El documento habla sobre cómo los líderes de la iglesia deben abordar los desacuerdos doctrinales. Primero, deben guiar a la iglesia de manera que se prevengan los problemas doctrinales a través de la edificación, enseñanza de la verdad y concesión de libertad en cuestiones de opinión. Segundo, cuando surgen problemas, deben determinar la gravedad del asunto, actuar según corresponda y procurar la corrección con mansedumbre, no para ganar sino para salvar almas.