La violencia psicológica se basa en comportamientos intencionados que buscan desvalorizar y causar daño psicológico a la víctima, destruyendo su autoestima y confianza. Aunque es sutil, deja marcas visibles en la psiquis de la víctima. Ignorar o justificar la violencia psicológica permite que continúe el abuso. Las víctimas deben empoderarse y ejercer sus derechos para poner fin al síndrome de Estocolmo y recuperar su bienestar.