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DESIGNIO DE DIOS, 1 La íntima comunidad de  vida y amor  que se establece sobre la alianza matrimonial de un varón  con una  mujer   no  es  una más  entre las posibles formas de relación que pudiera in- ventar el hombre: “El mismo  Dios  es el autor del matrimonio” ( Gaudium et spes 48 ). CCE 1603 : “La vocación al matrimonio se inscribe en la  naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio  no  es una institución puramente  humana  a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes ”. MFa 1 de 107
DESIGNIO DE DIOS, 2 Precisamente porque la  naturaleza  del matrimonio  no  depende del arbitrio  del hombre o del azar, es posible descubrir los rasgos co- munes y permanentes que lo caracterizan: la unión conyugal corres- ponde plenamente a la naturaleza humana que es  universal  (común a todos los hombres en todos los lugares) y  permanente  (no cambia, en lo esencial, a lo largo del tiempo). Jesucristo “manifiesta plenamente el hombre  al propio hombre” ( Gaudium et spes 22 ). Con la guía de la  revela- ción , es posible alcanzar la  verdad genuina  del matrimonio,  más allá  de la ignorancia, de los errores y debili- dades de los hombres. MFa 2 de 107
DESIGNIO DE DIOS, 3 CCE 1604 : “Dios que ha  creado  al hombre por amor, lo ha  llamado también al  amor , vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor. Habiéndolos creado Dios  hombre y mujer , el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del  amor absoluto e indefectible con que  Dios ama al hombre ”. La unión conyugal es también  imagen visible de la comunión de amor personal que se da en la  vida íntima de Dios . Al mismo tiempo es imagen de la realización plena de la  vocación del hombre al amor, que culmina en la  unión eterna con Dios. MFa 3 de 107
DESIGNIO DE DIOS, 4 Con el  pecado , entra en la vida del hombre la experiencia del  mal  que afecta también a las relaciones entre el  varón  y la  mujer . Ese  desorden , aunque sus efectos puedan percibirse como algo normal en la propia vida y en el clima social,  no es lo natural : no se origina en la naturaleza humana, sino en el pecado. En la situación de la naturaleza humana  caída , la realización del amor conyugal  conforme a la verdad  de su origen no puede dar- se sin  lucha  y  esfuerzo , apoyados en la  ayuda del Señor . MFa 4 de 107
DESIGNIO DE DIOS, 5 Por las  heridas del pecado , el matrimonio, como el propio ser humano, queda oscu- recido y gravemente perturbado.  Pero  no pierde totalmente su valor y significado genuinos , porque, a pesar de las conse- cuencias del pecado, la verdad de la creación subsiste profundamente  arraiga- da  en la naturaleza humana. En el AT, la imagen de la alianza  nupcial  entre Dios e Israel fue disponiendo  a los hombres para la nueva y eterna alianza mediante la que el  Hijo de Dios , encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad  salvada  por Él. La redención realizada por Cristo,  redime  también el  matrimonio : le devuelve la capacidad de ser imagen real del amor de Dios a los hombres. MFa 5 de 107
DESIGNIO DE DIOS, 6 “ Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón, pero  al principio  no fue así” ( Mt 19, 8 ). Cristo “ revela la  verdad original  del matrimonio, la verdad del ‘principio’, y, liberando al hombre de la dureza del corazón, lo hace capaz de realizarla plenamente” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 13 ). La  Nueva Ley , a diferencia de la Ley Antigua, no solamente  indica  el bien que hay que hacer y el mal que hay que evitar, sino que, con la gracia ganada por Cristo en la Cruz,  da la fuerza  para obrar como hijos de Dios,  liberando  así de la esclavitud del pecado. MFa 6 de 107
DESIGNIO DE DIOS, 7 Cristo, al elevar el matrimonio a la dignidad de  sacramento , lleva a  plenitud  el significado que había recibido en la creación. La  redención  no solo restaura la significación natural originaria de la unión conyugal, sino que la  perfecciona  en el orden sobre- natural. En el sacrificio que Jesucristo hace de sí mismo en la cruz por su  Esposa , la Iglesia, “ se desvela enteramente el  designio  que Dios ha impreso en la humanidad del hom- bre y de la mujer desde su creación. (...) El  Espíritu  que infunde el Señor  renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de  amarse como Cristo  nos amó” ( Juan Pablo II, Familiaris Consortio 13 ). MFa 7 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 1 Crisis  del matrimonio y de la familia: rechazo de la verdad objetiva de la  naturaleza  humana (qué es el hombre) como fundamento y guía de la actuación  recta  de la persona (qué debe hacer, qué es bueno o malo). Focos de la crisis 1 Concepto de  libertad  subjetivo e individualista desligado  de la  verdad  del ser humano. Lleva a rechazar todo  compromiso , como contrario a la libertad. Se  desvincula  la sexualidad de cualquier exigencia propia de la  dignidad  de la persona: sexo trivializado como  objeto disponible para su libre manipulación y uso. 2 MFa 8 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 2 3 El matrimonio no sería más que un formalismo  convencional , una tradición social superada, que condiciona la libertad  impo- niendo  derechos y deberes al amor y al sexo. 4 Las posibilidades técnicas de  disociación  entre matrimonio y descendencia contribuyen a desdibujar la naturaleza verdadera de la procreación y su vinculación con la  unión conyugal como fundamento de la familia. 5 La familia se considera un modelo de convivencia impuesto por  circunstancias  culturales e históricas, sin fundamento permanente en la  naturaleza  humana (habría múltiples mo- delos de familia). MFa 9 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 3 = no existe sexo (varón y mujer), sino “ género ” (“ papeles ” que se asumen en la conducta sexual del individuo). No pretende la  igualdad  entre varón y mujer, sino simplemente reconocer que la diferencia  no existe : es artificial y discriminatoria. Ideología de género Si la distinción varón-mujer es la primera  alienación  del ser humano en el plano personal, la imposición del matrimonio  heterosexual  y de la familia  monógama  supone la primera  alienación  en su pro- yecto social. Debe  desaparecer  todo lo que perpetua socialmente esa alienación: toda unión  estable , la relación entre  unión y procreación , incluso la misma  maternidad , porque esclaviza a la mujer, y el parentesco. MFa 10 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 4 A consecuencia del  pecado original , la capacidad del hombre para conocer claramente la  verdad  y adherirse con firmeza al  bien  queda debilitada . Cuando el hombre  rechaza  voluntariamente las luces que Dios le ofrece, queda  debilitado  y  con- fundido , porque “sin el Creador la criatura se diluye” ( Gaudium et spes 36 ). Por eso Dios ha querido revelar  no sólo  verdades estrictamente sobrenaturales, sino  también  verdades que el hombre puede alcanzar por sí mismo, para que  todos  puedan conocerlas  fácil- mente , con  certeza  y sin mezcla de  error . MFa 11 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 5 Realismo : los seres tienen un modo de  ser  (naturaleza común a todos los de su especie) del que procede un modo de  obrar  también propio. En buena parte de la cultura actual se  rechaza  este realismo. Consecuencia: no  cabe encontrar  criterios  de validez permanente para saber qué es  bueno o malo  para el hombre, qué es di- gno o indigno de él, lo humano o lo inhumano. Se rechaza el realismo también cuando se niega, no que exista una verdad objetiva sobre el hombre, sino que sea posible  conocerla , o al menos conocerla con  certeza . Todo se reduce a  opinión  o  proba- bilidad : lo que unos consideran malo, otros lo consideran bueno, y ninguna opinión puede pretender ser la verdadera. MFa 12 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 6 Las  leyes , para ser justas, deben ser racionales, esto es, conforme a la  recta razón  que busca promover en la sociedad el  bien común adecuado a la  verdad  del hombre. Si se niega la realidad objetiva de la naturaleza humana, el legislador deja de tener  referencias estables sobre lo que es adecuado al hombre. De este modo, se impone como dogma el  relativismo : puesto que las cosas no tienen una naturaleza permanente, o no podemos conocerla con certeza,  nada  es defendible como verdad  absoluta que la sociedad deba proteger. Ya no es que la ley reconozca y proteja deter- minados  bienes y derechos  porque son debi- dos a la persona y a la sociedad, sino que se consideran debidos porque así  lo dice  la  ley . MFa 13 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 7 Juan Pablo II señala el relativismo como el mayor enemigo  de la democracia: “Una de- mocracia sin valores se convierte con facili- dad en un  totalitarismo  visible o encubierto, como demuestra la historia” ( Centesimus Annus 46 ). Al imponer el relativismo, se pretende que no se desea  discriminar  a nadie. Pero esa opción  no  es  neutral : se trata de una opción intencio- nada (aunque no reconocida) a favor de la  negación de toda verdad . La opción relativista escamotea el  fundamento objetivo  de la reali- dad entera, y por tanto también de la  persona  humana y del signifi- cado de su  diferenciación  sexual. MFa 14 de 107
OSCURECIMIENTO ACTUAL, 8 Libertad  como pura  opción : decidir sin referencia alguna al  conte- nido  de las decisiones. Como toda opción implica renunciar a otras posibles, cada elección  reduciría  la libertad. Cuando la libertad se reduce a opción, el amor  queda sustituido por el  estímulo  más inmediato. Se produce la sustitución de lo bueno por lo  apetecido . Si  yo  decido y creo la verdad, también  decido y creo  el bien en cada momento. PERO : el objeto de la voluntad libre no consiste en mantener abiertas las máximas  opciones  de bienes posibles, sino en pasar del bien po- sible al bien  real  a través de la elección: no se quiere la posibilidad, sino la  posesión  del bien. MFa 15 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 1 El  matrimonio  es una institución  natural : forma parte de lo que el hombre tiene reci- bido por su  propio modo de ser . En sus elementos esenciales,  no  nace de la  inven- tiva  humana, sino de la  naturaleza  del hombre. Por tanto  no  es una institución artificial, creada por la  cultura  o por las  leyes  para organizar de algún modo las uniones entre personas, sino una realidad  previa  a cualquier cultura o legislación, que tiene en sí misma una determinada estructura jurídica y moral. Por eso reclama de la sociedad, civil y eclesial, el  reconocimiento  público adecuado y la necesaria  protección  jurídica. MFa 16 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 2 Los actos sexuales humanos, por su orientación natu- ral, expresan a dos  personas  constituidas en un  único principio potencial de una  nueva vida  humana, que, por su misma  dignidad  de persona, exige ser acogida y educada en el seno de una comunidad de vida que vincule  permanentemente  a los progenitores. Cuando  no  existe esa vinculación permanente, la unión sexual expresa corporalmente una  mentira  o una verdad  a medias : carece de su plena significación  personal  (sólo hay biología o quizá cierta afectividad).   Por eso el matrimonio  no  es una entre  otras  formas posibles de rela- ción sexual entre personas: es la forma  específicamente  humana de unión interpersonal en el plano de la diversidad-complementariedad sexual, la  única  que responde plenamente a la  dignidad  de la persona. MFa 17 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 3 El término matrimonio designa tanto el acto de  casarse  (boda o matri- monio  in fieri ) como la  unidad  de varón y mujer constituido por ese acto (sociedad o comunidad conyugal o matrimonio  in facto esse ). Se trata de dos realidades  inseparables  (causa-efecto). Pero conviene distinguir  lo que pertenece al  nacimiento  del matrimonio de lo que corresponde a la  vivencia  del matrimonio ya nacido. Mientras que las vicisitudes que afectan a la  cele- bración  del matrimonio pueden determinar su nulidad , las que se producen en la vida de un ma- trimonio  válido  ya no afectan por si mismas al vínculo  matrimonial, sino a la realización más o menos lograda, o frustrada del destino común como cónyuges. MFa 18 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 4 La inclinación  natural  entre varón y mujer puede llegar a transfor- marse, entre dos  personas concretas , en  amor esponsal , que aspira a una  unión plena  presidida por el amor conyugal. La causa eficiente del vínculo matrimonial es el  consentimiento de los contrayentes, es decir, “el acto de la voluntad, por el cual el varón y la mujer  se entregan  y aceptan  mutuamente  en alianza irrevocable para constituir el matrimonio” ( CIC 1057, 2 ). CIC 1057, 1 : “El matrimonio lo produce el consentimiento de las partes legítimamente manifestado entre  personas jurídicamente hábiles, consentimiento que  ningún poder humano puede suplir”. MFa 19 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 5 ,[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],[object Object],MFa 20 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 6 Lo que los dos contrayentes deben querer, para que el consentimiento produzca su efecto propio, es precisamente contraer matrimonio  entre ellos, no otro tipo de relaciones. En virtud de ese acto de  libertad , por el que cada uno hace un don total de sí mismo y acepta totalmente al otro como esposo o esposa, varón y mujer quedan unidos en el plano del  ser , es decir, no sólo están  casados, sino que  son  cónyuges y, por serlo, se deben el uno al otro  perpetuamente y en exclusiva  las obras propias del amor conyugal (el obrar sigue al ser). “ El marido y la mujer (...) por el pacto conyugal ‘ya no son dos, sino  una sola  carne’ ( Mt 19, 6 )” ( Gaudium et spes 48 ). MFa 21 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 7 El vínculo matrimonial es “ superior  a cual- quier otro tipo de vínculo interhumano, in- cluso al vínculo con los  padres  (...). ‘Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne’( Gn 2, 24 )” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 1991, 2 ). El matrimonio puede caracterizarse como una unidad de  naturaleza : el vínculo conyugal une a los cónyuges uniendo sus cuerpos y sus almas. Los  cuerpos  mediante el  derecho  mutuo sobre ellos, las almas  por la unión de los  yo  personales mediante el amor debido o comprometido. Quienes son ya uno en sus seres, son uno también en sus  destinos  y en sus  vidas . En lo conyugal, cada uno ya no se pertenece, sino que forma parte del ser  del otro  y  se debe  a él. MFa 22 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 8 Propiedades esenciales del matrimonio:  unidad e indisolubilidad . La calificación de “ esenciales ” de esas propiedades ha de entenderse en sentido  estricto : no como si significara que son características “ muy importantes” en la práctica, y que por eso se proponen como ideales. Se trata de las propiedades que corresponden  por naturaleza al vínculo matrimonial, y sin las cuales  no  se puede dar. No existe un vínculo matrimonial  verdadero  que no sea, por eso mismo,  exclusivo  (unidad) y  per- petuo  (indisolubilidad). Esas propiedades forman parte de la verdad original sobre el matrimonio, revelada  en la Sagrada Escritura y en la Tradi- ción. Por ser  naturales  están al alcance de la recta razón, que puede conocer  en lo funda- mental  la verdad del matrimonio. MFa 23 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 9 La  unidad  del matrimonio implica que el vínculo conyugal sola- mente puede ser único, es decir, de  un varón  con  una mujer , y no cabe multiplicarlo: es  exclusivo . El matrimonio nace por la mutua entrega y aceptación  totales  de los cónyuges, Esa totalidad no se daría si uno o ambos  se reservaran  el derecho de entregarse también, en lo conyugal, a  otros . Gaudium et spes 49 : “La unidad del matrimonio, confirmada por el Señor, aparece ampliamente en la  igual dignidad  personal que hay que reconocer a la mujer y al varón en el  mutuo y pleno  amor”. CCE 1645 : “La  poligamia  es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo ”. MFa 24 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 10 La  indisolubilidad  significa que, por la propia naturaleza  de la unión matrimonial, los cónyu- ges quedan vinculados mientras ambos  vivan . No es simplemente que el matrimonio no  pueda disolverse por razones  morales  o de  derecho canónico, sino que  es  indisoluble. El pacto conyugal hace nacer entre los cónyuges una relación que los vincula en el plano del  ser . La voluntad de contraer matrimonio consiste en querer, no simplemente “ hacer de esposo ”, sino “ ser esposo ”, y las relaciones en el orden del ser se asientan en la  perso- na  y  perduran  con ella (no se puede ser ex-esposo de modo análogo a como no se puede ser  ex-hijo ). MFa 25 de 107
IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 11 No cabe una entrega-aceptación  total  de la persona  por un tiempo . La entrega solo del momento presente  no  vincula, porque es simple- mente un hecho que pasa, no un  compromiso , y por tanto no puede constituirse en una relación de justicia, en un  vínculo  jurídico como es el matrimonio. “ El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una  fidelidad inviolable . Esto es consecuen- cia del  don  de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El  auténtico  amor tiende por sí mismo a ser algo  definitivo , no algo pasajero. Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos  personas , así como el bien de los  hijos , exigen la plena  fidelidad  de los cónyuges y urgen su  indisoluble unidad ” ( CCE 1646 ). MFa 26 de 107
FINES DEL MATRIMONIO, 1 La expresión “ fines del matrimonio ” no indica cualquier finalidad que pudieran proponerse una mujer y un varón que deciden unir o compartir sus vidas, sino aquellas a las que está ordenada la unión marital por su propia  naturaleza . El consorcio de toda la vida que establecen los cónyuges por la alianza matrimonial está “ordenado por su propia índole natural al  bien de los cónyuges  y a la generación y educación de la  prole ” ( CIC 1055, 1 ), fines que se dan íntimamente relacionados y coor- dinados entre sí, sin que sea posible  separarlos . MFa 27 de 107
FINES DEL MATRIMONIO, 2 No habría  plena  entrega y aceptación  mutua  en la dimensión conyugal si se excluye al otro como  consorte  (aquel a quien está unida la pro- pia suerte, y a quien se debe en justicia el amor conyugal), o si se le rechaza en su potencial paternidad o maternidad , que son dimensión natural primaria de la complementariedad sexual. “ La dimensión natural  esencial  [del matrimonio] implica por exigen- cia intrínseca la  fidelidad , la  indisolubilidad , la  paternidad  y maternidad  potenciales, como bienes que integran una relación de justicia” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 2001, 7 ). MFa 28 de 107
FINES DEL MATRIMONIO, 3 Juan Pablo II aclaró que, aunque la Constitución Gaudium et spes  y la Encíclica  Humanae Vitae , de Pablo VI, no utilicen la terminología tradicional ( fin primario-fin secundario ), “sin embargo, tratan de aquello mismo a lo que se refieren las expresio- nes tradicionales” ( Juan Pablo II, Alocución, 10.X.1984, 3 ). La generación y educación de los hijos  sólo  se realiza de modo ple- namente personal  integrada  en el bien de los cónyuges; y éste no se obtiene  auténticamente  si se prescinde de su ordenación objeti- va a la generación y educación de los hijos.  Ambos fines  tienen consistencia y dignidad propias, y  nunca  pueden  separarse . MFa 29 de 107
FINES DEL MATRIMONIO, 4 “ La ordenación a los fines naturales del matrimonio –el bien de los esposos y la generación y educación de la prole- está  intrínseca- mente  presente en la masculinidad y en la feminidad (...). El ma- trimonio y la familia son  inseparables , porque la masculinidad y la feminidad de las personas casadas están  constitutivamente  abiertas al don de los hijos. Sin esta apertura ni siquiera podría existir un bien de los esposos digno de este nombre” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana 2001, 5 ). Para contraer matrimonio  válidamente  no se requiere la obtención efectiva  de los fines (que sólo se puede dar después de estar ya ca- sados), sino que los contrayentes no excluyan  positivamente , con un acto de  voluntad , ninguno de ellos al prestar el consentimiento, es decir, que quieran contraer verdadero matrimonio aceptando su intrínseca ordenación natural. MFa 30 de 107
FINES DEL MATRIMONIO, 5 El amor no es sólo, ni principalmente, algo pasivo,  padecido  (“mal de amores”). Es fundamentalmente obra de la  voluntad libre : la persona no es sólo víctima, sino sobre todo  protagonista  de su amor (y de su desamor). Por eso no sólo no hay contradicción entre deber y amor, sino que el amor, al madurar, busca transformarse en deber, como manera humana de obligarse a durar  para siempre . Del “deseo ser tu esposo o tu esposa porque  te quiero” se pasa al “te quiero, y te querré siempre,  porque eres mi esposo o mi esposa”. MFa 31 de 107
FINES DEL MATRIMONIO, 6 Las obras del amor deben provenir lo más inmediatamente posi- ble del  amor  mismo, antes que del mero sentido del  deber . Una vez iniciada la vida conyugal, el amor debe ser el motor de los actos y conductas de los esposos en los acontecimientos  coti- dianos . La criatura puede –por fragilidad-  no poner en práctica las obras debidas. La grandeza del amor conyugal reside en que,  con la ayuda de Dios , los esposos pueden hacerlo realidad. Los esposos pue- den fallar, si bien este hecho  no destruye la unión conyugal y por eso pueden  res- taurar  el amor que su debilidad deterioró. MFa 32 de 107
SACRAMENTALIDAD, 1 La  persona  humana es  sagrada , por ser  imagen y semejanza  del Creador en su unidad de cuerpo y alma espiritual, y por el  des- tino eterno  al que Dios la llama. De ahí que la unión conyugal posea también una dimensión  naturalmente  trascendente, sagra- da en cierto modo, como “imagen del  amor absoluto  con que Dios ama al hombre” ( CCE 1604 ). Llegada la  plenitud de los tiempos , Jesu- cristo elevó el mismo matrimonio original a la dignidad de  sacramento . No supone una mera  bendición  de lo natural, sino su elevación  al orden sobrenatural. MFa 33 de 107
SACRAMENTALIDAD, 2 Mediante el  bautismo , el hombre y la mujer son insertados definiti- vamente “en la alianza esponsal de  Cristo con la Iglesia . Y, debido a esta inserción indestructi- ble, la comunidad íntima de vida y de amor con- yugal, fundada por el Creador, es  elevada y asu- mida  en la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora. En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno a otro de la manera  más profundamente  indisoluble. Su recíproca pertenencia es representación  real , mediante el signo sacra- mental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 13 ). MFa 34 de 107
SACRAMENTALIDAD, 3 La  gracia  (orden de la redención) no destruye ni sustituye a la  naturaleza  (orden de la creación), sino que la  asume , sanándola, y la  eleva  al orden sobrenatural (de la vida de los hijos de Dios). Así, del mismo modo que el hombre  redimido , ele- vado por la gracia a la condición de hijo de Dios, es el mismo hombre de la  creación , el matrimonio incorporado al orden de la  redención  es el mismo matrimonio del “ principio ”. La comunión conyugal es fruto y signo de una  exigencia  profunda- mente  humana . “Dios  asume  esta exigencia humana, la confirma, la purifica y la  eleva , conduciéndola a  perfección  con el  sacramento del matrimonio” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 19 ). MFa 35 de 107
SACRAMENTALIDAD, 4 La base de la dignidad  sacramental  del matrimonio entre bautizados es el  bautismo  de los esposos, que los inserta en la alianza esponsal de  Cristo con la Iglesia  de modo definitivo (irrevocable por parte de Dios e irrenunciable por parte de los hombres), en virtud del  carác- ter bautismal  impreso en el hombre. Se celebra el matrimonio con rito  litúrgico , siempre que es posible, porque es  sacramento ;  no  es sacramento porque se celebre litúr- gicamente. Que el matrimonio verdadero entre dos bauti- zados sea  sacramento , se debe a la incorpora- ción de cada uno de ellos a Cristo por el  bau- tismo ,  no  al rito religioso de la boda. MFa 36 de 107
SACRAMENTALIDAD, 5 El sacramento no es sólo ni principalmente la  boda , sino el matrimonio, es decir la “ unidad de dos ” definitivamente estable- cida por el  consentimiento  matrimonial. La recíproca pertenencia de los cónyuges es lo que representa sacramentalmente la unión  de Cristo con la Iglesia. Esta recíproca pertenencia se asienta en el  vínculo  conyugal, que por su misma  naturaleza  es uno e indisoluble y  se ordena  al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos. La gracia del sacramento va  más allá  del momento constitutivo del matrimonio, para acompañar a los cónyuges a lo largo de  toda su existencia . MFa 37 de 107
SACRAMENTALIDAD, 6 El matrimonio  no  es la  misma  unión de Cristo con la Iglesia, pero tampoco  es un mero  símbolo  o imagen de ella. Gracias a la vincu- lación que Dios ha establecido entre ambas realidades, la significa y la representa  realmente , de modo  sacramental  (es decir, en el sentido fuerte de re-presentar:  hacer presente  con su eficacia santi- ficadora). Los esposos son  sujetos y ministros  del sacramento. El  signo  sacramental es el matrimonio mismo (unidad de marido y mujer, desde el momento en que  nace  el pacto conyugal). La realidad significada por el signo es la  unión  salvífica, indiso- lublemente fiel, de  Cristo con su Iglesia . MFa 38 de 107
SACRAMENTALIDAD, 7 El efecto  propio e inmediato  del sacramento del matrimonio no es la gracia sobrenatural, sino el vínculo conyugal cristiano , que es como el título permanente por el que los cónyuges se hacen acreedores a la  gracia  propia del sacramento, que los fortalece y los capacita para vivir su matrimo- nio como  vocación y camino  eclesial de  santidad . En virtud de su sacramentalidad, el vínculo conyugal se convierte en un vínculo  sagrado , ya no meramente natural. Por eso, las propieda- des esenciales del vínculo quedan dotadas de una peculiar  firmeza , congruente con la significación sacramental (unión indisoluble de Cristo con la Iglesia); y sus  fines  trascienden el ámbito meramente natural. MFa 39 de 107
SACRAMENTALIDAD, 8 “ El sacramento del matrimonio tiene esta  peculiaridad  respecto a los otros: ser el sacramento de una realidad  que existe ya  en la eco- nomía de la  creación : ser el mismo pacto conyugal instituido por el Creador ‘al principio’” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 68 ). Peculiaridad respecto, por ejemplo, al  bautismo : la acción física de lavar existe en el orden de la creación, pero en el bautismo  no conserva  el sentido que posee por naturaleza. Su  significado y su  finalidad  naturales no son asumidos, sino cambiados  en la nueva realidad sacramental. En el  matrimonio  se constituye en sacramento la misma realidad natural   en su integridad  (marido y mujer con vínculo conyugal, propiedades, fines). MFa 40 de 107
SACRAMENTALIDAD, 9 Puesto que lo que Cristo ha asumido como signo es la mismísima realidad del matrimonio, en este sa- cramento la acción sagrada es  la misma acción na- tural , con los mismos protagonistas (ministros); y la intención de obtener los fines sobrenaturales pasa necesariamente por la de obtener los naturales. Eso explica la  inseparabilidad  o identidad entre matrimonio de los bautizados y sacramento: “La alianza matrimonial (...) fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de  sacramento entre bautizados . Por tanto, entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial  válido  que no sea por eso mismo sacramento” ( CIC 1055 ). MFa 41 de 107
FECUNDIDAD, 1 “ Por su  naturaleza  misma, la propia insti- tución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la  procreación y a la educación  de la prole y con ellas son coro- nados como su culminación” ( Gaudium et spes 48 ). CCE 2366 : “La  fecundidad  es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende  naturalmente  a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo  de ese don recíproco, del que es fruto y cumpli- miento”. Sin la apertura al don de los hijos, “ni siquiera podría existir un bien de los esposos digno de este nombre” ( Juan Pablo II, Discurso 2001 ). MFa 42 de 107
FECUNDIDAD, 2 Gn 1, 26-27 : “Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra  imagen , se- gún nuestra semejanza (...). Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó”. La singularidad de la criatura humana radica en ese  vínculo  parti- cular y específico que la une  con el Creador . Así el ser humano tiene la  dignidad de persona : no es algo, sino alguien. La íntima vinculación del hombre con el Creador -en su origen, su naturaleza, su vida y su destino último- es la razón radical del  valor incomparable de la persona humana: “En el hombre se refleja la realidad misma de  Dios ” ( Evangelium vitae 34 ). MFa 43 de 107
FECUNDIDAD, 3 CCE 372 : “El hombre y la mujer están hechos el uno para el otro (...). En el  matrimonio , Dios los une de manera que, formando ‘ una sola carne’ ( Gn 2, 24 ), puedan transmitir la  vida humana : ‘Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra’ ( Gn 1, 28 ). Al transmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres,  cooperan  de una manera única en la obra del Creador ”. El carácter  único  de la cooperación del varón y de la mujer en la  Obra del Creador radi- ca en que los hijos nacidos de su unión no están formados úni- camente a imagen de sus progenitores, sino a  imagen de Dios . MFa 44 de 107
FECUNDIDAD, 4 Dar origen al  alma  espiritual no está al alcance del poder del hombre: cada alma es  creada  directamen- te por Dios. Sin embargo, el Creador no se ha re- servado en exclusiva el poder de crear nuevos seres humanos, sino que lo ejerce a través del  amor con- yugal  entre varón y mujer, que queda así asociado de modo inseparable a su designio creador. Cada vez que se engendra una vida humana, comien- za a existir un nuevo ser que es, a la vez,  material y espiritual , formado a imagen y semejanza de sus padres y de Dios: una  persona , varón o mujer, a la que el Creador llama por su nombre a la existencia con la  cooperación  de sus progenitores. MFa 45 de 107
FECUNDIDAD, 5 Solo la  revelación  de Dios, con la luz de la fe, permite descubrir en qué consiste ese  algo más  que hace posible valorar el sentido pleno de la generación humana, “como acontecimiento profun- damente  humano  y altamente  religioso , en cuanto implica a los cónyuges , que forman una sola carne y también a  Dios  mismo que se hace presente” ( Evangelium vitae 43 ). La  fe  descubre, con asombro agra- decido, hasta qué punto  se entrela- zan  el amor  humano  y el amor  di- vino  en el misterio de la procreación. MFa 46 de 107
FECUNDIDAD, 6 El  pecado  ha introducido un  desorden  en el corazón del hombre que se refleja en la cul- tura. En la actualidad, bajo el influjo de una profunda  crisis cultural , se produce un ver- dadero eclipse del  valor de la vida . Si la condición sexuada se  desvincula  de la  dignidad personal  del ser humano, se abre paso fácilmente una mentalidad  hedonista  e irresponsable respecto a la sexualidad. Se fomenta un  temor egoísta  a los hijos, lo que desemboca incluso en la consideración del hijo como un  mal  o como un intruso que ha de evitarse. Aparece también la absolutización del  deseo personal como único criterio de la procreación que implica la consideración del hijo como un  derecho , como un  objeto  o como un  producto . MFa 47 de 107
FECUNDIDAD, 7 En la difusión de la mentalidad contraria a la vida han influido también teorías  demográficas  que han presentado el crecimiento de la población como una amenaza para la supervivencia de la humanidad. Con esa manipulación de datos y cálculos se invierten grandes sumas en  imponer las medidas antinatalistas como única vía para el desarrollo  en los países del tercer mundo y como condición para concederles  ayudas  económicas. En los países  desarrollados , el  excesivo  bienestar y la mentalidad consumista  “quitan a los esposos la generosidad y la valentía para suscitar nuevas vidas humanas; y así la vida (...) no se ve ya como una  bendición , sino como un  peligro  del que hay que defenderse” ( Familiaris consortio 6 ). MFa 48 de 107
FECUNDIDAD, 8 Frente a esos planteamientos, la recta mirada humana, iluminada por la fe, comprende que una nueva vida es siempre un don: Para el  recién nacido  su vida es el primer  don  del Creador a la criatura. Para la  familia , el bien común de la familia se enriquece por el amor esponsal  concretado  en el hijo. Para cada  miembro  de la familia, el nuevo hijo hace de sí mismo un don  a los  hermanos  y a los  padres , que con él se realizan personal- mente en la dinámica de  amor y donación  propia de la comunión de personas que es la familia. Para la  sociedad  cuyo bien común está en el  hombre , que constituye su  sentido  y su  riqueza . MFa 49 de 107
FECUNDIDAD, 9 La comunidad familiar se configura como  santuario de la vida , como el ámbito idóneo para  acogerla y protegerla , no sólo en su origen, sino también en  todas  sus etapas y vicisitudes. CCE 2373 : “La Sagrada Escritura y la práctica tradicional de la Iglesia ven en las familias  numerosas  un signo de la bendición  divina y de la  generosidad de los padres”. CCE 1654 : “Los esposos a los que Dios  no  ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal  plena de sentido , humana y cris- tianamente. Su matrimonio puede irradiar una  fecundidad  de cari- dad, de acogida y de sacrificio”. MFa 50 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1 La verdad  plena  del amor conyugal lleva consigo  exigencias  morales muy precisas, que la Iglesia no deja de recordar con  fortaleza , a pesar de las actitudes de rechazo que se le han opuesto. “ La gente no escucha, por desgracia, más que los ‘no’ de la Iglesia, pero la respuesta de Dios al amor humano es un ‘ sí ’entusiasta. Él es su fuente y su meta verdadera. Dios  bendice  al amor humano  auténtico . El Creador lo ha querido. Cristo Salvador lo  transfigura , hasta el punto de hacer de él el reflejo y el sacramento de su Alianza indisoluble. Los ‘no’ que la Iglesia pronuncia con claridad son simplemente la contrapartida de ese ‘sí’ entusiasta, el rechazo de las  falsificaciones del amor” ( Juan Pablo II, Alocución  6.02.1987 ). MFa 51 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 2 La  exigencias morales  del amor conyugal no son limitaciones o mandatos impuestos  desde fuera : proceden  de dentro , brotan del mismo modo de ser de ese amor; y defienden su  autenticidad y su  grandeza  frente a la  debilidad  humana. Actuar en contra de ellas no es malo porque esté prohibido: está prohibido  precisamente  porque  es  malo  para las personas, porque falsea y desvirtúa el  verdadero bien  del amor conyugal. La recta  razón  puede descubrir la coherencia del orden moral del a- mor conyugal con la  verdad  de la persona humana. Por eso la Iglesia propone su magisterio moral sobre la sexualidad  no  como un ejercicio de autoridad que reclame una sumisión ciega, sino “urgiendo a los hombres a la observancia de los preceptos de la  ley natural , que ella interpreta mediante su constante doctrina” ( Humanae vitae 11 ). MFa 52 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 3 El orden recto del amor  puede vivirse : no se trata de un ideal hermoso pero poco realista, inalcanzable a causa de las  dificultades  que cada persona experimenta en sí misma y a su alrededor. Considerando las cosas con  realismo cristiano , vivir el amor conyugal conforme a su verdad íntegra –de acuerdo con el  plan de Dios -, no supera las capacidades humanas, si bien la na- turaleza caída necesita el  auxilio de la gracia para ser capaz de aceptar y vivir esa verdad con  todas  sus consecuencias. MFa 53 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 4 La visión cristiana del amor humano  aprecia y celebra  la intimidad corporal de los esposos, como realidad querida por el Creador -por tanto,  buena  en sí misma-, que perfecciona y manifiesta aquel “ ser los dos una sola carne” que, en el matrimonio cristiano, es re- presentación  real  de la unión indivisible de Cristo con su Iglesia y forma parte del camino de la  santidad  conyugal. Conforme a la constitución  natural  de la persona humana, la unión sexual de varón y mujer –propiamente “acto conyugal” porque su verdad plena se da  exclusivamente  en la unión entre marido y mu- jer- posee de suyo un  doble significado :  unitivo  (expresión huma- na del amor, placer y gozo corporal y espiritual, intimidad corpo- ral que “viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual” ( CCE 2360 )), y  procreador  (se ordena por su misma  naturaleza  a la transmisión de la vida humana). MFa 54 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 5 Si se pone en relación los  significados  propios del acto conyugal con los  fines  del matrimonio, se advierte que ambos son  insepara- bles . Cualquier ruptura voluntaria del significado pleno del acto conyugal lo  falsearía  intrínsecamente como expresión verdadera- mente  humana  del amor conyugal. Todo “acto matrimonial,  en sí mismo , debe quedar abierto  a la transmisión de la vida” ( Humanae vitae 11 ). “Esta doctrina, muchas veces expuesta por el magisterio, está fundada sobre la  inseparable  cone- xión que  Dios  ha querido y que el  hombre  no pue- de romper por propia iniciativa, entre los dos signi- ficados del acto conyugal: el significado  unitivo  y el significado  procreador ” ( Humanae vitae 12 ). MFa 55 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 6 “ En el deber de  transmitir la vida humana  y educarla , que han de considerar como su mi- sión propia, los cónyuges saben que son  coo- peradores del amor de Dios  Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cum- plirán su tarea con  responsabilidad  humana y cristiana” ( Gaudium et spes 50 ). Esta exhortación del Concilio a la “ paternidad responsable ” se re- fiere ante todo a la responsabilidad de los esposos de  colaborar  con Dios ejerciendo la facultad conyugal de  transmitir  la vida. Los esposos deben decidir en  conciencia  –procurando tener una conciencia  bien formada  (estudio, consejo, oración)- cómo han de cooperar en sus circunstancias particulares con el  amor de Dios . MFa 56 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 7 “ Por razones  justificadas , los esposos pueden que- rer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del  egoísmo , sino que es conforme a la justa  gene- rosidad  de una paternidad responsable” ( CCE 2368 ). La  naturaleza  misma del amor conyugal exige la  recta  intención de los esposos y la valoración en conciencia de la  seriedad  de los motivos. Los esposos deben respetar siempre la naturaleza del acto conyugal, es decir,  no privarlo  nunca voluntariamente de su plena significación, ya que sólo “salvaguardando  ambos  aspectos esen- ciales,  unitivo y procreador , el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad” ( Humanae vitae 12 ). MFa 57 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 8 Por eso, los llamados “ métodos naturales ”, es decir, “la continen- cia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos son conformes  a los criterios objetivos de la moralidad” ( CCE 2370 ). Por el contrario es intrínsecamente  mala  (desordenada  en sí misma ) “ toda acción que, o en  previsión  del acto conyugal, o en su  realiza- ción , o en el desarrollo de sus  consecuencias  naturales, se propon- ga, como fin o como medio, hacer  imposible  la procreación” ( Hu- manae vitae 14 ). Tales medios son ilícitos porque  corrompen la verdad  del acto con- yugal: lo privan de la apertura a la vida (aspecto  procreador ) y de la autenticidad de la entrega entre los esposos (aspecto  unitivo ), que no puede ser plena en ese acto cerrado  artificialmente  a la vida. MFa 58 de 107
TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 9 La razón de la profunda diferencia entre los métodos naturales y la contracepción  no  es una cuestión de  métodos , sino  antropológica y, en consecuencia,  moral : implica “dos concepciones de la perso- na y de la sexualidad humana  irreconciliables  entre sí” ( Familiaris consortio 32 ). La línea divisoria está marcada por el respeto a la verdad  y a la  dignidad  de la persona y del amor conyugal, que quedan manipulados y envilecidos siempre que se  separan  volun- tariamente los dos significados del acto conyugal. La  anticoncepción  implica no darse al otro total- mente: se produce  no solo  el rechazo de la apertu- ra a la  vida , sino también una  falsificación de la verdad del amor . Hasta tal punto es así, que los métodos naturales , usados con actitud e intención anticonceptiva, son también moralmente  ilícitos . MFa 59 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 1 Familiaris consortio 36 : “La tarea  educativa  tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la  obra creadora  de Dios; ellos, engen- drando en el amor y por amor una  nueva persona que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarro- llo, asumen, por eso mismo, la  obligación  de ayudarla eficazmente a vivir una vida  plenamente humana ”. El hombre, desde su nacimiento, es un ser  en proceso  de desarrollo, no sólo físico, sino  específicamente  humano. Existe una continuidad necesaria entre la transmisión de la vida acorde con la dignidad de la persona, y la  responsabilidad educadora . La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación, sino que se extiende a los frutos de la vida  moral, espiritual y sobrenatural  que los padres transmiten a sus hijos por medio de la  educación . MFa 60 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 2 Como consecuencia  directa  de la  vinculación  entre comunidad conyugal, procreación y educación, los padres son  por naturale- za  los primeros y principales educadores de sus hijos: su papel es tan importante que, si falta,  difícilmente  puede suplirse. Características del  derecho-deber  educa- tivo de los padres: 1) es  esencial  ( vincu- lado  radicalmente con la transmisión de la vida); 2)  original y primario  (los de- más educadores siempre tienen un papel derivado y secundario ); 3)  insustituible e inalienable  (la relación de  amor  entre padres e hijos es  única , y constituye el alma  del proceso educativo). MFa 61 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 3 El derecho y deber educativo reside en los padres precisamente  en cuanto matrimonio . Por el vínculo conyugal, cada esposo se hace copartícipe y coposesor del otro en  todos  sus aspectos conyugales. Por tanto  cada uno  de ellos participa solidariamente de la paterni- dad o maternidad del otro. Puesto que la educación es  continuación necesaria  de la paterni- dad y maternidad humanas, esa solidaridad y participación común establecida entre los esposos se extiende a la  misión educativa . “ Es  deber  de los padres crear un ambiente de familia animado por el  amor , por la  piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorez- ca la educación  íntegra ,  personal y social  de los hijos” ( Gravissimum educationis 3 ). MFa 62 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 4 El  hogar familiar , la comunión de personas que nace como desarrollo  natural del amor de los esposos, es el  ambiente adecuado para la educación humana y cristiana de los hijos. En el hogar, los  hijos  se incorporan también a la misión educativa de la comunidad familiar,  contribuyendo  por su parte al creci- miento humano y cristiano de  sus padres . Mediante el  amor , el  respeto , la  obediencia  a los padres, los hijos aportan su específica e insustituible  contribución  a la edificación de una familia  auténticamente  humana y cristiana. Los  ancianos  forman también parte de “la familia, en la que distin- tas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría” ( Gaudium et spes 52 ). MFa 63 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 5 La tarea educativa  varía  en sus formas y en sus contenidos a medida que los hijos van  creciendo . Pero, incluso cuando la misión educativa de los padres cesa como responsabilidad  directa  con la emancipación  de los hijos, permanece siempre de algún modo su función de  consejo  y de  ayuda -especialmente con la  oración -, siempre respe- tando la  autonomía  de los hijos y sus familias. La formación en el hogar se basa más en el  ejemplo  y en el  clima  de la vida familiar que en enseñanzas formales o en la mera indicación de normas. Sin embargo, en la tarea educativa es preciso contar con la  debilidad  propia y ajena. No hay nada tan formativo como recono- cer los propios errores y defectos,  pedir perdón  y  perdonar  pronta- mente, y  ayudarse  mutuamente, con comprensión, a enmendarse. MFa 64 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 6 Aspectos fundamentales de la educación familiar: debe orientarse especialmente a la formación para la  libertad , a la formación para el  amor  y a la formación en la  fe . Formación para la libertad La  libertad  no consiste en la simple posibilidad de elegir arbitraria- mente, sino en la capacidad de ser  dueño de sí  y  gobernarse  a sí mismo para dirigirse al  bien verdadero . Para el  recto  uso de la libertad se necesita un apren- dizaje de las  virtudes : “La  familia  es un lugar apro- piado para la educación de las virtudes. Esta requie- re el  aprendizaje  de la abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda libertad ver- dadera” ( CCE 2223 ). Educación para ejercer la li- bertad sin dejarse arrastrar por el  ambiente  adverso. MFa 65 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 7 Formación para el amor La familia encierra  en sí  la capacidad de transmitir, por experiencia, el  verdadero  significado del amor, frente a sus imágenes deformadas. El  don de sí , que inspira el amor mutuo de los  esposos , se pone como  modelo y norma  del don de sí que debe haber en las rela- ciones entre  hermanos y hermanas . Tiene especial importancia la educación en la vir- tud de la  castidad , sin la cual se deteriora grave- mente la capacidad de  amar   rectamente ; y una delicada y clara educación sexual, que es siempre responsabilidad  primaria e irrenunciable  de los padres. MFa 66 de 107
FAMILIA Y EDUCACIÓN, 8 Formación en la fe La estructura  íntima  de la persona está determina- da por su vocación fundamental al amor, que al- canza su  pleno significado  en la llamada a com- partir, ya en la tierra y por toda la eternidad, la vida misma de Dios . Por esto hay que subrayar la necesidad específica de la educación cristiana , que no persigue sólo la madurez humana, sino sobre todo que los bautizados se hagan más conscientes cada día del  don de la fe  que han recibido, aprendan a  tratar a Dios  como hijos y se em- peñen personalmente en buscar la  santidad , que es la plena madu- rez cristiana. Los  padres  son los  primeros evangelizadores . MFa 67 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 1 El  derecho y deber  de los  padres  a la educación de los hijos es inalienable : no puede ser ni abandonado por ellos en manos de otros, ni arrebatado injustamente por ninguna autoridad. Es original y primario  (anterior a cualquier derecho de la sociedad civil y del Estado). La función de la familia como  primera y princi- pal  comunidad educadora es  insustituible . Sin embargo, la educación completa de la persona requiere actualmente  conocimientos , recursos técnicos  y  materiales  que superan las posibilida- des concretas de la educación familiar. De ahí que la tarea educativa requiera la  colaboración de  toda  la sociedad. MFa 68 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 2 Principio de subsidiaridad : “una estructura social de orden  supe- rior  no  debe  interferir  en la vida interna de un grupo social de orden  inferior , privándola de sus competencias, sino que más bien debe  sostenerla  en caso de necesidad y  ayudarla  a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común ” ( Juan Pablo II, Centesimus annus 48 ). Por eso, la  sociedad civil  (no sólo los poderes públicos) debe  tutelar  los derechos y obligacio- nes de los padres y de quienes intervienen en la educación y  colaborar  con ellos y  completar  la obra educativa cuando no basta el esfuerzo de los padres y de otras sociedades,  atendiendo  a los deseos paternos. MFa 69 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 3 Teniendo en cuenta el principio de subsi- diaridad, el Estado debe evitar todo  mo- nopolio escolar .  Tiene la responsabilidad de asegurar: 1) el  acceso de todos  los ciu- dadanos a la educación, velando por el bienestar de los alumnos, la calidad de los profesores y planes de estudios y la buena gestión del sistema educativo; 2) la  libertad de enseñanza , que incluye la de crear y mantener centros educativos, de modo que los padres puedan elegir  según su conciencia  las escuelas para sus hijos; 3) la  justa distribución de los recursos públicos , aportados por todos los ciudadanos, para que esa libertad sea  real y efectiva . MFa 70 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 4 A la  Iglesia  corresponde también la tarea edu- cativa, “sobre todo porque tiene el  deber  de  a- nunciar  a todos los hombres el camino de  sal- vación , de  comunicar  a los creyentes la  vida de Cristo y de  ayudarles  con cuidado constan- te para que puedan alcanzar la  plenitud  de esa vida” ( Gravissimum educationis 3 ). Para la Iglesia, el  oficio de enseñar  es, junto con los de regir y san- tificar, parte esencial de la  misión  que ha recibido de Cristo. No puede renunciar a esa misión sin desoír el  mandato  del Señor y privar a los hombres de la luz del  Evangelio . Tiene, por eso mismo, una especial  responsabilidad  de ayudar a las familias en la educa- ción  cristiana  de sus hijos. MFa 71 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 5 Uno de los medios más eficaces para cooperar a la misión familiar de educar a los jóvenes como  hijos de Dios  es la creación de escuelas  en las que la formación esté animada y orientada verdade- ramente por el  espíritu cristiano . Unas se llamarán formalmente católicas , otras lo serán realmente en su  inspiración  y en su  acti- vidad , sin usar ese título. Lo decisivo, a la hora de  valorar  la educa- ción impartida en esas escuelas, es que en ellas se procure efectivamente una  forma- ción integral  de las personas informada profundamente por los principios y valores cristianos  conforme a las enseñanzas de la Iglesia. MFa 72 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 6 Principios esenciales que rigen la relación entre familia y escuela: Los padres confían a la escuela una  participación  importante en la formación  de sus hijos, pero se mantiene su condición de  primeros y principales  responsables de la educación. Por eso tienen el derecho y el deber de  elegir  para sus hijos una escuela o colegio que les ofrezca  garantías  de una educación bien orientada. Los padres  católicos  tienen el deber de elegir las escue- las que mejor les ayuden en su tarea de  educadores cristianos . “ Como complementario al derecho, se pone el grave  deber  de los padres de comprometerse en una  relación cordial y efectiva  con los profesores y directores de las escuelas”( Familiaris consortio 40 ). MFa 73 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 7 A la hora de elegir  en conciencia  una escuela que colabore en la educación  cristiana  de los hijos, debe tenerse en cuenta que para este fin no basta  con la existencia de una asignatura de religión. La enseñanza de cualquier materia (sobre todo filosofía, historia, ética, ciencias naturales, biología...)  presupone  siempre una  con- cepción  de Dios, del hombre y del mundo que  condiciona  más o menos marcadamente el  enfoque  de la materia y las  ideas  que se transmiten. No cabe  una enseñanza  neutra  o aséptica, porque la realidad no es neutra: presentarla como si lo fuera supone siempre un  re- duccionismo . MFa 74 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 8 La  educación sexual  –tan decisiva para la capa- cidad de proyectar y construir la propia vida de acuerdo con la  vocación  fundamental  al amor - es tarea  irrenunciable  de los padres, que tienen el derecho inviolable a que se imparta a sus hijos en sintonía con sus  propias convicciones . Toda transmisión de conocimientos lleva consigo una formación de la  conciencia  y de la  sensibilidad , porque trasluce, de modo más o menos explícito, una determinada manera de  valorar  las cosas. De ahí la importancia de garantizar que los hijos reciban una formación de calidad y conforme a los  principios cristianos . Esa formación incluye la enseñanza escolar de la religión, aunque  no se agote en ella. MFa 75 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 9 A medida que su inteligencia madura y que progresan en un conocimiento amplio y fundado de las realidades  humanas , es necesario que los hijos profundicen también paralelamente en las verdades de fe . De otro modo, su formación cristiana quedaría cristalizada como un ingenuo “ sentimiento religioso ” que remite a la etapa infantil, pero que no se considera un verdadero conoci- miento racional de la realidad. Esto los predispondría, desde el comienzo de la vida adulta, a una  ruptura  de la unidad entre la fe  y la  vida diaria . Como recuerda el Concilio Vaticano II, hace falta que los hijos “progresen en la formación cristiana  a la par que en la  profana ” ( Gra- vissimum educationis 7 ). MFa 76 de 107
SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 10 “ Si en las escuelas se enseñan ideologías contrarias a la  fe  cristiana, la familia, junto con otras familias, si es posible mediante formas de asociación familiar, debe, con todas las fuerzas y con sabiduría, ayudar a los jóvenes  a no alejarse  de la fe. En este caso, la familia tiene necesidad de ayudas especiales por parte de los  Pastores de almas , los cuales no deben olvidar que los padres tienen el derecho inviolable de confiar sus hijos a la comunidad eclesial” ( Fa- miliaris consortio 40 ). Los padres pueden encontrar una gran  ayuda  en instancias educativas para el tiempo libre de sus hijos (clubs juveniles, asociaciones parro- quiales, etc.) dedicadas a  complementar  la formación familiar y esco- lar. Las deben  elegir  con criterios análogos a su elección de la escuela. MFa 77 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 1 “ Todos  los cristianos, de cualquier condición y estado (...) están llamados  por el Señor, cada uno  por su camino , a la perfección de aquella santidad en la que el mismo Padre es perfecto” ( Lu- men gentium 11 ). San Josemaría, Camino 291 : “Tienes obligación de santificarte. –Tú también. -¿Quién piensa que ésta es labor  exclusiva  de sacerdotes y religiosos? A todos sin excepción , dijo el Señor: ‘Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto’”. La llamada a la santidad es  universal , pero es para cada cristiano vocación  personalísima . Cada hombre o mujer, como persona única , irrepetible, protagoniza una relación  personal  con Dios. MFa 78 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 2 Ef 1, 4 : “Nos ha elegido en Cristo,  antes  de la creación del mundo, para que seamos  santos y sin mancha  en su presencia por el amor” “ Podemos decir que Dios  primero  elige al hombre, en el Hijo eterno y consustancial, para participar en la filiación divina, y sólo  después  quiere la creación” ( Juan Pablo II, Discurso, 28.05.1986 ). Nadie existe casualmente o sin sentido. La vocación  no  es algo  añadido  a la persona:  configura y constitu- ye  a la persona misma, es la clave más profunda de su identidad y la razón de su existir . Responder a esa vocación  no  es una tarea  más para el hombre o la mujer,  ni siquiera  la más importante: es mi ra- zón de ser y mi  único  fin. MFa 79 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 3 El  matrimonio  es  más  que una mera circunstancia personal, que pueda y deba  santificarse  del mismo modo que las otras. Consti- tuye una precisa determinación, una  concreción  de la vocación bautismal : “La vocación universal a la santidad está dirigida también a los  cónyuges  y padres cristianos. Para ellos está espe- cificada por el sacramento celebrado y traducida concretamente en las  realidades propias  de la existencia conyugal y familiar” ( Familiaris consortio 56 ). El matrimonio es “una  auténtica vocación  sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo (...); signo  sagrado  que santifica, acción de Jesús, que invada el alma de los que se casan (...),  transfor- mando  toda la vida matrimonial en un  andar divino  en la tierra” ( San Josemaría, Es Cristo que pasa 23 ). MFa 80 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 4 Para comprender la dimensión  vocacional  del matrimonio es preciso recordar que marido y mujer  ya no son dos, sino una sola carne .  Esa unión no es una relación superficial, sino que incide en el ser de los esposos: el matrimonio une sus personas en todos los aspectos conyugales, que están íntimamente  implicados  en la vocación fun- damental al  amor  y, por eso mismo, en la vocación a la santidad. Al ser  elevado  el matrimonio a la dignidad de sa- cramento, también sus  fines  se elevan al orden de la  gracia . Por eso el bien de los cónyuges y el bien de los hijos se extienden, en el matrimonio cristiano, a la realización  plena  de su dignidad cristiana como  hijos de Dios . MFa 81 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 5 Como Cristo elevó a  sacramento  el ma- trimonio mismo, en su  plena  realidad natural, “la vida  familiar , las relaciones conyugales , el cuidado y la educación de los  hijos , el  esfuerzo  por sacar económi- camente adelante a la familia y por ase- gurarla y mejorarla, el  trato  con las  otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones  humanas y corrientes  que los esposos cristianos deben  sobrenaturalizar ” ( San Josema- ría, Es Cristo que pasa 23 ). MFa 82 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 6 La vocación matrimonial lleva a descubrir el  significado  y  alcance  que poseen en el plan divino de la redención las realidades  humanas y corrientes  que configuran la existencia de los esposos. No se trata  simplemente  de que cada cónyuge pueda santificar su vida conyugal (de igual modo que su trabajo, por ejemplo) si la vive con una  intención recta . La diferencia consiste en que la  fuerza santificadora  del matrimonio es  intrínseca ,  sacramental . “ El sacramento del matrimonio, que presupone y especifica la gracia santificadora del  bautismo , es  fuente y medio  original de  santificación  propia para los cónyuges y para la familia cristiana” ( Familiaris consortio 56 ). MFa 83 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 7 La relación conyugal  no agota  la relación de cada cónyuge con  Dios  y con la  Iglesia . La persona ca- sada no puede amar a Dios y tender a la santidad al margen  de su matrimonio, pero su trato con Dios y su santificación no se dan  exclusivamente a través del matrimonio. Cada esposo mantiene su  singularidad  ante Dios, y debe secundar la acción del Espíritu en su vida para responder  personalmente  a su vocación a la santidad, que incluye como aspecto esencial la santifi- cación de su vida matrimonial y familiar en íntima  cooperación  con su cónyuge. La intimidad conyugal debe ser fuente de  confianza y amistad  crecientes: lo natural será que haya siempre comunicación, con delicado  respeto  a la  libertad  y a la  conciencia  del otro. MFa 84 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 8 Los esposos deben  confiar  plenamente en la realidad de su voca- ción divina, sabiendo que “así como del  sacramento  derivan para los cónyuges el  don y el deber  de vivir cotidianamente la santi- ficación recibida, del mismo sacramento brotan también la  gracia y el compromiso moral de transformar  toda su vida  en un conti- nuo sacrificio espiritual” ( Familiaris consortio 56 ). La vocación matrimonial, como toda vocación  di- vina , es  gracia y compromiso moral ,  don y tarea : elección eterna de Dios y propuesta amorosa que Dios hace a nuestra libertad. La correspondencia libre  a esa elección divina es  posible  precisamente por la  vocación , que implica que la tarea no supera las fuerzas de los esposos porque es una tarea rea- lizada  por Dios en correspondencia con ellos . MFa 85 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 9 La  gracia propia  del sacramento, que acompaña  permanente- mente  a los esposos, es lo que convierte la vida conyugal y familiar en camino específico de  santificación . Los esposos cristianos deben esforzarse por mantener siempre vivo el  don de Dios , recibido en el  bautismo  y determinado por el sacra- mento del  matrimonio . “ Los casados están  llamados  a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un  grave error , si edi- ficaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar” ( San Josemaría, Es Cristo que pasa 23 ). MFa 86 de 107
VOCACIÓN CRISTIANA, 10 “ También la familia cristiana está insertada en la Iglesia , pueblo sacerdotal, mediante el  sacramento del matrimonio, en el cual está enraizada y del que se  alimenta , es  vivificada  continuamente por el Señor y es  llamada  e invitada al  diálogo con Dios mediante la  vida sacramental , el  ofrecimiento  de la propia existencia y la  oración ” ( Familiaris con- sortio 55 ). “ Este es el cometido  sacerdotal  que la familia cristiana puede y debe ejercer, en íntima  comunión  con toda la  Iglesia , a través de las realidades  cotidianas  de la vida conyugal y familiar. De esta manera (...) es llamada a santificarse y a santificar a la co- munidad  eclesial  y al  mundo ” ( Idem ). MFa 87 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 1 La  vocación  cristiana no sólo llama a cada uno a la  santidad  personal, sino también, inseparablemente, a contribuir a la misión de la Iglesia, es decir, al  apostolado . El  apostolado  no es misión  exclusiva  de los sagrados  pastores , sino de  todos  los miembros de la Iglesia. La llamada al apostolado posee igual aspiración de  totalidad  y análogas  exigencias  de  coherencia y autenticidad  que la perso- nal vocación a la santidad de cada cristiano. La expresión  natu- ral  de la vida cristiana en relación con los demás es el apostolado. MFa 88 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 2 Del mismo modo que la vocación a la santidad, la vocación  apostó- lica  de los esposos cristianos se especifica por el sacramento del matrimonio y, en cuanto misión  propia  del matrimonio y la familia, se desarrolla a través de la vida matrimonial y familiar: de manera particular, impregnando de  espíritu cristiano  la vida conyugal y pro- curando la educación  cristiana  de los hijos. Es una dimensión propia de la fecundidad  sobrenatural  del matrimonio cristiano. “ Las familias cristianas constituyen un recurso deci- sivo para la  educación  en la fe, para la edificación de la  Iglesia  como comunión y para su capacidad de presencia  misionera  en las situaciones más diversas de la vida, así como para ser  levadura , en sentido cristiano, en la  cultura  generalizada y en las estructu- ras  sociales ” ( Benedicto XVI, Discurso 06.06.2005 ). MFa 89 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 3 CCE 1655 : “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la  Sagrada Familia  de José y de María. La Igle- sia no es otra cosa que la ‘ familia de Dios ’. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menu- do constituido por los que, ‘ con toda su casa ’, ha- bían llegado a ser creyentes. Cuando se convertían, deseaban también que se salvase ‘toda su casa’. Es- tas familias convertidas eran  islas de vida cristiana en un mundo no creyente”. CCE 1656 : “ En nuestros días , en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial  en cuanto  faros  de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica ”. MFa 90 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 4 En el matrimonio cristiano, el amor y todas sus obras propias quedan  elevados  al orden de la  caridad , que asume, purifica y perfecciona el amor meramente humano; y la misma vida fa- miliar se convierte en  ámbito de   desarrollo  de la vocación a la santidad y al apostolado con la que están llamados, en la Igle- sia,  todos  los miembros de la familia. Los esposos cristianos saben que el amor conyugal no alcanza su plenitud sin  lucha y esfuerzo , sin rectificación y perdón , sin  conversión  constante. La existencia de dificultades da lugar a que cada uno ponga en juego  lo mejor de sí mismo , como persona y como hijo de Dios. MFa 91 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 5 La  aceptación   generosa de la cruz  -del sufri- miento, de la preocupación, de los errores y pecados propios y ajenos, del cansancio- en las circunstancias de la vida conyugal y familiar contribuye al  bien de la Iglesia  y a la  reden- ción  del mundo, y es  camino necesario  hacia la madurez humana y cristiana del amor. La solución que propone la Iglesia para las  dificultades  en la convi- vencia matrimonial es el restablecimiento de la  concordia  entre los cónyuges, siempre que sea posible; y hacia ahí deben encaminarse los esfuerzos  humanos y sobrenaturales  de todos los implicados. MFa 92 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 6 Hay una diferencia  radical  entre el  divorcio , que pretende disolver el vínculo conyugal verdaderamente  existente , y la declaración ecle- siástica de  nulidad  del matrimonio, en la que el tribunal declara pro- bado que hubo una causa que impidió que el matrimonio fuera váli- do, por lo que, pese a las apariencias,  nunca existió  verdaderamente. Cuando se sospecha con  indicios de verdad  que pudo existir una causa de  nulidad  en un matrimonio canónico,  todos  (cónyuges, pas- tores, asesores, familiares y amigos, abogados) deben poner todos los medios para que se pueda  convalidar o sanar  ese matrimonio (haciendo que pase a ser  válido ) por los procedimientos previstos. Si, siendo  válido  el matrimonio, la convivencia conyugal se hace fí- sica o moralmente  imposible o muy dura , el derecho canónico regula la  separación ,  permaneciendo el vínculo  que une a los esposos. MFa 93 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 7 Para situaciones de  dificultad  en el matrimonio, los esposos deben recordar “que el amor conyugal es el  camino  para resolver la crisis. Precisamente porque Dios los ha unido con un vínculo  indisoluble , el esposo y la esposa, empleando todos sus recursos humanos con buena voluntad, pero sobre todo confiando en la ayuda de la  gracia divina , pueden y deben salir  renovados y fortalecidos  de los mo- mentos de extravío” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 2002, 5 ). No hay  realismo  más verdadero y fundado que la esperanza  cristiana que lleva a poner, con serenidad y confianza en  Dios , todos los medios  humanos y sobrenaturales  para superar las dificultades y crisis. MFa 94 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 8 En la participación de la  familia  en la misión de la Iglesia, la educación cristiana de los  hijos , puede ser considerada un  verdadero y propio apostolado . El  hogar cristiano  formado por los cónyuges “es el lugar en que los hijos reciben el  primer anuncio  de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente ‘ Iglesia doméstica ’, comunidad de gracia y de oración, escuela de  virtudes  humanas y de  caridad  cristiana” ( CCE 1666 ). Por su parte, los  padres , como primeros e insustituibles educadores, son también los primeros  evangelizadores  de sus hijos, con su  pa- labra  y con su  ejemplo . MFa 95 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 9 Los aspectos fundamentales de la  formación cristiana  de los hijos podrían resumirse así:  1 ) Educación  en la fe , mediante una au- téntica  catequesis , cuyo primer lugar es la familia;  2 ) Educación en la oración  y en la vida litúrgica y sacramental (especialmente penitencia y Eucaristía );  3 ) Educación  en la unidad de vida , es- pecialmente “mediante el testimonio de una vida cristiana de a- cuerdo con el evangelio” ( CCE 2226 ), que permita a los hijos crecer desde la infancia con profundos hábitos de coherencia  entre su fe y sus obras;  4 ) Educación para la vocación , que los ponga en condiciones de orientar su vida como respuesta cristiana a su vocación a la  plenitud del amor , es decir, a la santidad por el camino por el que Dios los llame. MFa 96 de 107
EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 10 La formación cristiana de los hijos debe reali- zarse como formación para la  libertad  y para el  amor . Especialmente en el ámbito de la vida cristiana (propuesta  amorosa  de Dios que cada persona debe acoger  libremente ), es preciso contar con la libertad de los hijos. La conciencia de que la libertad de los hijos se encuentra sometida también a la  influencia de un ambiente  que, muchas veces, pertur- ba y  dificulta  su formación cristiana, debe animar a los padres a acompañar con una especial  cercanía  hecha de amistad y compren- sión, de confianza, de comunicación y de oración; y a  perseverar con fortaleza en su misión, a pesar de los  sufrimientos y dificulta- des  que pueden aparecer a medida que van creciendo. MFa 97 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 1 CCE 2207 : “La familia es la  célula original de la vida social . Es la sociedad natural donde el hom- bre y la mujer son llamados al  don de sí  en el a- mor y en el don de la vida. La autoridad, la esta- bilidad y la vida de relación en el seno de la fami- lia constituyen los  fundamentos  de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad ”. “ La familia es la comunidad en la que,  desde la infancia , se puede aprender los  valores morales , comenzar a  honrar a Dios  y a usar bien de la  libertad . La vida de familia es  iniciación  a la vida en sociedad ” ( Idem ). MFa 98 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 2 Existen teorías que atribuyen un origen  artificial  a la sociedad: postulan que lo  propio y natural  en el hombre sería el individua- lismo egoísta, y que sólo por  intereses  prácticos se habría llegado a un acuerdo o  contrato social  para organizarse colectivamente. Frente a estas teorías, la doctrina católica ha profundizado en la concepción del hombre -presente ya en la filosofía griega- como un ser  social por naturaleza . El modelo para en- tender y construir la sociedad, y el lugar donde se aprende  naturalmente  a vivir en sociedad de un modo verdaderamente humano es la familia . MFa 99 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 3 En el  decálogo , los tres primeros mandamientos se refieren al amor de  Dios  y los otros siete al amor del  prójimo . No es casual que el  cuarto  manda- miento figure como punto de  enlace  y tránsito entre los tres anteriores y los seis posteriores. En las relaciones familiares se continúa en cierto modo aquella mis- teriosa  compenetración  entre el amor  divino  y el  humano  que está en el origen de la persona, por lo que el  amor a los padres , y la  co- munión familiar  que deriva de él, participa de una manera particu- lar del  amor a Dios . A su vez, el amor al  prójimo  “como a sí mismo” se da con una es- pecial  naturalidad  en la familia. MFa 100 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 4 La familia es el lugar  originario  en que cada persona es acogida y amada  incondicionalmente : no por  lo que tiene  o por lo que puede proporcionar , sino por  lo que es . “ La familia es la primera y fundamental  escuela de sociabilidad ” ( Familiaris consortio 17 ). Por ser la sede  natural  de la educación para el amor, constituye el “instrumento  más eficaz  de humaniza- ción y personalización de la  sociedad : colabora de manera origi- nal y profunda a la construcción del  mundo ” ( Idem 43 ). El  amor  es el reconocimiento y el trato que  exige  la  dignidad  de la persona y, por tanto, el único  fundamento  verdadero de una sociedad plenamente humana: la que Juan Pablo II llamó “ civilización del amor ”. MFa 101 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 5 Las  opciones familiares  a la carta que pre- tenden acompañar o sustituir en la norma- lidad social a la familia de fundación ma- trimonial  no  son verdaderas alternativas. No responden en plenitud a las exigencias propias del  amor conyugal , que siguen a la verdad de la  naturaleza humana . Del falseamiento de la  célula primaria  de la sociedad deriva nece- sariamente un  deterioro  del tejido social de consecuencias incal- culables, teniendo en cuenta la  función  humanizadora de la familia. La crisis de la familia constituye un grave daño para nuestra misma civilización . MFa 102 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 6 La  humanidad , y las instituciones sociales en que se articula y or- ganiza, sólo puede interpretarse  adecuadamente  a sí misma y per- petuarse con  autenticidad  a través de la familia fundada en el ma- trimonio, que no es correcta por ser tradicional, sino  al contrario . La  familia  de fundación matrimonial se ha convertido histórica- mente en  tradicional  porque es la  única  que acoge de modo ple- no la  verdad  de la persona humana, varón y mujer. Por eso, la familia es  bien común  de la  humani- dad , no sólo patrimonio de los creyentes; y por eso protegerla y promoverla constituye una de las maneras más decisivas de  proteger al hom- bre  y promover el  bien de la sociedad . MFa 103 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 7 La  relación ideal  entre familia y sociedad debería ser de  apoyo recíproco , de  interacción  enriquece- dora y de mutua  defensa . La sociedad puede favo- recer mucho el  desarrollo  adecuado de la familia; y la familia puede contribuir decisivamente a la construcción de una sociedad  estructurada, soli- daria y rica en humanidad .  Por su propia  naturaleza , la familia puede actuar eficazmente en el campo inmenso de las  iniciativas y obras  de caridad, solidari- dad, hospitalidad, asistencia y servicio. “Las familias deben cre- cer en la conciencia de ser ‘ protagonistas ’ de la llamada ‘políti- ca familiar’, y asumir la responsabilidad de  cambiar  la sociedad” ( Familiaris consortio 44 ). MFa 104 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 8 La familia debe “asumir la responsabilidad de  cambiar  la sociedad” precisamente porque  puede : porque en ella (y especialmente en la familia cristiana, por la gracia del sacramento del matrimonio) se encuentra la  fuerza originaria  capaz de edificar una sociedad digna de los hijos de Dios. No se trata de una acción de tipo directamente  políti- co  (en el sentido de actividad de partido), ni tampoco de una actuación  confesional : se trata de la expresión solidaria de quienes son plenamente  ciudadanos  y persiguen un reconocimiento y una ayuda  mejores para el matrimonio y la familia,  bien común  de toda la sociedad. La fuerza social de las  familias unidas puede ser decisiva en muchas materias. MFa 105 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 9 Cuando cunde en familias concretas un estilo de vida que  no refleja  adecuadamente la  belleza  y la verdad  de la institución familiar, cuando hay cón- yuges que  no  se comportan como deben en cuanto esposos  y en cuanto  padres o madres , la familia se expone a sufrir  daños profundos  en su imagen y en su realización. La familia está llamada a ser el  primer defensor  de sí misma y de su influjo social, comenzando por ser el  primer testigo  de su pro- pia  naturaleza  y de su  valor único . Ese protagonismo insustituible de la familia pasa necesariamente por su testimonio  coherente  de una vida conyugal y familiar plenamente  humana  y plenamente cristiana . MFa 106 de 107
FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 10 El trato  enamorado y fiel  de los cónyuges entre sí, el modo de educar  a los hijos y de  transmitir  los valores y la fe, las relacio- nes entre los diversos miembros de la familia, la capacidad de crear y extender un ámbito de  comprensión y unidad , la  apertu- ra  a otras familias, a otras instituciones, y especialmente a los más necesitados, son la forma más elocuente de  defender  la rea- lidad de la propia familia de fundación matrimonial, de mostrar su  belleza  como el centro y el corazón de la  civilización del amor . En lo espiritual como en lo humano, “ el futuro de la humanidad se fragua en la familia ” ( Familiaris consortio 86 ). MFa 107 de 107

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Matrimonio y familia

  • 1. DESIGNIO DE DIOS, 1 La íntima comunidad de vida y amor que se establece sobre la alianza matrimonial de un varón con una mujer no es una más entre las posibles formas de relación que pudiera in- ventar el hombre: “El mismo Dios es el autor del matrimonio” ( Gaudium et spes 48 ). CCE 1603 : “La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes ”. MFa 1 de 107
  • 2. DESIGNIO DE DIOS, 2 Precisamente porque la naturaleza del matrimonio no depende del arbitrio del hombre o del azar, es posible descubrir los rasgos co- munes y permanentes que lo caracterizan: la unión conyugal corres- ponde plenamente a la naturaleza humana que es universal (común a todos los hombres en todos los lugares) y permanente (no cambia, en lo esencial, a lo largo del tiempo). Jesucristo “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre” ( Gaudium et spes 22 ). Con la guía de la revela- ción , es posible alcanzar la verdad genuina del matrimonio, más allá de la ignorancia, de los errores y debili- dades de los hombres. MFa 2 de 107
  • 3. DESIGNIO DE DIOS, 3 CCE 1604 : “Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor , vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor. Habiéndolos creado Dios hombre y mujer , el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre ”. La unión conyugal es también imagen visible de la comunión de amor personal que se da en la vida íntima de Dios . Al mismo tiempo es imagen de la realización plena de la vocación del hombre al amor, que culmina en la unión eterna con Dios. MFa 3 de 107
  • 4. DESIGNIO DE DIOS, 4 Con el pecado , entra en la vida del hombre la experiencia del mal que afecta también a las relaciones entre el varón y la mujer . Ese desorden , aunque sus efectos puedan percibirse como algo normal en la propia vida y en el clima social, no es lo natural : no se origina en la naturaleza humana, sino en el pecado. En la situación de la naturaleza humana caída , la realización del amor conyugal conforme a la verdad de su origen no puede dar- se sin lucha y esfuerzo , apoyados en la ayuda del Señor . MFa 4 de 107
  • 5. DESIGNIO DE DIOS, 5 Por las heridas del pecado , el matrimonio, como el propio ser humano, queda oscu- recido y gravemente perturbado. Pero no pierde totalmente su valor y significado genuinos , porque, a pesar de las conse- cuencias del pecado, la verdad de la creación subsiste profundamente arraiga- da en la naturaleza humana. En el AT, la imagen de la alianza nupcial entre Dios e Israel fue disponiendo a los hombres para la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios , encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por Él. La redención realizada por Cristo, redime también el matrimonio : le devuelve la capacidad de ser imagen real del amor de Dios a los hombres. MFa 5 de 107
  • 6. DESIGNIO DE DIOS, 6 “ Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón, pero al principio no fue así” ( Mt 19, 8 ). Cristo “ revela la verdad original del matrimonio, la verdad del ‘principio’, y, liberando al hombre de la dureza del corazón, lo hace capaz de realizarla plenamente” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 13 ). La Nueva Ley , a diferencia de la Ley Antigua, no solamente indica el bien que hay que hacer y el mal que hay que evitar, sino que, con la gracia ganada por Cristo en la Cruz, da la fuerza para obrar como hijos de Dios, liberando así de la esclavitud del pecado. MFa 6 de 107
  • 7. DESIGNIO DE DIOS, 7 Cristo, al elevar el matrimonio a la dignidad de sacramento , lleva a plenitud el significado que había recibido en la creación. La redención no solo restaura la significación natural originaria de la unión conyugal, sino que la perfecciona en el orden sobre- natural. En el sacrificio que Jesucristo hace de sí mismo en la cruz por su Esposa , la Iglesia, “ se desvela enteramente el designio que Dios ha impreso en la humanidad del hom- bre y de la mujer desde su creación. (...) El Espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó” ( Juan Pablo II, Familiaris Consortio 13 ). MFa 7 de 107
  • 8. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 1 Crisis del matrimonio y de la familia: rechazo de la verdad objetiva de la naturaleza humana (qué es el hombre) como fundamento y guía de la actuación recta de la persona (qué debe hacer, qué es bueno o malo). Focos de la crisis 1 Concepto de libertad subjetivo e individualista desligado de la verdad del ser humano. Lleva a rechazar todo compromiso , como contrario a la libertad. Se desvincula la sexualidad de cualquier exigencia propia de la dignidad de la persona: sexo trivializado como objeto disponible para su libre manipulación y uso. 2 MFa 8 de 107
  • 9. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 2 3 El matrimonio no sería más que un formalismo convencional , una tradición social superada, que condiciona la libertad impo- niendo derechos y deberes al amor y al sexo. 4 Las posibilidades técnicas de disociación entre matrimonio y descendencia contribuyen a desdibujar la naturaleza verdadera de la procreación y su vinculación con la unión conyugal como fundamento de la familia. 5 La familia se considera un modelo de convivencia impuesto por circunstancias culturales e históricas, sin fundamento permanente en la naturaleza humana (habría múltiples mo- delos de familia). MFa 9 de 107
  • 10. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 3 = no existe sexo (varón y mujer), sino “ género ” (“ papeles ” que se asumen en la conducta sexual del individuo). No pretende la igualdad entre varón y mujer, sino simplemente reconocer que la diferencia no existe : es artificial y discriminatoria. Ideología de género Si la distinción varón-mujer es la primera alienación del ser humano en el plano personal, la imposición del matrimonio heterosexual y de la familia monógama supone la primera alienación en su pro- yecto social. Debe desaparecer todo lo que perpetua socialmente esa alienación: toda unión estable , la relación entre unión y procreación , incluso la misma maternidad , porque esclaviza a la mujer, y el parentesco. MFa 10 de 107
  • 11. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 4 A consecuencia del pecado original , la capacidad del hombre para conocer claramente la verdad y adherirse con firmeza al bien queda debilitada . Cuando el hombre rechaza voluntariamente las luces que Dios le ofrece, queda debilitado y con- fundido , porque “sin el Creador la criatura se diluye” ( Gaudium et spes 36 ). Por eso Dios ha querido revelar no sólo verdades estrictamente sobrenaturales, sino también verdades que el hombre puede alcanzar por sí mismo, para que todos puedan conocerlas fácil- mente , con certeza y sin mezcla de error . MFa 11 de 107
  • 12. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 5 Realismo : los seres tienen un modo de ser (naturaleza común a todos los de su especie) del que procede un modo de obrar también propio. En buena parte de la cultura actual se rechaza este realismo. Consecuencia: no cabe encontrar criterios de validez permanente para saber qué es bueno o malo para el hombre, qué es di- gno o indigno de él, lo humano o lo inhumano. Se rechaza el realismo también cuando se niega, no que exista una verdad objetiva sobre el hombre, sino que sea posible conocerla , o al menos conocerla con certeza . Todo se reduce a opinión o proba- bilidad : lo que unos consideran malo, otros lo consideran bueno, y ninguna opinión puede pretender ser la verdadera. MFa 12 de 107
  • 13. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 6 Las leyes , para ser justas, deben ser racionales, esto es, conforme a la recta razón que busca promover en la sociedad el bien común adecuado a la verdad del hombre. Si se niega la realidad objetiva de la naturaleza humana, el legislador deja de tener referencias estables sobre lo que es adecuado al hombre. De este modo, se impone como dogma el relativismo : puesto que las cosas no tienen una naturaleza permanente, o no podemos conocerla con certeza, nada es defendible como verdad absoluta que la sociedad deba proteger. Ya no es que la ley reconozca y proteja deter- minados bienes y derechos porque son debi- dos a la persona y a la sociedad, sino que se consideran debidos porque así lo dice la ley . MFa 13 de 107
  • 14. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 7 Juan Pablo II señala el relativismo como el mayor enemigo de la democracia: “Una de- mocracia sin valores se convierte con facili- dad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” ( Centesimus Annus 46 ). Al imponer el relativismo, se pretende que no se desea discriminar a nadie. Pero esa opción no es neutral : se trata de una opción intencio- nada (aunque no reconocida) a favor de la negación de toda verdad . La opción relativista escamotea el fundamento objetivo de la reali- dad entera, y por tanto también de la persona humana y del signifi- cado de su diferenciación sexual. MFa 14 de 107
  • 15. OSCURECIMIENTO ACTUAL, 8 Libertad como pura opción : decidir sin referencia alguna al conte- nido de las decisiones. Como toda opción implica renunciar a otras posibles, cada elección reduciría la libertad. Cuando la libertad se reduce a opción, el amor queda sustituido por el estímulo más inmediato. Se produce la sustitución de lo bueno por lo apetecido . Si yo decido y creo la verdad, también decido y creo el bien en cada momento. PERO : el objeto de la voluntad libre no consiste en mantener abiertas las máximas opciones de bienes posibles, sino en pasar del bien po- sible al bien real a través de la elección: no se quiere la posibilidad, sino la posesión del bien. MFa 15 de 107
  • 16. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 1 El matrimonio es una institución natural : forma parte de lo que el hombre tiene reci- bido por su propio modo de ser . En sus elementos esenciales, no nace de la inven- tiva humana, sino de la naturaleza del hombre. Por tanto no es una institución artificial, creada por la cultura o por las leyes para organizar de algún modo las uniones entre personas, sino una realidad previa a cualquier cultura o legislación, que tiene en sí misma una determinada estructura jurídica y moral. Por eso reclama de la sociedad, civil y eclesial, el reconocimiento público adecuado y la necesaria protección jurídica. MFa 16 de 107
  • 17. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 2 Los actos sexuales humanos, por su orientación natu- ral, expresan a dos personas constituidas en un único principio potencial de una nueva vida humana, que, por su misma dignidad de persona, exige ser acogida y educada en el seno de una comunidad de vida que vincule permanentemente a los progenitores. Cuando no existe esa vinculación permanente, la unión sexual expresa corporalmente una mentira o una verdad a medias : carece de su plena significación personal (sólo hay biología o quizá cierta afectividad). Por eso el matrimonio no es una entre otras formas posibles de rela- ción sexual entre personas: es la forma específicamente humana de unión interpersonal en el plano de la diversidad-complementariedad sexual, la única que responde plenamente a la dignidad de la persona. MFa 17 de 107
  • 18. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 3 El término matrimonio designa tanto el acto de casarse (boda o matri- monio in fieri ) como la unidad de varón y mujer constituido por ese acto (sociedad o comunidad conyugal o matrimonio in facto esse ). Se trata de dos realidades inseparables (causa-efecto). Pero conviene distinguir lo que pertenece al nacimiento del matrimonio de lo que corresponde a la vivencia del matrimonio ya nacido. Mientras que las vicisitudes que afectan a la cele- bración del matrimonio pueden determinar su nulidad , las que se producen en la vida de un ma- trimonio válido ya no afectan por si mismas al vínculo matrimonial, sino a la realización más o menos lograda, o frustrada del destino común como cónyuges. MFa 18 de 107
  • 19. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 4 La inclinación natural entre varón y mujer puede llegar a transfor- marse, entre dos personas concretas , en amor esponsal , que aspira a una unión plena presidida por el amor conyugal. La causa eficiente del vínculo matrimonial es el consentimiento de los contrayentes, es decir, “el acto de la voluntad, por el cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el matrimonio” ( CIC 1057, 2 ). CIC 1057, 1 : “El matrimonio lo produce el consentimiento de las partes legítimamente manifestado entre personas jurídicamente hábiles, consentimiento que ningún poder humano puede suplir”. MFa 19 de 107
  • 20.
  • 21. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 6 Lo que los dos contrayentes deben querer, para que el consentimiento produzca su efecto propio, es precisamente contraer matrimonio entre ellos, no otro tipo de relaciones. En virtud de ese acto de libertad , por el que cada uno hace un don total de sí mismo y acepta totalmente al otro como esposo o esposa, varón y mujer quedan unidos en el plano del ser , es decir, no sólo están casados, sino que son cónyuges y, por serlo, se deben el uno al otro perpetuamente y en exclusiva las obras propias del amor conyugal (el obrar sigue al ser). “ El marido y la mujer (...) por el pacto conyugal ‘ya no son dos, sino una sola carne’ ( Mt 19, 6 )” ( Gaudium et spes 48 ). MFa 21 de 107
  • 22. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 7 El vínculo matrimonial es “ superior a cual- quier otro tipo de vínculo interhumano, in- cluso al vínculo con los padres (...). ‘Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne’( Gn 2, 24 )” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 1991, 2 ). El matrimonio puede caracterizarse como una unidad de naturaleza : el vínculo conyugal une a los cónyuges uniendo sus cuerpos y sus almas. Los cuerpos mediante el derecho mutuo sobre ellos, las almas por la unión de los yo personales mediante el amor debido o comprometido. Quienes son ya uno en sus seres, son uno también en sus destinos y en sus vidas . En lo conyugal, cada uno ya no se pertenece, sino que forma parte del ser del otro y se debe a él. MFa 22 de 107
  • 23. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 8 Propiedades esenciales del matrimonio: unidad e indisolubilidad . La calificación de “ esenciales ” de esas propiedades ha de entenderse en sentido estricto : no como si significara que son características “ muy importantes” en la práctica, y que por eso se proponen como ideales. Se trata de las propiedades que corresponden por naturaleza al vínculo matrimonial, y sin las cuales no se puede dar. No existe un vínculo matrimonial verdadero que no sea, por eso mismo, exclusivo (unidad) y per- petuo (indisolubilidad). Esas propiedades forman parte de la verdad original sobre el matrimonio, revelada en la Sagrada Escritura y en la Tradi- ción. Por ser naturales están al alcance de la recta razón, que puede conocer en lo funda- mental la verdad del matrimonio. MFa 23 de 107
  • 24. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 9 La unidad del matrimonio implica que el vínculo conyugal sola- mente puede ser único, es decir, de un varón con una mujer , y no cabe multiplicarlo: es exclusivo . El matrimonio nace por la mutua entrega y aceptación totales de los cónyuges, Esa totalidad no se daría si uno o ambos se reservaran el derecho de entregarse también, en lo conyugal, a otros . Gaudium et spes 49 : “La unidad del matrimonio, confirmada por el Señor, aparece ampliamente en la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y al varón en el mutuo y pleno amor”. CCE 1645 : “La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo ”. MFa 24 de 107
  • 25. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 10 La indisolubilidad significa que, por la propia naturaleza de la unión matrimonial, los cónyu- ges quedan vinculados mientras ambos vivan . No es simplemente que el matrimonio no pueda disolverse por razones morales o de derecho canónico, sino que es indisoluble. El pacto conyugal hace nacer entre los cónyuges una relación que los vincula en el plano del ser . La voluntad de contraer matrimonio consiste en querer, no simplemente “ hacer de esposo ”, sino “ ser esposo ”, y las relaciones en el orden del ser se asientan en la perso- na y perduran con ella (no se puede ser ex-esposo de modo análogo a como no se puede ser ex-hijo ). MFa 25 de 107
  • 26. IDENTIDAD DEL MATRIMONIO, 11 No cabe una entrega-aceptación total de la persona por un tiempo . La entrega solo del momento presente no vincula, porque es simple- mente un hecho que pasa, no un compromiso , y por tanto no puede constituirse en una relación de justicia, en un vínculo jurídico como es el matrimonio. “ El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable . Esto es consecuen- cia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo , no algo pasajero. Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas , así como el bien de los hijos , exigen la plena fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad ” ( CCE 1646 ). MFa 26 de 107
  • 27. FINES DEL MATRIMONIO, 1 La expresión “ fines del matrimonio ” no indica cualquier finalidad que pudieran proponerse una mujer y un varón que deciden unir o compartir sus vidas, sino aquellas a las que está ordenada la unión marital por su propia naturaleza . El consorcio de toda la vida que establecen los cónyuges por la alianza matrimonial está “ordenado por su propia índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole ” ( CIC 1055, 1 ), fines que se dan íntimamente relacionados y coor- dinados entre sí, sin que sea posible separarlos . MFa 27 de 107
  • 28. FINES DEL MATRIMONIO, 2 No habría plena entrega y aceptación mutua en la dimensión conyugal si se excluye al otro como consorte (aquel a quien está unida la pro- pia suerte, y a quien se debe en justicia el amor conyugal), o si se le rechaza en su potencial paternidad o maternidad , que son dimensión natural primaria de la complementariedad sexual. “ La dimensión natural esencial [del matrimonio] implica por exigen- cia intrínseca la fidelidad , la indisolubilidad , la paternidad y maternidad potenciales, como bienes que integran una relación de justicia” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 2001, 7 ). MFa 28 de 107
  • 29. FINES DEL MATRIMONIO, 3 Juan Pablo II aclaró que, aunque la Constitución Gaudium et spes y la Encíclica Humanae Vitae , de Pablo VI, no utilicen la terminología tradicional ( fin primario-fin secundario ), “sin embargo, tratan de aquello mismo a lo que se refieren las expresio- nes tradicionales” ( Juan Pablo II, Alocución, 10.X.1984, 3 ). La generación y educación de los hijos sólo se realiza de modo ple- namente personal integrada en el bien de los cónyuges; y éste no se obtiene auténticamente si se prescinde de su ordenación objeti- va a la generación y educación de los hijos. Ambos fines tienen consistencia y dignidad propias, y nunca pueden separarse . MFa 29 de 107
  • 30. FINES DEL MATRIMONIO, 4 “ La ordenación a los fines naturales del matrimonio –el bien de los esposos y la generación y educación de la prole- está intrínseca- mente presente en la masculinidad y en la feminidad (...). El ma- trimonio y la familia son inseparables , porque la masculinidad y la feminidad de las personas casadas están constitutivamente abiertas al don de los hijos. Sin esta apertura ni siquiera podría existir un bien de los esposos digno de este nombre” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana 2001, 5 ). Para contraer matrimonio válidamente no se requiere la obtención efectiva de los fines (que sólo se puede dar después de estar ya ca- sados), sino que los contrayentes no excluyan positivamente , con un acto de voluntad , ninguno de ellos al prestar el consentimiento, es decir, que quieran contraer verdadero matrimonio aceptando su intrínseca ordenación natural. MFa 30 de 107
  • 31. FINES DEL MATRIMONIO, 5 El amor no es sólo, ni principalmente, algo pasivo, padecido (“mal de amores”). Es fundamentalmente obra de la voluntad libre : la persona no es sólo víctima, sino sobre todo protagonista de su amor (y de su desamor). Por eso no sólo no hay contradicción entre deber y amor, sino que el amor, al madurar, busca transformarse en deber, como manera humana de obligarse a durar para siempre . Del “deseo ser tu esposo o tu esposa porque te quiero” se pasa al “te quiero, y te querré siempre, porque eres mi esposo o mi esposa”. MFa 31 de 107
  • 32. FINES DEL MATRIMONIO, 6 Las obras del amor deben provenir lo más inmediatamente posi- ble del amor mismo, antes que del mero sentido del deber . Una vez iniciada la vida conyugal, el amor debe ser el motor de los actos y conductas de los esposos en los acontecimientos coti- dianos . La criatura puede –por fragilidad- no poner en práctica las obras debidas. La grandeza del amor conyugal reside en que, con la ayuda de Dios , los esposos pueden hacerlo realidad. Los esposos pue- den fallar, si bien este hecho no destruye la unión conyugal y por eso pueden res- taurar el amor que su debilidad deterioró. MFa 32 de 107
  • 33. SACRAMENTALIDAD, 1 La persona humana es sagrada , por ser imagen y semejanza del Creador en su unidad de cuerpo y alma espiritual, y por el des- tino eterno al que Dios la llama. De ahí que la unión conyugal posea también una dimensión naturalmente trascendente, sagra- da en cierto modo, como “imagen del amor absoluto con que Dios ama al hombre” ( CCE 1604 ). Llegada la plenitud de los tiempos , Jesu- cristo elevó el mismo matrimonio original a la dignidad de sacramento . No supone una mera bendición de lo natural, sino su elevación al orden sobrenatural. MFa 33 de 107
  • 34. SACRAMENTALIDAD, 2 Mediante el bautismo , el hombre y la mujer son insertados definiti- vamente “en la alianza esponsal de Cristo con la Iglesia . Y, debido a esta inserción indestructi- ble, la comunidad íntima de vida y de amor con- yugal, fundada por el Creador, es elevada y asu- mida en la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora. En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno a otro de la manera más profundamente indisoluble. Su recíproca pertenencia es representación real , mediante el signo sacra- mental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 13 ). MFa 34 de 107
  • 35. SACRAMENTALIDAD, 3 La gracia (orden de la redención) no destruye ni sustituye a la naturaleza (orden de la creación), sino que la asume , sanándola, y la eleva al orden sobrenatural (de la vida de los hijos de Dios). Así, del mismo modo que el hombre redimido , ele- vado por la gracia a la condición de hijo de Dios, es el mismo hombre de la creación , el matrimonio incorporado al orden de la redención es el mismo matrimonio del “ principio ”. La comunión conyugal es fruto y signo de una exigencia profunda- mente humana . “Dios asume esta exigencia humana, la confirma, la purifica y la eleva , conduciéndola a perfección con el sacramento del matrimonio” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 19 ). MFa 35 de 107
  • 36. SACRAMENTALIDAD, 4 La base de la dignidad sacramental del matrimonio entre bautizados es el bautismo de los esposos, que los inserta en la alianza esponsal de Cristo con la Iglesia de modo definitivo (irrevocable por parte de Dios e irrenunciable por parte de los hombres), en virtud del carác- ter bautismal impreso en el hombre. Se celebra el matrimonio con rito litúrgico , siempre que es posible, porque es sacramento ; no es sacramento porque se celebre litúr- gicamente. Que el matrimonio verdadero entre dos bauti- zados sea sacramento , se debe a la incorpora- ción de cada uno de ellos a Cristo por el bau- tismo , no al rito religioso de la boda. MFa 36 de 107
  • 37. SACRAMENTALIDAD, 5 El sacramento no es sólo ni principalmente la boda , sino el matrimonio, es decir la “ unidad de dos ” definitivamente estable- cida por el consentimiento matrimonial. La recíproca pertenencia de los cónyuges es lo que representa sacramentalmente la unión de Cristo con la Iglesia. Esta recíproca pertenencia se asienta en el vínculo conyugal, que por su misma naturaleza es uno e indisoluble y se ordena al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos. La gracia del sacramento va más allá del momento constitutivo del matrimonio, para acompañar a los cónyuges a lo largo de toda su existencia . MFa 37 de 107
  • 38. SACRAMENTALIDAD, 6 El matrimonio no es la misma unión de Cristo con la Iglesia, pero tampoco es un mero símbolo o imagen de ella. Gracias a la vincu- lación que Dios ha establecido entre ambas realidades, la significa y la representa realmente , de modo sacramental (es decir, en el sentido fuerte de re-presentar: hacer presente con su eficacia santi- ficadora). Los esposos son sujetos y ministros del sacramento. El signo sacramental es el matrimonio mismo (unidad de marido y mujer, desde el momento en que nace el pacto conyugal). La realidad significada por el signo es la unión salvífica, indiso- lublemente fiel, de Cristo con su Iglesia . MFa 38 de 107
  • 39. SACRAMENTALIDAD, 7 El efecto propio e inmediato del sacramento del matrimonio no es la gracia sobrenatural, sino el vínculo conyugal cristiano , que es como el título permanente por el que los cónyuges se hacen acreedores a la gracia propia del sacramento, que los fortalece y los capacita para vivir su matrimo- nio como vocación y camino eclesial de santidad . En virtud de su sacramentalidad, el vínculo conyugal se convierte en un vínculo sagrado , ya no meramente natural. Por eso, las propieda- des esenciales del vínculo quedan dotadas de una peculiar firmeza , congruente con la significación sacramental (unión indisoluble de Cristo con la Iglesia); y sus fines trascienden el ámbito meramente natural. MFa 39 de 107
  • 40. SACRAMENTALIDAD, 8 “ El sacramento del matrimonio tiene esta peculiaridad respecto a los otros: ser el sacramento de una realidad que existe ya en la eco- nomía de la creación : ser el mismo pacto conyugal instituido por el Creador ‘al principio’” ( Juan Pablo II, Familiaris consortio 68 ). Peculiaridad respecto, por ejemplo, al bautismo : la acción física de lavar existe en el orden de la creación, pero en el bautismo no conserva el sentido que posee por naturaleza. Su significado y su finalidad naturales no son asumidos, sino cambiados en la nueva realidad sacramental. En el matrimonio se constituye en sacramento la misma realidad natural en su integridad (marido y mujer con vínculo conyugal, propiedades, fines). MFa 40 de 107
  • 41. SACRAMENTALIDAD, 9 Puesto que lo que Cristo ha asumido como signo es la mismísima realidad del matrimonio, en este sa- cramento la acción sagrada es la misma acción na- tural , con los mismos protagonistas (ministros); y la intención de obtener los fines sobrenaturales pasa necesariamente por la de obtener los naturales. Eso explica la inseparabilidad o identidad entre matrimonio de los bautizados y sacramento: “La alianza matrimonial (...) fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados . Por tanto, entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento” ( CIC 1055 ). MFa 41 de 107
  • 42. FECUNDIDAD, 1 “ Por su naturaleza misma, la propia insti- tución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coro- nados como su culminación” ( Gaudium et spes 48 ). CCE 2366 : “La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumpli- miento”. Sin la apertura al don de los hijos, “ni siquiera podría existir un bien de los esposos digno de este nombre” ( Juan Pablo II, Discurso 2001 ). MFa 42 de 107
  • 43. FECUNDIDAD, 2 Gn 1, 26-27 : “Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen , se- gún nuestra semejanza (...). Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó”. La singularidad de la criatura humana radica en ese vínculo parti- cular y específico que la une con el Creador . Así el ser humano tiene la dignidad de persona : no es algo, sino alguien. La íntima vinculación del hombre con el Creador -en su origen, su naturaleza, su vida y su destino último- es la razón radical del valor incomparable de la persona humana: “En el hombre se refleja la realidad misma de Dios ” ( Evangelium vitae 34 ). MFa 43 de 107
  • 44. FECUNDIDAD, 3 CCE 372 : “El hombre y la mujer están hechos el uno para el otro (...). En el matrimonio , Dios los une de manera que, formando ‘ una sola carne’ ( Gn 2, 24 ), puedan transmitir la vida humana : ‘Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra’ ( Gn 1, 28 ). Al transmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador ”. El carácter único de la cooperación del varón y de la mujer en la Obra del Creador radi- ca en que los hijos nacidos de su unión no están formados úni- camente a imagen de sus progenitores, sino a imagen de Dios . MFa 44 de 107
  • 45. FECUNDIDAD, 4 Dar origen al alma espiritual no está al alcance del poder del hombre: cada alma es creada directamen- te por Dios. Sin embargo, el Creador no se ha re- servado en exclusiva el poder de crear nuevos seres humanos, sino que lo ejerce a través del amor con- yugal entre varón y mujer, que queda así asociado de modo inseparable a su designio creador. Cada vez que se engendra una vida humana, comien- za a existir un nuevo ser que es, a la vez, material y espiritual , formado a imagen y semejanza de sus padres y de Dios: una persona , varón o mujer, a la que el Creador llama por su nombre a la existencia con la cooperación de sus progenitores. MFa 45 de 107
  • 46. FECUNDIDAD, 5 Solo la revelación de Dios, con la luz de la fe, permite descubrir en qué consiste ese algo más que hace posible valorar el sentido pleno de la generación humana, “como acontecimiento profun- damente humano y altamente religioso , en cuanto implica a los cónyuges , que forman una sola carne y también a Dios mismo que se hace presente” ( Evangelium vitae 43 ). La fe descubre, con asombro agra- decido, hasta qué punto se entrela- zan el amor humano y el amor di- vino en el misterio de la procreación. MFa 46 de 107
  • 47. FECUNDIDAD, 6 El pecado ha introducido un desorden en el corazón del hombre que se refleja en la cul- tura. En la actualidad, bajo el influjo de una profunda crisis cultural , se produce un ver- dadero eclipse del valor de la vida . Si la condición sexuada se desvincula de la dignidad personal del ser humano, se abre paso fácilmente una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad. Se fomenta un temor egoísta a los hijos, lo que desemboca incluso en la consideración del hijo como un mal o como un intruso que ha de evitarse. Aparece también la absolutización del deseo personal como único criterio de la procreación que implica la consideración del hijo como un derecho , como un objeto o como un producto . MFa 47 de 107
  • 48. FECUNDIDAD, 7 En la difusión de la mentalidad contraria a la vida han influido también teorías demográficas que han presentado el crecimiento de la población como una amenaza para la supervivencia de la humanidad. Con esa manipulación de datos y cálculos se invierten grandes sumas en imponer las medidas antinatalistas como única vía para el desarrollo en los países del tercer mundo y como condición para concederles ayudas económicas. En los países desarrollados , el excesivo bienestar y la mentalidad consumista “quitan a los esposos la generosidad y la valentía para suscitar nuevas vidas humanas; y así la vida (...) no se ve ya como una bendición , sino como un peligro del que hay que defenderse” ( Familiaris consortio 6 ). MFa 48 de 107
  • 49. FECUNDIDAD, 8 Frente a esos planteamientos, la recta mirada humana, iluminada por la fe, comprende que una nueva vida es siempre un don: Para el recién nacido su vida es el primer don del Creador a la criatura. Para la familia , el bien común de la familia se enriquece por el amor esponsal concretado en el hijo. Para cada miembro de la familia, el nuevo hijo hace de sí mismo un don a los hermanos y a los padres , que con él se realizan personal- mente en la dinámica de amor y donación propia de la comunión de personas que es la familia. Para la sociedad cuyo bien común está en el hombre , que constituye su sentido y su riqueza . MFa 49 de 107
  • 50. FECUNDIDAD, 9 La comunidad familiar se configura como santuario de la vida , como el ámbito idóneo para acogerla y protegerla , no sólo en su origen, sino también en todas sus etapas y vicisitudes. CCE 2373 : “La Sagrada Escritura y la práctica tradicional de la Iglesia ven en las familias numerosas un signo de la bendición divina y de la generosidad de los padres”. CCE 1654 : “Los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido , humana y cris- tianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de cari- dad, de acogida y de sacrificio”. MFa 50 de 107
  • 51. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 1 La verdad plena del amor conyugal lleva consigo exigencias morales muy precisas, que la Iglesia no deja de recordar con fortaleza , a pesar de las actitudes de rechazo que se le han opuesto. “ La gente no escucha, por desgracia, más que los ‘no’ de la Iglesia, pero la respuesta de Dios al amor humano es un ‘ sí ’entusiasta. Él es su fuente y su meta verdadera. Dios bendice al amor humano auténtico . El Creador lo ha querido. Cristo Salvador lo transfigura , hasta el punto de hacer de él el reflejo y el sacramento de su Alianza indisoluble. Los ‘no’ que la Iglesia pronuncia con claridad son simplemente la contrapartida de ese ‘sí’ entusiasta, el rechazo de las falsificaciones del amor” ( Juan Pablo II, Alocución 6.02.1987 ). MFa 51 de 107
  • 52. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 2 La exigencias morales del amor conyugal no son limitaciones o mandatos impuestos desde fuera : proceden de dentro , brotan del mismo modo de ser de ese amor; y defienden su autenticidad y su grandeza frente a la debilidad humana. Actuar en contra de ellas no es malo porque esté prohibido: está prohibido precisamente porque es malo para las personas, porque falsea y desvirtúa el verdadero bien del amor conyugal. La recta razón puede descubrir la coherencia del orden moral del a- mor conyugal con la verdad de la persona humana. Por eso la Iglesia propone su magisterio moral sobre la sexualidad no como un ejercicio de autoridad que reclame una sumisión ciega, sino “urgiendo a los hombres a la observancia de los preceptos de la ley natural , que ella interpreta mediante su constante doctrina” ( Humanae vitae 11 ). MFa 52 de 107
  • 53. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 3 El orden recto del amor puede vivirse : no se trata de un ideal hermoso pero poco realista, inalcanzable a causa de las dificultades que cada persona experimenta en sí misma y a su alrededor. Considerando las cosas con realismo cristiano , vivir el amor conyugal conforme a su verdad íntegra –de acuerdo con el plan de Dios -, no supera las capacidades humanas, si bien la na- turaleza caída necesita el auxilio de la gracia para ser capaz de aceptar y vivir esa verdad con todas sus consecuencias. MFa 53 de 107
  • 54. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 4 La visión cristiana del amor humano aprecia y celebra la intimidad corporal de los esposos, como realidad querida por el Creador -por tanto, buena en sí misma-, que perfecciona y manifiesta aquel “ ser los dos una sola carne” que, en el matrimonio cristiano, es re- presentación real de la unión indivisible de Cristo con su Iglesia y forma parte del camino de la santidad conyugal. Conforme a la constitución natural de la persona humana, la unión sexual de varón y mujer –propiamente “acto conyugal” porque su verdad plena se da exclusivamente en la unión entre marido y mu- jer- posee de suyo un doble significado : unitivo (expresión huma- na del amor, placer y gozo corporal y espiritual, intimidad corpo- ral que “viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual” ( CCE 2360 )), y procreador (se ordena por su misma naturaleza a la transmisión de la vida humana). MFa 54 de 107
  • 55. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 5 Si se pone en relación los significados propios del acto conyugal con los fines del matrimonio, se advierte que ambos son insepara- bles . Cualquier ruptura voluntaria del significado pleno del acto conyugal lo falsearía intrínsecamente como expresión verdadera- mente humana del amor conyugal. Todo “acto matrimonial, en sí mismo , debe quedar abierto a la transmisión de la vida” ( Humanae vitae 11 ). “Esta doctrina, muchas veces expuesta por el magisterio, está fundada sobre la inseparable cone- xión que Dios ha querido y que el hombre no pue- de romper por propia iniciativa, entre los dos signi- ficados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador ” ( Humanae vitae 12 ). MFa 55 de 107
  • 56. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 6 “ En el deber de transmitir la vida humana y educarla , que han de considerar como su mi- sión propia, los cónyuges saben que son coo- peradores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cum- plirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana” ( Gaudium et spes 50 ). Esta exhortación del Concilio a la “ paternidad responsable ” se re- fiere ante todo a la responsabilidad de los esposos de colaborar con Dios ejerciendo la facultad conyugal de transmitir la vida. Los esposos deben decidir en conciencia –procurando tener una conciencia bien formada (estudio, consejo, oración)- cómo han de cooperar en sus circunstancias particulares con el amor de Dios . MFa 56 de 107
  • 57. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 7 “ Por razones justificadas , los esposos pueden que- rer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del egoísmo , sino que es conforme a la justa gene- rosidad de una paternidad responsable” ( CCE 2368 ). La naturaleza misma del amor conyugal exige la recta intención de los esposos y la valoración en conciencia de la seriedad de los motivos. Los esposos deben respetar siempre la naturaleza del acto conyugal, es decir, no privarlo nunca voluntariamente de su plena significación, ya que sólo “salvaguardando ambos aspectos esen- ciales, unitivo y procreador , el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad” ( Humanae vitae 12 ). MFa 57 de 107
  • 58. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 8 Por eso, los llamados “ métodos naturales ”, es decir, “la continen- cia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos son conformes a los criterios objetivos de la moralidad” ( CCE 2370 ). Por el contrario es intrínsecamente mala (desordenada en sí misma ) “ toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realiza- ción , o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se propon- ga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” ( Hu- manae vitae 14 ). Tales medios son ilícitos porque corrompen la verdad del acto con- yugal: lo privan de la apertura a la vida (aspecto procreador ) y de la autenticidad de la entrega entre los esposos (aspecto unitivo ), que no puede ser plena en ese acto cerrado artificialmente a la vida. MFa 58 de 107
  • 59. TRANSMISIÓN DE LA VIDA, 9 La razón de la profunda diferencia entre los métodos naturales y la contracepción no es una cuestión de métodos , sino antropológica y, en consecuencia, moral : implica “dos concepciones de la perso- na y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí” ( Familiaris consortio 32 ). La línea divisoria está marcada por el respeto a la verdad y a la dignidad de la persona y del amor conyugal, que quedan manipulados y envilecidos siempre que se separan volun- tariamente los dos significados del acto conyugal. La anticoncepción implica no darse al otro total- mente: se produce no solo el rechazo de la apertu- ra a la vida , sino también una falsificación de la verdad del amor . Hasta tal punto es así, que los métodos naturales , usados con actitud e intención anticonceptiva, son también moralmente ilícitos . MFa 59 de 107
  • 60. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 1 Familiaris consortio 36 : “La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engen- drando en el amor y por amor una nueva persona que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarro- llo, asumen, por eso mismo, la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana ”. El hombre, desde su nacimiento, es un ser en proceso de desarrollo, no sólo físico, sino específicamente humano. Existe una continuidad necesaria entre la transmisión de la vida acorde con la dignidad de la persona, y la responsabilidad educadora . La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación, sino que se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación . MFa 60 de 107
  • 61. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 2 Como consecuencia directa de la vinculación entre comunidad conyugal, procreación y educación, los padres son por naturale- za los primeros y principales educadores de sus hijos: su papel es tan importante que, si falta, difícilmente puede suplirse. Características del derecho-deber educa- tivo de los padres: 1) es esencial ( vincu- lado radicalmente con la transmisión de la vida); 2) original y primario (los de- más educadores siempre tienen un papel derivado y secundario ); 3) insustituible e inalienable (la relación de amor entre padres e hijos es única , y constituye el alma del proceso educativo). MFa 61 de 107
  • 62. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 3 El derecho y deber educativo reside en los padres precisamente en cuanto matrimonio . Por el vínculo conyugal, cada esposo se hace copartícipe y coposesor del otro en todos sus aspectos conyugales. Por tanto cada uno de ellos participa solidariamente de la paterni- dad o maternidad del otro. Puesto que la educación es continuación necesaria de la paterni- dad y maternidad humanas, esa solidaridad y participación común establecida entre los esposos se extiende a la misión educativa . “ Es deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor , por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorez- ca la educación íntegra , personal y social de los hijos” ( Gravissimum educationis 3 ). MFa 62 de 107
  • 63. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 4 El hogar familiar , la comunión de personas que nace como desarrollo natural del amor de los esposos, es el ambiente adecuado para la educación humana y cristiana de los hijos. En el hogar, los hijos se incorporan también a la misión educativa de la comunidad familiar, contribuyendo por su parte al creci- miento humano y cristiano de sus padres . Mediante el amor , el respeto , la obediencia a los padres, los hijos aportan su específica e insustituible contribución a la edificación de una familia auténticamente humana y cristiana. Los ancianos forman también parte de “la familia, en la que distin- tas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría” ( Gaudium et spes 52 ). MFa 63 de 107
  • 64. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 5 La tarea educativa varía en sus formas y en sus contenidos a medida que los hijos van creciendo . Pero, incluso cuando la misión educativa de los padres cesa como responsabilidad directa con la emancipación de los hijos, permanece siempre de algún modo su función de consejo y de ayuda -especialmente con la oración -, siempre respe- tando la autonomía de los hijos y sus familias. La formación en el hogar se basa más en el ejemplo y en el clima de la vida familiar que en enseñanzas formales o en la mera indicación de normas. Sin embargo, en la tarea educativa es preciso contar con la debilidad propia y ajena. No hay nada tan formativo como recono- cer los propios errores y defectos, pedir perdón y perdonar pronta- mente, y ayudarse mutuamente, con comprensión, a enmendarse. MFa 64 de 107
  • 65. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 6 Aspectos fundamentales de la educación familiar: debe orientarse especialmente a la formación para la libertad , a la formación para el amor y a la formación en la fe . Formación para la libertad La libertad no consiste en la simple posibilidad de elegir arbitraria- mente, sino en la capacidad de ser dueño de sí y gobernarse a sí mismo para dirigirse al bien verdadero . Para el recto uso de la libertad se necesita un apren- dizaje de las virtudes : “La familia es un lugar apro- piado para la educación de las virtudes. Esta requie- re el aprendizaje de la abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda libertad ver- dadera” ( CCE 2223 ). Educación para ejercer la li- bertad sin dejarse arrastrar por el ambiente adverso. MFa 65 de 107
  • 66. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 7 Formación para el amor La familia encierra en sí la capacidad de transmitir, por experiencia, el verdadero significado del amor, frente a sus imágenes deformadas. El don de sí , que inspira el amor mutuo de los esposos , se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las rela- ciones entre hermanos y hermanas . Tiene especial importancia la educación en la vir- tud de la castidad , sin la cual se deteriora grave- mente la capacidad de amar rectamente ; y una delicada y clara educación sexual, que es siempre responsabilidad primaria e irrenunciable de los padres. MFa 66 de 107
  • 67. FAMILIA Y EDUCACIÓN, 8 Formación en la fe La estructura íntima de la persona está determina- da por su vocación fundamental al amor, que al- canza su pleno significado en la llamada a com- partir, ya en la tierra y por toda la eternidad, la vida misma de Dios . Por esto hay que subrayar la necesidad específica de la educación cristiana , que no persigue sólo la madurez humana, sino sobre todo que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe que han recibido, aprendan a tratar a Dios como hijos y se em- peñen personalmente en buscar la santidad , que es la plena madu- rez cristiana. Los padres son los primeros evangelizadores . MFa 67 de 107
  • 68. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 1 El derecho y deber de los padres a la educación de los hijos es inalienable : no puede ser ni abandonado por ellos en manos de otros, ni arrebatado injustamente por ninguna autoridad. Es original y primario (anterior a cualquier derecho de la sociedad civil y del Estado). La función de la familia como primera y princi- pal comunidad educadora es insustituible . Sin embargo, la educación completa de la persona requiere actualmente conocimientos , recursos técnicos y materiales que superan las posibilida- des concretas de la educación familiar. De ahí que la tarea educativa requiera la colaboración de toda la sociedad. MFa 68 de 107
  • 69. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 2 Principio de subsidiaridad : “una estructura social de orden supe- rior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior , privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común ” ( Juan Pablo II, Centesimus annus 48 ). Por eso, la sociedad civil (no sólo los poderes públicos) debe tutelar los derechos y obligacio- nes de los padres y de quienes intervienen en la educación y colaborar con ellos y completar la obra educativa cuando no basta el esfuerzo de los padres y de otras sociedades, atendiendo a los deseos paternos. MFa 69 de 107
  • 70. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 3 Teniendo en cuenta el principio de subsi- diaridad, el Estado debe evitar todo mo- nopolio escolar . Tiene la responsabilidad de asegurar: 1) el acceso de todos los ciu- dadanos a la educación, velando por el bienestar de los alumnos, la calidad de los profesores y planes de estudios y la buena gestión del sistema educativo; 2) la libertad de enseñanza , que incluye la de crear y mantener centros educativos, de modo que los padres puedan elegir según su conciencia las escuelas para sus hijos; 3) la justa distribución de los recursos públicos , aportados por todos los ciudadanos, para que esa libertad sea real y efectiva . MFa 70 de 107
  • 71. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 4 A la Iglesia corresponde también la tarea edu- cativa, “sobre todo porque tiene el deber de a- nunciar a todos los hombres el camino de sal- vación , de comunicar a los creyentes la vida de Cristo y de ayudarles con cuidado constan- te para que puedan alcanzar la plenitud de esa vida” ( Gravissimum educationis 3 ). Para la Iglesia, el oficio de enseñar es, junto con los de regir y san- tificar, parte esencial de la misión que ha recibido de Cristo. No puede renunciar a esa misión sin desoír el mandato del Señor y privar a los hombres de la luz del Evangelio . Tiene, por eso mismo, una especial responsabilidad de ayudar a las familias en la educa- ción cristiana de sus hijos. MFa 71 de 107
  • 72. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 5 Uno de los medios más eficaces para cooperar a la misión familiar de educar a los jóvenes como hijos de Dios es la creación de escuelas en las que la formación esté animada y orientada verdade- ramente por el espíritu cristiano . Unas se llamarán formalmente católicas , otras lo serán realmente en su inspiración y en su acti- vidad , sin usar ese título. Lo decisivo, a la hora de valorar la educa- ción impartida en esas escuelas, es que en ellas se procure efectivamente una forma- ción integral de las personas informada profundamente por los principios y valores cristianos conforme a las enseñanzas de la Iglesia. MFa 72 de 107
  • 73. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 6 Principios esenciales que rigen la relación entre familia y escuela: Los padres confían a la escuela una participación importante en la formación de sus hijos, pero se mantiene su condición de primeros y principales responsables de la educación. Por eso tienen el derecho y el deber de elegir para sus hijos una escuela o colegio que les ofrezca garantías de una educación bien orientada. Los padres católicos tienen el deber de elegir las escue- las que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos . “ Como complementario al derecho, se pone el grave deber de los padres de comprometerse en una relación cordial y efectiva con los profesores y directores de las escuelas”( Familiaris consortio 40 ). MFa 73 de 107
  • 74. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 7 A la hora de elegir en conciencia una escuela que colabore en la educación cristiana de los hijos, debe tenerse en cuenta que para este fin no basta con la existencia de una asignatura de religión. La enseñanza de cualquier materia (sobre todo filosofía, historia, ética, ciencias naturales, biología...) presupone siempre una con- cepción de Dios, del hombre y del mundo que condiciona más o menos marcadamente el enfoque de la materia y las ideas que se transmiten. No cabe una enseñanza neutra o aséptica, porque la realidad no es neutra: presentarla como si lo fuera supone siempre un re- duccionismo . MFa 74 de 107
  • 75. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 8 La educación sexual –tan decisiva para la capa- cidad de proyectar y construir la propia vida de acuerdo con la vocación fundamental al amor - es tarea irrenunciable de los padres, que tienen el derecho inviolable a que se imparta a sus hijos en sintonía con sus propias convicciones . Toda transmisión de conocimientos lleva consigo una formación de la conciencia y de la sensibilidad , porque trasluce, de modo más o menos explícito, una determinada manera de valorar las cosas. De ahí la importancia de garantizar que los hijos reciban una formación de calidad y conforme a los principios cristianos . Esa formación incluye la enseñanza escolar de la religión, aunque no se agote en ella. MFa 75 de 107
  • 76. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 9 A medida que su inteligencia madura y que progresan en un conocimiento amplio y fundado de las realidades humanas , es necesario que los hijos profundicen también paralelamente en las verdades de fe . De otro modo, su formación cristiana quedaría cristalizada como un ingenuo “ sentimiento religioso ” que remite a la etapa infantil, pero que no se considera un verdadero conoci- miento racional de la realidad. Esto los predispondría, desde el comienzo de la vida adulta, a una ruptura de la unidad entre la fe y la vida diaria . Como recuerda el Concilio Vaticano II, hace falta que los hijos “progresen en la formación cristiana a la par que en la profana ” ( Gra- vissimum educationis 7 ). MFa 76 de 107
  • 77. SUJETOS DE LA TAREA EDUCATIVA, 10 “ Si en las escuelas se enseñan ideologías contrarias a la fe cristiana, la familia, junto con otras familias, si es posible mediante formas de asociación familiar, debe, con todas las fuerzas y con sabiduría, ayudar a los jóvenes a no alejarse de la fe. En este caso, la familia tiene necesidad de ayudas especiales por parte de los Pastores de almas , los cuales no deben olvidar que los padres tienen el derecho inviolable de confiar sus hijos a la comunidad eclesial” ( Fa- miliaris consortio 40 ). Los padres pueden encontrar una gran ayuda en instancias educativas para el tiempo libre de sus hijos (clubs juveniles, asociaciones parro- quiales, etc.) dedicadas a complementar la formación familiar y esco- lar. Las deben elegir con criterios análogos a su elección de la escuela. MFa 77 de 107
  • 78. VOCACIÓN CRISTIANA, 1 “ Todos los cristianos, de cualquier condición y estado (...) están llamados por el Señor, cada uno por su camino , a la perfección de aquella santidad en la que el mismo Padre es perfecto” ( Lu- men gentium 11 ). San Josemaría, Camino 291 : “Tienes obligación de santificarte. –Tú también. -¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos sin excepción , dijo el Señor: ‘Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto’”. La llamada a la santidad es universal , pero es para cada cristiano vocación personalísima . Cada hombre o mujer, como persona única , irrepetible, protagoniza una relación personal con Dios. MFa 78 de 107
  • 79. VOCACIÓN CRISTIANA, 2 Ef 1, 4 : “Nos ha elegido en Cristo, antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha en su presencia por el amor” “ Podemos decir que Dios primero elige al hombre, en el Hijo eterno y consustancial, para participar en la filiación divina, y sólo después quiere la creación” ( Juan Pablo II, Discurso, 28.05.1986 ). Nadie existe casualmente o sin sentido. La vocación no es algo añadido a la persona: configura y constitu- ye a la persona misma, es la clave más profunda de su identidad y la razón de su existir . Responder a esa vocación no es una tarea más para el hombre o la mujer, ni siquiera la más importante: es mi ra- zón de ser y mi único fin. MFa 79 de 107
  • 80. VOCACIÓN CRISTIANA, 3 El matrimonio es más que una mera circunstancia personal, que pueda y deba santificarse del mismo modo que las otras. Consti- tuye una precisa determinación, una concreción de la vocación bautismal : “La vocación universal a la santidad está dirigida también a los cónyuges y padres cristianos. Para ellos está espe- cificada por el sacramento celebrado y traducida concretamente en las realidades propias de la existencia conyugal y familiar” ( Familiaris consortio 56 ). El matrimonio es “una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo (...); signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invada el alma de los que se casan (...), transfor- mando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra” ( San Josemaría, Es Cristo que pasa 23 ). MFa 80 de 107
  • 81. VOCACIÓN CRISTIANA, 4 Para comprender la dimensión vocacional del matrimonio es preciso recordar que marido y mujer ya no son dos, sino una sola carne . Esa unión no es una relación superficial, sino que incide en el ser de los esposos: el matrimonio une sus personas en todos los aspectos conyugales, que están íntimamente implicados en la vocación fun- damental al amor y, por eso mismo, en la vocación a la santidad. Al ser elevado el matrimonio a la dignidad de sa- cramento, también sus fines se elevan al orden de la gracia . Por eso el bien de los cónyuges y el bien de los hijos se extienden, en el matrimonio cristiano, a la realización plena de su dignidad cristiana como hijos de Dios . MFa 81 de 107
  • 82. VOCACIÓN CRISTIANA, 5 Como Cristo elevó a sacramento el ma- trimonio mismo, en su plena realidad natural, “la vida familiar , las relaciones conyugales , el cuidado y la educación de los hijos , el esfuerzo por sacar económi- camente adelante a la familia y por ase- gurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar ” ( San Josema- ría, Es Cristo que pasa 23 ). MFa 82 de 107
  • 83. VOCACIÓN CRISTIANA, 6 La vocación matrimonial lleva a descubrir el significado y alcance que poseen en el plan divino de la redención las realidades humanas y corrientes que configuran la existencia de los esposos. No se trata simplemente de que cada cónyuge pueda santificar su vida conyugal (de igual modo que su trabajo, por ejemplo) si la vive con una intención recta . La diferencia consiste en que la fuerza santificadora del matrimonio es intrínseca , sacramental . “ El sacramento del matrimonio, que presupone y especifica la gracia santificadora del bautismo , es fuente y medio original de santificación propia para los cónyuges y para la familia cristiana” ( Familiaris consortio 56 ). MFa 83 de 107
  • 84. VOCACIÓN CRISTIANA, 7 La relación conyugal no agota la relación de cada cónyuge con Dios y con la Iglesia . La persona ca- sada no puede amar a Dios y tender a la santidad al margen de su matrimonio, pero su trato con Dios y su santificación no se dan exclusivamente a través del matrimonio. Cada esposo mantiene su singularidad ante Dios, y debe secundar la acción del Espíritu en su vida para responder personalmente a su vocación a la santidad, que incluye como aspecto esencial la santifi- cación de su vida matrimonial y familiar en íntima cooperación con su cónyuge. La intimidad conyugal debe ser fuente de confianza y amistad crecientes: lo natural será que haya siempre comunicación, con delicado respeto a la libertad y a la conciencia del otro. MFa 84 de 107
  • 85. VOCACIÓN CRISTIANA, 8 Los esposos deben confiar plenamente en la realidad de su voca- ción divina, sabiendo que “así como del sacramento derivan para los cónyuges el don y el deber de vivir cotidianamente la santi- ficación recibida, del mismo sacramento brotan también la gracia y el compromiso moral de transformar toda su vida en un conti- nuo sacrificio espiritual” ( Familiaris consortio 56 ). La vocación matrimonial, como toda vocación di- vina , es gracia y compromiso moral , don y tarea : elección eterna de Dios y propuesta amorosa que Dios hace a nuestra libertad. La correspondencia libre a esa elección divina es posible precisamente por la vocación , que implica que la tarea no supera las fuerzas de los esposos porque es una tarea rea- lizada por Dios en correspondencia con ellos . MFa 85 de 107
  • 86. VOCACIÓN CRISTIANA, 9 La gracia propia del sacramento, que acompaña permanente- mente a los esposos, es lo que convierte la vida conyugal y familiar en camino específico de santificación . Los esposos cristianos deben esforzarse por mantener siempre vivo el don de Dios , recibido en el bautismo y determinado por el sacra- mento del matrimonio . “ Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error , si edi- ficaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar” ( San Josemaría, Es Cristo que pasa 23 ). MFa 86 de 107
  • 87. VOCACIÓN CRISTIANA, 10 “ También la familia cristiana está insertada en la Iglesia , pueblo sacerdotal, mediante el sacramento del matrimonio, en el cual está enraizada y del que se alimenta , es vivificada continuamente por el Señor y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental , el ofrecimiento de la propia existencia y la oración ” ( Familiaris con- sortio 55 ). “ Este es el cometido sacerdotal que la familia cristiana puede y debe ejercer, en íntima comunión con toda la Iglesia , a través de las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar. De esta manera (...) es llamada a santificarse y a santificar a la co- munidad eclesial y al mundo ” ( Idem ). MFa 87 de 107
  • 88. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 1 La vocación cristiana no sólo llama a cada uno a la santidad personal, sino también, inseparablemente, a contribuir a la misión de la Iglesia, es decir, al apostolado . El apostolado no es misión exclusiva de los sagrados pastores , sino de todos los miembros de la Iglesia. La llamada al apostolado posee igual aspiración de totalidad y análogas exigencias de coherencia y autenticidad que la perso- nal vocación a la santidad de cada cristiano. La expresión natu- ral de la vida cristiana en relación con los demás es el apostolado. MFa 88 de 107
  • 89. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 2 Del mismo modo que la vocación a la santidad, la vocación apostó- lica de los esposos cristianos se especifica por el sacramento del matrimonio y, en cuanto misión propia del matrimonio y la familia, se desarrolla a través de la vida matrimonial y familiar: de manera particular, impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y pro- curando la educación cristiana de los hijos. Es una dimensión propia de la fecundidad sobrenatural del matrimonio cristiano. “ Las familias cristianas constituyen un recurso deci- sivo para la educación en la fe, para la edificación de la Iglesia como comunión y para su capacidad de presencia misionera en las situaciones más diversas de la vida, así como para ser levadura , en sentido cristiano, en la cultura generalizada y en las estructu- ras sociales ” ( Benedicto XVI, Discurso 06.06.2005 ). MFa 89 de 107
  • 90. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 3 CCE 1655 : “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Igle- sia no es otra cosa que la ‘ familia de Dios ’. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menu- do constituido por los que, ‘ con toda su casa ’, ha- bían llegado a ser creyentes. Cuando se convertían, deseaban también que se salvase ‘toda su casa’. Es- tas familias convertidas eran islas de vida cristiana en un mundo no creyente”. CCE 1656 : “ En nuestros días , en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica ”. MFa 90 de 107
  • 91. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 4 En el matrimonio cristiano, el amor y todas sus obras propias quedan elevados al orden de la caridad , que asume, purifica y perfecciona el amor meramente humano; y la misma vida fa- miliar se convierte en ámbito de desarrollo de la vocación a la santidad y al apostolado con la que están llamados, en la Igle- sia, todos los miembros de la familia. Los esposos cristianos saben que el amor conyugal no alcanza su plenitud sin lucha y esfuerzo , sin rectificación y perdón , sin conversión constante. La existencia de dificultades da lugar a que cada uno ponga en juego lo mejor de sí mismo , como persona y como hijo de Dios. MFa 91 de 107
  • 92. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 5 La aceptación generosa de la cruz -del sufri- miento, de la preocupación, de los errores y pecados propios y ajenos, del cansancio- en las circunstancias de la vida conyugal y familiar contribuye al bien de la Iglesia y a la reden- ción del mundo, y es camino necesario hacia la madurez humana y cristiana del amor. La solución que propone la Iglesia para las dificultades en la convi- vencia matrimonial es el restablecimiento de la concordia entre los cónyuges, siempre que sea posible; y hacia ahí deben encaminarse los esfuerzos humanos y sobrenaturales de todos los implicados. MFa 92 de 107
  • 93. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 6 Hay una diferencia radical entre el divorcio , que pretende disolver el vínculo conyugal verdaderamente existente , y la declaración ecle- siástica de nulidad del matrimonio, en la que el tribunal declara pro- bado que hubo una causa que impidió que el matrimonio fuera váli- do, por lo que, pese a las apariencias, nunca existió verdaderamente. Cuando se sospecha con indicios de verdad que pudo existir una causa de nulidad en un matrimonio canónico, todos (cónyuges, pas- tores, asesores, familiares y amigos, abogados) deben poner todos los medios para que se pueda convalidar o sanar ese matrimonio (haciendo que pase a ser válido ) por los procedimientos previstos. Si, siendo válido el matrimonio, la convivencia conyugal se hace fí- sica o moralmente imposible o muy dura , el derecho canónico regula la separación , permaneciendo el vínculo que une a los esposos. MFa 93 de 107
  • 94. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 7 Para situaciones de dificultad en el matrimonio, los esposos deben recordar “que el amor conyugal es el camino para resolver la crisis. Precisamente porque Dios los ha unido con un vínculo indisoluble , el esposo y la esposa, empleando todos sus recursos humanos con buena voluntad, pero sobre todo confiando en la ayuda de la gracia divina , pueden y deben salir renovados y fortalecidos de los mo- mentos de extravío” ( Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 2002, 5 ). No hay realismo más verdadero y fundado que la esperanza cristiana que lleva a poner, con serenidad y confianza en Dios , todos los medios humanos y sobrenaturales para superar las dificultades y crisis. MFa 94 de 107
  • 95. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 8 En la participación de la familia en la misión de la Iglesia, la educación cristiana de los hijos , puede ser considerada un verdadero y propio apostolado . El hogar cristiano formado por los cónyuges “es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente ‘ Iglesia doméstica ’, comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana” ( CCE 1666 ). Por su parte, los padres , como primeros e insustituibles educadores, son también los primeros evangelizadores de sus hijos, con su pa- labra y con su ejemplo . MFa 95 de 107
  • 96. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 9 Los aspectos fundamentales de la formación cristiana de los hijos podrían resumirse así: 1 ) Educación en la fe , mediante una au- téntica catequesis , cuyo primer lugar es la familia; 2 ) Educación en la oración y en la vida litúrgica y sacramental (especialmente penitencia y Eucaristía ); 3 ) Educación en la unidad de vida , es- pecialmente “mediante el testimonio de una vida cristiana de a- cuerdo con el evangelio” ( CCE 2226 ), que permita a los hijos crecer desde la infancia con profundos hábitos de coherencia entre su fe y sus obras; 4 ) Educación para la vocación , que los ponga en condiciones de orientar su vida como respuesta cristiana a su vocación a la plenitud del amor , es decir, a la santidad por el camino por el que Dios los llame. MFa 96 de 107
  • 97. EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 10 La formación cristiana de los hijos debe reali- zarse como formación para la libertad y para el amor . Especialmente en el ámbito de la vida cristiana (propuesta amorosa de Dios que cada persona debe acoger libremente ), es preciso contar con la libertad de los hijos. La conciencia de que la libertad de los hijos se encuentra sometida también a la influencia de un ambiente que, muchas veces, pertur- ba y dificulta su formación cristiana, debe animar a los padres a acompañar con una especial cercanía hecha de amistad y compren- sión, de confianza, de comunicación y de oración; y a perseverar con fortaleza en su misión, a pesar de los sufrimientos y dificulta- des que pueden aparecer a medida que van creciendo. MFa 97 de 107
  • 98. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 1 CCE 2207 : “La familia es la célula original de la vida social . Es la sociedad natural donde el hom- bre y la mujer son llamados al don de sí en el a- mor y en el don de la vida. La autoridad, la esta- bilidad y la vida de relación en el seno de la fami- lia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad ”. “ La familia es la comunidad en la que, desde la infancia , se puede aprender los valores morales , comenzar a honrar a Dios y a usar bien de la libertad . La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad ” ( Idem ). MFa 98 de 107
  • 99. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 2 Existen teorías que atribuyen un origen artificial a la sociedad: postulan que lo propio y natural en el hombre sería el individua- lismo egoísta, y que sólo por intereses prácticos se habría llegado a un acuerdo o contrato social para organizarse colectivamente. Frente a estas teorías, la doctrina católica ha profundizado en la concepción del hombre -presente ya en la filosofía griega- como un ser social por naturaleza . El modelo para en- tender y construir la sociedad, y el lugar donde se aprende naturalmente a vivir en sociedad de un modo verdaderamente humano es la familia . MFa 99 de 107
  • 100. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 3 En el decálogo , los tres primeros mandamientos se refieren al amor de Dios y los otros siete al amor del prójimo . No es casual que el cuarto manda- miento figure como punto de enlace y tránsito entre los tres anteriores y los seis posteriores. En las relaciones familiares se continúa en cierto modo aquella mis- teriosa compenetración entre el amor divino y el humano que está en el origen de la persona, por lo que el amor a los padres , y la co- munión familiar que deriva de él, participa de una manera particu- lar del amor a Dios . A su vez, el amor al prójimo “como a sí mismo” se da con una es- pecial naturalidad en la familia. MFa 100 de 107
  • 101. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 4 La familia es el lugar originario en que cada persona es acogida y amada incondicionalmente : no por lo que tiene o por lo que puede proporcionar , sino por lo que es . “ La familia es la primera y fundamental escuela de sociabilidad ” ( Familiaris consortio 17 ). Por ser la sede natural de la educación para el amor, constituye el “instrumento más eficaz de humaniza- ción y personalización de la sociedad : colabora de manera origi- nal y profunda a la construcción del mundo ” ( Idem 43 ). El amor es el reconocimiento y el trato que exige la dignidad de la persona y, por tanto, el único fundamento verdadero de una sociedad plenamente humana: la que Juan Pablo II llamó “ civilización del amor ”. MFa 101 de 107
  • 102. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 5 Las opciones familiares a la carta que pre- tenden acompañar o sustituir en la norma- lidad social a la familia de fundación ma- trimonial no son verdaderas alternativas. No responden en plenitud a las exigencias propias del amor conyugal , que siguen a la verdad de la naturaleza humana . Del falseamiento de la célula primaria de la sociedad deriva nece- sariamente un deterioro del tejido social de consecuencias incal- culables, teniendo en cuenta la función humanizadora de la familia. La crisis de la familia constituye un grave daño para nuestra misma civilización . MFa 102 de 107
  • 103. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 6 La humanidad , y las instituciones sociales en que se articula y or- ganiza, sólo puede interpretarse adecuadamente a sí misma y per- petuarse con autenticidad a través de la familia fundada en el ma- trimonio, que no es correcta por ser tradicional, sino al contrario . La familia de fundación matrimonial se ha convertido histórica- mente en tradicional porque es la única que acoge de modo ple- no la verdad de la persona humana, varón y mujer. Por eso, la familia es bien común de la humani- dad , no sólo patrimonio de los creyentes; y por eso protegerla y promoverla constituye una de las maneras más decisivas de proteger al hom- bre y promover el bien de la sociedad . MFa 103 de 107
  • 104. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 7 La relación ideal entre familia y sociedad debería ser de apoyo recíproco , de interacción enriquece- dora y de mutua defensa . La sociedad puede favo- recer mucho el desarrollo adecuado de la familia; y la familia puede contribuir decisivamente a la construcción de una sociedad estructurada, soli- daria y rica en humanidad . Por su propia naturaleza , la familia puede actuar eficazmente en el campo inmenso de las iniciativas y obras de caridad, solidari- dad, hospitalidad, asistencia y servicio. “Las familias deben cre- cer en la conciencia de ser ‘ protagonistas ’ de la llamada ‘políti- ca familiar’, y asumir la responsabilidad de cambiar la sociedad” ( Familiaris consortio 44 ). MFa 104 de 107
  • 105. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 8 La familia debe “asumir la responsabilidad de cambiar la sociedad” precisamente porque puede : porque en ella (y especialmente en la familia cristiana, por la gracia del sacramento del matrimonio) se encuentra la fuerza originaria capaz de edificar una sociedad digna de los hijos de Dios. No se trata de una acción de tipo directamente políti- co (en el sentido de actividad de partido), ni tampoco de una actuación confesional : se trata de la expresión solidaria de quienes son plenamente ciudadanos y persiguen un reconocimiento y una ayuda mejores para el matrimonio y la familia, bien común de toda la sociedad. La fuerza social de las familias unidas puede ser decisiva en muchas materias. MFa 105 de 107
  • 106. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 9 Cuando cunde en familias concretas un estilo de vida que no refleja adecuadamente la belleza y la verdad de la institución familiar, cuando hay cón- yuges que no se comportan como deben en cuanto esposos y en cuanto padres o madres , la familia se expone a sufrir daños profundos en su imagen y en su realización. La familia está llamada a ser el primer defensor de sí misma y de su influjo social, comenzando por ser el primer testigo de su pro- pia naturaleza y de su valor único . Ese protagonismo insustituible de la familia pasa necesariamente por su testimonio coherente de una vida conyugal y familiar plenamente humana y plenamente cristiana . MFa 106 de 107
  • 107. FAMILIA, SOCIEDAD ORIGINARIA, 10 El trato enamorado y fiel de los cónyuges entre sí, el modo de educar a los hijos y de transmitir los valores y la fe, las relacio- nes entre los diversos miembros de la familia, la capacidad de crear y extender un ámbito de comprensión y unidad , la apertu- ra a otras familias, a otras instituciones, y especialmente a los más necesitados, son la forma más elocuente de defender la rea- lidad de la propia familia de fundación matrimonial, de mostrar su belleza como el centro y el corazón de la civilización del amor . En lo espiritual como en lo humano, “ el futuro de la humanidad se fragua en la familia ” ( Familiaris consortio 86 ). MFa 107 de 107