1. El Papa Francisco y las heridas del hombre contemporáneo
Nuestra sociedad se encuentra en una situaciónde crisis grave,y la
comparación con un campo de batalla con muchos heridos es
acertada
Algunas declaraciones del Santo Padre en la entrevista que dio a Antonio Spadaro SJ,
Director de la revista La Civiltà Cattolica, y publicada el 19 de septiembre de este año,
han tenido una gran eco en los medios de comunicación y se han presentado a
menudo como un cambio radical de la Iglesia en temas de bioética. Sin embargo,
una lectura cuidadosa de toda la entrevista demuestra que esas interpretaciones
son erróneas.
Cuando el Santo Padre dice: «No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones
referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es
imposible. Yo no he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por
ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto» (pp. 463-464),
podría parecer que a los temas de bioética el Papa no les da la importancia que le dieron
sus predecesores, y que incluso no comparte esa línea, y que por lo tanto se debe
preparar un cambio en la doctrina de la Iglesia, pero la cita continúa con esta afirmación
por parte del Papa: «Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo
de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar» (pp. 463-
464).
Esta es una aclaración importante: la opinión de la Iglesia y sus juicios sobre los
principios de la bioética,son, o al menos deberíanserconocidos, y elSanto Padre
da esto por descontado, y no considera necesario citarlos constantemente, y
además porque pone la prioridad en el enfoque misionero-pastoral, en particular
con las personas que se encuentran en situaciones difíciles y están "heridas". Este
principio también lo ha subrayado ante las dudas suscitadas por sus palabras en el vuelo
de regreso de Río de Janeiro: «si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca
a Dios, yo no soy quién para juzgarla», y luego añadió: «Al decir esto he dicho lo que
dice el Catecismo» (p. 463).
Lo que significa la expresión «Pero si se habla de estas cosas [de los temas de bioética]
hay que hacerlo en un contexto», el Santo Padre lo ha explicado al día siguiente de la
publicación de la entrevista, en su discurso durante la audiencia del 20 de septiembre
de 2013 a los participantes de un congreso de la Federación Internacional de las
Asociaciones de Médicos Católicos, dedicado al tema de la protección de la maternidad.
En su discurso, el Papa ha criticado duramente la práctica del aborto, incluyéndola
en una visión utilitarista de la vida, responsable de la "cultura del descarte": «Una
difundida mentalidad de lo útil, de la ‘cultura del descarte’, que hoy esclaviza los
corazones y las inteligencias de tantos, tiene un altísimo costo: exige eliminar seres
humanos, sobre todo si física o socialmente son más débiles. Nuestra respuesta a esta
mentalidad es un ‘sí’ decidido y sin vacilaciones a la vida».
Al respecto, el Papa invoca la Declaración sobre el aborto procurado, de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, del 18 de noviembre 1974, n. 11: «El primer
derecho de una persona humana es su vida. Ella tiene otros bienes y algunos de ellos
son más preciosos; pero aquél es el fundamental, condición para todos los
demás». Citar este documento también muestra la continuidad de la doctrina de la
Iglesia sobre el aborto y que el Santo Padre, incluso si no toma la palabra para
2. defender los principios bioéticos cada vez que son atacados en alguna parte del mundo,
cuando existe un contexto adecuado expresa claramente su pensamiento.
Es sorprendente que los periodistas no tengan debidamente en cuenta la distinción entre
pecado y pecador: el pecado debe ser condenado, lo pecaminoso de la conducta de
una persona debe ser censurado, pero hay que tratar de establecer un contacto con
ella, teniendo en cuenta que no existen casos sin esperanza, que siempre existe la
posibilidad de reconocer las propias culpas y rectificarse.
Esto es aún más válido para quien considera al hombre hecho a imagen y semejanza
de Dios, algo que ninguna herida podrá borrar y, aunque el hombre se olvide de Dios,
Dios no se olvida del hombre: «En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro
deber acompañarlas a partir de su condición» (p. 463). Si uno ha caído, necesita de
alguien que le ayude a salir. La tarea consiste más bien en ayudar a estas personas
curando sus heridas, tratando de comprender las razones de su comportamiento.
Este enfoque se explica claramente en un pasaje en el que se critican dos actitudes
opuestas en que pueden caer los confesores: «Por ejemplo, el confesor corre siempre
peligro de ser o demasiado rigorista o demasiado laxo. Ninguno de los dos es
misericordioso, porque ninguno de los dos se hace de verdad cargo de la persona. El
rigorista se lava las manos y lo remite a lo que está mandado. El laxo se lava las
manos diciendo simplemente ‘esto no es pecado’ o algo semejante. A las
personas hay que acompañarlas, las heridas necesitan curación» (p. 462).
Negar el pecado también significa ignorar las heridas que ha abierto, al negar a una
persona la cura necesaria. La curación de las heridas debe ser una prioridad para
la Iglesia y el Papa Francisco afirma que ve con claridad «que lo que la Iglesia
necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a
los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital
de campaña tras una batalla» (p. 461).
Nuestra sociedad se encuentra en una situación de crisis grave, y la comparación con
un campo de batalla con muchos heridos es acertada. Este juicio contrasta con la visión
corriente que celebra los cambios producidos por la modernidad y los supuestos
"derechos civiles" como emancipación y progreso de la civilización.
Las heridas y el sufrimiento no se abordan con criterios ideológicos o sociológicos, sino
con un enfoque personal. Esto también se aplica al aborto, cuando el Papa coloca el
ejemplo de una mujer con antecedentes de aborto: «El aborto le pesa enormemente y
está sinceramente arrepentida» (p. 463).
El Papa ha recordado que además del sacramento de la reconciliación estas personas
heridas pueden tener necesidad también de un acompañamiento pastoral, y yo, como
psiquiatra, añadiría también de un apoyo psicoterapéutico si no de un tratamiento
psiquiátrico. Un aborto, en efecto, puede causar heridas profundas, con problemas de
tipo moral y de conciencia, pero también con dificultades psicológicas y trastornos
mentales reales.
La constatación del "peso del aborto" recoge un aspecto de la cuestión del aborto.
Durante las últimas décadas en el debate sobre el aborto se han destacado las posibles
consecuencias negativas para el equilibrio psíquico y la salud mental. Los grupos pro
vida utilizan para el conjunto de estas complicaciones el término Síndrome Post Aborto,
3. SPA. Se trata de una fórmula muy significativa y eficaz, pero imprecisa desde el punto
de vista de la terminología científica. Como síndrome se entiende un cuadro clínico
caracterizado por algunos síntomas precisos.
Las complicaciones psíquicas del aborto son, en cambio, muy diferentes, tanto en lo
referente al tiempo de inicio (inmediatamente después de un aborto, luego de semanas,
meses o años), como para los síntomas (depresión, neurosis, psicosomáticos,
sexuales). Los partidarios del aborto voluntario restan importancia a la incidencia
de estas complicaciones, cuestionando la idea de la existencia del SPA,
especulando en el hecho de que en estudios estadísticos y epidemiológicos no se
encuentra este "diagnóstico" —de hecho las diferentes complicaciones se clasifican en
diversos diagnóstico sin referencias a su posible origen en el post aborto—, negándose
a admitir una relación entre los trastornos psíquicos de mujeres que han abortado y el
aborto mismo, y por lo tanto negando formas de terapia especializada, mientras que se
apoyan las ventajas del aborto en el restablecimiento del equilibrio psíquico perturbado
por un embarazo no deseado. Sin embargo las heridas del aborto constituyen un
desafío pastoral.
En su discurso a los médicos católicos el Santo Padre ha comprobado la situación
paradójica de la medicina moderna y el peligro de que el médico «olvide su propia
identidad de servidor de la vida», y esto a causa de que «La desorientación cultural ha
atacado también algo que parecía un ámbito inatacable, ¡el vuestro, la medicina!». Una
desorientación que afecta a toda nuestra cultura y cuya corrección debería ser
una prioridad para el mundo católico, y también para cuidarse de falsas
interpretaciones de los mensajes del Papa Francisco.
Ermanno Pavesi
Secretario general de la Federación Internacional de las Asociaciones de Médicos
Católicos