El documento resume la historia de las verbenas madrileñas, incluyendo tradiciones como adornar con verbena en el siglo XIX y principios del XX. También describe las fiestas populares de agosto en honor a varios santos como la Virgen de La Paloma, San Cayetano y San Lorenzo, con procesiones, comida típica y bailes. Finalmente, relaciona estas tradiciones con obras literarias que describieron el Madrid de la época como las novelas de Galdós y Baroja.
Las Energías y el Cambio Climático: Problema y Solución
Historia de las verbenas madrileñas
1. 1 de 6
PEQUEÑA HISTORIA DE LAS VERBENAS MADRILEÑAS
La flor de la verbena hay que cogerla de noche y con luna nueva, dice la
tradición. Es la misma planta que los druidas celtas usaban para adivinar el
futuro y los romanos para purificar los altares antes de una celebración; la
misma que las novias ocultaban bajo su vestido para tener un matrimonio
feliz.
Pero la planta de la verbena fue también la que adornaba solapas y escotes
durante las fiestas del siglo XIX y principios del XX. Desde entonces, las
“verbenas” deben su existencia a la adoración a algún santo, tema central
de este recorrido, que nos lleva por los barrios más castizos de la capital.
Las fiestas de agosto en Madrid culminan, tras la conmemoración de San
Cayetano y San Lorenzo, con la que seguramente sea la más popular de
todas: la que se hace en honor de la Virgen de La Paloma, que del 14 al 17 de
agosto se lleva la verbena de Lavapiés a La Latina.
Tras la misa que tiene lugar a las 13.00 horas en la parroquia de la Virgen
de La Paloma y San Pedro el Real (nombre oficial), el Cuerpo de Bomberos
del Ayuntamiento se encargará de la tradicional bajada del cuadro de su
patrona (14.15 horas). Lo llamativo de este acto religioso es que lo que los
bomberos llevarán en procesión, a partir de las 20.00 horas, no es una talla,
sino un lienzo.
A finales del siglo XVII, una vecina de Puerta Toledo llamada Isabel Tintero
se encontró en la calle un grupo de niños que jugaba con un cuadro de una
virgen. Eso le pareció un sacrilegio y se llevó la lámina a su casa para
restaurarla.
2. 2 de 6
Por esas fechas, Isabel Tintero estaba embarazada: se encomendó a la
virgen del cuadro y el parto le fue bien. La protección que parecía ofrecer
esta pintura llegó a oídos de otras mujeres, que empezaron a reunirse para
rezar y adorar a la imagen, a la que finalmente se le hizo una capilla.
Con el tiempo, a esta Virgen se le atribuyeron varios milagros y su culto se
extendió rápidamente, llegando su devoción a la Casa Real. Así fue cómo, a
principios del siglo XX, se construyó la iglesia de La Paloma, llamada así
por la calle en la que se encuentra. Una versión distinta sobre el origen de
este nombre habla de una paloma que acompañaba a la virgen durante toda
la procesión.
La iglesia actual se inauguró en 1912
en estilo Neomudéjar.
En la calle, los vecinos de Las Vistillas disfrutan esos días de los productos
típicos, como las gallinejas y los entresijos, la limonada, el agua de cebada o
los churros.
En un tiempo, eran los buñuelos el clásico de las fiestas madrileñas, como lo
es, desde 1850, el chotis, un baile para el que solo se necesita una baldosa.
Como en tantos otros ejemplos de nuestra lengua, la palabra chotis es una
adaptación del fonema schottisch, que significa «escocés» en alemán.
3. 3 de 6
Este baile no es madrileño, ni español. Procedente de Escocia, se puso de
moda en la corte de Viena durante el siglo XIX, por lo que los alemanes lo
bautizaron como baile escocés. En Madrid se vio por primera vez en
el Palacio Real, y acabó bailándose en las fiestas populares.
Las verbenas del verano arrancan en la plaza de Cascorro con San Cayetano.
Cada 7 de agosto, sus fieles se acercan a la imagen para besarle el pie
derecho, mientras que durante su procesión el objetivo es coger una flor del
trono del santo, pues eso asegura trabajo durante un año, siendo como es el
patrón de los gestores administrativos y los desempleados.
La Historia cuenta que San Cayetano siempre estuvo al lado de los pobres y
los enfermos. Tanto es así, que se deshizo de todas sus riquezas y vivió de la
caridad; ni siquiera podía pedir. Solo cuando la necesidad lo ahogaba, hacía
sonar una campanilla.
Desde que en el siglo XIX se quemó la iglesia de San Millán, en la plaza de
La Cebada, San Cayetano comparte templo con él. Junto a la iglesia de San
Cayetano y San Millán, los vecinos de la calle más engalanada de todas, la
del Oso, reparten la «limoná», en castizo, como hicieran sus antepasados.
La preparan ellos mismos, a base de vino blanco, limón, azúcar y canela, y
sirve para animar a locales y visitantes, pues su sabor cítrico y fresco hace
que se pierda la cuenta de lo bebido.
La segunda de las fiestas de agosto, abandona el barrio de Embajadores el
día 10 para mudarse a Lavapiés, la antigua judería de Madrid. San Lorenzo
recoge, tres días después, el testigo de San Cayetano, de época más moderna
que el anterior, pero al que le preocupaban los mismos asuntos.
4. 4 de 6
San Lorenzo vivió en el siglo III. Él era el encargado de hacer el
inventario de los bienes de la Iglesia, una especie de documentalista. Al
morir el Papa le pidieron que recogiera todo por escrito; pero prefirió
repartir esos bienes entre los pobres. Lo que le entregó a sus superiores fue
a todos los leprosos de la ciudad.
Su argumento fue: «Este es el patrimonio de la Iglesia». Esto le supuso la
muerte: fue condenado a morir quemado sobre una parrilla, un 10 de
agosto. Forma de parrilla tiene la planta del Monasterio de El Escorial, la
manera en que Felipe II quiso recordar el sacrificio de San Lorenzo, por el
que sentía una gran devoción.
Verbena de La Paloma: de la
pobretería de Galdós al sainete del
Apolo
Aunque no es la patrona de la ciudad, La Paloma es la más castiza de las
vírgenes. La Fortunata de Benito Pérez Galdós iba a escuchar misa a su
iglesia: “Por la calle de la Solana, donde habita tanta pobretería, iba
Fortunata a misa a la Paloma, y se pasmaba de no encontrar nunca en su
camino ninguna cara conocida”.
A ella dedicaron Tomás Bretón y Ricardo de la Vega 'La verbena de la paloma',
una zarzuela emblemática del género lírico y que transcurre en Madrid, en
el mes de agosto, durante las fiestas patronales.
En su Fortuna y Jacinta, Benito Pérez Galdós le dedica unas líneas a la
casquería y sobre todo al oficio de las personas que se dedicaban a freirlas:
5. 5 de 6
«Era la vecina del bohardillón, llamada comúnmente la gallinejera, por
tener puesto de gallineja y fritanga en la esquina de la Arganzuela».
Casi todo lo que ocurre en el barrio es rastreable en las novelas de Galdós,
en cuyas historias hay una cartografía de aquel Madrid: desde el que come
sus guisotes y fritangas en San Francisco el Grande o “a la cátedra de
picardías y teatro de todas las barrabasadas madrileñas” que supone la calle
Toledo, como escribe en el pasaje de Los Cien Mil hijos de San Luis en
los Episodios Nacionales.
El Madrid Galdosiano
En los años en que construye la nueva iglesia de la Paloma, también
transcurren los hechos que refleja la novela de Don Pío Baroja “La busca”
dentro de su trilogía de “La lucha por la vida” muy alejada del mundo del
sainete y la verbena que se nos describe como un mundo de alegría.
Se desarrolla, justamente, en los barrios que describimos en este escrito y
en el que nos hace percibir con toda su crudeza las miserias sociales y los
problemas de los bajos fondos en la ciudad de Madrid.
6. 6 de 6
He querido introducir algunos pasajes de Galdós dado que celebramos el
centenario de su muerte. Curioso, ni Baroja ni Galdós eran madrileños pero lo
describen de forma magistral.
Queridos lectores, aquí he intentado que nos movamos por el Madrid de la
fiesta verbenera plena de las tradiciones populares y que dan un toque
característico y muy personal a la población del Madrid de la época y que
deseamos mantener en nuestra memoria, pero al tiempo, y a través de la
literatura, reflejar el mundo real que rodeaba a esa sociedad.
De todas forma ¡¡¡Que viva la fiesta!!!... un cariñoso abrazo.
Rodrigo García-Quismondo