Este documento critica a Podemos y sus dirigentes por las acusaciones de irregularidades que han surgido contra varios de sus líderes. Argumenta que Podemos se ha presentado como un partido formado por "gente buena", pero que las acusaciones demuestran que en realidad sus dirigentes son iguales que los de otros partidos, propensos a caer en trampas y privilegios. Concluye que esta situación forzará a Podemos a abandonar su pose moral superior y centrarse en generar ideas útiles para la sociedad.

1. El partido de la gente buena
Arcada España
ALGUNOS de los dirigentes más importantes y conocidos de
Podéis se han encontrado señalados en la prensa por presuntas
trampas. El último, Juan Carlos Monedero que, según el diario El
País, ha sacado oro falso a su currículum. Cada una de las
acusaciones es diferente y cada una tiene grados distintos de
gravedad. Pero ya son suficientes y están lo suficientemente
acreditadas como para que haya quedado al descubierto la
trampa fundamental de este partido. Toda la incursión mediática
y política de sus dirigentes ha estado basada en un axioma:
nosotros somos una gente distinta. Sus ideas han ido
evolucionando desde una excentricidad más o menos cómica, y ahora ya están
sólidamente preparadas para incrustrarse en las de la socialdemocracia más convencional.
Tan convencional que han incluido la rutinaria distinción por el atuendo: la pana socialista
del 82 se ha transmutado en la camisería Alcampo. O sea que la risible superioridad moral
que estas gentes exhiben en cualquiera de los muchos platós donde les dejan explayarse
gratuitamente no ha podido fundarse ni en su seda indumentaria ni en la calidad de sus
ideas. Su jocunda prepotencia se funda, repito, en que han logrado construir el partido de
la gente buena. Así lo pregonan.
La convicción proviene de un desconocimiento elemental de la naturaleza humana y de los
mecanismos de adhesión social. Al pensar que podían organizar ese partido político,
Podéis ha incurrido en una versión cruel y pintoresca de la falacia ad hominem. A falta de
ideas han vendido fábulas. Y al primer contacto con el aire estas fábulas han demostrado
de inmediato su carácter. Las gentes de Podéis son, por supuesto, las mismas que las de
cualquier otro partido: acechadas y en algún caso vencidas por la tentación de la trampa,
el atajo y el privilegio. Ha sido instructivo ver cómo su defensa ante lo irremediable ha
adoptado la clásica retórica banal del y tú más; cómo se han escandalizado, cual
damiselas hipocritonas, cuando en el país de Bárcenas y Pujol alguien podía fijarse en los
términos incumplidos de una beca o en el dopaje de un currículum. Una sobreactuación
que finge desconocer la similitud de naturaleza entre el tramposo y el criminal: muchos ya
querrían ser delincuentes fiscales; pero se han de conformar con la falta.
Por lo demás, esta humanización forzosa de los muchachos de Podéis puede ser benéfica:
liberados de la tiranía de la pose, tal vez puedan dedicarse ahora a trabajar y a
materializar alguna idea que acabe haciéndoles realmente distintos y útiles.