La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
Lección # 5 - Doctrina y Vida de la Iglesia
1. La unidad y crecimiento
de la Iglesia
Lección # 5 – Doctrina y Vida de la Iglesia - Efesios
2. A. Los creyentes deben vivir en
la unidad del Espíritu Santo.
•Pablo está preso en Roma escribiendo estas
palabras.
•En los primeros 3 capítulos expresó las
cosas maravillosas que hemos recibido en
Cristo.
•Bendecidos con toda bendición espiritual
•Estamos sentados en el cielo con Cristo
•Sean judíos o gentiles, Dios nos ha unido
como templo por medio del Espíritu Santo.
3. No debemos olvidar lo que
enseña Ro.12:1,2
“Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro
culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación
de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta.”
4. ¿Cómo quiere Dios que
vivamos?
•Él quiere que Su familia viva en
unidad.
Veamos las actitudes individuales que
debemos tener para que podamos
estar en unidad:
- Humildad
- Mansedumbre
- Soportarnos con paciencia
5. Siete cosas que unen a todos
los hijos de Dios.
•Un cuerpo
•Un Espíritu
•Una esperanza
•Un Señor
•Una fe
•Un bautismo
•Un Dios
6. B. Los creyentes deben ser enseñados por
hombres dotados espiritualmente para
que crezcan juntos en Cristo.
•Apóstoles
•Profetas
•Evangelistas
•Pastores
•Maestros
7. El propósito de que en el cuerpo hayan estos
miembros con esos dones...
•Perfeccionar
•Equipar
•Capacitar
•Dotar
•Preparar
Lea 4:1. Pablo estaba preso en Roma al escribirles a los creyentes en Éfeso.
En los tres primeros capítulos de esta carta, Pablo enseñó sobre las cosas maravillosas que Dios les ha dado a todos los creyentes en Cristo.
En el capítulo 1, Pablo dijo que Dios les ha dado a Sus hijos toda bendición en Cristo. Lea 1:3.
En el capítulo 2, Pablo escribió que Dios ha sentado a todos los creyentes en el cielo con el Señor Jesús. Lea 2:5,6. Pablo también enseñó que todos los creyentes, tanto gentiles como judíos, han sido unidos para formar el templo de Dios en el cual Él mora por Su Espíritu Santo. Lea 2:22.
Por consiguiente, por todas las cosas maravillosas que Dios ha hecho por todos los creyentes, Pablo les suplicó a los creyentes que vivieran vidas puras y santas. Debemos vivir como gente que ha recibido toda bendición espiritual, sentada en lugares celestiales con Cristo, y hecha un solo templo en el cual vive Dios por medio de Su Espíritu Santo. Lea de nuevo 4:1.
Entonces, ¿cuáles deben ser nuestras actitudes individuales para que haya paz y felicidad entre los hijos de Dios? Lo primero que menciona Pablo es la humildad. Esto quiere decir que no debemos tener una opinión errada de nosotros mismos y creernos mejores que los demás. Debemos ser humildes ante los demás, apreciando sus opiniones y lo que hacen. Lea Romanos 12:3.
También debemos ser mansos. Esto quiere decir que debemos estar dispuestos a ser enseñados y guiados por otros porque reconocemos que tenemos mucho que aprender.
Otra cosa que hace falta para que vivamos en paz unos con otros como hijos de Dios es que nos soportemos con paciencia unos a otros. Cuando alguien hace algo que no nos gusta o dice algo que nos ofende, es fácil reaccionar como lo hacíamos antes de ser salvos. ¿Cómo reaccionábamos antes? A menudo nos enojábamos y les decíamos cosas malas a los que nos habían ofendido, o planeábamos tomar represalias para desquitarnos. Los hijos de Dios a veces siguen portándose de acuerdo a su antiguo estilo de vida, pero Dios dice que ahora debemos vivir de acuerdo con la nueva vida que Él nos ha dado en el Señor Jesús. Debemos ser pacientes unos con otros, “soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”. Aunque otros creyentes a veces nos irriten, debemos aceptarnos unos a otros y ser amorosamente pacientes unos con otros.
Esto no es fácil de hacer. Nuestra respuesta natural es tomar represalias cuando nos hieren y rechazar a aquéllos que nos irritan. Entonces, ¿cómo podemos ser humildes, dispuestos a ser enseñados por otros y amorosamente pacientes con los que nos lastiman o irritan? Hay una sola manera de lograrlo.
A medida que sometemos cada parte de nuestros cuerpos a Dios, el Espíritu Santo va tomando control de nuestras vidas. Solamente por medio del poder del Espíritu Santo podemos tener la capacidad de hacer lo que Dios nos manda en Su Palabra.
Lea 4:3. Debemos hacer todo lo posible para estar contentos todos juntos y amarnos unos a otros porque todos los hijos de Dios han sido unidos por el Espíritu Santo. Estamos unidos por el Espíritu Santo que vive en cada uno de nosotros.
Es como la sangre del cuerpo. Si usted coloca la mano en el pecho, puede sentir el latido de su corazón. Está bombeando la sangre a cada parte de su cuerpo. La sangre está en la cabeza, las manos, los pies y las demás partes del cuerpo. Así es con el Espíritu Santo. Él vive en cada hijo de Dios, y Él es el que nos ha unido en paz, o unidad.
Somos responsables de “guardar” la unidad que nos ha dado el Espíritu Santo. Esto quiere decir que no debemos causar problemas o divisiones innecesarias entre nosotros y cualquier otro hijo de Dios, y debemos evitar hacer cualquier cosa que pueda sembrar discordia entre los miembros de la familia de Dios.
Lea 4:4. Comenzando con este versículo, Pablo menciona siete cosas que unen a todos los hijos de Dios.
En primer lugar, “un cuerpo”: Los hijos de Dios han sido unidos por el Espíritu Santo en un solo cuerpo. El Señor Jesús es la cabeza, y nosotros somos como las diferentes partes del cuerpo.
¿Cómo llegamos a formar parte del Cuerpo de Cristo, Su Iglesia? Fuimos bautizados en el Señor Jesús por el Espíritu Santo al momento que pusimos nuestra confianza en Él como nuestro Salvador. Lea Romanos 6:3.
Segundo, “un Espíritu”: Hay un solo Espíritu Santo, y Él está viviendo en cada hijo de Dios. Lea Romanos 8:9.
Tercero, “una misma esperanza”: ¿Cuál es la única esperanza de todos los hijos de Dios en cada parte del mundo? Su esperanza es que el Señor Jesús vuelva y ellos estén con Él y sean como Él para siempre. Lea Romanos 8:23-25,10,11.
Maestro: Los versículos de Romanos 8:23-25,10,11 aparecen aquí fuera de la secuencia normal porque éste es el orden en que yo los leería a esta altura de la lección.
Lea 4:5,6. Cuarto, “un Señor”: Aunque los creyentes son de muchos países diferentes, son de diferentes colores, y hablan diferentes idiomas, todos sirven a un solo Señor – el Señor Jesucristo.
Quinto, “una fe”: Todo verdadero hijo de Dios, dondequiera que viva, tiene la misma fe. Cada uno confía en el mismo Señor Jesús en base a lo que ha escrito Dios en Su Palabra.
Sexto, “un bautismo”: Todo creyente ha sido bautizado por el Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo. El bautismo con agua es una ilustración, o retrato, del bautismo del Espíritu Santo.
Séptimo, “un Dios y Padre de todos”: Todo creyente en todo el mundo tiene un solo Padre. Dios es nuestro Padre. Llegamos a ser Sus hijos cuando confiamos en el Señor Jesús y nacimos de nuevo por el poder del Espíritu Santo. Lea Romanos 8:14-16.
Aunque somos uno en Cristo por el Espíritu Santo y tenemos un solo Padre, Él nos ha dado diferentes dones, o habilidades, para que podamos hacer diferentes tipos de trabajo espiritual para Él en Su Iglesia.
Lea 4:7. Es el Señor que le da a cada uno de Sus hijos diferentes habilidades, y también es el Señor quien nos da a cada uno de nosotros la fuerza y la sabiduría para usar la habilidad que Él nos ha dado. Lea Romanos 12:4-8.
Así como nuestros cuerpos tienen muchas partes diferentes, y cada parte tiene su propio trabajo para el bien del cuerpo, así mismo hay muchas habilidades diferentes que el Señor Jesús les da a los miembros de Su Cuerpo. Su plan es que los miembros usen los dones que Él les ha dado para beneficiar y fortalecer al Cuerpo entero.
Lea 4:11,12. Los dos primeros dones mencionados aquí son los apóstoles y profetas. Pablo dijo antes en su carta que estos hombres eran los cimientos de la Iglesia, porque fue por medio de ellos que el Señor Jesús nos dio Su Palabra de la cual dependemos para conocer a Dios y para saber cómo podemos ser salvos y vivir como hijos de Dios. Lea 2:19,20. Después de terminar de escribirse la Palabra de Dios, el Espíritu Santo no le dio a nadie más la habilidad para ser apóstol o profeta. Ya no había necesidad de apóstoles ni profetas en la iglesia, porque los cimientos sobre los cuales Dios actualmente está edificando Su Iglesia habían sido puestos.
Pablo dijo que otro don dado por el Espíritu Santo a algunos creyentes es la habilidad de ser evangelistas. La palabra “evangelista” significa “un mensajero de buenas nuevas”.
Finalmente, Pablo dice que el Espíritu Santo dotó a otros para ser pastores que también son maestros. El término usado para el don de “pastor” viene de “un pastor de ovejas”. El Señor Jesús es el Buen Pastor, o el Gran Pastor, y los hombres a los cuales Él encarga el cuidado de Sus ovejas también son pastores.
Lea 4:11-13. ¿Por qué dio el Señor Jesús estos hombres dotados a la Iglesia? “A fin de perfeccionar a los santos”. El Espíritu Santo da estos dones a estos hombres para que puedan enseñar y capacitar a la Iglesia para que todos los miembros se puedan ministrar unos a otros y edificarse mutuamente en el conocimiento del Señor y de Su voluntad.
Al nacer en la familia de Dios, Dios nos da la posición de hijos adultos, pero somos incapaces de confiar en Él y servirle como adultos, ya que somos apenas unos recién nacidos en nuestro entendimiento y experiencia. El Señor les ha dado a los ancianos de la iglesia la responsabilidad de enseñar a Sus hijos para que crezcan y maduren en su fe y conocimiento como hijos adultos.
Lea 4:14. Los creyentes que no crecen y no llegan a ser adultos en fe y conocimiento son fácilmente influenciados por los siervos de Satanás, quienes, con el fin de enseñar mentiras, tergiversan la Palabra de Dios. Así como los niños pequeños creen casi cualquier cosa que uno les diga, de igual manera, los bebés espirituales son fácilmente engañados y llevados por enseñanzas falsas.
¿Cuál, entonces, es la meta de Dios para todos Sus hijos? Lea 4:15. No quiere que crezcamos meramente en conocimiento sino que conozcamos a Jesucristo como Señor de cada aspecto de nuestras vidas.
Conocer al Señor Jesús de una manera íntima es la meta y el propósito de nuestra fe y crecimiento. Entre más le conozcamos, más podremos expresar la verdad a otros con amor por medio de nuestras palabras y hechos.
Lea 4:16. Miremos, a manera de ejemplo, nuestro propio cuerpo. El cuerpo está unido a la cabeza por el cuello. Los brazos y las piernas están conectados al cuerpo. Noten también cómo las manos y los pies están unidos a los brazos y a las piernas y los dedos están unidos a las manos y a los pies. ¿Podrían los dedos hacer su trabajo si no estuvieran conectados a las manos y los pies? ¿Podrían las manos y los pies hacer su trabajo si no estuvieran conectados a los brazos y las piernas? ¿Podrían las manos y los brazos o los pies y las piernas hacer su trabajo si no estuvieran conectados al cuerpo? ¿Podrían las manos, los brazos, los pies, las piernas y el cuerpo hacer su trabajo si no estuvieran conectados a la cabeza?
No solamente tienen que estar conectadas las partes del cuerpo para llevar a cabo su propósito en nuestros cuerpos, sino que cada parte debe funcionar correctamente si nuestros cuerpos han de funcionar a su capacidad máxima.
De la misma manera, Cristo es la Cabeza, y nosotros somos las diferentes partes de Su Cuerpo. Hemos sido unidos a Él por el Espíritu Santo. Pero no podremos hacer el trabajo que Dios nos ha encomendado a menos que todos reconozcamos que Él es la cabeza y que todos dependemos de Él. Pero no solamente debemos reconocer que hemos sido unidos al Señor Jesús y que dependemos de Él para todo, sino también debemos ser conscientes de que nos necesitamos unos a otros. Cada parte del Cuerpo debe funcionar correctamente y hacer su trabajo asignado si el Cuerpo ha de crecer y estar sano y feliz.