
su entorno, para mejorar las condiciones de vida de la sociedad. 
A pesar de la elección por voto popular de alcaldes y gobernado-res, 
a los mandatarios territoriales no se les ha permitido tener capaci-dad 
para decidir sobre los temas más urgentes y sensibles de los ciu-dadanos. 
El nivel central insiste en llevar de cabestro a las entidades 
territoriales, a actuar de manera uniforme, bajo el pretexto de la inca-
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
pacidad de las regiones para discernir entre lo conveniente y lo innece-sario 
en materia de gasto público. 
Existen más de 460 normas en materia de descentralización que 
sitúan a las autoridades locales en la encrucijada, entre cumplir reglamen-tos 
o cumplir con sus obligaciones programáticas. En Colombia las razo-nes 
que llevaron a la descentralización política siguen vigentes pero, ¿por 
33 
qué no se han logrado los efectos tan pretenciosos que esperábamos? 
La descentralización no puede ser un simple ejercicio de delega-ción 
de funciones, ya que implica un ejercicio de ajuste gubernamental, 
según lo que las regiones y provincias estén en capacidad de producir. 
En un sistema descentralizado de gobierno, se debe garantizar la cali-dad 
de la presencia del Estado en cualquier latitud del país. El modelo 
debe considerar la capacidad de cada región, las condiciones de su 
territorio y su desarrollo gradual. 
Durante la vigencia de la Constitución de 1886, la Cámara de 
Representantes expresaba las voces territoriales ante la nación, pero hoy 
en día, a pesar de la elección popular, es preciso definir el rol y la impor-tancia 
de gobernadores y alcaldes. Deberían tener un papel directo y 
una representatividad permanente en la toma de decisiones que afec-ten 
sus provincias, ya que son los voceros elegidos popularmente para 
administrar sus territorios. En Alemania, por ejemplo, los gobernadores 
elegidos popularmente tienen al menos el 50% de la representación. 
Por otro lado, la Ley Orgánica de ordenamiento territorial, que 
define competencias y capacidades de los entes territoriales, se ha hun-dido 
tantas veces como se ha presentado a discusión en el Congreso de 
la República. Ese atraso en la aprobación de dicha ley ha impedido el 
desarrollo integral de regiones y provincias, luego de 20 años de elec-ción 
popular de alcaldes y 15 años de la de gobernadores. 
La adopción de la Ley permitiría la existencia de proyectos integra-dos, 
sostenibles y de beneficio común, con mayor generación de ingresos 
para los territorios, que fomentarían su asociatividad y el interés común de 
la población. Podría proponerse que la norma de ordenamiento territorial 
sea votada por la población a manera de referendo o de consulta popular. 
Temas como la racionalización de servicios públicos domiciliarios, 
que incluyen electrificación, acueducto, alcantarillado, aseo, comunica-ciones, 
educación, transporte público escolar (rural y municipal), salud 
y muchos más, son áreas en las que los municipios podrían ser verdade-
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
ramente eficientes, pero no es así porque el Plan de Ordenamiento Terri-torial 
34 
y la legislación existente no permiten la integración territorial. 
Los planes de ordenamiento territorial fueron formulados hace 10 
años por cada ente territorial, pero sin tener en cuenta el municipio vecino, 
hecho que muestra la desarticulación regional. Las gobernaciones apenas 
fueron oficinas de registro, sin que pudieran evaluar los planes y mucho 
menos incluirlos dentro de una política de integración provincial. 
Los planes de desarrollo deben ser presentados ante el respectivo 
Concejo dentro de los tres meses siguientes a la posesión del alcalde, 
luego de haber cumplido con las normas de participación ciudadana 
del municipio; por lo tanto, no hay posibilidad ni tiempo para que las 
administraciones vecinas interactúen e integren proyectos de beneficio 
común. Es un problema además de delimitación legal: no se han defi-nido 
las funciones y competencias de los departamentos, menos como 
instancia de planificación regional. 
Existe una débil capacidad de control y gestión de los recur-sos 
públicos por parte de las administraciones regionales y locales, y 
aunque los entes de control, Procuraduría y Contraloría, han hecho un 
gran esfuerzo con más de 50 programas de control, entre el 2004 y el 
2006, la capacitación siempre ocupará un lugar preponderante. 
La gestión de los entes territoriales arroja cifras muy satisfacto-rias 
entre el 2002 y el 2005, con un superávit de más de 370 mil millones 
de pesos. Gracias a los superávit de los municipios y departamentos se 
amortizan deudas por más de 400 mil millones; además, los gobernado-res 
locales han dado continuidad a las políticas de ajuste y responsabili-dad, 
y con ello han fortalecido el recaudo de rentas propias y el aumento 
de la inversión total en el territorio. 
Algunos hechos para resaltar en el 2005, frente al 2004 son: un 
incremento en el recaudo tributario de 625 mil millones de pesos, en 
la inversión por 4.630 millones de pesos y en el ahorro corriente de 903 
millones de pesos. Estas cifras demuestran el fortalecimiento fiscal de los 
municipios y una gestión sana en la cabeza de sus gobernantes. 
Nuestro país se ha debatido entre guerras inspiradas por el fede-ralismo, 
la centralización y la descentralización. También por una puja 
entre las constituciones abiertas y federales de 1853 y 1863, y la centra-lista 
de 1886; pero hoy día, los aires de apertura y los cambios de los últi-mos 
cuatrienios nos permiten vislumbrar un modelo de organización 
globalizado, que será ejemplo para muchos países en América Latina.
La descentralización: una apuesta 
política de futuro para Colombia 
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, 
la Democracia y el Desarrollo Territorial (RINDE) 
Hace veinte años, la descentralización fue considerada como un 
logro político que creó altos niveles de expectativa en diversos sectores 
de la población. Hoy el proceso es motivo de preocupación para un 
importante segmento de los colombianos, que piensan que la descen-tralización 
está enfrentando serios dilemas y sufriendo una involución 
que afectaría seriamente las posibilidades de desarrollo en muchos rin-cones 
del país. 
La descentralización del Estado colombiano fue uno de los cam-bios 
políticos más importantes en la segunda mitad del siglo pasado, 
comparable solamente con la reforma constitucional de 1936, la firma 
del pacto del Frente Nacional en 1957 o la expedición de la nueva Carta 
Política en 1991. Fue una reforma necesaria. Aquellos quienes la impul-saron 
en ese entonces entendieron que el Frente Nacional había dejado 
una herencia negativa en un doble sentido: por una parte, el Estado se 
mostraba cada vez más incapaz de enfrentar con éxito los grandes pro-blemas 
del país, entre ellos la pobreza y las crecientes desigualdades 
sociales y regionales. Por la otra, el pacto bipartidista había eviden-ciado 
algunos rasgos indeseables del régimen político, que minaban 
su legitimidad, entre ellos el centralismo en la toma de decisiones, el
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
autoritarismo en el manejo del disenso, el clientelismo como forma de 
atención a las necesidades de la población y la exclusión política de 
grupos diferentes a los partidos tradicionales. 
36 
La descentralización surgió entonces como una estrategia de 
reforma del Estado destinada a paliar la crisis del régimen político 
y a darle un nuevo aire que permitiera recuperar la confianza de los 
colombianos en sus instituciones. El espíritu de la reforma fue dar 
mayor poder a los entes territoriales en la definición de políticas públi-cas, 
mejorar la prestación de los servicios a su cargo y democratizar las 
decisiones públicas a través de la participación ciudadana. 
En tal sentido, la descentralización del Estado fue un proceso de 
carácter eminentemente político que entregó una cuota de poder a los 
entes subnacionales, expresada en una mayor autonomía de las autorida-des 
territoriales, en la devolución de competencias y la entrega de recur-sos 
a los departamentos y los municipios para atender más eficazmente 
las demandas de la población y en la institucionalización de mecanismos 
de participación ciudadana y control social de la gestión pública. 
Hoy día, sin embargo, sin que el proceso haya perdido su esencia 
política, esa dimensión ha sido relegada a un segundo plano no sólo 
en el discurso gubernamental, sino en la lectura que sobre éste hacen 
diferentes sectores políticos y sociales. En su lugar, se ha venido impo-niendo 
en los últimos años una mirada exclusivamente fiscal sobre la 
descentralización, complementada en ocasiones por una insistencia en 
temas de eficiencia y moralidad de la gestión pública. En efecto, desde 
finales de la década pasada, comenzó a difundirse el argumento de 
que la descentralización era la principal causa del déficit fiscal nacio-nal, 
en razón del crecimiento sustancial de las transferencias a los entes 
subnacionales. Esa idea fue ganando fuerza y se tradujo en 2001 en 
las reformas al régimen de transferencias y a la ley 60 de 1993. Desde 
entonces, el gobierno nacional ha centrado su atención en esos temas 
y prácticamente ha reducido la descentralización a una cuestión de 
carácter administrativo y financiero. Por su parte, los gobiernos territo-riales 
han centrado el grueso de su discusión con el gobierno nacional 
en ese aspecto. 
Sin negar la importancia de tales cuestiones en el momento de 
hacer el balance de lo que ha ocurrido con la descentralización en estas 
dos décadas, es preciso recuperar la consideración de su dimensión 
Velásquez, Fabio. “¿Descentralizar o recentralizar?”, en Revista Foro, N° 58, Bogotá. 
2006
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
política. La descentralización es una forma de distribución del poder, 
lo que marca de entrada su carácter y su alcance. 
Por supuesto, las circunstancias que dieron lugar a la descentrali-zación 
del Estado colombiano hace un par de décadas no son las mis-mas 
que vive hoy el país. Concretamente, el mapa de los actores que 
inciden en las decisiones que se toman en departamentos y municipios 
ha cambiado sustancialmente; nuevas fuerzas han ganado protago-nismo 
en el escenario territorial, especialmente en aquellas zonas del 
país donde las economías ilegales y/o los actores armados tienen un 
peso significativo, incluso dominante, y una influencia notoria en las 
decisiones públicas. Pero, precisamente, ese cambio de coordenadas 
obliga a seguir pensando políticamente la descentralización y a resca-tar 
dimensiones del proceso hoy por hoy olvidadas. 
En ese sentido, caben varias preguntas: ¿qué ha ocurrido y qué está 
ocurriendo con la descentralización en Colombia desde el punto de vista 
político? ¿La autonomía territorial ha mejorado las relaciones intergu-bernamentales? 
¿Cuál es el actual mapa político de la descentralización? 
¿La participación ciudadana ha contribuido a democratizar la gestión 
pública y a lograr mejores condiciones de vida para la población? ¿Cuá-les 
han sido los impactos del conflicto armado en el desempeño de los 
gobiernos municipales y departamentales? ¿Qué aspectos merecen hoy 
un lugar central en el debate público y en el diseño de propuestas para 
fortalecer la descentralización en Colombia? 
La Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y 
el Desarrollo Territorial (RINDE) quiere proponer en este documento 
algunas reflexiones que aporten elementos de juicio para dar respuesta 
a los anteriores interrogantes, con el exclusivo ánimo de promover un 
debate público sobre aspectos que siguen siendo centrales en el desa-rrollo 
de la descentralización, y que no por haber sido relegados a un 
plano secundario en la discusión política reciente dejan de ser cruciales 
para pensar el presente y el futuro de ese proceso, clave –por lo menos 
en el espíritu de la Carta Constitucional– para asegurar mayores nive-les 
de bienestar para todos los colombianos y las colombianas. 
Para tal efecto, el documento se refiere en la primera parte a cua-tro 
aspectos considerados de primer orden en el análisis político de la 
descentralización: las relaciones intergubernamentales, el nuevo mapa 
político territorial, la participación ciudadana en la gestión pública y el 
impacto del conflicto armado. La reflexión se cierra con una referencia 
a la propuesta del gobierno consignada en su plan Visión Colombia 
37
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
2019 y con la enumeración de algunas propuestas que, a juicio de los 
integrantes de RINDE pueden afianzar la descentralización del Estado 
y alejar las amenazas que se ciernen sobre ella. 
Descentralización y dinámicas políticas 
Autonomía territorial, relaciones intergubernamentales 
y ordenamiento territorial 
38 
La descentralización implica la distribución del poder entre el 
centro y la periferia, entre el Estado central y los entes subnacionales, 
lo que supone garantizar en la letra y en los hechos la autonomía de 
estos últimos para el ejercicio de dicho poder. 
La reforma municipal de 1986 y la Constitución de 1991 garantiza-ron 
la autonomía de las entidades territoriales. La Constitución define a 
Colombia como un: 
Estado social de derecho, organizado en forma de República unita-ria, 
descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, 
democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la 
dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que 
la integran y en la prevalencia del interés general (Artículo 1°). 
Luego, en su artículo 287, la Constitución establece que “las enti-dades 
territoriales gozan de autonomía para la gestión de sus intereses”, 
en virtud de lo cual gozan del derecho a gobernarse por autoridades 
propias, ejercer las competencias que les correspondan, administrar los 
recursos y establecer los tributos necesarios para el cumplimiento de sus 
funciones y participar en las rentas nacionales. 
Se trata, por supuesto, de una autonomía relativa, derivada del 
carácter unitario del Estado colombiano y subordinada por tanto a lo 
dispuesto por la Constitución y las leyes que lo rigen. De todos modos, 
otorga a las entidades territoriales un margen de libertad de acción 
para enfrentar las tareas del desarrollo y atender con propiedad las 
demandas y aspiraciones de la población. 
Así, pues, desde el punto de vista formal la autonomía está ple-namente 
garantizada en los términos definidos por la Carta Política. 
¿Puede decirse lo mismo de lo que ocurre en el día a día del funcio-namiento 
del Estado colombiano? A ese respecto, creemos que existe
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
una tensión creciente entre el interés de las autoridades municipales 
y departamentales por salvaguardar el margen de autonomía que les 
otorga la Constitución, por un lado, y la estrategia del gobierno central 
encaminada a intervenir cada vez más en campos de competencia de 
los entes territoriales, por el otro. 
La idea hace veinte años era devolver a los municipios una serie 
de competencias y recursos que la Nación había concentrado a lo largo 
del siglo XX bajo el amparo de la Constitución de 1886 y de sus refor-mas 
posteriores. La reforma municipal de 1986 produjo así un modelo 
“polarizado” de relaciones intergubernamentales, en el que el gobierno 
central y los municipios se ubicaron en los extremos de la relación y 
los departamentos quedaron de alguna manera al margen de la dis-tribución 
de competencias y recursos, con muy poca visibilidad en el 
contexto de las decisiones gubernamentales y desempeñando un papel 
secundario en la gestión de lo público. 
La Constitución de 1991 introdujo un principio de equilibrio en 
las relaciones entre el gobierno central y las entidades territoriales, al 
rescatar al departamento de su condición marginal al ordenar la elec-ción 
popular de los gobernadores, entregarle competencias y recursos 
y asignarle funciones en materia de planeación regional, coordina-ción 
de la acción del gobierno nacional en su territorio, promoción del 
desarrollo y asistencia a los municipios. De esa forma, se estableció un 
modelo relativamente equilibrado de relación entre los distintos nive-les 
de la administración pública, bajo los principios de coordinación, 
39 
concurrencia y subsidiariedad. 
Esa situación cambió con la aprobación del Acto Legislativo 01 de 
2001 y de la Ley 715 de 2001. Con estas medidas se afianzó un modelo 
de “equilibrio jerárquico” en las relaciones intergubernamentales, que 
ya se vislumbraba en la Ley 60 de 1993. En dicho modelo, el gobierno 
central ganó una importante cuota de poder de decisión en el diseño de 
políticas, concentró recursos que años antes eran manejados por las enti-dades 
territoriales y ganó atribuciones para ejercer un control “desde 
arriba” del desempeño administrativo y fiscal de las autoridades muni-cipales 
y departamentales. Se fraguó de esa manera un esquema pira-midal 
en el que los entes subnacionales quedaron subordinados a las 
decisiones del gobierno central, y ser convirtieron en unos casos en eje-cutores 
y en otros en beneficiarios de políticas y programas nacionales. 
Además, la Ley 715 privilegió la dimensión sectorial de la descentraliza-ción, 
lo cual menguó su sentido territorial, pues lo importante dejó de ser
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
el desarrollo del territorio en su conjunto para pasar a ser simplemente 
el cumplimiento de metas sectoriales del gobierno nacional. 
40 
El gobierno de Álvaro Uribe, aprovechando el nuevo marco nor-mativo, 
ha llevado al límite ese modelo concentrando recursos y poder 
de decisión sobre asuntos que son responsabilidad de los municipios 
y departamentos, por medio de, entre otras cosas, los consejos comu-nitarios 
y la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Coopera-ción 
Internacional –un ministerio de la Presidencia–, que lleva a cabo 
una buena cantidad de programas de generación de empleo e ingresos, 
inversión social y construcción de infraestructura, la mayoría de los 
cuales operan en campos de competencia de las entidades territoriales. 
De esta forma, no sólo se produce una duplicidad de esfuerzos, sin 
ningún grado de coordinación entre los niveles de la administración 
pública, sino que el gobierno central comienza a intervenir en “terre-nos 
ajenos” y produce un efecto de recentralización de competencias 
y recursos, que pone en riesgo la autonomía de las autoridades territo-riales 
y (más aún) atenta contra la institucionalidad municipal y depar-tamental 
diseñada en 1991. A ello se suma la costumbre cada vez más 
corriente del gobierno nacional de negociar inversiones directamente 
con los congresistas de cada región por fuera de los planes de desarro-llo, 
que genera una distorsión en las relaciones políticas. 
Esta tendencia se habría podido contrarrestar, así fuera parcial-mente, 
mediante la expedición de la Ley Orgánica de Ordenamiento 
Territorial (LOOT), la cual, entre otras cosas, debía definir por man-dato 
constitucional las competencias de las entidades territoriales. Sin 
embargo, como lo sabe todo el país, después de quince años de expe-dida 
la Constitución, el país no cuenta con esa ley orgánica debido a la 
falta de acuerdo del Congreso de la República, por razones que no es 
el caso traer en este documento. Hay aquí un vacío que el Legislativo 
debe llenar pronto, y una frustración que puede ser mucho mayor en 
el futuro si no llegamos pronto a un consenso sobre el nuevo ordena-miento 
territorial para el país. 
La aprobación de la LOOT es la oportunidad para definir un 
nuevo orden territorial que supere las deficiencias del actual, en parti-cular 
la crisis de los departamentos. El nuevo diseño debe propiciar el 
fortalecimiento del nivel intermedio, a la luz de los principios conteni-dos 
en la Constitución Nacional, y diseñar un esquema de equilibrio en 
las relaciones intergubernamentales que permita un desempeño más
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
eficiente del Estado en su conjunto y así promover el crecimiento eco-nómico 
41 
y el bienestar de la población en todas sus regiones. 
Nuevo mapa político territorial 
En el plano de la democracia representativa, la elección popular 
de alcaldes constituyó un primer mecanismo para la apertura de un 
régimen político cerrado y excluyente. La violencia de diverso signo 
que vivía el país en los años ochenta y la multiplicación de la protesta 
ciudadana desde las regiones chocaban con un sistema controlado 
férreamente por el bipartidismo y difícil de reformar, no sólo por la 
fragmentación de los partidos, que impedía el logro de las mayorías 
requeridas en el congreso para la reforma, sino además por la declara-ción 
de inconstitucionalidad de que fueron objeto otras iniciativas pro-movidas 
por diversas administraciones para desbloquear el régimen. 
En este sentido, el mérito de la descentralización fue atacar desde 
la base el bloqueo de un régimen político incapaz de reformarse por 
la cúpula. La elección popular de alcaldes propiciaba la participación 
local de actores excluidos en el escenario político, de manera que desde 
estos niveles se diera respuesta a problemas de eficiencia en la presta-ción 
de los servicios del Estado. Cabe preguntarse entonces ¿qué efec-tos 
ha tenido esta apertura política en el país? 
Aparición de nuevas fuerzas 
Sin duda, uno de los más relevantes fue la configuración de un nuevo 
mapa político que permitió la entrada en el escenario político de terceras 
fuerzas que comenzaron a disputar el poder a los partidos tradicionales. 
Si bien el Partido Liberal ha sido la fuerza mayoritaria en todas 
las elecciones regionales, su participación ha venido disminuyendo (de 
tener 552 alcaldes en 1990 pasó a 228 alcaldes y a sólo 12 de los 30 gober-nadores 
elegidos en el 2003). Por su parte, el Partido Conservador, tra-dicionalmente 
la segunda fuerza en votación del país, ha sido superada 
en ocasiones por los llamados “otros” partidos y movimientos políticos, 
como sucedió en las elecciones municipales de 1992 y en 2003, y despla-zada 
de ciudades y departamentos que anteriormente constituyeron su 
feudo electoral, como el caso de Antioquia en el año 2000. 
Un caso relevante en ese sentido es el de Bogotá, donde los partidos 
tradicionales después de haber elegido al conservador Andrés Pastrana
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
como alcalde de la capital en 1988 y a los liberales Juan Martín Caicedo 
Ferrer y Jaime Castro en 1990 y 1992, respectivamente, han desaparecido 
como tales de la competencia por la Alcaldía. En 1994, por primera vez, 
el bipartidismo fue derrotado en una elección distrital cuando Antanas 
Mockus lideró la llamada “revolución antipolíticos”. En 1997, Enrique 
Peñalosa ganó la elección inscrito como independiente. Lo sucedieron 
candidatos desvinculados de los partidos tradicionales: Mockus, quien 
repitió en el período 2001-2003, y Luis Eduardo Garzón, elegido a nom-bre 
42 
del Polo Democrático Independiente y con apoyo del liberalismo. 
Incluso, dirigentes reconocidos del liberalismo, como Enrique Peñalosa 
y María Emma Mejía, han buscado un perfil que los distancie del partido 
como estrategia para lograr el triunfo en las elecciones. 
En las elecciones del 2003, un mayor número de alcaldías y gober-naciones 
quedaron en manos de organizaciones diferentes a los parti-dos 
políticos tradicionales. En el caso de los alcaldes elegidos, 493 se 
presentaron a nombre de otros partidos, mientras que 228 lo hicieron 
a nombre del Partido Liberal, y 158, del Conservador. En las goberna-ciones 
fueron elegidos doce aspirantes del Partido Liberal, cuatro del 
Conservador y catorce a nombre de otros movimientos políticos, algu-nos 
vinculados estrechamente a las viejas maquinarias políticas. 
Así, tanto coaliciones como terceras fuerzas, representadas en 
movimientos cívicos y regionales, movimientos étnicos, partidos reli-giosos 
y partidos o movimientos de izquierda son hoy una realidad 
innegable en las regiones. Como señala Darío Restrepo: 
... desde la primera elección de alcaldes en 1988, partidos y movi-mientos 
políticos no adscritos al partido liberal y conservador han 
ganado la representación de la administración municipal en por-centajes 
que oscilan entre más del 11% y menos del 37%. Esta 
apertura política comenzó en pequeños municipios y pasó, rápida-mente 
a las principales alcaldías y gobernaciones del país. 
Gutiérrez S., Francisco. “Historia de Democratización Anómala: el Partido Liberal en 
el sistema político colombiano desde el Frente Nacional hasta hoy”. En Gutiérrez, Francisco et 
al. Degradación o cambio: evolución del sistema político en Colombia. Bogotá: IEPRI – Norma. 1995. 
p. 73. 
Restrepo, Darío. “De la descentralización a la regionalización: nuevo escenario de la 
guerra y oportunidad para la paz”. En Revista Eure. Vol. XXIX, No. 89. Santiago de Chile. 2004. 
p. 82. En las cuatro elecciones comprendidas entre 1988 y 1997, el apoyo electoral a la candida-tura 
de terceras fuerzas en elecciones de asambleas departamentales representó un 46,63% en 
promedio sobre el potencial de votantes (Véase Guzmán, Carlos E. Política, descentralización y 
subsistemas regionales de partidos en Colombia, 1988-2000. Ibagué: Universidad de Ibagué. 2005. 
p. 274.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
Aunque algunas de estas terceras fuerzas no han tenido la conti-nuidad 
ni la relevancia que se esperaba para hacer contrapeso al bipar-tidismo, 
y aunque otras hayan reproducido vicios y formas de hacer 
política similares a los de los partidos tradicionales, existen diversas 
experiencias que vale la pena destacar. Es el caso de los movimien-tos 
indígenas que han logrado mantenerse en las diversas arenas de la 
competencia electoral desde inicios de los años noventa, alcanzando 
incluso proyección nacional. La elección del guambiano Floro Alberto 
Tunubalá para la Gobernación del Cauca (2001-2003) o la presencia 
mayoritaria de los indígenas en municipios como Jambaló o Toribío 
desde inicios de esa década habrían sido impensables sin las reformas 
descentralistas. Lo mismo puede afirmarse de las administraciones de 
independientes, outsiders y representantes de sectores religiosos. Es de 
destacar también el caso de Pasto y Nariño, donde dirigentes prove-nientes 
de movimientos cívicos alternativos han logrado mantener su 
hegemonía en la Alcaldía y en la Gobernación del departamento en los 
últimos diez años. 
43 
Dinámicas políticas territoriales independientes del nivel nacional 
Además de un mapa político territorial inédito en el país, que con-templa 
sectores tradicionalmente excluidos, hay indicios de que la des-centralización 
rompió la unidad vertical de un sistema de partidos que 
reproducía en el nivel local lo que ocurría en el nacional. Las elecciones 
municipales y departamentales permitieron el desarrollo de sistemas de 
partidos que responden a dinámicas propias de los territorios y que fun-cionan 
independientemente de lo que sucede en el nivel nacional. 
Aunque los estudios sobre este tema son aún limitados, pueden 
mencionarse dos casos para ilustrar el fenómeno. En primer lugar, el 
caso de Bogotá: los resultados recientes muestran que la Alcaldía no 
es ya el “trampolín” para aspiraciones nacionales, en cuanto políti-cos 
ligados al Concejo Distrital y a las juntas administradoras locales 
(JAL) encuentran su propio nicho y construyen redes de apoyo que 
funcionan independiente de lo que ocurre con los partidos en el nivel 
nacional. Este cambio no sólo se observa entre lo nacional y lo distrital, 
también entre las instancias de representación de la ciudad, pues no 
siempre coinciden las preferencias políticas de los electores en cuanto 
Laurent, Virginia. “Presencia indígena en el paisaje político electoral colombiano: 
balances y perspectivas”, En Pizarro, Eduardo y Rodríguez, Clara (Eds.). Los retos de la demo-cracia: 
viejas y nuevas formas de la política en Colombia y América Latina. Bogotá: Fundación Foro 
Nacional por Colombia – IEPRI. 2005. pp.138 – 159.
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
a las organizaciones políticas del alcalde elegido y de las corporaciones 
distrital y locales. Esa independencia lleva a plantear a algunos autores 
que la ciudad tiene varios sistemas de partidos. 
44 
El otro caso se refiere a la elección en 2003 de líderes de izquierda 
o alternativos en el gobierno de las más importantes ciudades y depar-tamentos 
(Luis Eduardo Garzón en Bogotá, Sergio Fajardo en Mede-llín, 
Guillermo Hoenigsberg en Barranquilla, Honorio Galvis en Buca-ramanga, 
Raúl Delgado en Pasto, Édgar Cote en Barrancabermeja, 
Eduardo Zúñiga en Nariño y Angelino Garzón en el Valle), muchos 
de ellos en claro contraste con el gobierno nacional, que cuenta con un 
amplio apoyo popular y representa una corriente política e ideológica 
opuesta. 
Participación electoral y legitimidad del sistema político 
Un tercer efecto positivo de las reformas descentralistas en mate-ria 
político-electoral ha sido el volumen de participación en las elec-ciones 
municipales y departamentales, en general mayor que el que se 
da en escenarios nacionales. Al respecto, es demostrativo que cerca de 
un 50% de colombianos se acercaron a las urnas para elegir sus auto-ridades 
locales el 26 de octubre de 2003, mientras que el día anterior, 
en la consulta sobre el referendo promovido por el presidente Uribe 
participó menos de un 25% de los votantes. Aunque puede parecer un 
caso particular, representa cierta tendencia: desde sus inicios la elec-ción 
popular de alcaldes atrajo la atención de un número importante 
de votantes (67% en la primera elección) y, aunque los niveles han 
disminuido, esta reducción no es la misma para todos los municipios 
colombianos, a la vez que en conjunto la participación sigue siendo en 
promedio mayor que la observada para las elecciones nacionales. 
Teniendo en cuenta los tradicionales índices de abstención exis-tentes 
en el país, es posible afirmar que las elecciones territoriales y el 
interés que despiertan contribuyen a legitimar el régimen político, lo 
que da paso a una corriente de opinión independiente que se expresa, 
especialmente en las grandes ciudades. 
Por lo demás, el país ha ganado estabilidad institucional con la 
elección de alcaldes y gobernadores. Antes, quienes desempeñaban 
García Sánchez, Miguel. “La política bogotana, un espacio en recomposición”. En 
Gutiérrez, Francisco, et al. Degradación o cambio: evolución del sistema político en Colombia. Bogotá: 
IEPRI – Norma. 2002. p. 212.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
estos cargos se debían al jefe político que les daba su respaldo y per-manecían 
en su cargo por corto tiempo (seis meses en promedio los 
alcaldes), lo que les impedía adelantar una gestión coherente y conso-nante 
con las directrices de los planes de desarrollo. Hoy día, el man-dato 
popular de las autoridades territoriales por períodos de cuatro 
años las obliga a trabajar ordenadamente, a hacer un uso racional de 
los recursos y a rendir cuentas ante sus electores en función de metas 
de desarrollo. 
45 
La fragmentación partidista y la reforma política del 2003 
Pese a los avances mencionados, el proceso político en el nivel terri-torial 
no ha estado exento de los problemas de fragmentación partidista 
y personalismo que sufrió el sistema político en su conjunto, que se refle-jaron 
en la proliferación de candidatos, listas y avales, con consecuencias 
negativas en términos de representatividad y gobernabilidad. 
En este sentido, gráficamente un estudioso denominó las eleccio-nes 
en pequeños y medianos municipios como “la guerra del centavo 
electoral”, para indicar que las propias reglas de juego fomentaban la 
operación avispa y la fragmentación en la búsqueda de los partidos 
por maximizar su potencial de votación y obtener el mayor número de 
curules a través del residuo. 
La reforma política expedida en 2003 buscó precisamente atacar la 
dispersión partidista y fomentar la agrupación política, privilegiando 
mecanismos de carácter electoral (lista única, voto preferente, umbra-les 
y cifra repartidora), aplicados por primera vez en la elección de 
octubre de ese año. Otros aspectos importantes de la norma, que tienen 
relevancia en el nivel territorial, como el funcionamiento en bancadas, 
empezaron a regir recientemente. Existen pocos estudios que analicen 
los resultados de esta reforma a nivel global. El tema requiere mayor 
atención en la agenda futura, sobre todo teniendo en cuenta que las 
reformas serán el marco legal bajo el cual se regirán las próximas elec-ciones 
de autoridades territoriales. Se pueden sugerir algunas tenden-cias 
que afectarán lo político en el plano local y regional: 
Por ejemplo, en las elecciones del 2000, se presentaron 30.089 listas para concejos, 
1.457 para asambleas departamentales y 8.361 para las JAL. Se postularon 3.379 candidatos 
para las alcaldías y 136 para las gobernaciones. 
Calderón. José Miguel. “Elecciones locales en medianos y pequeños municipios: la 
guerra del centavo electoral”. En Revista Javeriana. No. 671 Tomo 136. Bogotá. 2001. pp. 35-43.
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
46 
Disminución en el número de listas y partidos. Aunque 
es una tendencia positiva frente a la fragmentación y per-sonalismo 
existente, en algunos casos el que la reforma 
ligue el mantenimiento de la personería jurídica a un por-centaje 
de votos obtenido en elecciones del nivel nacional 
afectará a los partidos con presencia en el nivel regional o 
local que no logran proyectarse a escala nacional. Queda 
el interrogante si es o no beneficioso para la democracia 
fomentar dinámicas políticas que surjan desde los terri-torios. 
Mayor inclinación de los partidos y movimientos políti-cos 
por la lista con voto preferente, lo cual permite mane-jar 
clientelas electorales. Los resultados de diversas vota-ciones 
muestran que este tipo de listas son más efectivas 
para obtener un mayor número de curules. La existencia 
de dos tipos de listas es inconveniente, confunde al elec-tor 
y no plantea reglas claras, por lo cual debería pensarse 
en una reforma al respecto. 
Procesos de unidad más motivados por factores electora-les 
que por dinámicas de modernización y democratiza-ción 
de las organizaciones políticas, lo cual se explica en 
los incentivos y castigos electorales que se derivan de la 
reforma. Como ha sucedido en el caso de Bogotá y como 
se empieza a ver en el Congreso, es probable que aque-llas 
listas que fueron elaboradas por intereses puramente 
electorales, tengan más dificultades para funcionar como 
bancadas que aquellas en que también influyeron acuer-dos 
ideológicos, organizativos y programáticos. 
Aumento de la representación al concentrarse el voto en 
algunas alternativas políticas y disminución del voto que 
se perdía apoyando iniciativas sin ninguna posibilidad de 
salir elegidas (voto eficiente). 
▪ 
▪ 
▪ 
▪ 
Gestión pública y participación ciudadana 
La reforma municipal de 1986, la Constitución de 1991 y sus desa-rrollos 
legislativos crearon una buena cantidad de espacios y mecanis-mos 
institucionales de participación ciudadana en la gestión pública. La 
idea de los legisladores y los constituyentes era fortalecer la instituciona-lidad 
democrática desde un enfoque de democracia participativa.
Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial 
En esa materia ha habido logros importantes, así como fallas que 
es preciso corregir. Entre los primeros cabe mencionar la adopción del 
lenguaje de la participación por parte de la dirigencia política, los líde-res 
sociales y la ciudadanía en general, y la multiplicación de las prác-ticas 
participativas, de las cuales un buen número han dado resultados 
positivos desde el punto de vista de la concertación de decisiones entre 
las autoridades públicas y la ciudadanía. En algunos casos, la gente 
ha hecho uso de los espacios creados por la ley, como es el caso de 
la planeación participativa o de la formulación de políticas públicas. 
En otros, ha creado sus propios canales y procedimientos (mesas de 
concertación, asambleas, eventos de rendición de cuentas, mesas de 
trabajo). 
Un buen número de esas prácticas han sido exitosas en el logro 
de los objetivos y de la movilización ciudadana en torno a los asuntos 
públicos. Es el caso de los presupuestos participativos y de algunas 
experiencias de planeación en varias ciudades del país o la construc-ción 
de los planes de vida en poblaciones indígenas y de iniciativas 
mixtas (ciudadanía-gobierno) para la construcción de paz. Esas expe-riencias 
han logrado una sintonía entre el gobierno y la ciudadanía, 
que se ha traducido en acuerdos de acción pública. De igual manera, 
han estimulado la organización social y la inserción de un número cre-ciente 
de personas en el escenario público. Ello ha permitido un acerca-miento 
entre gobernantes y gobernados, que ha modificado las formas 
tradicionales de relación y generado confianzas mutuas que abren la 
posibilidad de conjugar esfuerzos en el futuro. 
Sin embargo, no todo ha sido color de rosa en ese campo. Han ido 
apareciendo dificultades que deben ser materia de atención por parte 
del gobierno y de la ciudadanía, en la mira de introducir los correctivos 
necesarios para mejorar el desempeño de los actores y los resultados 
del proceso. Entre ellas es preciso señalar, en primer lugar, las deficien-cias 
normativas que frenan el alcance de la participación. La dispersión 
de las normas que regulan su ejercicio; la excesiva reglamentación de 
los espacios, los actores y los procedimientos, y la creencia que con 
sólo expedir normas ya están garantizadas las prácticas participativas 
(fetichismo de la norma) constituyen fallas que han tenido un impacto 
negativo en la democratización de la gestión pública y le han restado 
legitimidad a la participación entre algunos sectores de la población. 
Un buen ejemplo de las debilidades en el campo normativo es la Ley 
Véase Velásquez, Fabio y González, Esperanza. ¿Qué ha pasado con la participación ciu-dadana 
en Colombia?, Bogotá: Fundación Corona, 2003. 
47
20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 
134 de 1994, sobre mecanismos e instituciones de participación, cuya 
aplicación ha sido hasta hoy casi imposible, especialmente en temas 
como la revocatoria del mandato de alcaldes y gobernadores y la pre-sentación 
48 
de iniciativas legislativas. 
A lo anterior se suma la ausencia de políticas y estrategias de 
estímulo y fortalecimiento de la participación ciudadana por parte del 
gobierno nacional. Desde la expedición del documento del Consejo 
Nacional de Política Económica y Social (Conpes) sobre participación 
en 1997, no se conoce ninguna estrategia nacional en esa dirección, a 
excepción del trabajo en los últimos años por la Contraloría General de 
la República para estimular el control social de la gestión pública. La 
responsabilidad del diseño de políticas participativas ha quedado en 
manos de las autoridades territoriales, que han promovido la vincula-ción 
de la población a la gestión pública empleando sentidos y estra-tegias 
muy distintas, sin que esa sea una constante observable en todo 
el territorio nacional. Los recursos destinados a la participación son 
mínimos, lo que implica la intervención de actores externos (coopera-ción 
internacional, ONG, universidades e iglesias) para sostener a las 
prácticas de participación que diversos sectores de la población están 
interesados en realizar. 
También se han observado en estos veinte años algunas “fractu-ras” 
en el desarrollo de las prácticas participativas: en primer lugar, 
la desarticulación entre los actores de la participación, producto, por 
un lado, de la dispersión de espacios participativos y, por el otro, de la 
desconfianza que atraviesan las relaciones entre actores en el escenario 
público. El aumento del número de organizaciones sociales en el país 
no se ve reflejado en una densificación del tejido social, pues siguen 
operando bajo lógicas corporativas que les impiden articular esfuerzos 
para el logro de metas colectivas. Por supuesto, hay excepciones, cada 
vez mayores, pero siguen confirmando la regla de la fragmentación de 
la acción en el mundo de la participación. 
En segundo lugar, los desentendimientos entre los actores de la 
participación son más notorios cuando se trata de la relación entre líde-res 
sociales y dirigentes políticos. Entre ellos existe una disputa por el 
control de las decisiones en los escenarios de participación, en lugar 
de una colaboración para sacar adelante iniciativas que pueden ser 
de provecho para todos. Los dirigentes políticos alegan en su favor el 
haber sido elegidos por voto popular y critican en los líderes sociales, 
especialmente en los que hacen parte de las instancias de participación,
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Veinte años de descentralización: balance y retos

  • 1.
  • 2. Darío I. Restrepo Editor Memorias del Seminario
  • 3. Memorias del Seminario 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro Primera edición. Bogotá D.C. Octubre de 2007. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial - RINDE Edición: Darío I. Restrepo Apoyo de Coordinación: Magda Tamayo y Betty Pedraza Ilustración portada: Edgar Duarte Forero Ejemplares: 3000 Impresión: Esta publicación fue realizada gracias a las entidades miembros de la Red RINDE: GTZ Colombia Instituto Francés de Estudios Andinos ADAM - USAID Fundación Foro Nacional por Colombia Programa PRIAC - Universidad Nacional de Colombia Universidad Externado de Colombia Escuela Superior de Administración Pública - ESAP Transparencia Internacional © Instituto Francés de Estudios Andinos Av. Arequipa 4595, Lima 18 Teléf: (51 1) 4476070 Fax: (51 1) 4457650 E-mail: postmaster@ifea.org.pe Pág Web: http://www.ifeanet.pe Este volumen corresponde al tomo 18 de la Colección “Actes & Mémoires de l’Institut Français d’Études Andines” (ISSN 1816-1278)
  • 4. Contenido Agradecimientos 7 Veinte años no son nada 9 Betty Pedraza López Capítulo 1. Instalación La cooperación alemana frente a la descentralización en Colombia 26 Barbara Hess Veinte años de lecciones aprendidas 30 Sean Jones Descentralización en Colombia: timidez frente a los retos 32 Roberto Hinestrosa La descentralización: una apuesta política de futuro para Colombia 35 Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial Capítulo 2. Descentralización en Colombia en perspectiva latinoamericana La coordinación: reto para la descentralización 73 Fernando Rojas Interrogatorio a la descentralización latinoamericana 77 Fernando Carrión Descentralización en América Latina: evaluación y lineamientos para avanzar 97 Iván Finot Capítulo 3. Pasado, presente y futuro de la descentralización en Colombia ¿Cómo salvar la descentralización? 113 Jaime Castro Las ilusiones fallidas de la descentralización 132 Humberto de la Calle Lombana Balance y retos del proceso descentralizador en Colombia 138 Horacio Serpa Uribe La lenta agonía de la descentralización 143 Armando Estrada Villa
  • 5. Capítulo 4. Relaciones intergubernamentales, autonomía regional y desarrollo local Dilemas de la política de descentralización en Colombia 159 Adolfo Meisel Roca Realidades de un departamento fronterizo 166 Luis Miguel Morelli Navia Una revisión histórica al sentido de la descentralización 170 María Teresa Forero de Saade El marketing territorial, alternativa de desarrollo 176 Roberto Hinestrosa Una descentralización a la criolla 180 Orlando Fals Borda Capítulo 5. La democratización de la gestión pública Antecedentes y retos de la descentralización en Colombia 185 Pedro Santana El fortalecimiento de las asambleas departamentales 190 Jairo Slebi Medina Colombia: una nación hacia la adultez 195 Antonio Galán Sarmiento Capítulo 6. La descentralización vista desde el Congreso Un balance del proceso de descentralización 203 Antonio Guerra de la Espriella Aspectos políticos y económicos de la descentralización 207 Alfonso Núñez Lapeira Un recorrido por la descentralización 212 Juan Manuel López Cabrales La importancia del poder local 218 Gustavo Petro Un país de regiones 223 Fabio Bustos Capítulo 7. La mirada de la Cooperación Internacional El rol de la cooperación internacional en la descentralización 229 Thorsten Sagawe El desarrollo local humano y la descentralización 232 Adelina Paiva La prestación de servicios en un contexto descentralizado 235 Miguel López El rol del BID en el proceso de descentralización 239 Rodrigo Parot La democracia, un ejercicio práctico 244 Cristina Barrera
  • 6. Capítulo 8. La descentralización en la Región Andina Descentralización, integración regional y democracia en el Perú 251 Luis Chirinos Segura Descentralización en Colombia y Bolivia y la democratización en América Andina 288 Gonzalo Rojas Ortuste La descentralización en América Latina: 20 años después 296 Darío I. Restrepo Capítulo 9. La descentralización vista por los movimientos sociales El aporte de los movimientos sociales a la descentralización 305 Jorge Enrique Bossa Arias Descentralización y movimiento social indígena 311 Arquímedes Vitonás Descentralización: un tema político también 316 Carlos Arturo Rodríguez Díaz Planeación participativa, un camino para la descentralización 322 Roberto Ortegón Capítulo 10. Descentralización y paz Los contrapesos en la democracia 331 León Valencia Descentralización, una condición para la paz 336 Gilberto Toro ¿Descentralizar para pacificar? 343 Hernando Gómez Buendía Capítulo 11. Clausura La descentralización: una tarea inconclusa 349 Andrés González La descentralización soñada 353 Carlos Holguín Sardi Conclusiones Paradojas de la descentralización 361 Darío I. Restrepo
  • 7.
  • 8. Agradecimientos El libro que el lector tiene en sus manos es un fiel producto del trabajo en red. La Fundación Foro por Colombia propuso celebrar un seminario sobre los 20 años de la descentralización en Colombia con un marcado énfasis a sus contenidos políticos, idea a la que suscribi-mos en su concepción y realización todas las instituciones de RINDE. La Universidad Externado de Colombia facilitó sus instalaciones y con la Universidad Nacional garantizaron un lote muy importante de conferencistas, moderadores y relatores. Las agencias de cooperación USAID-ADAM y GTZ – Prodespaz, aportaron cuantiosos recursos eco-nómicos, además de participar activamente como ponentes y garanti-zar la presencia de numerosos invitados nacionales e internacionales. La Fundación Foro por Colombia, además de liderar el proyecto de seminario, animó la redacción de la ponencia central de RINDE, la cual recoge apreciaciones de todas las instituciones y avanza en una agenda de reformas a la cuestión territorial en Colombia. La Fundación para la Participación Comunitaria, Parcomún, se encargó de armonizar las relatorías de las nueve sesiones con base en las cuales redactó la pre-sentación y las conclusiones de este libro. La edición y publicación de 20 años de la descentralización: pre-sente y futuro, contó con el apoyo financiero de la GTZ y del IFEA, instituciones a las que se les agradece además su compromiso con los temas de la gobernabilidad, la democracia y el desarrollo territorial. De igual forma se reconoce especialmente el trabajo y la colaboración de Magda Tamayo Rey y Betty Pedraza López en el levantamiento y edición de textos del libro.
  • 9. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro Para terminar, no puede faltar un reconocimiento al interés que el conjunto de invitados al seminario desplegó, lo cual testimonia la cali-dad de las múltiples presentaciones que se recogen en esta publicación. Cuando ex ministros de gobierno, representantes de todas las banca-das en el parlamento, líderes de los principales movimientos sociales, reconocidos académicos e importantes agencias internacionales, se toman tan en serio estructurar balances, evaluaciones y propuestas al proceso de descentralización colombiano, es prueba de que la cuestión territorial todavía genera mucha expectativa y guarda un buen caudal de reformas posibles.
  • 10. Veinte años no son nada Betty Pedraza López Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial (RINDE) Al cumplirse en 2006 veinte años de la expedición de las primeras normas que originaron el proceso de descentralización en Colombia, la Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial (RINDE), propone al país iniciar una profunda reflexión sobre los avances y limitaciones que aquejan al actual modelo de organización del Estado. Pretende desde allí identificar los desafíos que enfrenta la descentralización y convocar un despliegue de esfuerzos que hagan posible su reinvención. Como parte de sus actividades, RINDE realizó el 20 y 21 de sep-tiembre de 2006 en la ciudad de Bogotá el seminario 20 años de la descen-tralización en Colombia: presente y futuro. Ex constituyentes, ex ministros, gobernadores, alcaldes, congresistas, ex guerrilleros, representantes de partidos políticos, concejales, diputados, líderes sociales, organizaciones gubernamentales, entidades de cooperación internacional, organismos multilaterales y académicos nacionales e internacionales, desde su pers-pectiva, dieron testimonio de los avances y desafíos que retan la descen-tralización en Colombia en el contexto latinoamericano. La Red cumple así una de sus principales misiones: alrededor de esta pluralidad de actores, generar un escenario que recupera la impor-tancia de la cuestión territorial como una de las principales reformas
  • 11. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro de las dos últimas décadas, factor con un inmenso potencial dentro de la agenda política futura del país. 10 El presente texto ofrece al lector una apretada síntesis de la evolu-ción y el estado actual de la descentralización, vista desde el calidosco-pio que ofrecen 38 ponencias articuladas en nueve ejes temáticos, que parten de las reflexiones y propuestas de la Red. La descentralización es esencialmente un mecanismo distribuidor del poder político entre el centro y la periferia, entre el Estado central y las entidades territoriales, que en su conjunto conforman el Estado unitario reconocido constitucionalmente en el país desde 1886. Para buena parte de los participantes, se ha venido imponiendo una mirada exclusivamente fiscal sobre la descentralización, centrada en temas de eficiencia y moralidad de la gestión pública. Desde finales de la década de los 90 y de manera progresiva, el gobierno ha reducido la descen-tralización a una cuestión de control administrativo y financiero sobre las entidades territoriales. Veinte años después de haberse iniciado el proceso descentraliza-dor en Colombia, la autonomía de las entidades territoriales está cada vez más desdibujada; el mapa político territorial incluye nuevos actores pero altamente fragmentados; la participación ciudadana exige mayo-res espacios de decisión, aun cuando el liderazgo sigue permeado por el clientelismo; el conflicto armado coopta la gestión pública y limita la profundización del proceso, y, para completar, es evidente una ten-dencia de recentralización en la toma de decisiones. Todos éstos argu-mentos configuran un complejo contexto nacional e inducen a una pro-funda reflexión sobre el futuro de la descentralización. Con la propuesta de recuperar el sentido político de la descentra-lización, RINDE articula su reflexión en torno a cuatro ejes temáticos: la autonomía territorial y las relaciones intergubernamentales, el mapa político territorial, la gestión pública y la participación ciudadana y el conflicto armado. A partir de esa reflexión, sugiere varias iniciativas para enfrentar nuevos dilemas cruciales de la descentralización. Considera que el momento es ideal para proponer ideas que per-mitan fortalecer la descentralización en Colombia. La coyuntura pro-piciada por el fenómeno de actores armados y mafias organizadas que infiltran el poder territorial, el cada vez más denunciado desequilibrio regional, las propuestas de reforma del gobierno nacional al modelo actual, así como las principales apuestas contenidas en lo que será el
  • 12. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial próximo Plan Nacional de Desarrollo, indican que la discusión sobre el tema de la descentralización recobra vigencia. De cara a garantizar una distribución del poder más equilibrada, que permita desconcentrar el modelo de desarrollo y las oportunida-des para la equidad, la lista de propuestas que alimentarían una agenda de la descentralización que está por redefinirse podría ser larga, pero RINDE propone centrar la mirada en los siguientes aspectos: 11 Construir una estrategia conjunta entre los poderes del Estado para enfrentar el fenómeno de infiltración y pre-sión que actores armados y mafias ejercen sobre las auto-ridades locales y su gestión. La estrategia comprende garantizar transparencia en los próximos comicios elec-torales y disminuir los índices de abstención, así como fortalecer los organismos de control y la participación ciudadana en la vigilancia del uso de recursos públicos. Redefinir el origen y la redistribución de los recursos que municipios y departamentos reciben por concepto de transferencias provenientes de la nación, orientán-dose por los pactos suscritos en la Constitución Política de 1991. Ampliar el espacio de incidencia que tienen los procesos de planeación participativa. Crear las condiciones suficientes para propiciar el desa-rrollo regional. Promulgar una Ley Orgánica de Ordenamiento Territo-rial, que contribuya a redefinir la figura del nivel inter-medio de las entidades territoriales y a cerrar la brecha regional. Crear la Comisión de Descentralización y Ordenamiento Territorial, en la que tendrán asiento representantes de los tres niveles del gobierno y de la sociedad civil. ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ La Red se propuso, con el evento, analizar y encontrar diferentes res-puestas a preguntas como: ¿qué ha ocurrido y qué está ocurriendo con la descentralización en Colombia desde el punto de vista político? ¿La auto-nomía territorial ha mejorado las relaciones intergubernamentales? ¿Cuál es el actual mapa político de la descentralización? ¿La participación ciu-dadana ha contribuido a democratizar la gestión pública y a lograr mejo-res condiciones de vida para la población? ¿Cuáles han sido los impactos
  • 13. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro del conflicto armado sobre el desempeño de los gobiernos municipales y departamentales? ¿Qué aspectos merecen hoy un lugar central en el debate público y en el diseño de propuestas para fortalecer la descen-tralización 12 en Colombia? El primer panel Descentralización en Colombia en perspectiva latinoa-mericana, integrado por Fernando Rojas, del Banco Mundial; Fernando Carrión, concejal de Quito y miembro de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Ecuador, e Iván Finot, de la Comi-sión Económica para América Latina (CEPAL), centró la atención de los participantes en una mirada comparada. Los tres ponentes abordaron el tema desde diferentes ópticas. Para Rojas no hay un paquete de reformas perfecto y la clara definición de competencias no tiene garantía del éxito, lo importante es la labor de coor-dinación entre las entidades territoriales. Para Carrión la descentraliza-ción es un proceso político continuo, que en Colombia vive un momento de reflujo por el conflicto armado. Finot, por su parte, considera que la experiencia colombiana ha sido importante porque las reformas han tendido a garantizar el acceso a los bienes públicos; sin embargo, falta conseguir la igualdad jurídica de los ciudadanos ante el Estado. Los expositores coinciden en que no hay un modelo único de des-centralización y que cada país avanza o retrocede según sus necesida-des y el interés de sus actores. Las sugerencias son diversas. Rojas se inclina por repensar el modelo de organización del Estado colombiano hacia un escenario de coordinación, Carrión propone un cierto equili-brio entre el centro y las entidades territoriales y Finot asume que la descentralización debe encaminarse hacia la equidad o igualdad jurí-dica del ciudadano, que se logra a partir de la provisión de los bienes territoriales y bienes sociales y de un esquema de transferencias que corrija las inequidades regionales. De la mano de los ex ministros de gobierno: Jaime Castro, Hum-berto de la Calle, Horacio Serpa y Armando Estrada se hizo un reco-rrido histórico del proceso. En el panel Pasado, presente y futuro de la descentralización en Colombia, los cuatro ponentes coinciden en ubicar el pasado como glorioso, el presente como crítico y el futuro como desa-fiante e incierto. Del pasado resaltaron la demanda política de acercar el gobierno al ciudadano, la apertura democrática, la mayor eficiencia en el gasto y la distribución del poder. Además, rescataron el impulso que le impri-
  • 14. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial mió la Constitución Política de 1991 al tema de la descentralización. De manera ponderada, reconocen los aspectos positivos y negativos del proceso. Los ponentes dedican un mayor esfuerzo a caracterizar el presente de la descentralización, identificando las dificultades que han frenado su desarrollo y limitado sus resultados. Sus afirmaciones dibujan un diseño incompleto y relativamente atrofiado de la descentralización, un pro-ceso políticamente abandonado por el Estado y deformado hacia un tema fiscal, en detrimento de los aspectos más políticos del proceso, tales como la distribución de poder y la autonomía territorial. A pesar de su postura crítica reconocen los logros del proceso: aumento de recursos a las entidades descentralizadas; ampliación de la cobertura de servicios, especialmente en salud y educación; mayor participación política, básicamente electoral, y mayor eficacia del gasto reflejado en el superávit financiero que hoy reporta la mayoría de los municipios del país. Preocupados por el retroceso actual de la descentralización, refle-jado esencialmente en el recorte de transferencias a las entidades terri-toriales y en la propuesta de intervenir los municipios con problemas de corrupción o ineficiencia, los ponentes proponen, entre otras cosas, asumir desde la ciudadanía la defensa política de la descentralización, e impulsar un frente común de los actores sociales para hacer un lla-mado a la dirigencia política nacional para que asuma su responsabili-dad y siga avanzando en el proceso. En el panel Relaciones intergubernamentales, autonomía regional y desarrollo local expresan sus opiniones: Adolfo Meisel, gerente del Banco de la República en Cartagena; Miguel Morelli, gobernador de Norte de Santander; María Teresa Forero, directora ejecutiva de la Federación Nacional de Departamentos; Roberto Hinestrosa, procurador dele-gado para Entidades Territoriales, y Orlando Fals Borda, docente de la 13 Universidad Nacional de Colombia. Los ponentes afirman que en Colombia las relaciones centrope-riferia son marcadamente desiguales. Están determinadas por la dis-paridad en la asignación de recursos desde el nivel central, que se convierte en inequidades sociales entre los ciudadanos. La mayoría de expositores reconoce que no existe autonomía sin recursos y que la insuficiencia de las transferencias a las entidades territoriales, frente a las necesidades que deben atender, ha convertido la descentralización
  • 15. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro en un mecanismo de administración de la “pobreza”. Existen dos posi-bles 14 alternativas: definir políticas nacionales explícitamente dirigidas a superar la inequidad regional ó lograr el desarrollo local endógeno. Aquí parece abrirse una discusión implícita ¿desde dónde se modifican las relaciones centro-periferia? Algunos ponen el énfasis en lo local. Asignan al desarrollo local el potencial de generar una inde-pendencia económica que no sólo produzca real autonomía, sino que transforme las relaciones entre el nivel central y las regiones, haciéndo-las más horizontales. El secreto es entonces evitar la dependencia del nivel central por la vía de las transferencias. Para otros, la complejidad del tema compromete a la nación en su conjunto y, sin negar la pertinencia del desarrollo local, consideran que la autonomía regional pasa por el fortalecimiento de las relaciones nacio-nales, internas y binacionales, para el caso de territorios fronterizos. Dentro del conjunto de ponentes, uno escapó a la tentación de leer las relaciones intergubernamentales desde la lógica de la depen-dencia económica y centró su mirada en la construcción del modelo de nación. Para Fals Borda Colombia ha sido siempre un país de regiones y culturalmente descentralizado, por encima de las decisiones polí-tico- administrativas que han puesto al país a oscilar entre centraliza-ción y descentralización; oscilación resuelta desde 1986 con un modelo híbrido que descentraliza unas cosas y centraliza otras. La descentralización es la condición natural de los cuatro grupos fundantes de la nación y, en consecuencia, estamos conminados a cons-truir un modelo social que rescate la solidaridad de los indígenas, la libertad de las negritudes, la dignidad personal y política de los cam-pesinos y la autonomía de los colonos. Centralizar equivale a negar las profundas raíces nacionales y apostarle a la destrucción del país. Otra arista de la descentralización emerge en el escenario de la reflexión La democratización de la gestión pública. Pedro Santana, presi-dente de Viva la Ciudadanía; Jairo Slebi, director ejecutivo de la Fede-ración Nacional de Diputados, y Antonio Galán, concejal de Bogotá fueron los encargados de reflexionar sobre los cambios que la descen-tralización ha producido en la forma de conducir el Estado y en los procesos de toma de decisiones. Para Santana, una verdad a veces olvidada es que antes de la descentralización, el centralismo reflejado en la constitución de 1886 había convertido la vida municipal en un cascarón vacío de contenido.
  • 16. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial En materia de recursos, por cada 100 pesos de la nación, los munici-pios recibían y gastaban 5,30 pesos y los departamentos 9,70 pesos. En materia administrativa, la inestabilidad de alcaldes y gobernadores era el pan de cada día. Hasta el más cotidiano de los problemas de la población escapaba de las manos de los gobernantes locales y la solu-ción dependía de decisiones y acciones de entidades centralizadas en la capital del país. En lo político, hizo crisis la expresión electoral y su voz fue reemplazada por los gritos de las protestas sociales que, al unísono, reclamaron la renovación del sistema político local, que era profundamente antidemocrático. En ese contexto, la descentralización, a pesar de estar cumpliendo ya 20 años, es una experiencia novedosa para el país, que ha contri-buido a generar capacidades para que los municipios puedan hoy des-empeñar las funciones que les fueron asignadas. En ese sentido, no se puede decir que haya un retroceso. Por el contrario, convoca a evitar el debilitamiento de las regiones afrontando dos peligros que pesan sobre la gestión local: la interferencia de actores armados y las normas regresivas desde el nivel central, como la reducción de transferencias y la suspensión de la vida democrática por corrupción o ineficiencia. De manera complementaria, Slebi y Galán consideran la profun-dización de la descentralización como el mejor camino para la defensa de la democracia. Por ello ven indispensable repensar las relaciones de poder entre el Ejecutivo y el Legislativo a nivel local, y entre gobernantes y electores, con el fin de lograr que la democracia local sea más equili-brada e incluyente. Es preciso construir un nuevo modelo de ordenamiento territo-rial, donde sea más claro y fuerte el rol de los cuerpos colegiados loca-les como canales efectivos de la participación democrática y de control político sobre los mandatarios, antes que intermediarios de favores; donde, departamentos y asambleas tengan mayores capacidades para articular a los municipios con el nivel central y para equilibrar las fuer-zas políticas y sociales de su nivel territorial. Como afirma uno de los ponentes “la participación ciudadana sin promover la descentralización lleva a la frustración, de la misma manera que incrementar las responsabilidades de las entidades terri-toriales sin adecuar el modelo fiscal sólo permite un desarrollo formal 15 y no real de la autonomía regional.”
  • 17. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 16 Para continuar con el análisis, en el panel La descentralización vista desde el Congreso participan los senadores Antonio Guerra, del Par-tido Cambio Radical; Alfonso Núñez Lapeira, del Partido Conservador; Juan Manuel López Cabrales, del Partido Liberal; Gustavo Petro, del Polo Democrático Alternativo, y el señor Fabio Bustos, coordinador Nacional de Convergencia Ciudadana. Ninguno de los panelistas pone en discusión el aporte de la des-centralización como vehículo para la corrección de las inequidades sociales y políticas, ni contradice los avances que han llevado a Colom-bia a convertirse en uno de los países más descentralizados de América Latina. Coinciden también en la imposibilidad del proceso descentra-lizador de corregir las deficiencias en salud, educación, agua potable y saneamiento básico y resaltan el problema de la alta dependencia de las transferencias como fuente de financiación de los entes locales. Para algunos congresistas es preciso reflexionar con profundidad sobre la existencia real de una república unitaria y de la autonomía local, más allá de los aspectos meramente técnicos o financieros de la descen-tralización. Para otros, la urgencia está en resolver los obstáculos que limitan la descentralización: la inexistencia de un ordenamiento terri-torial acorde con la realidad nacional, la falta de recursos, la debilidad de la estructura electoral y la falta de cualificación de las autoridades locales. Uno de los ponentes considera que existe una clara tendencia hacia la recentralización y el presidencialismo, que busca legitimarse satanizando la gestión de departamentos y municipios y haciendo ver al nivel central como eficiente, no corrupto y no deficitario, cuando en realidad presenta considerables problemas de ineficiencia y de corrup-ción; en tanto que los departamentos han mostrado ser entidades terri-toriales capaces de generar superávit financiero. Este panel se cierra con una estimulante reflexión sobre las rela-ciones históricas entre la propiedad de la tierra y el poder local, en torno a los cuales se alimenta la discusión con dos propuestas que modifica-rían profundamente la democracia en el país: recaudar los impuestos sobre la tierra en el nivel central, pues el escenario local es susceptible a la presión de los poderes locales ligados a la tierra, y trasladar la res-ponsabilidad en materia de salud y educación al nivel nacional y no sólo local, a fin de eliminar simultáneamente los intermediarios parti-culares en estos sistemas.
  • 18. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial No sería completa una revisión de los 20 años de la descentrali-zación, sin La mirada de la cooperación internacional, que durante años, y no siempre libre de controversias, ha apoyado importantes experien-cias de descentralización en Colombia. Por ello, este seminario invitó a los actores de mayor experiencia en el país: Thorsten Sagawe, de la Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ); Adelina Paiva del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); Miguel López, del Banco Mundial; Rodrigo Parot, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y Cristina Barrera, de la Agencia Internacional de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID). Los y las ponentes consideran que la descentralización en Colom-bia tuvo orígenes profundamente endógenos; no fue resultado de pre-siones externas y esto, aunado a la voluntad política demostrada, lo hace un caso ejemplar, una real oportunidad para seguir construyendo sus pilares centrales: el buen gobierno, la organización de la comuni-dad y la competitividad económica. A una sola voz, las exposiciones coinciden en hacer un llamado a comprender que la descentralización no es un fin en sí misma, es un pro-ceso permanente que dura décadas, donde los cambios forman parte de su naturaleza. Sólo se avanza en la medida en que las instituciones y la sociedad asumen los nuevos postulados y los convierten en rutinas coti-dianas de su quehacer. Como cualquier cambio social, la descentraliza-ción exige paciencia y un cercano acompañamiento de largo plazo. Este es el rol central de la cooperación internacional, apoyar la generación de capacidades en todos los niveles territoriales para facilitar el cumpli-miento de los propósitos buscados con la descentralización. En este contexto son muchos los campos de acción abiertos para la cooperación internacional: construcción de presupuestos participativos, rendición de cuentas y transparencia en el manejo de los recursos; aná-lisis sobre desarrollo humano y pobreza; reorganización de empresas prestadoras de servicios públicos; acompañamiento técnico a reformas institucionales; promoción del diálogo entre gobernantes, responsabili-dad social empresarial; intercambios y sistematización de experiencias, y financiación de procesos participativos locales. Estos temas son cada vez más abordados en ejercicios multilaterales de cooperación. El acompañamiento a experiencias concretas ha permitido cons-tatar que la autonomía de los gobiernos locales y una activa participa-ción de la ciudadanía en la toma decisiones de los asuntos que le com- 17
  • 19. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro peten permiten solucionar las necesidades básicas de las comunidades, recuperar legitimidad, presencia y gobernabilidad del Estado. 18 Entre las propuestas que presentan para avanzar en la descentra-lización, consideran de vital importancia: 1) retomar el tema de ordena-miento territorial según el principio de la subsidiariedad, de acuerdo al cual, cuando un nivel territorial no puede prestar un servicio asignado a su competencia, este es asumido por otro. Pensar en un nivel interme-dio entre el departamento y el municipio y una clasificación más efectiva de los municipios según su capacidad. 2) Optimizar el control fiscal en todos los niveles territoriales para garantizar transparencia en la rendi-ción de cuentas. 3) Articular la representación política de los distintos niveles territoriales, para lograr que los alcaldes sean miembros de las asambleas departamentales y los gobernadores parte del Congreso. Y, 4) adoptar la reelección de alcaldes y gobernadores como algo impres-cindible para ganar estabilidad política en Colombia. Para complementar la discusión en una perspectiva comparada, en el panel La descentralización en la región andina intervienen Luís Chirinos, de Perú; Gonzalo Rojas, de Bolivia, y Darío I. Restrepo, de Colombia. Los ponentes trazan tres distintos estados del proceso des-centralizador, muy ligados a las particularidades étnicas, culturales y políticas de cada país. Para Perú la descentralización es una reivindicación nacional con sabor antiguo; ocho intentos figuran en su historia nacional, el último de ellos, posterior a la transición democrática. Aparece como una demanda social de los movimientos regionales con dos efectos impor-tantes: la creación del Consejo Nacional de Descentralización, con la participación de los presidentes regionales, los alcaldes provinciales y municipales, y la definición de un marco normativo que regula algu-nas instituciones en el tema de participación ciudadana, especialmente los presupuestos participativos. Sin embargo, los obstáculos al proceso parecieran de mayor magnitud: falta de liderazgo y de compromiso por parte del gobierno central, plazos agobiantes en el proceso (2005- 2009), ausencia de perspectiva de largo plazo y subvaloración de las identidades y diferencias regionales. En este proceso peruano la integración regional es uno de los temas cruciales para avanzar. La propuesta incorporaba un plan nacional de regionalización por medio de las juntas de coordinación interregional y una Ley Orgánica del poder Ejecutivo, con nuevos actores políticos, partidos y movimientos sociales y un expediente técnico de las regiones
  • 20. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial (desarrollo económico, político, social y cultural) evaluado y sometido a referendo. A pesar de la riqueza de la propuesta, el proceso fracasó por falta de apoyo en el referendo del 2006. Bolivia, por su parte, vive un momento cúspide de la descentra-lización, en términos económicos y políticos: el 25% de los concejales municipales es indígena y los espacios de participación están conforma-dos por aproximadamente un 66% de población indígena-campesina. No sólo se ha duplicado el monto de los recursos por transferencias a nivel municipal, sino que incluye mecanismos compensatorios por nivel de pobreza. Pero estos avances aún no se reflejan en una dismi-nución de las desigualdades. Por ello la pertinencia de atar la equidad a la construcción de legitimidad, así la participación ciudadana podría alejar la exclusión y el despotismo. Requeriría también el proceso boliviano leyes uniformes que resuelvan la asimetría institucional que existe hoy en los presupuestos, alcances, objetivos, competencias dentro de cada uno de los niveles territoriales. Insiste en la pertinencia de adoptar modelos de descentra-lización acordes a necesidades particulares, pensando al Estado como 19 un sistema y no como un centro. Colombia, en cambio, después de 20 años de descentralización, revisa, se pregunta sobre lo logrado, lo valora y lo relativiza. Descubre que en virtud de la descentralización hay más instituciones, más sis-tema político, más mercado, más organizaciones sociales, todos defi-nidos alrededor del territorio; pero no se ha modificado el modelo de desarrollo, la política económica, los impuestos regresivos, ni la con-centración de la propiedad. Estos factores se transnacionalizan, esca-pan a la lógica nacional y por ende a la local. Mirando desde la historia hacia el horizonte, el ponente colom-biano plantea nuevos y más profundos sentidos para la descentraliza-ción en América Latina: distribución de oportunidades entre territo-rios, equidad social en el acceso a bienes y servicios y mayor equidad política. Estos sentidos que ponen de nuevo el reto en el cambio de las relaciones sociales y políticas, en una democracia real capaz de mejorar la calidad de vida y de producir resultados en términos de bienestar social. Analizando los espacios que la descentralización creó para las organizaciones sociales, se desarrolla el panel La descentralización vista por los movimientos sociales. Con la concurrencia de Jorge Enrique Bossa,
  • 21. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro presidente de la Confederación Comunal; Arquímedes Vitonás, alcalde de Toribío, Cauca; Carlos Arturo Rodríguez, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y Roberto Ortegón, presidente del Con-sejo 20 Nacional de Planeación. Todos los expositores reivindican el importante papel de los movimientos sociales, desde finales de los años 70, en la conquista de la descentralización para el país. Mencionan cómo ha posibilitado su presencia permanente en todos los espacios de la vida nacional, pues se ensancharon los escenarios de participación social desde donde han logrado hacerse escuchar e influir en decisiones que los afectan. Los escenarios de planeación, la gestión pública y la organización en torno a iniciativas productivas son apenas unas muestras de ello. Con base en la experiencia del municipio de Toribío, uno de los ponentes resalta que la descentralización es vital para un gobierno local conquistado por un movimiento social. La participación de la población en las decisiones de gobierno y el mejoramiento real de las condiciones de vida de la población retroalimentan el movimiento social aportándole sostenibilidad y crecimiento como expresión polí-tica. Exalta también las tensiones y dilemas que impone el ejercicio de gobierno al movimiento social en un contexto descentralizado, pero con grandes carencias. Otro de los ponentes da cuenta del desarrollo desigual de la des-centralización y de sus limitaciones. De los 1.098 municipios ni siquiera el 10% ha desarrollado la elección de ediles y corregidores; menos aún reglamentado la participación de los pobladores en la elaboración de presupuestos, ni aplicado los mecanismos de la Ley 174 de 1994, aho-gados por la excesiva reglamentación, con excepción de la tutela. Como muy grave se ve el que la descentralización no plantee salidas al conflicto armado, que ha golpeado tan fuertemente a las organizaciones sociales. Tampoco ha contribuido la descentralización al cambio de las prácticas políticas de las mismas organizaciones sociales, 20 años des-pués continúan reproduciéndose las formas de liderazgo clientelista, la ausencia de agenda y objetivos propios, la actuación como apén-dices del Estado y las debilidades en sus formas de comunicación e información. También el Estado continúa limitando la participación comunitaria y ciudadana y su profundización por la vía de excesivas regulaciones y demoras en la promulgación de normas de iniciativa de las organizaciones sociales.
  • 22. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial Por su parte, el representante de la CUT centra sus preocupaciones en torno a dos aspectos: los condicionamientos que el contexto de guerra o paz impone en el futuro a la descentralización y el hecho de que, siendo Colombia un país de regiones, el modelo de descentralización hoy ins-taurado en el país no refleje un acuerdo institucional capaz de definir y 21 armonizar competencias y funciones entre las entidades territoriales. El representante del Consejo Nacional de Planeación centra su mirada en la planeación participativa; considera que después de la promulgación de la Constitución de 1991, la descentralización ha sido sometida a una progresiva restricción por la vía normativa, hasta colo-carla bajo la amenaza de la recentralización. Sólo la Corte Constitu-cional ha obrado como garante legal del proceso descentralizador que interpreta acertadamente el espíritu constitucional. Con acentos en diferentes aspectos, los cuatro ponentes consi-deran necesario asumir la defensa de la descentralización como una de sus banderas de lucha para presionar por una participación social y política, cada vez más real y efectiva, y por una autonomía de las comunidades en sus territorios que les permita asumir aquellas funcio-nes que hoy se descentralizan de manera condicionada. Diversas fueron las propuestas para avanzar en este sentido: reforzar el papel del Estado central como coordinador de las políticas públicas y no como ejecutor, conformar comisiones constitucionales permanentes especializadas en el tema, bajo la coordinación del Minis-terio del Interior, asumir la región como un escenario de construcción y reconstrucción de agendas territoriales de paz, evaluar el desempeño de los gobernantes locales con indicadores más integrales, recuperar el rol de los consejos territoriales de planeación, como escenarios de participación directa y no representativa, y otorgar capacidad consti-tucional y legal a los gobiernos locales para que puedan adoptar sus propios planes de desarrollo. Un tema de igual valía, Descentralización y paz, se incluye en el semi-nario para concluir con la diversidad de perspectivas sobre la descentra-lización. León Valencia, Hernando Gómez Buendía y Gilberto Toro, en su orden directores de la Fundación Nuevo Arco Iris, del Informe de Desarro-llo Humano para Bogotá y de la Federación Colombiana de Municipios, analizaron los peligros que el conflicto armado ha impuesto al proceso de descentralización.
  • 23. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 22 Con tres énfasis diferentes desarrollan los ponentes este tema. El primero, ex combatiente del ELN, se apoya en una revisión de la historia nacional reciente, desde finales del Frente Nacional hasta el presente, para señalar que la eliminación del contradictor político ha impedido la construcción de democracia en el país. Si bien, la descen-tralización abrió el panorama político a nivel local, por una parte, este avance no tuvo expresiones inmediatas en el nivel nacional; por otra, fue rápidamente constreñido por las presiones tanto de las FARC como de los grupos paramilitares. Esto elevó el abstencionismo o causó la realización de elecciones atípicas para un porcentaje importante de las alcaldías locales, mediante la votación por candidaturas únicas. En este sentido, ahondar en los procesos de democratización, descentralización y municipalización sólo será posible cuando exista una reforma política sustentada en un proceso de reconciliación y de pluralismo político, que recupere la confrontación política entre con-trarios y elimine la corrupción. El segundo ponente, Gómez Buendía considera que actualmente se contraponen dos miradas sobre la relación entre descentralización y paz. Según algunos, se descentraliza para pacificar, superar la ausencia del Estado y movilizar el apoyo de la población. En cambio, para otros, incluido el presidente de la República, se centraliza para pacificar, pues cualquier aumento del poder local, especialmente de recursos, haría más atrayente al municipio a los actores armados, lo que aumentaría así el conflicto. No obstante, la práctica ha demostrado que los actores armados son atraídos por los recursos naturales que están siendo explotados por particulares privados; así mismo, deja claro que la legitimidad política de los gobernantes locales constituye la mejor protección de las admi-nistraciones locales frente a los actores armados. Profundizar la descentralización resulta entonces la alternativa coherente; fortalecer los procesos de elección, combatir las rentas ilega-les y proteger las legales para hacer una política social que llegue a los más pobres y fortalezca la democracia en el sentido social, y crear un régimen especial donde se revalúen las competencias, la vigilancia y el control sobre aquellos municipios que tengan las mayores dificultades para captar recursos y trasladar al nivel nacional los impuestos como la renta son algunas de las posibles soluciones.
  • 24. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial En la perspectiva del representante de las municipalidades, Gilberto Toro, alcanzar una paz sostenible pasa por la existencia de gobiernos locales autónomos y descentralizados. Se tergiversa la dis-cusión cuando se plantea la corrupción y la intervención armada como consecuencias de la descentralización. El aumento de la corrupción en los niveles locales es discutible, de 5.000 denuncias instauradas ante los organismos de control contra funcionarios locales, menos del 5% resul-taron condenados. La presencia de los actores armados insurgentes no logró finalmente ahogar el sistema democrático local, a pesar de que hasta hace cuatro años se asesinaba en el país a un alcalde cada mes. Son múltiples las pruebas del fortalecimiento democrático a partir de la elección popular de alcaldes, así como del desequilibrio entre com-petencias y recursos transferidos. La limitante más seria es la visión de corto plazo, que impide al escenario local articularse con la región y con el país. Una paz sostenible pasa por la coherencia, porque no se puede ade-lantar un proceso de reconciliación con actores violentos y reformar el Sistema General de Participaciones; esta reforma debilita a los gobiernos locales en un momento en el que existe gran presión para la solución de las necesidades de la población. Adicionalmente, si se quieren munici-pios autónomos, eficientes y eficaces, debe haber transparencia y mayor 23 credibilidad e inversión por parte del gobierno central. Concluye aquí la síntesis de lo expresado por los y las ponen-tes. Queda la puerta abierta para que el lector, ya provocado, acuda a profundizar los temas y planteamientos de su interés en las ponencias presentadas. Con esta publicación, RINDE convoca al país a reflexionar sobre los logros y limitaciones de la reforma territorial, a fin de transitar hacia una nueva fase de la descentralización inspirada de manera más pre-cisa como mecanismo de profundización de la democracia, de promo-ción del desarrollo territorial y del logro de una arquitectura institucional más adecuada para la paz.
  • 25.
  • 26. Capítulo 1 Instalación Barbara Hess Sean Jones Roberto Hinestrosa RINDE
  • 27. La cooperación alemana frente a la descentralización en Colombia Barbara Hess Representante en Colombia de la Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ) Colombia ha vivido en los últimos 20 años uno de los procesos de cambio más significativos y relevantes. Un proceso que se inició en 1986 con la elección democrática de las autoridades locales y que tuvo su mayor impulso con la Constitución de 1991. La Constitución propuso a los y las colombianas un modelo de Estado descentralizado, democrático, incluyente y solidario, pero no ha sido fácil concretarlo. Hoy, 15 años después de su promulgación y vigencia, si bien es cierto que todavía falta mucho por hacer, también es cierto que es mucho lo que se ha avanzado, tanto que la experien-cia colombiana en materia de descentralización ha sido el modelo que nutre y enriquece los procesos descentralizadores en muchos países de América Latina. El tema de la descentralización, como parte del proceso de moder-nización del Estado, tiene ya bastantes años de estarse debatiendo y nadie podría decir que no ha merecido un tratamiento profundo y sus-tantivo. La descentralización irrumpió con fuerza en la agenda polí-tica regional a inicios de los años ochenta, se mantiene, y seguramente, continuará muchos años más.
  • 28. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial Hace veinte años se creía que la finalidad de la descentralización era la ampliación de la cobertura y el mejoramiento de los servicios básicos bajo la responsabilidad de los municipios. Ahora se ha abierto un camino de expectativas que van desde el mejor uso de los recursos y una asignación más equitativa por regiones, localidades y sectores; pasando por la participación social y la posibilidad de control de la gestión pública; hasta la democratización del poder, el mejoramiento y legitimación de los sistemas políticos, la eficiencia del sistema ins-titucional, la adaptación a la diversidad cultural y demográfica y la 27 readecuación de las relaciones Estado-sociedad. La descentralización se ha legitimado en el imaginario político de los países y, sin ser una panacea, se plantea como una alternativa que apunta a revisar y reformar la estructura del Estado que modifica las relaciones de sus diversas funciones, instancias y niveles con la socie-dad y la posibilidad de impulsar un nuevo tipo de Estado, más cercano a sus ciudadanos. Bajo esas grandes líneas conceptuales se ha movido en toda Amé-rica Latina la cooperación técnica alemana, y Colombia no ha sido la excepción. Por eso puedo decir, que la Agencia Alemana de Coopera-ción Técnica (GTZ) ha sido partícipe, en buena medida, del proceso de transformación del Estado colombiano. Una reseña muy rápida. Empezamos el trabajo en 1995, acompa-ñando al Departamento Nacional de Planeación en la implementación del Programa Mejor Gestión de los Departamentos. Posteriormente, a solici-tud del gobierno nacional, ayudamos a algunos departamentos a mejo-rar su capacidad administrativa, financiera y de gestión, cuando apenas empezaba a clarificarse su rol como líderes del desarrollo económico y social de sus territorios. Luego se puso en marcha el Programa de Fortalecimiento Finan-ciero Municipal (Profim), que tuvo como contraparte la Federación Colombiana de Municipios. Este programa tuvo énfasis en dos áreas de trabajo: fortalecer la Federación de Municipios, como entidad gre-mial capaz de velar por sus intereses de manera seria y responsable, y mejorar las finanzas de municipios pequeños seleccionados. En el sur del país, en los departamentos de Cauca y Nariño, los pro-yectos de Asopatía y Bota Caucana han formado parte del acompaña-miento a la descentralización. El primero dirigido al fomento de la asocia-
  • 29. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro tividad municipal, y el segundo, a rescatar las experiencias de desarrollo económico local. 28 Nuestro balance es que ha valido la pena acompañar a Colombia en este proceso. Siempre hay interlocutores reflexionando y gobiernos territoriales dispuestos a liderar cambios en sus regiones. Hace cuatro años, los dos gobiernos, el colombiano y el alemán, acordaron orientar los recursos y esfuerzos de la cooperación hacia el diseño e implemen-tación de un solo programa, que integrara las experiencias de los pro-yectos anteriores de manera sinérgica y se avocara a apoyar los esfuer-zos del pueblo y el gobierno colombianos en la búsqueda de la paz y la disminución de los conflictos. Se trató, entonces, de fortalecer la presencia y aceptación del Estado, con una mejor prestación de servicios y con la aplicación de pro-cesos transparentes y participativos. El gobierno colombiano demanda de nosotros, en la nueva etapa del acompañamiento, una contribución más decidida para tender puentes y tejer alianzas entre la sociedad y el Estado, que apunten a la resolución pacífica de los conflictos, así como a promover las reformas estructurales que requiere el país y que apunten a la paz. El desarrollo territorial y los avances hasta ahora logrados con la descentralización, al igual que los impactos alcanzados con otros programas de cooperación colombo-alemana, serán la base para el nuevo programa que inicia a partir de 2007. Valoramos profundamente lo logrado hasta ahora en términos de democracia, participación e inclusión. Por eso la descentralización debe mantenerse como un elemento de la vida institucional, sin el que será imposible edificar la paz, pues si no existen niveles territoriales eficientes y participativos, próximos al ciudadano, el Estado no podrá fortalecer su presencia en los territorios. Es necesario avanzar definitivamente en las reformas del ordena-miento territorial, de tal manera que exista una adecuada articulación del Estado y unas mejores relaciones intergubernamentales. La cons-trucción territorial del Estado, articulada en torno a los principios de descentralización y autonomía, debe complementarse con una visión nueva en la que prime la corresponsabilidad y que reconstruya el espa-cio de decisión pública de abajo hacia arriba, sin poner en peligro la eficacia de la gestión. Las instancias subnacionales de gobierno deben fortalecer sus mecanismos de participación y rendición de cuentas; ser capaces de
  • 30. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial abordar en forma más contundente los problemas de fortalecimiento institucional, de desarrollo económico local, de las políticas sociales y de la redistribución de la riqueza, y emprender de manera sistemática el cumplimiento de las metas del milenio contra la pobreza y la exclu-sión. Hoy, el territorio debe ser repensado y redefinido y, con ello, también la estrategia de sus actores. Es necesaria la reinvención del territorio para convertirlo en un espacio de competitividad e innovación. Es parte de la respuesta de las sociedades locales a los retos de la globalización. Este evento pareciera ser el fin de una etapa: los 20 años de la des-centralización. Para nosotros como europeos es sólo el comienzo de un largo camino. En nuestro caso, Alemania ha tardado más de 200 años para consolidar el Estado que hoy tenemos y no podemos decir que el proceso ha terminado. En junio pasado fueron aprobadas un conjunto de reformas constitucionales, orientadas a dar mayor poder de decisión a las entidades territoriales, y seguramente vendrán más cambios. Por eso, vale la pena señalar que 20 años son pocos para un pro-ceso radicalmente transformador como la descentralización. Es impor-tante hacer un alto en el camino y emprender las reformas necesarias, con la tranquilidad institucional requerida para que se produzca el afianzamiento y empoderamiento social que se demanda. Las reformas orientadas a la descentralización deben convertirse en un patrimonio social e institucional del que se puedan sentir orgullo-sos los colombianos, para alcanzar así una madurez en la aplicación y en el ejercicio íntegro de sus competencias, un fortalecimiento de los meca-nismos de participación y una autonomía presupuestal visible por parte de los gobiernos locales. Me honra profundamente ser hoy partícipe de la celebración de los 20 años de la descentralización en Colombia. 29
  • 31. Veinte años de lecciones aprendidas Sean Jones Agencia Internacional de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) Todos creemos en los beneficios de una mayor autonomía de los gobiernos locales para la satisfacción de las necesidades de las comuni-dades. Los gobiernos cercanos a las localidades siempre tendrán venta-jas para lograr una mejor prestación de servicios públicos locales, para el recaudo y el buen uso de los recursos públicos. La descentralización sirve simultáneamente para que las comuni-dades desarrollen mayores compromisos frente a la gestión pública y hagan mayores esfuerzos en liderar su propio desarrollo. Igualmente, el proceso descentralizador promueve la participación ciudadana y recupera la legitimidad y gobernabilidad del Estado, especialmente en zonas donde imperan la marginalidad, los cultivos ilícitos y los grupos armados al margen de la ley. Durante los últimos cinco años, la USAID ha venido apoyando los esfuerzos del gobierno colombiano para fortalecer los gobiernos locales. Así es como 267 municipios, en 9 departamentos, recibieron nuestra asistencia en gestión municipal. Se ejecutaron 270 proyectos de infraestructura social que beneficiaron directamente a cerca de un millón de personas.
  • 32. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial En los próximos años, con nuestro programa de Áreas de Desa-rrollo Alternativo Municipal (ADAM), esperamos impulsar un modelo de desarrollo alternativo sostenible y participativo, que promueva la gobernabilidad local y las oportunidades económicas de las poblacio-nes marginadas del desarrollo y afectadas por los cultivos ilícitos y el 31 conflicto armado. Veinte años después de la puesta en marcha de la descentrali-zación en Colombia, son muchas las lecciones aprendidas, temas que tocarán los próximos ponentes, quienes han tenido un papel protagó-nico en el proceso. Son ellos entonces los más indicados para analizar el presente y el futuro de la descentralización en Colombia. Estamos muy satisfechos de haber contribuido a hacer realidad esta alianza que agrupa varias instituciones y les deseamos suerte en su esfuerzo por analizar y promover el tema de la descentralización.
  • 33. Descentralización en Colombia: timidez frente a los retos Roberto Hinestrosa Decano de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia La descentralización en Colombia ha sido una revolución contun-dente, pero extrañamente silenciosa. Nuestra sociedad se caracteriza por su timidez a la hora de asumir cambios diametrales y nuestras ins-tituciones aún se resisten a aceptar la pertinencia y vitalidad del poder territorial. Devolver a las comunidades el legítimo derecho a decidir su porvenir ha sido una de las estrategias más ambiciosas del país. La descentralización es el sistema que permite a los entes territoriales ser autónomos en la formulación de sus políticas de desarrollo social, para que actúen de manera responsable en el diseño de planes, en la gestión para el desarrollo y en la adecuada inversión de los recursos. La descen-tralización política llamó a reconfigurar el Estado y la manera de entender su entorno, para mejorar las condiciones de vida de la sociedad. A pesar de la elección por voto popular de alcaldes y gobernado-res, a los mandatarios territoriales no se les ha permitido tener capaci-dad para decidir sobre los temas más urgentes y sensibles de los ciu-dadanos. El nivel central insiste en llevar de cabestro a las entidades territoriales, a actuar de manera uniforme, bajo el pretexto de la inca-
  • 34. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial pacidad de las regiones para discernir entre lo conveniente y lo innece-sario en materia de gasto público. Existen más de 460 normas en materia de descentralización que sitúan a las autoridades locales en la encrucijada, entre cumplir reglamen-tos o cumplir con sus obligaciones programáticas. En Colombia las razo-nes que llevaron a la descentralización política siguen vigentes pero, ¿por 33 qué no se han logrado los efectos tan pretenciosos que esperábamos? La descentralización no puede ser un simple ejercicio de delega-ción de funciones, ya que implica un ejercicio de ajuste gubernamental, según lo que las regiones y provincias estén en capacidad de producir. En un sistema descentralizado de gobierno, se debe garantizar la cali-dad de la presencia del Estado en cualquier latitud del país. El modelo debe considerar la capacidad de cada región, las condiciones de su territorio y su desarrollo gradual. Durante la vigencia de la Constitución de 1886, la Cámara de Representantes expresaba las voces territoriales ante la nación, pero hoy en día, a pesar de la elección popular, es preciso definir el rol y la impor-tancia de gobernadores y alcaldes. Deberían tener un papel directo y una representatividad permanente en la toma de decisiones que afec-ten sus provincias, ya que son los voceros elegidos popularmente para administrar sus territorios. En Alemania, por ejemplo, los gobernadores elegidos popularmente tienen al menos el 50% de la representación. Por otro lado, la Ley Orgánica de ordenamiento territorial, que define competencias y capacidades de los entes territoriales, se ha hun-dido tantas veces como se ha presentado a discusión en el Congreso de la República. Ese atraso en la aprobación de dicha ley ha impedido el desarrollo integral de regiones y provincias, luego de 20 años de elec-ción popular de alcaldes y 15 años de la de gobernadores. La adopción de la Ley permitiría la existencia de proyectos integra-dos, sostenibles y de beneficio común, con mayor generación de ingresos para los territorios, que fomentarían su asociatividad y el interés común de la población. Podría proponerse que la norma de ordenamiento territorial sea votada por la población a manera de referendo o de consulta popular. Temas como la racionalización de servicios públicos domiciliarios, que incluyen electrificación, acueducto, alcantarillado, aseo, comunica-ciones, educación, transporte público escolar (rural y municipal), salud y muchos más, son áreas en las que los municipios podrían ser verdade-
  • 35. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro ramente eficientes, pero no es así porque el Plan de Ordenamiento Terri-torial 34 y la legislación existente no permiten la integración territorial. Los planes de ordenamiento territorial fueron formulados hace 10 años por cada ente territorial, pero sin tener en cuenta el municipio vecino, hecho que muestra la desarticulación regional. Las gobernaciones apenas fueron oficinas de registro, sin que pudieran evaluar los planes y mucho menos incluirlos dentro de una política de integración provincial. Los planes de desarrollo deben ser presentados ante el respectivo Concejo dentro de los tres meses siguientes a la posesión del alcalde, luego de haber cumplido con las normas de participación ciudadana del municipio; por lo tanto, no hay posibilidad ni tiempo para que las administraciones vecinas interactúen e integren proyectos de beneficio común. Es un problema además de delimitación legal: no se han defi-nido las funciones y competencias de los departamentos, menos como instancia de planificación regional. Existe una débil capacidad de control y gestión de los recur-sos públicos por parte de las administraciones regionales y locales, y aunque los entes de control, Procuraduría y Contraloría, han hecho un gran esfuerzo con más de 50 programas de control, entre el 2004 y el 2006, la capacitación siempre ocupará un lugar preponderante. La gestión de los entes territoriales arroja cifras muy satisfacto-rias entre el 2002 y el 2005, con un superávit de más de 370 mil millones de pesos. Gracias a los superávit de los municipios y departamentos se amortizan deudas por más de 400 mil millones; además, los gobernado-res locales han dado continuidad a las políticas de ajuste y responsabili-dad, y con ello han fortalecido el recaudo de rentas propias y el aumento de la inversión total en el territorio. Algunos hechos para resaltar en el 2005, frente al 2004 son: un incremento en el recaudo tributario de 625 mil millones de pesos, en la inversión por 4.630 millones de pesos y en el ahorro corriente de 903 millones de pesos. Estas cifras demuestran el fortalecimiento fiscal de los municipios y una gestión sana en la cabeza de sus gobernantes. Nuestro país se ha debatido entre guerras inspiradas por el fede-ralismo, la centralización y la descentralización. También por una puja entre las constituciones abiertas y federales de 1853 y 1863, y la centra-lista de 1886; pero hoy día, los aires de apertura y los cambios de los últi-mos cuatrienios nos permiten vislumbrar un modelo de organización globalizado, que será ejemplo para muchos países en América Latina.
  • 36. La descentralización: una apuesta política de futuro para Colombia Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial (RINDE) Hace veinte años, la descentralización fue considerada como un logro político que creó altos niveles de expectativa en diversos sectores de la población. Hoy el proceso es motivo de preocupación para un importante segmento de los colombianos, que piensan que la descen-tralización está enfrentando serios dilemas y sufriendo una involución que afectaría seriamente las posibilidades de desarrollo en muchos rin-cones del país. La descentralización del Estado colombiano fue uno de los cam-bios políticos más importantes en la segunda mitad del siglo pasado, comparable solamente con la reforma constitucional de 1936, la firma del pacto del Frente Nacional en 1957 o la expedición de la nueva Carta Política en 1991. Fue una reforma necesaria. Aquellos quienes la impul-saron en ese entonces entendieron que el Frente Nacional había dejado una herencia negativa en un doble sentido: por una parte, el Estado se mostraba cada vez más incapaz de enfrentar con éxito los grandes pro-blemas del país, entre ellos la pobreza y las crecientes desigualdades sociales y regionales. Por la otra, el pacto bipartidista había eviden-ciado algunos rasgos indeseables del régimen político, que minaban su legitimidad, entre ellos el centralismo en la toma de decisiones, el
  • 37. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro autoritarismo en el manejo del disenso, el clientelismo como forma de atención a las necesidades de la población y la exclusión política de grupos diferentes a los partidos tradicionales. 36 La descentralización surgió entonces como una estrategia de reforma del Estado destinada a paliar la crisis del régimen político y a darle un nuevo aire que permitiera recuperar la confianza de los colombianos en sus instituciones. El espíritu de la reforma fue dar mayor poder a los entes territoriales en la definición de políticas públi-cas, mejorar la prestación de los servicios a su cargo y democratizar las decisiones públicas a través de la participación ciudadana. En tal sentido, la descentralización del Estado fue un proceso de carácter eminentemente político que entregó una cuota de poder a los entes subnacionales, expresada en una mayor autonomía de las autorida-des territoriales, en la devolución de competencias y la entrega de recur-sos a los departamentos y los municipios para atender más eficazmente las demandas de la población y en la institucionalización de mecanismos de participación ciudadana y control social de la gestión pública. Hoy día, sin embargo, sin que el proceso haya perdido su esencia política, esa dimensión ha sido relegada a un segundo plano no sólo en el discurso gubernamental, sino en la lectura que sobre éste hacen diferentes sectores políticos y sociales. En su lugar, se ha venido impo-niendo en los últimos años una mirada exclusivamente fiscal sobre la descentralización, complementada en ocasiones por una insistencia en temas de eficiencia y moralidad de la gestión pública. En efecto, desde finales de la década pasada, comenzó a difundirse el argumento de que la descentralización era la principal causa del déficit fiscal nacio-nal, en razón del crecimiento sustancial de las transferencias a los entes subnacionales. Esa idea fue ganando fuerza y se tradujo en 2001 en las reformas al régimen de transferencias y a la ley 60 de 1993. Desde entonces, el gobierno nacional ha centrado su atención en esos temas y prácticamente ha reducido la descentralización a una cuestión de carácter administrativo y financiero. Por su parte, los gobiernos territo-riales han centrado el grueso de su discusión con el gobierno nacional en ese aspecto. Sin negar la importancia de tales cuestiones en el momento de hacer el balance de lo que ha ocurrido con la descentralización en estas dos décadas, es preciso recuperar la consideración de su dimensión Velásquez, Fabio. “¿Descentralizar o recentralizar?”, en Revista Foro, N° 58, Bogotá. 2006
  • 38. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial política. La descentralización es una forma de distribución del poder, lo que marca de entrada su carácter y su alcance. Por supuesto, las circunstancias que dieron lugar a la descentrali-zación del Estado colombiano hace un par de décadas no son las mis-mas que vive hoy el país. Concretamente, el mapa de los actores que inciden en las decisiones que se toman en departamentos y municipios ha cambiado sustancialmente; nuevas fuerzas han ganado protago-nismo en el escenario territorial, especialmente en aquellas zonas del país donde las economías ilegales y/o los actores armados tienen un peso significativo, incluso dominante, y una influencia notoria en las decisiones públicas. Pero, precisamente, ese cambio de coordenadas obliga a seguir pensando políticamente la descentralización y a resca-tar dimensiones del proceso hoy por hoy olvidadas. En ese sentido, caben varias preguntas: ¿qué ha ocurrido y qué está ocurriendo con la descentralización en Colombia desde el punto de vista político? ¿La autonomía territorial ha mejorado las relaciones intergu-bernamentales? ¿Cuál es el actual mapa político de la descentralización? ¿La participación ciudadana ha contribuido a democratizar la gestión pública y a lograr mejores condiciones de vida para la población? ¿Cuá-les han sido los impactos del conflicto armado en el desempeño de los gobiernos municipales y departamentales? ¿Qué aspectos merecen hoy un lugar central en el debate público y en el diseño de propuestas para fortalecer la descentralización en Colombia? La Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial (RINDE) quiere proponer en este documento algunas reflexiones que aporten elementos de juicio para dar respuesta a los anteriores interrogantes, con el exclusivo ánimo de promover un debate público sobre aspectos que siguen siendo centrales en el desa-rrollo de la descentralización, y que no por haber sido relegados a un plano secundario en la discusión política reciente dejan de ser cruciales para pensar el presente y el futuro de ese proceso, clave –por lo menos en el espíritu de la Carta Constitucional– para asegurar mayores nive-les de bienestar para todos los colombianos y las colombianas. Para tal efecto, el documento se refiere en la primera parte a cua-tro aspectos considerados de primer orden en el análisis político de la descentralización: las relaciones intergubernamentales, el nuevo mapa político territorial, la participación ciudadana en la gestión pública y el impacto del conflicto armado. La reflexión se cierra con una referencia a la propuesta del gobierno consignada en su plan Visión Colombia 37
  • 39. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 2019 y con la enumeración de algunas propuestas que, a juicio de los integrantes de RINDE pueden afianzar la descentralización del Estado y alejar las amenazas que se ciernen sobre ella. Descentralización y dinámicas políticas Autonomía territorial, relaciones intergubernamentales y ordenamiento territorial 38 La descentralización implica la distribución del poder entre el centro y la periferia, entre el Estado central y los entes subnacionales, lo que supone garantizar en la letra y en los hechos la autonomía de estos últimos para el ejercicio de dicho poder. La reforma municipal de 1986 y la Constitución de 1991 garantiza-ron la autonomía de las entidades territoriales. La Constitución define a Colombia como un: Estado social de derecho, organizado en forma de República unita-ria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general (Artículo 1°). Luego, en su artículo 287, la Constitución establece que “las enti-dades territoriales gozan de autonomía para la gestión de sus intereses”, en virtud de lo cual gozan del derecho a gobernarse por autoridades propias, ejercer las competencias que les correspondan, administrar los recursos y establecer los tributos necesarios para el cumplimiento de sus funciones y participar en las rentas nacionales. Se trata, por supuesto, de una autonomía relativa, derivada del carácter unitario del Estado colombiano y subordinada por tanto a lo dispuesto por la Constitución y las leyes que lo rigen. De todos modos, otorga a las entidades territoriales un margen de libertad de acción para enfrentar las tareas del desarrollo y atender con propiedad las demandas y aspiraciones de la población. Así, pues, desde el punto de vista formal la autonomía está ple-namente garantizada en los términos definidos por la Carta Política. ¿Puede decirse lo mismo de lo que ocurre en el día a día del funcio-namiento del Estado colombiano? A ese respecto, creemos que existe
  • 40. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial una tensión creciente entre el interés de las autoridades municipales y departamentales por salvaguardar el margen de autonomía que les otorga la Constitución, por un lado, y la estrategia del gobierno central encaminada a intervenir cada vez más en campos de competencia de los entes territoriales, por el otro. La idea hace veinte años era devolver a los municipios una serie de competencias y recursos que la Nación había concentrado a lo largo del siglo XX bajo el amparo de la Constitución de 1886 y de sus refor-mas posteriores. La reforma municipal de 1986 produjo así un modelo “polarizado” de relaciones intergubernamentales, en el que el gobierno central y los municipios se ubicaron en los extremos de la relación y los departamentos quedaron de alguna manera al margen de la dis-tribución de competencias y recursos, con muy poca visibilidad en el contexto de las decisiones gubernamentales y desempeñando un papel secundario en la gestión de lo público. La Constitución de 1991 introdujo un principio de equilibrio en las relaciones entre el gobierno central y las entidades territoriales, al rescatar al departamento de su condición marginal al ordenar la elec-ción popular de los gobernadores, entregarle competencias y recursos y asignarle funciones en materia de planeación regional, coordina-ción de la acción del gobierno nacional en su territorio, promoción del desarrollo y asistencia a los municipios. De esa forma, se estableció un modelo relativamente equilibrado de relación entre los distintos nive-les de la administración pública, bajo los principios de coordinación, 39 concurrencia y subsidiariedad. Esa situación cambió con la aprobación del Acto Legislativo 01 de 2001 y de la Ley 715 de 2001. Con estas medidas se afianzó un modelo de “equilibrio jerárquico” en las relaciones intergubernamentales, que ya se vislumbraba en la Ley 60 de 1993. En dicho modelo, el gobierno central ganó una importante cuota de poder de decisión en el diseño de políticas, concentró recursos que años antes eran manejados por las enti-dades territoriales y ganó atribuciones para ejercer un control “desde arriba” del desempeño administrativo y fiscal de las autoridades muni-cipales y departamentales. Se fraguó de esa manera un esquema pira-midal en el que los entes subnacionales quedaron subordinados a las decisiones del gobierno central, y ser convirtieron en unos casos en eje-cutores y en otros en beneficiarios de políticas y programas nacionales. Además, la Ley 715 privilegió la dimensión sectorial de la descentraliza-ción, lo cual menguó su sentido territorial, pues lo importante dejó de ser
  • 41. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro el desarrollo del territorio en su conjunto para pasar a ser simplemente el cumplimiento de metas sectoriales del gobierno nacional. 40 El gobierno de Álvaro Uribe, aprovechando el nuevo marco nor-mativo, ha llevado al límite ese modelo concentrando recursos y poder de decisión sobre asuntos que son responsabilidad de los municipios y departamentos, por medio de, entre otras cosas, los consejos comu-nitarios y la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Coopera-ción Internacional –un ministerio de la Presidencia–, que lleva a cabo una buena cantidad de programas de generación de empleo e ingresos, inversión social y construcción de infraestructura, la mayoría de los cuales operan en campos de competencia de las entidades territoriales. De esta forma, no sólo se produce una duplicidad de esfuerzos, sin ningún grado de coordinación entre los niveles de la administración pública, sino que el gobierno central comienza a intervenir en “terre-nos ajenos” y produce un efecto de recentralización de competencias y recursos, que pone en riesgo la autonomía de las autoridades territo-riales y (más aún) atenta contra la institucionalidad municipal y depar-tamental diseñada en 1991. A ello se suma la costumbre cada vez más corriente del gobierno nacional de negociar inversiones directamente con los congresistas de cada región por fuera de los planes de desarro-llo, que genera una distorsión en las relaciones políticas. Esta tendencia se habría podido contrarrestar, así fuera parcial-mente, mediante la expedición de la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial (LOOT), la cual, entre otras cosas, debía definir por man-dato constitucional las competencias de las entidades territoriales. Sin embargo, como lo sabe todo el país, después de quince años de expe-dida la Constitución, el país no cuenta con esa ley orgánica debido a la falta de acuerdo del Congreso de la República, por razones que no es el caso traer en este documento. Hay aquí un vacío que el Legislativo debe llenar pronto, y una frustración que puede ser mucho mayor en el futuro si no llegamos pronto a un consenso sobre el nuevo ordena-miento territorial para el país. La aprobación de la LOOT es la oportunidad para definir un nuevo orden territorial que supere las deficiencias del actual, en parti-cular la crisis de los departamentos. El nuevo diseño debe propiciar el fortalecimiento del nivel intermedio, a la luz de los principios conteni-dos en la Constitución Nacional, y diseñar un esquema de equilibrio en las relaciones intergubernamentales que permita un desempeño más
  • 42. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial eficiente del Estado en su conjunto y así promover el crecimiento eco-nómico 41 y el bienestar de la población en todas sus regiones. Nuevo mapa político territorial En el plano de la democracia representativa, la elección popular de alcaldes constituyó un primer mecanismo para la apertura de un régimen político cerrado y excluyente. La violencia de diverso signo que vivía el país en los años ochenta y la multiplicación de la protesta ciudadana desde las regiones chocaban con un sistema controlado férreamente por el bipartidismo y difícil de reformar, no sólo por la fragmentación de los partidos, que impedía el logro de las mayorías requeridas en el congreso para la reforma, sino además por la declara-ción de inconstitucionalidad de que fueron objeto otras iniciativas pro-movidas por diversas administraciones para desbloquear el régimen. En este sentido, el mérito de la descentralización fue atacar desde la base el bloqueo de un régimen político incapaz de reformarse por la cúpula. La elección popular de alcaldes propiciaba la participación local de actores excluidos en el escenario político, de manera que desde estos niveles se diera respuesta a problemas de eficiencia en la presta-ción de los servicios del Estado. Cabe preguntarse entonces ¿qué efec-tos ha tenido esta apertura política en el país? Aparición de nuevas fuerzas Sin duda, uno de los más relevantes fue la configuración de un nuevo mapa político que permitió la entrada en el escenario político de terceras fuerzas que comenzaron a disputar el poder a los partidos tradicionales. Si bien el Partido Liberal ha sido la fuerza mayoritaria en todas las elecciones regionales, su participación ha venido disminuyendo (de tener 552 alcaldes en 1990 pasó a 228 alcaldes y a sólo 12 de los 30 gober-nadores elegidos en el 2003). Por su parte, el Partido Conservador, tra-dicionalmente la segunda fuerza en votación del país, ha sido superada en ocasiones por los llamados “otros” partidos y movimientos políticos, como sucedió en las elecciones municipales de 1992 y en 2003, y despla-zada de ciudades y departamentos que anteriormente constituyeron su feudo electoral, como el caso de Antioquia en el año 2000. Un caso relevante en ese sentido es el de Bogotá, donde los partidos tradicionales después de haber elegido al conservador Andrés Pastrana
  • 43. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro como alcalde de la capital en 1988 y a los liberales Juan Martín Caicedo Ferrer y Jaime Castro en 1990 y 1992, respectivamente, han desaparecido como tales de la competencia por la Alcaldía. En 1994, por primera vez, el bipartidismo fue derrotado en una elección distrital cuando Antanas Mockus lideró la llamada “revolución antipolíticos”. En 1997, Enrique Peñalosa ganó la elección inscrito como independiente. Lo sucedieron candidatos desvinculados de los partidos tradicionales: Mockus, quien repitió en el período 2001-2003, y Luis Eduardo Garzón, elegido a nom-bre 42 del Polo Democrático Independiente y con apoyo del liberalismo. Incluso, dirigentes reconocidos del liberalismo, como Enrique Peñalosa y María Emma Mejía, han buscado un perfil que los distancie del partido como estrategia para lograr el triunfo en las elecciones. En las elecciones del 2003, un mayor número de alcaldías y gober-naciones quedaron en manos de organizaciones diferentes a los parti-dos políticos tradicionales. En el caso de los alcaldes elegidos, 493 se presentaron a nombre de otros partidos, mientras que 228 lo hicieron a nombre del Partido Liberal, y 158, del Conservador. En las goberna-ciones fueron elegidos doce aspirantes del Partido Liberal, cuatro del Conservador y catorce a nombre de otros movimientos políticos, algu-nos vinculados estrechamente a las viejas maquinarias políticas. Así, tanto coaliciones como terceras fuerzas, representadas en movimientos cívicos y regionales, movimientos étnicos, partidos reli-giosos y partidos o movimientos de izquierda son hoy una realidad innegable en las regiones. Como señala Darío Restrepo: ... desde la primera elección de alcaldes en 1988, partidos y movi-mientos políticos no adscritos al partido liberal y conservador han ganado la representación de la administración municipal en por-centajes que oscilan entre más del 11% y menos del 37%. Esta apertura política comenzó en pequeños municipios y pasó, rápida-mente a las principales alcaldías y gobernaciones del país. Gutiérrez S., Francisco. “Historia de Democratización Anómala: el Partido Liberal en el sistema político colombiano desde el Frente Nacional hasta hoy”. En Gutiérrez, Francisco et al. Degradación o cambio: evolución del sistema político en Colombia. Bogotá: IEPRI – Norma. 1995. p. 73. Restrepo, Darío. “De la descentralización a la regionalización: nuevo escenario de la guerra y oportunidad para la paz”. En Revista Eure. Vol. XXIX, No. 89. Santiago de Chile. 2004. p. 82. En las cuatro elecciones comprendidas entre 1988 y 1997, el apoyo electoral a la candida-tura de terceras fuerzas en elecciones de asambleas departamentales representó un 46,63% en promedio sobre el potencial de votantes (Véase Guzmán, Carlos E. Política, descentralización y subsistemas regionales de partidos en Colombia, 1988-2000. Ibagué: Universidad de Ibagué. 2005. p. 274.
  • 44. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial Aunque algunas de estas terceras fuerzas no han tenido la conti-nuidad ni la relevancia que se esperaba para hacer contrapeso al bipar-tidismo, y aunque otras hayan reproducido vicios y formas de hacer política similares a los de los partidos tradicionales, existen diversas experiencias que vale la pena destacar. Es el caso de los movimien-tos indígenas que han logrado mantenerse en las diversas arenas de la competencia electoral desde inicios de los años noventa, alcanzando incluso proyección nacional. La elección del guambiano Floro Alberto Tunubalá para la Gobernación del Cauca (2001-2003) o la presencia mayoritaria de los indígenas en municipios como Jambaló o Toribío desde inicios de esa década habrían sido impensables sin las reformas descentralistas. Lo mismo puede afirmarse de las administraciones de independientes, outsiders y representantes de sectores religiosos. Es de destacar también el caso de Pasto y Nariño, donde dirigentes prove-nientes de movimientos cívicos alternativos han logrado mantener su hegemonía en la Alcaldía y en la Gobernación del departamento en los últimos diez años. 43 Dinámicas políticas territoriales independientes del nivel nacional Además de un mapa político territorial inédito en el país, que con-templa sectores tradicionalmente excluidos, hay indicios de que la des-centralización rompió la unidad vertical de un sistema de partidos que reproducía en el nivel local lo que ocurría en el nacional. Las elecciones municipales y departamentales permitieron el desarrollo de sistemas de partidos que responden a dinámicas propias de los territorios y que fun-cionan independientemente de lo que sucede en el nivel nacional. Aunque los estudios sobre este tema son aún limitados, pueden mencionarse dos casos para ilustrar el fenómeno. En primer lugar, el caso de Bogotá: los resultados recientes muestran que la Alcaldía no es ya el “trampolín” para aspiraciones nacionales, en cuanto políti-cos ligados al Concejo Distrital y a las juntas administradoras locales (JAL) encuentran su propio nicho y construyen redes de apoyo que funcionan independiente de lo que ocurre con los partidos en el nivel nacional. Este cambio no sólo se observa entre lo nacional y lo distrital, también entre las instancias de representación de la ciudad, pues no siempre coinciden las preferencias políticas de los electores en cuanto Laurent, Virginia. “Presencia indígena en el paisaje político electoral colombiano: balances y perspectivas”, En Pizarro, Eduardo y Rodríguez, Clara (Eds.). Los retos de la demo-cracia: viejas y nuevas formas de la política en Colombia y América Latina. Bogotá: Fundación Foro Nacional por Colombia – IEPRI. 2005. pp.138 – 159.
  • 45. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro a las organizaciones políticas del alcalde elegido y de las corporaciones distrital y locales. Esa independencia lleva a plantear a algunos autores que la ciudad tiene varios sistemas de partidos. 44 El otro caso se refiere a la elección en 2003 de líderes de izquierda o alternativos en el gobierno de las más importantes ciudades y depar-tamentos (Luis Eduardo Garzón en Bogotá, Sergio Fajardo en Mede-llín, Guillermo Hoenigsberg en Barranquilla, Honorio Galvis en Buca-ramanga, Raúl Delgado en Pasto, Édgar Cote en Barrancabermeja, Eduardo Zúñiga en Nariño y Angelino Garzón en el Valle), muchos de ellos en claro contraste con el gobierno nacional, que cuenta con un amplio apoyo popular y representa una corriente política e ideológica opuesta. Participación electoral y legitimidad del sistema político Un tercer efecto positivo de las reformas descentralistas en mate-ria político-electoral ha sido el volumen de participación en las elec-ciones municipales y departamentales, en general mayor que el que se da en escenarios nacionales. Al respecto, es demostrativo que cerca de un 50% de colombianos se acercaron a las urnas para elegir sus auto-ridades locales el 26 de octubre de 2003, mientras que el día anterior, en la consulta sobre el referendo promovido por el presidente Uribe participó menos de un 25% de los votantes. Aunque puede parecer un caso particular, representa cierta tendencia: desde sus inicios la elec-ción popular de alcaldes atrajo la atención de un número importante de votantes (67% en la primera elección) y, aunque los niveles han disminuido, esta reducción no es la misma para todos los municipios colombianos, a la vez que en conjunto la participación sigue siendo en promedio mayor que la observada para las elecciones nacionales. Teniendo en cuenta los tradicionales índices de abstención exis-tentes en el país, es posible afirmar que las elecciones territoriales y el interés que despiertan contribuyen a legitimar el régimen político, lo que da paso a una corriente de opinión independiente que se expresa, especialmente en las grandes ciudades. Por lo demás, el país ha ganado estabilidad institucional con la elección de alcaldes y gobernadores. Antes, quienes desempeñaban García Sánchez, Miguel. “La política bogotana, un espacio en recomposición”. En Gutiérrez, Francisco, et al. Degradación o cambio: evolución del sistema político en Colombia. Bogotá: IEPRI – Norma. 2002. p. 212.
  • 46. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial estos cargos se debían al jefe político que les daba su respaldo y per-manecían en su cargo por corto tiempo (seis meses en promedio los alcaldes), lo que les impedía adelantar una gestión coherente y conso-nante con las directrices de los planes de desarrollo. Hoy día, el man-dato popular de las autoridades territoriales por períodos de cuatro años las obliga a trabajar ordenadamente, a hacer un uso racional de los recursos y a rendir cuentas ante sus electores en función de metas de desarrollo. 45 La fragmentación partidista y la reforma política del 2003 Pese a los avances mencionados, el proceso político en el nivel terri-torial no ha estado exento de los problemas de fragmentación partidista y personalismo que sufrió el sistema político en su conjunto, que se refle-jaron en la proliferación de candidatos, listas y avales, con consecuencias negativas en términos de representatividad y gobernabilidad. En este sentido, gráficamente un estudioso denominó las eleccio-nes en pequeños y medianos municipios como “la guerra del centavo electoral”, para indicar que las propias reglas de juego fomentaban la operación avispa y la fragmentación en la búsqueda de los partidos por maximizar su potencial de votación y obtener el mayor número de curules a través del residuo. La reforma política expedida en 2003 buscó precisamente atacar la dispersión partidista y fomentar la agrupación política, privilegiando mecanismos de carácter electoral (lista única, voto preferente, umbra-les y cifra repartidora), aplicados por primera vez en la elección de octubre de ese año. Otros aspectos importantes de la norma, que tienen relevancia en el nivel territorial, como el funcionamiento en bancadas, empezaron a regir recientemente. Existen pocos estudios que analicen los resultados de esta reforma a nivel global. El tema requiere mayor atención en la agenda futura, sobre todo teniendo en cuenta que las reformas serán el marco legal bajo el cual se regirán las próximas elec-ciones de autoridades territoriales. Se pueden sugerir algunas tenden-cias que afectarán lo político en el plano local y regional: Por ejemplo, en las elecciones del 2000, se presentaron 30.089 listas para concejos, 1.457 para asambleas departamentales y 8.361 para las JAL. Se postularon 3.379 candidatos para las alcaldías y 136 para las gobernaciones. Calderón. José Miguel. “Elecciones locales en medianos y pequeños municipios: la guerra del centavo electoral”. En Revista Javeriana. No. 671 Tomo 136. Bogotá. 2001. pp. 35-43.
  • 47. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 46 Disminución en el número de listas y partidos. Aunque es una tendencia positiva frente a la fragmentación y per-sonalismo existente, en algunos casos el que la reforma ligue el mantenimiento de la personería jurídica a un por-centaje de votos obtenido en elecciones del nivel nacional afectará a los partidos con presencia en el nivel regional o local que no logran proyectarse a escala nacional. Queda el interrogante si es o no beneficioso para la democracia fomentar dinámicas políticas que surjan desde los terri-torios. Mayor inclinación de los partidos y movimientos políti-cos por la lista con voto preferente, lo cual permite mane-jar clientelas electorales. Los resultados de diversas vota-ciones muestran que este tipo de listas son más efectivas para obtener un mayor número de curules. La existencia de dos tipos de listas es inconveniente, confunde al elec-tor y no plantea reglas claras, por lo cual debería pensarse en una reforma al respecto. Procesos de unidad más motivados por factores electora-les que por dinámicas de modernización y democratiza-ción de las organizaciones políticas, lo cual se explica en los incentivos y castigos electorales que se derivan de la reforma. Como ha sucedido en el caso de Bogotá y como se empieza a ver en el Congreso, es probable que aque-llas listas que fueron elaboradas por intereses puramente electorales, tengan más dificultades para funcionar como bancadas que aquellas en que también influyeron acuer-dos ideológicos, organizativos y programáticos. Aumento de la representación al concentrarse el voto en algunas alternativas políticas y disminución del voto que se perdía apoyando iniciativas sin ninguna posibilidad de salir elegidas (voto eficiente). ▪ ▪ ▪ ▪ Gestión pública y participación ciudadana La reforma municipal de 1986, la Constitución de 1991 y sus desa-rrollos legislativos crearon una buena cantidad de espacios y mecanis-mos institucionales de participación ciudadana en la gestión pública. La idea de los legisladores y los constituyentes era fortalecer la instituciona-lidad democrática desde un enfoque de democracia participativa.
  • 48. Red de Iniciativas para la Gobernabilidad, la Democracia y el Desarrollo Territorial En esa materia ha habido logros importantes, así como fallas que es preciso corregir. Entre los primeros cabe mencionar la adopción del lenguaje de la participación por parte de la dirigencia política, los líde-res sociales y la ciudadanía en general, y la multiplicación de las prác-ticas participativas, de las cuales un buen número han dado resultados positivos desde el punto de vista de la concertación de decisiones entre las autoridades públicas y la ciudadanía. En algunos casos, la gente ha hecho uso de los espacios creados por la ley, como es el caso de la planeación participativa o de la formulación de políticas públicas. En otros, ha creado sus propios canales y procedimientos (mesas de concertación, asambleas, eventos de rendición de cuentas, mesas de trabajo). Un buen número de esas prácticas han sido exitosas en el logro de los objetivos y de la movilización ciudadana en torno a los asuntos públicos. Es el caso de los presupuestos participativos y de algunas experiencias de planeación en varias ciudades del país o la construc-ción de los planes de vida en poblaciones indígenas y de iniciativas mixtas (ciudadanía-gobierno) para la construcción de paz. Esas expe-riencias han logrado una sintonía entre el gobierno y la ciudadanía, que se ha traducido en acuerdos de acción pública. De igual manera, han estimulado la organización social y la inserción de un número cre-ciente de personas en el escenario público. Ello ha permitido un acerca-miento entre gobernantes y gobernados, que ha modificado las formas tradicionales de relación y generado confianzas mutuas que abren la posibilidad de conjugar esfuerzos en el futuro. Sin embargo, no todo ha sido color de rosa en ese campo. Han ido apareciendo dificultades que deben ser materia de atención por parte del gobierno y de la ciudadanía, en la mira de introducir los correctivos necesarios para mejorar el desempeño de los actores y los resultados del proceso. Entre ellas es preciso señalar, en primer lugar, las deficien-cias normativas que frenan el alcance de la participación. La dispersión de las normas que regulan su ejercicio; la excesiva reglamentación de los espacios, los actores y los procedimientos, y la creencia que con sólo expedir normas ya están garantizadas las prácticas participativas (fetichismo de la norma) constituyen fallas que han tenido un impacto negativo en la democratización de la gestión pública y le han restado legitimidad a la participación entre algunos sectores de la población. Un buen ejemplo de las debilidades en el campo normativo es la Ley Véase Velásquez, Fabio y González, Esperanza. ¿Qué ha pasado con la participación ciu-dadana en Colombia?, Bogotá: Fundación Corona, 2003. 47
  • 49. 20 años de la descentralización en Colombia: presente y futuro 134 de 1994, sobre mecanismos e instituciones de participación, cuya aplicación ha sido hasta hoy casi imposible, especialmente en temas como la revocatoria del mandato de alcaldes y gobernadores y la pre-sentación 48 de iniciativas legislativas. A lo anterior se suma la ausencia de políticas y estrategias de estímulo y fortalecimiento de la participación ciudadana por parte del gobierno nacional. Desde la expedición del documento del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) sobre participación en 1997, no se conoce ninguna estrategia nacional en esa dirección, a excepción del trabajo en los últimos años por la Contraloría General de la República para estimular el control social de la gestión pública. La responsabilidad del diseño de políticas participativas ha quedado en manos de las autoridades territoriales, que han promovido la vincula-ción de la población a la gestión pública empleando sentidos y estra-tegias muy distintas, sin que esa sea una constante observable en todo el territorio nacional. Los recursos destinados a la participación son mínimos, lo que implica la intervención de actores externos (coopera-ción internacional, ONG, universidades e iglesias) para sostener a las prácticas de participación que diversos sectores de la población están interesados en realizar. También se han observado en estos veinte años algunas “fractu-ras” en el desarrollo de las prácticas participativas: en primer lugar, la desarticulación entre los actores de la participación, producto, por un lado, de la dispersión de espacios participativos y, por el otro, de la desconfianza que atraviesan las relaciones entre actores en el escenario público. El aumento del número de organizaciones sociales en el país no se ve reflejado en una densificación del tejido social, pues siguen operando bajo lógicas corporativas que les impiden articular esfuerzos para el logro de metas colectivas. Por supuesto, hay excepciones, cada vez mayores, pero siguen confirmando la regla de la fragmentación de la acción en el mundo de la participación. En segundo lugar, los desentendimientos entre los actores de la participación son más notorios cuando se trata de la relación entre líde-res sociales y dirigentes políticos. Entre ellos existe una disputa por el control de las decisiones en los escenarios de participación, en lugar de una colaboración para sacar adelante iniciativas que pueden ser de provecho para todos. Los dirigentes políticos alegan en su favor el haber sido elegidos por voto popular y critican en los líderes sociales, especialmente en los que hacen parte de las instancias de participación,