El documento describe dos embarcaciones con diseños poco convencionales: los buques de guerra rusos Almirante Popov y Almirante Novgorod, que tenían forma circular y no podían navegar en línea recta, y el yate imperial Livadia del zar Alejandro II de Rusia, con forma de rodaballo, que sufrió mareos constantes y tuvo que ser reparado varias veces. Ambas embarcaciones resultaron ser fracasos por sus diseños poco funcionales.
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Los Barcos Circulares que no podían navegar en línea recta
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Una de las ideas más raras de la historia naval fue un buque de guerra circular diseñado por el Almirante
Popov para la flota rusa, del cual se construyeron en 1870 dos unidades: el “Almirante Popov” y el
“Almirante Novgorod”.
Ambos tenían cascos circulares, transportaban un armamento pesado de cañones de 12 pulgadas y una
gruesa coraza... Pero los dos fueron un total fracaso, ya que no podían navegar en línea recta ni mantener
un rumbo constante.
En sus pruebas en el río Dnieper, ambos fueron atrapados por la corriente, girando en círculos sin poder
evitarlo y lanzados al mar. Las tripulaciones nada pudieron hacer para controlarlos y los buques parecían
haber sido atrapados por un remolino permanente.
Terminaron sus días fondeados como fuertes flotantes o atracciones turísticas.
No mucho mejor resultó el lujoso Yate Imperial Livadia, otro extraño objeto navegable construido en 1880
en Escocia para el Zar Alejandro II de Rusia.
El barco no era exactamente circular; el casco se asemejaba (tal y como se describió entonces) "a un
rodaballo", adoptando la forma de este pez plano por la combinación de velocidad, fuerza, comodidad y
estabilidad (parece ser que el Zar era propenso a los mareos graves).
El barco zarpó con destino a Sebastopol, en el mar Negro, pero durante la travesía el buque fue
alcanzado por las tormentas en el Golfo de Vizcaya y, a pesar de las pretensiones de su estabilidad,
deambuló como un corcho, perdiendo el control e inundándose de agua, por lo que tuvo que entrar de
arribada en Ferrol para llevar a cabo reparaciones..
Muchos de los pasajeros estaban tan debilitados por los constantes mareos que tuvieron que ser llevados
fuera de la nave para su tratamiento. Una semana más tarde el Livadia continuó su viaje, pero incluso en
las calmadas aguas del Mediterráneo, el mareo volvió a ser el orden del día.
Finalmente todo acabó en tragedia: los anarquistas revolucionarios asesinaron al Zar Alejandro II en 1881,
justo cuando estaba a punto de visitar su yate imperial por primera vez.
El Livadia fue despojado de todos sus accesorios de lujo, sus motores fueron reutilizados para barcos de
carga y el resto acabó como barcaza de carbón en el Mar Negro.
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