El príncipe y su fiel criado huían de sus enemigos y se escondieron en una cueva. Por la noche, una araña tejió una gran telaraña que cubría la entrada de la cueva. Al día siguiente, cuando los soldados llegaron a revisar la cueva, notaron la telaraña y asumieron que nadie había entrado, por lo que continuaron su búsqueda. La araña salvó a los fugitivos al ocultar la entrada con su telaraña.