1. LAS CRUZADAS Y LA INQUISICIÓN
Las Cruzadas y la Inquisición son las dos principales manchas en nuestra Historia. Manchas que avergüenzan a los
cristianos de verdad y que los que se dicen "tolerantes" no dejan de echarnos en cara tan intolerantemente.
Y es que yo, que nada tengo que ver con Torquemada ni con Calvino (Calvino, el líder del calvinismo protestante tiene el
"récord" de asesinatos de todas las iglesias cristianas), no sé bien de qué me acusan los que lo hacen cuando dicen eso
de "pues vosotros...". Y es irónico que la inmensa mayoría de los que acusan profesen otro tipo de "fe" que se ha llevado
por delante en el siglo XX a más de 100.000.000 de personas en Rusia, China, la Europa del Este ocupada, Corea del
Norte, Vietnam, Camboya, Cuba, Nicaragua, África, etc., etc., etc. "Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra"...
Y evidentemente, hay algunos que mejor harían en no acusar a otros sin mirar antes dentro de sus armarios. Hay
muchos que se acuerdan todos los días de la Inquisición pero no se acuerdan nunca de nuestras leproserías o nuestros
orfanatos.
¿Te imaginas a Jesús condenando a la hoguera a alguien? ¿O declarando una guerra "santa"? Él, que perdonó en la
Cruz a sus verdugos y predicó el Evangelio del Amor y del perdón... Así de triste es este tema, hermanos, así de triste y
doloroso para todos los cristianos.
Las Cruzadas son el ejemplo paradigmático de una Iglesia enredada hasta el cuello en un mundo loco. Las Cruzadas
fueron una guerra comercial montada por los mercaderes venecianos contra las tasas impuestas a su comercio oriental
por las autoridades musulmanas. Hasta que los mercaderes venecianos y todo lo que movían, que eran los grandes
préstamos a las casas reales europeas, no tuvieron que rascarse el bolsillo nadie se preocupó de rescatar los Santos
Lugares de manos infieles, pero en cuanto los musulmanes quisieron sacar tajada del comercio cristiano, estos hábiles
comerciantes, dueños y señores de las altas finanzas europeas hasta tiempos del emperador Carlos I de España y V de
Alemania, "convencieron" a los monarcas cristianos (que les debían un buen montón de dinero) para embarcarse en una
guerra absurda cuya fachada era la reconquista de Tierra Santa. Con Jerusalén como objetivo oficial aunque el
verdadero objetivo fuera el estratégico puerto de Acre.
Y la Iglesia, necesitada de reafirmar un liderazgo terrenal cada vez más en cuestión, se metió hasta el cuello en aquella
aventura de la que sólo salieron ganando los mercaderes. Esos mercaderes que consiguieron de Saladino tan ventajosos
tratados comerciales.
La Inquisición fue la respuesta de la Iglesia a sus propios miedos. Una Iglesia que olvidó a quién debía servir, una Iglesia
demasiado mundana y bastante alejada de sus orígenes. El origen de la Inquisición fue meramente doctrinal: era un
tribunal que juzgaba las "desviaciones" de la doctrina. Los que eran hallados culpables eran amonestados, pero no era
un tribunal procesal, sino un órgano de control interno. Sin embargo, la cosa acabó degenerando en un verdadero
tribunal que llegó a tener competencias jurídicas. Fue un error. Un error que se convirtió en un pecado contra Dios,
porque entre las penas que el tribunal de la Inquisición podía imponer estaba la pena capital: la muerte.
La Inquisición fue un reflejo del tiempo en el que la Iglesia vivía. La Inquisición nació en un tiempo oscuro donde
imperaba la ley del más fuerte, un tiempo histórico que conocemos con el nombre de Edad Media: 1.000 años de
barbarie de la que sólo se pudo salir volviendo a los orígenes clásicos. Las invasiones bárbaras, que dieron la puntilla a
un Imperio Romano moribundo que se mantenía en pie sólo por inercia, provocaron una caída de los valores cristianos
mantenidos en la sociedad. Los nuevos gobernantes de Europa volvieron a imponer la esclavitud y costumbres que el
cristianismo había desterrado siglos atrás. Y aunque todos estos bárbaros acabaron haciéndose cristianos, acomodaron
la doctrina a sus costumbres pervirtiéndola en muchos casos. Los bárbaros despreciaban la cultura y más aún cuando se
dieron cuenta de que habían derrotado al imperio más culto de la Tierra. Pero no todo se perdió, ya que la Iglesia logró
mantener los únicos reductos de cultura que aún iluminaban muy débilmente Europa en esos monasterios es cuyas
bibliotecas incansables monjes copiaban manuscritos para evitar que se perdieran.
Y mientras tanto, para poder controlarla, los gobernantes inflaron a la Iglesia de poder terrenal. La Iglesia cometió el error
de aceptarlo y así consiguieron interferir incansablemente en los asuntos internos de la Iglesia. Así pues, la Iglesia
medieval es una Iglesia constantemente a la defensiva, una Iglesia que se afana en conservar lo que tiene. Y ahí está la
verdadera clave de la creación de la Inquisición.
Un error que vino dado por otros errores, que todos los cristianos asumimos como tal, como el sangriento error que fue y
que nunca debió producirse. Nunca.