2. El teatro
Durante la guerra civil el teatro fue instrumento utilizado en uno y otro bando como arma de
agitación política: La Guerrillas del Teatro republicanas o el Teatro de la Falange son prueba de ello.
No obstante, el teatro acusa más que ningún otro genero las consecuencias de la dictadura y el
aislamiento y la pobreza de la sociedad española de posguerra.
Los años cuarenta se caracterizan por la continuidad de las tendencias que ya triunfaban antes de la
guerra, especialmente al drama burgués al estilo Benavente, sin apenas sentido critico y defensor de
los valores mas conservadores. Este teatro es cultivado por autores como Pemán, Calvo Sotelo o Luca
de Tena, afine s a las convenciones y sin problemas con la censura. No deja de haber, sin embargo,
algunos intentos renovadores, centrados en el teatro de humor. Así, Migue Mihura, autor de un
teatro cercano al del absurdo siempre plasma cierta intencionalidad critica y acentúa aun mas las
características inverosímiles de la acción (Tres sombreros de copa). Muy próxima en el tratamiento
del absurdo, pero impregnado de un humor intelectual, está la obra de Jardiel Poncela (Eloísa esta
debajo de un almendro, Cuatro corazones con freno y marcha atrás).
En los años cincuenta surge y se desarrolla la llamada “generación realista”. Se trata de un grupo
coherente, de ideología izquierdista cuyo objetivo es la critica de la realidad española de su época a
través de una estética predominantemente realista. Se trata de un teatro poco innovador desde el
punto de vista formal, por cuanto los autores se preocupaban más del contenido y el mensaje,
buscando la identificación del publico con los personajes. Destacan entre todo ellos Antonio Buero
Vallejo, autor de dos de las obras fundamentales del teatro de posguerra: Historia de una escalera
y El tragaluz, en las que representa una línea de teatro crítico, con un papel primordial del dialogo y
un lenguaje preciso y a veces coloquial. Alfonso Sastre, por le contrario, concibe el teatro como un
medio de concienciación y agitación, que ponga de manifiesto las relaciones entre individuo y
sociedad y la necesidad de un cambio social. Entre sus obras, siempre trágicas, destacan Escuadra
hacia la muerte y La sangre y la ceniza
La tímida relajación de la censura y el comienzo del aperturismo provocaron la entrada en los años
sesenta de un movimiento de renovación caracterizado por un acercamiento al teatro extranjero y
por la posibilidad de introducir un teatro vanguardista que apenas pudo ver la luz hasta casi el final
de la dictadura, por lo que se habla de un teatro soterrado, que no llega a pisar las tablas. Muchos
de los grupos vanguardistas creados en los sesenta se afianzan y establecen en los sesenta como
grupos estables que, asentados sobre las premisas de la improvisación, la creación colectiva y la
ruptura de las convenciones escénicas, cambiaron de un modo radical y duradero el teatro de
nuestro país. Esta renovación la desarrollan autores individuales como Francisco Nieva, Miguel
Romero Esteo y, sobre todo, Fernando Arrabal (Pic-nic) creador del “teatro pánico” que pretende
unir lo absurdo con lo cruel; pero también grupos independientes que crean sus espectáculos de
forma colectiva: Tábano, Els Joglars, La Cuadra de Sevilla, La Fura dels Baus.
El fin de la dictadura trajo consigo una serie de expectativas para el teatro que, poco a poco, fueron
decayendo. Devuelta la libertad al creador, es el público, sim embargo, el que desecha los montajes
mas innovadores. Se tiende, por un lado, al teatro institucional subvencionado, con grandes
presupuestos y personal profesional, que da a conocer nuestro mejor teatro, clásico y
contemporáneo. Por otro lado, surgen redes de festivales y ciclos de teatro, que ofrecen al publico
un variopinto panorama de géneros, una oferta muy variada, pero pocas novedosas en técnicas o
renovación. Esta línea mas tradicional, basada en la importancia de los diálogos, es representada
por autores como Antonio Gala (Anillos para una dama), José Luis Alonso de Santos (Bajarse al
moro), José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!) , Fernando Fernán Gómez( Las bicicletas son para el
verano o el reciente Juan Mayorga( El chico de la última fil)