Las moralejas de este cuento de Hans Christian Andersen son muchas y muy aleccionadoras, pero me quiero centrar en una que hemos denominado “El virus del pseudo líder”. Este virus se presenta en todo tipo de organizaciones y está relacionado básicamente con las debilidades de carácter de quien ostenta la máxima jerarquía en una organización. El DRAE define el carácter como: “el conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás”.
Propuesta de valor como elemento clave para el posicionamiento
El virus del pseudo líder
1. El virus del pseudo líder
Cuenta la leyenda que existió un emperador cuya obsesión era lucir trajes nuevos, elegantes y sofisticados, a cuyos oídos
llegó la noticia de dos sastres prodigiosos capaces de confeccionar hermosas prendas con la mágica virtud de ser invisibles
a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida. Lo cierto es que los supuestos
sastres eran en realidad unos estafadores que fingían que trabajaban en las prendas, aprovechando para cobrar mucho
dinero y quedarse con los materiales y joyas que requerían para la supuesta confección. El emperador, que desconocía la
reputación de los pillos, mandó a confeccionar un traje a modo de prueba y, sintiéndose algo nervioso acerca de si él mismo
sería capaz de ver la prenda o no, envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente ninguno de los
dos admitió que era incapaz de ver la prenda y comenzaron a alabar a la misma. La noticia del fabuloso traje corrió como
pólvora en la corte y llegó a todos los rincones del reino. El emperador decidió lucir la prenda y simulando que podía verla
salió con ella en un desfile por las principales calles de su reino. Toda su corte y los demás habitantes alabaron enfáticamente
el traje, pues, aunque solo veían el cuerpo del emperador, querían evitar la vergüenza de ser identificados como estúpidos.
Finalmente un niño dijo: “¡Pero si va desnudo!”
Las moralejas de este cuento de Hans Christian Andersen son muchas y muy aleccionadoras, pero me quiero centrar en una
que hemos denominado “El virus del pseudo líder”. Este virus se presenta en todo tipo de organizaciones y está relacionado
básicamente con las debilidades de carácter de quien ostenta la máxima jerarquía en una organización. El DRAE define el
carácter como: “el conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que
las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás”.
Los directivos cuyo carácter está afectado por este virus no se guían por los valores y principios universales, ya que su
accionar se centra en alimentar su ego. Bajo su influencia el servilismo reemplaza al servicio, la reactividad a la proactividad
y las agendas personales (empezando por su propia agenda) estarán por encima de los intereses de la organización y el
bienestar común. En lugar de generar confianza para crear equipos de alto rendimiento, generan temor para lograr grupos
con alto sometimiento; con lo cual, en lugar de sacar lo mejor de cada persona, sacan lo peor. Lo usual será que las personas
bajo su comando se victimicen y culpabilicen a otros por sus errores y fracasos, en lugar de asumir su responsabilidad. La
“argolla” o grupo de poder será una constante y en lugar de atraer, retener y formar personas competentes, la mediocridad
reinará por el temor de perder su parcela de poder. El error en lo mismo será una constante, pues se tomarán medidas para
atenuar los efectos y no para erradicar las causas que los generan. La inestabilidad emocional junto con el estrés dominarán
el escenario y la capacidad para adaptarse a los cambios será muy escasa o nula. Recordemos la frase de Alejandro Dumas:
“El mal es rápido porque va cuesta abajo”.
En el libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, Stephen Covey nos alerta al indicarnos que existen personas con
habilidades para transmitir una imagen correcta y “parecer” líderes, en lugar de “ser” auténticos líderes. Atributos como
integridad, fidelidad, valor, compasión, contribución, responsabilidad, justicia y compromiso, que forman parte de la ética
del carácter, son factibles de ser fingidos, en primera instancia, mediante técnicas que lindan con lo cosmético; sin embargo
la incongruencia entre lo que la persona dice y lo que hace, pone en evidencia la farsa. Ante esta realidad la pregunta de
rigor es: ¿Cómo hacer para no incorporar en la alta dirección de las organizaciones a pseudo líderes que en el devenir de su
gestión se muestran como “Emperadores Desnudos”? La experiencia de las corporaciones exitosas que cuentan con
directivos íntegros y con comprobadas competencias de liderazgo, nos dice que lo mejor es asegurar la calidad de estos
procesos con el soporte de especialistas en el uso de métodos y técnicas que ponen en evidencia las fortalezas y debilidades
de los candidatos, de manera que la idoneidad de los finalistas esté garantizada por estos especialistas.
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