1. LAS COLONIZACIONES GRIEGAS
En la época arcaica, entre los siglos VIII y VI a.C., la actividad económica principal
era la agricultura. La mayor parte de la población eran campesinos, dueños de
pequeñas propiedades que repartían entre sus hijos. La división de estas tierras hizo
que las parcelas fuera cada vez menor y por tanto su producción fuera insuficiente
para vivir.
Por aquel entonces la población aumentó en el territorio griego y esto generó
graves problemas a los campesinos. Por el contrario los grandes propietarios se
enriquecían cada vez más al apropiarse de las tierras de los campesinos endeudados,
pudiendo estos llegar a perder la libertad y convertirse en esclavos. Así pues, la
escasez de tierras, la miseria en la que vivían muchos campesinos y la posibilidad de
ser esclavizado por deudas obligaron a muchos griegos a emigrar a diferentes
lugares de las costas mediterráneas y del mar Negro entre los siglos VIII y VI a.C.
Las nuevas ciudades que fundaron recibieron el nombre de colonias y se
construyeron siguiendo el modelo de las ciudades de origen (metrópolis), con la
mantenían estrechos lazos comerciales y culturales.
Los gobiernos fomentaron además estas migraciones porque representaban muchas
ventajas para las ciudades: se libraban de los desocupados y además la construcción
de los barcos constituía una importante fuente de ingresos.
A bordo de ligeras embarcaciones los griegos recorrieron las costas en busca de
lugares adecuados para establecerse, comerciar con los indígenas y extraer materias
primas.
2. Los lugares elegidos por los griegos para establecerse solían tener unas
características comunes: acceso por mar, fácil defensa y aprovisionamiento de agua
permanente.
Las colonias permitieron a los griegos desarrollar una agricultura próspera basada en
la vid, el olivo y el trigo que les proporcionaba excedentes con los que poder
comerciar. Explotaban también los recursos mineros de estos territorios para luego
venderlos en los mercados de sus metrópolis.
Mientras las colonias abastecían a las polis de alimentos y materias primas, estas se
dedicaban a producir en sus talleres cerámica, vidrio, armas, herramientas, naves,
perfumes, telas, etc.
En la Península Ibérica los griegos comerciaron con los íberos y obtenían
productos como oro, plata, cobre y estaño. Para estos pueblos el contacto con los
griegos supuso la difusión de la vid y el olivo, el conocimientos de nuevas técnicas
(torno de cerámica, metalurgia del hierro) y la introducción de la moneda y la
escritura.
Los colonos se esforzaron por conservar su lengua, arte, religión y cultura, y al
establecer relaciones comerciales con los pueblos autóctonos, influyeron
notablemente en sus costumbres, cultura y arte.