Octavio Augusto fue el primer emperador romano. Procedía de una familia adinerada y fue adoptado por Julio César. Tras la muerte de César, luchó contra Marco Antonio y estableció el principado romano, transformando la república en un imperio y concentró poder en sus manos a través de varios títulos como cónsul y tribuno. Gobernó Roma durante décadas y expandió su control sobre el Mediterráneo.
El Imperio Romano: Instituciones políticas y jurídicas. Las Constituciones
Imperiales. Fuentes del derecho. Labor de los juristas clásicos. El Edicto Salvio
Juliano.
Presentación sobre la Roma antigua: origen, fases, características, romanización, arte. También se plantea la presencia de Roma en Castilla - La Mancha.
Instrucciones del procedimiento para la oferta y la gestión conjunta del proceso de admisión a los centros públicos de primer ciclo de educación infantil de Pamplona para el curso 2024-2025.
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Emperadores Romanos
1. Octavio Augusto
(Cayo Julio César Octavio) Primer emperador romano (?, 63 a. C. - Nola, Nápoles, 14 d. C.).
Procedía de una rica familia del orden ecuestre de Veletri (su abuelo fue banquero y su padre,
pretor de Macedonia). Por parte de madre era sobrino-nieto de Julio César, el cual le adoptó en
el 45 a. C. y le designó su heredero.
Tras la muerte de César (44), entabló la lucha contra el que había sido su lugarteniente, Marco
Antonio; para ello contó con el apoyo de Cicerón y de los republicanos del Senado, que
esperaban dividir a los cesaristas enfrentándoles entre sí; también contó con el apoyo de los
grandes financieros (como Mecenas), lo que le permitió costearse un ejército propio.
Tras derrotar a Marco Antonio en la batalla de Módena, exigió del Senado el nombramiento de
cónsul; rechazado por su juventud (tenía sólo 20 años), marchó sobre Roma y tomó el poder
sin combatir, ya que las legiones enviadas contra él prefirieron apoyarle.
Desde el año 43 a. C., pues, Octavio Augusto fue cónsul y se hizo otorgar poderes
extraordinarios. Enfrentado a las resistencia de los republicanos Bruto y Casio, fuertes en
Oriente, Octavio decidió aliarse con sus antiguos enemigos Marco Antonio y Lépido (entrevista
de Bolonia, 43) y formar con ellos un triunvirato. Comenzó entonces la persecución de los
republicanos (en la cual murió Cicerón), que culminó en la batalla de Filippi en Macedonia (42).
Marginado Lépido, Octavio se repartió el poder de hecho con Marco Antonio, dejando a este
último la zona oriental, mientras él permanecía en Roma y controlaba la parte occidental. El
enfrentamiento entre ambos condujo a la Guerra de Perugia (41), en la que el jefe militar de
Octavio Augusto, Agripa, derrotó a los antonianos. La conferencia de Brindisi (40) estableció un
nuevo reparto de zonas de influencia entre los triunviros: Octavio dominaba en Occidente;
Marco Antonio en un Oriente restringido, que alcanzaba sólo hasta el río Drin (en Albania);
Lépido en África; e Italia se consideraba neutralizada bajo el dominio conjunto de los triunviros.
El matrimonio entre la hermana de Octavio y Antonio selló la paz, que se mantuvo durante
cuatro años.
Además, en el 39 Sexto Pompeyo recibió Sicilia, Cerdeña, Córcega y Acaya, con el
compromiso de mantener a Roma abastecida de grano; pero en el 36 Octavio hubo de
enfrentarse a Sexto Pompeyo, a quien derrotó en la batalla de Nauloque (Sicilia). El gobierno
de Octavio Augusto se hizo popular en Occidente en virtud de su impulso a la agricultura y de
la integración de las provincias con Roma.
Mientras tanto, Marco Antonio había sucumbido a la influencia de Cleopatra VII de Egipto y
practicaba una política orientalizante, poco propicia a los intereses romanos; Octavio explotó en
su favor esta circunstancia, declarando la guerra a Cleopatra en el 32 («Guerra Ptolemaica»).
Tras la victoria naval de Actium (31), entró en Alejandría, donde Marco Antonio y Cleopatra se
suicidaron (30). Con la anexión de Egipto, Octavio dio a Roma el control sobre todo el
Mediterráneo.
Aprovechando su prestigio, Octavio transformó el régimen político de la República romana en
una especie de monarquía que recibe los nombres dePrincipado o Imperio; el nuevo régimen
consistía en un equilibrio de poder entre el Senado y el pueblo romano, por un lado, y el
emperador y su casa, por otro.
Inicialmente, se hizo renovar cada año el mandato como cónsul en solitario, al cual fue
añadiendo nuevos títulos que reafirmaron su poder; princeps senatus (el primero de los
senadores) en el 28 a. C.;augustus (título religioso que reflejaba su misión divina) e imperator
proconsulare de Galia, Hispania y Siria (lo que le otorgaba el mando militar) en el 27; tribuno
vitalicio (con poder de veto sobre las decisiones de los magistrados) en el 23; cónsul vitalicio y
prefecto de las costumbres en el 19; gran pontífice (jefe religioso del Imperio) en el 12; y
«padre de la patria» en el año 2 a. C.
2. Si bien rechazó su divinización en vida, Octavio Augusto aprovechó en su favor el culto de los
genios, fomentando un culto al emperador que se convirtió en un vínculo adicional entre los
habitantes del Imperio. Paralelamente, reformó las instituciones romanas, adaptándolas a la
necesidad de gestionar un Imperio tan extenso: creó el Consejo del Príncipe, órgano de
gobierno integrado por hombres de su confianza (Agripa, Mecenas.); dividió las provincias
ensenatoriales (confiadas a un gobernador sin mando militar nombrado por el Senado)
e imperiales(gobernadas por un legado del emperador); reorganizó la fiscalidad, sometiéndola
a su gestión directa y haciéndola menos gravosa; protegió el culto; favoreció al orden ecuestre
frente a la aristocracia senatorial; aseguró los límites del Imperio frente a los partos y a los
germanos; y continuó la expansión en la zona del Danubio y el mar Negro. Entre las
debilidades de su poder destaca el no tener sucesor (no tuvo hijos varones de sus tres
matrimonios); acabó por adoptar a su yerno Tiberio, al cual asoció en el poder desde el 13 d.
C., y que le sucedería sin dificultad después de su muerte.
Diocleciano
(Cayo Aurelio Valerio Diocleciano; Salona, actual Croacia, h. 245 - Spalato, hoy Split, id., 316)
Emperador romano (284-305). Nacido en el seno de una humilde familia iliria, Cayo Aurelio
Valerio Diocleciano emprendió una carrera militar que, sin ser excesivamente brillante, le
permitió convertirse primero en comandante de la guardia imperial y más tarde en cónsul.
Tras el asesinato del emperador Numeriano, en el 284, Diocleciano dio muerte a Arrio Aper, el
presunto homicida, y fue proclamado emperador por el ejército de Asia Menor. Un año más
tarde, en el 285, desaparecido Carino, coemperador y hermano de Numeriano, el Senado le
reconoció la dignidad imperial.
Aquel mismo año, a fin de acabar con las usurpaciones militares y las tendencias centrífugas
que amenazaban con desmembrar el imperio, Diocleciano decidió asociar al poder a otro oficial
ilirio de su confianza, Maximiano, a quien cedió el control de la mitad occidental del imperio,
primero con el título de césar y después con el de augusto Herculius (286). Se reservó para sí
el gobierno de la mitad oriental y la dignidad de augusto Iovius, la cual, al vincularlo a Júpiter, la
principal divinidad romana, le confería un poder superior al de Maximiano.
La bipolarización de la autoridad imperial dio buenos resultados, pues Maximiano reprimió el
movimiento bagauda surgido en las Galias, mientras Diocleciano recuperaba Armenia,
aprovechando en beneficio propio las divisiones internas de los persas. Sin embargo, los
conflictos políticos y sociales en el imperio iban en aumento, razón por la que, en mayo del
293, Diocleciano vinculó al poder en calidad de césares a otros dos militares: Constancio Cloro
para Occidente y Galerio para Oriente.
Con la aparición de estos colaboradores de jerarquía inferior, la dirección del imperio quedó en
manos de una tretrarquía, forma de gobierno que permitía, por una parte, asegurar la unidad
territorial y, por otra, solucionar los problemas de cada región con celeridad y eficacia. Así,
Diocleciano, que había fijado su capital en Nicomedia, se ocupó de la parte de Oriente; Galerio,
que residía en Sirmio, atendió los asuntos de las zonas situadas al sur del Danubio, desde los
Alpes hasta el Mar Negro; Maximiano, que alternaba residencia entre Milán y Aquileia, tenía a
su cargo África, Hispania e Italia; y, por último, Constancio Cloro vigilaba desde Tréveris a las
Galias y Britania.
En ambas partes del imperio los tetrarcas obtuvieron grandes victorias militares: aplastaron la
rebelión de Carausio en Britania (296), acabaron con las revueltas sociales de Egipto (297) y
fijaron la frontera romana en el río Tigris, tras derrotar a los persas (298).
Paralelamente, Diocleciano llevó a cabo una serie de importantes reformas internas que
perseguían centralizar el poder, racionalizar la administración, sanear la economía y
reorganizar el ejército. Así, por ejemplo, recortó la autoridad del Senado, transformó las 57
3. provincias existentes en 96 y las agrupó en 12 diócesis, separó en cada provincia el gobierno
civil del militar para impedir las usurpaciones imperiales, estableció nuevos impuestos, tanto
territoriales como personales (capitación), e hizo obligatorio el culto a Júpiter como elemento
cohesionador del imperio, lo cual provocó una cruenta persecución contra los cristianos entre
los años 303 y 311.
En el 305, ya enfermo, renunció a sus responsabilidades políticas, abdicó en favor de Galerio y
obligó a Maximiano a hacer otro tanto en beneficio de Constancio Cloro. Dedicado a la vida
contemplativa, que sólo abandonó para intentar solucionar sin éxito las disputas existentes
entre los tetrarcas (307), murió en su retiro de Spalato en el 316.
Constantino
Hacia 284 d.C., el Imperio Romano parecía abocado a la disolución. En los últimos 50 años se
habían sucedido veintiséis emperadores, y sólo uno de ellos había fallecido de muerte natural;
persas y bárbaros hostigaban constantemente, y con éxito, las fronteras norte y este; las
pestes, la miseria y la anarquía presagiaban una rápida caída. En el 330, año de la
inauguración de Constantinopla, la nueva capital imperial, el Imperio seguía unido, con las
fronteras intactas y en paz. Ése fue el resultado de la labor titánica de dos hombres brillantes y
enérgicos, que supieron entender los cambios que traía la historia: los emperadores
Diocleciano y Constantino I, llamado el Grande.
Hijo de Constancio Cloro y de su concubina Elena, Cayo Flavio Valerio Aurelio Constantino
nació en Naissus (la actual Nis, en Yugoslavia), un 27 de febrero de no se sabe qué año,
aunque los historiadores no dudan en situarlo entre el 270 y el 288, en pleno período de
«desgobierno militar» del Imperio Romano. Las reformas de Diocleciano intentaban estabilizar
la situación mediante el nombramiento de dos emperadores o augustos y de sus respectivos
sucesores (o césares). Su padre, Constancio Cloro, fue nombrado sucesor de Maximiano y se
separó de Elena para contraer matrimonio con Teodora, hija adoptiva de su emperador.
Constantino pasó la mayor parte de su infancia en los campamentos militares romanos
acompañando a su padre. Cuando Constancio Cloro fue proclamado césar de los Alpes
Occidentales en el 293, Constantino fue enviado a la corte del emperador Diocleciano, al que
acompañaría en su expedición a Egipto del año 296. Educado con esmero en la corte de
Diocleciano en Nicomedia (la actual Izmir, en Turquía), estuvo en contacto con los numerosos
cristianos de la corte imperial y de las ciudades del este y fue testigo de excepción de la
persecución que Diocleciano desencadenó en el 303 contra los cristianos.
Cuando en el 305 Diocleciano y Maximiano abdicaron por motivos de edad, el padre de
Constantino, Constancio Cloro, fue nombrado augusto de la mitad occidental del Imperio;
Galerio quedó al mando de la mitad oriental. La abdicación de Diocleciano y Maximiano llevaba
consigo el ascenso de los césares a augustos o emperadores y la elección de nuevos césares,
lo que obstaculizaba las expectativas de sucesión dinástica de los hijos de quienes habían
ascendido a emperadores. La situación provocaría una compleja serie de guerras civiles.
Constancio quiso nombrar césar a su hijo Constantino, pero las intrigas de Galerio evitaron
este nombramiento. A pesar de ello, Constantino logró el permiso de Galerio para viajar a
Britania para reunirse con su padre. Y, tras la muerte de Constancio Cloro en Ebocarum (York),
sus topas le proclamaron augusto en la misma ciudad el 25 de julio del 306. Pero Galerio se
negó a confirmar su nombramiento como augusto, y Constantino hubo de aceptar el título de
césar en el tercer gobierno de la Tetrarquía, mientras Severo era designado para el cargo de
augusto. A Constantino se le permitió administrar las provincias asignadas a Constancio Cloro
(Galia, Britania e Hispania). Finalmente sería reconocido augusto por el anciano emperador
Maximiano, que había vuelto a la vida política, y con cuya hija Fausta contrajo matrimonio el 31
de marzo de 307. Habitualmente entre los historiadores se ha fijado este último año como la
fecha en la que se produjo el inicio del reinado de Constantino I.
4. A finales del 308, Diocleciano, Maximiano y Galerio se reunieron en la Conferencia de
Carnuntum, con la intención de poner en orden el caos político en el que estaba envuelto el
Imperio. En ese momento había cinco augustos (los legítimos Galerio y Severo, y los
usurpadores Constantino, Majencio y Maximiano) y un solo césar, Maximino Daya. Durante
dicha conferencia se desposeyó del título de augusto a Constantino, quien se negó a aceptar la
degradación y puso todo su empeño en hacerse con el control del Imperio. Lo primero que hizo
fue reforzar su poder en Galia, Britania e Hispania. Tras frenar una invasión de los francos,
consiguió derrotar a Maximiano en la Galia, quien fue entregado a Constantino por los oficiales
de sus propias tropas.
En el 312 invadió Italia, donde gobernaba Majencio, hijo de Maximiano y su principal rival para
hacerse con el control del Occidente del Imperio. Las fuerzas de Constantino resultaron
vencedoras en Turín y Verona. Las tropas de Majencio y Constantino se enfrentaron el 28 de
octubre de ese mismo año en la batalla del puente Milvio, a las afueras de Roma; el
enfrentamiento finalizó con la victoria para las tropas de Constantino. Majencio encontró la
muerte al ahogarse en el Tíber en su huida y Constantino pudo adoptar el título de máximo
augusto aunque su dominio sólo abarcaba el oeste del Imperio.
Según la tradición recogida por Eusebio de Nicomedia, el día anterior a la batalla del puente
Milvio, Constantino vio en el cielo una señal: una cruz acompañada de la leyendain hoc signo
vinces (con este signo vencerás). Constantino, que probablemente profesaba una religión solar
monoteísta, había mantenido contactos con el cristianismo y era consciente de la fuerza que
ese credo tenía en el Imperio, lo que sin duda influiría en su política posterior. Para
conmemorar esta victoria hizo construir en el 315 en el Foro de Roma el famosísimo Arco de
Constantino, en el cual atribuyó la victoria sobre Majencio a la protección de la divinidad, sin
especificar cuál. Posteriormente la historiografía cristiana calificó la victoria de Puente Milvio
como la primera batalla ganada por un emperador romano gracias a la ayuda de Dios.
Esta victoria dejó a Constantino como único emperador de Occidente; así lo ratificaría el
Senado, reconociéndolo como el emperador de mayor rango. Paralelamente la situación se
normalizó también en Oriente, donde Licinio, con quien había firmado una alianza Constantino
en la primavera del 313, en la que habían acordado repartirse el Imperio, consiguió derrotar a
Maximino Daya. Con el fin de estrechar las relaciones entre ambos augustos Licinio contrajo
matrimonio con la hermana del emperador de Occidente, Constancia.
Licinio y Constantino promulgaron conjuntamente en el 313 el Edicto de Milán, por el cual se
decretaba la libertad de cultos en todo el Imperio. Se reconoció a los cristianos el derecho a
celebrar sus cultos y se restituyeron los bienes eclesiásticos. Constantino concedió a su vez
importantes privilegios al clero cristiano, entrando muchos de ellos a formar parte de la
administración de Roma, y participó decisivamente en los concilios de Arlés (314, contra el
donatismo) y, muchos años después, en el de Nicea (325), que condenaría el arrianismo. Sin
embargo, el hecho de que Arrio sostuviera que la divinidad de Dios Padre era superior a la de
Dios Hijo (principio que permitía establecer diferencias de grados entre los hombres y
justificaba que el emperador tuviera un rango más elevado que los demás humanos y fuera el
intercesor de éstos ante Dios), propició que Constantino terminara por dar su apoyo a esta
doctrina, que le iba a resultar de gran utilidad política en la construcción de un sistema de
monarquía de derecho divino al estilo de la que se fraguó en Oriente.
En el 314 comenzaron las hostilidades entre Constantino y Licinio. El primero resultó vencedor
en las batallas de Cibales y Adrianópolis. El tratado de paz que se firmó a continuación permitió
a Licinio conservar Asia, Egipto y Tracia, aunque tuvo que entregar a su rival la mayor parte de
sus posesiones en Europa. En el año 315 Constantino se invistió el consulado junto con su
colega en Oriente, Licinio. Ese mismo año ambos lucharon conjuntamente en la frontera contra
los godos y los sármatas; comenzó así entre ambos emperadores un período de colaboración
que se prolongaría durante casi una década.
En el año 317 proclamó cesares a Crispo (hijo de su primera esposa Minervina), a su otro hijo
Constantino, y a Licinio, sobrino suyo e hijo del augusto de Oriente. La colaboración con Licinio
terminó abruptamente en el 323: Constantino atacó a Licinio con la excusa de la persecución
5. que el emperador de oriente había desatado contra los cristianos, y acabó derrotándolo en
Crisópolis, el 18 de septiembre del 323. Licinio fue desterrado a Tesalónica y ejecutado un año
después; Constantino se convertía finalmente en el único emperador de Roma.
Al año siguiente se inició la construcción, sobre la antigua Bizancio, de la ciudad de
Constantinopla, que pasaría a ocupar un lugar de privilegio en el Imperio. Un año después, el
emperador concedió el título de augusta a Elena, su madre, y en el 326 se desarrolló un drama
familiar que al parecer estuvo en el origen del viaje de Elena a Tierra Santa, donde se le
atribuye el descubrimiento del Santo Sepulcro y la invención de la Vera Cruz: Fausta, la esposa
de Constantino, consiguió que su marido mandara ejecutar a Crispo, primogénito del
emperador habido de su anterior matrimonio con Minervina; poco después, Fausta fue acusada
de adulterio y Constantino la hizo ejecutar. Tales condenas fueron acompañadas del asesinato
de varios miembros de la corte, lo produjo una profunda ola de indignación entre la población
de Roma.
El 11 de mayo del año 330 inauguró la nueva capital del Imperio, Constantinopla. La ciudad,
que fue engalanada con monumentales edificios y obras públicas, ofrecía la ventaja de su
situación excepcional, en la unión entre Asia y Europa. La mayor parte de las ciudades griegas
fueron privadas de sus principales obras de arte para ser llevadas a la nueva capital; su
Senado pronto sustituiría al de Roma. Entre el 332 y el 334 sostuvo una exitosa campaña
contra los godos, a los que consiguió expulsar más allá del Danubio. En el 333 nombró césar a
su hijo Constante, y, en el 335, a Dalmacio, uno sus sobrinos.
Pese a su defensa pública del cristianismo y a su intervención en los debates teológicos
(probablemente su interés era fundamentalmente político), Constantino nunca había recibido el
bautismo. En su lecho de muerte cambió sus ropajes imperiales por la vestidura blanca del
neófito y fue bautizado por Eusebio, obispo de Constantinopla. Murió el 22 de mayo de 337, y
fue enterrado en su iglesia de los Apóstoles en Constantinopla. Dejaba el Imperio repartido
entre sus tres hijos, Constantino II el Joven, Constante I y Constancio II, y sus dos sobrinos,
Dalmacio y Anibaliano, pero los conflictos entre ellos obligaron a que, después de su muerte,
Constantino siguiera reinando nominalmente durante varios meses. Dalmacio se hizo con el
control del área de Constantinopla y los Balcanes; Constantino II, el mayor de los hermanos,
controlaba la parte occidental del Imperio, hasta Treveris; Constancio II era el dueño de la parte
oriental hasta Antioquía, mientras que Constante se encargaba del gobierno de Iliria, Italia y
África y finalmente otro sobrino, Anibaliano, gobernaba con el título de rey la parte oriental de
Asia Menor.
Teodosio
Flavio Teodosio) Emperador romano que impuso el catolicismo como religión oficial y dividió el
Imperio entre Oriente y Occidente (Cauca, Hispania, h. 346 - Milán, 395). Adquirió experiencia
militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre; luego él mismo fue dux de
Mesia (actual Serbia) en el 374, defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a
los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca (Segovia) tras la ejecución de su
padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Graciano para encargarle la
defensa de Mesia frente a la invasión de los godos.
Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre
aquella parte del Imperio. Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de
este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los
que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego transmitió el título de augusto a su hijo
Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en
Oriente.
Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar español, Máximo; pero su
poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había
6. reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso
emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano
y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya,
extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental
a Valentiniano II (388).
Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea
ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión
del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy
extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (390). No obstante, su actitud inicial fue más
conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre
cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su
supremacía.
Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a
causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas
(390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió
en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma
(391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).
El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador
Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó
de las Galias, Italia y África, dio muerte a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de
Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por
los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el
reparto de Armenia.
En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio muerte cerca de
Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó
oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales,
económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los
territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para
que resultara viable la unidad.
Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial
dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en
Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el
Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de
los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de durar hasta 1453.