Este documento describe la importancia de una cultura de solidaridad desde la perspectiva de la Iglesia Católica. Explica que la solidaridad va más allá de la filantropía y requiere una comprensión profunda basada en la fe y la justicia social. También destaca el ejemplo de San Vicente de Paúl en unir a ricos y pobres para colaborar en el servicio a los más necesitados.
"Lo que tú quieras", biografía ilustrada de Montse Grases.
La cultura de la solidariad
1. LA CULTURA DE LA SOLIDARIDAD
SEMANA DE LA CARIDAD - PARROQUIA SAN VICENTE DE PAUL Página 1
LA CULTURA DE LA SOLIDARIDAD
En una sociedad como la nuestra en la que se vive bajo la amenaza
permanente de crisis política, crisis económica y/o crisis social o de
valores, urge que los bautizados en Cristo seamos luz en medio de tanta
incertidumbre y oscuridad.
Urge que los católicos seamos lo suficientemente lúcidos para saber
separar la paja del trigo iluminados por la fe y el evangelio de Jesucristo.
(Mateo 3, 12)
Es triste comprobar en ocasiones la deliberada falta de claridad de algunos
de los miembros de nuestra iglesia, ya sea con sus silencios y omisiones.
En nuestro país constantemente se debe apelar a la solidaridad para
enfrentar o resolver casos o situaciones puntuales de dolor, enfermedad,
miseria o abandono. Ya que quien lo tiene que hacer el gobierno está en
otras cosas y no atiende el clamor del pueblo como prioridad.
A los hombres y mujeres se les invita reiteradamente a acciones solidarias,
y ellos reaccionan y cumplen. En todas las épocas siempre han sido un
motor ágil frente al dolor y las injusticias. Bien por los hombres y mujeres
de ayer y los de hoy.
Pocos, muy pocos conocen o saben qué es la Solidaridad desde la óptica
del Magisterio de la Iglesia y se tiende a confundirla con la filantropía.
Cualquiera puede hacer filantropía, cualquiera puede dar un trozo de pan o
una moneda, pero Solidaridad para el cristiano es mucho más que un trozo
de pan, una moneda o una prenda de vestir usada que se entrega al
mendigo.
La filantropía es y puede ser acciones aisladas, es por eso que muchas
veces los hombres lentamente van abandonando esas acciones solidarias
porque no logran conectarlas con su mundo interior ni con lo que tienen de
fe.
La razón de lo anterior es la fallida interpretación de solidaridad entregada
muchas veces en sus hogares o por sus educadores.
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Llegamos finalmente a ver a hombres y mujeres adultos que continúan
practicando esa solidaridad (filantropía) de sus años juveniles, ahora con
un aporte económico mensual a una determinada obra benéfica o
repartiendo limosnas por la ciudad, creyendo a pie juntillas que son
solidarios, pero sólo son mantenedores y sostenedores de la miseria.
Revisemos superficialmente qué se señala en el Compendio de Doctrina
Social de la Iglesia, publicado el año 2004.
La solidaridad confiere particular relieve a la intrínseca sociabilidad de la
persona humana, a la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino
común de los hombres y de los pueblos hacia una mirada cada vez más
convencida. Nunca como hoy ha existido una conciencia tan difundida del
vínculo de interdependencia entre los hombres y los pueblos, que se
manifiesta a todos los niveles. La vertiginosa multiplicación de las vías y de
los medios de comunicación “en tiempo real”, como las
telecomunicaciones, los extraordinarios progresos de la informática,... y los
pueblos debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético-social
igualmente intenso, para así evitar las nefastas consecuencias de una
situación de injusticia de dimensiones planetarias, con repercusiones
negativas incluso en los mismos países actualmente más favorecidos.
La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social
ordenador de las instituciones, según el cual las “estructuras de pecado”,
que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser
superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la
creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado,
ordenamientos.
La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no un
“sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o
lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de
empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno,
para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”.
Todas las menciones hacen referencia a la Carta Encíclica Sollicitudo Rei
Socialis del Papa Juan Pablo II, y es claro, la solidaridad no es un
sentimiento superficial y con una correcta interpretación de la solidaridad
se puede mejorar el ordenamiento social o mejoramiento de estructuras de
pecado, de pecado social.
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Entonces, no basta con las acciones solidarias a modo de flor de un día y
que luego desaparecen. No bastan las curaciones a la dermis de la herida
que muchas veces ocultan y/o disimulan la infección que va por dentro.
Acciones y planes a la médula del problema social que afectan a nuestro
continente, nuestro país, nuestra ciudad, a nuestra parroquia y si es
necesaria la denuncia, la denuncia entonces debería ser el aporte del
cristiano.
Hablando en español, los malos y precarios sistemas de salud pública de
nuestros países, los mercantilistas sistemas de salud privada, la
inaplicabilidad de los inventos en materias de sistemas de pensiones para
ancianos, los recursos paupérrimos destinados a la educación, las
acciónes de autoridades y políticos corruptos, las exclusiones de grandes y
pequeños grupos sociales, las persecuciones étnicas, la alta concentración
de la riqueza con leyes moralmente viciadas, la mala distribución del
ingreso de nuestros países deberían ser los campos del cristiano, hoy en
día, no la filantropía que sólo contribuye a que la injusticia encuentre en
nosotros un nuevo aval.
Ojala encontremos a tiempo el verdadero significado de la nueva cultura de
la Solidaridad y logremos integrarlo a la vida espiritual.
Aún estamos a tiempo de tener corazones sin miedo y sin fronteras, como
el de Jesús de Nazaret, y muchas personas que supieron seguir al maestro
como un estilo de vida solidario y entrega total los pobres como Vicente de
Paul. Les invito a conocer su obra de amor y solidaridad a favor de los
pobres.
Cuando hablamos de acciones contra la pobreza, identificamos las
necesidades de la persona y buscamos una respuesta. Desde mi punto de
vista, creo que sería necesario invertir la noción de la palabra necesidad y
llegar a decir a la persona te necesito, te necesito para construir algo
juntos. Esta es la mejor manera de ayudarla a ponerse en pie. Esta
escena ilustra bien esto: El Abate Pierre decía que su primer compañero
fue una persona que quería suicidarse. Le dijo el Abate: Haga lo que
quiera, pero yo le necesito para construir una casa, y él se convirtió en su
primer discípulo”.
“¡Yo los necesito!” Necesito vuestra colaboración para construir juntos una
obra. Así experimentó San Vicente su relación con Dios, con las personas
y con los pobres y, a partir de ahí, cambió su vida, junto con muchas
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personas colaboró con Dios en la gran obra de misión y caridad con los
pobres. De igual modo, hoy nosotros estamos también invitados a hacer
esta experiencia de necesitar a los pobres, necesitar unos de otros, para
continuar la gran obra de la parroquia vicentina.
“Tenemos necesidad los unos de los otros”
El trabajo emprendido por San Vicente no fue una obra de carácter
meramente personal. Fue una gran obra comunitaria y participativa, un
trabajo en equipo (en red, decimos hoy). San Vicente reunió a ricos y
pobres, miembros del clero y laicos, hombres y mujeres. Movilizó y formó
las buenas voluntades, contó con importante colaboración de otras
personas para fundar sus instituciones (Cofradías de Caridad,
Congregación de la Misión, Compañía de Hijas de la Caridad), implicó a los
poderes públicos, vio que la colaboración era la llave para el éxito en el
servicio a los pobres.
La experiencia de San Vicente es hoy una invitación grande para la
colaboración entre los grupos de la parroquia. En esta experiencia
podemos encontrar luces y orientaciones para la colaboración entre
nosotros hoy:
Elementos iluminadores hoy para construir una cultura de la solidaridad
como parroquia vicentina:
“Tenemos necesidad los unos de los otros”
El trabajo emprendido por San Vicente no fue una obra de carácter
meramente personal. Fue una gran obra comunitaria y participativa, un
trabajo en equipo (en red, decimos hoy). San Vicente reunió a ricos y
pobres, miembros del clero y laicos, hombres y mujeres. Movilizó y formó
las buenas voluntades, contó con importante colaboración de otras
personas para fundar sus instituciones (Cofradías de Caridad,
Congregación de la Misión, Compañía de Hijas de la Caridad), implicó a los
poderes públicos, vio que la colaboración era la llave para el éxito en el
servicio a los pobres.
La experiencia de San Vicente es hoy una invitación grande para la
colaboración entre los grupos y comunidades de la Parroquia. En esta
experiencia podemos encontrar luces y orientaciones para la colaboración
entre nosotros hoy:
5. LA CULTURA DE LA SOLIDARIDAD
SEMANA DE LA CARIDAD - PARROQUIA SAN VICENTE DE PAUL Página 5
a) Una colaboración a partir de las llamadas de los pobres y en
colaboración con los pobres.
b) Una colaboración a favor de los pobres a partir de la mística evangélica
de la fe, la esperanza y la justicia.
c) Una colaboración con profundo sentido eclesial.
d) Una colaboración que empodera a los pobres y a los colaboradores de
los pobres.
e) Una colaboración creativa, actualizada y diversificada que articula las
buenas decisiones dentro de la Iglesia y de la sociedad.
f) Colaboración en la reciprocidad humilde e intercambio de dones.
“Es necesario correr para atender a las necesidades de nuestro prójimo
como si se tratara de extinguir un incendio”, decía San Vicente. Con
palabras, actitudes y acciones eficaces, asumió como propia la realidad de
los pobres y se empeñó en socorrerlos, en la medida de lo posible, en sus
necesidades. El hizo todo eso tratando de unir y organizar todas las
buenas voluntades, de modo que corriesen juntas, unidas, organizadas y
en régimen de colaboración. Siguiendo los pasos de San Vicente, que los
grupos y comunidades de la parroquia sepan unirse, organizarse y avanzar
todos juntos para colaborar en la gran tarea de servir a los pobres y
testimoniar realmente la nueva cultura de la solidaridad.