Somos seres humanos proclives a la equivocación, al error, eso es normal, está en nuestro cotidiano, incluido nuestro trabajo, es parte de la vida. Si el error es leve, pasajero, el asunto termina con una disculpa, o un castigo simple de llamado de atención, un jalón de orejas cuando somos niños. Sin embargo, el tema, se hace serio, cuando el error, tiene efectos, profundos, no importa que sea pasajero, si esto conlleva dolor y maltrato excesivo. El error es mucho más grave, cuando las consecuencias son prolongadas, permanentes hasta eternas. En estos casos el resarcimiento tiene que ser claro, contundente, oportuno, nunca tardío.