El poema describe cómo una persona entra en una iglesia con la intención de hablar con Cristo sobre su misericordia. Aunque inicialmente se siente osado por su fe, amor y esperanza, recuerda que es culpable de pecados y desea castigarse a sí mismo. Al ver la herida en el costado de Cristo, se llena de lágrimas. Habla y llora, y a través de esas lágrimas logra entrar, porque Dios no cierra la puerta a un corazón arrepentido y humillado.