1. Se dice que con Internet la información se recibe como cuando hacemos zapping en la televisión. ¿Nos va a costar
cada vez más concentrarnos?
Cuando yo estaba en la Universidad todavía no se apreciaba ese supuesto problema de concentración.
Algunos profesores tenían esa aprensión cuando veían a un alumno que manejaba Internet, pero no
pasaba de ser algo subjetivo. Aunque había indicios, por ejemplo, cada vez se tendía más a exámenes
de tipo test, en detrimento de la argumentación, el razonamiento, el discurso…
Esta sustitución es un reflejo de lo que sucede en la sociedad. Martha Nussbaum, a la que acaban de
conceder el Premio Príncipe de Asturias, ha insistido mucho en que estamos perdiendo el método
socrático, de implicación personal, en la enseñanza. Un método que está basado en la argumentación.
Según este modelo, no importa que el alumno sepa o no que Aristóteles nació en Estagira, sino atender
a qué piensa o qué le sugieren las reflexiones de Aristóteles.
A medida que el PowerPoint sustituye a la argumentación, este modelo va vaciándose de contenido. Lo
mismo pasará si vamos a un examen tipo Twitter, donde todo se pueda resumir en una frase o en un
apotegma. Cuando una persona se configura para expresarse en 140 caracteres, cuando se habitúa al
dicterio o al insulto, pierde capacidad para la argumentación, que es la médula del pensamiento.
Cioran dijo en una ocasión que le hubiese gustado haberse formado en una sociedad dominada por el
aforismo y el epitafio; pues bien, ahora la gente ya se comunica y se alimenta intelectualmente de
epitafios. Y creo que sí, que sería bueno que la educación presentase cierta resistencia, que siguiese
formando a los alumnos en la argumentación.
En cuanto a la pérdida de atención, creo que no es sólo un problema entre los niños, ni un problema
sólo para los educadores: la diversidad de reclamos a los que hay que atender está convirtiendo la
dificultad de prestar atención al otro en el problema central de la vida moderna. Lo puedes comprobar
a diario. Si hace años invitabas a alguien a almorzar y a media comida abría el periódico y se ponía a
leerlo delante de ti, pues te levantabas y te ibas, y eso si antes no le rompías una botella en la cabeza.
En cambio, ahora mismo, si protestas porque la persona que está comiendo contigo le presta más
atención al móvil que a la conversación, pareces un intemperante, un tipo escrupuloso, cargado de
puñetas.
En Estados Unidos, la confederación de distribuidores de cine se está pensando dejar entrar a ver las
películas en los cines de Nueva York con el móvil, porque están perdiendo al público joven: los chicos
ya no entran a ver una película si les prohíbes tener el móvil encendido. Ya no le puedes decir a
alguien que durante una o dos horas va a tener que prescindir de su móvil, es una batalla perdida.
¿Cómo va a concentrarse en la película? ¿Cómo va a concentrarse nadie? El cambio es más relevante
de lo que parece, porque todo lo que es importante en la vida exige atención. El conocimiento, el
amor… Incluso para transformar la realidad, para llevar a buen puerto cambios políticos o avances
sociales es imprescindible concentrarse. Sin una atención adecuada no hay progreso, ni civilización, ni
desarrollo humano.
Esta idea de atención meramente flotante, suspendida en el aire, constantemente amenazada por la
ráfaga de aire más leve… esto sí es algo grave, que afecta a muchos aspectos de la vida y de la
sociedad. Pero como estamos hablando de educación, lo más importante es recuperar la atención. Y, de
entrada, se me ocurre no ceder tan fácilmente, no hacer concesiones, conseguir que el profesor
recupere el centro de la atención. Hay que enseñar al alumno que durante unos periodos de tiempo
debe concentrarse en lo que le están enseñando, aprender que hay momentos en que el móvil e Internet
son instrumentos de dispersión. En este sentido, el reto central de la educación a día de hoy es
recuperar la atención del alumno.
Fragmento de “Ética de urgencia” de Fernando Savater, editorial Ariel