RETO MES DE ABRIL .............................docx
Gilberto Almeida, un maestro del arte
1. Gilberto Almeida:
Mi maestro
Enrique Vallejos
La primera vez que vi a Gilberto Almeida fue cuando ingresó como docente al colegio
de artes Daniel Reyes, en 1976. Desde el primer momento impresionó con su
presencia; alto, fornido, bien parecido, un verdadero artista de abolengo y que a través
de su semblante se dibujaba un hombre de miles de batallas en el ámbito artístico y
cultural dentro y fuera del país.
Sus clases se convirtieron en foros de discusión filosófica y sociológica del arte. El
rompió esquemas y paradigmas pedagógicos para inducirnos en la búsqueda de
respuestas ante acontecimientos y movimientos artísticos de ese entonces. Entre los
12 compañeros que seguíamos la especialidad de pintura estaba su hija Lilian, quien
se convirtió en una de las mejores estudiantes a igual que Solimar López, Freddy
Mejía, Jaime Paredes, José Higuera y otros compañeros.
Tenía una fortaleza y una lucidez con la que nos demostraba que todo lo que
dibujábamos sería cierto. Abandonar lo tradicional como paisajes, bodegones y
retratos para enrumbarnos a desentrañar los laberintos de nuestra imaginación, pasar
de lo clásico a lo abstracto, de lo formal a lo informal, de lo superficial a lo profundo y
de la realidad a la fantasía. Para mí, sus clases o charlas fueron no solo de cómo se
construye un cuadro de pintura, sino también la vida. Él me enseñó a mirar el mundo
con profundidad y a ser honesto hasta la médula conmigo mismo.
Recuerdo que para dibujar hay que desdibujar, nos decía con acierto, pues en cada
objeto o acontecimiento esta la esencia de la vida y que la vida es un misterio lleno de
ternura y amargura, de alegría y tristeza y sobre todo de aprendizaje continuo.
Creo que todos disfrutábamos de los pocos meses que estuvo como docente del
añorado colegio de artes Daniel Reyes. Allí entregó sus experiencias, anécdotas y
parábolas de su brillante trayectoria artística. Contaba que sus inicios estuvo
enmarcado de lo clásico; el paisajismo. Tiempo después abandona para iniciar a la era
de los Portones, en el que pinta exteriores de conventos. Luego se inspira en
viviendas de zonas rurales que el artista visita antes de emprender la tarea creativa.
Como todo un revolucionario en las artes, practica el informalismo, en el que integra
materiales para hacer collage, texturas acordeladas con piola, piedra volcánica y
algodón. Para el año 67 forma parte del Grupo Van y rompe con la ortodoxia del arte
acabado y tradicional. Y para el año 1977 gana el primer premio Salón Nacional CCE,
en Cuenca.
Cuando nos graduamos en julio del 77, cada uno del aquel grupo, salimos como
pájaros volando con anhelos de trascender y desafiar a nuevos retos. Y conocerle a
Gilberto Almeida fue una hermosa casualidad que cambió mi vida. Un destino que
espero nunca defraudar como un caricaturista o “una bestia salvaje” para la caricatura.