2. 2
“La renovación de nuestra mente consiste en el abandono
del pecado y el cambio de los patrones de pensamiento y
conducta pecaminosos con los que hemos venido del
mundo, despojándonos de ellos y cambiándolos por
pensamientos bíblicos y una práctica bíblica, la que
proviene de la continua lectura, meditación e interiorización
de la Palabra de Dios”
3. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis
cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que
está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí
que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos
miembros, pero no todos los miembros tienen la misma
función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en
Cristo, y todos miembros los unos de los otros.”
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4. “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia
que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la
medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en
la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que
reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que
hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento.
Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los
otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los
unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos;
fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la
esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la
oración” (Romanos 12:1-12)
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5. Introducción
5
▪ El proceso de la transformación (v. 1-2)
▪ Primer cambio mental: Somos miembros
los unos de los otros (v. 3-5)
▪ Segundo cambio mental: Debemos
servirnos los unos a los otros (v. 6-8)
▪ Tercer cambio mental: Debemos vivir en
amor los unos a los otros (v. 9.12)
▪ Conclusiones
6. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis
cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
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El proceso de la transformación (v. 1-2)
7. El proceso de la
transformación
7
▪ Lo adecuado para un creyente es que presente su cuerpo y
su espíritu a Dios para obedecerle y servirle, así como el
Señor Jesucristo lo hizo, entregándose en cuerpo y alma
hasta la muerte para obedecer a Dios
▪ Ahora, la manera como el creyente debe entregarse a Dios
como un sacrificio es a través de la transformación que
experimentamos por medio de la renovación de nuestra
mente
8. El proceso de la
transformación
8
Este mandato bíblico de renovar la mente debe ser cumplido
por medio de:
1. 1. Lectura constante y diaria de la Palabra de Dios
2. 2. Memorización de la Palabra de Dios
3. 3. Oración y meditación de la Palabra de Dios
4. 4. Abandono de actividades que llenen nuestra mente
de ideas equivocadas
9. “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que
está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí
que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos
miembros, pero no todos los miembros tienen la misma
función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en
Cristo, y todos miembros los unos de los otros”
9
Primer cambio mental: Somos miembros los unos de
los otros (v. 3-5)
10. Primer cambio:
Somos miembros
los unos de los
otros
10
▪ No debemos pensar de nosotros mismos con altivez
porque es la gracia de Dios que nos sostiene
▪ No debemos pensar de nosotros mismos con altivez
porque Dios nos ha salvado a todos los creyentes por igual
y nos ha dado una medida de fe a todos
▪ Cada creyente tiene una función específica dentro del
cuerpo y así nos necesitamos los unos a los otros
▪ No puedo vivir una vida cristiana separada, distanciada y
alejada de los demás creyentes. Todos somos partes del
mismo cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
11. “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia
que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la
medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en
la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que
reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que
hace misericordia, con alegría”
11
Segundo cambio mental: Debemos servirnos los unos a
los otros (v. 6-8)
12. Segundo cambio:
Debemos
servirnos los
unos a los otros
12
▪ Debemos usar nuestros dones para servir a los
hermanos en el contexto de nuestra iglesia local.
▪ Debemos servir con amor y con dedicación
▪ Debemos enseñar con sana doctrina
▪ Debemos exhortar con amor pero con firmeza
▪ Debemos repartir con generosidad
▪ Debemos presidir, liderar, organizar con solicitud y
excelencia
▪ Debemos hacer actos de misericordia hacia las
personas y nuestros hermanos con alegría de
corazón
13. “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo
bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en
cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que
requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu,
sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la
tribulación; constantes en la oración”
13
Tercer cambio mental: Debemos vivir en amor los unos
a los otros (v. 9-12)
14. Tercer cambio:
Debemos vivir en
amor los unos a
los otros
14
▪ Debemos amar honestamente y sin hipocresía
▪ Debemos buscar la santidad
▪ Debemos amarnos como hermanos
▪ Debemos honrarnos los unos a los otros
▪ Debemos ser esforzados en lo que se requiere
▪ Debemos ser fervientes en espíritu sirviendo al Señor
▪ Debemos tener una actitud de gozo
▪ Debemos ser pacientes en medio de las tribulaciones
▪ Debemos ser constantes en la oración
15. Conclusiones
15
▪ Debemos renovar nuestra mente:
- Leyendo la Biblia
- Memorizando la Biblia
- Meditando la Biblia
- Orando
▪ Hacer cambios en nuestro pensamiento
- Debo vivir junto a mis hermanos en la fe
- Debo servir a Dios con mis dones espirituales
- Debo vivir en amor por mis hermanos en la fe
▪ Somos parte de la familia de Dios
Notas del editor
Queridos hermanos, en esta oportunidad vamos a continuar con la serie de enseñanzas que hemos empezado hace semanas atrás y donde exploramos este importante concepto y mandamiento bíblico de renovar nuestra mente. Solo a modo de recordatorio, hemos dicho que:
“La renovación de nuestra mente consiste en el abandono del pecado y el cambio de los patrones de pensamiento y conducta pecaminosos con los que hemos venido del mundo, despojándonos de ellos y cambiándolos por pensamientos bíblicos y una práctica bíblica, la que proviene de la continua lectura, meditación e interiorización de la Palabra de Dios”
Hoy vamos a terminar esta serie considerando un último texto de la Palabra de Dios que nos habla sobre la renovación de la mente y como ésta es el catalizador del cambio y quien debe moldear nuestro estilo de vida cristiano para poder experimentar la buena y perfecta voluntad de Dios.
Para entender esto, por favor leamos la epístola a los Romanos, capitulo 12, versos 1 al 12:
Aquí empieza la parte práctica de la epístola a los Romanos con el ruego del apóstol Pablo a que presentemos nuestros cuerpos como un sacrificio a Dios; claro, un sacrificio vivo, consagrado a Dios lo cual le agrada a Él y es nuestro culto racional (gr. λογικην = lógico, apropiado, adecuado). Lo adecuado para un creyente es que presente su cuerpo y su espíritu a Dios para obedecerle y servirle, así como el Señor Jesucristo lo hizo, entregándose en cuerpo y alma hasta la muerte para obedecer a Dios. El sacrificio de Cristo fue para muerte y pagó la pena del pecado y nos otorga la salvación. El sacrificio del creyente es para vida, para vivir una vida entera agradándole y obedeciéndole.
Ahora, la manera como el creyente debe entregarse a Dios como un sacrificio es a través de la transformación que experimentamos por medio de la renovación de nuestra mente. Esto implica no adecuarnos al sistema de cosas y pensamientos de este mundo pecador; adoptar los pensamientos que se encuentran en la Palabra de Dios; para que esto nos permita experimentar la voluntad de Dios, perfecta y buena; así como los beneficios para nuestras vidas que se desprenden de la obediencia a Dios. Entonces queda claro que nuestros pensamientos deben cambiar; pero no es fácil cambiar ello; porque tenemos años de patrones de conducta pecaminosos, años de pensamientos equivocados que han moldeado nuestra manera de pensar y de sentir.
Este mandato bíblico de renovar la mente debe ser cumplido por medio de:
Lectura constante y diaria de la Palabra de Dios
Memorización de la Palabra de Dios
Oración y meditación de la Palabra de Dios
Abandono de actividades que llenen nuestra mente de ideas equivocadas (ejemplo: novelas, series de TV, películas con contenido malvado, etc.)
Si no decido empezar a cambiar mis pensamientos y “limpiar mi mente”; entonces constantemente estaré viviendo aun en mis patrones de pensamiento pecaminosos y por ende seguiré viviendo en una vida sin renovar; que no agrada a Dios y sin experimentar la buena voluntad del Señor.
Uno de los primeros pensamientos que debemos interiorizar en nuestras vidas es que, en Cristo, a pesar de que somos personas individuales, somos todos un cuerpo en Cristo y miembros los unos de los otros. Esto quiere decir que los creyentes estamos unidos espiritualmente con el Señor y entre nosotros; de manera que lo que le afecta a uno, nos afecta a todos; y también que Dios ha diseñado que la vida cristiana la vivamos no separados unos de otros, sino más bien unidos, en comunidad, juntos, aprendiendo unos de otros, animándonos unos a otros, sirviendo juntos al Señor y siendo testimonio de una familia espiritual en Cristo Jesús.
El siguiente pensamiento que debemos interiorizar es que debemos usar los dones espirituales que Dios nos ha dado, dones dados a nosotros por la gracia de Dios y que tienen como objetivo la edificación espiritual de cada uno de los hijos de Dios. Cada uno según lo que ha recibido, debe ministrar a los demás (1 Pedro 4:10), sea sirviendo, enseñando, exhortando, repartiendo, presidiendo, haciendo misericordia. Estos no son los únicos dones que hay, es solo una lista que Pablo menciona; pero lo importante es la manera como debemos servir al Señor:
Servir juntos al Señor es la mejor manera de mantenernos protegidos, animados, unidos y enfocados en lo que Dios quiere que su Iglesia realice. Cuando nos alejamos de la comunión de la Iglesia, nos ponemos en situación de caer en pecado, alejarnos del Señor y caer en frialdad espiritual. Esto no quiere decir que los que estamos en comunión con los demás no podamos caer en pecado; pero es más fácil hacerlo cuando nos alejamos de los hermanos que nos ven, nos aman, nos aconsejan, oran por nosotros y pueden exhortarnos y alentarnos en la fe.
El tercer pensamiento que debemos interiorizar en nuestra mente es que ahora debemos vivir en amor y demostrar ese amor para con nuestro prójimo y sobre todo para con nuestros hermanos en la fe en la iglesia local. Debemos entonces tomar en cuenta lo sgte:
Debemos amar honestamente, sin hipocresía, favoritismo ni falsedad a nuestros hermanos en la fe
Debemos buscar la santidad y vivir ese estilo de vida en presencia de nuestros hermanos, animándonos los unos a los otros a obedecer a Dios
Debemos amarnos como hermanos, compañeros, amigos, con amor fraternal
Debemos honrarnos los unos a los otros. Esto es algo que no se tiene en práctica mucho; pero es muy beneficioso entre los hermanos en la fe, cuando valoramos, reconocemos, honramos a nuestros hermanos debido a lo bueno que puedan hacer. Es mucho mejor centrarnos en lo positivo y honrar a aquellos que lo merecen por su servicio, por su esfuerzo en el Señor, por su testimonio, etc.
Debemos ser esforzados en lo que se requiere serlo. Para servir al Señor no debemos ser perezosos, flojos, holgazanes, mediocres, sino que debemos esforzarnos para servir a Dios con excelencia.
Debemos ser fervientes en espíritu sirviendo al Señor; es decir, personas apasionadas por Dios y por su obra. La pasividad, la apatía y la desidia para con Dios y su obra es un pecado y una ofensa a la majestad y santidad de Dios.
Debemos tener una actitud de gozo en nuestra esperanza y en toda nuestra vida. Un cristiano sin gozo, sin esperanza, que todo el tiempo se queja, que todo el tiempo critica es un contra sentido, algo que no está bien. El creyente debe vivir en el gozo del Señor.
Debemos ser sufridos (lit. pacientes) en la tribulación. Todos los creyentes experimentamos pruebas y algunas de ellas toman tiempo; pero no debemos desesperarnos ni tomar acciones carnales para tratar de solucionar; sino que debemos orar, confiar en el Señor, esperar en El y seguir adelante en todo lo que tenemos que hacer, aunque las circunstancias sean difíciles.
Por último, debemos ser constantes, perseverantes en la oración. Tener una vida de oración constante nos renueva, nos llena de paz, gozo, animo, amor, fervor y pasión por el Señor y por su obra.
Queda claro entonces que si queremos renovar nuestra mente tenemos que emprender el proceso de “limpieza” de nuestra mente, leyendo, meditando, memorizando, estudiando y apropiándonos de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Uno de los grandes cambios mentales que debemos hacer es entender que ahora no vivimos vidas individuales y separadas de los demás, sino que estamos unidos a Cristo y entre nosotros los creyentes; esto nos debe llevar a servirnos cada uno a los demás según lo que Dios nos ha dado. Asimismo, debemos vivir una vida de amor entre todos. Esto deja fuera el estilo de vida egoísta, individualista, materialista y pecaminoso que este mundo nos alienta. El creyente no debe vivir así, sino siendo parte de la familia de Dios, con gozo y buena actitud, sirviendo al Señor con amor y pasando tiempo con los hermanos en la fe, juntos avanzando el camino de la fe.
Que Dios nos ayude a renovar nuestra mente y vivir como nos enseña la Palabra de Dios. El cambio lo decides tú; pero si te animas a hacerlo, serás de gran bendición a la Iglesia del Señor y podrás experimentar en tu vida misma la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Oremos al Señor.