1. LA PALABRA ES VIDA
La vida que nace del Evangelio para cada semana de Adviento
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Evangelio (Lucas 19, 1-10). 3 de Noviembre 2013
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe
de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque
era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía
que pasar por allí. Jesús al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja enseguida,
porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento. Al ver
esto, todos murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero
Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los
pobres: y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le contestó:
“Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del
hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
Y tú ¿por qué tienes miedo a encontrarte con Jesús?
El encuentro:
“¡Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa!”. Como si de un viejo
conocido se tratase. Y lo era, en efecto: ¡cuánto tiempo hacía que Dios buscaba a este
hombre, que lo trabajaba en silencio! Rondando, como un enamorado, su ventana primero
cerrada, después entreabierta; tocando, desde dentro, los resortes más eficaces, las fibras
más sensibles, para ganarse su voluntad libre. Con paciencia infinita, esperando, aguantando,
llamando…
Hasta que llega el momento, la hora de Dios en él. Y hay una puerta que se abre en libertad.
Y un huésped que entra, haciendo como que es la primera vez, haciendo como que pasaba
por allí, haciendo como que la idea ha sido del otro. Hay una vida que se llena de luz.
El cambio:
“La mitad de mis bienes, Señor, se los doy a los pobres”. Este huésped, “a la chita-callando”,
viene cambiándolo todo. Jesús no se contenta con quedarse, como una visita más, en el
recibidor de la casa. Él sigue, y sigue, siempre más adentro; hasta meterse en lo más íntimo
de la persona: allí donde el hombre trabaja, y donde se ríe, y donde ama. Y va tomando
posesión de todo. Poniendo todo patas arriba. Dándole un sentido nuevo a la vida entera.
La alegría:
No era Jesús el que tenía que hospedarse en casa de Zaqueo, no; era más bien Zaqueo el que
necesitaba que viniera Jesús. Y, con Él, le llegó la alegría de la salvación. Al verlo, supo que
estaba descubriendo un tesoro, el auténtico tesoro de su vida: se le cayó la venda de los ojos,
y comprendió que el dinero podía darle una alegría todavía mayor que la que le dio al
amontonarlo: el dinero podía hacerlo plenamente feliz si se ponía a repartirlo. Y puso manos a
la obra. ¡Dichoso Zaqueo!
Y tu ¿qué amontonas? Y tú ¿de qué estás dispuesto a prescindir para encontrar el verdadero
tesoro?: para encontrarte con Jesús. Solo en Él encontraras la felicidad plena. Merece la pena:
no tengas miedo.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿Qué te ha cambiado a ti el encuentro con Jesús?
¿Qué pudo más, los reproches o la comprensión para hacerte bajar del árbol?
¿Tienes tú esa actitud con los demás o sueles repasar los reproches primero?
Proponte mirar con los ojos de Jesús a Zaqueo a los que te rodean.
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.