Los tipos ms engredos en la sala una de las mejores explicaciones para el triunfo de una tienda de soluciones como McKinsey fue coescrito por el difunto Clayton Christensen de la Escuela de Negocios de Harvard en 2013. Al contratar una firma de consultora de gestin, dijo, los clientes no saben lo que estn obteniendo de antemano, porque buscan el conocimiento del que ellos mismos carecen. Tampoco pueden medir los resultados, porque factores externos, como la calidad de la ejecucin, influyen en el resultado de las recomendaciones del consultor. Por lo tanto, confan en la reputacin y otros factores blandos (los "pedigres educativos, la elocuencia y el comportamiento" de los consultores) como sustitutos de los resultados tangibles. Sobre esa base, nadie contratara a Schumpeter para ayudar con los problemas de x McKinsey. Su diagnstico carece tanto de elocuencia como de conducta. En su inexperta opinin, los 650 socios principales de la firma que votaron para expulsar a su socio gerente global, Kevin Sneader, el 24 de febrero, estn en un lo despistado. Peor an, no entienden que no lo entienden. El sistema de votacin bizantino que acab con Sneader an no ha determinado cul de sus dos posibles sucesores lo reemplazar. Tampoco est claro por qu precisamente el escocs de 54 aos est pagando el precio. Algunos ven su partida como el mea culpa estrangulado de la empresa; el despido de un jefe es tpico de una empresa envuelta en el tipo de escndalos que Sneader ha tenido que enfrentar, desde tratos dudosos en Sudfrica y arreglos de demandas por conflicto de intereses hasta el pago de casi 575 millones de dlares para resolver reclamos que su asesoramiento ayud exacerbar la crisis de opiceos de Estados Unidos. Sin embargo, las races de todas esas crisis son anteriores a su mandato de tres aos. l es, a lo sumo, el chivo expiatorio. Lo ms probable es que haber metido las narices en los negocios de sus socios para evitar calamidades futuras podra haberles molestado lo suficiente como para votar en su contra. Eso sugerira que la mayora no puede comprender cun serios son los problemas de McKinsey. En el fondo, se derivan de un simple engao. Sus socios se ven a s mismos como misioneros. Sin embargo, tambin son mercenarios: armas de alquiler, como los llama Du McDonald, bigrafo de la firma. Tienen un mantra que pone los intereses de sus clientes por encima de los suyos propios y la creencia, extrada de la herencia prstina de la empresa, de que nadie sabe mejor cmo distinguir entre el bien y el mal. Sin embargo, en algunos casos, como al trabajar con Pharma, fabricante del analgsico adictivo OxyContin, sus brjulas morales se vuelven locas. Lo ms probable es que se deba al atractivo del lucro. Numerosas notas de disonancia se derivan de esto. Durante casi 95 aos, McKinsey ha tratado de presentarse como una empresa de servicios profesionales refinada, no como un negocio sucio. A diferencia de, digamos, un banquero de Goldman Sachs hambriento de ventajas, que entra en un.