En el siglo XIX, los liberales y conservadores querían gobernar México con ideas opuestas. En 1855, los liberales iniciaron una revolución contra el gobierno conservador e implementaron una nueva constitución y leyes de reforma que garantizaban libertades individuales y reducían el poder de la iglesia. Los conservadores rechazaron estas leyes, lo que llevó a una guerra de tres años que terminó con la victoria de los liberales y el establecimiento del gobierno liberal en la ciudad de México en 1861.