Este documento discute la relación entre la música y la filosofía. Critica la enseñanza común de la teoría musical, que habla del "valor" y la "duración" de las figuras musicales. El autor argumenta que las figuras solo representan la duración del sonido, no la tienen. También critica no profundizar suficiente en los conceptos teóricos, lo que lía a los estudiantes. Defiende que para enseñar bien la teoría musical se necesita un sólido conocimiento filosófico.