1. 1
PRÓLOGO
A lo largo del proceso de descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo, las potencias que
llevaron a cabo esta labor pusieron en marcha diferentes métodos para establecerse, afincarse
y relacionarse con los nativos del lugar.
Porqué debemos tener presente estas diferencias?. Confluyen aquí dos factores importantes a
tener en cuenta:
*A estas tierras llegaron españoles, ingleses, franceses, holandeses, etc. Todos movidos por el
mismo deseo de conquista, afanados en la obtención de riquezas, ya sea en metales, en
extensiones de tierras, y en otros casos, la satisfacción de alcanzar un título nobiliario que en
su Europa natal no obtendría por no pertenecer a una familia de abolengo. En cualquiera de
los casos, cada europeo trajo su impronta, su cultura, su religión y su propia concepción de
derechos, libertad, igualdad y valor de la vida humana. Lo más importante fue esto último:
diferenciar lo que es humano de lo que no lo es.
*América no estaba desierta. Aquí vivían numerosas tribus de nativos que en determinadas
regiones de su vasta extensión llegaron a establecer verdaderas civilizaciones imperiales, o
simplemente, convivían con su entorno como nómadas y semi nómadas. En cualquiera de los
casos también tenía su propia cultura y cosmogonía.
Diferentes conquistadores, diferentes nativos, distintos climas, distintas geografías; como en
un cálculo matemático de combinaciones y permutaciones este proceso se llevó a cabo
estableciendo múltiples relaciones entre sus protagonistas.
Así como la conquista fue violenta y pacífica (las Misiones Jesuíticas), también así fue la
dominación; encontrando diferentes regionalismo según sean los conquistadores y los
conquistados. Siempre con la constante de la superioridad de los primeros sobre los
segundos.
Por lo tanto en este pequeño aporte trataremos de ver como se llevaron a cabo los
sometimientos regionales, y, cómo y porqué fue necesario la inclusión de un tercer elemento
al binomio inicial: el negro del África.
2. 2
Los conquistadores y su relación con los nativos
Como todos ya sabemos, en Europa, la noticia de la llegada de Cristóbal Colón en 1492 a las
Indias, trajo no sólo asombro y confirmaciones, sino también, despertares. Sobre todo en lo
que ambiciones respecta. Movidos por la noticias de las abundantes riquezas, numerosos
monarcas del Viejo Mundo pusieron manos a las empresas de viajes transoceánicos y sobre
todo de conquista. La Iglesia no quedo excluida en esta labor por dos grandes motivos: las
cortes europeas en su mayoría eran católicas, y por la noticia de que en las “nuevas tierras” se
encontraban muchos nativos infieles. Por lo que fueron enviados también numerosos
misioneros para llevar a cabo un proceso de evangelización.
Muchos autores hacen referencia a un “choque de culturas”; podríamos decir que en un
primer momento el pensamiento europeo se vio sacudido por preguntas acerca de cómo
tratar a estos nativos, que en muchos casos eran considerados paganos (por carecer de
principios cristianos), se cuestionaban si debían ser bautizados, si serían dignos de ser salvos
como consecuencia de la impiedad que tenían. Paradójicamente la Iglesia, que solía condenar
a todo aquel que no era creyente, calificándolo de hereje, pensaba que debían ser, los nativos
de estas tierras, considerados humanos, recibir el bautismo, y ser instruidos en las enseñanzas
de Cristo.
Para Osborne los pensadores europeos se sumían en cuestionamientos tales como: si eran de
la misma clase de humanos como ellos pero sin el beneficio de la civilización; si eran en
esencia iguales o estaban en un grado inferior del ser. (Osborne Roger- Civilización. Una
historia crítica del Mundo Occidental- Edit. Critica- Barcelona, España 2007- Pág. 282).
Otros justificaban su accionar haciendo eco de los pensamientos de San Agustín en cuanto a
que los humanos incivilizados, podían ser víctimas de los bajos instintos y deseos, por lo que
debían ser civilizados o destruidos. (Id. Pág. 292).
Lo cierto es que mientras este debate ideológico se llevaba a cabo, crecía la competencia entre
potencias europeas por el dominio de las nuevas tierras, llegando con sus naves, con sus
armas, sus ejércitos y con una sola ambición: hacerse ricos. Este deseo, que parece natural en
el hombre, esta oprimido en el corazón del hombre europeo, por razones sociales, religiosas.
Es de recordar que la posición social se alcanzaba a través de la espiritualidad, sabiduría o
gallardía. Ahora en la Europa del siglo XV, la posición y el poder se obtenían por el dinero.
Sabido es que los nativos de este continente se encontraron en situación de inferioridad frente
a las armas del hombre europeo, y frente a la ambición desatada ante las noticias de las
riquezas que América ofrecía; por lo que, como comúnmente se dice : el nativo fue
conquistado “por las buenas o por las malas”.
3. 3
Muchas tribus de nativos debido a su grado de belicosidad eran exterminadas, otros podían
ser sometidos. Tenemos dos grandes ejemplos: la conquista de los aztecas en México y los
incas en Perú, lideradas por Cortés y Pizarro respectivamente.
Cortés llega a América en 1506, se instala en La Española, los aborígenes del lugar ya estaban
diezmados por las matanzas y las enfermedades, se provee de un buen número de nativos en
condición de esclavos para el trabajo agrícola. No había límite para el maltrato, violaciones o
torturas hacia el aborigen. Incluso se los dejaba morir de hambre. Bartolomé de las Casas
escribió que había asistido a la muerte de miles de indios por esta causa.
Al llegar al continente Cortés entro en contacto con tribus mayas, el nivel de desarrollo de
estos era superior a los nativos de las islas; asemejo sus construcciones a las existentes en
ciudades españolas; pero fue expulsado de allí, por lo que continuó su viaje al Norte, donde
recibió noticias sobre el imperio llamado México. Ahora el conquistador tenía medios
económicos para financiar su propia expedición y pagar un ejército que lo secundara. Entre
1519 y 1521 alcanzó la ciudad de Tenochtitlan, corazón del imperio azteca; construída en
medio del lago, con puentes levadizos, viaductos y jardines flotantes, palacios y mercados; se
calculaba una población de 250 mil personas. Moctezuma, su emperador, acogió a los
visitantes, pero fue tomado rehén; este hecho se agravó con una matanza desencadenada por
unos soldados. Culminó con la muerte del emperador en manos de Cortés; quien regresó seis
meses después para dar la estocada final al imperio. El móvil: el oro azteca.
4. 4
Ubicación del Imperio Azteca. Actual territorio de
México.
Representacion de los jardines flotantes.
Hacia 1527 Francisco Pizarro, quien se había hecho de una fortuna gracias al oro de Panamá,
viajo por la costa oeste del continente, hacia el sur. En 1528 llega al imperio Inca, que según
testimonios de los soldados que le acompañaron era seres civilizados y racionales. A la muerte
del Gran Inca, por la peste, hubo fragmentaciones hereditarias, esto fue aprovechado por
Pizarro que había recibido del Rey Carlos el consentimiento de conquistar y gobernar Perú en
nombre de la corona española, mediante las joyas que el conquistador le había llevado como
ofrenda desde América.
El navegante entró el Imperio Inca con caballos, pólvora y espada, a pesar del sometimiento de
Atahualpa, el nuevo emperador, los españoles saquearon sus templos, robaron su oro,
violaron, torturaron y humillaron a los nobles y sus mujeres. De esta manera el pueblo fue
subyugado.
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Ubicación en América del Sur del Imperio Inca
Muerte de Atahualpa.
Otro factor importante que diezmo la población nativa de América fue introducción por parte
del europeo de virus frente a los cuales los aborígenes no tenían defensa biológica; así fue que
la viruela entre otras, diezmaba la demografía autóctona. Osborne aporta datos acerca de
esto, diciendo que en el siglo XVI murieron varias decenas de millones de nativos americanos
como consecuencia de las enfermedades traídas por los europeos.
Estos ejemplos de colonizadores no eran el común denominador. La colonización de las tierras
americanas, como así también, la cruel represión contra los nativos, fue posible mediante una
organización por parte del estado español, en lo que respecta a sus dominios coloniales en
América. Otra fue la realidad de las colonias francesas, portuguesas o inglesas como veremos
más adelante. Lo cierto es que Carlos V y Fernando VII, más allá de tener problemas en el viejo
continente, supieron mantener un férreo control en cuanto a la circulación de bienes y la
imposición de cánones aduaneros para todo el comercio con su “gran colonia americana”;
estableciendo su centro impositivo en Sevilla.
Cabría la pregunta del porqué el español conquistaba con violencia al aborigen americano.
Richard Konetzke en su libro America Latina “la época colonial”, hace una referencia a esto
explicando el método utilizado por los Reyes Católicos en la expulsión de los moros de la
Península Ibérica: desalojaban a los vencidos de sus residencias, eran llevados prisioneros y
tratados como esclavos para luego ser vendidos bajo esta condición para compensar gastos de
guerra y mantención del ejército.
De esta manera Colón envió nativos a España para proveer mano de obra barata y, así, resarcir
de alguna manera los gastos de las expediciones. De manera sorprendente en 1495 los Reyes
Católicos declararon libres a los nativos ordenando a los viajeros:
“no fuesen osados de prender ni cautivar a (…) personas de los indios de las dichas islas y tierra
firme de dicho mar Océano para traer a mis Reinos ni para llevar a otras partes algunas, ni les
ficiesen otro ningún mal ni daño en sus personas ni en sus bienes” (Konetzke, Richard –
6. 6
Historia Universal, América Latina, La época colonial - Edit. Siglo XXI- Madrid, España- 1984,
Cap. 6- pág. 154).
Surgen así, encuentros y desencuentros entre teólogos, filósofos, la Corona llevando la
esclavitud a un cuestionamiento moral. Para la Iglesia esto consistía un freno al proceso de
evangelización. Esta disyuntiva fue aprovechada por la monarquía para establecer un control
más firme sobre los conquistadores y así cimentar su autoridad. La violación de los principios
establecidos para el trato del nativo servía de pretexto para accionar sobre las autoridades
coloniales; se podría concluir que era utilizado como un si stema de gobierno por parte de los
reyes.
Se permitía la esclavitud, sólo en casos de “guerras justas”; pero: cuándo la guerra es justa? En
muchos casos los conquistadores se valían de esa excusa para esclavizar al indio. En 1513 por
decisión oficial se estableció el Requerimiento, documento real que debía ser leído ante un
intérprete al llegar a tierra, contenía una explicación de los orígenes del mundo y del hombre,
la donación del Papa de las tierras a los reyes de España, y la exhortación a los indios de
aceptar del cristianismo, so pena de ir a una guerra cuya consecuencia sería la esclavitud de
hombres, mujeres y niños. Obviamente esto se llevaba a cabo ante un escribano que
acompañaba en la navegación; de esta forma se justificaba la “guerra justa”.
Bartolomé de las Casas, que había llegado a la Española en la expedición Nicolás de Ovando,
en 1502 y ordenado sacerdote en 1506, denunciaba estos requerimientos como “injustos y de
derechos nulos”. El Consejo de Indias trataba de encontrar nuevos caminos para establecer
leyes que garantizaran la vida pacífica entre conquistadores y aborígenes americanos, pero
muchos europeos se basaban en concepciones aristotélicas acerca de la condición de bárbaros
de los nativos y que estaban destinados a servir e inclusos ser esclavizados.
Cierto es que hay que establecer diferencias étnicas en el “Nuevo Mundo”, por lo que, por
ejemplo, en 1503 Isabel, reina de España, ordena atacar y vender como esclavos a los caribes
por tener costumbres antropófagas; lo mismo ocurría con los indios pijaros en la provincia de
Popayán (sobre la costa oriental de la actual Colombia), que atacaban, hacían prisioneros y
devoraban tanto a españoles e indios. Por otro lado está la realidad de los Imperios Aztecas e
Incas, entre otros (como etnias pacíficas o menos belicosas); muchos se escudarán bajo el
pretexto de que éstos guerreaban, esclavizaban o hacían sacrificios. Osborne nos aclara en su
libro “Civilización, una historia crítica del mundo Occidental”, que las guerras con otras tribus
eran bajo reglas ya establecidas, los sacrificios se llevaban a cabo con total respeto por el
cuerpo, por lo que se hacía con suma precisión; éstas prácticas eran verdaderos rituales
sagrados, por lo tanto, estos nativos quedaron perplejos e impotentes ante el proceder
violento de la “guerra justa” del invasor.
Muchas fueron las leyes establecidas, muchas las denuncias, sobre todo por parte de los
sacerdotes eclesiásticos, contra el abuso infligido hacia los nativos, pero lo cierto es que
muchas veces las autoridades monárquicas cedían a las escusas y “regalos” de las autoridades
coloniales para justificar la esclavitud ante la falta de mano de obra, la demanda de mayor
producción agrícola o extracción de minerales por parte de la corona y para obtener las
ganancias que le harían posible el colonizador pagar los tributos al rey.
7. 7
Bartolomé de las Casas, como anteriormente habíamos dicho, fue ordenado sacerdote en
América, desde su llegada, fue testigo de los abusos, denunciándolos a la Corona y al Consejo
de Indias; escribió acerca de las grandes condiciones que tenían para acercarse a Dios, como
así también de las crueldades de las que eran objetos:
“(…)Son así mesmo las gentes más delicadas (…)y que menos pueden sufrir trabajos, y que más
fácilmente mueren de cualquier enfermedad, que ni hijos de príncipes y señores entre
nosotros, criados en regalos y delicadas vidas, no son más delicados que ellos. (…) son
también gentes paupérrimas y que menos poseen y quieren poseer de bienes materiales (…),
muy capaces y dóciles para toda buena doctrina, aptísimos para recibir nuestra sancta fe
católica (…)”. De las Casas, Bartolomé- Brevísima relación de la destrucción de las Indias –
Ediciones Nuevo Siglo- Bogotá, Colombia- 1995- Pág. 18.)
Haciendo referencia a la isla de Cuba y los sucesos acaecidos a un cacique cuenta: “(…) anduvo
siempre huyendo de los cristianos desde que llegaron a la isla (…), como quien los conocía y se
defendíase cuando los topaba. (…) huía de gente tan inicua y cruel, y se ofendía de quien lo
quería matar (…) a toda su gente y generación, lo hobieron vivo de quemar. Atado al palo
decíale un religioso de Sant Francisco (…)algunas cosas de Dios y de nuestra fe, el cual nunca
jamás las había oído, lo que podía bastar aquel poquillo tiempo que los verdugos le daban y
que si quería creer (…)iría al cielo (…), y, si no, que había de ir al infierno a padecer perpetuos
tormentos y penas. Él, pensando un poco pregunto al religioso si iban crist ianos al cielo (…)
Dijo el cacique que no quería él ir allá sino al infierno por no estar donde estuviesen (…) tan
cruel gente. Ésta es la fama y honra que Dios y nuestra fe ha ganado con los cristianos que han
ido a las Indias.” (Id. Pág. 34).
Con respecto a lo ocurrido con el pueblo Azteca dijo: “(…) tiranías grandísimas y abominables
que éstos hicieron en la ciudad de México (…) donde muertas infinitas gentes, pasó delante
esta su tiránica pestilencia, y fue a cundir e inficionar y asolar a la provincia de Pánuco (…)
estragos y matanzas que hicieron (…) Contar los estragos y muertes y crueldades (…) sería sin
duda una cosa dificilísima de decir, y trabajosa de escuchar”. (Id. Pág. 53).
Fray Bartolomé de las Casas, apodado “el
defensor de los nativos”.
Representación del martirio de un nativo y la
predica del sacerdote para la salvación de su
alma.
8. 8
Bajo el dominio de la corte portuguesa también fue la Iglesia la que libro una lucha contra la
esclavitud de los nativos, especialmente las órdenes jesuíticas, declarando ésta práctica
“inicua y brutal”, lo que desencadenó enemistad entre la aristocracia de plantadores y los
inmigrantes blancos. En 1639 un Bula Papal prohibió la esclavización de indios, bajo pena de
excomunión. Posteriormente fue Pombal quien procuro suprimir la esclavitud de indios en
Brasil, pero fue en 1758 cuando se decretó la libertad absoluta, sin excepción, su equiparación
jurídica con respecto a los blancos y se fomentó el casamiento mixto. En 1808 se retomó una
ofensiva guerra contra indios salvajes y su esclavización.
Todo llevó a que se establecieran diferentes reglamentos y formas para el trabajo de los
nativos basándose en los regionalismos, las necesidades imperantes en el momento y
atendiendo a los reclamos de los conquistadores en cuanto a las recompensas ofrecidas por
sus servicios a la Corona.
La encomienda era una forma de trabajo no libre. Debido a que los españoles y portugueses no
estaban aptos para el trabajo manual debido al clima, y a la organización social, la fuerza de
trabajo recaía sobre el nativo; sin producción la tierra carecía de valor, más aun sabiendo que
las regiones de la América Marginal no tenían grandes riquezas en oro y plata. Los europeos
ávidos de riquezas se apoderaban de tantos indios como necesitaban para las tareas
hogareñas, agrícolas o de extracción en las minas. Pero el nativo no estaban naturalizados con
la fatiga y la rutina, los conquistadores vieron en esto un signo de holgazanería, justificando la
coerción para sacarlos de la pecaminosa ociosidad. Sin embargo, la voluntad de los reyes era
que indios y europeos vivieran juntos y debían ayudarse, unos trabajando (el indio) y otros
evangelizando y civilizando (el europeo).
Cada cacique debía mandar cierta cantidad de miembros de su tribu para el trabajo, y, a cada
uno se le garantizaba un pago por su jornal y alimentos. La Reina Isabel había ordenado que si
bien el indígena estaba obligado a trabajar, se le debía tratar como seres libres y no como
serviles.
Esto podría haber ocurrido si los colonizadores y nativos vivían en una relación con
características patriarcales, pero la vorágine económica convirtió la relación en un capitalismo
despiadado donde el único interés era obtener las máximas ganancias.
Le fueron entregados a cada español que se afincaba cierta cantidad de indígenas, según sea la
posición o reputación del europeo, como fuerza de trabajo. También, era una forma de
remunerarles por los servicios que prestaban en las Indias; a esto se le llamó repartimientos.
Muchos propietarios tenían muchos nativos adjudicados, tal es el caso de un secretario real
que llego a tener 800, o el obispo Fonseca 200. Los tenían mal alimentados y sobre exigidos en
sus trabajos. En esta ocasión la Iglesia también se pronunció contra estos abusos en la figura
del dominico Antonio de Montesinos; lo hizo mediante un discurso de Advenimiento en 1511
en Santo Domingo; entre otras advertencias, denunció el estado de pecado en que se
encontraban por la crueldad y tiranía con que trataban a “esos inocentes”. Este dominico sirvió
de influencia a muchos que se convirtieron al sacerdocio. Tal es el caso de Bartolomé de las
Casas, del cual ya hemos visto, en parte, su encendida posición en cuanto a las denuncias
contra estos atropellos.
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Obviamente surgieron posiciones opuestas y alzamientos por parte de los europeos que veían
en juego sus intereses económicos. En pos de un acuerdo se dictan las Leyes de Burgos en
1512; una legislación general para las Indias sobre la cual fijar el sistema colonial de España.
Por medio de éstas se disponía el fomento de la civilización y la evangelización de los nativos.
Se le debía entregar a cada nativo una parcela de tierra, con carácter hereditario, para la
producción de sus alimentos, así como también, aves y animales de corral. Los niños que
nacieran debían ser bautizados, promover el casamiento de los núbiles, según las costumbres
cristianas; se obligaba a la capacitación de un aborigen, y, que éste, a su vez, instruyera a los
hijos de caciques. Se le debía entregar una ración diaria de alimentos y en caso de trabajar en
las minas la ración debía ser doble. Se fijó los horarios de faena, y los días festivos. Fueron
nombrados visitadores para que controlasen la situación de los nativos en las encomiendas, y
aún más, llevaban un control de la natalidad y mortalidad.
De esta manera los aborígenes quedaban sujetos a la gleba y permanecían allí aunque
cambiara de dueño la hacienda, con otro agravante mayor: debían tributar a la corona por la
poca remuneración recibida. Para algunos autores como Konetzke, se institucionaliza la
servidumbre a la manera medieval de la vieja Europa, pues era una condición perpetua para el
nativo y con un magro rendimiento. Para el poderoso encomendero era alcanzar sus
aspiraciones feudales, para la Corona: los indios quedaban bajo la potestad real.
En cuanto a los tributos los nativos preferían hacerlo en oro o plata, antes que víveres, pero
esto hacía que en determinados momentos faltasen alimentos en los centros urbanos, por lo
que se fijó que se tributara con medios de subsistencias. Estaban obligados a este pago los
nativos casados hasta 50 años, los viudos y viudas, y solteros con dieciocho años. Hacia 1618
se eximio de este gravamen a las mujeres, a los que servían en la Iglesia, a enfermos o
incapacitados. Pero una vez más, esto no se cumplía, sobre todo en las comarcas alejadas,
donde los visitadores no llegaban, y eran los encomenderos los encargados de recoger los
impuestos.
La diversidad cultural de los nativos hizo que el pago tributario fuera desigual en todas las
encomiendas a lo largo de las colonias españolas; los nativos pertenecientes a las llamadas
civilizaciones precolombinas estaban acostumbrados a pagar en metales sus tributos, otras lo
hacían a través de productos agrícolas o artesanales; pero las más primitivas sólo podían
hacerlo por medio de su fuerza de trabajo. Surgiendo así la encomienda de servicios personales
o encomienda de repartimiento.
Esto ocurría en las zonas marginales, como Venezuela donde los únicos que podían tributar el
especies eran los indios salineros, que entregaban parte de su codiciada producción de sal;
elemento esencial para la conservación de las carnes. Los demás estaban sujetos a forzosos
trabajos, desde los 12 años los varones, 10 años las mujeres, hasta los 60 años. Similares
circunstancias se dieron en la región de Paraguay, donde Domingo de Irala redactó las
Ordenanzas sobre repartimientos y encomiendas aclarando que no había allí otra cosa útil que
no fuera la mano de obra. Los nativos podían permanecer en sus aldeas pero debían ir junto al
encomendero para participar en la construcción de casas o edificios públicos, cultivar, pescar
y/o cazar. Sólo podían participar de una forma de comercio por trueque con su encomendero;
esta forma de servidumbre se llamó encomienda mitaya, es decir, una forma de mita: que
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consistía en un alistamiento forzado y por turnos para los distintos trabajos. Los nativos que
estaban bajo la encomienda original eran libres, no se les podía vender ni despedir, pero no
tenían libertad de movimiento, eran parte de la encomienda que heredaba el sucesor del
encomendero. En la región de la cuenca del Plata la cantidad de encomiendas y de indios era
muy poco. Estos nativos no aportaban otra cosa que no fuera su fuerza laboral. En otra zona
como la de Brasil, no se llegó a establecer esta modalidad de trabajo debido a las prácticas
nómadas y primitivas de sus aborígenes.
Tras el descubrimiento de las minas de plata en Potosí, fueron enviados nativos de la región
del altiplano andino, muchos encomenderos incluso vendían a sus trabajadores para la
extracción del metal, encontrando en estas ventas una fuente de ingreso, otros, los ofrecían
como fuerza laboral y así pasar a ser “accionista” de la mina.
Trabajo en las minas.
Para el caso de los antillanos fue establecida la naborías: eran criados domésticos en situación
de dependencia, por lo que tenían mejor situación jurídica y de trato que el esclavo. En
algunos casos los mismos caciques debían entregar indios en calidad de indios naborías para
el servicio de los cristianos. Esta forma de servidumbre en la región de Perú llevo el nombre
de yanaconas, término quecha que designa al que trabaja como vasallo de la corte inca.
Rápidamente la corte española designo a éstos, libres. Pero en virrey Francisco de Toledo en
1572, decidió no llevar a cabo la liberación de los yanaconas, en cambio, sí obligaba a los
encomenderos a darles buen trato y quedaban los nativos bajo todas las obligaciones de las
encomiendas. Muchos aborígenes huían de sus lugares de origen para formar parte de los
yanaconas con tal de no ser llevados a trabajar a las minas, donde el trabajo era agotador en
lugares gélidos debido a la altura donde se encontraban las minas; trabajan allí un año y
descansaban siete. Debido a la mortandad que se producía de aborígenes de zonas húmedas y
cálidas, es que estos quedaron exentos de estas labores. No obstante, a causa de los malos
tratos, la poca alimentación y poco abrigo, se produjo un descenso demográfico importante.
El conde Lemos escribió al Rey de España acerca de la extracción en las minas: “Yo descargo mi
conciencia con informar a V. Mgd. Con esta claridad: no es plata lo que se lleva a España, sino
sudor y sangre de indios” (konetzke, Richard- América Latina, la época colonial – Edit. Siglo XXI-Madrid,
España – 1984 – Pág. 187).
En 1554, en una petición de españoles de Perú al rey Felipe, se le solicitó la autorización de
utilizar esclavos indios de forma perpetua mediante el pago de una gran suma de oro; Felipe
accede a esta petición aun en contra de la voluntad del Consejo de Indias. Para entonces en la
11. 11
Española también escaseaba la mano de obra, por lo que se les permitió cazar indios caribes y
tomarlos esclavos. Mayor aun fue la importación de negros provenientes de África; cabe
recordar que se les dio la misma denominación y estatus que a los indios: bestias de carga.
La realidad de las colonias francesas, inglesas u holandesas en su relación con los nativos fue
más tolerante en los casos en que los nativos fueran dóciles, muchos incluso llegaron a casarse
con mujeres aborígenes con la intención de crear una nación unificada. Los franceses que
emigraban no eran muchos por lo que no hubo la intención de una dominación de la
población autóctona y adaptaban sus vidas a la de los nativos. Roger Osborne aporta que las
colonias holandesas ayudaron a la “mescolanza cultural”.(Osborne, Roger- Civilización: una
historia crítica del mundo occidental – Edit. Crítica – Barcelona, España, 2007- Pág. 294).
Las colonias inglesas tenían ideas separatistas por lo que no tenían interés en enredar sus
costumbres con la de los aborígenes, y les demostraban cierta hostilidad. Incluso despreciaban
a aquellos compatriotas que comerciaban con los indios. No obstante en 1763 autoridades
británicas demostraban intentos de delimitar las áreas reservadas para los nativos en la zona
de los montes Apalaches.
Integración de los nativos
norteamericanos a la vida de los colonos.
Aborígenes del norte de América, su fisonomía,
sus ritos, su aliado: el caballo.
12. 12
Las piezas de ébano
La esclavitud del negro, fue el resultado del desmesurado apetito económico del europeo. Se
podría establecer que los primeros en incursionar en esta práctica fueron los portugueses ya
que ellos fueron quienes, en el siglo XV, se iniciaron en los largos viajes transoceánicos,
abandonando los de cabotaje, para tener la primicia de la nueva ruta hacia las Indias
Orientales. Descubrieron que en África no solo se vendía marfil o madera, también se vendían
esclavos, obtenidos como prisioneros de guerras tribales.
Reyes Abadie y Perez Santarcieri nos comparten que la práctica de la esclavitud no era una
práctica nueva en el continente africano, pero ante el aumento en la demanda de esta mano
de obra se aceleró el proceso bajo una ideología no más humana que la de los blancos en el
trato de sus semejantes. Los negros transformados en mercancías eran llevados a barrancones
en las cercanías de los puertos; allí eran hacinados a la espera de los barcos europeos. Tan
prospero era este negocio que muchas veces los blancos instigaban a las tribus a la guerra.
(Reyes Abadie, W- Perez Santarcieri, M – Historia de la Cultura de America Latina, El Reino de
Indias, 2º parte- Edit. Cordón – Montevideo, Ururguay – Año 1992 – Pág. 79 y 80.)
Rápidamente fueron utilizados en los cultivos de caña de azúcar (producto de creciente
demanda en la Europa de la baja Edad Media) en las plantaciones de las Islas Canarias,
Madeira, Azores, Cabo Verde, y Santo Tomé; que ya eran colonias portuguesas y españolas.
En un principio se pensó en volverlos al cristianismo, pero al aumentar la demanda del blanco
tesoro, no hubo tiempo para esta práctica, por lo que los sentimientos humanistas quedaron
relegados.
Portugal se aventuró hacia el año 1500 en cruzar el Atlántico y hacerse de la costa nordeste del
actual territorio de Brasil, convirtiéndolo el 1530 en un centro productor de la caña de azúcar;
era un arduo trabajo, los nativos no soportaban las altas y húmedas temperaturas, así como el
esfuerzo físico. Esto se agravaba con las pestes que se desataban entre los aborígenes como
fruto del contacto con el extranjero. La solución fue traer los esclavos de las islas antes
mencionadas; estos ya estaban inmunes a las enfermedades de los blancos. Se calcula que
para el año 1600 se producían sólo en Brasil diez mil toneladas de azúcar al año y que contaba
con dieciséis mil esclavos negros.
En el siglo XVI se introdujo un sistema de asiento para controlar los esclavos traídos de manera
legal; se llamó Carimbo; consistía en una marca de hierro incandescente con se marcaba al
negro.
Se podría decir que Holanda se convertía en la competencia en el tráfico negrero de Portugal.
El país del norte se había estabilizado políticamente y había desarrollado una gran flota
naviera, atiborrando sus bodegas de esclavos. En el siglo XVII, Holanda domina este comercio
mundial.
En un comienzo llegaron a la zona de las Antillas, a la isla de Barbados, se los ocupaba en el
cultivo del algodón y tabaco, eran tratados como trabajadores contratados y en muchos casos
se les otorgaba la libertad a los siete años. Allí se produzco una mezcla de razas. Esta realidad
se alteró con la llegada de la caña de azúcar hacia el año 1640. El área a cultivar se extendió,
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dominando toda la isla, convirtiéndola en la más rica y enviando quince mil toneladas de
azúcar al año a Inglaterra. Lo mismo ocurrió en Jamaica, y transformando a Bristol en el puerto
esclavista más importante de Inglaterra.
En las colonias del continente americano la situación fue similar, sobre todo en las del sur,
como Virginia y Las Carolinas, con el cultivo del tabaco, planta autóctona del lugar, exigiendo
mucha mano de obra. También, en un comienzo trabajaban al lado de personal contratado,
pero hacia 1660 se prohibió las mezclas de razas, estratificándolas para determinadas tareas.
Lo mismo ocurría con las plantaciones caribeñas donde el blanco no tenía contacto con el
negro africano, que con el correr de los años se convirtieron en afroamericanos.
En el viejo continente pocas fueron las voces que reclamaban los derechos de los negros
africanos o denunciaban los abusos de los que eran victima; claro está, esta actividad
redituaba grandes ganancias a los hacendados y a los propietarios de las flotas ne greras, por lo
que se escondía la brutal verdad a la culta sociedad inglesa. Un claro ejemplo de esta realidad
lo describe Harriet Beecher Stowe en su novela “La cabaña del tío Tom”, publicado en 1852;
allí vemos la cruel vida de los esclavos en las plantaciones de las colonias del sur.
Recién en el año 1807 Inglaterra introdujo la
abolición del tráfico de esclavos en el
Atlántico. Estados Unidos le siguió en 1808;
aunque entre 1810 y 1860 un millón de
esclavos fueron trasladados entre los
estados hacia el sur, donde aún se admitía
esta práctica. Fue un brutal proceso donde
las familias eran separadas, destinadas a
distintas plantaciones, según el antojo de los
vendedores o hacendados.
La sociedad sureña se sustentaba en la
esclavitud, donde se les imponían crueles
castigos de manera habitual. Nunca se
castigaba a un blanco por torturar a un
negro.
Osborne nos trae el testimonio de Samuel Howe, pedagogo, en 1846. Durante una visita a una
prisión de Nueva Orleans vio a una joven negra que era azotada mientras permanecía sujeta a
un poste: “…Cada latigazo le arrancaba una tira de piel (…) Era una prisión pública (…) el
castigo estaba autorizado por la ley (…) su amo la había traído para ser azotada (…)
simplemente por capricho (…) Y podía traerla día tras día (…)”. (Osborne, Roger – Civilización-
Una historia crítica del mundo occidental – Edit. Crítica – Barcelona, España – Año 2007 – Pág.
306).
Existían relaciones menos duras, como la que se daba en la Habana; en algunos casos el negro
llevaba una vida menos dura, más sencilla. Recibía una primaria instrucción religiosa, era
bautizado, llevados a una hacienda, donde vivía en cercanía a su amo y su familia, pudiendo
tener días festivos donde practicaban bailes.
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Los esclavos domésticos se ocupaban de las tareas hogareñas de sus amos, de los ingenios
azucareros; los de tala se dedicaban a la agricultura, éstos muchas veces estaban bajo la
vigilancia de un capataz -mestizos, en la mayoría de los casos- que los trataba con crueldad y
dureza; los jornaleros eran alquilados por sus amos para labores en propiedades de otros
hacendados. Esto se dio sobre todo en las Antillas.
Más allá de que se establecieron leyes en la América Española, los resultados eran
escandalosos; especialmente en el trato de las mujeres que eran empleadas para la venta
callejera, exigiéndoles el pago de un tributo, sin importar si vendían o no; en la mayoría de los
casos eran sometidas sexualmente para cumplir el pago de este gravamen. En el caso del
hombre, recurría al robo para no ser castigado físicamente.
Pedro Claver fue un jesuita de origen catalán que fue llamado el “Apóstol de los Negros”
dedicando treinta años a la evangelización, prestando consuelo y amparo a los negros en
Cartagena de Indias. Ni bien llegaba un barco, eran sacados de las bodegas, Claver los describe
como “piltrafas humanas”; se los conducía a las “negrerías” donde se los recuperaba para ser
luego expuestos a la venta. La realidad de las colonias portuguesas en el Nuevo Mundo no era
ajena a esta. Darcy Ribeiro en su obra “La Invención de Brasil” no acerca la cifra de casi diez
millones de negros que llegaron para ser explotados en las plantaciones de café, cañaverales y
las minas; asemejando, la autora, este accionar a un “espantoso molino de gastar gente”.
En el siglo XVIII se favorecieron las leyes de manumisión de esclavos, con algunas otras que
incluso se otorgaba con la sola voluntad del amo; en otros casos, el negro podía comprar su
libertad, para vivir de labores manuales y pagando tributo.
Los mulatos eran fruto de relaciones extramatrimoniales de blancos con negras esclavas, por lo
que eran despreciados por su progenitor, y esclavos también, igual que su madre. Si su padre
lo reconocía podía acceder a un nivel superior y dejar de ser servil obteniendo la manumisión.
Los zambos eran de origen indio y negro, por lo que su situación era aún peor que la del
mulato por atribuírseles “perversos hábitos”, en `palabras de Reyes Abadie y Santacieri.
Anuncio publicado en la prensa cubana de La Habana,
en 1839.
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Reflexión Personal
Ciertamente a lo largo de la historia de la humanidad siempre ha existido la práctica brutal de
ir unos contra otros en pos de mejores animales para cazar, mejores tierras para cultivar,
diferencias religiosas, mayor dominio territorial dentro del cual siempre está implícito el factor
económico, mediante la obtención de excedentes agrícolas o en metales preciosos. Hoy
podemos decir que también incluimos el “oro negro” dentro de las pretensiones humanas. Sea
cual fuere la causa…siempre hay un justificación a nuestro proceder.
Sin duda que la historia es la herramienta fundamental, mediante la cual podemos refrescar
nuestra memoria de un pasado que a veces nos es lejano, pero que ha dejado documentos que
hacen valederos todos los ecos que de allí nos llegan. De esta manera, es nuestra, la obligación
de tomarlos y hacerlos nuestros, para dejar de ser protagonista de justificaciones
injustificables.
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Glosario
Abolengo: Se refiere a la ascendencia de una persona, en especial, si es ilustre; y/o también a
la herencia recibida de antepasados.
Advenimiento: Se entiende por advenimiento a la llegada de un acontecimiento esperado,
importante. El término se emplea también para referirse al ascenso de un nuevo monarca a la
corte o un nuevo Papa.
Advenimiento también es sinónimo de llegada, aparición o venida.
Antropófagos: Adjetivo con que se califica al salvaje que come carne humana.
Belicosidad: Es la tendencia que tiene un grupo a reaccionar de manera agresiva o violenta.
Cabotaje: Tráfico marítimo comercial, o de exploración que se lleva a cabo a lo largo de las
costas de un territorio.
Disyuntiva: Se dice de aquello que tiene la capacidad de desunir o separar elementos, o
integrantes en una relación. Sinónimos de disyuntivo son: alternativa, dilema, opción.
Ébano: Árbol muy preciado por la dureza de su madera y por su incomparable color negro.
Manumisión: Concesión de la libertad a un esclavo.
Paupérrima: Dícese de la persona que vive en condiciones muy pobres.
Permutaciones: Del verbo permutar: cambiar el orden o disposición entre dos cosas. Cambiar
una cosa por otra.
Piltrafas: Se le atribuye a las personas que están en muy mal estado. También se le atribuye a
aquellos residuos o desechos y/o carne magra destinada para alimentar a los perros.
Relegado: Del verbo relegar. Sinónimo de apartar, posponer.
Subyugado: Someter, dominar poderosamente.
V. Mgd : Abreviatura de Vuestra Magestad.
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Bibliografía consultada
Reyes Abadie, Washington – Pérez Santarcieri, Ma. Emilia – Historia de la Cultura de
América Latina, 2º parte “El Reino de Indias” – Edit. Cordón – Montevideo, Uruguay –
Año 1992.
Osborne, Roger – Civilización: Una historia crítica del Mundo Occidental – Edit. Crítica –
Barcelona, España – Año 2007.
Konetzke, Richard – Historia Universal: América Latina “La época colonial” –Edit. Siglo
XXI – Madrid, España – Año 1984.
En la web:
http://diccionarios.elmundo.es/