2. • El teatro de calle lo dirigen unos actores que no pueden o no
quieren actuar en un recinto cerrado, al corazón de un público
que no puede permitirse el lujo de pagar para asistir a una
representación a un teatro propiamente dicho. Además,
muchas veces, el público al que se dirige ni siquiera está
dispuesto a presenciar lo que los actores les van a mostrar,
por lo que la esencia del teatro de calle es la dificultad en
estado puro. Y a todo ello se une el hecho de que los
espectadores, viandantes, ni más ni menos, tienen unas
características sociales tan distintas que es prácticamente
imposible contentarlos a todos con el mismo espectáculo, por
lo que los encargados del hecho teatral callejero tienen que
utilizar toda su originalidad para intentar engancharlos a
todos, de ahí que las representaciones que obtienen sean
generalmente tan poco convencionales.
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4. • Debido a las dificultades técnicas a las que nos referíamos, a la
imposibilidad de controlar cada sonido y cada parlamento, el teatro de
calle es esencialmente popular, mucho más orientado hacia la mímica,
los gestos y la expresividad que a la voz, destacando así modalidades
relacionadas con el mimo, los títeres, la pantomima o la danza. La
actividad teatral desarrollada en la calle permite a muchos profesionales
sin trabajo estable poder seguir haciendo aquello para lo que se han
preparado, y también abre un mundo de posibilidades para todos
aquellos grupos amateurs que se proponen aprender de la forma más
dura, pero a la vez, más gratificante.
• El teatro de calle es una invitación para todos los públicos a asistir a un
espectáculo digno y no siempre tan reconocido como debería. Gracias
al esfuerzo incondicional de todos los artistas callejeros, los pueblos y
ciudades tienen siempre ese colorido especial que les faltaría a la Plaza
Mayor de Madrid, o a las Ramblas de Barcelona si ellos no estuvieran,
porque envuelven a los paseantes con sus números y sus fantasías. Y
una vez más nos demuestran, que la vida misma es el más grande de
los teatros.
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6. • Si ya dentro de un teatro, con todas las comodidades que éste
representa en los aspectos artísticos y técnicos, es difícil acoplar
cada nueva producción al lugar que se le asigna, tratar de iluminar o
proyectar la voz en la calle para lograr un resultado perfecto es un
reto del que no siempre se puede salir airoso. Tampoco se dispone
de un marco escénico concreto en el que desarrollar la actividad, lo
cual puede ser tanto un inconveniente como una ventaja, ya que
permite muchísima más libertad de movimientos, pero es
complicado imaginar el espacio teatral preciso a la hora de crear el
espectáculo y se hace necesario adaptarlo casi de forma
improvisada. No se puede hacer ostentación de grandes
escenografías, ni de enormes cantidades de atrezzo, ni tampoco de
un montón de cambios de vestuario, porque los desplazamientos
fáciles son imposibles. Sin embargo, los actores callejeros tienen
algo que ninguno de los demás tiene: la cercanía total con el
público; poder tocarles la mano, obtener una respuesta directa o
encandilar a todo tipo de espectadores son en la mayoría de los
casos, las mejores recompensas.
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8. • A pesar del gran desarrollo que tuvo el teatro en las antiguas
civilizaciones griega y romana, ya sabemos que se produjo una grieta
temporal que eliminó prácticamente todo vestigio de teatralidad del
panorama cultural europeo durante varios siglos. Las primeras
manifestaciones volvieron a surgir en la Edad Media, vinculadas a las
iglesias y al culto religioso que se celebraba en ellas. Al principio, se
trataba de hacer partícipes a los fieles de la historia sagrada a través de
algo más que la lectura de las escrituras bíblicas durante la misa. Ni
siquiera había una conciencia actoral, ni de actuación, sino que
simplemente se pretendía poner en actos lo que siempre se había leído.
Las iglesias se convirtieron así en el lugar ideal para llevar a cabo este
tipo de representaciones, siempre englobadas dentro de alguna
celebración litúrgica. Poco a poco, una rama del teatro fue
desacralizándose, y mientras que el teatro religioso seguía creciendo
dentro de las iglesias, que tantas posibilidades ofrecían, las nuevas
manifestaciones profanas tuvieron de buscar otros lugares debido a lo
inconveniente que podía resultar la representación de ciertos temas
dentro del recinto sagrado de las iglesias. Los lugares más utilizados
fueron los pórticos de las propias iglesias, o las plazas y calles de
ciudades y pueblos. Unas de las primeras fiestas en las que el teatro
salió a la calle fueron el Carnaval y el día del Corpus.