El documento describe cómo la agricultura del siglo XXI se ha vuelto más volátil e inestable, con cambios rápidos en la tecnología, los mercados, el clima y el medio ambiente. Señala que para sobrevivir en este contexto agrícola "líquido", las empresas necesitan ser flexibles, innovadoras y capaces de adaptarse rápidamente a los cambios. Finalmente, sugiere que es necesario fortalecer los enfoques de gestión de riesgos para hacer frente a la creciente incertidumbre.