La prensa amarillista y sus características literarias
1. La prensa amarillista y sus características literarias
Tinta Roja
Alberto Fuguet
Santillana
Madrid, 1998
Por María Gabriela Zúñiga Figueroa
Fue el 20 de abril de 1953, en un local del número 263 de la calle San Antonio de Santiago, cuando
Ramón Cortez Ponce —un famoso periodista chileno— dictó ante 40 alumnos la primera clase en la
Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. “Introducción al Periodismo” fue la asignatura
que marcó el inicio de las actividades académicas del plantel, que 50 años después se sigue
impartiendo con el mismo nombre. Sin embargo, hasta antes de que su creación fuese autorizada, el
28 de mayo de 1952, el periodismo sólo era un oficio que se aprendía ejerciéndolo directamente en
las calles. Aunque, aún tras la creación de una escuela el alumno al salir de clases y empezar a
trabajar tiene que abrirse camino en el mundo y entender la profesión como es lejos de la teoría
impartida en las aulas. Eso y más se manifiesta en Tinta Roja.
Tinta Roja (Madrid, Santillana, 1998), tercera novela de Alberto Fuguet (Santiago de Chile, 1964),
narra su evolución hasta convertirse en el novelista de un solo éxito, que trabaja en algo que no lo
apasiona y que a pesar de saberse distanciado de su hijo no hace nada para remediarlo. Al inicio, el
empieza a narrar sus circunstancias actuales, antes ya mencionadas, cuenta como durante la época
del verano tiene a como practicante a Martín Vergara con quien tiene un altercado por Cecilia.
Luego, nos cuenta cuando era joven, estaba en manos de Saúl Faúndez, y se desarrolla otra novela
dentro de la misma, en la cual vemos su historia cuando recién salido de la Universidad de Chile,
hacia prácticas en “El Clamor” desde otra perspectiva. Aquí se cuenta a groso modo como se abre
camino en el mundo de la crónica roja con las enseñanzas de Faúndez que lo hacen caer en cuanta
de que no sabía nada realmente. Él es como un padre que nunca tuvo, quien lo guía, con su muy
peculiar estilo de vida y quien le brinda las claves que lo forman incluso en el ámbito personal. Es
así como él junto a Alfonso, Escalona —un fotógrafo muy ingenioso— y el Camión al volante de la
camioneta amarilla del Clamor viven diversas aventuras persiguiendo las noticias para publicar en
la sección de policiales. Alfonso durante ese tiempo escribió una novela para un concurso y ganó.
Todo iba aparentemente bien hasta que un día muere el Nelson —el hijo con habilidades diferentes
de Saúl— entonces el queda a cargo y se entera de los negocios fraudulentos en los que estaba
metido su padre junto a su hermana así que decide publicarlo, pero Faúndez interviene. Tras todo
eso se vuelve a la historia del principio y nos enteramos que Martín se mató, Alfonso público la
novela de este, finalmente renunció a la revista y se encerró en sí mismo, pero al lado de Cecilia.
Sobre Tinta Roja, Sandra de la Paz Alé analiza los temas de ética y moral en la novela de Alberto
Fuguet; asimismo, plantea que la ambición de éxito y reconocimiento público llevan a sus
personajes a transgredir estas reglas morales y éticas. Francisco Leal, por su parte, se centra en los
aspectos diversos del género policial presentes en esta novela negra. Finalmente, Katerine Jaimes
Peña hace hincapié en el vínculo entre periodismo y literatura como mezcla característica de la
narrativa posmoderna tal como se puede apreciar en la forma que Faúndez le enseñó a Alfonso a
redactar las noticias, para que el lector imagine lo que pasó, más allá de la simple enunciación de
los hechos.
El título de esta metanovela sugiere variadas connotaciones. Respecto a la «tinta roja», más allá de
la analogía que representa entre la tinta y la sangre, considero que lo fundamental son las
implicancias de esta, que la tinta es esencial para la vida de Alfonso, que la escritura significaba
para él el ascenso a una oportunidad que le permitiese alcanzar sus objetivos y que escribir lo hacía
2. sentirse vivo, pero al mismo tiempo iba consumiendo su vida. Además este título tiene mucho que
ver con el de «prensa amarilla» —la novela dentro de la novela— dando a entender que los
periodistas sensacionalistas muchas veces están haciendo uso de recursos literarios y por ende
también se juegan la vida al escribir.
En cuanto a lo que opinan los personajes sobre el asunto, Faúndez afirma a su peculiar modo que
“ninguna novela es del todo inventada” y lleva mucho de razón en que no hay escritura totalmente
ficticia, hay más de una referencia a la realidad o hecho real, vivido por el autor que en la mayoría
de los casos se vierte en la historia. Del mismo modo, comenta que le es incómoda la incertidumbre
que muchos de ellos tienen con respecto al futuro de sus personajes, mientras que él tiene la certeza
de lo que pasó. Más adelante incluso comenta que los escritores de novelas no tienen la seguridad
que un redactor periodístico tiene de que será leído su trabajo por un gran público. Aquí es aún más
clara la relación entre el periodismo y la literatura, muy a pesar de una es efímera y la otra puede
perdurar décadas, ambas tienen como referencia la realidad.
Aquí claramente el periodismo ideal y el real se confrontan de manera brusca para el joven Alfonso
ya que empieza en policiales por lo que acaba viendo más de un muerto que le revuelve el
estómago. Se da cuenta que lo aprendido en la universidad no nos prepara para el periodismo real,
no sabía nada realmente, Saúl le enseña que tiene que conseguir noticias frescas diariamente y
preferentemente de portada por más aburrido que este día resultase ya que “el Clamor” se dedicaba
a entretener con la desgracia ajena. Por supuesto, con ciertas excepciones como aquellos de alta
sociedad y principalmente militares con los que no se metían debido a lo delicado del asunto
político en ese entonces. Pero no es sólo eso, su maestro lo guía, un tanto soezmente, hacia un
periodismo casi literario en el que hacer uso de su imaginación, para exponer los hechos, era
fundamental. “—Ya pendejo, hazte hombre y entra. Mira y reportea. Quiero que te fijes en los
detalles. Y no anotas. Mira, imagínate qué ocurrió, trata de pensar en por qué quedó esta cagada. Te
espero abajo. Y apúrate, que no tengo todo el día. Todavía hay que llegar a despachar.”
En síntesis, Fuguet nos lleva a través de una nueva forma de ver el periodismo en acción, un
periodismo claramente sensacionalista, pero que insospechadamente hace un uso magistral de la
literatura para atrapar al lector y con este mismo estilo nos hace trascender a través de una historia
dentro de otra. Me agradó especialmente la representación tan fiel de sus personajes, muy pícara,
que contextualiza e ilustra en esta metanovela, casi inadvertidamente, los diversos matices de la
sociedad en Chile tras una larga dictadura y como todo esto afectó al periodismo.