La Regla de Oro está presente en las principales religiones del mundo como una máxima fundamental para guiar la conducta humana. Estipula que uno no debe tratar a los demás de maneras que uno mismo no quisiera ser tratado, y que en lugar deberíamos desear para los demás lo mismo que deseamos para nosotros mismos. Filósofos griegos como Isócrates, Tales de Mileto y Pitágoras también promulgaron versiones de este principio ético universal.