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21-22
GRADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA
SEGUNDO CURSO
GUÍA DE
ESTUDIO
COMPLETA
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA
CÓDIGO 67012024
PRESENTACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN
REQUISITOS Y/O RECOMENDACIONES PARA CURSAR LA
ASIGNATURA
EQUIPO DOCENTE
HORARIO DE ATENCIÓN AL ESTUDIANTE
TUTORIZACIÓN EN CENTROS ASOCIADOS
COMPETENCIAS QUE ADQUIERE EL ESTUDIANTE
RESULTADOS DE APRENDIZAJE
CONTENIDOS
METODOLOGÍA
PLAN DE TRABAJO
SISTEMA DE EVALUACIÓN
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
RECURSOS DE APOYO Y WEBGRAFÍA
GLOSARIO
21-22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA
CÓDIGO 67012024
ÍNDICE
UNED 2 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
PRESENTACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN
La asignatura “Historia de la Alta Edad Moderna” se imparte en el primer semestre del
segundo curso del Grado en Geografía e Historia. Es una materia obligatoria que tiene
asignados cinco créditos ECTS. El órgano responsable de la docencia es el Departamento
de Historia Moderna de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED. Su objetivo
primordial es la formación sobre este periodo histórico, algo necesario para la obtención del
Grado, y para comprender el devenir histórico. La asignatura se inserta en la materia de
Historia Moderna Universal.
El conjunto de la Edad Moderna, que abarca “grosso modo” desde mediados del siglo XV
hasta la revolución francesa y la crisis del Antiguo Régimen, puede dividirse en dos partes: la
Alta y la Baja Edad Moderna. Aunque tal división se basa más en su carácter práctico de
cara a la mejor explicación de la asignatura, no cabe duda de que existen diferencias entre
ambos momentos. La Alta Edad Moderna abarcaría desde mediados del siglo XV hasta la
crisis del Barroco, sin que podamos fijar unos límites finales precisos pues la separación
entre ambas es más temática que cronológica. El elemento que las divide está
esencialmente en la revolución científica del siglo XVII y sus consecuencias.
La Alta Edad Moderna abarcaría la fase precedente, caracterizada por los grandes
descubrimientos geográficos que llevaron a los europeos al dominio del mundo, la expansión
económica y demográfica inicial (XV-XVI) seguida de la posterior crisis (XVII), el
Renacimiento, las nuevas Monarquías, la Reforma y la ruptura de la Cristiandad, la
hegemonía internacional de España o las guerras de religión.El concepto de Edad Moderna
es esencialmente europeo, al igual que el resto de las divisiones clásicas, por edades, de la
historia de la Humanidad. Lógicamente, por ello, la Alta Edad Moderna se refiere también a
Nombre de la asignatura HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA
Código 67012024
Curso académico 2021/2022
Departamento HISTORIA MODERNA
Título en que se imparte GRADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA
CURSO - PERIODO GRADUADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA - PLAN 2009
- SEGUNDO CURSO
- SEMESTRE 1
CURSO - PERIODO GRADUADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA - PLAN 2019
- SEGUNDO CURSO
- SEMESTRE 1
Título en que se imparte MICROGRADO EN HISTORIA, CULTURA Y PENSAMIENTO EN LA
EDAD MODERNA
CURSO - PERIODO - SEMESTRE 1
- OPTATIVAS
Tipo OBLIGATORIAS
Nº ETCS 5
Horas 125.0
Idiomas en que se imparte CASTELLANO
UNED 3 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
Europa, aunque se extiende a otros continentes y civilizaciones en la medida en que éstos
se relacionan con ella.
Dentro del plan formativo del grado resulta ineludible estudiar cada uno de los periodos
históricos. Lógicamente, esta asignatura requiere conocer de forma suficiente los periodos
anteriores, y sobre todo la Edad Media. Asimismo, se complementa con la “Historia de la
Baja Edad Moderna”. Su conocimiento sienta las bases para el estudio de la “Historia
Moderna de España I”, la “Historia de la América Moderna” y las asignaturas optativas:
“Cultura y pensamiento en la Edad Moderna” y “Los mundos extraeuropeos en la Edad
Moderna”.
La complementariedad con la “Historia de la Baja Edad Moderna” se explica por el hecho de
que el objetivo de ambas es que el alumno se familiarice con las características y contenidos
esenciales de la Edad Moderna. Ha de conocer, por tanto cuáles son los rasgos que
permiten diferenciarla del periodo anterior –la Edad Media– y del posterior –la Edad
Contemporánea–, sin olvidar que la historia no se caracteriza únicamente por los cambios,
sino también –y en mayor medida– por las permanencias. Así, junto a procesos como el
surgimiento del capitalismo y la burguesía, el desarrollo de las Monarquías centralizadas, el
Renacimiento o la Reforma, se mantienen básicamente toda una serie de rasgos
estructurales de larga duración: la demografía de tipo antiguo –que solo comenzará a
cambiar en el siglo XVIII– el predominio del mundo rural y la economía de subsistencia, la
sociedad estamental, el peso abrumador del analfabetismo, la sacralización de la existencia.
Un segundo objetivo es el conocimiento de las características, procesos, personajes y
hechos esenciales. La propuesta y el desarrollo de los temas pretende ser una guía eficaz
para el trabajo del alumno, que ha de estudiar teniendo presente que la historia no es una
mera acumulación de datos y fechas, sino que las diversas realidades que se analizan están
frecuentemente interrelacionadas y se desarrollan de acuerdo con una cierta lógica, lo que
permite encuadrarlas dentro de esquemas comprensibles. Entender es mucho más
importante que memorizar datos, pero no evita el conocimiento de una razonable base
factual, que supone un soporte imprescindible.
El Grado de Geografía e Historia que se imparte en la UNED pretende dar una formación
científica, global, racional y crítica que pretende capacitar a quienes la cursan para su
actuación profesional en diversos ámbitos profesionales, tanto en aquellos tradicionalmente
propios de la titulación (docencia e investigación), como otros perfiles profesionales más
variados relacionados con el patrimonio histórico. En este sentido, esta asignatura aporta
unos conocimientos básicos dentro de un periodo clave de la historia, como son el despegue
del Estado Moderno, la Reforma o la primera Globalización (entre otros muchos). Elementos
imprescindibles para comprender, y entender, el mundo que hoy conocemos, o disfrutar del
patrimonio material y monumental de nuestras ciudades.
UNED 4 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
REQUISITOS Y/O RECOMENDACIONES PARA CURSAR LA
ASIGNATURA
Es necesario que el alumno posea unos conocimientos básicos del devenir histórico.
Asimismo, para un aprovechamiento adecuado de la asignatura se recomienda a los
alumnos tener conocimientos básicos de navegación en internet para poder desenvolverse
adecuadamente en los entornos virtuales; además de disponer de acceso a internet.
EQUIPO DOCENTE
HORARIO DE ATENCIÓN AL ESTUDIANTE
Los estudiantes podrán contactar con el equipo docente a través de los cuatro canales
básicos habilitados por la UNED (correo electrónico, teléfono, dirección postal y Curso
Virtual). El canal primordial es el Curso Virtual, ya que es el punto de encuentro entre todos
los estudiantes y el equipo docente, y el lugar donde se producirá el diálogo continuo, y se
establecerán los avisos pertinentes. Por eso mismo se recomienda que éste sea el canal
principal para cualquier duda, ya que la mayor parte de dichas dudas –y su contestación–
serán útiles para el resto de estudiantes. El Equipo Docente estará permanentemente a
disposición de los alumnos en este medio para aclarar cualquier cuestión sobre la
asignatura. En caso de necesitar una comunicación más directa también está disponible el
correo electrónico. Por cualquiera de estas vías, se le podrán plantear todo tipo de
cuestiones relacionadas con el estudio y evaluación de la asignatura, que el equipo docente
se compromete a atender con prontitud. El teléfono, en cambio, sólo será atendido en los
horarios de tutoría marcados.
En esta asignatura, desde el curso 2020-21, el Equipo Docente imparte clases online en
directo a través del sistema de webconferencia de la UNED, que todos los alumnos tienen
disponible en el campus UNED, y la página de la asignatura. Las clases quedan grabadas
para todos aquellos que no puedan asistir en directo, ya que las podrán visionar en diferido,
días después, en el repositorio. El horario de las clases será por las tardes, para intentar que
así un mayor número de alumnos se puedan sumar, dándose instrucciones a los alumnos
para acceder en el campus virtual y a través del correo electrónico. Habrá al menos una
clase por cada tema, aunque en algunos casos se realizarán varias sesiones por bloque. La
idea de las clases es facilitar al alumnado la comprensión de la asignatura, y una mayor
contextualización global del periodo. Estas sesiones tendrán fundamentalmente un peso
teórico, habilitándose un periodo de preguntas al final de cada clase. Con este proyecto
piloto pretende llegar a todos los alumnos, independientemente de su ubicación geografía y
Nombre y Apellidos ANTONIO JOSE RODRIGUEZ HERNANDEZ
Correo Electrónico ajrodriguez@geo.uned.es
Teléfono 91398-9350
Facultad FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Departamento HISTORIA MODERNA
UNED 5 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
•
•
posibilidades para asistir a las tutorías que se imparten por los tutores de los diferentes
centros asociados.
Horario Equipo Docente:
Dr. D. Antonio José Rodríguez Hernández (Coord.)
Edificio de Humanidades, c/ Senda del Rey, 7, 28040
Despacho 424 (Planta cuarta). Teléfono: 91.3989350
E-mail: ajrodriguez@geo.uned.es
Horario: Miércoles 10 a 14:30, y de 15:30 a 19:00 horas; y Jueves de 10 a 14 horas.
TUTORIZACIÓN EN CENTROS ASOCIADOS
En el enlace que aparece a continuación se muestran los centros asociados y extensiones
en las que se imparten tutorías de la asignatura. Estas pueden ser:
Tutorías de centro o presenciales: se puede asistir físicamente en un aula o despacho del
centro asociado.
Tutorías campus/intercampus: se puede acceder vía internet.
Consultar horarios de tutorización de la asignatura 67012024
COMPETENCIAS QUE ADQUIERE EL ESTUDIANTE
COMPETENCIAS:
Generales:
a.- Iniciativa y motivación.
b.- Planificación y organización
c.- Manejo adecuado del tiempo.
d.- Análisis y síntesis.
e.- Aplicación de conocimientos a la práctica.
f.- Razonamiento crítico.
g.- Seguimiento, monitorización y evaluación del trabajo propio o de otros.
h.- Aplicación de medidas de mejora.
i.- Comunicación y expresión escrita.
j.- Competencia en la búsqueda de información relevante.
k.- Competencia en la gestión y organización de la información.
l.- Que los estudiantes puedan trasmitir información, ideas, problemas y soluciones a un
público tanto especializado como no especializado.
m.- Que los estudiantes hayan desarrollado aquellas habilidades de aprendizaje necesarias
para emprender estudios posteriores con un alto grado de autonomía.
Específicas:
a.- Conocimiento de la estructura discrónica general de la Historia y capacidad para
caracetrizar los grandes períodos históricos y sus subdivisiones internas con arreglo a los
distintos criterios de la historia política, económica, social, religiosa o cultural.
b.- Conocimiento de los principales hechos históricos (acontecimientos, procesos,
UNED 6 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
coyunturas) que han tenido lugar en los distintos períodos en los que tradicionalmente se ha
dividido la Historia.
c.- Conciencia de la diversidad de ámbitos espaciales y escalas del conocimiento histórico:
historia universal, historia de Europa, historia nacional.
d.- Conciencia de las continuidades y de los cambios que tienen lugar en el proceso histórico
y capacidad para comprenderlos.
e.- Conciencia crítica de la relación existente entre el conocimiento histórico vinculado a los
problemas del presente y los hechos que estudia ocurridos en el pasado.
f.- Conciencia de la complejidad y diversidad de las situaciones, sucesos y mentalidades del
pasado.
g.- Capacidad de exponer por escrito de forma narrativa los resultados de un estudio
histórico conforme a los cánones críticos de la disciplina, haciendo comparaciones,
combinando el análisis con la síntesis y el razonamiento inductivo con el deductivo.
h.- Capacidad para generar sensibilidad e interés por los temas históricos.
i.- Capacidad de identificar, organizar y utilizar apropiadamente fuentes de información para
el estudio y la investigación histórica.
j.- Capacidad para hacer uso de los instrumentos de recopilación de información histórica,
catálogos bibliográficos, inventarios de archivo y referencias electrónicas.
RESULTADOS DE APRENDIZAJE
1.- Proporcionar un conocimiento racional y crítico del devenir histórico entre el momento de
ruptura de la Cristiandad y la articulación de un orden europeo concebido con vocación se
superar los determinismos confesionales.
2.- Procurar la adquisición por los estudiantes de un conocimiento preciso de los principales
acontecimientos y de los procesos de cambio y continuidad que atraviesan ese período
histórico.
3.- Procurar que los estudiantes alcancen un conocimiento básico y riguroso de las genuinas
concepciones y las categorías propias de la cultura que identifica a esa temprana edad
moderna.
4.- Fomentar la capacidad de análisis y síntesis.
5.- Fomentar la capacidad de organización, y planificación.
6.- Fomentar la fluidez, la claridad y la coherencia expositiva de los estudiantes tanto en su
vertiente oral como escrita.
7.- Familiarizar al estudiante con los métodos, técnicas e instrumentos propios de la
disciplina.
UNED 7 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
CONTENIDOS
Programa
1. Los descubrimientos geográficos
2. La expansión demográfica y las transformaciones económicas.
3. Renacimiento y Humanismo.
4.- La ruptura de la Cristiandad.
5. Los orígenes de la política internacional en la edad Moderna: expansión turca y guerras de
Italia (1494-1516)
6. La hegemonía hispana y el orden europeo: 1492-1598
7. La monarquía francesa y las guerras de religión.
8. Inglaterra. Centralización política y Reforma
9. Otros estados europeos.
10. Europa en guerra: de la Pax Hispanica a las Paces de Westfalia y Pirineos.
1.- Los descubrimientos geográficos
Epígrafes:
Motivaciones, conocimientos geográficos y capacidades técnicas- Las primeras expediciones
europeas- El protagonismo de Portugal- Castilla, Colón y el descubrimiento de América-
Vasco de Gama y la llegada a la India- Otros viajes de españoles y europeos-
Consecuencias materiales y culturales de los descubrimientos.
Materia.
El tema versa sobre la primera expansión marítima de los europeos desde comienzos del
siglo XV hasta mediados del siglo XVI. Iniciada por los portugueses, pronto se sumarán los
castellanos y, ya en el siglo XVI, tras el descubrimiento de América, los franceses y los
ingleses, aunque con resultados muy desiguales y con objetivos diferentes, pero
aprovechando los avances técnicos desarrollados y aplicados a la navegación, como la
brújula, el astrolabio, los portulanos, las tablas trigonométricas y la carabela.
El control terrestre de la ruta de las especias por el Imperio Otomano a mediados del siglo
XV y el monopolio ejercido por Venecia, dada su estratégica posición en el Mediterráneo
Oriental, obligará a las potencias navales del Mediterráneo Occidental a buscar nuevas vías
comerciales, especialmente a Génova, cuyos mercaderes ya se habían adentrado en el
Atlántico en el siglo XIV e instalado en Portugal y Castilla con la finalidad de controlar el
tráfico mercantil entre el Sur y el Norte de Europa. Pero en esta búsqueda, los auténticos
beneficiados fueron los portugueses, que se habían instalado en Marruecos impulsados por
el espíritu de cruzada de la nobleza portuguesa y por la dependencia que tenían de cereales
UNED 8 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
en esta zona. Después, la necesidad de conectar con las regiones productoras del oro
africano y de los esclavos negros, vitales para el cultivo de azúcar en sus islas atlánticas
(Madeira, Azores y Santo Tomé), y de acceder a los centros productores de las especias
asiáticas, llevaría a los portugueses a bordear la costa atlántica africana, alcanzar el cabo de
Nueva Esperanza en 1488 y; finalmente, enlazar con Asía durante la expedición de Vasco
de Gama y establecer las primeras factorías europeas en India y en el sudeste asiático.
En esta pugna por encontrar nuevas rutas marítimas que unieran a Europa con Asia los
monarcas castellanos participaron muy activamente, sobre todo a partir de 1488. Su principal
actuación, en este sentido, aparte de la conquista de las Islas Canarias, fue financiar el
primer viaje de Cristóbal Colón, empresa decisiva para su tiempo en tanto en cuanto que
permitió descubrir, aunque por casualidad, un nuevo continente, América, si bien el propósito
del viaje fuera muy distinto: alcanzar la costa asiática navegando hacia el este. Tras el
descubrimiento, los posteriores viajes que realizaron los españoles hacia el Nuevo Mundo
estuvieron dirigidos a la exploración de otros territorios y a la colonización de los ya
descubiertos, primero la isla La Española y, agotados sus yacimientos auríferos y diezmada
su población indígena, el resto de las Antillas y el continente, cada vez mejor conocido
gracias a los viajes de Juan de la Cosa y Americo Vespucio, entre otros navegantes. Todos
estos descubrimientos, y su correspondiente cartografía, facilitarán finalmente la
circunvalación del mundo por Fernando Magallanes y Juan Sebastián Elcano, quienes
aspiraban a encontrar una vía distinta a la ya conocida de África para conectar Asia con
Europa y evitar tener que enfrentarse a Portugal.
Ingleses y franceses, en cuanto tuvieron noticia del éxito del primer viaje de Colón, también
organizaron viajes hacia América, aunque los resultados obtenidos fueron desalentadores.
Portugal, por su parte, se adentró en el Atlántico septentrional, al amparo del Tratado de
Tordesillas, llegando sus marinos a Terranova, la península del Labrador y Groenlandia, al
tiempo que otras expediciones recalaron en la costa de Brasil donde establecieron sus
primeros asentamientos.
Lo más interesante de esta primera fase de expansión de los europeos por África, Asía y
América es que Portugal y España organizan rápidamente los mecanismos de ocupación y
explotación de sus nuevas posesiones. La corona portuguesa, consolidadas una serie de
plazas avanzadas en la costa africana, se lanzará de lleno a la conquista de enclaves
estratégicos en Asia con la finalidad de dominar el comercio de las especias, creando a tal
efecto fortalezas y factorías cuya supervivencia quedaba garantizada por el establecimiento
de una armada permanente en la zona, lo que permitiría, después de numerosas
escaramuzas, hacerse con el control de la península indostánica y dirigir su atención hacia el
golfo pérsico y Ormuz, plaza clave para la ruta del comercio especiero que conectaba el Mar
Rojo con el Mediterráneo Oriental a través de Egipto. Pero Portugal va más lejos: consciente
de que la India no era el centro productor de las especias, sino un gran mercado, tras ocupar
UNED 9 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
Goa en 1510 se desplaza rápidamente hacia Malaca, que conquista en 1511, y hacia
Sumatra, al tiempo que logra instalarse en Macao con el favor de China y establecer
importantes contactos comerciales con Japón.
En el caso español, la ocupación de América se efectúa de manera muy diferente a la
realizada en África y Asia por Portugal, a excepción de Brasil, donde el modelo de
colonización es muy similar al de España. La creación, en Sevilla, de la Casa de
Contratación de las Indias (1503), confirma el interés comercial de los castellanos en la
empresa americana, tanto o más que su evangelización. La progresiva colonización del
territorio llevó a la corona española a crear una sección especial en el Consejo de Castilla
para la administración y gobierno de estos territorios ya en 1519 y que será el punto de
partida del posterior Consejo Real y Supremo de las Indias instituido por Carlos I en 1524. El
sistema de la encomienda, por el cual los españoles se beneficiaban del trabajo de los
indígenas, originó numerosos abusos que llevaron en 1512 a la promulgación por la corona
de las Leyes de Burgos, con las que se intentaba frenar la explotación indiscriminadada de
los aborígenes al establecer la obligatoriedad para los colonos de abonarles un salario y una
jornada de trabajo, y de procurarles alojamiento. En estas condiciones, la posibilidad de un
rápido enriquecimiento para los españoles se desmoronaba, por lo que muchos optaron por
colonizar nuevos territorios: el descubrimiento de la península de Yucatán por Francisco
Fernández de Córdoba en 1517 y el posterior viaje de Juan de Grijalva, que recorrió todo el
litoral de la península, entrevistándose además con enviados de Tenochtitlán, fueron
decisivos para la penetración de los españoles en el continente y la conquista de México, la
cual generó a su vez nuevas expediciones hacia el sur y hacia el norte, descubriéndose la
península de Florida. Por otro lado, desde Panamá, fundada en 1518, se organizan
expediciones a la América meridional con la esperanza de encontrar el mítico El Dorado, lo
que llevaría, finalmente, a la conquista de Perú por Diego de Almagro y Francisco Pizarro, y
a toda una serie de expediciones que poco a poco irían anexionando a la corona nuevos
territorios.
Los descubrimientos portugueses y españoles tuvieron un fuerte impacto en Europa: cultural,
desde luego, pero ante todo económico. Porque si bien Venecia prosiguió comerciando con
las especias, al menos en el Mediterráneo Oriental, durante el siglo XVI, fue Portugal la que
prácticamente acaparó y monopolizo este negocio en la segunda mitad del Quinientos y
primeras décadas del siglo XVII, cuando su privilegiada posición en Asia fue minada por los
holandeses. En el caso español, la ocupación de la Española y la conquista de México y
Perú supusieron el envío hacia Europa en los primeros años del siglo XVI de importantes
remesas de oro, que se mantuvieron hasta 1560, cuando el descubrimiento y explotación de
valiosos yacimientos de plata inundaron los mercados europeos de este preciado metal y
aun los asiáticos a través del Galeón de Manila que conectaba América con las Islas
Filipinas y a éstas con China, cuya demanda de plata incrementó notablemente los
UNED 10 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
intercambios comerciales con el imperio hispánico. Todo ello suscitó, además, una fuerte
emigración de castellanos hacia América y la necesidad de la corona española de establecer
cauces de gobierno que aseguraran el control de territorios tan alejados: las Leyes Nuevas
de 1542-1543 son el punto de inflexión en este sentido, ya que con ellas se ponen los pilares
para la reforma de la administración indiana y la convivencia entre españoles e indígenas
con la eliminación de la esclavitud y la erradicación, en lo posible, de la encomienda, al
mismo tiempo que se regulaba el modo de hacer nuevos descubrimientos y se creaban
virreinatos y audiencias.
Lectura recomendada: J. H. Elliott, El Viejo y el Nuevo Mundo, Madrid, Alianza, 1984.
2. La expansión demográfica y las transformaciones económicas
Epígrafes:
Características de la demografía “antigua”. Los factores demográficos. Crecimiento y crisis.
La sociedad estamental y los conflictos sociales. La expansión agrícola y ganadera. Las
manufacturas y el comercio. La revolución de los precios y la crisis de fin de siglo.
Materia:
i.- El tema aborda en sus primeros epígrafes una serie de rasgos estructurales de larga
duración de los siglos modernos: por un lado, la evolución demográfica, el reparto de la
población europea y el desarrollo de las ciudades tanto a nivel general como por regiones
geográficas; y por otro, la organización de la sociedad y los conflictos sociales que se
producen en su seno.
Para comenzar hay que tener en cuenta que la dinámica de la población europea en los
siglos modernos se ajusta en todo al modelo demográfico antiguo, caracterizado por una
natalidad y una mortalidad elevadas y, en consecuencia, por un crecimiento vegetativo débil
a pesar de que la fecundidad era también alta. Los datos lo confirman claramente, aun
cuando resulta difícil medir las tasas de mortalidad y natalidad por el desconocimiento del
volumen de la población en cada localidad: las tasas brutas de mortalidad ordinarias oscilan
entre el 28 y el 38 por mil, mientras que las de natalidad se sitúan entre el 35 y el 45 por mil,
considerándose la tasa de 40 por mil la más representativa, aunque en casos excepcionales
podía elevarse al 57 por mil, como entre los colonos franceses de Canadá a principios del
siglo XVIII.
Las causas de tan alta mortalidad, a la que no es ajena la elevada tasa de mortalidad infantil,
que giran en torno al 250 por mil, son varias: una economía agraria de escaso desarrollo
tecnológico, sujeta además a fuertes oscilaciones climáticas, y con una infraestructura que
no era capaz de cubrir las necesidades alimenticias de la gente; un reparto desigual de la
riqueza, lo que favorecía la mala nutrición de gran parte de la población y con ella que fuese
más vulnerable a todo tipo de enfermedades infecciosas; la falta de higiene generalizada
UNED 11 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo en los sectores más humildes de la
sociedad, lo que facilitaba la transmisión de agentes patógenos; y la ineficacia de una
medicina poco evolucionada. A todos estos factores ordinarios hay que añadir los
extraordinarios: el hambre, la guerra y las enfermedades epidémicas, en particular la peste,
cuyas repercusiones allí donde se producían eran tanto más graves por cuanto que
afectaban al normal desarrollo demográfico, ya que incrementaba las emigraciones, reducía
el número de nuevos esponsales y disminuía las concepciones. La consecuencia de todo
ello es que la esperanza de vida de los europeos era muy corta: entre 23 y 25 años en
Francia para hombres y mujeres hacia 1740; entre 31 y 38 años en Inglaterra desde 1541.
¿Cuántos habitantes vivían en Europa en el siglo XVI? Hacía 1500 se estima que la
población rondaba en torno a 82 millones de personas; en 1600 se había elevado a 105
millones. Este crecimiento fue debido a unas altas tasas de nupcialidad y de natalidad, y a
un descenso de la mortalidad, al menos hasta la década de 1560. A partir de 1570, sin
embargo, esta tendencia comenzó a invertirse a causa de la subida desproporcionada,
respecto a los salarios, del precio de los cereales, general en toda Europa, como
consecuencia de una sucesión de malas cosechas causadas por un progresivo enfriamiento
atmosférico. Quienes más crecieron en esta centuria fueron Rusia, por la colonización de
amplias superficies en el Mar Negro y en el Caspio, así como los Países Bajos, Inglaterra y
España, aunque en este caso desde la década de 1580 se observan claros signos de
retroceso, al menos en Castilla. Menor crecimiento demográfico se aprecia en Alemania,
Italia y Francia, aun cuando era la nación más poblada de Europa, donde, por otra parte, se
aprecian diferencias notables entre regiones.
¿Cómo se distribuía la población europea? Los demógrafos establecen un reparto muy
desigual: mientras que en las colonias de América existía un considerable vacío con una
densidad media inferior a 0,3 hab/km2, en Europa la densidad media se mantuvo entre18 y
22,5 hab/km2 durante el siglo XVII. Pero en el interior del viejo continente también se
observa una desigual distribución: Francia, Italia, los Países Bajos, Inglaterra, los valles del
Rin y del Danubio eran los territorios más densamente poblados; los países escandinavos,
los menos habitados. Entre ambos extremos se encontraba España y la mayor parte de los
territorios alemanes.
Semejante desigual distribución está relacionada a su vez con el auge de las ciudades, que
no dejaron de crecer durante la centuria: las 26 ciudades que hacia 1500 contaban con
40.000 habitantes pasaron a ser 42 en 1600. Y no es una casualidad que estos centros
urbanos prosperasen en las regiones más densamente pobladas y con mayores recursos
económicos: en los Países Bajos, sobre todo, pero también en los valles del Rin y del
Guadalquivir y en Italia. Otras ciudades, sin embargo, crecieron de forma desmesurada bajo
el amparo de la corte y de su privilegiada posición en el circuito comercial europeo. Es el
caso, a finales del siglo XVI, de París, Nápoles y Constantinopla (tenían más de 200.000
UNED 12 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
habitantes), de Londres, Milán y Venecia (entre 150.000 y 200.000 habitantes), de Roma,
Sevilla, Ámsterdam, Lisboa y Palermo (en torno a los 100.000 habitantes) y de Mesina,
Florencia, Génova, Madrid, Granada y Valencia, con una población comprendida entre
60.000 y 100.000 habitantes.
En cuanto a la sociedad del siglo XVI hay que decir que presenta las mismas características
que venían dándose desde la Edad Media. Como entonces, estaba integrada por dos
estamentos privilegiados, el clero y la nobleza. Los que no pertenecían a ninguno de estos
grupos formaban por exclusión un tercer estamento, el estado llano, el estado general o el
tercer estado. Este esquema tripartito, justificado por la teoría política que proyectaba el
orden celestial en la sociedad de la época, es sin duda demasiado simplista, ya que la
realidad siempre fue más compleja al no existir unas fronteras precisas entre los estamentos.
Porque si en la teoría los no privilegiados sólo podían aspirar a formar parte del clero, que
era un estamento abierto, no determinado por el nacimiento, como los otros dos estamentos,
lo cierto es que a la nobleza se accedía también por diversas vías: a través de matrimonios
desiguales de nobles y plebeyos, mediante la exclusión en los padrones de pecheros y la
compra de empleos públicos, cuando no del ennoblecimiento por concesión de los monarcas
en recompensa de servicios prestados a la Corona, incluidos los financieros.
El afán de los plebeyos por integrarse en la nobleza, especialmente los burgueses
enriquecidos con la actividad mercantil –este proceso ha llevado a algunos autores a hablar
de la “traición de la burguesía”-, respondía a unos objetivos muy precisos, no exclusivamente
materiales, pues a las exenciones fiscales que todo noble gozaba, importantes, sin duda, se
sumaban una serie de privilegios jurídicos de no menor interés, como el de ser juzgados por
tribunales especiales, no poder ser atormentados salvo por ciertos delitos, tales que el de
lesa majestad, ni ahorcados, ni azotados ni condenados a galeras ni encarcelados por
deudas civiles. Pero integrarse en el estamento eclesiástico tampoco era una opción
desdeñable por varios motivos: sus miembros estaban exentos de la jurisdicción ordinaria y
gozaban de privilegios fiscales, lo que favorecía el fraude al poner en cabeza de un pariente
eclesiástico la hacienda familiar.
Por otra parte, dentro de cada estamento existían marcadas desigualdades en función de la
riqueza y del lugar que cada individuo o familia ocupaba en las instituciones civiles y
religiosas. Así, en el estamento nobiliario hay que distinguir entre alta y baja nobleza: al
primer grupo pertenecían los nobles poseedores de un título (duque, marqués, conde,
barón), propietarios además de extensos señoríos; al segundo, varias categorías que se
suelen identificar con la denominación de caballeros o gentileshombres, y en Castilla
también con la de hidalgos. En el estamento eclesiástico las desigualdades eran análogas:
no disponían de los mismos ingresos el alto clero (prelados y canónigos) que el bajo clero
(curas párrocos), y estas diferencias se acentuaban en el bajo clero en función de que sus
miembros residieran en la ciudad o en el campo. Y lo mismo sucedía entre el clero regular:
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había órdenes religiosas que disponían de elevadas rentas y otras, como las mendicantes,
menos prósperas. Finalmente, en el seno del estado llano se producían igualmente
contrastes de riqueza muy acentuados.
En los núcleos urbanos destacaban los hombres de negocios, los comerciantes-banqueros
del Renacimiento, los asentistas de España o los financieros de Francia, que gozaban de un
nivel de vida similar al de alta nobleza y de unos ingresos considerables; por debajo de ellos
se encontraban los mercaderes de lonja, al por mayor, y algunos maestros artesanos,
plateros, sobre todo; después venían los pequeños y medianos comerciantes, cuyo nivel de
ingresos se asemejaba mucho al de los maestros artesanos; el último eslabón lo integraban
oficiales, criados, aprendices, un variopinto grupo de trabajadores libres no especializados
que se dedicaban a la carga y descarga de mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”,
“bergantes” y “journeymen”) y una multitud de pobres que vivían de la caridad. Junto a ellos
hay que mencionar a los rentistas y a un abigarrado conjunto de profesiones relacionadas
con la administración local y estatal, así como con los tribunales de justicia y con la actividad
comercial: abogados, notarios, procuradores, agentes de comercio y otros muchos empleos
de características similares.
En las zonas rurales también se aprecian importantes desigualdades. Es verdad que el
campesinado constituía la mayoría de la población europea, pero su situación social y
económica variaba en función de diferentes factores: que fuera propietario de tierras de labor
y de ganados, que fuera jornalero o que dependiera de un señor jurisdiccional, del régimen
de tenencia de la tierra o de la duración de los contratos de arrendamiento y de aparcería.
En los países del Este de Europa el campesinado estaba sometido al régimen de
servidumbre, lo que implicaba la obligación de realizar determinados trabajos gratuitos en
beneficio del señor (corvées o robot). Así pues, encontramos campesinos acomodados que
poseían tierras en propiedad o con contratos favorables, así como animales de tiro y
utensilios de labranza (“labradores honrados” en Castilla; yeomen en Inglaterra); campesinos
medios independientes –su número fue reduciéndose en el siglo XVII debido sobre todo a la
evolución capitalista de la agricultura-; labradores dependientes, que no disponían de tierras
suficientes para hacer frente al pago de diezmos, rentas e impuestos; y jornaleros o
campesinos sin tierra.
ii.- En cuanto a los epígrafes relacionados con las transformaciones económicas, el rasgo
que caracteriza a la economía del siglo XVI es la permanente pugna entre unas estructuras
que se mantienen inmóviles, sin apenas transformaciones, y unos comportamientos muy
dinámicos, por el contrario, en el mundo comercial y financiero. Donde mejor se aprecia el
inmovilismo es en el sector agrícola: el régimen de tenencia de la tierra y de su explotación
sigue unas pautas heredadas de siglos anteriores, aunque la mayor demanda de productos
agrícolas y el aumento de los precios, como consecuencia del incremento de la población,
introducirán algunos cambios en el paisaje. Así, se roturan bosques y nuevas tierras
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dedicadas antes al pasto de ganados para el cultivo de cereales, se realizan obras
hidráulicas –como en los Países Bajos y Francia-, que permiten sanear terrenos o ganarlos
al mar, y se intensifica en determinadas regiones el sistema de cultivos eliminando el
barbecho sin que por ello se agotara el suelo, ya que se plantaron distintas especies que
exigían menos nutrientes, como las plantas forrajeras. Esta “nueva agricultura” asociaba
además el ganado estante a la explotación agraria, con lo cual se beneficiaba de mayor
cantidad de abono. Por el contrario, la ampliación de la superficie cultivada a tierras de mala
calidad produjo con el tiempo rendimientos decrecientes y su posterior abandono.
El sector industrial registró, en cambio, avances significativos en todos los campos: en la
extracción de carbón y de metales preciosos y en su tratamiento, en la construcción naval y
en la producción textil. Aquí la novedad mayor se produjo en la pañería, puesto que la
fabricación de productos de alta calidad fue sustituida por manufacturas textiles más baratas
destinadas a cubrir las necesidades de un sector amplio de la sociedad, lo cual, sólo fue
posible gracias a la utilización de nuevos elementos técnicos, como el batán, el huso de
rueda o la máquina de hacer calcetas, y al empleo de mano de obra no agremiada a tiempo
parcial, fundamentalmente campesina.
También el sector comercial experimentó innovaciones importantes. Para empezar, la
demanda urbana de productos, tanto agrícolas como manufacturados –en las zonas rurales,
en cambio, la economía era fundamentalmente de autoconsumo, de subsistencia-, requería
un incremento en los intercambios terrestres y marítimos, lo cual sólo era posible si se
mejoraban las carreteras y los medios de transporte (carretas y barcos), los sistemas de
información, los tipos de cambio e interés del dinero, las ferias y los seguros en los
transportes. Aun así, la articulación de los mercados era escasa, sobre todo en el interior, y
además el coste del transporte por carretera resultaba muy gravoso y encarecía en exceso
determinados productos como la madera o el trigo. En cambio el comercio a larga distancia
experimentó un auge creciente por su alta rentabilidad: el de España con sus territorios en
América; el de Portugal con sus posesiones y factorías en Asia y África. Oro y plata, tabaco,
azúcar, tintes, sedas y especias compensaban, por sus elevados beneficios, los envíos hacia
esas regiones de productos agrícolas y de manufacturas textiles procedentes de la misma
metrópoli o de otros centros industriales, en particular de Italia y de los Países Bajos.
La posición privilegiada de Sevilla y Lisboa en el comercio ultramarino del siglo XVI altera sin
duda los circuitos comerciales vigentes hasta entonces, aunque el eje económico que unía
al norte de Italia con el sur de Alemania y los Países Bajos había comenzado a mostrar
signos de debilidad en beneficio de un eje atlántico a raíz de las guerras de Italia entre
España y Francia. Sin embargo, ni Portugal ni España serán los grandes beneficiarios de
ese comercio a medio y largo plazo: italianos y alemanes, y flamencos después, se
aprovecharan de las oportunidades de negocio que se les brindaba a través de la concesión
de empréstitos a la Corona española. Así la ciudad de Amberes se convirtió en el primer
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centro comercial y financiero de los Países Bajos e incluso de Europa, aunque su posición
privilegiada se fue deteriorando poco a poco al compás de las dificultades de las ciudades
del sur de Alemania y del comercio con el Báltico, de las quiebras financieras de las
monarquías francesa y española, del mantenimiento de una moneda de plata sobrevalorada
que provocó la huida del oro hacia Francia y finalmente del saqueo de la ciudad por las
tropas españolas en 1576 y el cierre de las bocas del Escalda a partir de 1585. El relevo lo
tomará otra ciudad de los Países Bajos, Ámsterdam, cuya pujanza será relevante en el siglo
XVII.
Para terminar es preciso mencionar el valor del dinero y el sistema financiero. El juego de la
oferta y la demanda era esencial para la fijación de los precios en los productos y mercados,
y la moneda en la época era una mercancía más, por lo que su escasez o abundancia
determinaba su precio. Así, a mayores remesas de plata menor cotización de la moneda y
mayor valor del resto de las mercancías. De este modo, el siglo XVI experimentó un
crecimiento de los precios, inferior, sin embargo, al que creían los contemporáneos haberse
alcanzado, pues tan sólo supuso un 2 óun 3 por ciento anual, por lo que apenas se
multiplicarían por 4 o 5 durante toda la centuria, motivo que induce a muchos historiadores a
considerar excesivo que se aplique a dicha alza el término “revolución de los precios”.
El dinamismo comercial supuso a su vez la necesidad de disponer de instrumentos que
agilizaran la circulación de dinero, como la letra de cambio, pero también de capitales más
cuantiosos y al menor coste posible: cambistas y banqueros fueron los artífices de que el
mercado estuviera abastecido de dinero, no ya porque podían conceder todo tipo de créditos
a los particulares, sino porque giraban numerario entre distintos centros financieros y porque
recibían dinero en depósito. Con todo la circulación monetaria en las ciudades era escasa
–casi insignificante en las zonas rurales-: las compras de géneros en las lonjas para el
abastecimiento de las tiendas se realizaba por lo común al fiado, una práctica que se
mantuvo durante toda la época moderna. También los estados, como el español, recurrieron
al crédito para sufragar sus empresas militares concertando asientos con financieros
solventes o emitiendo deuda pública (juros) a un tipo de interés del 10 por ciento, si bien con
el tiempo se fue recortando al 7, al 5 y al 3 por ciento, ya a finales del siglo XVII. Banqueros
alemanes, españoles y genoveses intervinieron en esta aventura crediticia obteniendo
considerables beneficios en el cobro de intereses, aunque la quiebra del Estado podía
llevarles a la bancarrota, pero también participaron nobles, funcionarios y mercaderes.
Lecturas recomendadas:
M. Greengrass, La destrucción de la Cristiandad, 1517-1648, Barcelona, Pasado y Presente,
2015, págs. 65-134.
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3. Renacimiento y Humanismo
Epígrafes:
Los conceptos de Renacimiento y Humanismo- Características y factores de difusión- Italia y
otras realidades europeas- La ciencia en los siglos XV y XVI- La crisis de los poderes
universales y las monarquías del Renacimiento- Instrumentos del poder real y poderes del
reino- El pensamiento político de la primera Edad Moderna.
Materia:
i.-El tema comienza estudiando la cultura en la primera Edad Moderna. El hecho más
destacable en dicho momento fue el Renacimiento, que constituye uno de los grandes
cambios característicos del paso del mundo medieval a la modernidad. Como todos los
grandes fenómenos culturales del Antiguo Régimen, sin embargo, el Renacimiento afectó
exclusivamente a unas elites sociales y culturales, por lo que el tema debe comenzar
planteando la diferencia entre la cultura de tales minorías y la cultura popular. La gran masa
de la sociedad era entonces analfabeta, concepto que no tiene el significado
contemporáneo, pues la normalidad entonces era la existencia de un amplio porcentaje de la
población ajena al mensaje escrito, precisamente en la época en que, recién inventada la
imprenta, la difusión de éste iba a conocer una auténtica revolución, que será otra de las
características de la Edad Moderna.
La organización de la enseñanza apenas sufrió cambios, con las escuelas de primeras
letras, vinculadas con frecuencia a la iglesia local, y los estudios posteriores equivalentes a
nuestra enseñanza secundaria, también vinculados habitualmente a la Iglesia, en colegios o
preceptores privados. Desde el siglo XIII, los centros superiores de la enseñanza en Europa
eran las universidades, surgidas en muchos lugares bajo el patrocinio del papa, el obispo o
el rey. En ellas había una serie de facultades clásicas y predominaban los saberes
escolásticos, que constituían un freno importante para las novedades. Las innovaciones
científicas del siglo se dieron en buena medida fuera de ellas.
Sobre este mundo bastante estático incide el Renacimiento, que es un gran movimiento
cultural consistente en el redescubrimiento y la vuelta a los modelos de la Antigüedad en
todos los órdenes de la vida, lo que significa que, frente a la cultura de matriz casi
exclusivamente cristiana que había dominado la Edad Media, se recuperan ahora valores
éticos, políticos, literarios, artísticos, modelos de vida, etc., esencialmente paganos, aunque
el peso de la Iglesia, la creencia y la religiosidad harán lo posible por pasarlos por un tamiz
cristianizador. Tal redescubrimiento se realizó a través de varias vías: los viajes, la
recuperación arqueológica de objetos de la antigüedad y, sobre todo, la depuración
filológica, que permitía a sus cultivadores ponerse en contacto directo con los textos de
Platón, Aristóteles, Demóstenes, Sófocles, Virgilio, Cicerón y tantos otros, sin el
intermediario obligado de viejas traducciones o malas versiones medievales. Los estudios
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profundos de latín, griego, hebreo o arameo, y su difusión gracias a la imprenta, llevaron a la
recuperación de muchos de estos autores así como de los modelos de vida implícitos en sus
obras; de la misma manera, la depuración lingüistica aplicada a la Biblia es una de las bases
que explican la Reforma.
Quienes se especializaban en el conocimiento filológico de las lenguas clásicas recibían el
nombre de humanistas, pues se dedicaban a estudios de “humanitas”, el conjunto de
saberes sobre los que se basaba el nuevo modelo de hombre que ahora se propone. De ahí
la diferencia entre Renacimiento y Humanismo, que no son sino dos aspectos –el uno
general y el otro específico- de una misma realidad. El Renacimiento fue un gran fenómeno
cultural, cuyos orígenes más lejanos estarían en el siglo XIV (trecento), llegando a su
apogeo a finales del XV y comienzos del XVI. Sus manifestaciones esenciales se dieron en
el terreno artístico y literario pero, más allá de ellas, se caracterizó por la difusión de una
serie de valores como el hombre, la naturaleza, el gusto por la vida, que pudieron
contraponerse, no siempre sin tensiones, a la cosmovisión heredada de la Edad Media. La
ciudad terrenal frente a la ciudad de Dios, basándonos en la obra de San Agustín.
Desde el punto de vista geográfico, el epicentro fueron las cortes de las principales ciudades
italianas, gracias al mecenazgo de príncipes y papas. Allí brillaron las obras y los escritos de
los grandes representantes de tan importante fenómeno cultural. Pero desde una fecha
temprana, los nuevos valores comenzaron a difundirse como consecuencia de medios como
el comercio, los viajes, la correspondencia... Ya a finales del siglo XV, el inicio de las guerras
de Italia supuso una amplia expansión del Renacimiento por buena parte de Europa.
Algunos de los humanistas más destacados nacieron fuera de Italia, como el holandés
Erasmo de Rotterdam o el español Luis Vives. Los límites cronológicos del Renacimiento no
llegan mucho más allá de la segunda mitad del siglo XVI, cuando la contrarreforma y el
áspero enfrentamiento a ella ligado, frenó el desarrollo de un movimiento expansivo,
optimista, enfrentado ahora a las terribles disputas de índole religiosa, que en cierta medida
se habían inspirado en traducciones humanistas del Nuevo Testamento. En el campo del
arte, el manierismo mostraba el agotamiento de la estética renacentista, poco a poco
suplantada por una nueva cosmovisión, el barroco, más acorde con una época de
enfrentamientos y crisis.
Aunque en el terreno de la ciencia no se produjeron grandes avances –habría que esperar
para ello al siglo XVII- hubo sin embargo aportaciones notables. Por ejemplo, en la medicina,
con los progresos en el conocimiento de la circulación de la sangre, la anatomía o la cirugía.
También en las técnicas (máquinas de construcción, inventos, con la figura descollante de
Leonardo Da Vinci) o en la astronomía, en la que destaca la figura del polaco Nicolás
Copérnico, quien formuló por primera vez la teoría heliocéntrica.
ii.- El tema trata también sobre la política en la Europa de finales del siglo XV y del siglo XVI,
un periodo histórico que presenta uno de los cambios más característicos de la modernidad:
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el desarrollo de poderes soberanos cada vez más potentes y definidos, con una fuerte
tendencia a la centralización del poder y que dejan clara su supremacía sobre nobles,
ciudades, parlamentos, eclesiásticos y otros poderes existentes en los reinos o territorios
sobre los que lo ejercen.
Para definir este importante proceso histórico, la historiografía ha utilizado hasta hace unos
años el concepto de Estado Moderno, entendiendo que tales cambios estaban en la base de
la constitución de los futuros estados que han llegado hasta nosotros. Desde hace un par de
décadas, sin embargo, dicha visión ha sido objeto de fuertes críticas. Se le ha acusado,
entre otras cosas, de presentismo, de ver el proceso histórico desde la perspectiva de la
realidad actual, entendiendo que el Estado no surge propiamente hasta los siglos XVIII y XIX
y que las entidades políticas soberanas de la primera Edad Moderna se estructuran de una
forma diferente, en la cual el elemento decisivo no es una abstracción jurídica como el
Estado, sino la realidad que se deriva del poder personal del soberano, fuente de la ley y
personificación de la justicia. El poder político se justifica y estructura a partir de él, lo que da
lugar a unos entes básicamente distintos de los Estados contemporáneos. Lo cierto es que
el debate sigue abierto, pues hay quien defiende la existencia de ciertos elementos o una
primera forma de estatalización, por muy alejada que pueda estar de la realidad y las
características de los Estados posteriores. Ante la polémica, el término estado moderno se
utiliza cada vez menos, siendo sustituido por otros menos comprometidos como el de las
nuevas monarquías del Renacimiento, que aquí se adopta, pese a que no todas ellas fueran
monarquías.
La emergencia de poderes soberanos fuertes suponía el fin de la estructura política
característica de la Europa medieval. Tal cambio tuvo numerosas repercusiones. En el
conjunto de Europa, perjudicó claramente a los dos poderes que se habían arrogado un
carácter universal que les situaba por encima de los demás: el papa y el emperador. El
poder universal del papa derivaba del hecho de ser la cabeza espiritual del conjunto, pues no
olvidemos que lo que hoy llamamos Europa se conocía entonces como la Cristiandad, y se
caracterizaba por compartir la religión cristiana bajo la dirección del Sumo Pontífice. Todo
esto cambiaría a raíz de la Reforma protestante, que sacó de la obediencia de Roma a
muchas iglesias y cristianos europeos. Al propio tiempo, los afanes de los distintos
soberanos por controlar sus iglesias nacionales (regalismo, en Francia galicanismo), llevaron
a fuertes tensiones con el papado y en algún caso (Inglaterra) fueron decisivos para llevar el
país hacia la ruptura con Roma y la reforma protestante. El otro poder, el del emperador, ya
muy debilitado a finales del siglo XV, conocería con Carlos V una nueva ocasión para
convertirse en el árbitro de Europa, aunque ya no sobre la base de su poder en los territorios
propios del Imperio, sino a partir de su condición de rey de la pujante Castilla y el importante
aporte monetario de sus dominios en Indias. Pero la Reforma contribuyó a debilitar aún más
su poder en el ámbito alemán y, al igual que su abuelo Maximiliano I, fracasó en el intento de
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constituir allí una monarquía moderna. Desde mediados del siglo XVI, con su sucesor
Fernando I, el imperio no era ya más que un título vacío.
Las características e instrumentos de las nuevas monarquías fueron comunes y, con ligeras
variaciones, pueden encontrarse en distintos reinos y territorios. Todos los soberanos
pretenden –y en buena medida consiguen- unificar el territorio sobre el que gobiernan, fijar
sus fronteras y acabar con –o someter- los poderes internos que pudieran hacerles
competencia. Refuerzan las bases de su poder (religión, dinastía) y promocionan la imagen y
el prestigio de la realeza (símbolos, historia, literatura, arte). Organizan nuevas cortes de las
que ellos constituyen el epicentro, rodeados de una nobleza domesticada, eclesiásticos,
burócratas y otros cortesanos. Tienden hacia la unificación legislativa y la fijación de
repertorios y códigos, basados generalmente en el derecho romano... Para todo ello,
cuentan con instrumentos como el reforzamiento de las finanzas, la reorganización
administrativa (Consejos y tribunales), el apoyo de la burocracia -y en especial de un grupo
social emergente: los letrados o licenciados en derecho encargados de desarrollar y aplicar
la legislación real-. Un instrumento esencial será la guerra, gracias al monopolio de la
violencia que elimina los ejércitos privados de los nobles creando un único y potente ejército
al servicio del rey. También la diplomacia, para la representación y defensa exterior de sus
intereses.
Todo este proceso de imposición del poder real contó, obviamente, con las resistencias y
límites planteados por otros poderes, cuya capacidad de oponerse eficazmente determinó en
buena medida el éxito o el fracaso de esta nueva fórmula política. A raíz del feudalismo, se
habían constituido grandes poderes en manos de nobles, laicos y eclesiásticos que, en
algunos casos, llegaron a minimizar, e incluso a desconocer, el poder del monarca,
convertido en un “primus inter pares”. La implantación de las nuevas monarquías –allí donde
se realizó con éxito- hubo de someter tales poderes, subordinándoles claramente a ellas. Es
por ello que pueden denominarse poderes intermedios, en cuanto que ocupan un lugar entre
el soberano y los súbditos y a pesar de su autonomía –no olvidemos la fuerza de los
señoríos- colaboran, o están obligados a colaborar, en la gobernación del reino. Son los
nobles y señores, los poderes urbanos, las asambleas representativas (parlamentos,
cortes...), o los poderes eclesiásticos del propio reino. La alusión anterior a su carácter
intermedio nos introduce en una realidad propia del Antiguo Régimen, una de sus muchas
permanencias. En una época con escasos medios y posibilidades de comunicación, para la
gran mayoría de las gentes la realidad del poder no era el del rey, por mucha fuerza que éste
pudiera tener, sino el poder del padre de familia, del municipio, el señor, el cura u otros que
se vivían a diario y de forma inmediata.
Los éxitos y fracasos distinguen los territorios en que triunfaron las nuevas monarquías,
como España, Francia, Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Roma, Florencia, etc., de otros en los
que fracasaron, como Alemania o Polonia. Naturalmente, la fuerza que alcanzó el poder real
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y la periodización de los procesos a los que se ha aludido fueron diferentes en cada
territorio. Como lo eran también las características de éstos. La mayoría era monarquías
hereditarias, y algunas de las electivas (Bohemia, Hungría, Polonia) evolucionaron en tal
sentido. Un caso particular es el de los Estados Pontificios, encabezados por una monarquía
electiva peculiar que se conoce como la monarquía papal. Había también principados cuyo
soberano tenía un título inferior al de rey, como el ducado de Saboya, el gran ducado de
Toscana, etc. Finalmente, existían repúblicas antiguas como Génova, Venecia o los
cantones suizos, y se constituiría otra nueva: la de las Provincias Unidas, a finales del siglo
XVI y comienzos del XVII.
Lectura recomendada: Francisco Rico, El sueño del humanismo, Madrid, Alianza, 1993.
4. La ruptura de la Cristiandad
Epígrafes:
La vida en un mundo sacralizado y la religiosidad popular- Crisis de la religiosidad medieval
y primeras tentativas reformistas -Lutero y otros reformadores protestantes- La segunda
generación de reformadores: Calvino- La reforma católica: El concilio de Trento- La nueva
geografía religiosa. La Europa confesional.
Materia:
La ruptura de la Cristiandad es uno de los hechos más característicos de la Edad Moderna,
que marca de manera nítida su separación con la Edad Media. Ciertamente, las disidencias
y cismas habían jalonado toda la historia anterior del cristianismo. El más importante de
todos había sido el gran cisma de Oriente que dividió en dos el mundo cristiano: el
occidental, encabezado por Roma, y el oriental, en los territorios dependientes del Imperio
Romano de Oriente que más adelante caerían bajo el dominio del Imperio Turco. En la
propia cristiandad occidental –el ámbito geográfico de la Europa moderna- habían existido
numerosas tensiones, si bien todas las herejías habían acabado por ser dominadas o
erradicadas y los cismas reconducidos a la unidad. La característica esencial de la llamada
Reforma del siglo XVI habría de ser la perdurabilidad, pues la cristiandad occidental ya
nunca recuperaría su unidad, quedando fracturada en una serie de confesiones e iglesias
que han llegado hasta nosotros. De ahí que podamos hablar de ruptura de la cristiandad
occidental, el espacio geográfico dependiente de príncipes cristianos, un territorio que, con
alguna excepción como la Rusia ortodoxa, antes de la Reforma aceptaba unánimemente la
supremacía del papado de Roma.
La importancia de la religión es algo que hoy nos resulta difícil percibir. Para valorarlo en su
justa medida hay que tener en cuanta que, a diferencia del nuestro, aquel era un mundo
intensamente sacralizado, donde la incredulidad era prácticamente inexistente y en el que la
existencia estaba pautada por la religión desde la cuna a la sepultura. Los diversos
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momentos del día les marcaba el sonido de las campanas, las numerosas fiestas respondían
fielmente al santoral, muchos de los contratos y escrituras especificaban sus plazos
aludiendo a festividades religiosas. La gran mayoría de la masa analfabeta apenas recibía
otra instrucción y otras consignas que a través de la predicación y la confesión. La
omnipresencia de la muerte y el temor al castigo eran los mejores aliados de una Iglesia
institucional que había ido acumulando por ello un enorme poder y riqueza,
permanentemente incrementada con donaciones, especialmente en los testamentos.
Pero todo este mundo estaba en crisis a finales de la Edad Media. La perversión del poder
eclesiástico, la acumulación de riquezas, la obsesión por la salvación y el pecado, la venta
de indulgencias, las prácticas supersticiosas y semipaganas, la degeneración de las
costumbres del clero y otra serie de hechos habían llevado a muchos a la búsqueda de una
religión más auténtica, depurada de adherencias negativas y cercana al mensaje de Cristo.
Surgen así las primeras iniciativas reformistas que, si unas veces llevan a la ruptura con
Roma (Wyclif, Huss) en otros casos se mantienen dentro de la ortodoxia (“Devotio Moderna”,
reformismo de los Reyes Católicos…). La ruptura definitiva vendrá sin embargo con el fraile
alemán Martín Lutero, el primero y más importante de los grandes reformadores del siglo
XVI, cuyas doctrinas inspirarán el luteranismo, la principal de las corrientes reformistas en el
mundo germánico. A su sombra surgirán otros reformadores de menor importancia, como
Zwinglio o los anabaptistas, que mantienen con él diferencias doctrinales y logran influir en
determinadas zonas de menor extensión. Pronto, todos los reformadores contrarios a la
Iglesia de Roma y sus seguidores recibirán el nombre genérico de protestantes, que
esconde en realidad diversas tendencias. En una generación posterior surgirá el segundo
gran reformador, el francés Juan Calvino, creador de una doctrina más rígidamente
organizada que la de Lutero, que pondrá en práctica en Ginebra, y desde allí se extenderá
sobre todo por Francia, los Países Bajos y Escocia.
Pero el movimiento reformador estaba también en el seno de la Iglesia obediente a Roma.
Desiderio Erasmo de Rotterdam, tal vez el mayor de los humanistas, es la mejor prueba de
ello. Muchos miembros de la Iglesia intentaron evitar la ruptura. El propio emperador Carlos
V, en buena parte por intereses políticos, trató de llegar a acuerdos. Para muchos de ellos la
gran solución sería un concilio que aclarara la doctrina –la falta de claridad dogmática es una
de las grandes causas de la Reforma- y pusiera orden en la Iglesia. Sin embargo, cuando al
fin se celebró en la localidad imperial de Trento (1545-1563), ya no sirvió para evitar una
ruptura bastante consolidada para entonces. Sí fue, no obstante, el elemento clave de la
Reforma católica, que marcó las pautas doctrinales y disciplinarias que habrían de guiar la
vida de la Iglesia en los siglos siguientes.
En la segunda mitad del siglo XVI, después de las Reformas (protestante y católica) lo que
surgió fue una Cristiandad, o una Europa, profundamente dividida desde el punto de vista de
las creencias. Más aún, una serie de confesiones: católicos, luteranos, calvinistas…,
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beligerantemente convencidas, cada una de ellas, de estar en posesión de la verdad, y
firmemente dispuestas, por lo tanto, a imponérsela a los otros. Es la Europa de la
Contrarreforma, en lo que tiene de actitud contraria a los otros. En este sentido, se ha
hablado también de la Europa confesional, en alusión a un siglo de enfrentamientos –desde
mediados del XVI hasta el final de la guerra de los Treinta Años-, en los que las diversas
ortodoxias surgidas de la Reforma tuvieron un protagonismo decisivo. Es la época de las
guerras de religión (en Francia, los Países Bajos, guerra de los Treinta Años…),
enfrentamientos civiles especialmente crueles y violentos.
Lectura recomendada: Heinrich Lutz, Reforma y contrareforma: Europa entre 1520 y 1648,
Madrid, Alianza, 1992.
5. Los orígenes de la política internacional en la Edad Moderna: expansión turca y
guerras de Italia (1494-1516)
Epígrafes:
La situación internacional a mediados del siglo XV -El imperio turco. Organización y fases de
su expansión- Italia a comienzos de los tiempos modernos- Factores determinantes de las
guerras de Italia- Protagonistas y fases de la pugna por Italia- Las transformaciones militares
en los comienzos de la modernidad.
Materia:
El punto de partida del tema se sitúa en el periodo de paz relativa alumbrado en el horizonte
europeo desde el meridiano del Cuatrocientos. La conclusión de la Guerra de los Cien Años
entre Francia e Inglaterra (1453) y el inicial equilibrio alcanzado en latitudes italianas
mediante la Paz de Lodi de 1454, firmada entre el ducado de Milán y la república de Venecia
pero a la que de inmediato venían a sumarse Florencia, el reino de Nápoles y los estados
pontificios, dando así forma a la denominada liga italiana, encuadraban entonces un
poderoso cambio de tendencia. Y el mismo pronto pareció consolidarse con una secuencia
de episodios en la que habrían de situarse el reconocimiento de Isabel como princesa
heredera al trono castellano (1468), y la posterior solución de Guerra de sucesión castellana
(1479), o el fin de la Guerra de las Dos Rosas (1485).
Esa perceptible reducción de los riesgos de conflicto entre las distintas entidades europeas
experimentó sin embargo una quiebra en los momentos finales del siglo con la ruptura del
equilibrio asentado en Lodi para el universo italiano. Forjada en un dilatado e intrincado
proceso de desvinculación respecto al Sacro Imperio Romano Germánico, la abigarrada
cartografía política de la Península nunca en realidad asistió a la completa desaparición de
las feroces rivalidades territoriales. Poblada por una tan amplia como inusual variedad de
formas políticas, del reino de Nápoles a las repúblicas de Florencia, Venecia, Genova Siena
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o Luca, de los estados pontificios al principado eclesiástico de Trento, o de los ducados de
Milán, Mantua, Ferrara y Saboya a los marquesados de Monferrato o Saluzzo, a lo largo del
tiempo no sólo se habían ido perfilando ciertos bloques de poder. Con la vinculación de los
reinos Cerdeña (1325) y Sicilia (1409) a la Corona de Aragón como punto de referencia,
esos bloques también habían desarrollado poderosos vínculos con divergentes sujetos
dinásticos (España y Francia) en una dinámica que a la altura de 1494 desemboco ya en la
definitiva liquidación del orden establecido medio siglo antes en Lodi.
En una secuencia dispuesta siempre sobre idéntico patrón, y cuyo itinerario transita entre la
inicial apelación a instancias dinásticas externas para solucionar las querellas internas y el
posterior repudio de la presencia de aquellas mismas instancias derivado de las propias
modalidades de cancelación de las originales querellas, la invasión francesa con la que en
1494 Carlos VIII procura materializar la reivindicación de sus derechos sobre Nápoles
inauguraba un ciclo de conflictos cuya fase inicial se cerraba a la altura de 1516 con la
polarización entre un sur (Nápoles y Sicilia) vinculado a la monarquía hispana y un norte
(Milán, Génova y Piamonte) ubicado bajo la influencia de Francia..La ansiada estabilidad de
la cuestión italiana que podía atisbarse ese año con las firmas del concordato de Bolonia
entre Francia y León X y del Tratado de Noyon entre Francia y España, y que acentuaba un
año después el tratado de Cambrai, resultaría no obstante tan efímera como la que emanaba
del tratado de Londres de 1518 por el que todos los príncipes cristianos se comprometían a
unir sus fuerzas para conjurar la amenaza ya nada velada que reconocían en el imperio
otomano.
Convine tener presente al respecto que entonces la Cristiandad, al tiempo que se expandía
a través del Atlántico, estaba replegándose en el Mediterráneo. Con un principado de
Anatolia como núcleo territorial, la toma de Constantinopla en 1453 abría unas inmensas
posibilidades de conquista que el imperio Otomano pronto había de explorar. Sin descuidar
por ello el fortalecimiento de la frontera oriental de su vasto imperio extraeuropeo, ni
renunciar tampoco a su expansión hacia el sur, el avance mediterráneo fue de tal magnitud
que en el momento inaugural de las guerras de Italia Venecia podía ver amenazado el
dominio sobre sus propias aguas del Adriático. Quedaba así ya anunciado el magno
certamen que había de concretarse con la entrada en escena de Soliman el Magnífico, quien
en 1520,, un año después de la coronación imperial de Carlos V, iniciaba su asalto a la
Cristiandad. .Con una fisonomía política autocrática coronada también en clave dinástica por
el Sultán, al que asesoraban en materia de gobierno el gran visir y el reducido número de
consejeros que conformaban el tribunal superior o diván, la propia entidad e intensidad de
ese asalto no puede por lo demás desvincularse de otra cuestión: la posición cardinal que en
el equilibrio de la vida política, social y religiosa de la civilización otomana correspondía a la
guerra santa, abundando la propia estructura social en la subordinación de todo género de
lealtades a esa sagrada obligación.
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
Con las guerras de Italia y este imperativo de contención del Islam como nudos básicos del
devenir político europeo, la sustitución de aquel inicial horizonte de paz por este otro llamado
a consagrar el protagonismo de las armas que así se consumaba en el entorno de 1500
estuvo además acompañada por toda una serie de transformaciones militares cuyo singular
alcance y entidad ha inducido a cierta historiografía a acuñar el controvertido concepto de
revolución militar. Junto a los enormes retos financieros, administrativos y logísticos que
planteaban, esas innovaciones afectaron a todos los pliegues de la teoría y la práctica de la
guerra. Y así, a su modo y manera, no dejaron de imprimir una de las muescas quizás más
distintivas de aquellas monarquías dichas del Renacimiento.
Cronología Guerras de Italia, 1494/1517:
1494: Carlos VIII, rey de Francia, invade Italia. Coalición antifrancesa. Los Médici
expulsados de Florencia.
1497: Fin de la primera Guerra de Nápoles.:Ferrante II.
1498: Muere Carlos VIII y le sucede en el trono de Francia Luis XII
1500: Batalla de Novara: Luis XII desaloja de Milán a Ludovico Sforza.
1501: Francia y España conquistan Nápoles.
1503: Muerte de Alejandro VI y elección de Julio II.
1504: Tratado de Lyon: fin de la segunda guerra de Nápoles. Luis XII reconoce a Fernando
de Aragón como rey de Nápoles.
1505: Tratado de Blois entre España y Francia.
1508: Liga de Cambrai: coalición europea contra Venecia.
1509: Los venecianos derrotados en Agnadillo.
1511: Santa liga: España, Venecia, Suiza, los estados pontificios y los Sforza contra Francia.
1512: Batalla de Rávena: victoria francesa sobre las tropas pontificias y españolas.
Restauración de los Medicis en Florencia. Confederación Helvética toma Milán.
1513: Giovann de Médici llega a ser el papa León X. La Confederación Helvética derrota a
Francia en la batalla de Novara.
1515: Muere Luis XII y le sucede en el trono Francisco I. Batalla de Marignano y
recuperación francesa de Milán.
1516: Tratado hispano-francés de Noyon. Concordato de Bolonia. Muere Fernando de
Aragón y le sucede Carlos de Gante.
1517: Tratado de Cambrai.
6. La hegemonía hispana y el orden europeo, 1492/1598
Epígrafes:
Los Reyes Católicos: unión de coronas, reconquista y expansión- El imperio de Carlos V.
Dinastía y territorios- Conflictos políticos y confesionales: Francia, turcos y protestantes- La
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
Monarquía de España bajo Felipe II: identidad y proyección católica- La rebelión de los
Países Bajos- El agotamiento de Castilla.
Materia:
Habrá de tomarse en consideración al abordar este tema el juego derivado de la irrupción en
la escena de unas determinadas dinastías. Y muy particularmente del proceso de práctica
captura del espacio de la Cristiandad por parte de una de ellas: aquella que partiendo de un
origen suizo acabará por identificarse hasta tal punto con el lugar de su destino posterior que
podrá ser conocida y se identificará a sí misma como Casa de Austria. Tras un primer
desplazamiento hacia el confín oriental, con la misión de contención atribuida por el Papado
y la impronta de una mística universalista que tal original encomienda dejara en el conjunto
de la dinastía, iniciará precisamente en los comienzos del siglo XVI un movimiento opuesto
hacia Occidente que le llevará a poder conectar a la altura de 1516/19 los dos extremos
oriental y occidental de la Vieja Europa. Cuando Carlos de Gante, tras asumir en 1515 el
gobierno de sus dominios hereditarios de Borgoña, formalice definitivamente su posición
como Rey de España, en 1516 a la muerte de Fernando el Católico, y como Emperador en
1519. tras la muerte del emperador Maximiliano, a nadie se le escapaba el papel dominante
de esta familia en el conjunto europeo. Tal y como escribía hacia 1589 Giovanni Botero en
su Razón de Estado, capturando la más honda esencia del molde dinástico sobre el que
entonces se fraguaba la ordenación política y territorial europea, “ninguna familia alcanzó
nunca tanta grandeza y tanto poder por medio de los lazos familiares y las alianzas
matrimoniales como la Casa de Austria”.
Desde ese momento, y en gran medida, el resto de entramados dinásticos juegan al hilo de
las consideraciones de los Habsburgo, infundidas por la fuerte dosis de universalismo de que
se encuentra dotada la ínclita casa y por el planteamiento y aspiración a la Monarquía
Universal a la que otorgaba su más puntual formulación el piamontés Mercurio Gattinara. El
reciente devenir de la monarquía hispana ya jugaba desde luego aquí su papel. El intenso
ciclo de expansión mediterránea y descubrimiento americano que desde finales del
Cuatrocientos se conjuga con la clausura de la reconquista y la unión dinástica de los reinos
de Castilla y Aragón, reforzada en 1496 con la concesión de Alejandro VI a Fernando e
Isabel del título de Rey y Reina Católicos de las Españas, otorgaba una tan majestuosa
entidad territorial como cerrada identidad confesional a la monarquía que el entonces Carlos
de Borgoña heredaba en 1516. Pero cuado los príncipes electores reunidos en Francfort am
Main en junio de 1519 lo elevan a la dignidad imperial, en detrimento de la opción de
Francisco I, el panorama político europeo adquiría una dimensión radicalmente nueva,
insertándose la inmediata reapertura de las hostilidades con los Valois en latitudes italianas
en un esquema estructural en el que de una parte se aspira al dominium mundi y desde la
otra ha de sostenerse la defensa de las libertates.
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
Orientadas todas las múltiples combinaciones europeas de poder entorno a los polos de
semejante rivalidad, el estado de guerra entre Carlos V y Francisco I que con motivo de la
posesión de Milán formalmente se abría a la altura de 1521 no sólo vino así a prolongarse
hasta más allá del meridiano del siglo, momento en el que la pax católica suscrita por Felipe
II y Enrique II, la de Cateau-Cambresis del 3 de abril de 1559, consagraba la renuncia a
todos sus derechos sobre Italia de una Francia que en contrapartida aseguraba su frontera a
costa de Inglaterra (Calais) y del propio Imperio (Metz, Toul y Verdún). Por muy
fundamentales e independientes que pareciesen, y pese a no estar directamente conectados
con esa rivalidad y tener una significación y desarrollo propios, todos los problemas del
tiempo, como la cuestión de la relación entre los príncipes y los poderes intermedios, entre la
libertad comunal y el ordenamiento monárquico, entre la fuerza económica y la acción
política, o entre el aparato militar y la forma de gobierno, terminaron de algún modo por
añadirse a ese núcleo de la disputa por la hegemonía europea..
Al igual que ocurría con todos esos problemas, la propia disputa dinástica no pudo además
plantearse en los mismo términos que la habían guiado entre 1494 y 1516. Lo impidió de raíz
el surgimiento en sede imperial de la cuestión religiosa, con la que desde principios de la
década de los veinte obligadamente hubo de hacer sus cuentas el emperador en sus
arraigadas aspiraciones universalistas. Tras la irrupción de Lutero, y una vez consumada la
ruptura teológica (Confesión de Augsburgo de 1530) y concretada la amenaza de una guerra
civil-confesional (Liga de Esmalcalda), el mismo Imperio pasaba a configurarse como un
segundo escenario en el que dichas aspiraciones habían de salvaguardarse, con el saldo
reconocidamente fracasado que al respecto significarían la Paz de Augsburgo de 1555, en
cuanto expediente de convivencia y de consolidación territorial de la diversidad confesional
(católica y luterana), y la propia negativa del Emperador a ratificar personalmente dicha
regulación pluralista de la cuestión religiosa en el marco jurídico imperial.
La ya mayúscula complejidad derivada de la recurrente superposición y compleja imbricación
de la querella dinástica y la ruptura luterana se vio además acentuada, desde el mismo
momento de la elección imperial de Carlos V, por la necesidad de conjurar el poderoso
desafío que la vocación expansiva de Solimán el Magnífico representaba para aquella
cristiandad cuya unidad se pretendía. Tras la captura de Belgrado en 1521 y Rodas en 1522,
que abrían el Mediterráneo oriental a los navíos de guerra otomanos, y tras la decisiva
batalla de Mohács, que dejaba desguarnecida la llanura húngara del Danubio precipitando la
caída de Buda y Pest en 1526, el efecto desestabilizador de la amenaza turca se sintió
durante décadas en todos los estados de la franja suroriental de Europa. Así se explica que
el triunfo de los caballeros de la Orden de Malta en 1565, y sobre todo la victoria en la batalla
de Lepanto en1571, fueran recibidos con alivio en todo el continente.
Pero a esas alturas no sólo había fallecido ya Carlos V (1558). También el propio cetro
imperial había dejado de ser el poder referencial en el Cristiandad. Su lugar, tras el
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
desdoblamiento de la Casa de Austria en una doble rama, lo había pasado a ocupar la
monarquía de España. Al tiempo que los Habsburgo de Viena, en la persona de Fernando I,
conservaban la dignidad imperial, Felipe II había sellado en clave confesional la compacidad
de la vasta herencia territorial recibida y que comprendía los Países Bajos, los dominios
italianos y los reinos hispanos con sus posesiones americanas. Y esa asunción de la religión
como referente identitario no sólo afectaba al orden interno de la monarquía. Dictaba
también su proyección exterior justamente en el momento que, permaneciendo el Imperio
relativamente estable bajo las previsiones de la Paz de Augsburgo, los enfrentamientos
civiles-confesionales se desplazaban hacia el ámbito atlántico.
Rinde buena cuenta al respecto el que ninguno de aquellos enfrentamientos resultaran
indiferentes a una monarquía en trance de afirmación católica. De la Armada Invencible a la
reivindicación de los derechos al trono de Francia de su hija Isabel Clara Eugenia en el
contexto de las guerras de religión, Felipe II se convirtió en el eje sobre el que giró la política
europea durante toda la segunda mitad del Quinientos. Con su lógica dinástica en ciertos
casos, como en la unión de Portugal en 1580. Y siempre aferrado a una lógica católica que,
al margen de las traumáticas secuelas hacendísticas, también terminaría dejando su huella
en la fisonomía territorial de la propia monarquía, pues la misma no escapó en sus territorios
borgoñones al fenómeno de enfrentamiento confesional. Al fin y al cabo, y sin negar la
presencia en la rebelión de los Países Bajos de otras causas más o menos profundas de
signo constitucional, fue una doble imposibilidad relacionada con la cuestión religiosa la que
estimuló tan dilatada confrontación. Desde el lado hispano, la radical negativa a aceptar
cualquier esquema de convivencia confesional. Y del lado de los territorios del Norte y de
Flandes, la imposibilidad de hacer triunfar, hacia dentro, un proyecto de superación politique
- como la que podía representar Guillermo de Orange y que se intentó plasmar en la
Pacificación de Gante (1576)- de la cesura religiosa que acabará configurando la escisión
entre un norte básicamente calvinista, y desvinculado de la monarquía desde la abjuración
de 1581, y un sur católico.
Todos esos conflictos, muy estrechamente relacionados entre sí, alumbraron en su momento
de conclusión una novedosa situación caracterizada por el fracaso en la consecución de los
ambiciosos objetivos hispano-católicos, la afirmación del protestantismo en Inglaterra y en
las Provincias Unidas, y el resurgimiento político de Francia. La Paz de Vervins de 1598, que
básicamente renovaba lo estipulado cuatro décadas antes en Cateau-Cambresis,
consagraba ese nuevo orden.
Lectura complementaria: A. Kohler, Carlos V, Madrid, Marcial Pons, 2000.
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
7. La monarquía francesa y las guerras de religión
Epígrafes:
Naturaleza sagrada y fortalecimiento del poder real: Francisco I y Enrique II- Calvinismo
político y crisis del régimen Valois- Las primeras guerras de religión. Enrique III, Felipe II y la
Liga Católica- Enrique IV y el edicto de tolerancia de Nantes.
Materia:
En Francia, y visto desde la perspectiva de la autoridad monárquica, el siglo que siguió a los
desastres de la Guerra de los Cien Años puede caracterizarse por cuatro rasgos: el fin de las
grandes revueltas y el paso a una política europea activa; la extensión del territorio en el que
se ejerce la autoridad real y que permitió a la corona hacerse con el control de los
principados feudales de modo estable; la reforma y creación de las instituciones
monárquicas; y, por último, un absolutismo imperfecto y contradictorio.
Entre 1461 y 1492, es decir, durante el reinado de Luis XI y la regencia de Carlos VIII, y al
tiempo que progresivamente se neutralizaban las últimas revueltas de los príncipes aliados a
Inglaterra, la dinastía Valois logró anexionar a su patrimonio las posesiones de la Casa de
Anjou, una parte de la herencia borgoñona (incluido el Ducado de Borgoña y Picardía), y
finalmente, ya tras la coronación de Carlos VIII, Bretaña. Con la apoyatura en materia de
gobierno del fortalecido Consejo Real y los Parlamentos, y la decidida postergación de los
Estados Generales, que desde su reunión en Tours en1484 no volverían a ser convocados
durante casi un siglo, frente a los provinciales, más operativos en el terreno fiscal, el
resultado fue un reino más grande y territorialmente compacto que, superada la doble
amenaza anglo-feudal, pudo así desde 1494 dedicarse a las Guerras de Italia.
La participación del reino de Francia en esas guerras de Italia y en la lucha contra los
Habsburgo, en las que el rey pudo emplear a su turbulenta nobleza, fue sin duda el
acontecimiento más importante del período entre 1494 y 1559, en el que se sucedieron
cuatro monarcas (Carlos VIII, Luis XII, Francisco I y Enrique II) y la sucesiva llegada al trono
de dos ramas colaterales Pero también durante el mismo vinieron a concretarse novedades
de subido valor en el orden político y en la propia comprensión de la monarquía: ante todo, y
sin olvidar el sentido que el Concordato de Bolonia de 1518 encierra para el galicanismo, la
afirmación de la naturaleza sagrada del poder real, el fortalecimiento de la autoridad regia
frente a los órganos colegiados del reino y su firme determinación para reformar sus
instituciones hacendísticas, administrativas y judiciales en el sentido requerido para dicho
fortalecimiento del poder real. Encauzada de forma decidida bajo el reinado de Francisco I
(1515/1547), toda esa operación política no consiguió sin embargo estabilizar la hacienda y
así liquidar la fragilidad del régimen. Los problemas que se sucedieron a la muerte de
Enrique II, en 1559, así vinieron a constatarlo.
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Contribuyó a ello decisivamente la traslación del conflicto confesional desde la sede imperial
al interior del reino, donde en verdad ya antes la muerte de Enrique II había cuajado el
calvinismo. El Affaire des Placards (1534) constituía en ese sentido la más diáfana
ilustración de la progresiva penetración de planteamientos reformados en territorio Valois
desde mediados de los años treinta. Pero será precisamente en ese año de 1559 cuando se
asista a la formulación de una confesión para todas las iglesias reformadas de Francia. Con
el transfondo de las irreconciliables ambiciones de las grandes familias principescas, los
Borbones y los Guisa, superpuesto a la radical polarización confesional, los tres hijos que
sucedieron a Enrique II en el trono francés (Francisco I -1559/1560-, Carlos IX -1560/1574 y
Enrique III, 1574/1589) hubieron así de hacer frente a cinco guerras civiles que tuvieron
básicamente lugar entre la conjura de Amboise (1560) y el edicto de Beaulieau (1576), el
más favorable de los alcanzados hasta ese momento por el calvinismo.
Convertido el reino en el auténtico caldo de cultivo pero también en el laboratorio donde
hubo de intentarse de nuevo, y ahora en el seno de una realidad distinta a la imperial, la
solución al enfrentamiento civil y confesional, la misma pareció encontrarse precisamente en
ese género de edictos dichos de pacificación que, básicamente, suponían la garantía de
mantenimiento, en un orden de privilegio menor pero privilegiado al fin y al cabo, de una
iglesia no católica, hugonote, en Francia. Pero aquella garantía, dependiendo como
directamente dependía de la Monarquía, acabó por implicar toda una remoción del concepto
mismo del poder regio, con la decisiva intervención al respecto de una línea de pensamiento
politique que postulaba la concepción del ordenamiento político como común denominador
admisible para más de una iglesia.
Para la definitiva deriva en ese sentido, y en cuanto crisis política y dinástica, resultó
determinante el rebrote de la guerra que desde 1584, y en especial tras el asesinato de
Enrique III, precipitó la posibilidad del acceso al trono francés de un hugonote: Enrique III de
Navarra (futuro Enrique IV). La conformación de una alianza formal entre el radical
catolicismo francés de la Liga y Felipe II, con el común enemigo en el punto de mira de
cualquier solución de tolerancia religiosa, procuró entonces evitarlo. No obstante, tras su
abjuración de 1593, coronación en 1594 y absolución pontificia de 1595, y una vez
alcanzado el acuerdo, ciudad por ciudad, con la nobleza católica francesa, el conflicto llegó
definitivamente a su fin con la aceptación del expediente que se consideró desde un principio
pero sólo pudo activarse tras la sangrienta disputa civil-confesional: el edicto de tolerancia de
Nantes promulgado en 1598 y por el que se otorgaba a los hugonotes una posición
jurídicamente privilegiada, con sus plazas militares de seguridad y amplias libertades para el
culto reformado.
Entre 1594 y 1598, entre la fecha de la conversión al catolicismo de Enrique IV y la fecha de
la firma de la Paz de Vervins y la promulgación del edicto de Nantes, la apoyatura de las
distintas fuerzas confesionales que supo tejer el monarca francés en su guerra con Felipe II
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
conectaba con la tradición de Francisco I y su complicidad con los príncipes luteranos en la
disputa frente a Carlos V. Pero la monarquía francesa que surgía de la catarsis de 1598
poco tenía que ver con el pasado. Sobre el zócalo de la tolerancia religiosa, empeñada en el
saneamiento de la economía y las finanzas, en la restitución de la autoridad monárquica y en
la autoafirmación nacional, la cancelación de las guerras de religión alumbraba al que había
de ser al nuevo poder hegemónico europeo.
Lecturas recomendadas:
J.H. Elliott, La Europa dividida, 1555/1598, Barcelona, Crítica, 2005.
Michel de Montaigne, Ensayos, Madrid, Acantilado, 2007.
Cronología Guerras de Religión:
1559. Muerte de Enrique II y coronación de Francisco II.
1560. Conspiración de Amboise.
1561. Coloquio de Poissy.
1562. Inicio de l primera guerra civil.
1563. Edicto de Amboise. Fin de la primera guerra civil. Mayoría de edad de Carlos IX.
1567. Inicio de la segunda guerra civil.
1568. Edicto de Longiumeau. Fin de la segunda e inicio de la tercera guerra civil.
1570. Edicto de Saint-Germain y fin de la tercera guerra civil.
1572. Matanza de San Bartolomé. E inicio de la cuarta guerra civil.
1574. Paz de La Rochelle y fin de la cuarta guerra civil.
1575. Quinta guerra civil.
1576. Edicto de Beaulieau y conclusión de la quinta guerra civil.
1577. Principio (marzo) y fin (septiembre) de la sexta guerra civil con la paz de Bergerac.
1580. Sexta guerra civil concluida con la paz de Fleix.
1584. La muerte del Duque de Anjou convierte al hugonote Enrique de Navarra en legítimo
heredero al trono. Inicio octava guerra cibil. Tratado de Joinville (diciembre) entre Felipe II y
la Liga Católica.
1588. Edicto de Unión y reunión en Blois de los Estados Generales.
1589. Asesinato de Enrique III.
1590. Sitio de París por el ejército de Enrique IV.
1593. Reunión de los Estados Generales en París. Abjuración de Enrique IV.
1594. Coronación de Enrique IV en Chartres.
1595. Enrique IV recibe la absolución de Clemente VIII.
1598. Edicto de Nantes y Paz de Vervins.
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
8. Inglaterra: Centralización política y reforma
Epígrafes:
La guerra de las dos Rosas y la cuestión dinástica- Las reformas políticas de Enrique VII
(1485-1509)- Enrique VIII. Reforma y Empire. Eduardo VI y María Tudor: la ambivalencia
confesional- El reinado de Isabel I (1558-1603): Anglicanismo y orden parlamentario-
Economía y sociedad.
Materia:
El conjunto de contenidos de este tema se anudan entorno a la cesura que trazó en el
devenir político inglés la adopción de la solución reformada al servicio de intereses
dinásticos que se materializó en las Actas de Restricción de Apelaciones de 1533 y la de
Supremacía de 1534. La querella con Roma por la cuestión matrimonial de Enrique VIII, la
inquebrantable negativa del papado a sancionar su separación de Catalina de Aragón y así
habilitar su matrimonio con Ana Bolena, desembocó en 1533 en un estatuto parlamentario
por el que el reino inglés se afirmaba como imperio. Por mucho que en aquellos años el
principado de Gales se incorporase al reino de Inglaterra y Enrique VIII mudase su título de
lord de Irlanda por el de rey de Irlanda, reivindicando además su soberanía sobre Escocia y
sus derechos hereditarios al trono de Francia, esa divisa que encuadraba el enunciado del
Acta de Restricción de Apelaciones, “el reino de Inglaterra es un imperio”, no hacía además
propiamente referencia a que Inglaterra ejerciese su dominio sobre un conjunto de territorios.
Con la aserción de que Inglaterra era en sí misma y por sí misma un imperio se venía ante
todo a proclamar que el reino no reconocía la superioridad de ninguna autoridad externa ni
en el plano temporal ni en el espiritual, con la consiguiente denegación al papado del
derecho a ejercer cualquier jurisdicción dentro de los confines ingleses. Tras atribuir primero
al propio reino una doble identidad, una naturaleza temporal o secular y otra espiritual o
eclesiástica, lo que se decretaba es que ambas quedaban bajo la exclusiva y soberana
jurisdicción del monarca.
Con una ruptura muy limitada en los aspectos del dogma y la liturgia, en la que algo se había
de profundizar con Enrique VI, pero que sólo se consumaría en la segunda mitad del siglo,
en tiempos ya de Isabel I, ese cisma de Inglaterra así dispuesto en clave de imperio, de
exención de la jurisdicción pontificia, quedó sellado en 1534 por el Acta de Supremacía que
reconocía al monarca como jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra. Pero también ese
mismo año se aprobaba un Acta de Sucesión que circunscribía exclusivamente el derecho
de sucesión a los hijos nacidos del nuevo matrimonio con Ana Bolena, y que convendrá
tener presente para evitar que la consideración de las indiscutibles pulsiones pasionales de
Enrique VIII difuminen la dimensión también dinástica, de continuidad de una dinastía, que
albergaba el episodio. No es en ese sentido ni mucho menos secundario recuperar la senda
del torbellino de confrontaciones entre dinastías rivales que siguió al cierre de la Guerra de
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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
los Cien Años y que dio forma a la Guerra de las Dos Rosas.
La victoria de Enrique VII de Lancaster sobre Ricardo III de York en 1485 creó unas
condiciones efectivas de paz que se afianzaron al año siguiente mediante su matrimonio con
Isabel de York. Pudo entonces emprenderse un rearme del poder monárquico frente a la
nobleza feudal y el episcopado al que contribuyó, además, tanto la renovada atmósfera de
progreso económico espesada por la propia vitalidad y proyección comercial del reino como
la privilegiada posición que durante décadas Inglaterra pasó a ocupar en el mutable juego de
alianzas derivado de la continua disputa por la hegemonía europea. Sobre la estabilidad así
alcanzada en realidad no parecía cernirse sino una única amenaza: los problemas que
pudieran sobrevenir para garantizar la continuidad de la línea sucesoria de la corona en la
dinastía Tudor. Y no parece por tanto casual que fuese justo en el momento en el que los
mismos se concretaron cuando se asistió a aquel proceso nuevo y original de la cultura, la
religiosidad y la política por el que uno de los príncipes más notables de la Cristiandad
procedió a quebrar su unidad jurídica y religiosa.
Las profundas huellas que en el seno del orden político inglés dejaron impresas los genuinos
términos en los que esa ruptura se sustanció, los de la potestas jurisdictionis, distaban no
obstante mucho de circunscribirse a la garantía de la continuidad dinástica. El predicado del
Acta de 1533 establecía también que la corona imperial ejercía su suprema jurisdicción
sobre la comunidad política inglesa en el parlamento. Sin cuestionar por tanto que el centro
de la actividad del gobierno se localizase en el Privy Council, y sin negar que el rey
dispusiera de no pocos poderes temporales también fuera del parlamento, se afirmaba así
que sólo en su conjunción con el mismo ejercía su poder más absoluto, con el consiguiente
distanciamiento frente a las tendencias absolutistas que podían comenzar a esbozarse en el
continente. Una vez más, y al igual que ocurría con la consolidación de una iglesia
anglicana, hubo sin embargo de esperarse al reinado de Isabel I para que esa comprensión
de la naturaleza política del reino de Inglaterra adquiriese definitiva carta de naturaleza.
Debe al respecto considerarse que tras la sensible intensificación de la reforma con Eduardo
VI, simbolizada por la aprobación del Prayer Book en 1552, se asistió al programa de
restauración de la catolicidad y correlativo abandono de los supuestos de Empire ensayado
durante el reinado de María. Su matrimonio con Felipe II no dejaba de formar parte de esa
estrategia que fue la que precisamente Isabel se ocupó de sepultar nada más ser
entronizada: en 1559 el primer parlamento convocado bajo su reinado restablecía las Actas
de Supremacía y Uniformidad, que obligaba al juramento de la primera y que en su
formulación en tiempos de Enrique VIII había derivado en la ejecución de figuras de la talla
de Tomás Moro. La Bula Regnan in Excelsis, la excomunión de Isabel, fue la respuesta de
Roma a ese proceso de fortalecimiento interno del anglicanismo. Y frente a ella la de Isabel
pasó por afirmarse como referente de la posible realización de los ideales reformados y de
protección a quienes los compartían en todo el continente (los Países Bajos sin ir más lejos).
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Aderezado con la ejecución de María Estuardo, la inicial distancia con la que Felipe II había
contemplado la restauración de la iglesia anglicana y la consolidación política de Isabel dio
entonces paso a una abierta confrontación cuya formulación extrema resultó ser la
expedición de la Armada Invencible, nudo sin duda crucial de la historia política y confesional
europea de aquellos tiempos.
Superpuestas a la fructífera herencia renacentista, fueron todas esas tensiones
confesionales que acompañaron a la cimentación dogmática del anglicanismo, y a la defensa
militar de la lógica del empire, las que imprimieron entonces a la cultura inglesa un vigor y
esplendor que el teatro de William Shakespeare condujo hasta su más elevada cima. Pero
ese mismo vigor, a su vez, no dejaba de ser una metáfora del modo en que el progreso de
Inglaterra estaba estrechamente ligado al hecho de que los inconvenientes de su insularidad
habían comenzado a transformarse en ventajas. Al fin y al cabo, en aquella cultura no se
identificaba la alta nobleza sino las fuerzas sociales que desarrollaban cada vez con más
fuerza su actividad comercial y marítima y que buscaban nuevas formas de organización y
nuevos mercados en ultramar. Y en esos momentos el mundo atlántico era el futuro.
9. Otros estados europeos
Epígrafes:
El Imperio: orden constitucional y tensiones confesionales- Los territorios italianos- El imperio
comercial y la crisis dinástica de Portugal- Las monarquías nórdicas: El fin de la Unión de
Kalmar y la reforma- Orden estamental e identidad religiosa en Polonia y el Gran Ducado de
Lituania- Autocracia rusa y conflictos en el Báltico.
Materia:
En el entorno de 1580 concurrieron dos procesos que modificaron la cartografía política
europea sustancialmente: la anexión de Portugal a la Monarquía Hispana en 1580 y la
abjuración de 1581 por la que las Provincias de los Países Bajos previamente vinculadas a
la Unión de Utrecht proclamaban su independencia frente a esa misma monarquía. A su
modo y manera particular, ambos procesos constituían un exponente diáfano de la poderosa
lógica dinástica y la dinámica de aguda polarización confesional que entonces infundía su
fisonomía e imprimía su más honda sustancia al orden político europeo. Tanto la dimensión
comercial y colonial que entrañaba la anexión, como la divisa de la tolerancia religiosa a la
que se acogían y encomendaban unas Provincias en su inicial andadura hacia la
consumación de una forma de gobierno republicana, remodelaban el abigarrado panorama
de poderes europeos en la misma medida que ilustraban la específica naturaleza del
horizonte de conflictos propio de la temprana edad moderna.
Nada además contribuyó en mayor medida a potenciar la singular envergadura y la
trascendencia de ambos episodios que la propia entidad mayúscula de aquella monarquía
UNED 34 CURSO 2021/22
HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
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  • 1. 21-22 GRADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA SEGUNDO CURSO GUÍA DE ESTUDIO COMPLETA HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 2. PRESENTACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN REQUISITOS Y/O RECOMENDACIONES PARA CURSAR LA ASIGNATURA EQUIPO DOCENTE HORARIO DE ATENCIÓN AL ESTUDIANTE TUTORIZACIÓN EN CENTROS ASOCIADOS COMPETENCIAS QUE ADQUIERE EL ESTUDIANTE RESULTADOS DE APRENDIZAJE CONTENIDOS METODOLOGÍA PLAN DE TRABAJO SISTEMA DE EVALUACIÓN BIBLIOGRAFÍA BÁSICA BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA RECURSOS DE APOYO Y WEBGRAFÍA GLOSARIO 21-22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024 ÍNDICE UNED 2 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 3. PRESENTACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN La asignatura “Historia de la Alta Edad Moderna” se imparte en el primer semestre del segundo curso del Grado en Geografía e Historia. Es una materia obligatoria que tiene asignados cinco créditos ECTS. El órgano responsable de la docencia es el Departamento de Historia Moderna de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED. Su objetivo primordial es la formación sobre este periodo histórico, algo necesario para la obtención del Grado, y para comprender el devenir histórico. La asignatura se inserta en la materia de Historia Moderna Universal. El conjunto de la Edad Moderna, que abarca “grosso modo” desde mediados del siglo XV hasta la revolución francesa y la crisis del Antiguo Régimen, puede dividirse en dos partes: la Alta y la Baja Edad Moderna. Aunque tal división se basa más en su carácter práctico de cara a la mejor explicación de la asignatura, no cabe duda de que existen diferencias entre ambos momentos. La Alta Edad Moderna abarcaría desde mediados del siglo XV hasta la crisis del Barroco, sin que podamos fijar unos límites finales precisos pues la separación entre ambas es más temática que cronológica. El elemento que las divide está esencialmente en la revolución científica del siglo XVII y sus consecuencias. La Alta Edad Moderna abarcaría la fase precedente, caracterizada por los grandes descubrimientos geográficos que llevaron a los europeos al dominio del mundo, la expansión económica y demográfica inicial (XV-XVI) seguida de la posterior crisis (XVII), el Renacimiento, las nuevas Monarquías, la Reforma y la ruptura de la Cristiandad, la hegemonía internacional de España o las guerras de religión.El concepto de Edad Moderna es esencialmente europeo, al igual que el resto de las divisiones clásicas, por edades, de la historia de la Humanidad. Lógicamente, por ello, la Alta Edad Moderna se refiere también a Nombre de la asignatura HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA Código 67012024 Curso académico 2021/2022 Departamento HISTORIA MODERNA Título en que se imparte GRADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA CURSO - PERIODO GRADUADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA - PLAN 2009 - SEGUNDO CURSO - SEMESTRE 1 CURSO - PERIODO GRADUADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA - PLAN 2019 - SEGUNDO CURSO - SEMESTRE 1 Título en que se imparte MICROGRADO EN HISTORIA, CULTURA Y PENSAMIENTO EN LA EDAD MODERNA CURSO - PERIODO - SEMESTRE 1 - OPTATIVAS Tipo OBLIGATORIAS Nº ETCS 5 Horas 125.0 Idiomas en que se imparte CASTELLANO UNED 3 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 4. Europa, aunque se extiende a otros continentes y civilizaciones en la medida en que éstos se relacionan con ella. Dentro del plan formativo del grado resulta ineludible estudiar cada uno de los periodos históricos. Lógicamente, esta asignatura requiere conocer de forma suficiente los periodos anteriores, y sobre todo la Edad Media. Asimismo, se complementa con la “Historia de la Baja Edad Moderna”. Su conocimiento sienta las bases para el estudio de la “Historia Moderna de España I”, la “Historia de la América Moderna” y las asignaturas optativas: “Cultura y pensamiento en la Edad Moderna” y “Los mundos extraeuropeos en la Edad Moderna”. La complementariedad con la “Historia de la Baja Edad Moderna” se explica por el hecho de que el objetivo de ambas es que el alumno se familiarice con las características y contenidos esenciales de la Edad Moderna. Ha de conocer, por tanto cuáles son los rasgos que permiten diferenciarla del periodo anterior –la Edad Media– y del posterior –la Edad Contemporánea–, sin olvidar que la historia no se caracteriza únicamente por los cambios, sino también –y en mayor medida– por las permanencias. Así, junto a procesos como el surgimiento del capitalismo y la burguesía, el desarrollo de las Monarquías centralizadas, el Renacimiento o la Reforma, se mantienen básicamente toda una serie de rasgos estructurales de larga duración: la demografía de tipo antiguo –que solo comenzará a cambiar en el siglo XVIII– el predominio del mundo rural y la economía de subsistencia, la sociedad estamental, el peso abrumador del analfabetismo, la sacralización de la existencia. Un segundo objetivo es el conocimiento de las características, procesos, personajes y hechos esenciales. La propuesta y el desarrollo de los temas pretende ser una guía eficaz para el trabajo del alumno, que ha de estudiar teniendo presente que la historia no es una mera acumulación de datos y fechas, sino que las diversas realidades que se analizan están frecuentemente interrelacionadas y se desarrollan de acuerdo con una cierta lógica, lo que permite encuadrarlas dentro de esquemas comprensibles. Entender es mucho más importante que memorizar datos, pero no evita el conocimiento de una razonable base factual, que supone un soporte imprescindible. El Grado de Geografía e Historia que se imparte en la UNED pretende dar una formación científica, global, racional y crítica que pretende capacitar a quienes la cursan para su actuación profesional en diversos ámbitos profesionales, tanto en aquellos tradicionalmente propios de la titulación (docencia e investigación), como otros perfiles profesionales más variados relacionados con el patrimonio histórico. En este sentido, esta asignatura aporta unos conocimientos básicos dentro de un periodo clave de la historia, como son el despegue del Estado Moderno, la Reforma o la primera Globalización (entre otros muchos). Elementos imprescindibles para comprender, y entender, el mundo que hoy conocemos, o disfrutar del patrimonio material y monumental de nuestras ciudades. UNED 4 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 5. REQUISITOS Y/O RECOMENDACIONES PARA CURSAR LA ASIGNATURA Es necesario que el alumno posea unos conocimientos básicos del devenir histórico. Asimismo, para un aprovechamiento adecuado de la asignatura se recomienda a los alumnos tener conocimientos básicos de navegación en internet para poder desenvolverse adecuadamente en los entornos virtuales; además de disponer de acceso a internet. EQUIPO DOCENTE HORARIO DE ATENCIÓN AL ESTUDIANTE Los estudiantes podrán contactar con el equipo docente a través de los cuatro canales básicos habilitados por la UNED (correo electrónico, teléfono, dirección postal y Curso Virtual). El canal primordial es el Curso Virtual, ya que es el punto de encuentro entre todos los estudiantes y el equipo docente, y el lugar donde se producirá el diálogo continuo, y se establecerán los avisos pertinentes. Por eso mismo se recomienda que éste sea el canal principal para cualquier duda, ya que la mayor parte de dichas dudas –y su contestación– serán útiles para el resto de estudiantes. El Equipo Docente estará permanentemente a disposición de los alumnos en este medio para aclarar cualquier cuestión sobre la asignatura. En caso de necesitar una comunicación más directa también está disponible el correo electrónico. Por cualquiera de estas vías, se le podrán plantear todo tipo de cuestiones relacionadas con el estudio y evaluación de la asignatura, que el equipo docente se compromete a atender con prontitud. El teléfono, en cambio, sólo será atendido en los horarios de tutoría marcados. En esta asignatura, desde el curso 2020-21, el Equipo Docente imparte clases online en directo a través del sistema de webconferencia de la UNED, que todos los alumnos tienen disponible en el campus UNED, y la página de la asignatura. Las clases quedan grabadas para todos aquellos que no puedan asistir en directo, ya que las podrán visionar en diferido, días después, en el repositorio. El horario de las clases será por las tardes, para intentar que así un mayor número de alumnos se puedan sumar, dándose instrucciones a los alumnos para acceder en el campus virtual y a través del correo electrónico. Habrá al menos una clase por cada tema, aunque en algunos casos se realizarán varias sesiones por bloque. La idea de las clases es facilitar al alumnado la comprensión de la asignatura, y una mayor contextualización global del periodo. Estas sesiones tendrán fundamentalmente un peso teórico, habilitándose un periodo de preguntas al final de cada clase. Con este proyecto piloto pretende llegar a todos los alumnos, independientemente de su ubicación geografía y Nombre y Apellidos ANTONIO JOSE RODRIGUEZ HERNANDEZ Correo Electrónico ajrodriguez@geo.uned.es Teléfono 91398-9350 Facultad FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento HISTORIA MODERNA UNED 5 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 6. • • posibilidades para asistir a las tutorías que se imparten por los tutores de los diferentes centros asociados. Horario Equipo Docente: Dr. D. Antonio José Rodríguez Hernández (Coord.) Edificio de Humanidades, c/ Senda del Rey, 7, 28040 Despacho 424 (Planta cuarta). Teléfono: 91.3989350 E-mail: ajrodriguez@geo.uned.es Horario: Miércoles 10 a 14:30, y de 15:30 a 19:00 horas; y Jueves de 10 a 14 horas. TUTORIZACIÓN EN CENTROS ASOCIADOS En el enlace que aparece a continuación se muestran los centros asociados y extensiones en las que se imparten tutorías de la asignatura. Estas pueden ser: Tutorías de centro o presenciales: se puede asistir físicamente en un aula o despacho del centro asociado. Tutorías campus/intercampus: se puede acceder vía internet. Consultar horarios de tutorización de la asignatura 67012024 COMPETENCIAS QUE ADQUIERE EL ESTUDIANTE COMPETENCIAS: Generales: a.- Iniciativa y motivación. b.- Planificación y organización c.- Manejo adecuado del tiempo. d.- Análisis y síntesis. e.- Aplicación de conocimientos a la práctica. f.- Razonamiento crítico. g.- Seguimiento, monitorización y evaluación del trabajo propio o de otros. h.- Aplicación de medidas de mejora. i.- Comunicación y expresión escrita. j.- Competencia en la búsqueda de información relevante. k.- Competencia en la gestión y organización de la información. l.- Que los estudiantes puedan trasmitir información, ideas, problemas y soluciones a un público tanto especializado como no especializado. m.- Que los estudiantes hayan desarrollado aquellas habilidades de aprendizaje necesarias para emprender estudios posteriores con un alto grado de autonomía. Específicas: a.- Conocimiento de la estructura discrónica general de la Historia y capacidad para caracetrizar los grandes períodos históricos y sus subdivisiones internas con arreglo a los distintos criterios de la historia política, económica, social, religiosa o cultural. b.- Conocimiento de los principales hechos históricos (acontecimientos, procesos, UNED 6 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 7. coyunturas) que han tenido lugar en los distintos períodos en los que tradicionalmente se ha dividido la Historia. c.- Conciencia de la diversidad de ámbitos espaciales y escalas del conocimiento histórico: historia universal, historia de Europa, historia nacional. d.- Conciencia de las continuidades y de los cambios que tienen lugar en el proceso histórico y capacidad para comprenderlos. e.- Conciencia crítica de la relación existente entre el conocimiento histórico vinculado a los problemas del presente y los hechos que estudia ocurridos en el pasado. f.- Conciencia de la complejidad y diversidad de las situaciones, sucesos y mentalidades del pasado. g.- Capacidad de exponer por escrito de forma narrativa los resultados de un estudio histórico conforme a los cánones críticos de la disciplina, haciendo comparaciones, combinando el análisis con la síntesis y el razonamiento inductivo con el deductivo. h.- Capacidad para generar sensibilidad e interés por los temas históricos. i.- Capacidad de identificar, organizar y utilizar apropiadamente fuentes de información para el estudio y la investigación histórica. j.- Capacidad para hacer uso de los instrumentos de recopilación de información histórica, catálogos bibliográficos, inventarios de archivo y referencias electrónicas. RESULTADOS DE APRENDIZAJE 1.- Proporcionar un conocimiento racional y crítico del devenir histórico entre el momento de ruptura de la Cristiandad y la articulación de un orden europeo concebido con vocación se superar los determinismos confesionales. 2.- Procurar la adquisición por los estudiantes de un conocimiento preciso de los principales acontecimientos y de los procesos de cambio y continuidad que atraviesan ese período histórico. 3.- Procurar que los estudiantes alcancen un conocimiento básico y riguroso de las genuinas concepciones y las categorías propias de la cultura que identifica a esa temprana edad moderna. 4.- Fomentar la capacidad de análisis y síntesis. 5.- Fomentar la capacidad de organización, y planificación. 6.- Fomentar la fluidez, la claridad y la coherencia expositiva de los estudiantes tanto en su vertiente oral como escrita. 7.- Familiarizar al estudiante con los métodos, técnicas e instrumentos propios de la disciplina. UNED 7 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 8. CONTENIDOS Programa 1. Los descubrimientos geográficos 2. La expansión demográfica y las transformaciones económicas. 3. Renacimiento y Humanismo. 4.- La ruptura de la Cristiandad. 5. Los orígenes de la política internacional en la edad Moderna: expansión turca y guerras de Italia (1494-1516) 6. La hegemonía hispana y el orden europeo: 1492-1598 7. La monarquía francesa y las guerras de religión. 8. Inglaterra. Centralización política y Reforma 9. Otros estados europeos. 10. Europa en guerra: de la Pax Hispanica a las Paces de Westfalia y Pirineos. 1.- Los descubrimientos geográficos Epígrafes: Motivaciones, conocimientos geográficos y capacidades técnicas- Las primeras expediciones europeas- El protagonismo de Portugal- Castilla, Colón y el descubrimiento de América- Vasco de Gama y la llegada a la India- Otros viajes de españoles y europeos- Consecuencias materiales y culturales de los descubrimientos. Materia. El tema versa sobre la primera expansión marítima de los europeos desde comienzos del siglo XV hasta mediados del siglo XVI. Iniciada por los portugueses, pronto se sumarán los castellanos y, ya en el siglo XVI, tras el descubrimiento de América, los franceses y los ingleses, aunque con resultados muy desiguales y con objetivos diferentes, pero aprovechando los avances técnicos desarrollados y aplicados a la navegación, como la brújula, el astrolabio, los portulanos, las tablas trigonométricas y la carabela. El control terrestre de la ruta de las especias por el Imperio Otomano a mediados del siglo XV y el monopolio ejercido por Venecia, dada su estratégica posición en el Mediterráneo Oriental, obligará a las potencias navales del Mediterráneo Occidental a buscar nuevas vías comerciales, especialmente a Génova, cuyos mercaderes ya se habían adentrado en el Atlántico en el siglo XIV e instalado en Portugal y Castilla con la finalidad de controlar el tráfico mercantil entre el Sur y el Norte de Europa. Pero en esta búsqueda, los auténticos beneficiados fueron los portugueses, que se habían instalado en Marruecos impulsados por el espíritu de cruzada de la nobleza portuguesa y por la dependencia que tenían de cereales UNED 8 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 9. en esta zona. Después, la necesidad de conectar con las regiones productoras del oro africano y de los esclavos negros, vitales para el cultivo de azúcar en sus islas atlánticas (Madeira, Azores y Santo Tomé), y de acceder a los centros productores de las especias asiáticas, llevaría a los portugueses a bordear la costa atlántica africana, alcanzar el cabo de Nueva Esperanza en 1488 y; finalmente, enlazar con Asía durante la expedición de Vasco de Gama y establecer las primeras factorías europeas en India y en el sudeste asiático. En esta pugna por encontrar nuevas rutas marítimas que unieran a Europa con Asia los monarcas castellanos participaron muy activamente, sobre todo a partir de 1488. Su principal actuación, en este sentido, aparte de la conquista de las Islas Canarias, fue financiar el primer viaje de Cristóbal Colón, empresa decisiva para su tiempo en tanto en cuanto que permitió descubrir, aunque por casualidad, un nuevo continente, América, si bien el propósito del viaje fuera muy distinto: alcanzar la costa asiática navegando hacia el este. Tras el descubrimiento, los posteriores viajes que realizaron los españoles hacia el Nuevo Mundo estuvieron dirigidos a la exploración de otros territorios y a la colonización de los ya descubiertos, primero la isla La Española y, agotados sus yacimientos auríferos y diezmada su población indígena, el resto de las Antillas y el continente, cada vez mejor conocido gracias a los viajes de Juan de la Cosa y Americo Vespucio, entre otros navegantes. Todos estos descubrimientos, y su correspondiente cartografía, facilitarán finalmente la circunvalación del mundo por Fernando Magallanes y Juan Sebastián Elcano, quienes aspiraban a encontrar una vía distinta a la ya conocida de África para conectar Asia con Europa y evitar tener que enfrentarse a Portugal. Ingleses y franceses, en cuanto tuvieron noticia del éxito del primer viaje de Colón, también organizaron viajes hacia América, aunque los resultados obtenidos fueron desalentadores. Portugal, por su parte, se adentró en el Atlántico septentrional, al amparo del Tratado de Tordesillas, llegando sus marinos a Terranova, la península del Labrador y Groenlandia, al tiempo que otras expediciones recalaron en la costa de Brasil donde establecieron sus primeros asentamientos. Lo más interesante de esta primera fase de expansión de los europeos por África, Asía y América es que Portugal y España organizan rápidamente los mecanismos de ocupación y explotación de sus nuevas posesiones. La corona portuguesa, consolidadas una serie de plazas avanzadas en la costa africana, se lanzará de lleno a la conquista de enclaves estratégicos en Asia con la finalidad de dominar el comercio de las especias, creando a tal efecto fortalezas y factorías cuya supervivencia quedaba garantizada por el establecimiento de una armada permanente en la zona, lo que permitiría, después de numerosas escaramuzas, hacerse con el control de la península indostánica y dirigir su atención hacia el golfo pérsico y Ormuz, plaza clave para la ruta del comercio especiero que conectaba el Mar Rojo con el Mediterráneo Oriental a través de Egipto. Pero Portugal va más lejos: consciente de que la India no era el centro productor de las especias, sino un gran mercado, tras ocupar UNED 9 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 10. Goa en 1510 se desplaza rápidamente hacia Malaca, que conquista en 1511, y hacia Sumatra, al tiempo que logra instalarse en Macao con el favor de China y establecer importantes contactos comerciales con Japón. En el caso español, la ocupación de América se efectúa de manera muy diferente a la realizada en África y Asia por Portugal, a excepción de Brasil, donde el modelo de colonización es muy similar al de España. La creación, en Sevilla, de la Casa de Contratación de las Indias (1503), confirma el interés comercial de los castellanos en la empresa americana, tanto o más que su evangelización. La progresiva colonización del territorio llevó a la corona española a crear una sección especial en el Consejo de Castilla para la administración y gobierno de estos territorios ya en 1519 y que será el punto de partida del posterior Consejo Real y Supremo de las Indias instituido por Carlos I en 1524. El sistema de la encomienda, por el cual los españoles se beneficiaban del trabajo de los indígenas, originó numerosos abusos que llevaron en 1512 a la promulgación por la corona de las Leyes de Burgos, con las que se intentaba frenar la explotación indiscriminadada de los aborígenes al establecer la obligatoriedad para los colonos de abonarles un salario y una jornada de trabajo, y de procurarles alojamiento. En estas condiciones, la posibilidad de un rápido enriquecimiento para los españoles se desmoronaba, por lo que muchos optaron por colonizar nuevos territorios: el descubrimiento de la península de Yucatán por Francisco Fernández de Córdoba en 1517 y el posterior viaje de Juan de Grijalva, que recorrió todo el litoral de la península, entrevistándose además con enviados de Tenochtitlán, fueron decisivos para la penetración de los españoles en el continente y la conquista de México, la cual generó a su vez nuevas expediciones hacia el sur y hacia el norte, descubriéndose la península de Florida. Por otro lado, desde Panamá, fundada en 1518, se organizan expediciones a la América meridional con la esperanza de encontrar el mítico El Dorado, lo que llevaría, finalmente, a la conquista de Perú por Diego de Almagro y Francisco Pizarro, y a toda una serie de expediciones que poco a poco irían anexionando a la corona nuevos territorios. Los descubrimientos portugueses y españoles tuvieron un fuerte impacto en Europa: cultural, desde luego, pero ante todo económico. Porque si bien Venecia prosiguió comerciando con las especias, al menos en el Mediterráneo Oriental, durante el siglo XVI, fue Portugal la que prácticamente acaparó y monopolizo este negocio en la segunda mitad del Quinientos y primeras décadas del siglo XVII, cuando su privilegiada posición en Asia fue minada por los holandeses. En el caso español, la ocupación de la Española y la conquista de México y Perú supusieron el envío hacia Europa en los primeros años del siglo XVI de importantes remesas de oro, que se mantuvieron hasta 1560, cuando el descubrimiento y explotación de valiosos yacimientos de plata inundaron los mercados europeos de este preciado metal y aun los asiáticos a través del Galeón de Manila que conectaba América con las Islas Filipinas y a éstas con China, cuya demanda de plata incrementó notablemente los UNED 10 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 11. intercambios comerciales con el imperio hispánico. Todo ello suscitó, además, una fuerte emigración de castellanos hacia América y la necesidad de la corona española de establecer cauces de gobierno que aseguraran el control de territorios tan alejados: las Leyes Nuevas de 1542-1543 son el punto de inflexión en este sentido, ya que con ellas se ponen los pilares para la reforma de la administración indiana y la convivencia entre españoles e indígenas con la eliminación de la esclavitud y la erradicación, en lo posible, de la encomienda, al mismo tiempo que se regulaba el modo de hacer nuevos descubrimientos y se creaban virreinatos y audiencias. Lectura recomendada: J. H. Elliott, El Viejo y el Nuevo Mundo, Madrid, Alianza, 1984. 2. La expansión demográfica y las transformaciones económicas Epígrafes: Características de la demografía “antigua”. Los factores demográficos. Crecimiento y crisis. La sociedad estamental y los conflictos sociales. La expansión agrícola y ganadera. Las manufacturas y el comercio. La revolución de los precios y la crisis de fin de siglo. Materia: i.- El tema aborda en sus primeros epígrafes una serie de rasgos estructurales de larga duración de los siglos modernos: por un lado, la evolución demográfica, el reparto de la población europea y el desarrollo de las ciudades tanto a nivel general como por regiones geográficas; y por otro, la organización de la sociedad y los conflictos sociales que se producen en su seno. Para comenzar hay que tener en cuenta que la dinámica de la población europea en los siglos modernos se ajusta en todo al modelo demográfico antiguo, caracterizado por una natalidad y una mortalidad elevadas y, en consecuencia, por un crecimiento vegetativo débil a pesar de que la fecundidad era también alta. Los datos lo confirman claramente, aun cuando resulta difícil medir las tasas de mortalidad y natalidad por el desconocimiento del volumen de la población en cada localidad: las tasas brutas de mortalidad ordinarias oscilan entre el 28 y el 38 por mil, mientras que las de natalidad se sitúan entre el 35 y el 45 por mil, considerándose la tasa de 40 por mil la más representativa, aunque en casos excepcionales podía elevarse al 57 por mil, como entre los colonos franceses de Canadá a principios del siglo XVIII. Las causas de tan alta mortalidad, a la que no es ajena la elevada tasa de mortalidad infantil, que giran en torno al 250 por mil, son varias: una economía agraria de escaso desarrollo tecnológico, sujeta además a fuertes oscilaciones climáticas, y con una infraestructura que no era capaz de cubrir las necesidades alimenticias de la gente; un reparto desigual de la riqueza, lo que favorecía la mala nutrición de gran parte de la población y con ella que fuese más vulnerable a todo tipo de enfermedades infecciosas; la falta de higiene generalizada UNED 11 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 12. tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo en los sectores más humildes de la sociedad, lo que facilitaba la transmisión de agentes patógenos; y la ineficacia de una medicina poco evolucionada. A todos estos factores ordinarios hay que añadir los extraordinarios: el hambre, la guerra y las enfermedades epidémicas, en particular la peste, cuyas repercusiones allí donde se producían eran tanto más graves por cuanto que afectaban al normal desarrollo demográfico, ya que incrementaba las emigraciones, reducía el número de nuevos esponsales y disminuía las concepciones. La consecuencia de todo ello es que la esperanza de vida de los europeos era muy corta: entre 23 y 25 años en Francia para hombres y mujeres hacia 1740; entre 31 y 38 años en Inglaterra desde 1541. ¿Cuántos habitantes vivían en Europa en el siglo XVI? Hacía 1500 se estima que la población rondaba en torno a 82 millones de personas; en 1600 se había elevado a 105 millones. Este crecimiento fue debido a unas altas tasas de nupcialidad y de natalidad, y a un descenso de la mortalidad, al menos hasta la década de 1560. A partir de 1570, sin embargo, esta tendencia comenzó a invertirse a causa de la subida desproporcionada, respecto a los salarios, del precio de los cereales, general en toda Europa, como consecuencia de una sucesión de malas cosechas causadas por un progresivo enfriamiento atmosférico. Quienes más crecieron en esta centuria fueron Rusia, por la colonización de amplias superficies en el Mar Negro y en el Caspio, así como los Países Bajos, Inglaterra y España, aunque en este caso desde la década de 1580 se observan claros signos de retroceso, al menos en Castilla. Menor crecimiento demográfico se aprecia en Alemania, Italia y Francia, aun cuando era la nación más poblada de Europa, donde, por otra parte, se aprecian diferencias notables entre regiones. ¿Cómo se distribuía la población europea? Los demógrafos establecen un reparto muy desigual: mientras que en las colonias de América existía un considerable vacío con una densidad media inferior a 0,3 hab/km2, en Europa la densidad media se mantuvo entre18 y 22,5 hab/km2 durante el siglo XVII. Pero en el interior del viejo continente también se observa una desigual distribución: Francia, Italia, los Países Bajos, Inglaterra, los valles del Rin y del Danubio eran los territorios más densamente poblados; los países escandinavos, los menos habitados. Entre ambos extremos se encontraba España y la mayor parte de los territorios alemanes. Semejante desigual distribución está relacionada a su vez con el auge de las ciudades, que no dejaron de crecer durante la centuria: las 26 ciudades que hacia 1500 contaban con 40.000 habitantes pasaron a ser 42 en 1600. Y no es una casualidad que estos centros urbanos prosperasen en las regiones más densamente pobladas y con mayores recursos económicos: en los Países Bajos, sobre todo, pero también en los valles del Rin y del Guadalquivir y en Italia. Otras ciudades, sin embargo, crecieron de forma desmesurada bajo el amparo de la corte y de su privilegiada posición en el circuito comercial europeo. Es el caso, a finales del siglo XVI, de París, Nápoles y Constantinopla (tenían más de 200.000 UNED 12 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 13. habitantes), de Londres, Milán y Venecia (entre 150.000 y 200.000 habitantes), de Roma, Sevilla, Ámsterdam, Lisboa y Palermo (en torno a los 100.000 habitantes) y de Mesina, Florencia, Génova, Madrid, Granada y Valencia, con una población comprendida entre 60.000 y 100.000 habitantes. En cuanto a la sociedad del siglo XVI hay que decir que presenta las mismas características que venían dándose desde la Edad Media. Como entonces, estaba integrada por dos estamentos privilegiados, el clero y la nobleza. Los que no pertenecían a ninguno de estos grupos formaban por exclusión un tercer estamento, el estado llano, el estado general o el tercer estado. Este esquema tripartito, justificado por la teoría política que proyectaba el orden celestial en la sociedad de la época, es sin duda demasiado simplista, ya que la realidad siempre fue más compleja al no existir unas fronteras precisas entre los estamentos. Porque si en la teoría los no privilegiados sólo podían aspirar a formar parte del clero, que era un estamento abierto, no determinado por el nacimiento, como los otros dos estamentos, lo cierto es que a la nobleza se accedía también por diversas vías: a través de matrimonios desiguales de nobles y plebeyos, mediante la exclusión en los padrones de pecheros y la compra de empleos públicos, cuando no del ennoblecimiento por concesión de los monarcas en recompensa de servicios prestados a la Corona, incluidos los financieros. El afán de los plebeyos por integrarse en la nobleza, especialmente los burgueses enriquecidos con la actividad mercantil –este proceso ha llevado a algunos autores a hablar de la “traición de la burguesía”-, respondía a unos objetivos muy precisos, no exclusivamente materiales, pues a las exenciones fiscales que todo noble gozaba, importantes, sin duda, se sumaban una serie de privilegios jurídicos de no menor interés, como el de ser juzgados por tribunales especiales, no poder ser atormentados salvo por ciertos delitos, tales que el de lesa majestad, ni ahorcados, ni azotados ni condenados a galeras ni encarcelados por deudas civiles. Pero integrarse en el estamento eclesiástico tampoco era una opción desdeñable por varios motivos: sus miembros estaban exentos de la jurisdicción ordinaria y gozaban de privilegios fiscales, lo que favorecía el fraude al poner en cabeza de un pariente eclesiástico la hacienda familiar. Por otra parte, dentro de cada estamento existían marcadas desigualdades en función de la riqueza y del lugar que cada individuo o familia ocupaba en las instituciones civiles y religiosas. Así, en el estamento nobiliario hay que distinguir entre alta y baja nobleza: al primer grupo pertenecían los nobles poseedores de un título (duque, marqués, conde, barón), propietarios además de extensos señoríos; al segundo, varias categorías que se suelen identificar con la denominación de caballeros o gentileshombres, y en Castilla también con la de hidalgos. En el estamento eclesiástico las desigualdades eran análogas: no disponían de los mismos ingresos el alto clero (prelados y canónigos) que el bajo clero (curas párrocos), y estas diferencias se acentuaban en el bajo clero en función de que sus miembros residieran en la ciudad o en el campo. Y lo mismo sucedía entre el clero regular: UNED 13 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 14. había órdenes religiosas que disponían de elevadas rentas y otras, como las mendicantes, menos prósperas. Finalmente, en el seno del estado llano se producían igualmente contrastes de riqueza muy acentuados. En los núcleos urbanos destacaban los hombres de negocios, los comerciantes-banqueros del Renacimiento, los asentistas de España o los financieros de Francia, que gozaban de un nivel de vida similar al de alta nobleza y de unos ingresos considerables; por debajo de ellos se encontraban los mercaderes de lonja, al por mayor, y algunos maestros artesanos, plateros, sobre todo; después venían los pequeños y medianos comerciantes, cuyo nivel de ingresos se asemejaba mucho al de los maestros artesanos; el último eslabón lo integraban oficiales, criados, aprendices, un variopinto grupo de trabajadores libres no especializados que se dedicaban a la carga y descarga de mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”, “bergantes” y “journeymen”) y una multitud de pobres que vivían de la caridad. Junto a ellos hay que mencionar a los rentistas y a un abigarrado conjunto de profesiones relacionadas con la administración local y estatal, así como con los tribunales de justicia y con la actividad comercial: abogados, notarios, procuradores, agentes de comercio y otros muchos empleos de características similares. En las zonas rurales también se aprecian importantes desigualdades. Es verdad que el campesinado constituía la mayoría de la población europea, pero su situación social y económica variaba en función de diferentes factores: que fuera propietario de tierras de labor y de ganados, que fuera jornalero o que dependiera de un señor jurisdiccional, del régimen de tenencia de la tierra o de la duración de los contratos de arrendamiento y de aparcería. En los países del Este de Europa el campesinado estaba sometido al régimen de servidumbre, lo que implicaba la obligación de realizar determinados trabajos gratuitos en beneficio del señor (corvées o robot). Así pues, encontramos campesinos acomodados que poseían tierras en propiedad o con contratos favorables, así como animales de tiro y utensilios de labranza (“labradores honrados” en Castilla; yeomen en Inglaterra); campesinos medios independientes –su número fue reduciéndose en el siglo XVII debido sobre todo a la evolución capitalista de la agricultura-; labradores dependientes, que no disponían de tierras suficientes para hacer frente al pago de diezmos, rentas e impuestos; y jornaleros o campesinos sin tierra. ii.- En cuanto a los epígrafes relacionados con las transformaciones económicas, el rasgo que caracteriza a la economía del siglo XVI es la permanente pugna entre unas estructuras que se mantienen inmóviles, sin apenas transformaciones, y unos comportamientos muy dinámicos, por el contrario, en el mundo comercial y financiero. Donde mejor se aprecia el inmovilismo es en el sector agrícola: el régimen de tenencia de la tierra y de su explotación sigue unas pautas heredadas de siglos anteriores, aunque la mayor demanda de productos agrícolas y el aumento de los precios, como consecuencia del incremento de la población, introducirán algunos cambios en el paisaje. Así, se roturan bosques y nuevas tierras UNED 14 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 15. dedicadas antes al pasto de ganados para el cultivo de cereales, se realizan obras hidráulicas –como en los Países Bajos y Francia-, que permiten sanear terrenos o ganarlos al mar, y se intensifica en determinadas regiones el sistema de cultivos eliminando el barbecho sin que por ello se agotara el suelo, ya que se plantaron distintas especies que exigían menos nutrientes, como las plantas forrajeras. Esta “nueva agricultura” asociaba además el ganado estante a la explotación agraria, con lo cual se beneficiaba de mayor cantidad de abono. Por el contrario, la ampliación de la superficie cultivada a tierras de mala calidad produjo con el tiempo rendimientos decrecientes y su posterior abandono. El sector industrial registró, en cambio, avances significativos en todos los campos: en la extracción de carbón y de metales preciosos y en su tratamiento, en la construcción naval y en la producción textil. Aquí la novedad mayor se produjo en la pañería, puesto que la fabricación de productos de alta calidad fue sustituida por manufacturas textiles más baratas destinadas a cubrir las necesidades de un sector amplio de la sociedad, lo cual, sólo fue posible gracias a la utilización de nuevos elementos técnicos, como el batán, el huso de rueda o la máquina de hacer calcetas, y al empleo de mano de obra no agremiada a tiempo parcial, fundamentalmente campesina. También el sector comercial experimentó innovaciones importantes. Para empezar, la demanda urbana de productos, tanto agrícolas como manufacturados –en las zonas rurales, en cambio, la economía era fundamentalmente de autoconsumo, de subsistencia-, requería un incremento en los intercambios terrestres y marítimos, lo cual sólo era posible si se mejoraban las carreteras y los medios de transporte (carretas y barcos), los sistemas de información, los tipos de cambio e interés del dinero, las ferias y los seguros en los transportes. Aun así, la articulación de los mercados era escasa, sobre todo en el interior, y además el coste del transporte por carretera resultaba muy gravoso y encarecía en exceso determinados productos como la madera o el trigo. En cambio el comercio a larga distancia experimentó un auge creciente por su alta rentabilidad: el de España con sus territorios en América; el de Portugal con sus posesiones y factorías en Asia y África. Oro y plata, tabaco, azúcar, tintes, sedas y especias compensaban, por sus elevados beneficios, los envíos hacia esas regiones de productos agrícolas y de manufacturas textiles procedentes de la misma metrópoli o de otros centros industriales, en particular de Italia y de los Países Bajos. La posición privilegiada de Sevilla y Lisboa en el comercio ultramarino del siglo XVI altera sin duda los circuitos comerciales vigentes hasta entonces, aunque el eje económico que unía al norte de Italia con el sur de Alemania y los Países Bajos había comenzado a mostrar signos de debilidad en beneficio de un eje atlántico a raíz de las guerras de Italia entre España y Francia. Sin embargo, ni Portugal ni España serán los grandes beneficiarios de ese comercio a medio y largo plazo: italianos y alemanes, y flamencos después, se aprovecharan de las oportunidades de negocio que se les brindaba a través de la concesión de empréstitos a la Corona española. Así la ciudad de Amberes se convirtió en el primer UNED 15 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 16. centro comercial y financiero de los Países Bajos e incluso de Europa, aunque su posición privilegiada se fue deteriorando poco a poco al compás de las dificultades de las ciudades del sur de Alemania y del comercio con el Báltico, de las quiebras financieras de las monarquías francesa y española, del mantenimiento de una moneda de plata sobrevalorada que provocó la huida del oro hacia Francia y finalmente del saqueo de la ciudad por las tropas españolas en 1576 y el cierre de las bocas del Escalda a partir de 1585. El relevo lo tomará otra ciudad de los Países Bajos, Ámsterdam, cuya pujanza será relevante en el siglo XVII. Para terminar es preciso mencionar el valor del dinero y el sistema financiero. El juego de la oferta y la demanda era esencial para la fijación de los precios en los productos y mercados, y la moneda en la época era una mercancía más, por lo que su escasez o abundancia determinaba su precio. Así, a mayores remesas de plata menor cotización de la moneda y mayor valor del resto de las mercancías. De este modo, el siglo XVI experimentó un crecimiento de los precios, inferior, sin embargo, al que creían los contemporáneos haberse alcanzado, pues tan sólo supuso un 2 óun 3 por ciento anual, por lo que apenas se multiplicarían por 4 o 5 durante toda la centuria, motivo que induce a muchos historiadores a considerar excesivo que se aplique a dicha alza el término “revolución de los precios”. El dinamismo comercial supuso a su vez la necesidad de disponer de instrumentos que agilizaran la circulación de dinero, como la letra de cambio, pero también de capitales más cuantiosos y al menor coste posible: cambistas y banqueros fueron los artífices de que el mercado estuviera abastecido de dinero, no ya porque podían conceder todo tipo de créditos a los particulares, sino porque giraban numerario entre distintos centros financieros y porque recibían dinero en depósito. Con todo la circulación monetaria en las ciudades era escasa –casi insignificante en las zonas rurales-: las compras de géneros en las lonjas para el abastecimiento de las tiendas se realizaba por lo común al fiado, una práctica que se mantuvo durante toda la época moderna. También los estados, como el español, recurrieron al crédito para sufragar sus empresas militares concertando asientos con financieros solventes o emitiendo deuda pública (juros) a un tipo de interés del 10 por ciento, si bien con el tiempo se fue recortando al 7, al 5 y al 3 por ciento, ya a finales del siglo XVII. Banqueros alemanes, españoles y genoveses intervinieron en esta aventura crediticia obteniendo considerables beneficios en el cobro de intereses, aunque la quiebra del Estado podía llevarles a la bancarrota, pero también participaron nobles, funcionarios y mercaderes. Lecturas recomendadas: M. Greengrass, La destrucción de la Cristiandad, 1517-1648, Barcelona, Pasado y Presente, 2015, págs. 65-134. UNED 16 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 17. 3. Renacimiento y Humanismo Epígrafes: Los conceptos de Renacimiento y Humanismo- Características y factores de difusión- Italia y otras realidades europeas- La ciencia en los siglos XV y XVI- La crisis de los poderes universales y las monarquías del Renacimiento- Instrumentos del poder real y poderes del reino- El pensamiento político de la primera Edad Moderna. Materia: i.-El tema comienza estudiando la cultura en la primera Edad Moderna. El hecho más destacable en dicho momento fue el Renacimiento, que constituye uno de los grandes cambios característicos del paso del mundo medieval a la modernidad. Como todos los grandes fenómenos culturales del Antiguo Régimen, sin embargo, el Renacimiento afectó exclusivamente a unas elites sociales y culturales, por lo que el tema debe comenzar planteando la diferencia entre la cultura de tales minorías y la cultura popular. La gran masa de la sociedad era entonces analfabeta, concepto que no tiene el significado contemporáneo, pues la normalidad entonces era la existencia de un amplio porcentaje de la población ajena al mensaje escrito, precisamente en la época en que, recién inventada la imprenta, la difusión de éste iba a conocer una auténtica revolución, que será otra de las características de la Edad Moderna. La organización de la enseñanza apenas sufrió cambios, con las escuelas de primeras letras, vinculadas con frecuencia a la iglesia local, y los estudios posteriores equivalentes a nuestra enseñanza secundaria, también vinculados habitualmente a la Iglesia, en colegios o preceptores privados. Desde el siglo XIII, los centros superiores de la enseñanza en Europa eran las universidades, surgidas en muchos lugares bajo el patrocinio del papa, el obispo o el rey. En ellas había una serie de facultades clásicas y predominaban los saberes escolásticos, que constituían un freno importante para las novedades. Las innovaciones científicas del siglo se dieron en buena medida fuera de ellas. Sobre este mundo bastante estático incide el Renacimiento, que es un gran movimiento cultural consistente en el redescubrimiento y la vuelta a los modelos de la Antigüedad en todos los órdenes de la vida, lo que significa que, frente a la cultura de matriz casi exclusivamente cristiana que había dominado la Edad Media, se recuperan ahora valores éticos, políticos, literarios, artísticos, modelos de vida, etc., esencialmente paganos, aunque el peso de la Iglesia, la creencia y la religiosidad harán lo posible por pasarlos por un tamiz cristianizador. Tal redescubrimiento se realizó a través de varias vías: los viajes, la recuperación arqueológica de objetos de la antigüedad y, sobre todo, la depuración filológica, que permitía a sus cultivadores ponerse en contacto directo con los textos de Platón, Aristóteles, Demóstenes, Sófocles, Virgilio, Cicerón y tantos otros, sin el intermediario obligado de viejas traducciones o malas versiones medievales. Los estudios UNED 17 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 18. profundos de latín, griego, hebreo o arameo, y su difusión gracias a la imprenta, llevaron a la recuperación de muchos de estos autores así como de los modelos de vida implícitos en sus obras; de la misma manera, la depuración lingüistica aplicada a la Biblia es una de las bases que explican la Reforma. Quienes se especializaban en el conocimiento filológico de las lenguas clásicas recibían el nombre de humanistas, pues se dedicaban a estudios de “humanitas”, el conjunto de saberes sobre los que se basaba el nuevo modelo de hombre que ahora se propone. De ahí la diferencia entre Renacimiento y Humanismo, que no son sino dos aspectos –el uno general y el otro específico- de una misma realidad. El Renacimiento fue un gran fenómeno cultural, cuyos orígenes más lejanos estarían en el siglo XIV (trecento), llegando a su apogeo a finales del XV y comienzos del XVI. Sus manifestaciones esenciales se dieron en el terreno artístico y literario pero, más allá de ellas, se caracterizó por la difusión de una serie de valores como el hombre, la naturaleza, el gusto por la vida, que pudieron contraponerse, no siempre sin tensiones, a la cosmovisión heredada de la Edad Media. La ciudad terrenal frente a la ciudad de Dios, basándonos en la obra de San Agustín. Desde el punto de vista geográfico, el epicentro fueron las cortes de las principales ciudades italianas, gracias al mecenazgo de príncipes y papas. Allí brillaron las obras y los escritos de los grandes representantes de tan importante fenómeno cultural. Pero desde una fecha temprana, los nuevos valores comenzaron a difundirse como consecuencia de medios como el comercio, los viajes, la correspondencia... Ya a finales del siglo XV, el inicio de las guerras de Italia supuso una amplia expansión del Renacimiento por buena parte de Europa. Algunos de los humanistas más destacados nacieron fuera de Italia, como el holandés Erasmo de Rotterdam o el español Luis Vives. Los límites cronológicos del Renacimiento no llegan mucho más allá de la segunda mitad del siglo XVI, cuando la contrarreforma y el áspero enfrentamiento a ella ligado, frenó el desarrollo de un movimiento expansivo, optimista, enfrentado ahora a las terribles disputas de índole religiosa, que en cierta medida se habían inspirado en traducciones humanistas del Nuevo Testamento. En el campo del arte, el manierismo mostraba el agotamiento de la estética renacentista, poco a poco suplantada por una nueva cosmovisión, el barroco, más acorde con una época de enfrentamientos y crisis. Aunque en el terreno de la ciencia no se produjeron grandes avances –habría que esperar para ello al siglo XVII- hubo sin embargo aportaciones notables. Por ejemplo, en la medicina, con los progresos en el conocimiento de la circulación de la sangre, la anatomía o la cirugía. También en las técnicas (máquinas de construcción, inventos, con la figura descollante de Leonardo Da Vinci) o en la astronomía, en la que destaca la figura del polaco Nicolás Copérnico, quien formuló por primera vez la teoría heliocéntrica. ii.- El tema trata también sobre la política en la Europa de finales del siglo XV y del siglo XVI, un periodo histórico que presenta uno de los cambios más característicos de la modernidad: UNED 18 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 19. el desarrollo de poderes soberanos cada vez más potentes y definidos, con una fuerte tendencia a la centralización del poder y que dejan clara su supremacía sobre nobles, ciudades, parlamentos, eclesiásticos y otros poderes existentes en los reinos o territorios sobre los que lo ejercen. Para definir este importante proceso histórico, la historiografía ha utilizado hasta hace unos años el concepto de Estado Moderno, entendiendo que tales cambios estaban en la base de la constitución de los futuros estados que han llegado hasta nosotros. Desde hace un par de décadas, sin embargo, dicha visión ha sido objeto de fuertes críticas. Se le ha acusado, entre otras cosas, de presentismo, de ver el proceso histórico desde la perspectiva de la realidad actual, entendiendo que el Estado no surge propiamente hasta los siglos XVIII y XIX y que las entidades políticas soberanas de la primera Edad Moderna se estructuran de una forma diferente, en la cual el elemento decisivo no es una abstracción jurídica como el Estado, sino la realidad que se deriva del poder personal del soberano, fuente de la ley y personificación de la justicia. El poder político se justifica y estructura a partir de él, lo que da lugar a unos entes básicamente distintos de los Estados contemporáneos. Lo cierto es que el debate sigue abierto, pues hay quien defiende la existencia de ciertos elementos o una primera forma de estatalización, por muy alejada que pueda estar de la realidad y las características de los Estados posteriores. Ante la polémica, el término estado moderno se utiliza cada vez menos, siendo sustituido por otros menos comprometidos como el de las nuevas monarquías del Renacimiento, que aquí se adopta, pese a que no todas ellas fueran monarquías. La emergencia de poderes soberanos fuertes suponía el fin de la estructura política característica de la Europa medieval. Tal cambio tuvo numerosas repercusiones. En el conjunto de Europa, perjudicó claramente a los dos poderes que se habían arrogado un carácter universal que les situaba por encima de los demás: el papa y el emperador. El poder universal del papa derivaba del hecho de ser la cabeza espiritual del conjunto, pues no olvidemos que lo que hoy llamamos Europa se conocía entonces como la Cristiandad, y se caracterizaba por compartir la religión cristiana bajo la dirección del Sumo Pontífice. Todo esto cambiaría a raíz de la Reforma protestante, que sacó de la obediencia de Roma a muchas iglesias y cristianos europeos. Al propio tiempo, los afanes de los distintos soberanos por controlar sus iglesias nacionales (regalismo, en Francia galicanismo), llevaron a fuertes tensiones con el papado y en algún caso (Inglaterra) fueron decisivos para llevar el país hacia la ruptura con Roma y la reforma protestante. El otro poder, el del emperador, ya muy debilitado a finales del siglo XV, conocería con Carlos V una nueva ocasión para convertirse en el árbitro de Europa, aunque ya no sobre la base de su poder en los territorios propios del Imperio, sino a partir de su condición de rey de la pujante Castilla y el importante aporte monetario de sus dominios en Indias. Pero la Reforma contribuyó a debilitar aún más su poder en el ámbito alemán y, al igual que su abuelo Maximiliano I, fracasó en el intento de UNED 19 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 20. constituir allí una monarquía moderna. Desde mediados del siglo XVI, con su sucesor Fernando I, el imperio no era ya más que un título vacío. Las características e instrumentos de las nuevas monarquías fueron comunes y, con ligeras variaciones, pueden encontrarse en distintos reinos y territorios. Todos los soberanos pretenden –y en buena medida consiguen- unificar el territorio sobre el que gobiernan, fijar sus fronteras y acabar con –o someter- los poderes internos que pudieran hacerles competencia. Refuerzan las bases de su poder (religión, dinastía) y promocionan la imagen y el prestigio de la realeza (símbolos, historia, literatura, arte). Organizan nuevas cortes de las que ellos constituyen el epicentro, rodeados de una nobleza domesticada, eclesiásticos, burócratas y otros cortesanos. Tienden hacia la unificación legislativa y la fijación de repertorios y códigos, basados generalmente en el derecho romano... Para todo ello, cuentan con instrumentos como el reforzamiento de las finanzas, la reorganización administrativa (Consejos y tribunales), el apoyo de la burocracia -y en especial de un grupo social emergente: los letrados o licenciados en derecho encargados de desarrollar y aplicar la legislación real-. Un instrumento esencial será la guerra, gracias al monopolio de la violencia que elimina los ejércitos privados de los nobles creando un único y potente ejército al servicio del rey. También la diplomacia, para la representación y defensa exterior de sus intereses. Todo este proceso de imposición del poder real contó, obviamente, con las resistencias y límites planteados por otros poderes, cuya capacidad de oponerse eficazmente determinó en buena medida el éxito o el fracaso de esta nueva fórmula política. A raíz del feudalismo, se habían constituido grandes poderes en manos de nobles, laicos y eclesiásticos que, en algunos casos, llegaron a minimizar, e incluso a desconocer, el poder del monarca, convertido en un “primus inter pares”. La implantación de las nuevas monarquías –allí donde se realizó con éxito- hubo de someter tales poderes, subordinándoles claramente a ellas. Es por ello que pueden denominarse poderes intermedios, en cuanto que ocupan un lugar entre el soberano y los súbditos y a pesar de su autonomía –no olvidemos la fuerza de los señoríos- colaboran, o están obligados a colaborar, en la gobernación del reino. Son los nobles y señores, los poderes urbanos, las asambleas representativas (parlamentos, cortes...), o los poderes eclesiásticos del propio reino. La alusión anterior a su carácter intermedio nos introduce en una realidad propia del Antiguo Régimen, una de sus muchas permanencias. En una época con escasos medios y posibilidades de comunicación, para la gran mayoría de las gentes la realidad del poder no era el del rey, por mucha fuerza que éste pudiera tener, sino el poder del padre de familia, del municipio, el señor, el cura u otros que se vivían a diario y de forma inmediata. Los éxitos y fracasos distinguen los territorios en que triunfaron las nuevas monarquías, como España, Francia, Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Roma, Florencia, etc., de otros en los que fracasaron, como Alemania o Polonia. Naturalmente, la fuerza que alcanzó el poder real UNED 20 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 21. y la periodización de los procesos a los que se ha aludido fueron diferentes en cada territorio. Como lo eran también las características de éstos. La mayoría era monarquías hereditarias, y algunas de las electivas (Bohemia, Hungría, Polonia) evolucionaron en tal sentido. Un caso particular es el de los Estados Pontificios, encabezados por una monarquía electiva peculiar que se conoce como la monarquía papal. Había también principados cuyo soberano tenía un título inferior al de rey, como el ducado de Saboya, el gran ducado de Toscana, etc. Finalmente, existían repúblicas antiguas como Génova, Venecia o los cantones suizos, y se constituiría otra nueva: la de las Provincias Unidas, a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Lectura recomendada: Francisco Rico, El sueño del humanismo, Madrid, Alianza, 1993. 4. La ruptura de la Cristiandad Epígrafes: La vida en un mundo sacralizado y la religiosidad popular- Crisis de la religiosidad medieval y primeras tentativas reformistas -Lutero y otros reformadores protestantes- La segunda generación de reformadores: Calvino- La reforma católica: El concilio de Trento- La nueva geografía religiosa. La Europa confesional. Materia: La ruptura de la Cristiandad es uno de los hechos más característicos de la Edad Moderna, que marca de manera nítida su separación con la Edad Media. Ciertamente, las disidencias y cismas habían jalonado toda la historia anterior del cristianismo. El más importante de todos había sido el gran cisma de Oriente que dividió en dos el mundo cristiano: el occidental, encabezado por Roma, y el oriental, en los territorios dependientes del Imperio Romano de Oriente que más adelante caerían bajo el dominio del Imperio Turco. En la propia cristiandad occidental –el ámbito geográfico de la Europa moderna- habían existido numerosas tensiones, si bien todas las herejías habían acabado por ser dominadas o erradicadas y los cismas reconducidos a la unidad. La característica esencial de la llamada Reforma del siglo XVI habría de ser la perdurabilidad, pues la cristiandad occidental ya nunca recuperaría su unidad, quedando fracturada en una serie de confesiones e iglesias que han llegado hasta nosotros. De ahí que podamos hablar de ruptura de la cristiandad occidental, el espacio geográfico dependiente de príncipes cristianos, un territorio que, con alguna excepción como la Rusia ortodoxa, antes de la Reforma aceptaba unánimemente la supremacía del papado de Roma. La importancia de la religión es algo que hoy nos resulta difícil percibir. Para valorarlo en su justa medida hay que tener en cuanta que, a diferencia del nuestro, aquel era un mundo intensamente sacralizado, donde la incredulidad era prácticamente inexistente y en el que la existencia estaba pautada por la religión desde la cuna a la sepultura. Los diversos UNED 21 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 22. momentos del día les marcaba el sonido de las campanas, las numerosas fiestas respondían fielmente al santoral, muchos de los contratos y escrituras especificaban sus plazos aludiendo a festividades religiosas. La gran mayoría de la masa analfabeta apenas recibía otra instrucción y otras consignas que a través de la predicación y la confesión. La omnipresencia de la muerte y el temor al castigo eran los mejores aliados de una Iglesia institucional que había ido acumulando por ello un enorme poder y riqueza, permanentemente incrementada con donaciones, especialmente en los testamentos. Pero todo este mundo estaba en crisis a finales de la Edad Media. La perversión del poder eclesiástico, la acumulación de riquezas, la obsesión por la salvación y el pecado, la venta de indulgencias, las prácticas supersticiosas y semipaganas, la degeneración de las costumbres del clero y otra serie de hechos habían llevado a muchos a la búsqueda de una religión más auténtica, depurada de adherencias negativas y cercana al mensaje de Cristo. Surgen así las primeras iniciativas reformistas que, si unas veces llevan a la ruptura con Roma (Wyclif, Huss) en otros casos se mantienen dentro de la ortodoxia (“Devotio Moderna”, reformismo de los Reyes Católicos…). La ruptura definitiva vendrá sin embargo con el fraile alemán Martín Lutero, el primero y más importante de los grandes reformadores del siglo XVI, cuyas doctrinas inspirarán el luteranismo, la principal de las corrientes reformistas en el mundo germánico. A su sombra surgirán otros reformadores de menor importancia, como Zwinglio o los anabaptistas, que mantienen con él diferencias doctrinales y logran influir en determinadas zonas de menor extensión. Pronto, todos los reformadores contrarios a la Iglesia de Roma y sus seguidores recibirán el nombre genérico de protestantes, que esconde en realidad diversas tendencias. En una generación posterior surgirá el segundo gran reformador, el francés Juan Calvino, creador de una doctrina más rígidamente organizada que la de Lutero, que pondrá en práctica en Ginebra, y desde allí se extenderá sobre todo por Francia, los Países Bajos y Escocia. Pero el movimiento reformador estaba también en el seno de la Iglesia obediente a Roma. Desiderio Erasmo de Rotterdam, tal vez el mayor de los humanistas, es la mejor prueba de ello. Muchos miembros de la Iglesia intentaron evitar la ruptura. El propio emperador Carlos V, en buena parte por intereses políticos, trató de llegar a acuerdos. Para muchos de ellos la gran solución sería un concilio que aclarara la doctrina –la falta de claridad dogmática es una de las grandes causas de la Reforma- y pusiera orden en la Iglesia. Sin embargo, cuando al fin se celebró en la localidad imperial de Trento (1545-1563), ya no sirvió para evitar una ruptura bastante consolidada para entonces. Sí fue, no obstante, el elemento clave de la Reforma católica, que marcó las pautas doctrinales y disciplinarias que habrían de guiar la vida de la Iglesia en los siglos siguientes. En la segunda mitad del siglo XVI, después de las Reformas (protestante y católica) lo que surgió fue una Cristiandad, o una Europa, profundamente dividida desde el punto de vista de las creencias. Más aún, una serie de confesiones: católicos, luteranos, calvinistas…, UNED 22 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 23. beligerantemente convencidas, cada una de ellas, de estar en posesión de la verdad, y firmemente dispuestas, por lo tanto, a imponérsela a los otros. Es la Europa de la Contrarreforma, en lo que tiene de actitud contraria a los otros. En este sentido, se ha hablado también de la Europa confesional, en alusión a un siglo de enfrentamientos –desde mediados del XVI hasta el final de la guerra de los Treinta Años-, en los que las diversas ortodoxias surgidas de la Reforma tuvieron un protagonismo decisivo. Es la época de las guerras de religión (en Francia, los Países Bajos, guerra de los Treinta Años…), enfrentamientos civiles especialmente crueles y violentos. Lectura recomendada: Heinrich Lutz, Reforma y contrareforma: Europa entre 1520 y 1648, Madrid, Alianza, 1992. 5. Los orígenes de la política internacional en la Edad Moderna: expansión turca y guerras de Italia (1494-1516) Epígrafes: La situación internacional a mediados del siglo XV -El imperio turco. Organización y fases de su expansión- Italia a comienzos de los tiempos modernos- Factores determinantes de las guerras de Italia- Protagonistas y fases de la pugna por Italia- Las transformaciones militares en los comienzos de la modernidad. Materia: El punto de partida del tema se sitúa en el periodo de paz relativa alumbrado en el horizonte europeo desde el meridiano del Cuatrocientos. La conclusión de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra (1453) y el inicial equilibrio alcanzado en latitudes italianas mediante la Paz de Lodi de 1454, firmada entre el ducado de Milán y la república de Venecia pero a la que de inmediato venían a sumarse Florencia, el reino de Nápoles y los estados pontificios, dando así forma a la denominada liga italiana, encuadraban entonces un poderoso cambio de tendencia. Y el mismo pronto pareció consolidarse con una secuencia de episodios en la que habrían de situarse el reconocimiento de Isabel como princesa heredera al trono castellano (1468), y la posterior solución de Guerra de sucesión castellana (1479), o el fin de la Guerra de las Dos Rosas (1485). Esa perceptible reducción de los riesgos de conflicto entre las distintas entidades europeas experimentó sin embargo una quiebra en los momentos finales del siglo con la ruptura del equilibrio asentado en Lodi para el universo italiano. Forjada en un dilatado e intrincado proceso de desvinculación respecto al Sacro Imperio Romano Germánico, la abigarrada cartografía política de la Península nunca en realidad asistió a la completa desaparición de las feroces rivalidades territoriales. Poblada por una tan amplia como inusual variedad de formas políticas, del reino de Nápoles a las repúblicas de Florencia, Venecia, Genova Siena UNED 23 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 24. o Luca, de los estados pontificios al principado eclesiástico de Trento, o de los ducados de Milán, Mantua, Ferrara y Saboya a los marquesados de Monferrato o Saluzzo, a lo largo del tiempo no sólo se habían ido perfilando ciertos bloques de poder. Con la vinculación de los reinos Cerdeña (1325) y Sicilia (1409) a la Corona de Aragón como punto de referencia, esos bloques también habían desarrollado poderosos vínculos con divergentes sujetos dinásticos (España y Francia) en una dinámica que a la altura de 1494 desemboco ya en la definitiva liquidación del orden establecido medio siglo antes en Lodi. En una secuencia dispuesta siempre sobre idéntico patrón, y cuyo itinerario transita entre la inicial apelación a instancias dinásticas externas para solucionar las querellas internas y el posterior repudio de la presencia de aquellas mismas instancias derivado de las propias modalidades de cancelación de las originales querellas, la invasión francesa con la que en 1494 Carlos VIII procura materializar la reivindicación de sus derechos sobre Nápoles inauguraba un ciclo de conflictos cuya fase inicial se cerraba a la altura de 1516 con la polarización entre un sur (Nápoles y Sicilia) vinculado a la monarquía hispana y un norte (Milán, Génova y Piamonte) ubicado bajo la influencia de Francia..La ansiada estabilidad de la cuestión italiana que podía atisbarse ese año con las firmas del concordato de Bolonia entre Francia y León X y del Tratado de Noyon entre Francia y España, y que acentuaba un año después el tratado de Cambrai, resultaría no obstante tan efímera como la que emanaba del tratado de Londres de 1518 por el que todos los príncipes cristianos se comprometían a unir sus fuerzas para conjurar la amenaza ya nada velada que reconocían en el imperio otomano. Convine tener presente al respecto que entonces la Cristiandad, al tiempo que se expandía a través del Atlántico, estaba replegándose en el Mediterráneo. Con un principado de Anatolia como núcleo territorial, la toma de Constantinopla en 1453 abría unas inmensas posibilidades de conquista que el imperio Otomano pronto había de explorar. Sin descuidar por ello el fortalecimiento de la frontera oriental de su vasto imperio extraeuropeo, ni renunciar tampoco a su expansión hacia el sur, el avance mediterráneo fue de tal magnitud que en el momento inaugural de las guerras de Italia Venecia podía ver amenazado el dominio sobre sus propias aguas del Adriático. Quedaba así ya anunciado el magno certamen que había de concretarse con la entrada en escena de Soliman el Magnífico, quien en 1520,, un año después de la coronación imperial de Carlos V, iniciaba su asalto a la Cristiandad. .Con una fisonomía política autocrática coronada también en clave dinástica por el Sultán, al que asesoraban en materia de gobierno el gran visir y el reducido número de consejeros que conformaban el tribunal superior o diván, la propia entidad e intensidad de ese asalto no puede por lo demás desvincularse de otra cuestión: la posición cardinal que en el equilibrio de la vida política, social y religiosa de la civilización otomana correspondía a la guerra santa, abundando la propia estructura social en la subordinación de todo género de lealtades a esa sagrada obligación. UNED 24 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 25. Con las guerras de Italia y este imperativo de contención del Islam como nudos básicos del devenir político europeo, la sustitución de aquel inicial horizonte de paz por este otro llamado a consagrar el protagonismo de las armas que así se consumaba en el entorno de 1500 estuvo además acompañada por toda una serie de transformaciones militares cuyo singular alcance y entidad ha inducido a cierta historiografía a acuñar el controvertido concepto de revolución militar. Junto a los enormes retos financieros, administrativos y logísticos que planteaban, esas innovaciones afectaron a todos los pliegues de la teoría y la práctica de la guerra. Y así, a su modo y manera, no dejaron de imprimir una de las muescas quizás más distintivas de aquellas monarquías dichas del Renacimiento. Cronología Guerras de Italia, 1494/1517: 1494: Carlos VIII, rey de Francia, invade Italia. Coalición antifrancesa. Los Médici expulsados de Florencia. 1497: Fin de la primera Guerra de Nápoles.:Ferrante II. 1498: Muere Carlos VIII y le sucede en el trono de Francia Luis XII 1500: Batalla de Novara: Luis XII desaloja de Milán a Ludovico Sforza. 1501: Francia y España conquistan Nápoles. 1503: Muerte de Alejandro VI y elección de Julio II. 1504: Tratado de Lyon: fin de la segunda guerra de Nápoles. Luis XII reconoce a Fernando de Aragón como rey de Nápoles. 1505: Tratado de Blois entre España y Francia. 1508: Liga de Cambrai: coalición europea contra Venecia. 1509: Los venecianos derrotados en Agnadillo. 1511: Santa liga: España, Venecia, Suiza, los estados pontificios y los Sforza contra Francia. 1512: Batalla de Rávena: victoria francesa sobre las tropas pontificias y españolas. Restauración de los Medicis en Florencia. Confederación Helvética toma Milán. 1513: Giovann de Médici llega a ser el papa León X. La Confederación Helvética derrota a Francia en la batalla de Novara. 1515: Muere Luis XII y le sucede en el trono Francisco I. Batalla de Marignano y recuperación francesa de Milán. 1516: Tratado hispano-francés de Noyon. Concordato de Bolonia. Muere Fernando de Aragón y le sucede Carlos de Gante. 1517: Tratado de Cambrai. 6. La hegemonía hispana y el orden europeo, 1492/1598 Epígrafes: Los Reyes Católicos: unión de coronas, reconquista y expansión- El imperio de Carlos V. Dinastía y territorios- Conflictos políticos y confesionales: Francia, turcos y protestantes- La UNED 25 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 26. Monarquía de España bajo Felipe II: identidad y proyección católica- La rebelión de los Países Bajos- El agotamiento de Castilla. Materia: Habrá de tomarse en consideración al abordar este tema el juego derivado de la irrupción en la escena de unas determinadas dinastías. Y muy particularmente del proceso de práctica captura del espacio de la Cristiandad por parte de una de ellas: aquella que partiendo de un origen suizo acabará por identificarse hasta tal punto con el lugar de su destino posterior que podrá ser conocida y se identificará a sí misma como Casa de Austria. Tras un primer desplazamiento hacia el confín oriental, con la misión de contención atribuida por el Papado y la impronta de una mística universalista que tal original encomienda dejara en el conjunto de la dinastía, iniciará precisamente en los comienzos del siglo XVI un movimiento opuesto hacia Occidente que le llevará a poder conectar a la altura de 1516/19 los dos extremos oriental y occidental de la Vieja Europa. Cuando Carlos de Gante, tras asumir en 1515 el gobierno de sus dominios hereditarios de Borgoña, formalice definitivamente su posición como Rey de España, en 1516 a la muerte de Fernando el Católico, y como Emperador en 1519. tras la muerte del emperador Maximiliano, a nadie se le escapaba el papel dominante de esta familia en el conjunto europeo. Tal y como escribía hacia 1589 Giovanni Botero en su Razón de Estado, capturando la más honda esencia del molde dinástico sobre el que entonces se fraguaba la ordenación política y territorial europea, “ninguna familia alcanzó nunca tanta grandeza y tanto poder por medio de los lazos familiares y las alianzas matrimoniales como la Casa de Austria”. Desde ese momento, y en gran medida, el resto de entramados dinásticos juegan al hilo de las consideraciones de los Habsburgo, infundidas por la fuerte dosis de universalismo de que se encuentra dotada la ínclita casa y por el planteamiento y aspiración a la Monarquía Universal a la que otorgaba su más puntual formulación el piamontés Mercurio Gattinara. El reciente devenir de la monarquía hispana ya jugaba desde luego aquí su papel. El intenso ciclo de expansión mediterránea y descubrimiento americano que desde finales del Cuatrocientos se conjuga con la clausura de la reconquista y la unión dinástica de los reinos de Castilla y Aragón, reforzada en 1496 con la concesión de Alejandro VI a Fernando e Isabel del título de Rey y Reina Católicos de las Españas, otorgaba una tan majestuosa entidad territorial como cerrada identidad confesional a la monarquía que el entonces Carlos de Borgoña heredaba en 1516. Pero cuado los príncipes electores reunidos en Francfort am Main en junio de 1519 lo elevan a la dignidad imperial, en detrimento de la opción de Francisco I, el panorama político europeo adquiría una dimensión radicalmente nueva, insertándose la inmediata reapertura de las hostilidades con los Valois en latitudes italianas en un esquema estructural en el que de una parte se aspira al dominium mundi y desde la otra ha de sostenerse la defensa de las libertates. UNED 26 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 27. Orientadas todas las múltiples combinaciones europeas de poder entorno a los polos de semejante rivalidad, el estado de guerra entre Carlos V y Francisco I que con motivo de la posesión de Milán formalmente se abría a la altura de 1521 no sólo vino así a prolongarse hasta más allá del meridiano del siglo, momento en el que la pax católica suscrita por Felipe II y Enrique II, la de Cateau-Cambresis del 3 de abril de 1559, consagraba la renuncia a todos sus derechos sobre Italia de una Francia que en contrapartida aseguraba su frontera a costa de Inglaterra (Calais) y del propio Imperio (Metz, Toul y Verdún). Por muy fundamentales e independientes que pareciesen, y pese a no estar directamente conectados con esa rivalidad y tener una significación y desarrollo propios, todos los problemas del tiempo, como la cuestión de la relación entre los príncipes y los poderes intermedios, entre la libertad comunal y el ordenamiento monárquico, entre la fuerza económica y la acción política, o entre el aparato militar y la forma de gobierno, terminaron de algún modo por añadirse a ese núcleo de la disputa por la hegemonía europea.. Al igual que ocurría con todos esos problemas, la propia disputa dinástica no pudo además plantearse en los mismo términos que la habían guiado entre 1494 y 1516. Lo impidió de raíz el surgimiento en sede imperial de la cuestión religiosa, con la que desde principios de la década de los veinte obligadamente hubo de hacer sus cuentas el emperador en sus arraigadas aspiraciones universalistas. Tras la irrupción de Lutero, y una vez consumada la ruptura teológica (Confesión de Augsburgo de 1530) y concretada la amenaza de una guerra civil-confesional (Liga de Esmalcalda), el mismo Imperio pasaba a configurarse como un segundo escenario en el que dichas aspiraciones habían de salvaguardarse, con el saldo reconocidamente fracasado que al respecto significarían la Paz de Augsburgo de 1555, en cuanto expediente de convivencia y de consolidación territorial de la diversidad confesional (católica y luterana), y la propia negativa del Emperador a ratificar personalmente dicha regulación pluralista de la cuestión religiosa en el marco jurídico imperial. La ya mayúscula complejidad derivada de la recurrente superposición y compleja imbricación de la querella dinástica y la ruptura luterana se vio además acentuada, desde el mismo momento de la elección imperial de Carlos V, por la necesidad de conjurar el poderoso desafío que la vocación expansiva de Solimán el Magnífico representaba para aquella cristiandad cuya unidad se pretendía. Tras la captura de Belgrado en 1521 y Rodas en 1522, que abrían el Mediterráneo oriental a los navíos de guerra otomanos, y tras la decisiva batalla de Mohács, que dejaba desguarnecida la llanura húngara del Danubio precipitando la caída de Buda y Pest en 1526, el efecto desestabilizador de la amenaza turca se sintió durante décadas en todos los estados de la franja suroriental de Europa. Así se explica que el triunfo de los caballeros de la Orden de Malta en 1565, y sobre todo la victoria en la batalla de Lepanto en1571, fueran recibidos con alivio en todo el continente. Pero a esas alturas no sólo había fallecido ya Carlos V (1558). También el propio cetro imperial había dejado de ser el poder referencial en el Cristiandad. Su lugar, tras el UNED 27 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 28. desdoblamiento de la Casa de Austria en una doble rama, lo había pasado a ocupar la monarquía de España. Al tiempo que los Habsburgo de Viena, en la persona de Fernando I, conservaban la dignidad imperial, Felipe II había sellado en clave confesional la compacidad de la vasta herencia territorial recibida y que comprendía los Países Bajos, los dominios italianos y los reinos hispanos con sus posesiones americanas. Y esa asunción de la religión como referente identitario no sólo afectaba al orden interno de la monarquía. Dictaba también su proyección exterior justamente en el momento que, permaneciendo el Imperio relativamente estable bajo las previsiones de la Paz de Augsburgo, los enfrentamientos civiles-confesionales se desplazaban hacia el ámbito atlántico. Rinde buena cuenta al respecto el que ninguno de aquellos enfrentamientos resultaran indiferentes a una monarquía en trance de afirmación católica. De la Armada Invencible a la reivindicación de los derechos al trono de Francia de su hija Isabel Clara Eugenia en el contexto de las guerras de religión, Felipe II se convirtió en el eje sobre el que giró la política europea durante toda la segunda mitad del Quinientos. Con su lógica dinástica en ciertos casos, como en la unión de Portugal en 1580. Y siempre aferrado a una lógica católica que, al margen de las traumáticas secuelas hacendísticas, también terminaría dejando su huella en la fisonomía territorial de la propia monarquía, pues la misma no escapó en sus territorios borgoñones al fenómeno de enfrentamiento confesional. Al fin y al cabo, y sin negar la presencia en la rebelión de los Países Bajos de otras causas más o menos profundas de signo constitucional, fue una doble imposibilidad relacionada con la cuestión religiosa la que estimuló tan dilatada confrontación. Desde el lado hispano, la radical negativa a aceptar cualquier esquema de convivencia confesional. Y del lado de los territorios del Norte y de Flandes, la imposibilidad de hacer triunfar, hacia dentro, un proyecto de superación politique - como la que podía representar Guillermo de Orange y que se intentó plasmar en la Pacificación de Gante (1576)- de la cesura religiosa que acabará configurando la escisión entre un norte básicamente calvinista, y desvinculado de la monarquía desde la abjuración de 1581, y un sur católico. Todos esos conflictos, muy estrechamente relacionados entre sí, alumbraron en su momento de conclusión una novedosa situación caracterizada por el fracaso en la consecución de los ambiciosos objetivos hispano-católicos, la afirmación del protestantismo en Inglaterra y en las Provincias Unidas, y el resurgimiento político de Francia. La Paz de Vervins de 1598, que básicamente renovaba lo estipulado cuatro décadas antes en Cateau-Cambresis, consagraba ese nuevo orden. Lectura complementaria: A. Kohler, Carlos V, Madrid, Marcial Pons, 2000. UNED 28 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 29. 7. La monarquía francesa y las guerras de religión Epígrafes: Naturaleza sagrada y fortalecimiento del poder real: Francisco I y Enrique II- Calvinismo político y crisis del régimen Valois- Las primeras guerras de religión. Enrique III, Felipe II y la Liga Católica- Enrique IV y el edicto de tolerancia de Nantes. Materia: En Francia, y visto desde la perspectiva de la autoridad monárquica, el siglo que siguió a los desastres de la Guerra de los Cien Años puede caracterizarse por cuatro rasgos: el fin de las grandes revueltas y el paso a una política europea activa; la extensión del territorio en el que se ejerce la autoridad real y que permitió a la corona hacerse con el control de los principados feudales de modo estable; la reforma y creación de las instituciones monárquicas; y, por último, un absolutismo imperfecto y contradictorio. Entre 1461 y 1492, es decir, durante el reinado de Luis XI y la regencia de Carlos VIII, y al tiempo que progresivamente se neutralizaban las últimas revueltas de los príncipes aliados a Inglaterra, la dinastía Valois logró anexionar a su patrimonio las posesiones de la Casa de Anjou, una parte de la herencia borgoñona (incluido el Ducado de Borgoña y Picardía), y finalmente, ya tras la coronación de Carlos VIII, Bretaña. Con la apoyatura en materia de gobierno del fortalecido Consejo Real y los Parlamentos, y la decidida postergación de los Estados Generales, que desde su reunión en Tours en1484 no volverían a ser convocados durante casi un siglo, frente a los provinciales, más operativos en el terreno fiscal, el resultado fue un reino más grande y territorialmente compacto que, superada la doble amenaza anglo-feudal, pudo así desde 1494 dedicarse a las Guerras de Italia. La participación del reino de Francia en esas guerras de Italia y en la lucha contra los Habsburgo, en las que el rey pudo emplear a su turbulenta nobleza, fue sin duda el acontecimiento más importante del período entre 1494 y 1559, en el que se sucedieron cuatro monarcas (Carlos VIII, Luis XII, Francisco I y Enrique II) y la sucesiva llegada al trono de dos ramas colaterales Pero también durante el mismo vinieron a concretarse novedades de subido valor en el orden político y en la propia comprensión de la monarquía: ante todo, y sin olvidar el sentido que el Concordato de Bolonia de 1518 encierra para el galicanismo, la afirmación de la naturaleza sagrada del poder real, el fortalecimiento de la autoridad regia frente a los órganos colegiados del reino y su firme determinación para reformar sus instituciones hacendísticas, administrativas y judiciales en el sentido requerido para dicho fortalecimiento del poder real. Encauzada de forma decidida bajo el reinado de Francisco I (1515/1547), toda esa operación política no consiguió sin embargo estabilizar la hacienda y así liquidar la fragilidad del régimen. Los problemas que se sucedieron a la muerte de Enrique II, en 1559, así vinieron a constatarlo. UNED 29 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 30. Contribuyó a ello decisivamente la traslación del conflicto confesional desde la sede imperial al interior del reino, donde en verdad ya antes la muerte de Enrique II había cuajado el calvinismo. El Affaire des Placards (1534) constituía en ese sentido la más diáfana ilustración de la progresiva penetración de planteamientos reformados en territorio Valois desde mediados de los años treinta. Pero será precisamente en ese año de 1559 cuando se asista a la formulación de una confesión para todas las iglesias reformadas de Francia. Con el transfondo de las irreconciliables ambiciones de las grandes familias principescas, los Borbones y los Guisa, superpuesto a la radical polarización confesional, los tres hijos que sucedieron a Enrique II en el trono francés (Francisco I -1559/1560-, Carlos IX -1560/1574 y Enrique III, 1574/1589) hubieron así de hacer frente a cinco guerras civiles que tuvieron básicamente lugar entre la conjura de Amboise (1560) y el edicto de Beaulieau (1576), el más favorable de los alcanzados hasta ese momento por el calvinismo. Convertido el reino en el auténtico caldo de cultivo pero también en el laboratorio donde hubo de intentarse de nuevo, y ahora en el seno de una realidad distinta a la imperial, la solución al enfrentamiento civil y confesional, la misma pareció encontrarse precisamente en ese género de edictos dichos de pacificación que, básicamente, suponían la garantía de mantenimiento, en un orden de privilegio menor pero privilegiado al fin y al cabo, de una iglesia no católica, hugonote, en Francia. Pero aquella garantía, dependiendo como directamente dependía de la Monarquía, acabó por implicar toda una remoción del concepto mismo del poder regio, con la decisiva intervención al respecto de una línea de pensamiento politique que postulaba la concepción del ordenamiento político como común denominador admisible para más de una iglesia. Para la definitiva deriva en ese sentido, y en cuanto crisis política y dinástica, resultó determinante el rebrote de la guerra que desde 1584, y en especial tras el asesinato de Enrique III, precipitó la posibilidad del acceso al trono francés de un hugonote: Enrique III de Navarra (futuro Enrique IV). La conformación de una alianza formal entre el radical catolicismo francés de la Liga y Felipe II, con el común enemigo en el punto de mira de cualquier solución de tolerancia religiosa, procuró entonces evitarlo. No obstante, tras su abjuración de 1593, coronación en 1594 y absolución pontificia de 1595, y una vez alcanzado el acuerdo, ciudad por ciudad, con la nobleza católica francesa, el conflicto llegó definitivamente a su fin con la aceptación del expediente que se consideró desde un principio pero sólo pudo activarse tras la sangrienta disputa civil-confesional: el edicto de tolerancia de Nantes promulgado en 1598 y por el que se otorgaba a los hugonotes una posición jurídicamente privilegiada, con sus plazas militares de seguridad y amplias libertades para el culto reformado. Entre 1594 y 1598, entre la fecha de la conversión al catolicismo de Enrique IV y la fecha de la firma de la Paz de Vervins y la promulgación del edicto de Nantes, la apoyatura de las distintas fuerzas confesionales que supo tejer el monarca francés en su guerra con Felipe II UNED 30 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 31. conectaba con la tradición de Francisco I y su complicidad con los príncipes luteranos en la disputa frente a Carlos V. Pero la monarquía francesa que surgía de la catarsis de 1598 poco tenía que ver con el pasado. Sobre el zócalo de la tolerancia religiosa, empeñada en el saneamiento de la economía y las finanzas, en la restitución de la autoridad monárquica y en la autoafirmación nacional, la cancelación de las guerras de religión alumbraba al que había de ser al nuevo poder hegemónico europeo. Lecturas recomendadas: J.H. Elliott, La Europa dividida, 1555/1598, Barcelona, Crítica, 2005. Michel de Montaigne, Ensayos, Madrid, Acantilado, 2007. Cronología Guerras de Religión: 1559. Muerte de Enrique II y coronación de Francisco II. 1560. Conspiración de Amboise. 1561. Coloquio de Poissy. 1562. Inicio de l primera guerra civil. 1563. Edicto de Amboise. Fin de la primera guerra civil. Mayoría de edad de Carlos IX. 1567. Inicio de la segunda guerra civil. 1568. Edicto de Longiumeau. Fin de la segunda e inicio de la tercera guerra civil. 1570. Edicto de Saint-Germain y fin de la tercera guerra civil. 1572. Matanza de San Bartolomé. E inicio de la cuarta guerra civil. 1574. Paz de La Rochelle y fin de la cuarta guerra civil. 1575. Quinta guerra civil. 1576. Edicto de Beaulieau y conclusión de la quinta guerra civil. 1577. Principio (marzo) y fin (septiembre) de la sexta guerra civil con la paz de Bergerac. 1580. Sexta guerra civil concluida con la paz de Fleix. 1584. La muerte del Duque de Anjou convierte al hugonote Enrique de Navarra en legítimo heredero al trono. Inicio octava guerra cibil. Tratado de Joinville (diciembre) entre Felipe II y la Liga Católica. 1588. Edicto de Unión y reunión en Blois de los Estados Generales. 1589. Asesinato de Enrique III. 1590. Sitio de París por el ejército de Enrique IV. 1593. Reunión de los Estados Generales en París. Abjuración de Enrique IV. 1594. Coronación de Enrique IV en Chartres. 1595. Enrique IV recibe la absolución de Clemente VIII. 1598. Edicto de Nantes y Paz de Vervins. UNED 31 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 32. 8. Inglaterra: Centralización política y reforma Epígrafes: La guerra de las dos Rosas y la cuestión dinástica- Las reformas políticas de Enrique VII (1485-1509)- Enrique VIII. Reforma y Empire. Eduardo VI y María Tudor: la ambivalencia confesional- El reinado de Isabel I (1558-1603): Anglicanismo y orden parlamentario- Economía y sociedad. Materia: El conjunto de contenidos de este tema se anudan entorno a la cesura que trazó en el devenir político inglés la adopción de la solución reformada al servicio de intereses dinásticos que se materializó en las Actas de Restricción de Apelaciones de 1533 y la de Supremacía de 1534. La querella con Roma por la cuestión matrimonial de Enrique VIII, la inquebrantable negativa del papado a sancionar su separación de Catalina de Aragón y así habilitar su matrimonio con Ana Bolena, desembocó en 1533 en un estatuto parlamentario por el que el reino inglés se afirmaba como imperio. Por mucho que en aquellos años el principado de Gales se incorporase al reino de Inglaterra y Enrique VIII mudase su título de lord de Irlanda por el de rey de Irlanda, reivindicando además su soberanía sobre Escocia y sus derechos hereditarios al trono de Francia, esa divisa que encuadraba el enunciado del Acta de Restricción de Apelaciones, “el reino de Inglaterra es un imperio”, no hacía además propiamente referencia a que Inglaterra ejerciese su dominio sobre un conjunto de territorios. Con la aserción de que Inglaterra era en sí misma y por sí misma un imperio se venía ante todo a proclamar que el reino no reconocía la superioridad de ninguna autoridad externa ni en el plano temporal ni en el espiritual, con la consiguiente denegación al papado del derecho a ejercer cualquier jurisdicción dentro de los confines ingleses. Tras atribuir primero al propio reino una doble identidad, una naturaleza temporal o secular y otra espiritual o eclesiástica, lo que se decretaba es que ambas quedaban bajo la exclusiva y soberana jurisdicción del monarca. Con una ruptura muy limitada en los aspectos del dogma y la liturgia, en la que algo se había de profundizar con Enrique VI, pero que sólo se consumaría en la segunda mitad del siglo, en tiempos ya de Isabel I, ese cisma de Inglaterra así dispuesto en clave de imperio, de exención de la jurisdicción pontificia, quedó sellado en 1534 por el Acta de Supremacía que reconocía al monarca como jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra. Pero también ese mismo año se aprobaba un Acta de Sucesión que circunscribía exclusivamente el derecho de sucesión a los hijos nacidos del nuevo matrimonio con Ana Bolena, y que convendrá tener presente para evitar que la consideración de las indiscutibles pulsiones pasionales de Enrique VIII difuminen la dimensión también dinástica, de continuidad de una dinastía, que albergaba el episodio. No es en ese sentido ni mucho menos secundario recuperar la senda del torbellino de confrontaciones entre dinastías rivales que siguió al cierre de la Guerra de UNED 32 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 33. los Cien Años y que dio forma a la Guerra de las Dos Rosas. La victoria de Enrique VII de Lancaster sobre Ricardo III de York en 1485 creó unas condiciones efectivas de paz que se afianzaron al año siguiente mediante su matrimonio con Isabel de York. Pudo entonces emprenderse un rearme del poder monárquico frente a la nobleza feudal y el episcopado al que contribuyó, además, tanto la renovada atmósfera de progreso económico espesada por la propia vitalidad y proyección comercial del reino como la privilegiada posición que durante décadas Inglaterra pasó a ocupar en el mutable juego de alianzas derivado de la continua disputa por la hegemonía europea. Sobre la estabilidad así alcanzada en realidad no parecía cernirse sino una única amenaza: los problemas que pudieran sobrevenir para garantizar la continuidad de la línea sucesoria de la corona en la dinastía Tudor. Y no parece por tanto casual que fuese justo en el momento en el que los mismos se concretaron cuando se asistió a aquel proceso nuevo y original de la cultura, la religiosidad y la política por el que uno de los príncipes más notables de la Cristiandad procedió a quebrar su unidad jurídica y religiosa. Las profundas huellas que en el seno del orden político inglés dejaron impresas los genuinos términos en los que esa ruptura se sustanció, los de la potestas jurisdictionis, distaban no obstante mucho de circunscribirse a la garantía de la continuidad dinástica. El predicado del Acta de 1533 establecía también que la corona imperial ejercía su suprema jurisdicción sobre la comunidad política inglesa en el parlamento. Sin cuestionar por tanto que el centro de la actividad del gobierno se localizase en el Privy Council, y sin negar que el rey dispusiera de no pocos poderes temporales también fuera del parlamento, se afirmaba así que sólo en su conjunción con el mismo ejercía su poder más absoluto, con el consiguiente distanciamiento frente a las tendencias absolutistas que podían comenzar a esbozarse en el continente. Una vez más, y al igual que ocurría con la consolidación de una iglesia anglicana, hubo sin embargo de esperarse al reinado de Isabel I para que esa comprensión de la naturaleza política del reino de Inglaterra adquiriese definitiva carta de naturaleza. Debe al respecto considerarse que tras la sensible intensificación de la reforma con Eduardo VI, simbolizada por la aprobación del Prayer Book en 1552, se asistió al programa de restauración de la catolicidad y correlativo abandono de los supuestos de Empire ensayado durante el reinado de María. Su matrimonio con Felipe II no dejaba de formar parte de esa estrategia que fue la que precisamente Isabel se ocupó de sepultar nada más ser entronizada: en 1559 el primer parlamento convocado bajo su reinado restablecía las Actas de Supremacía y Uniformidad, que obligaba al juramento de la primera y que en su formulación en tiempos de Enrique VIII había derivado en la ejecución de figuras de la talla de Tomás Moro. La Bula Regnan in Excelsis, la excomunión de Isabel, fue la respuesta de Roma a ese proceso de fortalecimiento interno del anglicanismo. Y frente a ella la de Isabel pasó por afirmarse como referente de la posible realización de los ideales reformados y de protección a quienes los compartían en todo el continente (los Países Bajos sin ir más lejos). UNED 33 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024
  • 34. Aderezado con la ejecución de María Estuardo, la inicial distancia con la que Felipe II había contemplado la restauración de la iglesia anglicana y la consolidación política de Isabel dio entonces paso a una abierta confrontación cuya formulación extrema resultó ser la expedición de la Armada Invencible, nudo sin duda crucial de la historia política y confesional europea de aquellos tiempos. Superpuestas a la fructífera herencia renacentista, fueron todas esas tensiones confesionales que acompañaron a la cimentación dogmática del anglicanismo, y a la defensa militar de la lógica del empire, las que imprimieron entonces a la cultura inglesa un vigor y esplendor que el teatro de William Shakespeare condujo hasta su más elevada cima. Pero ese mismo vigor, a su vez, no dejaba de ser una metáfora del modo en que el progreso de Inglaterra estaba estrechamente ligado al hecho de que los inconvenientes de su insularidad habían comenzado a transformarse en ventajas. Al fin y al cabo, en aquella cultura no se identificaba la alta nobleza sino las fuerzas sociales que desarrollaban cada vez con más fuerza su actividad comercial y marítima y que buscaban nuevas formas de organización y nuevos mercados en ultramar. Y en esos momentos el mundo atlántico era el futuro. 9. Otros estados europeos Epígrafes: El Imperio: orden constitucional y tensiones confesionales- Los territorios italianos- El imperio comercial y la crisis dinástica de Portugal- Las monarquías nórdicas: El fin de la Unión de Kalmar y la reforma- Orden estamental e identidad religiosa en Polonia y el Gran Ducado de Lituania- Autocracia rusa y conflictos en el Báltico. Materia: En el entorno de 1580 concurrieron dos procesos que modificaron la cartografía política europea sustancialmente: la anexión de Portugal a la Monarquía Hispana en 1580 y la abjuración de 1581 por la que las Provincias de los Países Bajos previamente vinculadas a la Unión de Utrecht proclamaban su independencia frente a esa misma monarquía. A su modo y manera particular, ambos procesos constituían un exponente diáfano de la poderosa lógica dinástica y la dinámica de aguda polarización confesional que entonces infundía su fisonomía e imprimía su más honda sustancia al orden político europeo. Tanto la dimensión comercial y colonial que entrañaba la anexión, como la divisa de la tolerancia religiosa a la que se acogían y encomendaban unas Provincias en su inicial andadura hacia la consumación de una forma de gobierno republicana, remodelaban el abigarrado panorama de poderes europeos en la misma medida que ilustraban la específica naturaleza del horizonte de conflictos propio de la temprana edad moderna. Nada además contribuyó en mayor medida a potenciar la singular envergadura y la trascendencia de ambos episodios que la propia entidad mayúscula de aquella monarquía UNED 34 CURSO 2021/22 HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA CÓDIGO 67012024