Lecciones 05 Esc. Sabática. Fe contra todo pronóstico.
Directrices para la protección infantil
1. Directrices para la Protección Infantil
Directrices para la
Protección Infantil
2. 1
Directrices
para la
Protección
Infantil
- versión aprobada -
versión aprobada · 02/2007
3. 2
La CBM (Christian Blind Mission) es una organización cristiana internacional
cuyo objetivo principal es mejorar la calidad de vida de las personas con dis-
capacidades más necesitadas del mundo, que viven en condiciones de suma
precariedad. La organización auspicia más de 1.000 proyectos en 113 países
en vías de desarrollo a través de los cuales brinda su asistencia a personas
con discapacidades, sin importar su nacionalidad, sexo o religión.
CBM Christoffel-Blindenmission
Christian Blind Mission e.V.
Nibelungenstr. 124
64625 Bensheim
versión aprobada · 02/2007 · LD · 283 · 02/07
Alemania
Contacto:
Dr. Boris Scharlowski
Director de la Unidad de Protección Infantil
Teléfono: +49 6251 131-275
Fax: +49 6251 131-165
Correo electrónico: boris.scharlowski@cbm-i.org
www.cbm.org
Fotografías:
CBM, argum/Thomas Einberger, Heiner Heine
Tercera edición, febrero 2007
versión aprobada
4. 3
Lista de Control de las páginas modificadas de las
‘Directrices para la protección infantil’
Versión Fecha Insertada el (fecha) Firma
primera edición dic. 2005 – –
versión aprobada feb. 2007
1era modificación
2era modificación
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5era modificación
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8era modificación
9era modificación
10era modificación
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11. 1-1
1. Prólogo
Las cifras son alarmantes: de acuerdo con la Organización Mundial
de la Salud (OMS), el 10% de los niños y el 20% de las niñas de todo
el mundo sufren alguna forma de abuso sexual. Los menores con dis-
capacidades son especialmente vulnerables y se ven afectados el
doble de veces que aquéllos que no tienen discapacidades. A su vez,
los niños que viven en instituciones son particularmente vulnerables.
Por lo tanto, la protección infantil contra el abuso presenta un impor-
tante desafío para las organizaciones que brindan servicios a niños.
En consecuencia, los menores y adultos1 con discapacidades a quie-
nes la CBM busca asistir son algunos de los más vulnerables del
mundo. Nuestra organización siempre ha estado comprometida a
luchar por la seguridad y el bienestar de todos los niños y personas
con discapacidades. Con el fin de alcanzar tal objetivo, es indispen-
sable contar con una estrategia clara para proteger a los niños contra
el abuso. Por consiguiente, para garantizar la protección de todas las
personas vulnerables y dar el ejemplo en cuanto al uso de prácticas
adecuadas, la CBM ha expandido significativamente sus actividades.
En diciembre de 2003, la CBM adoptó su “Política de protección infan-
til” que adhiere a la Convención sobre los Derechos del Niño de la
ONU. Además, en este documento, la organización expresa su com-
promiso de “proteger a los niños (y a los adultos vulnerables), ya sea
que tengan o no discapacidades, contra la explotación sexual y el abuso
sexual, emocional o físico, que incluye el descuido o la negligencia”.
La política de la CBM establece como su objetivo principal la pro-
tección de los niños y demás personas vulnerables contra el
abuso y como objetivos secundarios:
➤ la concientización y sensibilización de todos los participantes
principales vinculados a la CBM y a sus socios,
➤ la protección de la CBM y sus socios de proyectos para que no
ocurran infiltraciones, y
➤ la protección del personal y los socios de la CBM contra falsas
acusaciones.
Se insta enérgicamente al personal, los socios de proyectos y las
demás personas vinculadas a la organización a participar en la crea-
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ción y preservación de un entorno que sea seguro para los niños y
adultos vulnerables.
En 2005 la CBM estableció la Unidad de Protección Infantil (UPI),
encargada de elaborar e implementar su política. Con el apoyo de
diferentes participantes, la UPI ha elaborado un código de conducta
que define con claridad los estándares profesionales, los derechos y
las responsabilidades de todos los participantes. Además, acaba de
1
Por una cuestión de espacio, cuando en este documento se haga referencia a “niños”
o “menores”, la “niñez” o la “infancia”, lo dicho se aplica también a los adultos vul-
nerables, y estas palabras han de interpretarse siempre como términos inclusivos, que
abarcan tanto a las niñas como a los adolescentes.
12. 1-2
finalizar las presentes directrices sobre prácticas óptimas.
Estas directrices, se brinda una perspectiva general sobre la proble-
mática del abuso infantil y se presentan procedimientos de prácticas
óptimas y recomendaciones. En el documento se explica que la pro-
tección infantil es tanto una responsabilidad corporativa como indi-
vidual. Se brinda a los lectores información detallada sobre el abuso
infantil y se presentan pasos útiles para crear procedimientos y prác-
ticas de protección infantil. Además, las directrices sirven para aseso-
rarse sobre cómo actuar ante un supuesto caso de abuso.
Con el apoyo de los directores regionales de la CBM, la UPI ha reali-
zado talleres regionales y ha comenzado a identificar, entre el perso-
nal de la CBM y los socios locales, personas clave que son una refe-
rencia en asuntos relacionados con la protección infantil. Estos indi-
viduos se encargan de transmitir información, promover la formación
de redes nacionales y llevar a cabo sesiones locales de capacitación.
De este modo, promueven paso a paso entre sus organizaciones aso-
ciadas el enfoque sobre protección infantil de la CBM y ayudan a
adaptar el contenido de estas directrices en función de requisitos
locales específicos.
La CBM tiene la intención de garantizar que se alcancen y manten-
gan los más estrictos estándares de seguridad para los niños y las
personas vulnerables, y así lo manifiesta expresamente. El propósito
de estas directrices es el de realizar importantes contribuciones a fin
de que este objetivo se concrete y de que la política de la CBM se
haga realidad.
Bensheim, febrero de 2007
Prof. Allen Foster Dr. Boris Scharlowski
Presidente de la CBM Director de la Unidad de Protección Infantil
Agradecimientos
Esta publicación pudo concretarse gracias al esfuerzo y la experiencia de
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muchas personas. El texto fue compilado por Cynthia Wong y el Dr.
Boris Scharlowski. Mike Davies, Martin Rothmund y David Lewis presta-
ron sus servicios como asesores y brindaron invalorables consejos. Esto
también es válido para muchos colegas que integraron el “Grupo de
Trabajo ad hoc sobre Política de Protección infantil y Comunicación”,
desde donde aportaron su experiencia. Distintas partes del texto se han
analizado junto a los directores continentales y representantes regiona-
les de la CBM, y a los directores nacionales de las asociaciones miem-
bro. Finalmente, queremos mencionar el invaluable apoyo que recibi-
mos de los colegas que colaboraron con la traducción, la revisión del
texto, el diseño, la impresión y la distribución del material. En nombre
de la CBM, reconocemos y agradecemos todos estos esfuerzos.
13. 1-3
Nota: Las Directrices para la protección infantil de la CBM se dirigen
a lectores muy variados: a los miembros del Consejo
Directivo y del personal de la CBM e.V., sus asociaciones miembro y socios
de proyectos, así como a otras partes interesadas. Puesto que se trata de
grupos objetivo muy heterogéneos, la presente publicación debe respon-
der a expectativas y requisitos muy diversos. Como resultado, se han ela-
borado estas directrices como un tipo de “catálogo” en el cual cada lec-
tor puede encontrar rápidamente la información que precisa sin necesidad
de estudiar el resto del compendio. Se ha complementado cada sección
con casillas, organigramas y anexos que brindan información más especí-
fica para quienes tengan un interés más profundo y concreto. Las Directri-
ces para la protección infantil presentan el enfoque de la Christian Blind
Mission para la prevención del abuso de niños y personas vulnerables.
Como consecuencia, cualquier lector ajeno a la CBM debe emplear el
documento a modo de inspiración y para crear procedimientos de protec-
ción infantil adecuados para su propia organización.
1.1 Abreviaturas y siglas
AbSN Abusador sexual de niños
AM Asociaciones miembro de la CBM
API Agente de protección infantil
CBM Christian Blind Mission (término inclusivo que abarca la CBM
e.V. y sus asociaciones miembro)
CDN Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU
CPI Comité de Protección Infantil
OMS Organización Mundial de la Salud
ONG Organización no gubernamental
OR Oficina Regional
PI Protección infantil
PPI Política de Protección Infantil
RR.HH. Departamento de Recursos Humanos
SP Socio de proyecto
UPI Unidad de Protección Infantil
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14. 1-4
1.2 Glosario
Abuso institucional Incluye actos u omisiones, y fracasos a nivel administrativo,
que pueden ser indicios de que el régimen mismo de la
institución es abusivo. El abuso institucional se ve marcado
por repetidas instancias de desempeño profesional insatis-
factorio, maltrato generalizado o conducta indebida grave
y un clima abusivo.
Campo Emplazamiento donde funcionan los proyectos auspiciados
por la CBM.
CBM Organizaciones pertenecientes a la Christian Blind Mission
(también conocida como Christoffel Blindenmission) que
incluyen a la CBM e.V., a las oficinas regionales de la CBM, a
la CBM International y a las asociaciones miembro de la CBM.
Donadores de la Personas que apoyan a la CBM con donaciones de dinero o
CBM en especie.
Edad de consenti- Edad en la que un individuo puede dar su consentimiento
miento para tener actividades sexuales con otra persona.
Inquietud de pro- Una infracción al “Código de conducta” por parte del per-
tección infantil sonal de la CBM o un riesgo de protección infantil relacio-
nado con el entorno del proyecto (p. ej.: habitaciones sin
ventanas que impiden que otro adulto pueda supervisar
visualmente la sala).
Niño/menor Conforme se establece en la Convención sobre los Dere-
chos del Niño de la ONU, “se entiende por niño todo ser
humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en
virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes
la mayoría de edad”.
No perjudique Principio ético básico que dispone que la principal preocu-
(inglés: ‘Do no pación debe ser siempre la de proteger al participante para
harm’) que no sufra daños.
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Organización segu- Organización en la que los niños están protegidos del
ra para los niños abuso físico, sexual o emocional, que incluye el descuido/la
negligencia.
Padres adoptivos Adultos que, autorizados por un contrato formal o infor-
mal, cuidan de un hijo que no es biológico en reemplazo
de sus padres verdaderos.
Pedófilo Persona cuyo único interés y fijación es participar en activi-
dades sexuales con un niño o con niños (McMenamin y
Fitzgerald, 2001).
15. 1-5
Personal de la CBM Toda persona que trabaje para la CBM e.V., las oficinas
regionales de la CBM, la CBM International y las asociacio-
nes miembro de la CBM, o que las represente, sin importar
si cobra por sus servicios o si es voluntario. También inclu-
ye a los miembros del Consejo Directivo, asesores, consul-
tores, contratistas o cualquier otro representante.
Persona vulnerable Adulto que vive con una discapacidad y necesita asistencia
para satisfacer sus necesidades básicas en lo que respecta
al cuidado personal o a la administración de sus bienes.
Las personas vulnerables o bien no pueden protegerse por
sus propios medios contra daños significativos o contra la
explotación, o bien existe la posibilidad de que no puedan
hacerlo.
Sobreviviente/víctima Puesto que se trata de un término más positivo que hace
hincapié en la resistencia, lucha y supervivencia, la mayoría
de los académicos y profesionales prefieren el término
“sobreviviente” en lugar de “víctima”. No obstante, dado
que en el ámbito del debate público se sigue empleando
con más frecuencia el término “víctima”, en estas directri-
ces se usan los dos vocablos en forma alternada.
Supuesto/presunto Incidente con relación al cual se ha observado o del que se
incidente de abuso sospecha, supone o ha detectado un caso de abuso infan-
infantil til. Debe utilizarse el calificativo “supuesto” o “presunto”
al hablar de un incidente de abuso infantil hasta que se
demuestre que ocurrió.
Nota: Por una cuestión de espacio, cuando en este documento se haga
referencia a “niños” o “menores”, la “niñez” o la “infancia”, lo
dicho se aplica también a los adultos vulnerables, y estas palabras
han de interpretarse siempre como términos inclusivos, que abar-
can tanto a las niñas como a los adolescentes.
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18. 2-1
2. El abuso infantil: una violación grave de los dere-
chos humanos
¿QUÉ ES EL ABUSO INFANTIL?
Abusar verbalmente Burlarse de él sin Exponerlo a literatura o Tocar al niño donde no quiere.
de un niño. necesidad. actos pornográficos.
Obligar a que el niño lo Destruir la confianza en Pegarle o hacerle daño, generalmente para Manipularlo.
toque. sí mismo del menor. descargar sus propias frustraciones.
Convertir a su propio
Descuidar al niño; p. ej.: Usar al niño como No escucharlo. Desatender las hijo en un “sirviente”, privándolo
que no se lo higienice, vista sirviente. necesidades emo- del tiempo necesario para su
ni dé de comer. cionales del niño. educación y recreación.
Pegar y ridiculizar al Desatender sus necesi- Desatender sus necesidades Dejar al niño sin supervisión.
niño en la escuela. dades médicas. educativas.
Elaborado por: National Child Protection Authority
Dirección: 330, Thalawathugoda Rd, Madiwela.
(Tel.: 778911-13, fax: 778915, correo electrónico: ncpa@diarnnnd.lanka.net)
Compilado por: Prof. Harendra de Silva
Ilustraciones de: Jayamini de Silva
Diagramación patrocinada por: Thorn Holdings (Pvt) Ltd.
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El abuso de niños y personas vulnerables es una problemática mun-
dial que existe tanto en países desarrollados como en aquéllos en vías
de desarrollo. Está profundamente arraigada en prácticas culturales,
económicas y sociales. Las personas con discapacidades constituyen
uno de los colectivos más vulnerables a ser víctimas de abuso y por
ello, requieren una protección especial. Como consecuencia, la crea-
ción de un sistema para la protección de niños y personas vulnerables
constituye una prioridad para la CBM. El siguiente artículo busca dar
una introducción a una de las violaciones más graves de los derechos
humanos.
19. 2-2
Lloyd deMause, director de la sede de la ciudad de Nueva York del
Institute for Psychohistory, cree que “la historia de la humanidad está
basada en el abuso de los niños” (deMause, 1997). Aunque tal afir-
mación parezca exagerada, no caben dudas de que el abuso infantil
representa una violación grave de los derechos humanos y de que se
trata de un fenómeno que puede hallarse a lo largo de los años en
cualquier sociedad, hasta el presente.
La historia de la humanidad ha sido testigo del asesinato, abuso o
maltrato de niños en todas sus formas. Muchas sociedades históricas
practicaban el infanticidio; se mataba a los recién nacidos o se sacri-
ficaban niños por motivos religiosos. El infanticidio estaba presente en
la mayoría de las culturas históricas o ágrafas, pero aún existe en las
sociedades modernas. Según la Organización Mundial de la Salud, en
2000 d.C., entre los niños menores de 15 años, se registraron en todo
el mundo aproximadamente 57.000 muertes atribuidas a homicidio.
Sin embargo, las muertes por abuso infantil ocurren con mucha más
frecuencia de lo que las cifras oficiales sugieren (OMS, 2002).
El abuso de niños y personas vulnerables abarca manifestaciones muy
distintas del maltrato. Contrariamente a lo que se informa en los
medios y a la creencia popular, el término “abuso” no abarca exclu-
sivamente el abuso sexual, sino que incluye todas las manifestaciones
de abuso físico o emocional, incluso el descuido/la negligencia. En
este contexto:
➤ el abuso sexual denota obligar o convencer a un niño de que par-
ticipe en actividades sexuales, ya sea que el menor entienda o no
lo que sucede.
➤ abuso físico significa causar intencionalmente una lesión física, o
no evitar una lesión física o sufrimiento, deliberadamente o por
descuido.
➤ el abuso emocional puede definirse como el maltrato emocional
constante de un niño que tiene efectos adversos continuos y gra-
ves en su desarrollo emocional.
➤ descuido/negligencia se refiere a la falta constante de atención de
las necesidades físicas o psicológicas del niño, lo que puede dañar
de manera significativa su salud y desarrollo.
En consecuencia, cualquier forma de abuso o negligencia ocasiona
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daños graves que afectan tanto la salud física y mental del niño como
su supervivencia, desarrollo o dignidad. Aunque no se observen lesio-
nes, actuar en forma abusiva o negligente es cruel e inhumano.
El abuso sexual presenta una larga historia y constituye un asunto
complejo. En la mayoría de las culturas históricas, se han identificado
prácticas de castración de niños, mutilación de genitales femeninos,
violación, esclavitud infantil (por motivos rituales o “seculares”) y
todas las formas de tráfico humano. Lo mismo ocurre con la adopción
de niños con propósitos sexuales, el concubinato infantil, la promesa
de casamiento entre menores y todas las formas de incesto. Algunas
de estas manifestaciones de abuso sexual infantil datan de la anti-
20. 2-3
güedad (p. ej., de la cultura griega y romana). Sin embargo, el pro-
blema sigue siendo grave y de extrema prioridad. Según cálculos de
la OMS, en la actualidad aproximadamente el 10% de los niños y el
20% de las niñas en el mundo sufren algún tipo de abuso sexual
(OMS, 2002). La situación varía de país en país. En las Filipinas, el
informe nacional anual de la Unidad de Protección Infantil correspon-
diente a 2003 registraba 10.044 casos de abuso infantil. En el mismo
año, según la Oficina Federal de Estadísticas de Alemania, había
2.401 personas condenadas por abuso sexual de niños. No obstante,
cabe destacar que sólo una pequeña cantidad de los casos de abuso
infantil se denuncian a las autoridades. En consecuencia, estas cifras
reflejan sólo la punta del iceberg y, como tal, no se trata de una esta-
dística exacta, ni sirve para comparar datos.
Cuando se hace referencia al abuso físico, los castigos severos aplica-
dos por los padres no se limitan a ciertos países. Por ejemplo, en una
encuesta transversal sobre la infancia realizada en Egipto, un 37% de
los niños informó que sus padres les habían pegado o atado y un
26% afirmó que tal abuso les había causado lesiones físicas como
fracturas, pérdida del conocimiento o discapacidad permanente
(Youssef RM et aliter., 1998). Otro ejemplo ilustrativo es la situación
de Etiopía, donde el 21% de los niños que asisten a escuelas urbanas
y el 64% de los que asisten a escuelas rurales tenían moretones o hin-
chazones en el cuerpo por castigos de los padres (Ketsela, T. et aliter.,
1997).
En cuanto al abandono y al descuido/la negligencia, que constituye
otra forma de abuso infantil, un estudio que se llevó a cabo en Kenia
reveló que un 21,9% de los niños había sufrido descuidos por parte
de sus padres (ANPPCAN., 2000). Cabe destacar nuevamente que el
abuso infantil y el descuido/la negligencia no constituyen una viola-
ción de los derechos del niño que se limite sólo a los países pobres.
Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los EE.UU.,
se calcula que 906.000 niños fueron víctimas de abuso infantil o des-
cuido en 2003. En Canadá, un estudio nacional reveló que, entre los
casos comprobados de negligencia, el 19% se relacionaba con el des-
cuido físico, el 12% con el abandono y el 48% con daños físicos oca-
sionados por una supervisión inadecuada por parte de los padres (Tro-
emé, NH et aliter., 2001).
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Teniendo en cuenta estos datos tan reales, quien observe con aten-
ción deducirá que el abuso como tal ha aumentado. No obstante, los
expertos suponen que lo más probable es que el aparente aumento
en la cantidad de casos se deba al repentino reconocimiento público
del fenómeno. Volvamos a Lloyd deMause y a su convicción de que
“la infancia más o menos libre del uso sexual por parte de los adultos
es, de hecho, un logro histórico muy tardío, limitado a unos pocos
niños afortunados de unas pocas naciones modernas” (deMause,
1997). Lamentablemente, debemos agregar que este punto de vista
sigue siendo demasiado optimista.
21. 2-4
Definiciones e indicadores de abuso infantil
A continuación se presentan definiciones de los distintos tipos de abuso
infantil, a las que les siguen los indicadores de un posible abuso. La pre-
sencia de estos indicadores no significa necesariamente que haya habido
abuso. Estas señales son útiles para decidir si existe o no un motivo para
preocuparse y es importante confiar en nuestros instintos.
Abuso infantil abarca el abuso físico, sexual o emocional de niños, que
incluye el descuido/la negligencia. Como un ejemplo meritorio, la
Consultation on Child Abuse Prevention de la OMS redactó el borra-
dor de la siguiente definición:
“El abuso o maltrato infantil abarca todas las formas de malos tratos
físicos o emocionales, abuso sexual, descuido o trato negligente y
explotación comercial o de otra índole que dañe o pueda causar
daños a la salud del niño, su supervivencia, desarrollo o dignidad en
el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder”
(OMS, 1999).
Abuso físico causar intencionalmente una lesión física o no evitar una
lesión física o sufrimiento deliberadamente o por negligencia. Este
tipo de abuso puede incluir golpes, retorceduras de extremidades,
sacudones, empujones, envenenamiento, quemaduras, escaldadu-
ras, ahogamiento, sofocación, encierro o suministro indebido de dro-
gas con la intención de controlar el comportamiento.
Indicadores físicos:
➤ lesiones en el abdomen y la cabeza, lesiones sin tratar;
➤ lesiones desatendidas, lesiones graves sin explicación o con una
explicación poco coherente o contradictoria;
➤ moretones y marcas en lugares en los que suele sujetarse al niño;
➤ cortes y rasguños;
➤ fracturas (en especial de la columna vertebral);
➤ quemaduras o escaldaduras (particularmente de cigarrillos);
➤ marcas de mordeduras humanas;
➤ hinchazón o incapacidad para usar las extremidades con normali-
dad.
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Indicadores del comportamiento:
➤ le teme a los adultos de una manera inusual (p. ej., tiene miedo
de volver a casa);
➤ busca complacer a los padres a un punto que no es natural;
➤ se niega a hablar sobre una lesión;
➤ teme recibir ayuda médica;
➤ usa ropa que le cubre el cuerpo.
22. 2-5
Abuso sexual obligar o convencer a un niño de que participe en activi-
dades sexuales, ya sea que el menor entienda o no lo que sucede.
Puede tratarse de actividades con contacto físico, que incluyen
actos con o sin penetración. También se incluyen actividades en las
que no hay contacto, como cuando se impulsa a que los niños
miren material pornográfico, presencien actividades sexuales o ten-
gan un comportamiento sexual inapropiado.
Indicadores físicos:
➤ lesiones sin explicación en los órganos genitales, el ano o la boca;
➤ secreciones vaginales o del pene;
➤ infecciones recurrentes e inesperadas de las vías urinarias e incon-
tinencia;
➤ incontinencia urinaria o fecal nocturna después de la edad normal;
➤ presencia de una enfermedad de transmisión sexual;
➤ embarazo no planeado en niñas jóvenes;
➤ dolor abdominal.
Nota:
El abuso sexual no se identifica solamente mediante indicadores
físicos. Con frecuencia, el primer indicio de abuso sexual ya está
presente cuando el niño manifiesta haber sido abusado sexual-
mente.
Indicadores del comportamiento:
➤ conocimiento/comportamiento sexual inadecuado para su edad;
➤ cambio repentino en la personalidad;
➤ desmejoramiento inexplicable en la realización de actividades físi-
cas;
➤ falta de concentración (p. ej., calificaciones más bajas);
➤ aislamiento social, depresión, baja autoestima, (p. ej., no juega);
➤ comportamiento regresivo (como la incontinencia urinaria noc-
turna);
➤ trastornos de la alimentación;
➤ trastornos del sueño;
➤ conductas autodestructivas;
➤ llegar más temprano a la escuela o quedarse después de horario;
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➤ no querer regresar a la casa.
Descuido/negligencia falta constante de atención de las necesidades
físicas y psicológicas del niño, lo que puede dañar de manera signi-
ficativa su salud y desarrollo. La negligencia puede incluir no pro-
porcionar los alimentos, las bebidas, la ropa o el amparo adecuados
para proteger al niño de daños o peligros, ni brindarle la atención
o los tratamientos médicos/dentales correspondientes y falta de
23. 2-6
estimulación o supervisión, entre otros. El concepto de
descuido/negligencia abarca también el hecho de desatender o ser
indiferente a las necesidades emocionales básicas del niño.
Indicadores:
➤ que tenga hambre o esté cansado constantemente;
➤ que llegue muchas veces tarde a clase o no vaya;
➤ que manifieste tendencias destructivas;
➤ que tenga baja autoestima;
➤ que sus relaciones sociales sean escasas o inexistentes;
➤ que se escape;
➤ que robe en forma compulsiva o hurgue en la basura;
➤ que su higiene personal no sea buena;
➤ que tenga la ropa en malas condiciones;
➤ que presente delgadez extrema o emanación/vientre
abultado/estatura baja;
➤ que tenga mal aspecto en la piel y el tono del cabello;
➤ que tenga una enfermedad sin tratar.
Abuso emocional maltrato emocional constante de un niño que tiene
efectos adversos continuos y graves en su desarrollo emocional.
Esto puede incluir dar a entender al niño que nadie lo aprecia ni
quiere, que está de más, que es deficiente o que se lo valora sólo si
satisface las necesidades de otra persona. Puede abarcar el hecho
de asustar a los menores o hacer que sientan que corren peligro (p.
ej., amenazas de lastimar al niño). Existe un grado de abuso emo-
cional en todas las clases de maltrato infantil, si bien puede que
ocurra aisladamente. La violencia doméstica, los problemas psiquiá-
tricos y el abuso de sustancias por parte de los padres pueden expo-
ner al niño al abuso emocional.
Indicadores:
➤ aceptación de castigos excesivos;
➤ temor a que se llame a los padres;
➤ menosprecio propio constante;
➤ automutilación;
➤ conductas como mecerse, retorcerse el pelo o chuparse el dedo;
➤
versión aprobada · 02/2007
trastornos del habla que se manifiestan de repente;
➤ temor a las situaciones nuevas;
➤ extremos de pasividad o agresión;
➤ huidas;
➤ abuso de drogas o sustancias;
➤ reacción exagerada ante los errores.
2.1 Abuso institucional
El abuso puede ocurrir en cualquier situación y entorno. Puede suce-
der en la residencia de la persona o en un lugar público. Sin embar-
24. 2-7
go, también puede tener lugar en instituciones en las que se prestan
servicios de asistencia, ya sea en hospitales, centros residenciales,
guarderías o incluso en entornos en los que se brinda atención huma-
nitaria.
En un sentido más amplio, el abuso institucional abarca aspectos tales
como estándares de atención deficientes, falta de respuestas positivas
ante las necesidades, rutinas rígidas, personal inadecuado y una base
de conocimientos insuficiente en lo que respecta a la prestación de
servicios. También abarca todas las manifestaciones de descuido/
negligencia y todo tratamiento inaceptable, incluso castigos como
privar a la persona de alimentos, negarle la privacidad o no propor-
cionarle medicamentos, atención médica u otros tratamientos médi-
cos necesarios.
En un sentido más restringido, el abuso institucional abarca cualquier
forma de abuso emocional, físico y sexual. En este contexto, en los
últimos años los medios han informado en varias ocasiones sobre dis-
tintas formas de abuso institucional y de abuso cometido por repre-
sentantes de instituciones que tienen una presencia internacional.
Algunos de los casos más notables implicaban a las Naciones Unidas,
la OTAN y la Iglesia Católica.
Desde finales de los años noventa, se han difundido ampliamente las
acusaciones de explotación y abuso sexual de niños y adultos en rela-
ción con las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones
Unidas y las misiones de la OTAN. Se denunciaron casos en conexión
con misiones de la ONU y la OTAN en Camboya, Bosnia, Kosovo y el
Congo. En el caso de Kosovo, Amnistía Internacional afirmó que la
presencia de las fuerzas de paz alimentaba la explotación sexual y
fomentaba el tráfico humano. Como respuesta a estas acusaciones,
la ONU y su Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la
Paz (DOMP) tomaron una postura firme y visible en contra de la con-
ducta sexual indebida de las fuerzas de paz gracias a mayor transpa-
rencia y coordinación entre las distintas agencias, así como más inves-
tigaciones y campañas de educación sexual. No obstante, las cuestio-
nes sobre la responsabilidad y la impunidad de las fuerzas de paz aún
desacreditan los intentos de mejorar la crisis surgida en torno al modo
en que se perciben las misiones internacionales de mantenimiento de
la paz.
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También desde finales de los años noventa, la Iglesia Católica debió
enfrentarse con distintos países a una serie de acusaciones que vin-
culaban a miembros del clero y dignatarios religiosos a casos de abuso
sexual de niños. Al igual que la mayoría de las religiones, el catolicis-
mo tiene una participación directa en áreas que no se limitan al tra-
bajo parroquial. Sus numerosas órdenes religiosas se dedican a labo-
res sociales y colaboran con instituciones tales como centros de aten-
ción residencial, escuelas, hospitales y orfanatos. Algunas de estas
instituciones se han visto implicadas, a la luz pública, en acusaciones
de abuso sexual infantil.
25. 2-8
Debido a que generalmente se da prioridad al derecho canónico fren-
te al derecho penal secular, algunos líderes de la Iglesia Católica han
sido criticados abiertamente.
La indignación pública aumentó cuando el ex cardenal Joseph Rat-
zinger ordenó a todos los obispos católicos que trataran las investi-
gaciones de la Iglesia sobre los supuestos casos de abuso sexual infan-
til como sujetas al secreto pontificio y, por lo tanto, que no las denun-
ciaran a los organismos gubernamentales encargados de velar por el
cumplimiento de las leyes.
Volviendo a los entornos institucionales no residenciales, un cálculo
realizado en los EE.UU. puede servir para demostrar el alcance del
problema. Según Finkelhor, en los últimos años de la década del
ochenta, más de 5 niños de cada 1.000 que asistían a guarderías de
los EE.UU. sufrieron abuso sexual (Finkelhor, 1990). No existe ningún
motivo para pensar que las estadísticas actuales sean mejores. Aun
más, con respecto al abuso físico, en una gran cantidad de países
todavía no existen reglamentaciones que prohíban explícita y total-
mente el castigo corporal en instituciones. Como consecuencia,
maestros y otros asistentes siguen impartiendo una cantidad signifi-
cativa de castigos severos en escuelas y otras instituciones.
Estas formas tan alarmantes de abuso institucional se han convertido
en un importante desafío para todas las instituciones que tratan con
niños y personas vulnerables. Por este motivo, el Comité de los Dere-
chos del Niño de la ONU expresó recientemente su disconformidad
con el hecho de que, en muchos estados, no hay “suficiente con-
cientización del maltrato y abuso infantil que tiene lugar en [...]
escuelas y otras instituciones” (Estudio de la ONU sobre la Violencia
contra los Niños, 2005).
2.2 Factores
¿Cuáles son los principales factores que contribuyen al abuso? Con
respecto a las causas del abuso y la negligencia o descuido infantil,
una simple explicación de causa-efecto no es suficiente. Se considera
que un solo factor no pone a un niño en riesgo de sufrir abuso o
negligencia. Existe en cambio un complejo proceso en el que factores
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sociales, ambientales y otros relacionados con la familia y el niño
interactúan de manera constante.
Con respecto a los factores sociales y ambientales, el valor que cada
sociedad atribuye a la infancia constituye un factor fundamental. Si
una sociedad no valora lo suficiente a sus niños, es más probable que
se manifieste alguna forma de abuso o descuido. La pobreza es el fac-
tor de riesgo que se advierte con más frecuencia. Las tasas de abuso
y explotación son más altas en regiones o comunidades con niveles
altos de desempleo y concentración de pobreza. La presencia de nive-
les elevados de violencia (que incluye conflictos sociales, guerras,
tasas altas de delito, violencia doméstica y mediática) es otro factor
26. 2-9
que contribuye a formar un entorno inseguro para los niños. En este
sentido, el castigo corporal debe considerarse tanto un factor que con-
tribuye al abuso, como una forma de abuso en sí mismo. Otro factor
social es la falta de acceso a servicios sociales y de atención médica.
En lo que respecta a los factores personales, los individuos que fue-
ron abusados en la infancia tienen más probabilidades de convertirse
en agresores de niños que otras personas. Por otro lado, existe una
marcada correlación entre el abuso de sustancias y el abuso infantil.
Por último, existen algunos factores relacionados específicamente con
la familia. Por lo tanto, los embarazos no deseados, la falta de habili-
dades para la crianza de los hijos, la inmadurez emocional de los
padres, la incapacidad para afrontar problemas, la baja autoestima y
otros problemas psicológicos (como depresión u otros trastornos psi-
quiátricos) pueden contribuir al abuso infantil. Ser madre o padre sol-
tero, el aislamiento social y la resultante falta de apoyo de familiares,
amigos y la comunidad son otros de los factores que contribuyen a
este problema.
En el contexto específico del abuso institucional, resulta de gran inte-
rés examinar los factores estructurales e institucionales que contribu-
yen a que un entorno sea inseguro para los niños. Debe prestarse
especial atención a las instalaciones, la situación de los beneficiarios y
del personal, y a las disposiciones organizativas y procedimentales.
Frecuentemente, las instalaciones no ofrecen suficiente privacidad a
los beneficiarios. Los baños pueden ser utilizados por personas de
ambos sexos sin ningún tipo de limitación y los dormitorios no están
separados. En otros casos, los centros no cuentan con la seguridad
necesaria, como es el caso de salas para exámenes médicos o consul-
tas individuales sin ventanas.
En ninguno de estos casos los niños disfrutan de un entorno seguro,
sin discriminación, positivo y motivador. Se coloca a muchos menores
en residencias inapropiadas; en algunas ocasiones, víctimas de abuso
infantil y agresores se alojan juntos. Los niños acusados o condena-
dos por delitos menores y no violentos pueden compartir unidades o
celdas con detenidos mayores y agresivos. Incluso sucede con fre-
cuencia que las medidas disciplinarias no responden debidamente al
principio de no violencia ni respetan el precepto de no humillar a los
versión aprobada · 02/2007
niños.
Con respecto a los recursos humanos, las principales preocupaciones
giran en torno a la remuneración inapropiada, la falta de personal, la
capacitación insuficiente y la consiguiente falta de motivación. Debi-
do a esta situación, en repetidas oportunidades, los miembros del
personal no están debidamente cualificados para cumplir con proce-
dimientos de protección específicos y parecen no estar lo suficiente-
mente alertas a posibles violaciones de los derechos de los niños. En
muchos casos, no se dispone del personal femenino y masculino sufi-
ciente como para prestar servicios a los beneficiarios según su sexo.
27. 2-10
Con respecto a las disposiciones organizativas y procedimentales,
sucede con frecuencia que no existe una política obligatoria para pro-
teger a los niños y las personas vulnerables. Igualmente, muchas veces
las responsabilidades y los procedimientos para actuar en caso de
abuso no son claros. Además, las reglamentaciones de contratación
no se adecuan a los estándares internacionales, como el exigir un cer-
tificado de buena conducta (averiguación de antecedentes policiales).
Por lo tanto, debido a factores estructurales específicos, y contraria-
mente a la creencia popular, el entorno intrínseco de las instituciones
puede aumentar el riesgo de que los niños sean víctimas de abuso.
2.3 Agresores sexuales
Los agresores sexuales provienen de todos los países y de todas las
culturas, religiones y clases sociales. No se limitan a un sector parti-
cular de la sociedad y pueden ser personas que se relacionan con los
niños o adultos vulnerables desde una posición de confianza, poder y
autoridad. Una gran mayoría es de sexo masculino (del 80 al 90%) y
han sido víctimas de abuso en la infancia. Si bien existe un pequeño
subgrupo de abusadores sexuales de niños que se sienten atraídos
exclusivamente hacia los menores, la mayoría de las personas que
cometen abuso sexual infantil se sienten (o se han sentido anterior-
mente) atraídas hacia adultos, están casados o mantienen relaciones
de común acuerdo.
Aunque algunos atacantes son agresores sexuales rapaces, la mayo-
ría de ellos aparentan ser personas “normales”. Pueden ser miembros
del personal (incluso altos directivos), profesionales, asistentes, volun-
tarios, parientes o vecinos. Sin embargo, debido a que también exis-
te una preocupación creciente hacia el abuso entre menores en cen-
tros residenciales, se ha identificado otro fenómeno alarmante: apro-
ximadamente 1/3 de los abusadores institucionales son los mismos
menores.
Los agresores sexuales actúan de diferentes maneras y encajan den-
tro de distintas categorías. Generalmente, actúan de manera estraté-
gica para obtener un fácil acceso a los niños. Su objetivo son las ins-
tituciones débiles y se infiltran en organizaciones con estándares
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bajos de protección infantil con el propósito de conseguir oportuni-
dades para trabajar con niños. Una vez que son admitidos, tratan de
arraigarse firmemente dentro de la organización. Simultáneamente,
preparan a sus víctimas durante meses, incluso años, y buscan ganar-
se su confianza. La mayoría de los abusadores sexuales de niños agre-
den a menores que conocen y con los que han establecido una rela-
ción. En la mayoría de los casos, los abusadores se acercan a sus víc-
timas mediante el engaño y la incitación; muy rara vez recurren a la
fuerza. Por lo tanto, el abuso ocurre generalmente cuando se dan
relaciones continuas y prolongadas entre el agresor y la víctima, y la
situación empeora con el tiempo. Si bien algunos agresores buscan
obtener gratificación sexual a través del acto, esto generalmente no
28. 2-11
constituye una motivación principal para un violador. El poder, el con-
trol y la frustración son generalmente los principales motivadores.
Una vez cometido el abuso, los agresores tratan de silenciar a la víc-
tima mediante el miedo, las amenazas o la opresión. Además, los ata-
cantes tratan de lograr que la víctima sea dócil y se sienta culpable.
Este es uno de los motivos por los cuales se denuncia sólo cerca del
10% de los casos de abuso.
Mito Realidad
Los abusadores ¡Cualquiera puede ser un AbSN! Solteros, casados,
sexuales de personas que mantienen una relación y tienen o no
niños (AbSN) hijos; heterosexuales, homosexuales o bisexuales;
son “personas jóvenes o mayores; hombres o mujeres; profesionales
mayores que o desempleados.
tienen una ➤ Entre el 5 y el 10% de los agresores sexuales de
apariencia niños (AgrSN) son mujeres.
extraña”. ➤ La mayoría de los AgrSN cometen su primer abuso
en la adolescencia (entre los 13 y los 18 años) y
continúan hasta que los atrapan.
Los AbSN son Por lo general, las víctimas conocen al AbSN. El
extraños que abuso generalmente se planea para crear oportu-
no conocen nidades en las que el agresor pueda estar a solas con
a las víctimas. el niño.
Los AbSN pueden tener víctimas tanto dentro como
fuera de su familia. El abuso sexual infantil intrafamil-
iar representa aproximadamente un tercio de todos
los casos.
Muy pocas veces los AbSN atacan al azar. Al con-
trario, lo más probable es que “preparen” a sus vícti-
mas para:
➤ crear una relación de confianza con ellas y con sus
asistentes a fin de conseguir el acercamiento;
➤ aislarlas y abusar de ellas, y finalmente silenciarlas
y ganarse la confianza de la familia y sus asis-
tentes para poder repetir las agresiones.
Los AbSN fueron Diferentes estudios muestras diversas estadísticas. La
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víctimas de tasa de preponderancia de estos casos oscila entre un
abuso cuando 30 y un 50%. Sin embargo, las experiencias de abuso
eran niños. físico y emocional durante la niñez (p. ej., la intimi-
dación, la guerra, la violencia, el rechazo de la famil-
ia) son factores que tienen una mayor probabilidad
de impulsar comportamientos sexuales abusivos.
El haber experimentado abuso físico, emocional o
sexual no es un motivo aceptable para abusar sexual-
mente de otras personas.
29. 2-12
Entre las características de los agresores sexuales de niños
pueden incluirse:
➤ deseo de trabajar con niños vulnerables;
➤ práctica de terapias de contacto cercano;
➤ interés por estar a solas con los menos (p. ej., que lleve a los niños a su
casa);
➤ actitud inapropiada hacia los niños;
➤ utilización de frases y palabras cuestionables (p. ej., lenguaje con con-
notaciones sexuales, inocencia);
➤ falta de sensibilidad ante los problemas de los niños y las consecuencias
del abuso infantil;
➤ interés en la pornografía infantil;
➤ tener pocas relaciones con adultos y una vida social adulta limitada;
➤ estar fuertemente involucrado en el trabajo, pero tener una mala
relación con los colegas;
➤ creer ser indispensable.
Muchas personas pueden presentar una o más de estas características,
esto no las convierte necesariamente en agresores sexuales. Sin embar-
go, alguien que tenga la mayoría de estas características sí representa un
motivo de preocupación.
1. Pensamientos y sentimientos
negativos/positivos
9. Apariencia de 2. Pensamientos con
normalidad tendencia agresiva
8. Secretos 3. Fantasía y ensayo
7. Culpa y temor 4. Selección del objetivo
5. Enredando la(s) víctima(s), personas
6. Agresión
encargadas del cuidado de los niños,
organizaciones
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The Child Sex-Offending Cycle (El ciclo de agresión sexual infantil),
adaptado del Programa Central de Administración e Intervención del Agresor
Sexual (Core Sex Offender Management and Intervention Program), 2001.
2.4 Sobrevivientes
Con respecto a los sobrevivientes del abuso, la política de la CBM
tiene el objetivo de proteger a los niños y a los adultos vulnerables.
Respecto de este punto, la organización se adhiere a la definición de
30. 2-13
la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU, la cual esta-
blece que niño “es todo ser humano menor de dieciocho años de
edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcan-
zado antes la mayoría de edad”. Desde la perspectiva de la CBM, per-
sona vulnerable es un adulto que vive con una discapacidad y nece-
sita asistencia para satisfacer sus necesidades básicas en lo que res-
pecta al cuidado personal o a la administración de sus bienes.
En cuanto a la vulnerabilidad de los distintos grupos objetivo, aun
cuando las niñas son claramente mucho más susceptibles de ser abu-
sadas que los niños, estos últimos también pueden ser víctimas de
abuso infantil. Según Finkelhor (1994), los resultados de distintos
estudios internacionales muestran que los índices de abuso sexual son
entre 1,5 y 3 veces más altos entre las niñas que entre los niños. Del
mismo modo, los niños solos, los que se encuentran bajo el cuidado
de una familia sustituta, los niños adoptados, los hijastros y los niños
con discapacidades físicas o mentales se encuentran particularmente
en situaciones de riesgo. Si bien los datos varían de manera conside-
rable, los niños pequeños (de entre 5 y 8 años) parecen ser especial-
mente vulnerables. Según estudios realizados, aproximadamente el
40% de los casos denunciados de abuso sexual correspondía a niños
de estas edades.
Con respecto a los efectos del abuso, no todos los sobrevivientes
sufren consecuencias a largo plazo. Cada caso tiene sus particulari-
dades y se ve influido por una combinación de factores. Algunos de
estos factores son la edad y el estado de desarrollo del sobreviviente
en el momento en que ocurre el abuso; el tipo, la frecuencia, la dura-
ción y la gravedad de la agresión, y la relación entre el sobreviviente
y el abusador.
Los efectos físicos inmediatos del abuso y el descuido/la negligencia
pueden ser relativamente leves (moretones o cortes) o graves (rotura
de huesos, hemorragia o incluso la muerte). Por el momento, recién
se han comenzado a estudiar los impactos a largo plazo que el abuso
y la negligencia pueden tener en la salud física de los niños. En el caso
de sacudir a los bebés (una forma común de abuso infantil en los más
pequeños), este maltrato puede provocar vómitos, dificultades respi-
ratorias, ataques y la muerte. Las consecuencias a largo plazo pueden
incluir ceguera, problemas de aprendizaje, retraso mental y parálisis.
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En lo que respecta a los efectos psicológicos, el abuso puede provo-
car hiperactividad, ansiedad o trastornos en la conducta. Además, los
sobrevivientes pueden sufrir problemas tales como depresión, trastor-
no de estrés postraumático e intentos de suicidio. En relación con las
consecuencias emocionales, los efectos a corto plazo tales como el
aislamiento, el temor y la desconfianza, pueden desencadenar tras-
tornos que se prolonguen de por vida. Estos incluyen, entre otros, una
baja autoestima y el llamado trastorno reactivo de la vinculación.
Con respecto a las consecuencias en el comportamiento, las dificulta-
des en la vinculación temprana provocadas por el abuso pueden
31. 2-14
generar posteriores complicaciones en las relaciones con otros adul-
tos y con los pares. Se ha demostrado que los niños que sufrieron
abuso o negligencia son más proclives a experimentar problemas tales
como delincuencia, embarazos en la adolescencia, bajo rendimiento
académico, consumo de drogas y problemas psiquiátricos. Las vícti-
mas tienen más probabilidades de volver a sufrir un abuso. Además,
una vez que ellos mismos se conviertan en adultos, una cantidad con-
siderable de niños abusados victimiza a sus propios hijos.
Cuando se trata de menores con discapacidades, las problemáticas
relacionados con la protección contra el abuso son esencialmente las
mismas que en el caso de otros niños, pero los primeros corren un
riesgo considerablemente mayor. Según la International Disability
Foundation, los adultos con discapacidades sufren más casos de
abuso que la población en general (IDF, 1999). En consecuencia, en
su informe Discapacidad, pobreza y desarrollo, el Departamento de
Desarrollo Internacional del Reino Unido afirma que las mujeres con
discapacidades son entre 2 y 3 veces más proclives a ser víctimas de
abuso físico y sexual que las que no tienen discapacidades (DFID,
2000). En los EE.UU, en 1993 se completó el único estudio a nivel
nacional realizado hasta la fecha (Crosse, Kaye y Ratnofsky, sin fecha).
El estudio demostró que los niños con discapacidades son 1,7 veces
más susceptibles de ser maltratados que los que no tienen discapaci-
dades. Según Miles, los menores con discapacidades son al menos
dos veces más proclives a ser abusados que los que no tienen disca-
pacidades (Miles et al., 1999). Una cantidad considerable de niños
con discapacidades adquirió su discapacidad como consecuencia del
abuso.
Los menores con discapacidades son especialmente vulnerables por-
que, además de ser niños, tienen una discapacidad. Debido a su edad
o a su discapacidad, a la mayoría de estos menores les cuesta contar
su problema. Consecuentemente, las autoridades pueden considerar-
los como menos “creíbles” o “confiables”. Dos estudios diferentes
realizados en los EE.UU. demostraron que, todos los tipos de disca-
pacidad, trastornos emocionales y del comportamiento tienen las
tasas de preponderancia de abuso y negligencia más altas. Sullivan y
Knutson descubrieron que los niños con trastornos del comporta-
miento corrían el mayor riesgo. A este grupo, le seguían los niños con
trastornos del habla/lenguaje, retraso mental y afecciones médicas.
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Crosse et al. descubrieron que los trastornos emocionales graves
ponen a los niños en las situaciones de mayor riesgo. A este grupo le
siguen los problemas de aprendizaje, los trastornos del habla/lengua-
je y las afecciones físicas. Debido a que es más difícil identificar los
casos de agresión de niños con discapacidades, el abuso a largo plazo
es más frecuente.
A menudo, los niños con discapacidades especiales deben enfrentar
situaciones tales como colocación en hogares inapropiados, condicio-
nes de pobreza o personal inadecuado. Todos estos factores contri-
buyen a generar un entorno inseguro. Los asistentes de los niños tie-
nen un control físico total sobre el menor ya que pueden retenerles
32. 2-15
sus dispositivos de asistencia o medicamentos. La mayoría de estos
menores dependen en gran medida de estas personas lo que los colo-
ca en una situación de especial vulnerabilidad. En un contexto de
abuso, los encargados del cuidado de las personas con discapacidades
pueden representar una amenaza para la vida de sus beneficiarios.
2.5 ¿Qué hacer?
La prevención puede dirigirse al público en general (prevención pri-
maria) o puede estar destinada específicamente a las personas vulne-
rables y sus familias (prevención secundaria). Debido a que el abuso
de niños y adultos vulnerables no responde a una simple explicación
de causa-efecto, y dado que nunca es un único factor el que pone a
una persona en riesgo de ser víctima, es importante asegurarse de
que los esfuerzos de prevención sean multifacéticos e integrales. En
consecuencia, además de brindar apoyo y prestar servicios a las per-
sonas vulnerables y sus familias, la prevención efectiva incluye, entre
otros puntos, la implementación de instrumentos legales vinculantes,
la concientización pública y la instrucción de todos los participantes.
En el mismo sentido, los esfuerzos de prevención deben apuntar tam-
bién a combinar actividades de los más variados participantes. Por lo
tanto, para ser efectivos, es necesario que las instituciones guberna-
mentales, las comunidades locales, las ONG y los proveedores de ser-
vicios colaboren muy estrechamente e intercambien en forma regular
sus respectivas experiencias para contribuir a que se creen estrategias
comunes.
Los gobiernos deben considerar detenidamente la problemática del
abuso. Para luchar contra el abuso y el descuido/la negligencia infan-
til de manera efectiva, han de contar con instrumentos legales claros
y vinculantes. Respecto de este punto, la Convención sobre los Dere-
chos del Niño (CDN) de la ONU constituye la declaración más com-
pleta sobre los derechos del niño y es la primera en dar valor jurídico
a estos derechos a través del derecho internacional. La CDN propor-
ciona principios generales relevantes para la protección infantil, inclu-
so de los niños con discapacidades o que se encuentran en cualquier
forma de cuidado residencial. Desde su entrada en vigencia en 1990,
la CDN ha estimulado la creación de reformas legislativas nacionales
y ha contribuido al establecimiento de organismos reglamentados por
versión aprobada · 02/2007
ley para fiscalizar los problemas que atañen a los niños. Sin embargo,
aún es necesario que más países incorporen los derechos de los niños
en sus políticas sociales y que exijan a las instituciones de las admi-
nistraciones locales que implementen estos derechos. La financiación
pública y la cobertura del seguro médico son factores clave que afec-
tan la disponibilidad, accesibilidad y longevidad de los servicios pres-
tados a las familias de niños con discapacidades. Algunos organismos
gubernamentales encargados de la seguridad pública y otras agencias
reglamentadas por ley respondieron adecuadamente al adoptar pla-
nes de acción que buscan establecer mecanismos efectivos de pro-
tección infantil en sus países. Es menester y resulta evidente que
todas estas legislaciones, reglamentaciones e instrumentos deben
33. 2-16 ANEXO
considerarse prioritarios, a fin de responder de la mejor manera posi-
ble a los intereses de los menores.
Sin embargo, la prevención del abuso de niños y personas vulnerables
no es una preocupación exclusiva del gobierno; requiere también el
compromiso de la sociedad, las comunidades y los individuos. A nivel
social, uno de los primeros pasos para prevenir el abuso infantil es la
concientización. Los esfuerzos de prevención efectivos generalmente
no se centran sólo en los delitos cometidos contra los niños y las per-
sonas con discapacidades, sino que apuntan también a promover las
necesidades particulares de estos grupos. En este contexto, el objeti-
vo es modificar las actitudes de la sociedad hacia las personas con dis-
capacidades. Uno de los enfoques recomienda valorar a los niños con
discapacidades, verlos como individuos, compartir la responsabilidad
por su bienestar y promover su inclusión en la vida cotidiana. Resulta
evidente que los medios también desempeñan un papel fundamental
a la hora de modificar actitudes. En este punto en particular, es nece-
sario enfatizar la importancia de contar con principios claros que
tanto los periodistas como las ONG deben respetar (como p. ej., los
Principios éticos para informar acerca de la infancia de la UNICEF).
Puesto que el abuso de los niños con discapacidades ocurre frecuen-
temente en el entorno familiar, numerosos esfuerzos de prevención
hacen hincapié en los servicios para las familias. Los objetivos de los
esfuerzos de prevención centrados en la familia incluyen promover el
conocimiento y la comprensión del desarrollo del niño. Además, debe
brindarse asistencia a fin de fortalecer las habilidades para la crianza
de los hijos, concientizar sobre los recursos existentes y cómo acceder
a los mismos, y desarrollar habilidades positivas para afrontar proble-
mas. Los servicios pueden incluir programas educativos, médicos y
recreativos para los niños; asistencia financiera para las familias; aten-
ción, orientación psicológica y programas para la crianza de los hijos.
También pueden incluir visitas a los hogares realizadas por profesio-
nales o voluntarios capacitados. Por otra parte, existen programas de
prevención centrados especialmente en los niños con discapacidades.
Estos programas tienen el propósito de enseñar a los niños y a las per-
sonas vulnerables a sentirse seguros de sí mismos. No obstante,
teniendo en cuenta que los menores y las personas vulnerables
enfrentan inmensas desigualdades de poder, resulta evidente que
generalmente no alcanza con sólo enseñarles a los niños con disca-
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pacidades a decir que “no” a un adulto. Como resultado, muchos
programas de prevención del abuso enseñan destrezas de seguridad
y defensa personal.
Con respecto a las respuestas ante la negligencia y el abuso institu-
cional fuera del ámbito familiar, los enfoques se basan especialmente
en las políticas y procedimientos de las organizaciones que prestan
servicios a determinados destinatarios. Estos incluyen una selección
meticulosa de los postulantes, capacitación del personal, proporción
personal-beneficiario adecuada, expectativas realistas respecto del
personal, supervisión y control riguroso y un compromiso explícito
hacia la protección infantil. Las instituciones deben revisar sus políti-
34. ANEXO 2-17
cas y actividades con regularidad. A fin de conocer el alcance de los
esfuerzos para proteger a la infancia del abuso, es importante que los
beneficiarios se involucren tanto en la planificación como en la ejecu-
ción de las actividades de prevención.
2.6 Respuesta de la CBM y sus socios de proyectos
Como se ha demostrado, el abuso y el descuido de niños y personas
vulnerables es una de las violaciones más graves de los derechos
humanos. Se trata de un proceso complejo, en el que interactúan en
forma constante distintos factores. Los efectos en los sobrevivientes
son extremadamente graves. Debido a que la mayoría de los agreso-
res opera estratégicamente, toda organización que trate con niños se
encuentra en riesgo de ser blanco del abuso.
Como consecuencia, en 2003, la CBM adoptó una política para pro-
teger a los niños y las personas vulnerables. Esta política constituye
una parte integral del compromiso de la CBM de asistir a las personas
con discapacidades y cuidar a su personal. A este respecto, la organi-
zación está comprometida a proteger a todas las personas, ya sea que
tengan discapacidades o no, contra la negligencia y el abuso institu-
cional. Esta política apunta además a mantener y promover los más
estrictos estándares de conducta ética y profesional. Al respetar el
“Código de conducta” y los procedimientos para realizar denuncias,
el personal de la CBM, sus voluntarios y representantes pueden pro-
tegerse contra falsas acusaciones de comportamiento inadecuado
hacia los niños o abuso. El proceso de habilitación de los socios dis-
pone, entre otras cuestiones, que los socios de proyectos de la CBM
y demás personas vinculadas a la organización adopten políticas simi-
lares.
Como parte de su política, la CBM estableció en 2005 una Unidad de
Protección Infantil. La unidad ha comenzado a desarrollar una serie de
instrumentos que buscan garantizar un refugio seguro para todas las
personas en riesgo. Este manual presenta y analiza estas herramien-
tas. Nuestro deseo ferviente es que estos instrumentos sean benefi-
ciosos y de gran utilidad para todos los usuarios.
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