Movimientos Precursores de La Independencia en Venezuela
Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, Guthrie
1. Proyecto
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Historia
de
la
Filosofía
Griega
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Los Filósofos Griegos de Tales a Aristóteles
W. K. C. Guthrie
I. Modalidades del pensamiento Griego
El objeto de este libro es entregar un resumen lo más adecuado posible acorde al pensamiento griego
respecto de su propio contexto, cerca del siglo VI a.c., sin deformaciones ni distorsiones literarias con fines de
algún tipo, como es lo que ha ocurrido anteriormente con Alemanes e Ingleses. Naturalmente esto será
complicado, ya que en su época (Helénica) se vivía un clima intelectual y casual muy distinto, por lo tanto
debemos olvidar gran parte de las cuestiones que forman parte de nuestro equipo mental a fin de lograr
comprender de la forma más exacta posible su contexto y no realizar malas interpretaciones, como lo fue en el
caso de aquellos existencialistas que colocaron a Sócrates en la base de su “árbol genealógico”; es gracias a la
antropología que hoy contamos con un capital lingüístico y formal (de pensamiento) mucho mayor para el
estudio de dicha época. Si bien el matiz principal será dado sobre Platón y Aristóteles el énfasis no se ubicará
sobre lo que se desencadena después de ellos, sino antes.
Cabe anunciar que la primera dificultad que debemos tener en cuenta es esta: lenguaje y pensamiento son
inseparables, actúan siempre uno sobre el otro, se entretejen inextricablemente. Cada palabra tiene su historia y
ha penetrado en la mente del pueblo hasta lo más profundo, no a través de un aprendizaje intelectual sino
mediante el efecto de una experiencia inconscientemente sentida y asimilada. Es por estos motivos que nuestro
estudio se guiará por una contextualización de los términos y no por un análisis de la interpretación que “ahora”
se podría hacer sobre ellos. A modo de análisis propedéutico explicaré el significado y naturaleza de tres
conceptos que considero importantes antes de continuar:
- Dike (Justicia): De aquí se extrae el adjetivo dikaios que es “justo” y además el verbo dikaiosyne que
corresponde al “estado de lo que es justo”. En dike se hace alusión a un “camino o senda que se
considera común o típico”, pero bajo ningún caso la expresión de algo obligatorio; no posee contenido
moral alguno. Si bien el concepto comenzó a tergiversarse con las décadas, desde algo opcional hacia
algo más dictatorial, Platón vuelve a su sentido originario (el ya explicado) en su República, para lograr
el principal sostén de su estado.Verbigracia, -jamás he dicho nada cruel ni altanero, como es la dike de
los señores- (Odiseo).
- Areté (Virtud): A diferencia de lo que se entiende, por ejemplo, en Inglaterra, Aristóteles nos enseña
que éste término no tiene nada que ver con absolutos sino con particulares. Areté significa que algo es
“bueno” para algo, es decir, que permite lograr eficacia sobre lo cual dicho primero algo está operando;
el areté, en sí misma, es una palabra incompleta. El areté, necesariamente, involucra, siempre, un
conjunto de “conocimientos y habilidades” particulares que permitan lograr el cumplimiento de una
tarea determinada. Verbigracia, existe el areté de los gimnastas, de los generales, de los jinetes, etcétera,
y como expresó Sócrates, en el caso del areté relacionado a la “vida misma” del hombre (una suerte de
generalización de las areté), -la virtud es conocimiento-.
- Theos (Dios): Aquí no se habla ni de monoteísmo ni de politeísmo, ambos son conceptos que nacieron
después de la era Helénica, se refieren realmente al “valor predicativo” de algo (de las cosas o hechos),
es decir, una expresión inversa de las usuales expresiones cristiana o judías. En definitiva, ésta palabra
es usada cada vez que se denotaba sensiblemente un carácter sobrehumano en o sobre las cosas u
experiencias. Verbigracia, un cristiano diría “dios es amor” en cambio un griego diría “el amor es
theos”, o sea, es un dios.
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Como podemos ver, “cuando hacemos la crítica a la filosofía de una época, no debemos dirigir la atención a
una posición intelectual en específico (las disciplinas propiamente tales) sino a los supuestos fundamentales
inconscientes que los partidarios poseen dentro de dicho sistema” (Whitehead). Esto lo lograremos, sin duda,
sólo a través del estudio de su idioma. Debemos saber no sólo el significado de las palabras del filósofo, sino
además del orador, de poeta, etcétera. Para emprender un estudio adecuado de la filosofía en la época griega,
considero que dividir su objeto de estudio en tres es lo más adecuado:
1) Especulativo (Científico): Busca la explicación del macrocosmos, esto es, el estudio general de la
naturaleza y su desarrollo. Su motivación es la pura curiosidad.
2) Práctico: Su esencia es el estudio del microcosmos, abarcando todo el aspecto ético y político. En éste
caso la motivación no es meramente la curiosidad sino algo mucho más pragmático y real, se busca, en
general, mejorar la vida y la conducta humana.
3) Crítico: Llevadas las dos vertientes anteriores a altos niveles de avance, comienza un inevitable
cuestionamiento acerca de la eficacia de los mismos instrumentos que ya se usan para conocer el mundo.
Aquí se estudia el pensamiento en sí mismo, se duda del testimonio que entregan nuestros sentidos.
En un principio el interés se canalizó en una de las dos primeras vertientes, por ejemplo Sócrates en las
conductas y Anaxágoras en el cosmos, lo cual tiene mucho sentido, ya que si bien el filósofo no piensa sobre el
vacío tampoco puede adelantarse mucho a su propia experiencia y carácter (temperamento), de modo que si no
existían ya éstas conductas como algo sistemático y ordenado no se podría haber trabajado sobre ambas o haber
llegado más allá de ellas de forma Crítica, como es el caso de Platón, que encontrándose frente una popular
anarquía moral y un desenfrenado escepticismo intelectual, fruto de análisis ya trabajados y desarrollados, dedica
su vida y trabajo a tratar de unir los dos primeros objetos señalados (el especulativo y el práctico), con el fin de
crear una doctrina de las Formas que abarque la mayor totalidad del ser humano.
Siguiendo con la esencia de la idea anterior todo filósofo está condicionado por su propio carácter y experiencia,
de modo que toda doctrina filosófica, sin excepción, será un reflejo de su propio temperamento y esto presenta
un gran problema, ya que dos personas pueden hablar de lo mismo pero referirse a ello de manera contraria.
Verbigracia, supongamos que se desea explicar de qué está hecho el mundo, entonces dos personas responden de
manera diferente, uno de ellos dice que es agua y el otro aire, estarán tratando de explicar lo mismo y ambos de
manera absolutista pero con visiones totalmente incompatibles; especies completamente distintas de hombres.
Se puede resumir casi todos los cuestionamientos de dicha época con la gran pregunta que propuso Aristóteles:
¿qué es la realidad?. Nos encontramos allí con dos de las principales posturas que se trabajarán a lo largo de este
libro, las cuales corresponden al Materialismo (explica las cosas en función de lo que está hecho) y a la
Teleología (explica todo en función de su finalidad u objetivo). Por ejemplo, si preguntamos “qué es una mesa”
el materialista nos dirá que es -madera- en cambio el teleólogo responderá que es -una cosa que sirve para poner
encima libros y papeles entre otros-. Nos encontramos frente a dos clases de filósofos griego, aquellos
preocupados de la materia y aquellos preocupados de la forma, que si bien es un distinción que ayuda mucho en
el estudio de la época griega también lo es para cualquier otra época; incluso la nuestra.
II. Materia y Forma
Comenzaremos por el estudio de los pre-Socráticos, quienes se caracterizaron por sus aportes respecto al
cosmos, el universo, la naturaleza en general, su cientificidad y especulación, es decir, el primero de los intereses
mencionados en el capítulo anterior. Nuestra primera escuela (cultura) ha analizar serán los Jonios (Milesios).
Básicamente, buscaban algo permanente y estable dentro del caos que es el mundo y sus constantes cambios, y
creían que lograrían encontrar esto preguntándose ¿de qué está hecho el mundo?. Para los Jonios el mundo va en
decadencia, todo cambia y muta frente a los sentidos pero debe de haber algo, una unidad, una permanencia,
oculta e inmutable detrás de todo esto, no respecto de materia sino de forma, que logre dar un sostén común a
todo. Trataremos entonces el aporte de los primeros de los más destacados de ellos:
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Tales: Dijo que todo era agua u humedad. Probablemente su respuesta fue aquella producto de un interesante
encuentro constante con formas gaseosas, sólidas y líquidas (de dicho elemento) en el mundo. No sabemos más
sobre él, sólo se conocen dos aforismos, y sobre su comprensión aún no se ofrece un consenso común.
Anaximandro: Éste interesante pensador griego ya posee más sutileza en su argumento. Piensa que todo está
compuesto por la concurrencia de cualidades opuestas que mantienen entre sí una constante guerra. Establece
cuatro de esas cualidades que serán las primarias: caliente y frío, seco y húmedo. Explica, además, que todo
corresponde a un proceso cíclico: así como el calor seca el agua y el agua apaga el fuego, donde sí bien uno de
los estados puede predominar siempre se está en un constante equilibrio. Se interesó también por explicar el
origen de la materia, donde propuso una masa potencial en movimiento y fusión llamada el aperion: explica que
tal fue su incesante movimiento que un día sus opuestos constitutivos se separaron y dieron un comienzo a todo
lo que conocemos hoy. Profesó en su cosmogonía, junto con lo ya explicado, que el mundo no se sostiene en
nada, ya que es esférico y no tiene porqué inclinarse en ningún lado en especial. Por primera vez se daba una
explicación puramente natural al origen del mundo que no tuviera nada que ver con Zeus y Poseidón.
Anaxímenes: Propone una nueva substancia primaria que es el aire (aer). Para él primero todo es una masa
invisible e intangible, luego puede ésta transformarse en algo visiblemente gaseoso, sólido o líquido: a esto lo
llamaron el proceso de disgregación. Aquí es donde éste filósofo da un salto respecto los demás, ya que afirma
que el aire, substancia esencial, no es sólo elemento base del mundo externo sino de la vida: dice –nuestra alma
es aire, más caliente que aquel que nos rodea pero más frío que el sol-.
Algo interesante a destacar de la escuela Jónica es que ellos creían que el universo tenía vida propia y que el
alma de cada uno de los humanos era un pedazo de ese todo vivo (dios) que podríamos llamar universo: estamos,
al parecer, frente a un panteísmo cósmico. Pese a todo su aporte a la cosmogonía en general hay una pregunta, se
piensa actualmente, más importante aún que no respondieron: ¿por qué siendo la materia una masa uniforme
comenzó a moverse y a dar origen al mundo?. Sin duda éste es el foco principal a la crítica de dicha escuela,
comenzando por Aristóteles a quien le llama la atención que no se preocuparan del motivo de la causa primera.
Sin embargo su aporte es clave, dejamos de creer en dioses antropomórficos y sustentamos la forma del universo
mediante palabras que designan un todo (dios; universo; aperion o aire). El siguiente pensamiento a analizar no
es una escuela (no está claro su posesión de discipulado y pensamiento común) sino más bien parece ser una
religión: hablamos de los Pitagóricos. Decimos que eran religiosos principalmente por dos motivos: a) gran
parte de su doctrina era considerada secreta ya que no debía ser comunicada a profanos y b) existía una
tendencia a divinizar piadosamente a las grandes figuras de su autoridad, donde claramente la máxima figura es
Pitágoras. La parte principal de su doctrina constituía en si creencia en la “inmortalidad del alma”, donde no sólo
se habla de re-encarnaciones sobre otros seres humanos sino también dentro de cualquier bestia. También
pensaban, al igual que los Jonios, que el universo es una cuestión viviente. Ellos afirmaban que la tarea única del
hombre es purificarse de todo lo carnal y profano para dejar suelto el espíritu puro, el cual más tarde se unirá al
espíritu universal; nuevamente estamos frente a un panteísmo, similar al predicado por con el nombre de Orfeo.
Pitágoras fue el primer apóstol del espíritu Helénico, ya que, convencido de un dualismo estricto en la
composición del ser humano, describe como cosas buenas la luz, la unidad y lo masculino, y como lo malo la
oscuridad, la pluralidad y lo femenino; establece una primera dicotomía moral. Pensaba que la organización era
esencia de la vida y el universo, por lo que, así como el kosmos es un todo ordenado y viviente, nosotros somos
un todo ordenado y viviente en miniatura; hemos de ser un microcosmos que reproduce los principios
estructurales del macrocosmos, seres que a través del estudio del kosmos se forman kosmios (ordenado) en su
interior. Como bien se sabe éste pensador también aportó mucho al estudio de las matemáticas y lo hizo luego de
comprender y descubrir el siguiente esquema: la imposición del límite (peras) a lo ilimitado (aperion) produce lo
limitado (peparasmenon): ejemplo clave de esto es su aporte en relación a la estructura de la música.
Como podemos ver, aquí se cree en un todo, un orden inherente en la naturaleza que debe ser encontrado, por lo
que, siguiendo con su pensamiento puramente helénico de la dicotomía estética, lo limitado sería lo bueno y lo
ilimitado lo malo. Finalmente los discípulos del griego oriental profesaron una reiterada importancia a las
diferencias cuantitativas que, en combinación correcta (krasis), podían lograr la armonía.
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III. El problema del Movimiento
A continuación se presentan dos personajes muy importantes, que cambiaron el curso del pensamiento
helénico que les precedía, ha modo de formar una nueva línea de conocimiento:
Heráclito: De su vida y pensamiento no se sabe mucho en cuestión, sólo se conocen un par de frases sobre él y
que solía ser un tipo un tanto arrogante. Se dirigía a las personas así como el Oráculo de Delfos daba sus órdenes
–sin decir ni negar, sólo señalando-. Criticó fuertemente a los pitagóricos por creer en una naturaleza exterior
uniforme. Éste pensador creía que el logos era uno solo (en cuanto a verdad) pero variado a la vez dentro de cada
uno de nosotros, y así como cada entendimiento es distinto también lo es el conocimiento de la persona sobre el
mundo: los sentidos no son infalibles. También criticó a Anaximandro por creer en la armonía, ya que el filósofo
oscuro pensaba que a) el caos y la guerra es la única identidad real del mundo, y que b) todo existe bajo un
constante movimiento de flujo. Como ejemplo pone el de un arco que está tensado pero que aún no ha sido
disparado: vemos como existe tranquilidad y estabilidad pero no de la inactividad sino de una fuerte y potente
tensión entre el arco mismo y su cuerda: sólo en la explosión de resistencia (tensión) al disparar la flecha
conoceremos el poder de la pugna (lucha) que existía en él. En resumen todo es movimiento (devenir; panta rei).
Antes de continuar debemos dejar algo en claro. En la época griega (al menos la pre-Aristotélica) no se conocía
la diferencia entre gramática, lógica y metafísica, de modo que el verbo por excelencia “ser” no era subjetivo
según sentido o intención en forma de predicado argumentativo, sino que únicamente significaba un “existir”.
Por éste motivo, para las personas de dicha época, la idea de algo estaba restringida a su nombre y
pronunciación, “no podían imaginar” que una misma palabra tuviera dos representaciones distintas.
Parménides: Este filósofo era exactamente lo contrario a Heráclito. Para Parménides el movimiento era algo
imposible ya que el vacío no existe, y si no existe el vacío nada puede desplazarse de donde ya está. Fue el
primer pensador en ocuparse del orden riguroso de las palabras, motivo por el cual atacó a los Jonios por
expresar que el mundo es pero que se convierte en otra cosa, por lo que ya no es lo que era antes. Para él, por
motivos recién explicados, esto no es posible, ya que el ser es y no puede ser otra cosa, ya que sería pasar de ser
a no ser. Ésta manera de ver la realidad lo llevó a convertirse en el precursor de la escuela de pensamiento
abstracto, ya que su anuncio fue que todo es ilusión para los sentidos frente al mundo, de modo que sólo la mente
podía conocer la verdad única, inmutable e inalterable: esto es, definitivamente, un fuerte golpe al monismo
materialista de los Jonios.
Dicho ya todo acerca de estos dos grandes personajes continuemos con el aporte de los llamados Pluralistas:
Empédocles: Su pensamiento se entrego por completo a la transmigración de las almas. Expresó que la realidad
está compuesta por una variada cantidad de combinaciones de tres elementos básicos (primarios; raíces): agua,
tierra, fuego y aire. Como vemos sí cree en el cambio, y trata de argumentar su existencia a través del ejemplo
del movimiento de un pez en el agua: éste se desplaza y el agua va ocupando el lugar en que éste concurrió
anteriormente. Propuso además que el origen motor de todos los cambios existentes son el amor y la lucha:
opuestos entre sí, ya que el amor une las cosas y la lucha las separa. Desde aquí se puede extraer una suerte de
antesala a la teoría de la adaptación de Darwin, ya que no hay dios creador, sólo existe la combinación fortuita
de elementos a lo largo de la vida.
Anaxágoras: Aquí volvemos a la perspectiva Jónica de investigación científica; un impulso motivado
únicamente por la curiosidad. Creó las bases de lo que más tarde se conocería como la teoría atomista, pero
debido a que es muy complejo y extenso el tema, y no estrictamente filosófico, nos quedaremos básicamente con
su principal enseñanza: fue el primero en señalar una diferencia entre la materia y el espíritu. Éste espíritu es lo
que gobierna el mundo, lo pone en orden, aquello que creó todo lo que vemos desde el caos inicial del mundo.
Leucipo: Maestro de Epicuro y co-creador de la teoría atomista junto con Demócrito. No se sabe mucho más de
él, incluso su propio discípulo duda de su existencia un par de veces.
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Demócrito: Fundador y promulgador oficial de la teoría atomista. Hasta su momento los griegos han demostrado
una inteligencia sorprendente pero sólo sobre lo que arremete a lo netamente especulativo (y deductivo), ya que
no hay evidencias que demuestren que usaron la vía experimental a modo de corroboración en sus
investigaciones. Justamente esto es lo que se rescata más positivamente de Demócrito: su gran capacidad de
deducción. Su punto de partida es parte del pensamiento de Empédocles, ya que afirma que la única posibilidad
de realidad es la combinación fortuita de elementos. Pero es aquí donde el filósofo llega más lejos que sus
predecesores: logra dar un nombre a “éste” elemento único de base del: el atomi. Básicamente, la teoría atomista
de Demócrito enseña que “todo lo real es una combinación posible por la multiplicidad de formas y tamaños
existentes en los atomi, de modo que según cómo se agrupen (o separen) se dará forma a lo que sea que ya
existe: colores, sabores, materia sólida, gaseosa y líquida, etcétera”. Como vemos, estamos en la presencia de un
fuerte materialismo, en el que no sólo se dice que el vacío sí existe sino que se atacan las palabras de Parménides
mediante la siguiente afirmación: lo que no es existe lo mismo que lo que sí es.
Epicuro: Trató de continuar con los estudios atomistas mediante la proposición de un teoría que explicara el
“cómo” del mecanismo de formación de las cosas en el origen mismo del universo. Lamentablemente, en vez de
avanzar, se retrocede un paso en la sincronía científica de la época, ya que la única forma de dar explicación a su
postura es quebrantando el determinismo mediante un supuesto “acto de libertad” de la materia.
Si bien los Atomistas parecen ser la máxima expresión sistemática de las posturas Pluralistas pareciera ser que
hay algo, no menor, que olvidaron, o no quisieron o no pudieron, explicar: el “por qué” del origen del todo, es
decir, cuál corresponde al motor que da inicio este movimiento tan complejo (principalmente combinatorio) que
ellos ya han definido; jamás propusieron una fuerza motriz independiente al todo, como la atracción y repulsión
de Empédocles o el espíritu de Anaxágoras: éste será un fuerte motivo de crítica por parte de futuros pensadores.
IV. La reacción hacia el Humanismo
Ya en la segunda mitad del siglo V a.c. la sociedad griega dio la espalda a toda tipo de especulación
sobre cosas naturales, que se venían estudiando con los pensadores ya anteriormente tratados. El motivo es muy
sencillo, y parte por el hecho de que ellos eran ya bastante felices en un principio, y ninguna decisión de credo
sobre dichos temas, sea a Parménides o a los Atomistas, cambiaría general, o particularmente, su forma de vivir
consigo mismos o con otros. No obstante, el motivo más importante resultó ser que, como dijo una vez
Aristóteles, el estudio científico requiere un mínimo de sosiego y amplia gama de recursos materiales, cosa que
en ese momento, en Atenas, no se tenían ya que había comenzado una terrible guerra que duraría treinta años, la
cual propiciaría, inclusive, su futura caída. En esos años Grecia ya era una democracia, pero en conjunto con eso
además era un lugar muy pequeño, por lo que la aquello no se limitaba a ser el voto de una persona en las
elecciones políticas, sino que cada persona, en la realidad, era participante activo, mediante su libertad, de los
cambios que experimentaba su pueblo.
Así como en algún momento a las personas les interesó discutir sobre la naturaleza del universo y su
composición ahora la atención se centró en los problemas no teóricos (especulativos o científicos) sino en los
“prácticos”, de modo que los temas principales de discusión ahora eran la política y la moral. Antes los
pensadores correspondían a alguno los personajes que hemos ya hemos nombrado anteriormente, en cambio
ahora los maestros eran de otro tipo, no una escuela ni una rama filosófica sino sólo una profesión, les llamaban
los Sofistas (sophistes; maestro de la sabiduría): ellos eran los encargados de hacer que la gente entendiera de
política (cualquiera sea ésta) y que volviera a creer en la figura antropomórfica de los dioses, luego del
escepticismo intelectual creado por parte de los filósofos naturales. En general los Sofistas se encargaban, todos,
de dos cosas principales, es decir, poseían dos puntos en común en su discurso: eran a) escépticos respecto a la
existencia de un único saber absoluto y su b) intención práctica era perfeccionar a las personas en el areté (ya
nos referimos a ésta en el inicio del texto) de sus vida. Lo que anima la filosofía es la controversia: y en ese
momento de la historia en efecto ésta sí existía. Entenderemos en detalles. Pasemos a escribir brevemente el
aporte de los principales pensadores partícipes de esta corriente:
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Arquelao: Discípulo de Anaxágoras, postuló a la idea de que, así como la combinación accidental de los átomos
puede hacer que nuestra disposición sensible perciba las cosas eterna de distinta forma dentro de un mismo
cuerpo, de la misma manera, no puede existir una justicia o injusticia absoluta ya que ésta dependerá de lo que
cada momento logre crear: es algo completamente subjetivo.
Giorgias: Mediante un tratado llamado “Sobre la Naturaleza y lo no Existente” propuso demostrar dos
cuestiones principales: 1) si algo, existe aún así, no podemos conocerlo y 2) aunque lográramos conocerlo no
podríamos comunicarlo.
Protágoras: Propone que jamás podremos conocer a los dioses porque en el camino tenemos muchos obstáculos
en la formación de dicho conocimiento y, además, que “todo hombre es la medida de todas las cosas”, lo cual
quiere decir, según Platón al menos, que la verdad es única y distinta para cada ser humano, así como se le
presenta y se le dispone.
La principal repercusión (inmediata) que hubo dentro de la estructura de las polis con la intromisión de los
Sofistas fue que las personas se percataron de que las leyes no eran enviadas por Apolo a través del Oráculo de
Delfos como mandato divino a ellas mismas, sino que, simplemente, eran creadas por autoridades, por seres
humanos comunes y corrientes. Esto desmoralizó, en cierto aspecto, a la ciudadanía en general; ella confiaba en
los mandatos divinos. El mismo Protágoras participó en la creación de un contrato social para la administración
de una comunidad, pese a que muchos otros sofistas no estaban de acuerdo.
A modo de resumen: para todo Sofista las acciones sólo podían se medidas en valor según su eficacia, es decir,
su utilidad práctica, y por éste motivo el conocimiento nunca será el mismo dos veces, por ello el areté debe ser
para cada cual distinto de los demás; dentro de éste contexto de relativismo aparece Sócrates. Éste célebre
filósofo decidió abordar el tema del areté desde otra perspectiva, ya no orientado hacia un oficio específico sino
hacia la eficacia de la propia vida humana en general. Él decía que lo primero que debe saber un buen zapatero
es qué es un zapato y para qué sirve (determinando cuál es el objetivo que éste cumple), para luego escoger las
herramientas adecuadas para su reparación. Ésta comparación la usa para lograr establecer la siguiente primicia:
“para lograr descubrir la esencia de la areté humana primero necesitamos saber cuál es nuestro objetivo en la
vida”. Si bien Sócrates jamás logró responder ésta compleja y profunda pregunta sí sentó las bases del método
adecuado para lograr acercarnos lo más posible a ella, definido a través de los siguientes pasos:
1. Argumentación Inductiva: Se rescatan todos los ejemplos posibles a los que se pueda aludir respeto de
cualquier actitud X. Verbigracia, sabes que el justo puede ser varias formas, pus bueno, cada forma de
éstas supuestas debe ser anotada y dejada en claro.
2. Definición General: Se busca un punto común, un hilo conductor a todas las características ya
nombradas acerca de X, de modo de lograr tener una idea general y base global de ésta, para lograr
poner entre fines su concepción.
Sócrates planteaba, además de todo lo ya señalado, que el paso más importante de todos en la búsqueda del
conocimiento es el reconocimiento de la propia ignorancia: si alguien no se percata y reconoce que “no sabe”
sobre algo, probablemente, jamás se interesará en buscar una respuesta que descubra la esencia de dicho algo.
Hemos llegado a la médula central de la filosofía, o estilo de vida, de Sócrates: un buscar hacer percatarse a
todo el mundo de que no saben casi nada pece a que todos sienten y creen que lo saben casi todo.
El filósofo se pasó casi toda la vida en ésta empresa, en la cual siempre buscaba que la personas renunciaran a
sus concepciones actuales, que por lo general, según él, eran completamente erróneas, para permitir (motivar)
que comenzaran por reconocer su propia ignorancia y luego fueran, junto a él, en la búsqueda del conocimiento.
La vida de Sócrates y su pensamiento se resume a través de su popular frase “la Virtud es Conocimiento”. Él
pensaba que, sin duda, de tener el conocimiento adecuado sobre algo, entonces la eficacia correspondiente en la
ejecución de dicho algo (oficio) vendría en conjunto con él.
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V. La doctrina de las Ideas de Platón
El personaje que nos corresponde tratar a continuación es el gran Platón. Éste filósofo esencialmente se
propuso, en sus inicios, dos cosas: 1) tomar la obra de Sócrates con motivos apologéticos en el punto en donde
éste mismo la dejó, con el fin de completarla, y 2) defender y hacer defendible la idea de la ciudad-estado como
unidad política y económica de una polis; luego de que éstas fueran decayendo en la ruina, culpa de las
conquistas provocadas por las guerras de Alejandro Magno y Filipo. Veamos entonces qué es lo que estaba
ocurriendo en Atenas cuando el filósofo se propone comenzar a crear su doctrina de las ideas.
Para los atenienses no existía la palabra “iglesia”, no había diferencia entre el estado y la religión; ambos eran
uno: participar de las celebraciones de los dioses era un deber legal como cualquier otro y, debido a que la diosa
más importante de Atenas era la misma Atenea es que, además patriotismo y religión se interconectaban de
forma muy curiosa (lo político y lo metafísico [religioso] debían, necesariamente, ir parejos en cualquier
estudio). Recordemos que aún para la mayoría de los atenienses las leyes tenían un origen netamente divino: era
Apolo quien las dictaba, como portavoz oficial del gran dios Zeus. No existían las religiones “individuales”.
Discutir acerca de la religión era discutir acerca del todo que creó lo que ellos poseían dentro de su polis, o sea,
estar abierto absolutamente a lo trascendente es la única forma de lograr insertarse en el sistema.
Sin embargo, llegado un momento cúlmine en la historia del Helenismo se reconocieron explícitamente tres
fuentes principales de ataque al orden de la comunidad tradicional que existía hasta entonces:
a) Misticismo: Aquí destacamos principalmente la religión de los Órficos, quienes enseñaban,
principalmente, que la religión debía ser personal y no traducirse ésta en una devoción abnegada a los
deberes dele estado; como se hacía normalmente en esos tiempos.
b) Filosofía Natural: Ellos enseñaban que las figuras antropomórficas de los dioses de Homero no
necesariamente eran las adecuadas para los dioses tradicionales.
c) Sofismo: Enseñaban, en uno de sus discursos, que la representación divina de las leyes es una ilusión, ya
que en realidad es el hombre mismo quien creó esos deberes de ciudadano en polis.
Bajo dicha sugestión se encontraba Platón cuando comenzaba con sus escritos. Evidentemente, topándose con
todo esto, él tuvo dos opciones base para direccionar sus intenciones: tomar todas sus ideas y genialidad para a)
cambiar el concepto de ciudad-estado y reconocerlo como obsoleto o b) salvaguardar las cosas que ya existían y
tratar de mejorarlas. Hasta el día de hoy se le critica por haber tomado la segunda opción. La República es la
máxima expresión de aquello que nos muestra a una persona que siempre vivió con el mismo ideal en mente, ya
que los primeros libros fueron escritos al inicio de su carrera y los últimos al final de la misma: y siempre quiso
defender el mismo pensamiento. La principal intención de Platón con la creación de la República en su ciudad-
estado era no dar beneficio a una u otra clase en particular, sino a toda la comunidad en general: la esencia de su
organización era la homogeneidad entre los ciudadanos. Evidentemente para que esto pudiera llevarse a cabo
necesitaba de gente devota a las leyes impuestas, por eso no he de extrañarnos que Sócrates sea el mismísimo
santo de la filosofía Platónica, ya que fue él quien, por primera vez, da la vida por el orden de una polis. Platón, a
través de las enseñanzas de Sócrates, elaboró una crítica general a favor de todas las personas que vivían en la
ciudad-estado actual, esto mediante dos focos principales de objeción que hemos de destacar:
- Respecto de la virtud (areté), no debían verla a ésta como algo de particularidades sino de lo universal,
es decir, debían dejar de hablar de esta o tal o cual virtud y se debían, necesariamente, buscar una “virtud
general” que englobara todo, mediante un punto común, de esto actos en una única representación. En
efecto ni el mismo Sócrates llegó a percatarse de la complejidad de ésta afirmación en su principio.
- Se les enseñaba que “tuvieran cuidado de sus almas”, sin embargo esto era muy costoso ya que, hasta el
momento, las resacas de escepticismo intelectual que se tradujeron de las enseñanzas anteriores de la
filosofía natural y poética hacía percibir a la gente que su alma (psyche) no era más que un “espejismo,
niebla, nubosidad, algo sin forma ni importancia alguna”.
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Como ya se explicó, Platón se dedicó el resto de su vida a juntar los factores metafísicos y morales en uno, él
creía que sólo de aquella forma se lograría dar la respuesta correcta acerca de “lo que es y lo que no es”. El
filósofo se influenció principalmente por sus predecesores, que son Parménides (todo es estático) y Heráclito
(todo es movimiento); también un poco de la religión Pitagórica. Hemos llegado a un momento fundamental en
la historia de Platón, ya que aquí es donde nos afirma una cuestión importante que resultó ser la base de su
conocida Doctrina de las Ideas:
“Todos los objetos del conocimiento (las cosas que sí pueden ser definidas) sí existen pero no pueden ser
percibidas con nada propio del mundo sensible; éstas son las denominadas ideas (ideai).
Las ideas son las únicas que poseen existencia plena, inmutable, completa e independiente.”
Lo que, básicamente, Platón trató de expresar es que si poseemos una idea general, por ejemplo acerca del Valor,
entonces podríamos valorar un deporte, un objeto, una persona, un acto, etcétera, y no tendríamos que
adecuarnos a particularidades. Evidentemente esto supone algo importante y complejo: que todas las cosas
tienen algo en común, de no ser así no podrían extraerse de ellas características que podrían servir para valorar
otra cosa. Llegados ya a este punto hemos de definir una nueva cuestión importante: “la única forma de que éstas
afirmaciones tengan sentido es que exista un mundo distinto al que conocen nuestros sentidos, un mundo
inmutable, intangible, absoluto, perfecto e intemporal donde nada se mueve ni cambia; ha sido creado el
hyperuranos. Dicho esto podemos inducir que en ésta dimensión nueva todo cabe: animales, objetos, personas,
ideales, etcétera, de forma que existiría una no evidente diferencia entre, por ejemplo, –el caballo- y –ese
caballo-: el primero hace alusión a la especie en general y a todas sus características comunes (cuatro patas,
cuerpo robusto, sirve para montar, etcétera) en cambio el segundo habla de particularidades (es café, pequeño,
musculoso, bien alimentado, etcétera).”
Hemos de recalcar que todo lo explicado sobre la dicha doctrina de Platón se basa en dos convicciones que
heredó de su predecesor y maestro Sócrates: a) fe en la posibilidad del conocimiento (verdad) y b) convicción en
la existencia de principios morales absolutos (producto de que parecen ser necesarios). Ambos supuestos se
presentan hoy en día entre nosotros mucho más de lo que nos gustaría reconocer.
La pregunta que nos surge a continuación es: ¿cómo es que nos conectamos desde lo particular (aquí y ahora)
con lo universal (a-temporal y a-espacial)?. Para responder a esto Platón parte de la base de que lo imperfecto
jamás nos podrá llevar hacia la perfección, de modo que se debe definir algo que no sea partícipe del cuerpo
(físico) como motivo de puente entre la verdad y el mundo, ya que esto es sensible y variable: define entonces
las almas (psyche) como aquello que trasciende (es Inmortal), es decir, que está antes que el cuerpo y que luego
de que el cuerpo perezca seguirá existiendo. Desde aquí salta en algo más profundo aún: nuestra alma proviene
del mundo de las ideas donde todo lo conocía, donde toda verdad la poseía, pero cayó en el cuerpo, tumba y
cárcel de la verdad, por lo que ahora debe volver a “recordar” aquellas cosas que antes ya tenía en vista, para lo
cual debe desapegarse del cuerpo y volver, mediante el pensamiento, a lo inmutable. Éste acto de recordatorio de
lo que “ya se conoció antes” es llamado el fenómeno de Reminiscencia.
VI. Respuestas de Platón a la ética y teología de los Sofistas
Hasta ahora sólo hemos señalado, a grandes rasgos, que Platón estableció una prototipo de orden general
del alma (kosmos) y su propia disposición de orden jerárquico (taxis) frente al mundo, pero aún no tratamos
específicamente cuáles son las consecuencias más formales que llevaron a la construcción de una ética y teología
que acabara con los discursos sofísticos de la época. Para proceder en la busca de aquello comenzaremos,
nuevamente, por lo aportes de Sócrates, ya que, una vez más, Platón comienza justo donde él termina.
Cuando una sociedad (comunidad) es pequeña no se presentan problemas de ningún tipo, pero cuando ésta crece
necesariamente comienzan conflictos por la intersección de los intereses personales (naturaleza) con las
responsabilidades morales generales (ley).
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Grecia ya había crecido y comenzó a darse una situación particular que los sofistas usaron como ejemplo para
establecer el relativismo general de su discurso ético: no debían obedecer la ley necesariamente ya que muchos
no lo hacían y vivían mucho mejor que los que sí sacrifican sus intereses por lo demás mediante el cumplimiento
de las mismas; llamamos a esto el Bandolerismo. Nace entonces la “justicia de la naturaleza” en donde el único
deber de las persona es velar por sus propios intereses y placeres; el más fuerte es considerado que lleva consigo
más a fondo la insignia del deber natural: ha nacido el Hedonismo como cultura filosófica.
Es en dicho momento en el cual Sócrates decide formar su empresa, en la cual vela por demostrar a la multitud,
y a los sofistas en especial, que “lo agradable no necesariamente es lo bueno”. Establece que es vital el
conocimiento (sabiduría) para saber discernir qué es lo verdaderamente necesario para lograr el real beneficio
mayor y último de las personas. Explica que puede que un acto placentero provoque otro más placentero aún,
pero que con el tiempo la suma general de todos sus placeres culmine en un dolor y desdicha mucho mayor: para
no caer en esto debemos conocer nuestro oficio, objetivo y métodos a la perfección, y vida, de modo de lograr
determinar qué es más beneficioso para nosotros. Como ya lo vimos anteriormente, nos propone una virtud
general que guíe todos nuestros actos, de modo que si, por ejemplo, la valentía es guiada por la ignorancia hará
daño, pero si es ésta regulada por la sabiduría servirá como herramienta para el bien. Lamentablemente ésta
empresa encontró un freno que debió ser resuelto por su discípulo, ya que aún no sabemos bien qué es esto que
debemos buscar para lograr definir el bien y la justicia: lo que sí sabemos es que el Hedonismo no lo es, ya que
viven del presente y la ambigüedad, de modo que jamás logrará darnos una respuesta satisfactoria.
Platón comienza, como forma de continuar las enseñanzas de su maestro, expresando que lo bueno debe estar
relacionado al orden general (taxis) del universo (kosmos) y del alma. Para éste célebre filósofo todo,
absolutamente todo, tiene una función que cumplir, y esto es lo que motiva su profundización clásica respecto
del asunto, que desemboca, en que “todo será bueno en la medida en que esté ordenado correctamente para que
desempeñe mejor su función inherente”: desempeño y jerarquía que sólo se logrará mediante una correcta
organización de las cosas. Luego, nos explica que todo en la vida tiene su trabajo y función específica (ergon) y
que a su vez dichas actividades poseen su forma correcta de llevarse a cabo (areté), por lo que continúa
definiendo el ergon de los hombres como su propia “actividad racional” y a su areté como la mismísima
“justicia”. Lamentablemente aún no sabemos cuál es ese estado óptimo tan anhelado de las almas, por lo que
Platón profundiza más aún en su discurso. Decide hacerlo desde afuera hacia adentro, es decir, primero
definiendo relaciones en masas y luego llegando al interior de cada personas:
a) Sobre la constitución política y las masas: La máxima autoridad (el Gobernante) debe ser un filósofo que
necesariamente pose la capacidad intelectual. Los segundo al mando han de ser los Guerreros, que se
caracterizarán por su valentía. Por último vemos a los Comerciantes, Agricultores, entre otros, que se
preocuparán de la parte sensible adecuada a las distribuciones y órdenes económicos y laborales en
general. Se fundamenta por primera vez, de manera indirecta, las clases Aristocráticas, ya que es de
esperarse que se hereden de forma directa las capacidades o dones que las familias de cierto nivel vayan
perfeccionando con el paso dl tiempo, sin negar en absoluto que pueden existir excepciones.
b) Sobre las personas como individuos personales: Cada hombre particular y único se diferencia de los
animales porque posee tres caracteres en su alma completamente indispensables de entender para tratar
la cuestión de la justicia:
i. Nous: Capacidad de deliberar y pensar; netamente la razón.
ii. Thymos: Fogosidad e impulsividad del carácter humano; permite la fuerza de Voluntad.
iii. Epithumia: Deseo y pasión por el bienestar material y físico.
Al fin estamos en posición de responder a la pregunta: ¿qué es la Justicia?. Para Platón la Justicia es un estado
de armonía interior que equilibra y organiza los diferentes elementos del carácter. Dicha organización adecuada
se logrará con un thymos que logre adecuarse a un nous que le enseñe correctamente cómo orientar su epithumia
para no caer en actos irresponsables que causen daño.
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El ejemplo que nos propone es clarísimo: a veces queremos tomar agua pero nos percatamos que aquella está
contaminada, entonces sufrimos de contradicciones internas porque queremos beber pero al mismo tiempo no
deseamos caer enfermos. El thymos es, en definitiva, el brazo extensor, que Sócrates curiosamente no definió,
mediante el cual la nous triunfa correctamente sobre la epithumia. Como vemos, las frase popular del maestro
que decía que “la virtud (areté) es conocimiento (nous)” fue la base y sigue siendo el centro de la propuesta de
su discípulo.
Aún nos falta referirnos a una cuestión, y tiene que ver con la Teología que Platón propuso en respuesta a las
críticas relativistas (atomistas) de los sofistas en su contra. Aquellos decían que todo era producto del azar, a lo
que el discípulo de Sócrates responde que no es así y que en verdad todo brota de un movimiento espontáneo
(kinesis) fundado (auto-creado) en una inteligencia absoluta y moral (psyche) que sea capaz producir todos los
demás movimientos comunicativos que formaban la naturaleza. La psyche definida por Platón es idéntica al
theos definido anteriormente por los Jonios. El alma es entonces, como manifestación de la psyche en nosotros,
la que guía toda las coas: tiene el poder de hacerlas torcidas (por acto de lo malvado) o correctas (por acto de la
bondad).
VII. El Universo Aristotélico
Al igual como lo hicimos con Platón, aquí nuestro análisis sobre Aristóteles debe comenzar en una breve
inserción al contexto histórico y vida del filósofo: quien fue su más grande discípulo.
Nace en Grecia del Norte, el 384 a.c. en Estagira, y a la edad de sus diecisiete años parte rumbo a la academia de
Platón para instruirse. Allí permaneció durante veinte años, hasta que murió su maestro. Luego Espeusipo toma
el cargo de la academia y Aristóteles, junto con Jenócrates (gran sabio platónico tradicional de la época) deciden
partir rumbo hacia otro destino. Ya en Assos, lugar de Asia menor, Aristóteles simpatizó con Hermeias, un
dueño local que fue amigo de Platón y sentía mucha simpatía por la filosofía: allí enseño en una escuela durante
tres años. Ya a la edad de cuarenta años parte a Lesbos por invitación del rey Filipo, con el fin de ejercer a
tutoría sobre su hijo Alejandro, quien tenía en ese entonces unos dieciséis años de edad. Es de suma importancia
señalar que este cargo el filósofo lo realizó con coraje e ímpetu ya que poseía la misma convicción que su
maestro: soñar con la instrucción del gran rey filósofo que podría unir políticamente a todo el mundo. Cuando el
rey Filipo murió y Alejandro asumió el poder como nuevo Aquiles, Aristóteles volvió a Atenas. Espeusipo había
muerto y su amigo Jenócrates asumió el cargo como jefe de la academia. Ya no habían motivos para retrasar más
la creación de su propia escuela: cabe señalar que dicho lugar de estudio, en palabras actuales, fue mucho más
científico que filosófico. Muere Alejandro, se genera un escándalo y la polis de Atenas decide librarse de los
macedónicos, creando un cargo que atacara de impiedad (como ocurrió con Sócrates y Anaxágoras) al filósofo,
el cual escapó inmediatamente a Calis, lugar donde vivió un año antes de morir.
Pasemos ahora ha referirnos a su filosofía como tal. Lo primero que hemos de señalar es que, dentro de todo,
jamás dejó de ser platónico respecto de un aspecto base, el cual sirvió de piedra angular para la estructuración de
sus futuras obras: las solución de los problemas no está al principio, sino al final, y esto porque el conocimiento
sí es posible. Llamamos a esto el carácter Teleológico: la convicción de la certeza sobre la realidad no está en la
materia sino en la forma (función; ergos) del todo. Comenzaremos señalando que la primera pista que
Aristóteles pone para comenzar a elaborar su discurso es que, como recién se explicó, lo que importa es la
“función” de algo y no su “composición”, la respuesta a las cosas las encontraremos no devolviéndonos en la
historia, sino más bien proyectándonos hacia adelante en el tiempo. Hemos de señalar que el filósofo parte por
indicar que la expresión “ser” él la tomaba no sólo en el sentido de existencia (existir), sino además como
predicado de existencia en la forma de algo concreto (ser temperamental, ser frío, ser grande, etcétera).
Dicha ya la suma importancia que Aristóteles da a la forma (función; eidos) de todas las cosas cabe señalar que
hace una distinción calificativa dentro de la naturaleza de dicho proceso de desarrollo, en el cual destaca dos
esencias diferentes y complementarias dentro de la misma dinámica de construcción de un telos:
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a) Forma Inmanente: Es aquello que se obtiene luego de que, mediante la experiencia empírica, se
extraiga la estructura interna y lógica de las cosas según funcionalidad: a modo de hacerlos comunes
entre ellos pero a la vez poder distinguirlos entre diversos tipos. Cuando hablamos de ese caballo, el
“ese” hace alusión a algo particular, a un tipo específico de animal, en cambio el “caballo” (en sí) es
una idea general de ser vivo. Desde la perspectiva de la conceptualización de las representaciones
también es llamado la “sustancia primera”, y se consigue particularizando un concepto cualquiera de
manera real.
Verbigracia, este bote, ese árbol, aquel camión, etcétera.
[Representa una Realidad Ontológica]
b) Forma Potencial (dynamis; impulso): Este corresponde al telos de algo, su perfección, aquello por lo
cual la naturaleza entra en el complejo y desordenado proceso del movimiento constante con fin
(formal; funcional) de conformarse como dicho “algo” en su plenitud. Es llamado también la
“sustancia segunda”, y desde el punto de vista conceptual corresponde a aquello que resulta luego de
que la particularidad es enajenada de todo rastro accidental. También es denominado el Universal
Inmaterial (concepto que sólo posee la esencia de un algo: aquello que lo hace sí ser lo que es y no
lo que no es).
Verbigracia, el caballo, la mesa, el teléfono, etcétera.
[Representa una Realidad Metafísica]
Entrando ya en otro tema, Platón pensaba que todo comienza mediante un proceso de auto-generación (como
kinesis) de movimiento dentro de una esencia general (physis) inmanente absolutamente divorciada de la
realidad sensible que conocemos; e allí su afán en crear el denominado hyperuranos (mundo de las ideas).
Aristóteles consideraba que esto es absurdo, y por un motivo fundamental:
“Todo cambio (movimiento) es un proceso, es decir, está incompleto en sí mismo:
necesita de otro (ser óptimo) que contenga la totalidad del ser al cual se aspira (su telos) en formación (kinesis);
todo niño necesita de un hombre mayor, toda semilla necesita de una planta más grande.”
Lo que ésta afirmación nos quiere decir es que una cosa cualquiera no podría ser algo que está en “potencial” de
progresar (dynamis) si al mismo tiempo es aquello que se “da en actividad” (como factor externo) para iniciarse
en movimiento a sí mismo con el fin de concretarse como telos de su propia naturaleza. Para comprender mejor
esto analizaremos la distinción entre los siguientes conceptos:
i. Ser Potencial: Se compone tanto de un telos (fin), como de substratum (materia de potencia inicial)
y un impulso inicial (dynamis).
ii. Ser Actual: Se compone tanto de kinesis (trabajo: causalidad central de eficiencia en el camino del
ergon [función del hombre; trayectoria hacia el telos]) como de energeia (libre afluencia de las
actividades una vez que la actualidad del desarrollo ya fue alcanzada [esencia de Dios])
Ambos son dos conceptos absolutamente diferentes, pero a la vez interdependientemente relacionados entre sí,
cuya relación se da, necesariamente, a través de la activación externa de algo que de origen al movimiento de
aquel proceso; pero, como ya se señaló, no puede esto darse de manera consecuente por el mismo “algo” en sí,
sino debe más bien ser de algo externo (ser óptimo) que ya tenga en su posesión el potencial que se busca crear.
Nace una de las principales primicias de Aristóteles: debido a que Dios no experimenta formación (kinesis), su
actividad (energeia) única es “pensar” eternamente (sabiéndolo todo; nous puro) y éste acto mental es la vida.
Dios es todo, no “puede ser otro” ni “ha sido otro”, sino siempre “es” y “ha sido él mismo”: no experimentará
procesos de desarrollo, de modo que jamás fue ser potencial ni necesitó de otro que activara su funcionalidad;
jamás se auto-creó porque siempre fue él (todo). Sacamos entonces una segunda conclusión: no existe la
providencia divina ya que el Dios no puede someter un pensamiento a la kinesis de otro ser. Si bien Tomas de
Aquino trató de rebatir y ablandar esto, Aristóteles parece ser muy tajante en señalarlo.
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VIII. Aristóteles: visión de los seres humanos
Entendiendo la psicología como el estudio de la psyche, en toda su complejidad, podríamos decir que
Aristóteles se encargó de dar un brusco y radical giro en relación a dicha temática. Pasando por los atomistas y
Pitágoras, hasta Platón, sólo existían ideas abstractas, las cuales el filósofo se encargó de rebatir mediante tres
puntos esenciales que discursan en su teoría de las formas:
- El alma no es un constructo de “partes”. En efecto, Aristóteles no cree que el alma esté compuesta por
pedazos, partes o secciones distintas, sino que (él) ve el alma como un todo, como el real origen de las
diferentes facultades (potencialidades; dynameis) que se expresan mediante las sensaciones. Su
diferenciación sólo debe poseer fines prácticos de estudio, en ningún caso debe pensarse que es la real
naturaleza de la esencia humana: si hablamos de cuerpo y alma es sólo por fines pedagógicos.
- El alma no está separada del cuerpo. Sin duda que para éste gran filósofo el ser humano no es un
constructo extraño y abstracto compuesto de “dos cosas” completamente diferentes como lo son su alma,
por un lado, y su cuerpo, por el otro, es más, él lo ve todo como una unidad necesaria, como un todo que
se expresa inequívocamente de manera sensitiva y particular mediante la diferentes facultades
(dynameis). Podemos verlos de manera diferenciada con motivos de estudio (como ya se señaló), el
problema es desarrollar una praxis en función de un credo que aporte en su separación.
- Una interacción física no es puramente material, sino también lo es en fenómenos de la psyche.
Platón y sus predecesores pensaron que un acto corporal es meramente material en todo aspecto, pero
Aristóteles decidió profundizar en esto, enseñando que en todo acto físico hay una sensación de la
psyche que mediante las dynameis (facultades) expresa cierta variedad de posibles percepciones del alma
causadas por la sensación del mismo acto. Como vemos, fue capaz de percatarse de una diferencia
fundamental: una cosa es donde a) comienza todo por una percepción sensible y otras cosa (después de
la recién señalada) una b) interpretación fenoménica a través de la psyche.
Siguiendo el esquema de estudio de la teoría de almas de Aristóteles nos toca indicar que hay algo que da
trascendencia al hombre en cuanto hombre, y esto es el nous. Como él mismo citó: toda manifestación de la
razón, debido de que no usa canales causales biológicos, es algo que viene desde afuera y necesariamente es
divino. Para él la muerte sólo es un momento en que la mente se une con el pensamiento eterno. Entender este
punto, correctamente, es fundamental, ya que es aquí donde Aristóteles nos enseña que el pensar puto (nous) es
un acto trascendente y universal, no así las manifestaciones, definiciones o ideas que se crean a través de él. Así
es como, para éste filósofo, no así para Platón ni para Sócrates, existe una gran diferencia entre la ciencia y la
ética, tan drástica como lo hay entre algo que puede y que no puede ser definido, o entre aquello que ayuda y
aquello que no sirve de nada en cuanto a relaciones prácticas compete. Comprender la siguiente frase es
fundamental:
“La investigación ética, no así la científica, no tiene como objeto el conocimiento.
No es preciso que sepamos qué es la virtud, sino que lleguemos a ser virtuosos.
Pedir fundamentos lógicos a un orador es igual de absurdo que exigir persuasión a un matemático.”
Sin duda que con estas palabras Sócrates debe de estremecerse en su tumba. Como ya analizamos anteriormente,
él afirmaba que la virtud es conocimiento, a lo que Aristóteles, ahora, afirma que la virtud es práctica, es un
hacer: y éstas diferencia es fundamental. Aristóteles no negó ni una ni la otra de las disciplinas filosóficas
(ciencia y ética): las separó, las calificó, las describió y las diferenció. Y esto ocurrió por un hecho fundamental:
él creía que no es posible la especulación filosófica en una sociedad mal gobernada; aquello lo impulsó
(mediante el sentido del deber) a escribir acerca de cómo estos “animales políticos” (los hombres) pueden lograr
llevarse mejor. Su pasión era la ciencia, pero no podía haber ciencia de la conducta humana. Es aquí donde
describe, como pilar central de su filosofía práctica, dos clases diferentes de virtudes: la intelectual y la moral.
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Hemos hablado de que el substratum, mediante el proceso de kinesis, y potenciado por la dynamis, se desarrolla
hacia un telos a modo de cumplir con el ergon propio de una persona, y es esto, y sólo esto, lo que genera un
estado tal del eidos, dispuesto en modo correcto, que permitirá que fluya la expresión de la energeia de una
persona: si todo esto se ha cumplido entonces el individuo a encontrado su areté y está en camino propicio a
encontrar el fin último, el bien supremo, la felicidad. Si ahora lo leemos al revés, desprendemos de esto que la
felicidad sólo puede brotar de una energeia que provenga de un eidos formado acorde a un telos adecuado
respecto de un logro eficaz de algún ergon, es decir, de su areté particular.
Aristóteles nos dice que la perfección del alma es la areté, y en ese caso está de acuerdo con Platón y Sócrates, la
diferencia está en que el camino para llegar a ello ya no es absolutista sino más bien tosco, particular según el
caso, resulta ser un “equilibrio logrado mediante la ocupación equidistante entre dos extremos: el exceso y la
carencia de algo”: punto medio que sólo puede ser determinado adecuadamente mediante la razón pero luego de
la experiencia. Verbigracia, el valor es punto medio de la cobardía y la temeridad; la templanza lo es entre la
abstinencia y la complacencia; la generosidad entre la ruindad y la prodigalidad; la dignidad entre la abyección y
la arrogancia.
“El hombre no es virtuoso porque haga actos virtuosos aislados:
la virtud es un estado, una costumbre, un hábito;
las actividades correctas que nos lleven a la felicidad deben fluir.”
¿Es la virtud natural o contraria a la naturaleza?, la respuesta de Aristóteles es que no es ninguna de las dos en
específico, sino que ambas juntas. Nos dice -ni por naturaleza ni contra naturaleza nace la virtud en nosotros: por
naturaleza somos aptos para recibirla , pero sólo la costumbre nos hace perfectos-. Somos potencialmente buenos
(dynamis) pero a la vez el eidos sólo se formará en su adecuado ergon mediante la experiencia de la kinesis.
Debemos tener en cuenta que el mismo substratum puede desarrollarse en formas completamente opuestas,
podría decirse, entonces, que también somos potencialmente malos; así como buenos.
Hasta el momento sólo hemos tratado las virtudes morales, pero Aristóteles pensaba, que si bien son necesarias,
se vuelven secundarias cuando hablamos de aquellas relacionadas al intelecto: la contemplación es vida. Pero
aquí hemos llegado a un punto clave en la cuestión del ergon del ser humano. Recientemente vimos que no
podemos ser menos de lo que en ello debemos, es decir, la areté debe de ser la guía de las actividades de nuestra
energía para lograr la felicidad; pero ahora nos corresponde señalar la negación de lo opuesto: el ser humano no
puede ser más de lo que le está permitido, de lo que su ergon, cualquiera fuera éste, le permitiera. El hombre no
puede ser pensamiento ininterrumpido por el hecho de que es hombre, posee materia y está en contacto con la
naturaleza y otros de su especie; tampoco puede ser sólo natural, animal, bestial, ya que posee el nous y a través
de él, y sólo mediante él, puede llegar a la verdadera vida.