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MENSUARIO
NOVIEMBRE 2010 VOL. 2 Nº 29
JOSÉ ORTEGA Y GASSET:
IMPLICACIONES PARA LA FORMACIÓN
DE CIENTÍFICOS E INGENIEROS2
Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
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Durante la semana del 20 al 24 de sep-tiembre
de 2010, se llevó a cabo un curso in-
ternacional de doctorado consagrado al Euti-
frón, uno de los textos componentes de los
Diálogos de Platón. Tal Curso fue fruto de la
colaboración entre la Universidad de Antio-
quia y la Universidad Pontificia Bolivariana.
Uno de los conferenciantes fue Ignacio Vento
Villate, de la Universidad Autónoma de Ma-
drid. Al concluir el Curso, el profesor Vento
destacó el mayor interés por la filosofía y la
actividad pensante en tierras hispanoame-
ricanas en marcado contraste con la situa-ción
de decadencia en España y la vieja Eu-ropa.
Empero, ¿hay fundamento para tanto
optimismo, máxime ante el ambiente hostil en
extremo que existe para el cultivo de las
humanidades en la academia de hoy, orienta-
da hacia lo tecnocrático a ultranza? En fin, to-
memos con cautela el optimismo del profesor
Vento, en especial cuando es frecuente en-
contrar publicaciones acerca del declive ac-
tual de la ciencia en las que aparece oportu-
namente el pensamiento de José Ortega y
Gasset, habida cuenta de su vigencia y fres-
cura.
Así mismo, una novela de Luis Martín San-tos,
Tiempo de silencio, es un testimonio elo-
cuente de la precaria cultura científica en Es-
paña, imagen que poco difiere de la de esta
orilla del Atlántico. Como quiera que sea, co-
mo dice Octavio Paz, la situación de Latino-
américa es de ayuno científico; o, en pala-bras
de Heinz Dieterich, de feudalismo de al-ta
tecnología; o, según Marcelino Cereijido, de
países con investigación, pero sin ciencia.
Para colmo de males, se desconoce en gra-do
sumo el pensamiento de José Ortega y Gasset
en lo atinente a la filosofía de la tec-nología,
legado que vale un Potosí como fuente de
inspiración a fin de mejorar en for-ma
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Texto de la conferencia dictada por el autor en la
Sociedad Julio Garavito el 19 de junio de 2010.
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Profesor Asociado, Universidad Nacional de
Colombia.
significativa la formación de científicos e
ingenieros. Entretanto, los extravíos intelec-
tuales del grueso de los pedagogos, docen-
tes y administradores educativos no se salen
del callejón sin salida de la formación por
competencias y otras muestras de ciencia
vudú de similar jaez. Y, si observamos lo que
sucede en facultades de ingeniería, la cerra-
zón mental llega a tal punto que no se per-
cibe por qué las humanidades son necesa-
rias para lograr que un científico o un inge-
niero sea un ser humano integral, lo cual in-
cluye la dimensión intelectual per se. Por tan-
to, ¿qué estamos esperando para rescatar le-
gados como el de Ortega? He aquí un com-
promiso ético ineludible para los académicos
que se precien de ser tales.
En cambio, Carl Mitcham, filósofo de la tec-
nología estadounidense, incluye a Ortega co-
mo figura importante en la historia del campo.
Más aún, casi puede decirse que el filósofo
español es el único filósofo de la tecnología
surgido en tierras hispanas. De facto, el mis-
mo Ortega decía que es más fácil encontrar
un torero en Alemania que un filósofo en Es-
paña. En todo caso, aquí en Antioquia, en
medio del ruido, hubo una mente lúcida que
supo escuchar la voz lúcida y clara de José
Ortega y Gasset. Estamos hablando de Ca-
yetano Betancur Campuzano, nacido en el
vecino municipio de Copacabana, otra figura
intelectual injustamente olvidada en nuestro
medio, a despecho de ceremonias de home-
naje hechas por aquí y por allá durante este
año 2010 en el seno de minorías intelec-
tuales. Pero, ¿de qué sirven tales homenajes
si no trascienden al resto de la sociedad?
La obra de Cayetano Betancur refleja bien la
influencia de su maestro Ortega. Es llamativa
porque tales ideas son anteriores en un buen
número de años al surgimiento de la Bioética
al finalizar la década de 1960 gracias a la ini-
ciativa de Van Rensselaer Potter, oncólogo y
humanista estadounidense. Para muestra un
botón, he aquí estas palabras de Cayetano a
propósito de la Universidad y la responsaba-
lidad intelectual: “Hasta este punto está pues
vinculada la Universidad con la inteligencia y
los menesteres de este orden, que suena a
contradicción el que hoy hablemos de univer-
sidades industriales, obreras, artesanales,
etc., pues el que concurre a una universidad
no puede hacerlo en otro papel que en el de
intelectual, así su labor cotidiana y su sub-
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sistencia se radiquen en humildes quehace-
res extraños a la contemplación desinteresa-
da. El “Kalos sjolazein”, el entretener bella-
mente los ocios, tiene que seguir siendo la
actitud interior del que concurre a las aulas,
pues sin ella se frustra el propósito, fracasa la
intención”. Desde luego, observará el lec-tor
que las universidades de hoy, orientadas al
mercado, distan en mucho de esta imagen de
semblante orteguiano, esto es, la inteli-gencia
como institución. Así, no sorprende que, en
fecha reciente, Boaventura de Sousa Santos,
intelectual portugués conspicuo, ha-ya
acuñado el vocablo desuniversidad. Esto es
parte de la crisis presente de civilización sin ir
más lejos.
En concreto, destaquemos tres de los libros de
Ortega pertinentes a este respecto: Misión de
la Universidad, Meditación de la técnica y La
rebelión de las masas. Como ideas fuerza
claves, resaltemos éstas: la necesidad de no
perder de vista la misión formadora de la
Universidad, manifiesta en su labor docente, lo
cual significa que la investigación y la
extensión deben ser un además de, no un en
vez de, cuyo desconocimiento es un error
craso cometido con frecuencia en la actuali-
dad por las burocracias educativas; la dege-
neración del científico y el ingeniero, entre
otras profesiones, al nivel terrible de lo que
Ortega denomina “bárbaros modernos”, esto
es, seres que apenas viven para su especia-
lidad técnica en detrimento de su formación
humanista, por lo cual no pasan de ser “sa-
bios ignorantes”, petulantes y engreídos co-mo
los que más; y la necesidad perentoria de que
la sociedad esté liderada por aristócra-tas, en
el sentido estricto del gobierno de los mejores,
lo cual incluye la alta estatura moral. Creo que
conviene no confundir esta última idea con
una mera república de hombres de letras o de
científicos, ni, mucho menos, con el sonsonete
de estos últimos años: la meri-tocracia, otro
sinónimo del clientelismo. No, nada de eso.
En la investigación actual sobre temas como la
crisis de la educación y el declive de la
ciencia, no es raro encontrar la consideración
directa del pensamiento del filósofo español.
Por ejemplo, es el caso de un científico y pe-
riodista español, Carlos Elías, quien profesa
en la Universidad Carlos III de Madrid. Con
motivo de una estancia de un año como vis-
iting fellow en la London School of Econo-
mics, durante el curso 2005-2006, consagra-
da a la investigación del fenómeno del decli-
ve de la ciencia, Elías publicó un libro llamati-
vo, titulado La razón estrangulada, en el cual
hallamos citas representativas del pensa-
miento orteguiano en la óptica que aquí nos
ocupa. Esto obedece al hecho que Carlos
Elías llevó a cabo un contraste entre Gran
Bretaña y España desde el punto de vista de
la cultura científica. Desde luego, Ortega le
ha servido a Elías a fin de procurar una expli-
cación del gran desmedro del modo científico
de ver el mundo en la cultura hispanoparlan-
te. Entre otros hechos, señala la fuerte in-
fluencia de la cultura mediática en el seno de
las revistas científicas, factor que estima ne-
fasto para la ciencia actual. En todo caso, se
trata de un tipo de investigación poco fre-
cuente en nuestros países, mucho más en el
mundo anglosajón, habida cuenta que hay
mucho tabú acerca del cuestionamiento del
mundo académico, todavía visto como si de
una Arcadia se tratase. Nada más lejos de la
realidad.
Por el estilo, el argentino Roberto A. Follari
es el autor de un libro que lleva por título La
selva académica: Los silenciados laberintos
de los intelectuales en la universidad. Como
él mismo dice: “Este libro se propone una ta-
rea que es ardua: romper el velo que, mayori-
tariamente, se cierne sobre las efectivas
prácticas que realizan los docentes e investi-
gadores universitarios ligados a ciencias so-
ciales y humanidades”. Y prosigue así: “Ta-
rea difícil, porque es común la idea de que
“los trapos sucios se lavan en casa” y que
conviene mantener un comportamiento cor-
porativo, donde no discutamos públicamente
sobre aquellos aspectos que pudieran des-
prestigiarnos ante el resto de los estamentos
sociales”. Por fortuna, Elías y Follari han pre-
ferido el rigor científico y el compromiso inte-
lectual, tan evanescentes en la actualidad.
Volvamos con Ortega. Como parte de su le-
gado, contamos con una espléndida revista
que aún existe: la Revista de Occidente, fun-
dada por el filósofo en 1923 y a cargo de su
familia hoy día. Con tal iniciativa, Ortega se
propuso llevar el pensamiento filosófico de
avanzada a España y el mundo hispano. Si
nos fijamos con cuidado en los escritos de fi-
guras colombianas del ámbito filosófico, co-
mo el mencionado Cayetano Betancur, apre-
ciaremos la frecuente alusión a dicha revista
como fuente clave. En general, estamos ha-
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blando de una revista de consulta obligada en
todo lo concerniente a las humanidades. Por
ejemplo, es de suma utilidad para cues-tiones
relativas a la Bioética y la historia de la
ciencia, incluido lo tocante a la crisis de las
ciencias y los males de la tecnocracia. Así
mismo, la Revista de Occidente cuenta con un
sello editorial afamado.
En todo caso, cada vez que topamos con al-
guna investigación que se ocupa del proble-
ma de la crisis de las ciencias y de la edu-
cación científica y tecnológica, resulta raro que
no se haga mención de Ortega y Gasset y su
obra. Además, cuando se pasa del diag-
nóstico a las propuestas de solución de pro-
blemas, no se aprecia nada que Ortega no
haya dicho en su momento, pues, tal fue la
capacidad de anticipación que él tuvo. En ge-
neral, los atisbos de solución apuntan a lo
mismo, esto es, que los científicos e ingenie-
ros reciban formación humanista y que los de
las áreas de letras y humanidades reciban
formación científica y tecnológica. Como se
ve, es una solución en extremo obvia. Con
todo, desde los días de Ortega, no se ha pa-
sado a la práctica al respecto, situación dolo-
rosa que quienquiera que se desenvuelva en
el ámbito universitario puede apreciar con es-
tupor constante, síntoma evidente de que la
Universidad ha dejado de ser la inteligencia
como institución. Carlos Elías refleja lo ante-
rior como sigue: “Esta superespecialización
sólo sirve para que una refinería no tenga que
impartir muchos cursos de reciclaje a un joven
químico o para que produzca muchas
publicaciones en poco tiempo, aunque tengo
mis dudas de que ayude al avance real de la
ciencia. Y, lo que aún es peor, puede reducir
el campo de miras del joven científico”. Por así
decirlo, la civilización actual olvidó dirigir sus
ojos al firmamento, lo cual ha repercutido en
una emasculación escandalosa de la ima-
ginación.
Por ahora, mientras persista la situación ac-
tual de estulticia, no queda más remedio que
no perder de vista las sabias palabras de
Francisco de Quevedo contenidas en El capi-
tán Alatriste:
–No queda sino batirnos –añadió el poeta al cabo
de unos instantes.
Había hablado pensativo, para sí mismo, ya con un
ojo nadando en vino y el otro aho-gado. Aún con la
mano en su brazo, inclinado sobre la mesa,
Alatriste sonrió con afectuosa tristeza.
– ¿Batirnos contra quién, Don Francisco?
Tenía el gesto ausente, cual si de antemano no
esperase respuesta. El otro alzó un dedo en el
aire. Sus anteojos le habían resbalado de la nariz
y colgaban al extremo del cordón, dos dedos
encima de la jarra.
–Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la
envidia y la ignorancia –dijo lentamente, y al
hacerlo parecía mirar su reflejo en la superficie del
vino–. Que es como decir contra España, y contra
todo.
FUENTES
Betancur, Cayetano. (1988). Sociología de la
autenticidad y la simulación. Medellín:
Autores Antioqueños.
De Sousa S., Boaventura. (2010). La
“desuniversidad”. (Artículo de Internet).
http://www.rebelion.org (consulta: 11 de
septiembre de 2010).
Elías, Carlos. (2008). La razón estrangulada:
La crisis de la ciencia en la sociedad
contemporánea. Barcelona: Debate.
Follari, Roberto A. (2008). La selva
académica: Los silenciados laberintos de los
intelectuales en la universidad. Santa Fe:
Homo Sapiens.
Martín-Santos, Luis. (2000). Tiempo de
silencio. Barcelona: Crítica.
Mitcham, Carl. (1989). ¿Qué es la filosofía de
la tecnología? Barcelona: Anthropos.
Ortega y Gasset, José. (1957). Meditación de
la técnica. Madrid: Revista de Occidente.
Ortega y Gasset, José. (1960). Misión de la
Universidad. Madrid: Revista de Occidente.
Ortega y Gasset, José. (1961). La rebelión de
las masas. Madrid: Revista de Occidente.
Pérez-Reverte, Arturo y Pérez-Reverte,
Carlota. (1996). El capitán Alatriste. Madrid:
Alfaguara.
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